miércoles, 12 de marzo de 2014

Casas ilegales de juego



En las afueras de la capital, después de dejar atrás un dédalo de callejuelas polvorientas y mal asfaltadas, está enclavado un casino ilegal de juego abierto las 24 horas.

“Aquí se juega silot, longana o cartas, sobre todo tres con tres, una variante tropical del póquer estadounidense. Pero si los jugadores desean jugar el burro o una ruleta improvisada que monto, a eso se juega”, cuenta Lorenzo, el propietario.

El dueño del casino cobra el 10% de las ganancias en partidos de silot, que se practica con tres dados y al parecer surgió en las regiones del oriente cubano. En un amplio salón, 16 personas se agrupan alrededor de un tablero de madera. Las apuestas son elevadas. Una señora es el 'banco'.

La tasa mínima de las apuestas es 50 pesos (2 dólares), pero luego de dos noches de juego ya éstas andan en torno a los mil pesos (45 dólares). Sentado en un extremo del tablero, Lorenzo recoge el gravamen correspondiente. En cada jugada, cuando el banco gana, más algunas apuestas fuera de la mesa, introduce 400 o 500 pesos dentro de una lata vacía de galletas.

Prensa el dinero contra el fondo de la lata, desbordada de billetes. En voz baja pide que le traigan otra lata. “En temporadas altas, como la de ahora, donde se juega varias semanas sin parar, se recoge bastante. Ayer las ganancias fueron de mil 500 cuc (1,600 dólares). Sin contar los ‘garrotes’ (prestamos a cambio de un equipo o prenda) con un 15 a 20% de interés”, afirma Lorenzo.

A estas casas, llamadas ‘burles’, asisten gerentes, ladrones de cuello blanco, cuentapropistas, estafadores, delincuentes o ludópatas como Arsenio, que luego de estar 12 horas vendiendo pan, lo que gana se lo juega tirando dados.

“Tengo 29 años, pero desde los 15 soy adicto al juego. A cualquiera, sean peleas de gallos y perros o las cartas. Mi preferido es el silot, pues rápido se gana o se pierde una gran cantidad de dinero”, dice mientras espera que Lorenzo le dé un préstamo a cambio de un reloj que le robó a su padre.

En una mesa contigua al silot se juega trío. Seis tipos, algunos con notables ojeras, hacen sus apuestas, sentados frente a gruesos fajos de billetes. Un 'dealer' reparte tres cartas para cada jugador y vira una bocarriba. Después de cada apuesta vira otra. Tres en total. “Este juego se conoce como tres con tres. Es entretenido. Debes trazar una estrategia agresiva para sacar de juego a un contrario”, apunta el 'dealer'.

Lorenzo tiene dos 'dealers' que se turnan cada tres horas. Ganan el 10% del dinero recaudado. Con él también trabajan cuatro 'ayudantes', tipos cuya misión es sofocar cualquier trifulca. “Debes contratar gente que domine el boxeo o las artes marciales. Y tener cerca un machete afilado o una pistola. Además de los tramposos habituales, se han dado caso de bandas dedicadas a asaltar ‘burles’. Saben que no se les puede denunciar a la policía, por ser un negocio ilegal”, acota Lorenzo.

En los barrios marginales de La Habana proliferan las casas de juego. Incluso en distritos de la otrora clase media y alta como Vedado y Miramar. Desde hace 19 años, Lorenzo se dedica a este negocio. Siempre en la clandestinidad.

“Décadas atrás podías ir 3 o 4 años a la cárcel. Ahora, si te atrapan, te ocupan el dinero que esté en la mesa y te ponen una multa de 60 pesos (menos de tres dólares). Se comenta que a veces la propia policía organiza redadas para robarnos el dinero. Por eso prefiero que mi negocio se mantenga clandestino. Si el gobierno autorizara el juego, cobraría gabelas demasiado elevadas”, considera Lorenzo.

Tras 14 horas jugando ininterrumpidamente, Armando, un cincuentón que viste elegantemente y fuma un cigarrillo tras otro, se acuesta en un sofá a dormir un par de horas. El resto sigue tirando dados o jugando cartas.

A sus clientes, Lorenzo les ofrece café y les vende sandwiches, jugos y comida. “Uno de los secretos de un 'burle' es que el jugador tenga confianza en el dueño y ciertas comodidades a mano. De lo contrario, se van a otro”, apunta Lorenzo. Y si algo no falta en La Habana son casas ilegales de juego.

Iván García
Foto: Tomada de Diario de las Américas.

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