jueves, 1 de diciembre de 2011

China, un imperio discreto (por ahora)


Están donde quiera. En Jakarta, Nairobi, la Siberia rusa o una oficina en La Habana. China edifica tras bambalinas una nueva hegemonía. Que mete miedo. Por muchas razones, la más importante, para mí, es que esa combinación inédita de poder absoluto y reglas de juego maoístas y comunistas, con el uso del peor capitalismo salvaje, nada bueno puede traernos en ese futuro que se nos viene encima.

Algo de eso percibieron dos excepcionales periodistas españoles, Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo. Después de viajar un par de años por 25 naciones emergentes de Asia, África y América, nos hacen ver las claras intenciones de los mandarines chinos en su libro ‘La silenciosa conquista de China’, de la editora Crítica.

China, no lo duden, va en pos de crear un imperio. Y eso pasa por llegar, mediante acuerdos económicos y una avalancha de yuanes (con 110 mil millones en créditos, en la actualidad es el mayor prestamista del mundo), a estrategias de mercado y mega proyectos en países de economías en desarrollo. Poco a poco. No tienen prisa. Y sí una convicción a prueba de balas de cuál será el final de todos sus planes.

China apunta a la cabeza. Quiere ser la primera potencia mundial. Y no les falta mucho. No venden democracia ni valores morales. Tampoco derechos humanos. Ni, por ahora, dan consejos de cómo edificar un buen gobierno y una buena sociedad.

Violan esos preceptos. Cínicamente ofertan posibilidades de desarrollo, carteras de inversiones y alegres y millonarios préstamos a las economías débiles o nuevas potencias como India o Brasil.

Por tal de ocupar la cima, todo vale. Tiran al cesto las teorías de Marx. Y hasta de su ícono Mao Zedong. Que la mayor parte del mundo detesta. Vea usted lo pragmáticos que nos han salido los chinos. Gobiernan un país con dos ideologías: la China continental es comunista, y Hong Kong, capitalista. Y para ampliar su feudo miran a Taiwan.

De hecho, China es ya la factoría del mundo. A precios de ganga, producen la mayor parte de las mercaderías que se ofertan en el planeta. Cuentan con la anuencia de los empresarios occidentales, quienes en su afán por ganar billete fácil, trasladan sus negocios a China, virando la cara a la explotación laboral y el terrible daño que al medio ambiente provoca el régimen de Beijing.

En Cuba también hacen sus pininos. Con cierta cautela, claro. Los Castro tienen las arcas vacías y no son de fiar. Los chinos no olvidan que durante la etapa de alianza con los soviéticos, Fidel Castro atacó a China, su comunismo y sus líderes.

Cuando en 1978 Deng Xiaoping inició las reformas económicas, en los cuarteles dedicados a elaborar la política cubana, le abrieron fuego con grueso calibre. Y los medios oficiales se referían a la "traición de China", entre otros duros calificativos.

Las discrepancias cubano-chinas tuvieron su costo en vidas. En la aventura africana de Castro en Angola y el Congo, los soldados cubanos combatieron con metralla a las tropas de Holden Roberto y Mobutu Sese Seko, aliados de China.

En los informes sacados a la luz por WikiLeaks, los análisis de empresarios y diplomáticos chinos sobre el desempeño económico en la isla y las políticas de los hermanos Castro deja una conclusión muy clara: China no va a tirar la casa por la ventana en Cuba.

No van apostar por los Castro. Harán negocios si les deja un buen margen de beneficios. Es probable que apuesten más por figuras relevantes dentro del empresariado cubanoamericano, inclusive por disidentes de tendencias izquierdistas.

Es más rentable. Ellos miran al futuro. Y los Castro son pasado. Sería su venganza a todos aquellas ofensas públicas.

De las ambiciones chinas, Juan Pablo y Heriberto nos cuentan en su libro. Estos reporteros son visionarios.

Los conocí en La Habana, un mediodía caluroso de octubre de 2010. Habían arribado a la isla en busca de material para su libro. Trabajaban a tiempo completo, recogiendo evidencias que demostraran sus teorías.
Que son una verdad como un puño.
China avanza en la conquista del mundo.

Iván García

Foto: Kevin Husley. Pudong, distrito comercial y financiero de Shanghai.

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