lunes, 30 de agosto de 2021

Los planes para emigrar no cesan en Cuba


A las cuatro de la madrugada, el calor húmedo y pegajoso no deja seguir durmiendo a Alfredo, médico jubilado. Luego de permanecer unos minutos en la cama. se dirige al refrigerador, en busca de sobras de comida. Solo hay un pomo de pepinos encurtidos. Registra en el aparador de la cocina, a ver si queda café para una colada. Nada.

Al final desayuna un vaso de agua con azúcar y los tres o cuatro pepinillos que quedaban en el envase. A las cuatro y media, Arturo sale de la casa. Camina con sigilo por los desiertos portales, intentando que no lo vea un auto patrullero, pues las autoridades de La Habana prohíben la circulación de personas hasta después de la cinco de la mañana.

En los alrededores de la dulcería no hay un alma. Pero el custodio de una escuela le dice que no es el primero de la cola. “Dentro de la escuela hay cuatro personas esperando. Y unos vecinos del barrio me dijeron que les cogiera un turno”. El custodio se gana unos pesos extras escondiendo a gente de los alrededores que hace cola de madrugada. “Cada uno que escondo me paga cincuenta pesos. A veces ochenta o cien pesos, depende lo que vaya a sacar en el mercado”.

Arturo estuvo en misiones médicas en África y Venezuela. Con el dinero reunido (el régimen se queda con el 70 por ciento de los salarios), reparó su amplia casona y se compró un automóvil de la era soviética. Su plan después de retirarse era alquilar el auto. Pensaba que con ese negocio más dos mil pesos convertibles (cuc) guardados en el banco tendría una jubilación sin sobresalto. Pero llegó la ‘situación coyuntural’, una de las cíclicas crisis económicas que afectan al país.

“Para más desgracia, me chocaron el carro y el dinero que tenía en el banco, después de la Tarea Ordenamiento, perdió rápidamente su poder adquisitivo. En cuatro meses gasté los ahorros en comida, comprarle medicinas a mi esposa que es diabética y pagar la electricidad. Tengo el auto tirado en el garaje, en el patio. Lo estoy vendiendo en 10 mil dólares, no tengo dinero para repararlo. Pero no aparece comprador. Mi futuro está cifrado en ese dinero. Con lo que gano de pensión a la vuelta de un año nos morimos de hambre mi esposa y yo”.

Arturo cuenta que él y su mujer hacen una sola comida caliente al día. “Los primeros meses, cuando tenía dinero, compraba carne de res, pechuga de pollo, pescado y embutidos. Toda la plata se me fue en comida. Ahora comemos lo que aparezca: masa de croqueta o hamburguesas que venden en pesos o pollo, si alcanzo, tras dispararme varios días de cola. Estamos pasando hambre. Nunca pensé que al final de mi vida llegaría a una situación tan precaria”.

Al ex galeno no le ha quedado más remedio que conseguir un dinero extra que a él y su mujer les permita sobrevivir un poco mejor. Lo ha encontrado reservando turnos en las colas. “Cuando el cliente quiere comprar un electrodoméstico te puede pagar 500 o mil pesos. Por un freezer un poco más, quizás dos mil pesos. Además de la tremenda matazón, la policía es la que controla todo el negocio. Yo me pongo mi bata blanca de médico para que la gente se sensibilice, pero ni así. Es la ley del más fuerte”.

Con motivo del Día de los Padres, Arturo marcó en la dulcería para comprar tres cakes. “Cada cake costaba 250 pesos y los iba a revender a 400 o 500 pesos, si ese día traían cakes pues a veces no traen porque dicen que no hay harina o no hay huevos, aunque lo que no hay en Cuba es vergüenza”. Cuando el camión llegó, dejó solo seis cakes. “Los trabajadores se quedaron con tres y vendieron tres al público, a los tres primeros de la cola y no alcancé. Cada vez se complica más comprar en los mercados y centros gastronómicos del Estado, porque te apuntan tus datos en una libreta y no puedes volver a comprar en ese lugar hasta la semana siguiente”.

Si algo ha logrado el régimen es socializar la miseria. Hace décadas, los cubanos no saben lo que es desayunar, almorzar y comer diariamente, sin tener que hacer colas, pasar vicisitudes y tener que destinar la mayor parte de sus entradas en conseguir alimentos básicos, como arroz, frijoles, viandas, verduras, frutas, huevos, pescado, pollo, carne de cerdo, de res o de carnero. Lo mismo sean ciudadanos que han sido o son profesionales, obreros, empleados públicos, jubilados, amas de casa...

Algunos emprendedores privados consiguen ganancias cometiendo ilegalidades. El sistema les obliga a tener doble contabilidad, a no declarar los impuestos para evadir la rigurosa cuchilla fiscal. Los dueños de negocios reconocen que siempre están en el ojo del huracán. Cualquier operativo policial o decreto gubernamental los puede llevar a la cárcel. Para el régimen, los cuentapropistas son presuntos delincuentes. No reconoce legalmente la acumulación de propiedades y riquezas.

En la Isla, excepto la burguesía verde olivo, conformada por la élite del partido comunista y las fuerzas armadas, tal vez algunos artistas y deportistas de élite, nadie más está autorizado a disfrutar de un elevado nivel de vida. El resto vive con el agua al cuello, entre ellos los trabajadores estatales, quienes difícilmente pueden sostenerse con sus salarios, ni siquiera después de los últimos aumentos.

Los que más o menos consiguen sobrevivir son los que reciben remesas o los que viven del 'invento'. Eduardo, ingeniero, reconoce que a pesar de devengar un salario de cinco mil pesos, el dinero no le alcanza para mantener a sus padres, su esposa y tres hijos. Una vez terminada la jornada laboral, se dedica a reparar lavadoras, ventiladores y ollas eléctricas. “Pero me las estoy viendo negras. Estamos cocinando con el aceite que le sacamos al pellejo del pollo que me regala un vecino. Y aprovechamos los chicharrones para hacer arroz salteado. Estoy loco por irme del país. Aunque no tengo familia afuera ni recibo dólares, me parece que hasta en Haití voy a estar mejor que en Cuba”.

Rigoberto, forma parte de ese 40 por ciento de la población cubana que según cifras extraoficiales, no reciben dólares, euros u otras divisas. En los últimos tres años lo ha intentado todo para salir adelante. “He trabajado en la construcción, vendiendo ropa en el mercado negro o conduciendo doce horas un taxi colectivo. Pero la calidad de vida mía y de mi familia va cuesta abajo. Cada vez pasamos más trabajo para alimentarnos y pagar agua, luz, gas, teléfono. La casa se nos está cayendo encima y comer carne de puerco o pollo se ha convertido en un lujo. Me he tirado dos veces al mar en un bote y he fracasado. Haré lo que esté a mi alcance para irme, a cualquier país”.

A pesar de la pandemia y la restricción de viajes, cada vez más cubanos hacen planes para emigrar. Creen que ya en Cuba se agotaron todas las opciones.

Iván García


lunes, 23 de agosto de 2021

La gente sobrevive como puede en la jungla cubana


Es la ley del más fuerte. Solo los más pendencieros, oportunistas y ciudadanos sin valores pueden salir adelante. De arriba abajo, la actual sociedad cubana es una jungla. Un Estado fallido que vive de la propaganda ideológica, promesas que nunca cumple y una caótica economía de subsistencia.

Si le pregunta a Magda, una habanera de 40 años que se dedica a revender las mercancías que compra en tiendas exclusivas por dólares y ha convertido las extensas colas en un negocio, le dará escueta respuesta: "El sistema te obliga". Se queda callada unos segundos y luego argumenta:

“El sistema cubano funciona por castas. A los mayimbes no les falta nada, tampoco a altos oficiales de las fuerzas armadas. Les dan casas, jabas de comida y pueden ir de vacaciones a villas de recreo a precios módicos. Los funcionarios de nivel medio del partido también tienen sus pequeños privilegios. Los cuadros (dirigentes) del turismo, comercio interior y otros ministerios y grandes empresas, viven de robar y lucrar con alimentos, combustible y materiales de la construcción. Nosotros, los de abajo, los marginales, casi todos negros que vivimos en la pobreza, tenemos que ripiarnos por las migajas. Donde se pueda hacer dinero allí estaré. No me importan las broncas ni le tengo miedo a la policía. Problema me llamo yo”.

Y con voz pausada, Magda cuenta que desde niña tuvo que lidiar con la violencia familiar, maridos que le pegaban y riñas en el barrio. “He estado presa dos veces. Allá dentro hay que ser una leona. No es que yo sea una mala persona, pero no tengo demasiadas opciones. O me cruzo de brazos y mis hijos se acuestan sin comer o salgo a pelear el dinero y la jama en el asfalto. Las necesidades me obligan a luchar como una fiera para salir adelante”.

Como Magda, en la capital y en otras provincias, muchas mujeres y hombres se ganan la vida organizando colas en las tiendas por dólares, adquiriendo alimentos para revender y sobornando a policías y funcionarios que supuestamente deben velar por la disciplina social. “También tienes que soltarle un billete a los gerentes y empleados de las tiendas. Hay gente que se pasa una semana haciendo cola y nunca alcanza lo que necesita. Si no le paga a un colero 500 o mil pesos no consigue nada. Si es un freezer tiene que pagar 70 o 100 dólares. Es duro, pero ahora mismo en Cuba impera la ley de la selva”, explica Magda.

En cualquier tienda de La Habana, los coleros han organizado una estructura corrupta en componenda con las autoridades y empleados de los comercios. En las afueras del mercado de 5ta. Avenida y 42, Miramar, medio millar de personas esperan para entrar a comprar. Un policía explica que solo se entregarían 150 turnos. "El resto, por favor márchense a sus casas", dijo. Quienes en las colas no alcanzan turnos, tienen una alternativa: comprar a mayor precio alimentos y artículos de aseo guardados en domicilios cercanos al mercado o tienda.

Llamémosle Hiram, que se dedica a recorrer las colas y en voz baja vende turnos a mil pesos. “En este país hay tres tipos de cubanos. Los que mandan, que hacen los que les da la gana y no rinden cuenta a nadie. Los que no tienen más remedio que aguantar callados el pie que les mete el gobierno. Y los opositores, que son guapos, pero sin armas no van tumbar al régimen. La mayoría de la población tiene pánico meterse en la disidencia, porque te pueden condenar a una pila de años. Los delincuentes tampoco quieren saber nada de la oposición. Sin embargo, existe un pacto no escrito entre el gobierno y el bajo mundo: te dejan hacer mientras no te metas en política", opina Hiram y añade:

“Por eso tu ves en los peores barrios habaneros a un montón de gente vendiendo cosas que son robadas y la policía ni se aparece por allí. Los vendedores de drogas, por lo general, trabajan para la policía, igual que las jineteras de más nivel. A mí no me gusta el comunismo. En 1980, con 23 años, me metí en la embajada de Perú. Éramos diez mil personas y Fidel nada más que enviaba mil cajitas de comida y pomos de agua. Lo hacían para ponernos a fajar entre nosotros. Ahora es lo mismo. La estrategia de Díaz-Canel, lo ha dicho, es arrancarle un pedacito a los problemas, no solucionarlos. Estuve en Estados Unidos y caí preso, me devolvieron como indeseable. Tengo que vivir de algo. Y lo mejor que sé hacer es estar en el gorileo, las broncas y las ilegalidades. Cuando tu ve a dos viejos fajados por un paquete de salchichas te das cuenta que las cosas en este país no funcionan”.

Para un alto porcentaje de los cubanos es un drama alimentarse, comprar jabones o medicinas. Cualquier trámite demora cinco o seis horas. La atroz ineficiencia del modelo económico verde olivo obliga a los ciudadanos a recorrer grandes distancias y hacer colas kilométricas para tratar de conseguir un rollo de papel sanitario o un pomo de refresco.

En medio de la escasez, la eterna crisis económica y el sostenido rebrote de la pandemia, que prácticamente ha colapsado el sistema sanitario de La Habana, las autoridades, en vez de enviar de regreso a los miles de especialistas y médicos que laboran en el extranjero para ingresar dólares al Estado, apuesta por traer galenos de otras provincias. La salud pública vive horas bajas en Cuba. Falta personal sanitario, decenas de ambulancias están paradas por falta de piezas de repuesto y existe un déficit brutal de antibióticos, jeringuillas y medicamentos.

Una doctora dijo que “los médicos y enfermeras que trabajan en primera línea, atendiendo el Covid-19 están agotados. Son muchos meses trabajando en precarias condiciones. Sin la seguridad requerida y con muy mala alimentación. La propaganda del gobierno asegura que la salud pública funciona de maravillas, pero es mentira. Escasea desde el agua hasta la gasa y el algodón, sin contar los equipos médicos rotos” .

Carlos, sociólogo, considera que “en tiempos de crisis económicas salen a relucir las peores cualidades de los seres humanos como el egoísmo y la insolidaridad. Los valores cívicos se van deteriorando. Y a la vez, aumenta la especulación, el robo y el abuso a los más débiles”.

Por estos días, un queso Gouda de tres kilogramos, que en las tiendas por divisas cuesta entre 25 y 27 dólares (625 y 675 pesos al canje oficial), se revende en el mercado negro a 1,900 o 2,100 pesos. Una libra de pollo de 20 pesos se revende en 50 o 55 pesos. La libra de frijoles negros que hace un año costaba 10 pesos ahora cuesta 60. El kilogramo de leche polvo que costaba 40 pesos se oferta en 300 o 350 pesos. Dos paquetes galletes con crema y tres de galletas saladas, cuyo precio era 70 pesos no se consigue por menos de 700 pesos. Y lo peor, con dinero en el bolsillo no siempre lo encuentras.

Los mayores especuladores son las empresas comerciales del régimen. Los alimentos que ofertan en las tiendas por dólares, las llamadas MLC (moneda libremente convertible) obtienen márgenes de ganancias que a veces supera el 300%, asegura un funcionario de la cadena TRD Caribe. Y pone un ejemplo: “Un refrigerador side by side de la marca Samsung aquí cuesta 1,870 dólares, en una tienda minorista en México no llega a los 1,500 dólares. Es abusivo. Si no te mata el revendedor con sus precios especulativos te da la puñalada el Estado con sus precios inflados”.

La Cuba actual es un despropósito. Una mezcla salvaje de un disfuncional socialismo estilo soviético con un capitalismo rudimentario de corte feudal sostenido por una infraestructura pública semejante a la de Zimbabwe y precios comparables a los de Suiza. El castrismo sigue alardeando de que su imperecedera revolución se hizo por los humildes y para los humildes.

Pero la realidad es que en la Isla los más pobres comen caliente una vez al día y viven en precarias chozas de trozos de aluminio y cartón. El modelo cubano es una foto fija de burocratismo rampante, corrupción a todo gas y funcionarios mediocres. Y en esa jungla, la gente se las tiene que agenciar como puede para sobrevivir.

Iván García


lunes, 16 de agosto de 2021

¿Le interesan al régimen los negocios privados y la alimentación de los cubanos?


El 4 de julio de 2016, en la espléndida residencia del Encargado de Negocios de Estados Unidos en Cuba, ubicada al oeste de La Habana, se celebraba el Día de la Independencia de ese país. Cientos de invitados picaban entremeses, bebían vino tinto o cerveza fría y en pequeños grupos charlaban sobre diversos temas. Tras el restablecimiento de relaciones el 17 de diciembre de 2014, la buena sintonía entre los pueblos de los dos países se notaba.

En las largas mesas con manteles blancos y en las carpas instaladas en los jardines, usted veía a reconocidos artistas, gerentes de empresas, prelados de la Iglesia Católica, además de activistas, opositores y periodistas independientes. Un blues se escuchaba de fondo mientras conversaba con un empresario español radicado en la Florida, que me contaba cómo la descomunal burocracia estatal le impedía abrir una línea de ferry entre La Habana y Miami.

Aquel 4 de julio, recordé que en noviembre de 2015 Saul Berenthal y Horace Clemmons, de la empresa productora de tractores Cleber, con sede en Alabana, fueron noticia porque querían instalar en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel una ensambladora de pequeños tractores. Un negocio beneficioso para la improductiva agricultura cubana, sobre todo para los campesinos particulares y las cooperativas agrícolas. La intención de Berenthal y Clemmons era vender los tractores en moneda nacional. Parecía que las autoridades cubanas iban aprobar el negocio, era provechoso para ambas partes. Ya la firma Sheraton había inaugurado un hotel en Miramar con la empresa militar Gaviota.

Un día sí y otro también, estadounidenses famosos visitaban La Habana y recorrían la ciudad en antiguos autos descapotables. Los viajeros procedentes de Estados Unidos se asombraban de no ver publicidad en La Habana, no tener conexión a internet y lamentaban el deterioro de edificaciones que eran joyas arquitectónicas. En las calles habaneras, Barack Obama era más popular que Fidel y Raúl Castro. En balcones, bicitaxis y taxis colectivos, se veía la bandera estadounidense al lado de la cubana, Paladares y hostales privados estaban a reventar. En el Sloppys Joe’s, un bar ubicado al costado del Hotel Sevilla que antes de 1959 frecuentaba el actor Errol Flynn, entre mojitos y emparedados de 'ropa vieja' (carne de res deshilachada), un cantinero me dijo que en un día malo, ganaba 150 dólares de propina gracias a los turistas americanos.

En ese ambiente de luna de miel popular, donde ingenuamente una gran cantidad de cubanos creían que a la vuelta de diez años, de nuevo florecerían rascacielos en La Habana y se abrirían sucursales de Starbucks y McDonald’s, yo suponía que el empresario español de la Florida estuviera optimista. Pero el gobierno había tirado del freno de mano. La prensa oficial y los funcionarios de la dictadura acusaban a Obama de no hacer lo suficiente para desmontar el embargo. Y los amanuenses alertaban del ‘peligro’ cultural que representaba miles de turistas estadounidenses en la Isla.

Aquella tarde de 2016, desconocía que la orden de los hermanos Castro era regresar a la trinchera de la Guerra Fría. El empresario español me alertó: “No les interesan los negocios que beneficien al pueblo. Todos los negocios tienen que ser con empresas militares y que dejen buenas ganancias. Le conté a un alto funcionario del gobierno mi proyecto de abrir un ferry, que abarataría los costos de viaje. Además los cubanos residentes en la Florida podrían traer 300 libras de equipaje y hasta automóviles. El funcionario me dijo en privado que eso no le interesaba al gobierno, pues afectaría a las empresas militares que administran las tiendas en divisas. Y me confesó que a ellos el negocio que les interesaba era el de los cruceros”.

Obama aprobó al menos tres paquetes de medidas que favorecían al sector privado. Cuando usted charla en confianza con emprendedores privados, reconocen que el bloqueo interno, la desconfianza del gobierno y los excesivos impuestos y controles les afecta más que el embargo estadounidense. Dos dueños de negocios, que estuvieron en el encuentro con Obama, expresaron que “si el gobierno quiere, nosotros podemos importar alimentos, materias primas y otros artículos de Estados Unidos”

Uno de ellos me dijo que “importaba cortes de carnes de res de Canadá. Pero cuando las autoridades se enteraron se lo prohibieron. No hay una voluntad manifiesta de que prosperen los negocios particulares. Todo eso lo dicen los gobernantes de boca para afuera. Pero la realidad es otra. Te ahogan con impuestos absurdos, controles excesivos y mucha corrupción. Te obligan a hacer trampas y cometer ilegalidades para poder ser rentables”.

Fue el régimen el que nunca aprobó ni le importó, que las medidas aprobadas por la administración Obama fortalecieran al sector privado. A la dictadura y sus empresas militares jamás le interesó la apertura de negocios que beneficiaran a las familias de los emigrados autorizando a traer cientos de libras en sus viajes en ferry. Es el gobierno el que cobra excesivas sumas de dinero por los envíos de los emigrados en el extranjero. Una caja de cinco kilogramos enviada por correo a Cuba, para el destinatario recibirla tiene que pagar alrededor de dos mil pesos. Es una forma de desalentar la importación a los parientes pobres de la Isla.

El gobierno cubano miente, cuando sus funcionarios intentan vender el relato de ‘que es el bloqueo norteamericano es el que afecta a la familia cubana’. Al régimen jamás le ha importado su emigración, excepto si la apoya y no expresa públicamente sus diferencias.

En la primavera de 2015 cubrí el éxodo de cubanos en Centroamérica junto con Celeste Matos, formidable reportera afincada en la Florida. Recorrimos Costa Rica de una punta a la otra, desde Paso Canoas, en la frontera con Panamá, hasta Peñas Blancas, limítrofe con Nicaragua. Decenas de cubanos me expresaron que la Embajada de Cuba en San José nunca les brindó ayuda ni asesoría legal. Los emigrados cubanos solo son útiles al régimen como cajeros automáticos.

Jamás la autocracia ha pedido perdón por los atropellos y linchamientos verbales a los cuales sometieron a los cubanos que deseaban emigrar. Según un ex oficial del Ministerio del Interior, en 1980, Fidel Castro ordenó entregar solamente dos mil raciones de comida durante la ocupación de más de diez mil cubanos en la Embajada de Perú. "Lo hizo ex profeso, para crear disturbios, broncas y presentarlos al mundo como una escoria salvaje". Unos días después, liberó a cientos de criminales peligrosos y enfermos mentales para contaminar el éxodo por el Puerto del Mariel.

El régimen cobra altísimos precios a los emigrados cubanos por sus pasaportes y permisos para visitar su patria. Emigrados que no tienen absolutamente ningún derecho político. No pueden votar ni elegirse para cargos públicos. Esta nueva medida de suspender el uso del dólar es otro acto de soberbia contra la emigración y sus parientes en Cuba. Las autoridades, por culpa del manicomio económico, mala administración y la improductividad del sector estatal, una especie de huelga de brazos caídos de los trabajadores debido a sus salarios insuficientes, no pueden ofrecer una vida digna ni servicios públicos eficientes a la población.

Hay diversas formas de desmantelar el embargo. Todavía están vigentes las medidas aprobadas por Obama, por lo que si el Estado permitiera al sector privado importar de Estados Unidos alimentos y bienes, para posteriormente venderlos en sus negocios, aliviarían el feroz desabastecimiento.

El propio gobierno puede comprar alimentos en Estados Unidos, lo único que tiene que pagar por adelantado. Si, según funcionarios del Banco Central, tienen las bóvedas repletas de dólares, podrían comprar toneladas de carne de res, pescado y embutidos además del tradicional pollo congelado. Si el régimen es incapaz de garantizar el abastecimiento y producción de alimentos, ¿por qué no permite a cadenas extranjeras importar y vender alimentos en Cuba?

La dictadura solo dicta medidas que les permitan mantenerse en el poder. Detestan los negocios privados. Han prohibido que los cubanos acumulen riquezas. Hablan de autorizar las inversiones de cubanos residentes en el exterior, pero dilatan la aprobación, porque resulta un contrasentido que sus adversarios ideológicos regresen a Cuba como empresarios de éxito. Cada nueva medida impopular que decreta el gobierno presidido por Miguel Díaz-Canel profundiza su propia tumba. Los sistemas autoritarios de corta y clava se desmoronan por sí mismos. Cuba no va a ser la excepción.

Iván García
Foto: Yuca hervida, almuerzo de un trabajador de Holguín. Tomada de Diario de Cuba.


lunes, 9 de agosto de 2021

Según la moneda que tengas, así comerás en Cuba



Después de cenar, a Sergio, 56 años, le gusta sentarse en el balcón a fumar con calma un cigarro y desde allí observar el barrio, mientras una ligera brisa nocturna refresca la canícula primaveral. La rigurosa crisis económica que se vive en Cuba ha trastocado sus hábitos. Se sigue levantando a la cinco de la mañana para ir a trabajar en un taller de mecánica automotriz.

“Un buen mecánico de automóviles tiene asegurado una entrada extra de dinero. Hace dos años, cuando salía del taller, compraba pan, jamón y una botella de vino tinto chileno para acompañar con la comida. No era rico, no me sobraba el dinero, pero vivía sin estrechez. Desayunaba, almorzaba y comía. Los fines de semana íbamos a la playa o a comer a un paladar. Ahora, desde que comenzó la ‘situación coyuntural’, la jugada se ha puesto super apretada. Si no es por mi hermano que me envía 200 dólares mensuales estuviéramos pasando hambre”, comenta.

Rosario, la esposa de Sergio, ama de casa, es la que lleva las cuentas de la casa en una libreta escolar. “Nuestra hija estudia en la universidad. En la casa entran dos sueldos, el de mi marido, y el de nuestro hijo, ingeniero de profesión. Entre los dos ganan 9 mil pesos". Muestra la libreta y dice: "En el mes de mayo ya hemos gastado 36,100 pesos". A continuación, comienza a desglosar los gastos:

“El salario de mi esposo da para pagar sólo las facturas de la luz y el agua. De electricidad estamos pagando unos 3 mil pesos mensuales y en el verano llegaremos a 4 mil. Tenemos dos aires acondicionados, lavadora, tres televisores y varios electrodomésticos y eso en Cuba el gobierno lo considera un lujo y te lo cobra carísimo. Pero el gasto gordo es la comida. Esos 36 mil pesos se han ido en comida. Somos de las pocas familias que desayunan, almuerzan y comen cada día. Y con un mínimo de calidad, pues compramos vegetales, frutas, viandas, sazones naturales, carne de res, cerdo, pescado y pollo. El problema es que los precios aumentan cada semana. Mi esposo tiene que buscar dinero por la izquierda después que termina en el taller, suele trabajar de catorce a quince horas diarias. Y si nos alcanza el dinero es por los 200 dólares que envía mi cuñado. De esa cantidad, separamos 150 para adquirir alimentos y artículos de aseo en las tiendas por dólares. Los 50 dólares restantes los vendemos (actualmente se cotiza un dólar por 65 pesos). Así y todo, a duras penas llegamos a fin de mes. No quiero ni imaginar cómo viven en Cuba los que no reciben dólares", expresa Rosario.

Una de las familias que no reciben remesas es la de Yoel, profesor de inglés. En un apartamento ruinoso de tres habitaciones al sur de La Habana, vive con su esposa, tres hijos varones y sus padres, siete personas en total. “Mi mujer trabaja en una farmacia y mis padres están jubilados. Mis hijos tienen 8, 11 y 14 a años. Nos las estamos viendo negras para alimentarnos. Bueno, para mal alimentarnos”, aclara.

Elvira, la esposa, cuenta que la frustración y el estrés le está pasando factura a su salud. “No es fácil darle de comer a siete bocas. Algunas noches mi marido y yo comemos un pan con tomate para que los niños y los viejos se vayan a la cama con algo caliente en el estómago. Es terrible. No sé hasta dónde va aguantar el pueblo”. Yoel se rasca la cabeza. “El salario de los dos, más las pensiones de los viejos, se va en comida. Y de la mala. Lo que toca por la libreta, croquetas que explotan, masa de hamburguesa, picadillo de soya y otros engendros".

Yoel confiesa que sus hijos no comen carne de res ni pescado desde hace seis años. "Como ya cumplieron los 7 años, el gobierno les quitó la cuota de leche y la libra de leche en polvo anda por los 350 pesos el kilogramo. Cuando podemos comprarle una bolsa de leche en polvo, tenemos que escondérsela, porque quieren comérsela a cucharadas. Es que siempre tienen hambre. A veces no hay ni pan que darles y de confituras ni hablar. El más pequeño cumplió años hace unos días y no pudimos comprarle ni cake ni refrescos. El cake más barato costaba 600 pesos. Le compramos un pie de coco y unas torticas que estaban malísimas, pero a los diez minutos no quedó ni la boronilla. Para sobrevivir en Cuba obligatoriamente tienes que tener dólares. De lo contrario vives en la extrema pobreza”.

En la Calzada del Cerro y Arzobispo, en una pequeña tienda MLC (moneda libremente convertible), alrededor de treinta personas hacen cola para comprar lavadoras, freidoras y aires acondicionados. El tema recurrente es la inflación y el valor del dólar. En una semana, un dólar estadounidense pasó de cotizarse de 50 a 55 pesos a venderse entre 60 y 65 pesos. Un señor mayor indica que incluso a ese precio es difícil conseguirlo. “Yo tuve que pagar 70 pesos por cada dólar. De seguir subiendo, en julio o agosto llegará a 90 y 100 pesos", pronostica.

Marta, quien se gana la vida revendiendo alimentos y electrodomésticos considera que “mientras no haya vuelos de la yuma (Estados Unidos) pa’la isla, el dólar va a seguir subiendo. La mayoría de las cosas, desde puré de tomate hasta champú, hay que comprarlas en dólares. Esto nada más pasa en Cuba. Si en otro país tu pagas los salarios con una moneda y vendes las mercancías en otra, la gente se tira a la calle y saquea los mercados”.

Ortelio, economista, opina que el dólar está llegando a la peligrosa frontera de la insostenibilidad. "Falta muy poco para que el billete verde deje de ser negocio para un grupo amplio de personas dedicadas a la reventa, porque para tener un mínimo de ganancias tienen que vender a precios que nadie podrá pagar. Por ejemplo, un queso que cuesta 25 dólares ahora se vende a 2,400 pesos, que era el valor de 100 dólares hace año y medio. Una caja de cerveza que cuesta 24 dólares, en el mercado negro se vende a casi 4 mil pesos. La inflación devoró hace rato el salario mínimo (2,100 pesos). Y está dejando inoperante el salario de un profesional que fluctúa entre 5 y 7 mil pesos. Si el gobierno no decreta pronto una reforma económica seria, Cuba camina aceleradamente hacia una hiperinflación", subraya y agrega:

"Han puesto parches económicos que no han funcionado, dictan medidas que no incentivan la producción y no otorgan ayudas financieras al sector privado, que pudiera ser una palanca importante en las futuras transformaciones socioeconómicas. Esto ha generado que casi el 40 por ciento de los cuentapropistas hayan entregado sus licencias o estén en bancarrota. El gobierno no debiera descalificar a un sector de la emigración, amenazándolo de que pueden ser sancionados por sus diferencias políticas. Ese segmento es el que tiene más dinero. Al contrario, debieran aparcar las diferencias ideológicas y seducirlos para que inviertan en su país. Ahora mismo, Cuba es lo más parecido a un meteorito en caída libre. Nadie sabe dónde va caer ni qué daños va a provocar”.

Con cualquier cubano que usted hable, se puede discrepar en muchos temas, pero todos coinciden que algo va a pasar.

Iván García
Foto: Tienda en MLC. Tomada de Juventud Rebelde (El primer día de las nuevas compras en MLC - Juventud Rebelde - Diario de la juventud cubana).

lunes, 2 de agosto de 2021

Cubanos, rehenes en una nueva "guerra de la moneda" con Washington



Después que usted pasa la barriada de La Víbora, a 25 minutos en automóvil del centro de La Habana, transitando por la angosta y sucia Calzada de Diez de Octubre llegará al crucero de La Palma, un lugar donde confluyen cuatro vías importantes de la capital. A poco más de un kilómetro de la concurrida intersección, se encuentra La Lira, un distrito de casas bajas y feas, algunas a medio a construir con sus paredes en el puro repello, en el municipio Arroyo Naranjo, uno de los más violentos de la capital.

“Al día siguiente que el gobierno prohibió aceptar dólares, un montón de gente apostó una pasta gorda a varios números o combinaciones de números relacionadas con dinero en la charada china. Varios clientes tuvieron suerte y se ganaron un baro larguísimo”, cuenta Jesús, ex jefe de sector de la policía que ahora se dedica a recoger apuestas en el negocio de la bolita, una popular lotería ilegal que funciona en Cuba y ha sobrevivido a cambios de gobiernos, huracanes, redadas policiales y crisis económicas.

La bolita es casi el deporte nacional en la Isla. Aunque es clandestino, como el Paquete y la venta de alimentos robados en almacenes estatales, el engranaje funciona tan exacto como un reloj suizo. Se juega del uno al cien y cada número tiene diversos significados. Se premian tres números. Uno fijo, por el cual se paga cien pesos o más -de acuerdo al poderío económico del banco- por cada peso apostado y dos corridos, a veinticinco o treinta pesos. También se juega el parlé, una combinación de dos números, que si salen ambos, el jugador gana entre 900 y mil pesos por cada peso apostado.

En la bolita habanera, explica Jesús, se acepta cualquier moneda. “Euros, libras esterlinas, francos suizos... También transferencias bancarias. En el caso del billete verde, el banquero le ponía un valor superior a como se cotizaba en la calle. Si estaba a 70 pesos el dólar, el banco lo valoraba a 75. Algunas personas que tenían ‘fulas’ se jugaban una buena cantidad intentando ganar miles de pesos. En estos días, después de la medida dictada por el gobierno, seguimos aceptando dólares. Ahora valoramos un dólar a 70 pesos. Y muchísima gente está pagando en dólares. Después del día 21, cuando los bancos estatales no acepten más dólares, lo vamos a valorar a 60. El dólar siempre será macho. Recuerda que la mayor parte de los emigrados cubanos están en Estados Unidos. Y vale en cualquier parte del mundo”.

Ahora mismo, el tema de conversación en Cuba es la suspensión temporal del régimen a aceptar dólares estadounidenses en su sistema bancario. En una encuesta exprés entre 44 personas. Veintitrés reciben remesas de Estados Unidos, nueve de España, Italia y otros países de Europa o América Latina y los doce restantes no reciben dinero del extranjero. Las 32 personas que reciben remesas, coinciden que es una medida arbitraria, no frenará la devaluación del peso cubano y acelerará la inflación. A continuación, opiniones de cuatro encuestados.

Niurka, ama de casa, piensa que “quizás el dólar baje su valor, pero jamás a los 24 pesos que paga el gobierno. ¿Qué va suceder? Que los parientes en Estados Unidos enviarán el dinero en otra divisa, preferentemente euros, porque después del 21 de junio, un euro, que ahora vale 80 pesos, costará 120 pesos o más”.

Josuán, taxista particular, considera que la estrategia del régimen es pésima por donde quiere que se le mire. “Han sustituido una moneda fuerte por otra. Con la diferencia que en Cuba entra diez veces más dólares que euros. Lo que va a pasar es que el dólar se cotizará entre 50 y 60 pesos, pues la gente que viaja para comprar pacotillas lo va a necesitar y los que guardan sus ahorros debajo del colchón van optar por utilizar el dólar como moneda refugio”.

Las nueve personas que no reciben divisas extranjeras, con diversos matices, concuerdan que el problema no es el dólar. “El culpable es el gobierno. Deben cerrar las tiendas en MLC (moneda libremente convertible) y vender en pesos. ¿En qué país del mundo usted trabaja y cobra en una moneda y tiene que comprar los alimentos y bienes en otra? Es inadmisible. Después el gobierno acusa de anexionistas a los disidentes, pero si alguien está subvalorando a nuestra moneda es el régimen”, razona Saúl, jubilado.

Quienes no reciben remesas creen que con esta nueva medida les será más difícil y costoso adquirir divisas para comprar productos de primera necesidad en las tiendas MLC. “Entre pagar la luz y comprar la poca mierda que venden de comida se nos va el nuevo salario. La inflación se lo ha desayunado. Si en enero mi salario de 4 mil pesos equivalía a 100 dólares en el mercado negro, porque los bancos del Estado jamás han vendido divisas, en estos momentos mi salario se reduce a 50 dólares. Y como ahora con el euro seguirá subiendo, al final no me alcanzará ni para comprar una botella de aceite en la shopping”, alega Mario, chofer de una empresa estatal.

Un funcionario bancario aclara que “se seguirán aceptando las transferencias de dólares desde el exterior, aunque desde Estados Unidos no se puede hacer directamente. Pero los cubanos residentes en el extranjero ya están buscando mecanismos para ingresar euros en las tarjetas MLC a sus parientes. Cuando ellos vengan de visita a Cuba tendrán que venir con otra moneda. La estrategia del gobierno es que no circulen divisas en efectivo. Próximamente se van a implementar tarjetas, con diversos valores, destinadas a los turistas”. Dos especialistas consultados consideran que la medida es un despropósito.

Carlos, sociólogo, cree que “con esta normativa el gobierno está enviando un mensaje preocupante a los futuros inversionistas foráneos. Evidencia que nunca serán un socio serio y es una forma de decir que la Tarea Ordenamiento ha sido un fracaso. Además, ¿cómo quieren que inviertan los cubanos residentes en Estados Unidos cuándo prohíben el uso del dólar en efectivo? Es una medida más política que económica. Es un intento de presionar al gobierno de Joe Biden para que reabra las Western Union y autorice una forma legal de enviar remesas a las instituciones estatales. No importa si son militares o civiles, siempre les va a propiciar amplias ganancias al régimen”.

Gustavo, economista, cataloga la medida de muy contradictoria. “Decir que tienen las arcas desbordadas de dólares y que los empresarios extranjeros no los quieren aceptar por las leyes del embargo y la inclusión de Cuba en la lista de países terroristas, no es una completa mentira, pero es una manipulación atroz de la realidad. El gobierno debiera saber que no estamos en el siglo XX, donde debido al férreo control de la información, muchos cubanos estábamos desinformados. Actualmente es muy simple destrozar esa tesis. ¿Si es así, por qué no compran con esos dólares en efectivo alimentos y medicinas directamente a Estados Unidos, que tiene autorización para vendernos ese tipo de productos? ¿No dice el gobierno que por culpa del bloqueo tienen que comprar los alimentos, materias primas y medicinas más caros porque no pueden acceder al mercado estadounidense? Que aprovechen esa autorización y compren alimentos y medicinas en Estados Unidos. La ganancia sería doble, más barato, y les serviría para crear un lobby poderoso entre los agricultores y empresarios estadounidenses que exportan alimentos".

La evidencia de que Cuba puede exportar alimentos desde Estados Unidos es el pollo congelado. Todo el que se consume en el país es Made in USA. "¿Por qué no compran otros alimentos como pescado, carne de res y harina de trigo?”, se pregunta Gustavo y él mismo responde: "La realidad es que el gobierno está en bancarrota y utiliza esa opción para recoger efectivo. Días antes de implementar esa medida, el primer viceministro Ricardo Cabrisas viajó a Francia y se reunió con acreedores del Club de Paris para renegociar la deuda. Se sabe que en 2022 debemos pagar 200 millones de dólares. Probablemente el régimen recaude ese dinero gracias a las remesas de los emigrados”.

La impopular medida fue anunciada el jueves 10 de junio y el lunes 14, en bancos habaneros habían colas para depositar dólares en tarjetas MLC. Uno de ellos Osvaldo, barbero, dice que “solo va a guardar una parte, porque dentro de un mes las transferencias de una tarjeta MLC a otra persona que no tenga divisas, se cotizará por las nubes. No dudo que un dólar o euro en la tarjeta pueda costar hasta 200 pesos antes del fin de año”.

Otros como Leandro, cuentapropista, prefiere tener el dinero a buen recaudo en su casa, a esperar que pase el temporal. “Estoy seguro que cuando el gobierno vea que la gente vende la divisa cuatro o cinco veces más cara que como la pagan sus bancos, van a prohibir las transferencias de tarjeta a tarjeta. Incluso son capaces de volver a ilegalizar la tenencia de divisas. Ellos (los del régimen) son mafiosos”.

Mientras, los cubanos de a pie no sólo se sienten peones de ajedrez en el pulso político que sostiene el Palacio de la Revolución en La Habana con la Casa Blanca en Washington, también unos damnificados en esta nueva 'guerra de la moneda'. Como siempre.

Iván García
Foto: Tomada de Bild.