lunes, 29 de marzo de 2021

Soñar con Cuba en Cuba



Hay cubanos en la Isla que sienten temor por la alternativa de ir a la cárcel.

Se sabe que allá la prisión es un espacio donde predominan las golpizas, la humillación, el maltrato y, desde luego, los rostros diversos de la muerte. Por lo tanto, es natural y aceptable ese desasosiego por los calabozos. Eso sí, el miedo realmente desconcertante y grave que se siente en Cuba, es el que experimentan quienes sostienen la dictadura. Ellos le tienen miedo a la libertad.

Los gorilas que ejercen el poder y sus cómplices, que se mueven en todos planos de la sociedad, tienen la función fundamental de reprimir a los opositores pacíficos y al periodismo independiente. Ese trabajo sucio los convierte, de manera automática, en gente que rechaza directamente la existencia de un país libre y democrático.

Esos personajillos, encabezados por la cuadrilla al mando, le tienen miedo a la libertad porque no gobernará una corriente política cuya ideología son los revólveres. Estarán en el poder verdadero las instituciones establecidas después de unas elecciones ejemplares, en las que puedan participar todas las tendencias de pensamiento.

El principio básico de las autoridades no será el de mantenerse a toda costa con la batuta en la mano por una eternidad. Dirigirán la nación, con respeto para cualquier esquema de ideas, personas defensoras de las libertades individuales, los derechos humanos y la filosofía de cada ciudadano. Al mismo tiempo, la conducción del país luchará por el progreso, el desarrollo económico y el bienestar de los ciudadanos.

Claro que esta realidad es ahora mismo un sueño. Lo que pasa es que se trata de un sueño que sueña mucha gente y en muchas partes de Oriente a Pinar del Río. Ese ideal tiene vigor en lo que piensa el sacerdote camagüeyano Alberto Reyes Pías.

“Esperamos unas calles llenas de gente feliz y no de agentes policiales listos para reprimir el menor desliz”, dice el cura. “Esperamos disfrutar de esa sensación gratificante de pueblo adulto, que lucha unido, para construir un presente digno sin la tutela de un Estado, que no acaba de entender que su función no es la de agente de control totalitario, sino la de ayudar a los ciudadanos a ser más libres y capaces.”

Es natural estar inquieto y prevenido por ir a parar a una cárcel llena de violencia, hambre y torturas. Reyes Pías puede terminar en prisión por esa ensoñación. Ahora bien, lo más dramático es tenerle miedo a esa ilusión y al mundo libre que retrata.

Raúl Rivero

Blog de la Fundacion Nacional Cubano-Americana.

Foto: Tomada del Facebook del sacerdote Alberto Reyes.

Nota.- Recientemente, el sacerdote Kenny Fernández Delgado, párroco de la Iglesia de Madruga, uno de los once municipios de la provincia de Mayabeque, pidió no callar ante lo mal hecho por el gobierno cubano. "Le decimos al pueblo, en nombre de Jesús, nuestro Dios, que si guarda silencio ante las injusticias de un Gobierno, cualquiera que sea, será cómplice de las injusticias de ese Gobierno", dijo el domingo en la homilía "Jesucristo, niño contra Herodes, el dictador", que compartió íntegra en Facebook. Fernández Delgado se une a otros sacerdotes, como Alberto Reyes Pías y el diácono salesiano Maykel Gómez Hernández, quienes también públicamente han pedido más derechos y libertades en Cuba.


lunes, 22 de marzo de 2021

El castrismo ordeña a los emigrados cubanos


En plena nevada, una jubilada de 78 años residente en Suiza, se llega a una sucursal de la Western Union para enviarle dinero a un amigo en Miami, quien posteriormente se lo reenviará a su nieta en La Habana, pues desde la nación helvética no se pueden hacer transferencias a Cuba. Mensualmente, además, la señora envía a su familia una o dos cajas con medicinas, jabones, pasta dental y papel sanitario, entre otros artículos de primera necesidad. El correo cubano solo admite un kilogramo y medio. Y por cada kilogramo extra cobra el equivalente a 20 dólares.

Una caja de cuatro kilogramos ronda los 60 dólares. “Es un atraco. No recibimos ropa de marca ni nada de lujo. Por una caja con calditos de pollo, sazonadores y dos mudas de ropa, un gel de baño, almohadillas sanitarias y chocolate para mi hija, pagué 62 cuc. Y se rumora que no están entregando paquetes -algunos acumulados desde hace meses- esperando a ponerle precios más altos. Es el colmo. Nuestros parientes en el extranjero también nos hacen llegar el dinero para poder sacar los paquetes", dice Mireya, ama de casa.

Los envíos de dinero y bultos postales, por vía aérea o marítima, llegan a Cuba desde los cinco continentes. Llamémosle Osvaldo, un ingeniero agrónomo que vive en un kibbutz cerca del desierto de Néguev, Israel, y se dedica a cultivar naranjas, a sus familiares en la Isla todos los meses les gira 300 dólares, les recarga el teléfono móvil y la cuenta de internet de datos.

Los cubanos que regularmente le mandan dinero y cosas a sus familias en Cuba, son emigrados domiciliados en el exterior. Pero igualmente lo hacen compatriotas que temporalmente se encuentran fuera: si consiguen un empleo informal, le transfieren dinero a los suyos. Incluso los cooperantes cubanos enviados al exterior por el régimen a prestar asistencia médica, se las ingenian para trabajar en negro, mandar remesas y ahorrar. Dunia, doctora, estuvo en Sudáfrica y los fines de semana laboraba en una clínica privada donde realizaban abortos. “Como el gobierno se queda con la mayor parte del salario (entre el 70 y el 90 por ciento), muchos médicos, especialistas y técnicos buscan trabajar por la izquierda y ganar un dinero extra. Haciendo abortos gané bastante y cuando regresé a Cuba me pude comprar una casa y un auto".

La propaganda del régimen, alardeando de justicia social y de haber hecho una revolución que en abril de 1961 Fidel Castro proclamó que era "de los humildes, por los humildes y para los humildes", se diluye cuando se conocen las estructuras y funcionamientos de diferentes empresas, sociedades mercantiles y corporaciones que administran y se apropian del 80 por ciento de las divisas que entran a Cuba.

Un ex funcionario de CIMEX, que en su web se presenta como 'una sociedad mercantil con más de 40 años de creada, que importa, exporta, produce y comercializa bienes y servicios', cuenta que “esa firma y otras que son compañías fantasmas, eran supervisadas por los hermanos Castro. Ahora la más poderosa es GAESA (Grupo de Administración Empresarial S.A.), cuyo presidente ejecutivo es el general de brigada Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, ex yerno de Raúl Castro. No es la única. Hay alrededor de medio centenar de empresas que pertenecen a altos cargos de las Fuerzas Armadas, el Ministerio del Interior y el Consejo de Estado, que tiene firmas como Palco. Las auditorías e inventarios se realizan de manera interna. No son transparentes".

Al frente de la burguesía militar se encuentra Raúl Castro, pero ese conglomerado empresarial también responde a 'históricos' de la revolución como José Ramón Machado Ventura y Ramiro Valdés (no a Miguel Díaz-Canel, el actual presidente, considerado una marioneta por la gente de a pie). El comandante Guillermo García Frías, un campesino analfabeto que se enroló en el Ejército Rebelde, no ocupa ninguna cartera ministerial, pero dirige la Empresa Nacional de Flora y Fauna y es dueño de caballos de raza y de gallos de pelea, aunque las apuestas son ilegales en Cuba. Según el ex funcionario de CIMEX, los “históricos y algunos generales connotados de las guerras civiles en Angola y Etiopía, todos de la raza blanca, han formado una cofradía que maneja varios negocios, cuentas en paraísos fiscales e inversiones en el país o el extranjero”.

El envío de remesas a Cuba es una estadística secreta. El régimen oculta el monto de divisas que entra a la Isla a través de la emigración. Expertos en temas económicos y financieros sitúan esa cifra entre 2,500 y 4 mil millones de dólares anuales. Empresas militares administran los bancos que efectúan las transacciones, hoteles, agencias de viajes, envíos de dinero y paquetes, transportistas, cadenas de restaurantes, cafeterías, telecomunicaciones, gasolineras, tiendas y otros servicios. El ex funcionario de CIMEX afirma que casi todas las agencias de viaje, envíos de dinero y paquetes situadas en México, Panamá o Miami son manejadas tras bambalinas por consorcios militares cubanos. Es un negocio boyante.

En el dossier La apuesta hotelera en Cuba, investigación realizada por los periodistas Jessica Domínguez y Julio Batista , publicada en El Toque en octubre y noviembre de 2019, se reportaba que "los 332 proyectos de alojamiento presentados originalmente por el Plan del Ministerio de Turismo tenían un costo superior a los 19 mil millones. Según el Anuario Estadístico de Cuba (2017 y 2018), esta cifra supera cómodamente la suma dedicada por el Presupuesto del Estado a los rubros de Actividades productivas, Ciencia e innovación tecnológica, y Cultura y deportes, entre los años 2012 y 2018". En otro párrafo, los autores se preguntaban:"¿A quién beneficia realmente la construcción de hoteles en Cuba, en especial el paso abrumador de las inversiones respaldadas por GAESA? ¿A qué escenario concreto apuesta el consorcio militar en un futuro cercano? ¿Qué información posee para arriesgar tal volumen financiero en un plan que, a corto y mediano plazo, no parece tener lógica?".

Miami, la capital del exilio cubano, es zona de especial interés para la autocracia verde olivo. En la ciudad del sol radican casi dos millones de cubanos que anualmente envían miles de millones de dólares en efectivo o mercancías. Una fuente en ETECSA señala que sólo desde Estados Unidos, principalmente Miami y Tampa, las recargas telefónicas e internet de datos en Cuba superaron los 200 millones de dólares el año pasado.

Muchas de esas empresas y compañías extorsionan a los emigrados cubanos con precios elevados. En el corazón de Hialeah, entre pequeñas cafeterías que venden guarapo, pasteles de guayaba y sandwiches criollos, existen locales que cobran las llamadas a la Isla a un dólar el minuto, entre las tarifas más caras del mundo. Antes que las compañías aéreas comerciales iniciaran sus vuelos a Cuba, agencias de viajes en Miami autorizadas por el régimen cubano, vendían entre 500 y 700 dólares un pasaje de ida y vuelta a la isla, a 45 minutos de vuelo. “Y las libras extras la cobraban a tres y cuatro dólares. Ordeñaban a los emigrados como si fueran vacas”, rememora un habanero residente en Kendall, Miami.

La naturaleza explotadora del castrismo se observa en el manejo que ha logrado en las diferentes firmas que a través de internet, a los cubanos residentes en Estados Unidos, Canadá y Europa, oferta alimentos, artículos de aseo y electrodomésticos destinados a sus familiares en la Isla. Pero algunas se aprovechan de la escasez existente en la Isla y cobran demasiado por los envíos a Cuba, donde los precios son gravados con una tasa del 240%. Hace dos meses, un compatriota radicado en Tampa, hizo una factura de comida que le alcanzara para un mes a su familia en La Habana. Le cobraron 840 dólares. “Si el gobierno autorizara a enviar comida directamente desde Miami, me hubiera ahorrado casi la mitad. Después mis parientes me dijeron que el costo de los alimentos recibidos, comparado con los precios en las tiendas por divisas, era dos veces más caro”.

Hay firmas, como Katapulk, con precios más bajos. Oferta desde carne de res y de cerdo, camarones, pescado fresco, calamares y embutidos hasta leche, helado de chocolate y cerveza Cristal. Algunos de esos productos no se venden en la red de tiendas nacionales, ni en dólares ni en pesos. Diario Las Américas contactó con un representante de Katapulk para conocer el origen de la firma. “Es información clasificada”, dijo.

Consultado al respecto, el antiguo funcionario de CIMEX explicó que “ese tipo de negocios son auténticos chiringuitos creados por un sector del empresariado militar o parientes de pesos pesados del gobierno. Su misión es recaudar dólares y luego guardarlos en cuentas ubicadas en paraísos fiscales”. Si un cubano residente en la Isla quiere comprar al cash o con una tarjeta MLC (moneda libremente convertible), implementada por el régimen para sus tiendas en divisas, Katapulk no lo permite. “Solo aceptamos tarjetas Visa, Mastercard, American Express, Discover o de cualquier otro banco foráneo”, respondió vía WhatsApp el representante de Katapulk. En cambio sí aceptan pagar desde la Isla con esas tarjetas de crédito.

¿Y por qué los cubanos con acceso al dólar no pueden comprar directamente desde su propio país? El ex funcionario de CIMEX aclara que esas firmas trabajan para otros operadores. “Es el mismo dólar, pero el de las tarjetas MLC supuestamente va al Banco Central de Cuba y el dinero de estos negocios termina en una cuenta en el exterior a nombre de una compañía fantasma administrada por una empresa militar o un cacique que viste de guayabera”.

Dos analistas consultados opinan que la llamada Tarea Ordenamiento, que incluye una subida considerable de los precios minoristas, está diseñada para atraer la mayor cantidad posible de dólares, euros y otras divisas de los cubanos radicados en otros países. La ecuación básica sería: costear la revolución "de los humildes, por los humildes y para los humildes" proclamada por Fidel Castro hace 60 años, con el dinero de los 'gusanos'.

Iván García

Foto: En noviembre de 2020, cargados de bultos con artículos de primera necesidad para sus familias, viajaron a La Habana los primeros cubanos residentes en Miami después de ocho meses de cerradas las fronteras en la isla por el coronavirus. Tomada de Cubacute.

lunes, 15 de marzo de 2021

El problema no está en la otra orilla


La revista de opinión política La Joven Cuba ha hecho pública una carta abierta (Carta Abierta al presidente Joseph R. Biden, Jr. – La Joven Cuba) al presidente estadounidense Joseph Biden, donde le solicita “comience a desmantelar el sistema de sanciones que continúa afectando al pueblo cubano”. Entre los 532 firmantes aparecen respetables profesores, investigadores, juristas, médicos, comunicadores, economistas, intelectuales, creadores y activistas; varios incluso radicados fuera de la Isla y con una posición contraria al régimen de La Habana.

Esto último no constituye per se una razón para apoyar el embargo y el incremento de las sanciones que se produjo durante los cuatro años de la administración Trump; pero sí llama la atención que a pesar del tono moderado de la carta, sus apoyadores prácticamente eximen a la dictadura cubana de toda responsabilidad en la catástrofe económica iniciada desde el mismo año 1959, y la falta de libertades civiles que en pleno siglo XXI continúa agravándose, como puede apreciarse en nuevos decretos que de a poco han ido conformando un marco legal para desaparecer cualquier atisbo de disidencia política, posicionamiento independiente al estado y libertad de expresión.

Aunque La Joven Cuba es un medio de intelectuales de izquierda que apuestan críticamente por un modelo más actualizado de socialismo, su reluctancia a dirigirse al alto mando cubano para exigir cuanto a este pueblo se le debe en materia de derechos, es un acto que raya en la desvergüenza. Resulta inaceptable que se le envíe una carta al presidente de una nación extranjera para pedir cambios en las relaciones bilaterales, mientras se acepta que el castrismo viole la Constitución a diario y con absoluta desfachatez.

Los firmantes de la misiva declaran saber “… que Estados Unidos no es el único responsable de los problemas que enfrenta el país”, y sin un ápice de contención atribuyen a “las sanciones económicas, financieras y comerciales impuestas” la incapacidad del castrismo para manejar tanto el presupuesto del estado como la diversidad de opiniones que coexisten en cualquier sociedad. Nada tiene que ver el embargo con las presiones que asfixian al sector privado, ni con el despilfarro sostenido de recursos que debieron ser empleados en mejorar los gravísimos problemas de producción e infraestructura (vivienda, transporte, agricultura, abastecimiento de agua potable, salud pública, seguridad social, etc.); todos causados por los desmanes de un poder centralizado y corrupto.

Nada tiene que ver el embargo con que los dirigentes cubanos den la espalda a las demandas de sus propios ciudadanos mientras reconocen públicamente su disposición de dialogar con “el enemigo histórico”, en un acto de soberbia e hipocresía impropio de un gobierno que se dice democrático. El bloqueo no ha sido culpable de la incomunicación existente entre el pueblo cubano y sus políticos, tan desentendidos de los males que afectan a los ciudadanos que han implementado la “Tarea Ordenamiento” en el peor momento posible, seguros de que la inflación de precios, el hambre y la escasez de medicinas no los alcanzarán a ellos en sus bien provistas residencias, donde viven como burgueses de la izquierda más trapalera de Occidente.

La Joven Cuba habla del levantamiento de las sanciones como un acto de coraje moral por parte de Biden, y de que Estados Unidos “ha perdido, una y otra vez, la oportunidad de (…) corregir una historia de errores”. Al parecer, no hay fuerza moral en el acto de emplazar al castrismo desde dentro, y sacar la cuenta de sus errores, que han sido numerosos e infinitamente más graves que los cometidos por los presidentes de Estados Unidos.

Cuba desaparecerá sin ver una carta similar dirigida al Parlamento, poniendo en claro las injusticias cometidas por el régimen comunista no ya durante 62 años; bastaría un resumen de las últimas tres décadas para dejar claro quién es el verdadero enemigo del pueblo cubano. Quienes se apresuraron a escribirle a Biden no se han dignado a redactar una petición al Consejo de Ministros para defender la constitucionalidad por encima de los intereses de un círculo de poder; ni exigir un desagravio en favor de los que han sido difamados en la emisión estelar del noticiero por causa de sus ideas políticas, sin derecho a réplica ni protección. Esas cuestiones también entrañan una profunda sensibilidad moral.

No ha habido un justo reclamo en favor de los médicos “desertores”, castigados con ocho años de exilio forzado, lejos de sus seres queridos y de la Patria que los vio nacer libres y con derechos. No ha habido una acción conjunta para condenar la inconstitucionalidad de la represión y el chantaje del castrismo que utiliza las garantías civiles de los que disienten políticamente como prenda de cambio para que Estados Unidos haga concesiones.

Esos firmantes que ven en Joe Biden un posible receptor de sus demandas, ni siquiera se plantean la posibilidad de hacer lo mismo con los militares que aprovecharon el deshielo promovido por Obama para fingir una leve democratización y engrosar sus caudales privados. El hermetismo del régimen y la complacencia de algunos de sus mejores ciudadanos forman parte de una realidad miserable que gira sobre el mismo eje desde hace seis décadas.

Dictadura habrá para rato, de forma descarada o disimulada según quien ocupe la Casa Blanca. El problema fundamental no está en la otra orilla y eso bien lo saben quienes piden el levantamiento de las sanciones cual solución milagrosa, como si en Estados Unidos se decidiera el destino de Cuba; como si dinero y prebendas pudieran debilitar al totalitarismo.

Javier Prada
Cubanet, 12 de febrero de 2021.

Foto: Dos cubanos en el Malecón de La Habana saludan con banderas de Cuba y Estados Unidos la entrada de un crucero procedente de la Florida. Tomada de la Voz de América.

Nota.- Con fecha 15 de febrero, se dio a conocer una carta abierta (Carta Cuba-EEUU - La carta que se presenta a continuación es fruto... | Facebook) dirigida a los gobiernos de Cuba y Estados Unidos que 24 horas después había sido firmada por más de 950 cubanos de la Isla y el exterior.

Leer también: ¿Qué esperar de la política de Biden hacia Cuba? (¿Qué esperar de la política de Biden hacia Cuba? - Periodismo de Barrio)


lunes, 8 de marzo de 2021

Para Washington, Cuba no es una prioridad



Mientras conduce un destartalado Moskvich de la era soviética por una céntrica avenida al oeste de La Habana, Samuel, deportista retirado, explica por qué es muy complicado hacer negocios en Cuba. Hace once años, cuando Raúl Castro dio el pistoletazo de arrancada en la ampliación del trabajo privado, utilizó el dinero ahorrado más un préstamo de su hermano residente en Nueva York, en la compra de dos jeeps Willy fabricados en los años cincuenta, pero con ingeniería moderna.

Con el dinero que ganó utilizando los jeeps como taxis colectivos, adquirió un flamante Impala descapotable de 1958 que utilizaba para rentar a la marea de turistas norteamericanos, que seducidos por el restablecimiento de relaciones diplomáticas y el marketing gratuito que aportaba la generosa doctrina Obama, en aviones y cruceros llegaban a conocer la Isla comunista del Caribe. Samuel llegó a tener una flota de dos jeeps y dos automóviles y pensaba comprar un camión, reacondicionarlo y utilizarlo en el transporte interprovincial. Pero nunca tuvo un respaldo jurídico.

“Ese es el principal problema de abrir un negocio en Cuba. No existe un convenio o un trato. Un papel firmado por un notario que te diga tus derechos y tus deberes. Simplemente el Estado un día te dice que autoriza tal o más cual negocio -que por lo general ya funcionaba de manera ilegal-, te pone un impuesto severo y demasiados controles. No cuentas con un mercado mayorista y cada año que pasa, sin justificación alguna, te suben los gravámenes y los inspectores te hacen la vida imposible”, alega Samuel y añade:

“Por determinadas coyunturas, el gobierno ha tenido que autorizar el trabajo privado. Jamás ha sido para propiciar la libertad de empresa, que los más talentosos prosperen y generen riquezas. No. Siempre ha sido una concesión forzada por su ineficiencia o como ahora, porque están atrapados en una crisis económica y te autorizan ciertos negocios, pero siempre señalándote con el dedo y no permitiendo que tengas demasiadas ganancias”.

Seis de nueve emprendedores consultados, coinciden que el trabajo por cuenta propia no suele ser del agrado de los apparatchiks del régimen. “Es un mal necesario que permite el Estado para revertir la depresión económica y atraer al medio millón de trabajadores estatales que entre 2010 y 2012 quedaron desempleados. Pero ideológicamente estamos fuera de contexto. Somos molestos. Sospechosos habituales de especulación, impagos de impuestos y enriquecimiento. Nos ven como potenciales delincuentes o disidentes del sistema”, opina Geovany, dueño de un taller de chapistería, un negocio que durante muchos años ha estado en un limbo jurídico.

Manuel, economista, cree que si una sociedad apuesta por el progreso del país y la creatividad de su gente, “el trabajo privado no debiera ser un problema. Lo deseable es que los impuestos sean lo más bajo posible para que florezcan estos negocios que son la génesis de las futuras PYMES e incluso de las grandes compañías. En las condiciones de Cuba, es muy difícil que Bill Gates, Steve Jobs o Jeff Bezos hubieran sido lo que son hoy. Del negocio en un garaje no hubieran pasado. Y si hubieran ganado mucho dinero, los hubieran acusado de enriquecimiento ilícito o malversación”.

Onilio, programador de software, prefiere darle una oportunidad al régimen. Otra más. “Quisiera creer que esta vez, la anunciada apertura de más de dos mil empleos particulares, desate la creatividad de los cubanos. Tengo intención de montar una pasarela de pago electrónico de alimentos, ropa y electrodomésticos. Pero para eso el gobierno debe autorizar las importaciones. Legalizar a las 'mulas' o que los emprendedores privados podamos comprar en el exterior por nuestra cuenta. Si la importación fuera muy grande, entonces recurrir a las empresas estatales importadoras. Debiéramos tener amplia autonomía. Y apostar por emprendimientos que tengan valor agregado. No sólo servicios”.

De momento, el régimen mantiene algunas restricciones que impiden la libre importación. Un emprendedor que durante la visita de Obama a La Habana en marzo de 2016 se reunió con el mandatario estadounidense, es escéptico con la actual estrategia del gobierno.

“Ojalá me equivoque y las autoridades está vez hablen en serio y no le pongan frenos al trabajo privado. Pero las evidencias y la historia me hacen ser pesimista. Recuerdo que nada más salir de la reunión con Obama, los funcionarios de la ONAT (Oficina Nacional de Administración Tributaria) comenzaron a fiscalizar mi negocio. Si no hay una estructura donde adquirir materias primas, se impide la libre importación y exportación o hacer negocios con empresarios extranjeros, es muy difícil que los negocios sean transparentes. Es el propio régimen, al no crear un marco jurídico concreto y poner altos impuestos, el que provocó que el cuentapropismo se haya desvirtuado. Para cambiar las cosas el gobierno debe cambiar de mentalidad”.

Ramiro, analista, considera que la ampliación del trabajo privado es más una estrategia política para seducir a la actual administración de la Casa Blanca que un proyecto para involucrar a los emprendedores privados en el futuro económico de Cuba. “Demasiadas coincidencias. Recientemente, el gobierno informó al presidente de Colombia de supuestos planes terroristas del ELN (Ejército de Liberación Nacional), un grupo que la mayoría de sus integrantes residen en Cuba. ¿Cuál es la intención real?, ¿desmarcarse de los terroristas colombianos? Probablemente los abandonen a su suerte, los sacrifiquen en su intento de negociar con Washington. Pero me queda la duda si los eficientes servicios cubanos de inteligencia no supieron de antemano del atentado en una escuela de cadetes de la policía en Bogotá, en enero de 2019. Es evidente que esta movida es un mensaje a Biden: que Cuba está dispuesta a negociar sobre cualquier tema. Habría que ver si no sacrifican una pieza mayor como Maduro", subraya el analista y agrega:

"En el plano interno, saben que las directrices políticas de la Casa Blanca privilegian sus relaciones con el sector privado y la disidencia. Ceden en el tema del sector privado, de ahí, la carnada lanzada de ampliación del trabajo por cuenta propia, para seguir reprimiendo a la oposición. El gobierno sabe que está contrarreloj. Las figuras históricas del proceso revolucionario ya no serán interlocutores válidos dentro de un par de años, pues están ya en edad de retiro y cercanos a la muerte. Es la nueva camada de dirigentes, según mi apreciación, la que debe trazar una política económica funcional y una consecuente política exterior. La Casa Blanca lo sabe. Y dentro de Cuba algunas cosas ya no son iguales. A raíz de la tarea ordenamiento, una estrategia en la que no se consultó al pueblo, el descontento, la polémica y las críticas de la población han cambiado la correlación de fuerzas”, y concluye:

“Cada vez son más los ciudadanos y sectores que apuestan por un diálogo, transparencia y democracia. Ese segmento de la sociedad civil no es ni siquiera disidente, algo que ha cogido por sorpresa al gobierno, que le está dirigiendo los cañones mediáticos a la oposición, cuando es una amplia mayoría de cubanos la que pretende dialogar con el régimen sobre el futuro de Cuba. Y no que el régimen negocie por su cuenta con Estados Unidos”.

El 9 de febrero, una resolución bipartidista presentada en el Senado de Estados Unidos por los legisladores demócratas Bob Menéndez, Richard Durbin y Ben Cardin y el republicano Marco Rubio, se solidarizaba con los integrantes del Movimiento San Isidro y solicitaba a las autoridades cubanas iniciar un proceso de diálogo con los artistas independientes. El texto también exigía la liberación del rapero Denis Solís, el cese de la represión contra los artistas cubanos y la derogación inmediata de los decretos 349 y 370 así como las demás leyes y regulaciones que violan la libertad de expresión en Cuba.

Los operadores políticos locales optarán por negociar directamente con Washington, intentando esquivar al diálogo nacional. Creen que es posible retornar a la luna de miel vivida entre 2014 y 2016, cuando ondeaban las banderas de las barras y estrellas en los balcones y viejos taxis colectivos. Una ruptura que provocó la propia dictadura, sobre todo después del histórico discurso de Obama en La Habana.

El grueso de las medidas aprobadas entonces por la Casa Blanca beneficiaban al sector privado y al pueblo cubano, no a las empresas militares. Pero esta vez el tablero de juego es diferente. La Isla está atrapada en una extensa crisis económica y social. Y en la agenda de Biden, Cuba no es una prioridad.

Iván García

Foto: Los periodistas independientes Iván García Quintero (izquierda) y Rolando Rodríguez Lobaina en una calle de la capital de Estados Unidos. En marzo de 2018, los dos fueron invitados a participar en un evento sobre periodismo auspiciado por The Dialogue, centro de análisis que desde su fundación en 1982 radica en Washington D.C. y es considerado uno de los principales think tanks de política estadounidense y exterior.

lunes, 1 de marzo de 2021

La Habana intentará seducir a Biden



Suerte, dice un antiguo proverbio, es saber aprovechar las oportunidades cuando se presentan. Pero al régimen castrista nunca le interesó, no supo o no quiso aprovechar las ocasiones que tuvo para establecer una relación respetuosa con los Estados Unidos.

La revolución cubana fue un acontecimiento histórico. En su etapa inicial contó con el apoyo mayoritario de la sociedad cubana, también del mundo intelectual latinoamericano y europeo. Fidel Castro pudo implementar en la Isla una auténtica democracia. Tenía todo a su favor. Cuba no era Haití ni El Salvador. Había bolsones de pobreza, falta de oportunidades y analfabetismo en el ámbito rural. Lo peor era la corrupción política.

Pero la capital y las cabeceras provinciales contaban con una infraestructura adecuada. En el ámbito económico, a finales de 1958, el empresariado local era dueño del 80 por ciento de los negocios más prósperos. La Habana de noche era una fiesta. Una pasarela de estrellas de la música para todos los gustos. El 'caballón' Bebo Valdés tocaba el piano en Tropicana. Chori rompía el cuero de su tambor en los cabaret de Playa.

Benny Moré calentaba la pista de baile en el Alibar. Bola de Nieve, con su frac negro y sonrisa amplia, tocaba el piano y cantaba en el bar-restaurant Monseigneur. Y una tal Fredesvinda García, antigua criada, conocida como La Freddy, con su impresionante voz dejaba mudos a los parroquianos. La Habana tenía rascacielos y televisión a color. El transporte público era eficiente y en las barriadas más céntricas se localizaban 134 cines.

Si Fidel Castro no hubiese engañado a la opinión pública, negando que fuera comunista, y hubiera implementado reglas democráticas, quizás la Cuba de 2021 fuera una potencia turística, contaría con una franquicia de béisbol en la MLB y competiría con Ciudad Panamá. Por ubicación geográfica, desarrollo sostenible y recursos humanos, La Habana sería la capital financiera, turística y económica del Caribe. Miami es ahora lo que La Habana no llegó a ser.

Pero regresemos a la realidad. Castro optó por aliarse al comunismo soviético y en la década de 1970, con su ejército participó en tres guerras de manera simultánea, en Angola, Etiopía y Nicaragua. Miles de millones de rublos soviéticos fueron dilapidados en subversiones y disparates económicos. Se pudo haber cambiado la historia y negociado con Jimmy Carter una transición a la democracia.

O al menos un modelo económico más eficiente. Como hizo China. Pero Fidel optó por el voluntarismo, la economía de comando y el discurso de patria o muerte. El embargo no surtía efectos entonces, porque el Kremlin abrió la billetera y entregó a Cuba un capital dos veces mayor al del Plan Marshall estadounidense a la Europa de la postguerra.

Cuando su hermano Raúl llegó al poder, sabía que caminaba por un precipicio. El modelo cubano era insostenible. Se necesitaban reformas de calado. Pero el temor a perder el control por las transformaciones lo llevó a frenar los cambios. Probablemente el mayor mérito del autócrata Raúl Castro fue negociar un trato con el presidente Barack Obama. Pero las fuerzas conservadoras internas frenaron la apertura.

Castro II no fue capaz de dar un golpe sobre la mesa y sepultar el inefectivo modelo político y económico cubano. Se regresó al pasado. Al discurso vacío, las promesas incumplidas y las mafias burocráticas con sus parcelas de poder. Todavía en el Palacio de la Revolución extrañan a Obama. La llegada de Donald Trump fue un huracán. Un día sí y otro también arreció el embargo económico y financiero e implementó medidas que afectan al capitalismo de amiguetes de las empresas militares.

Joe Biden llega a la Casa Blanca con mayoría demócrata en el Congreso y el Senado. Piensa retomar la Doctrina Obama hacia Cuba, pero antes debe enfrentar la pandemia del Covid-19 en Estados Unidos, lidiar con una economía en punto muerto, las tensiones geopolíticas con China y Rusia, reconstruir la alianza con Europa y retomar la agenda medioambiental, entre otras prioridades anunciadas.

El tema cubano pasa a un segundo plano. Por tanto, es el gobierno de Cuba el que debe mover fichas en el tablero. La Tarea Ordenamiento era necesaria para encarrilar una economía descapitalizada que hace agua por todas parte. Pero se aplicó en el peor momento.

La crisis económica toca fondo. Más del 90 por ciento de los renglones productivos están en números rojos. La subida de precios entre cinco y veinte veces en el sector minorista supera a los nuevos salarios que crecieron entre dos y cuatro veces. Es probable que a la vuelta de año y medio la inflación haya devorado el alza salarial y el Banco Central tenga que echar andar la máquina de producir billetes.

El régimen necesita negociar con Biden en un momento crítico en el plano político nacional. El descontento por el nuevo paquetazo económico es casi unánime. Los conatos de huelgas se multiplican en centros laborales de diferentes provincias. Las críticas al desempeño del presidente designado Miguel Díaz-Canel han aumentado, en las colas, dentro de taxis colectivos o en las redes sociales.

Si no ocurre un imprevisto, en el mes de abril Raúl Castro, quien el 3 de junio cumple 90 años, dejaría su cargo como Primer Secretario del Partido Comunista. Está viejo y agotado, pero a su alrededor hay un avispero pugnando por el trono. En las alcantarillas del poder se rumora sobre la existencia de dos grupos que aspiran a ser los mandamases: por un lado, los 'históricos' que hicieron la revolución y hoy ocupan cargos partidistas y estatales y, por el otro, los generales y altos mandos militares, quienes actualmente controlan las divisas que entran al país.

El futuro político de Cuba se decide dentro de tres meses. El que tenga el poder real, sea del ala civil o militar, negociaría con la nueva administración estadounidense. Los empresarios militares necesitan que se les levanten las sanciones. De lo contrario, los cerca de 20 mil millones de dólares invertidos en los últimos años en la construcción de hoteles y en la rama del ocio, se pueden convertir en agua y sal.

Un nuevo trato con Estados Unidos es la prioridad número uno del régimen. Ni Putin ni Xi Jinping van a otorgar créditos sin compensación. Venezuela está sumida en su propia crisis. Apostar por Irán o una entente con Corea del Norte es un suicidio político. La única salida razonable es sentarse a la mesa a negociar con Washington. Pero eso tiene su costo político interno. Estados Unidos va insistir en el respeto de los derechos humanos, la libertad de expresión y el multipartidismo.

Cuba no es China o los Emiratos Árabes. No tiene petróleo a raudales ni va en camino de ser la primera economía mundial. Tiene poco que ofrecer y mucho que perder. Por el tsunami económico de los hermanos Castro, los cubanos están tan empobrecidos que necesitan trabajar un año para poder comprarse un iPhone 12. Por tanto, hay que camuflar adecuadamente el autoritarismo y la falta de libertades. A Estados Unidos no le da asco negociar con una monarquía que descuartizó a un periodista en Turquía, pero a Cuba le va exigir la libertad de un periodista independiente preso.

En algo habrá que ceder. La administración de Biden tiene a su favor que no le apura ni considera prioritario negociar con un gobierno que está contra la pared. El embargo estadounidense es la soga que le aprieta el cuello al castrismo, cada vez más necesitado de divisas, de reflotar la economía y tratar de apaciguar el descontento ciudadano. La represión tiene un límite y las promesas de una sociedad próspera y sostenible también.

¿Qué debería hacer el gobierno cubano? Aprovechar los dos primeros años de la administración Biden con una estrategia política proactiva en lo económico y abrir un poco la puerta en lo político. Ampliar el trabajo privado. Concretar, sin tantos controles y apoyados en un marco jurídico razonable, las PYMES. Derogar normativas absurdas que frenen las inversiones extranjeras como las agencias empleadoras y autorizar el cobro directo de sus trabajadores. Potenciar la exportación de servicios médicos, cobrar un impuesto razonable, y dejar de explotarlos laboralmente. Anunciar en la próxima reunión con la emigración que queda abolido el uso del pasaporte para entrar a su patria a los nacidos en Cuba. Permitir inversiones de cubanos y emigrados sin importar su credo político. Respetar la libertad de expresión y, como dice el colega Reinaldo Escobar, despenalizar las discrepancias políticas. Sería un buen primer paso para seducir a la Casa Blanca.

Luego el camino será más fácil. Sentarse entre todos los cubanos y reparar el disparate. La pelota, nuevamente, está en la cancha del régimen.

Iván García

Foto del presidente Joe Biden realizada por la agencia alemana de noticias DPA. Tomada de Stuttgarter Nachrichten.