lunes, 21 de diciembre de 2020

Felicidades por Navidad y Año Nuevo

Con estas canciones navideñas de Andrea Bocelli, deseamos que a pesar de la maldita pandemia, puedan pasar unos días felices de Navidad y Año Nuevo en unión de sus seres más allegados.

Sin olvidar que no se sabe hasta cuándo hay que seguir tomando precauciones para no contagiarse con el coronavirus: lavándose a menudo las manos, cubriéndose la boca si tose, usando mascarillas y guardando distancia entre unos y otros.

Desde Cuba, Suiza y México les saludan, 
Iván García, Tania Quintero y Marco A. Pérez López.

lunes, 14 de diciembre de 2020

La croqueta soberana



Fábrica de croqueta en Cuba.

Hace unos días, apareció un resumen de la comparecencia del Ministro de la Industria Alimentaria en la Mesa Redonda, programa que de lunes a viernes transmite la televisión cubana. Para los que ya tenemos nietos, la información del ministro, pudo provocar un flashback a otros tiempos: los de la "pizza napolitana" y la croqueta de "carne", alimentos que emergían por toda la capital, salvándole la vida a más de un habanero.

La croqueta fue aún más socorrida, a pesar de que el caminante casi podía morir de asfixia al taponarse el cielo de la boca. Era la época de los Marinit, Fruticuba, Coppelita, después los frozen y otras ofertas gastronómicas, los cuales languidecieron a finales de los 60 y regresaron en los 80 para volver a desaparecer para siempre en pleno siglo XXI.

La pizza y la croqueta, sin embargo, han sobrevivido. La pizza pudo capear el temporal del llamado Período Especial con quesos de leches insospechadas, y salsas de remolacha mezcladas con puré de tomate rancio. Los más listos derritieron condones encima. Pero es la croqueta el alimento insignia, si cabe el término, de la culinaria revolucionaria.

La croqueta soberana o la soberana croqueta tiene la virtud de ser esa masa intangible e indescifrable, casi exotérica, capaz de aceptar cualquier elemento de la naturaleza siempre que la sazón y la sal le den categoría de comestible.

Lo mejor escrito sobre la croqueta cubensis fue obra de Héctor Zumbado, hará ahora unos cuarenta años. Ni siquiera ese maestro del humor inteligente podía prever que la croqueta sobreviviría al agudo ensayo tragicómico cuatro lustros después. Menos todavía hubiera imaginado el autor de Riflexiones a un ministro hablando de la croqueta como parte de la "soberanía alimentaria y cultura nutricional".

El rollizo funcionario, encargado de alimentar a más de diez millones de personas en Cuba, lo expresó muy serio, sin asomo de broma: la sobreproducción de croquetas respecto al año anterior es un logro en la estrategia de lograr la independencia en la alimentación del pueblo.

La infinidad de chistes y motes sobre la croqueta es interminable. Repetirlos es empanizar cuartillas. Lo cierto es que la croqueta criolla asoma su mofada masa cada vez que aprieta el hambre en la Isla. Nitza Villapol diría que se debe a su fácil elaboración e ingredientes: enseñó en televisión que era lo mismo hacerla con chícharos que, en época prerrevolucionaria, de jamón ibérico.

Ahora el ministro no muestra la proporción de carnes y otros elementos en la neocroqueta del Período Especial II. Solo explica que unas provienen de las industrias cárnicas -sin decir la porción de carnes, pezuñas y crestas usadas en la masa- y que la croqueta de la pesca (¿agua dulce o salada?) la dobla en cantidad. Lo curioso y doloroso a la vez no es la croqueta en sí y para sí, filosóficamente hablando, sino el lenguaje futurista usado por los funcionarios castristas como si los productos ya estuvieran en la mesa. Lenguaje, por cierto, que está más cerca más de lo teológico, del quiera Dios, que, de lo real, del aquí y el ahora.

Aunque ha sido una regularidad en el discurso prometedor del régimen, no deja de ser preocupante que se siga hablando de lo que será, y no de lo que es, hambre, excepto por la producción excedida de neocroquetas. Así, tenemos frases como "se trabaja en esto", "se prevé tal cosa", "se desarrolla este proyecto", "en cartera tenemos tal negocio", "se incrementará la producción de…".

La generosa y vilipendiada croqueta también se fue al exilio. Es raro el timbiriche de Miami sin varios tipos de croquetas. No hay fiesta cumpleañera ni convite de amigos en la Pequeña Habana sin croqueticas, pancitos con pasta y pastelitos de guayaba. Donde quiera que habite un cubano, la croqueta seguirá estando entre sus manjares más preciados. Eso nos dice que la croqueta, un invento francés que quiere decir crujiente, no es un asunto de soberanía alimentaria, sino de soberanía individual y cultural.

No puede haber independencia en la alimentación de un país si las personas no tienen libertad para producir, vender y consumir por su cuenta. Es el hombre y no el partido comunista, un ministro o el director de una empresa, quien hace posible la autonomía alimentaria y no al revés.

No ha existido una sociedad en la historia que haya logrado alimentar bien a todos los ciudadanos administrando desde una oficina lo que tienen que comer y cuándo. Eso es una locura, una maldad, una violación al derecho humano de elegir cómo y de qué alimentarse aun cuando no se tenga con qué. Eso es válido, incluso, para aquellos países desarrollados con bolsones de miseria, y líderes populistas que escogen alimentos de fácil elaboración y productos de dudosa procedencia para llenar estómagos agradecidos y acallar bocas insubordinadas.

Como diría el refrán, en todas partes se cuecen croquetas; solo que en unos lugares se consumen por placer, y en otros, por dura necesidad.

Francisco Almagro
Diario de Cuba, 20 de septiembre de 2020.
Foto: Elaborando croquetas de "averigua" en una fábrica cubana. Tomada de Diario de Cuba.

lunes, 7 de diciembre de 2020

Pa' los cubanos, bazofia, pa' los dirigentes, exquisiteces

A falta de pan, casabe. O lo que sea. Es urgente elaborar comida para la población. Inventiva, compañeros. Rescatar las viejas recetas gastronómicas del período especial que mitigaron el déficit de alimentos. Aprovechar nuestras reservas (¿?), hacer más con menos. Recuerden que la producción de alimentos es más importante que los cañones.

No es el monólogo de un tarado. Son las notas tomadas al vuelo por el administrador de una pizzería estatal al sur de La Habana durante una reunión de ‘los factores’ en la sede del partido comunista municipal. La narrativa del régimen cubano es desquiciante. Redundante. Peripatética. Soliloquios cargados de jergas, citas de Fidel Castro y repetición de viejos conceptos y consignas.

Llamémosle Richard. Un joven administrador que cuando ocupó el cargo, su proyecto era competir con las mejores pizzerías privadas. Reunió a los desanimados trabajadores, más acostumbrados a robar que a producir, y les pintó un panorama prometedor. Había leído un puñado de libros sobre el cooperativismo en Europa y best sellers al estilo de Made in Japan de Akio Morita y Autobiografía de un triunfador de Lee Iaccoca.

Richard todavía cree en la empresa socialista. “Si le dan los medios de producción a los trabajadores y el Estado deja ser el dueño que gana la plusvalía, se puede competir con el sector privado. Lo que se necesita es sentido de pertenencia. Que los obreros sientan que son los dueños”. Cuenta que tenían garantizada la materia prima y los insumos. "Al tener menores costos, los precios de venta eran más bajos, menores los impuestos a pagar y las minuciosas inspecciones más flexibles. Si nos los proponíamos, podíamos competir en calidad con las pizzerías privadas".

Pero una cosa es la teoría y otra la práctica. El presidente Miguel Díaz-Canel, designado por el dictador Raúl Castro, repite como un papagayo que su intención es que el sector estatal y el privado compitan en igualdad de condiciones.

Richard es un cuadro (dirigente) formado en ese relato. En la realidad diaria, las cosas fueron diferentes. A diferencia de los particulares, recibían a menor precio la materia prima, pero el plan de ventas era muy elevado y parte del dinero que ganaban se desviaba en pagos para funcionarios de comercio interior que le garantizan los insumos o al bolsillo de los quisquillosos inspectores para que no cerraran la pizzería por insalubridad.

“Todo es un cuento. Si se permitiera formar una auténtica cooperativa, los salarios fueran de cuatro mil o cinco mil pesos. Y excelente la calidad gastronómica. Pero es ese lado corrupto del Estado el que te obliga a pagar dinero de las utilidades para el director de comercio del municipio, al jefe de inspectores, al director de los almacenes, sin contar que los ‘factores’ del partido pasan por aquí para que se les garanticen alimentos en actividades recreativas y reuniones de balance. Y no pagan un centavo. Esos factores, entre otros, son los que impiden que los trabajadores no sean los verdaderos dueños de los comercios estatales”, reconoce Richard.

Convencido que con la metodología del estrafalario socialismo cubano es muy complicado prosperar, la pizzería volvió al pasado. Un antro de empleados más que a trabajar, van a robar queso, puré de tomate y harina. O cualquier cosa. Comenzaron a perderse los herrajes del baño recién reparado y las piezas de los splits instalados en el salón. Con la llegada de la ‘situación coyuntural' de Díaz-Canel, en septiembre del año pasado, Richard recibió instrucciones de implementar un nuevo menú sin dejar de ofertar ‘alimentos al pueblo’.

Hace quince días, en una reunión con todos los administradores municipales, los directivos de la empresa dictaron nuevos ucases. Richard, muestra los apuntes que escribió en su agenda: Vender pizzas con queso saborizado o con otros ingredientes rescatados de la etapa del período especial. Que puede ser yuca, boniato o picadillo de soya. De lo que se te ocurra hacerlas. Pero tienes que seguir reportando dinero a la empresa.

"Es un absurdo total", dice y explica que el menú 'coyuntural' está compuesto por sucedáneos para engañar el estómago de la gente. Ahora la pizzería oferta cajitas de arroz salteado con tripas y miragurt, una bebida saborizada, hecha a base de suero de leche vacuna, maicena y azúcar, catalogada como un alimento probiótico. También están vendiendo pay (pie) con cáscaras de melón. Próximamente van a elaborar los pays con cáscara de plátano.

Si algo distingue a la gastronomía estatal socialista es su pésima calidad. Díaz-Canel intenta revertir el panorama dando cansones teques (charlas) sobre la cultura del detalle. Pero cae en saco roto. Eulalia, nutricionista, considera que las pobres cosechas, baja producción de cárnicos y capturas pesqueras irrelevantes son las causas de la dieta alimentaria implementada por el Estado sea de muy baja calidad nutricional.

Repasemos la gastronomía cubana en tiempos de crisis: picadillo de soya, masa cárnica, pasta de oca, fricandel, perro (salchicha) sin tripa, cerelac, café mezclado con chícharos, croquetas y hamburguesas elaboradas con ingredientes desconocidos, 'productos lácteos sin leche' y numerosos inventos culinarios para paliar el hambre.

René, sentado bajo una ceiba en un parque de La Víbora, espera que un desvencijado camión de fabricación rumana, descargue huesos de cerdo en una carnicería. “Mira ya la cola. Cuando abra, tu verás la matazón que se forma. Y es para comprar huesos, que debieran regalarlos y no venderlos. A mí lo que me molesta, es que el gobierno siempre se la pasa ensalzando la mierda que nos vende como si fueran alimentos de primera calidad. Ya sea la mortadella especial, el picadillo extendido o el pan con harina de boniato. Si son productos de tanta calidad, porque no lo venden en las tiendas por dólares o se lo comen ellos y le dan al pueblo el queso, la carne de res y el jamón ibérico que venden en esas tiendas. ¿Por qué no lo hacen?", se pregunta y él mismo responde: "Porque no son tontos”.

Un ex oficial del Ministerio del Interior dijo a Diario Las Américas que mientras los cubanos de a pie tienen que “comer cualquier bazofia, cazar gatos y hacer sopa con palomas, los generales y altos funcionarios del gobierno almuerzan a la carta, cenan en casas de visitas y reciben mensualmente cestas de comida con mariscos, carne de res, embutidos españoles, vino, cerveza, ron y whisky. Casi todos están gordos y barrigones. A ellos no les afecta que en Las Tunas se hayan muerto de hambre siete mil vacas por falta de pienso y agua”.

En su programa del martes 2 de junio de 2020, Juan Juan Almeida comentó que el general Raúl Castro es un anciano débil de estómago y como para Castro los alimentos producidos en Cuba no tienen suficiente calidad, muchos no reúnen las condiciones adecuadas de refrigeración o llevan tiempo mal almacenados, por la cuarentena impuesta en Cuba por el Covid-19, semanalmente un avión vuela a Panamá a hacerle compras a él y a su familia. Entre los productos encargados se encuentran salmón silvestre de Alaska, huevos orgánicos, lentejas, caldo de hueso, carne japonesa de res de Kobe, aceite, mantequilla, queso de burro, cereales Kellogg's, nueces, jugo de melocotón y kiwis naturales.

El socialismo marxista en Cuba es muy sui géneris. En teoría está basado en la igualdad. Pero en la práctica, unos son más iguales que otros.

Iván García