viernes, 24 de abril de 2015

Homosexuales negros: entre el racismo y la homofobia



De día Marcelo, es maestro en una escuela. “Todos se burlan de mí. El director del colegio, el claustro de profesores y los alumnos. Ser negro y homosexual es demasiado. Un dirigente sindical me dijo que debía disimular mi mariconeria, porque es un mal ejemplo para el alumnado”, cuenta entristecido.

Por su biotipo, Marcelo tiene pinta de base de la NBA. De noche se siente un hombre libre. Tras dos horas de maquillaje, una peluca de cabellos castaños, saya ajustada al cuerpo y una cartera Louis Vuitton de imitación, sale a la caza de clientes.

“Cobro 40 pesos por sexo oral y 80 por la completa. Pero si el cliente me gusta me voy gratis. Me encanta el travestismo. Mi sueño es cantar o bailar en un cabaret gay. O desfilar en una carroza en el carnaval de Rio de Janeiro”, confiesa.

Cuba ha cambiado. Hace quince años, Marcelo hubiese sido condenado a dos años de cárcel por ‘conducta impropia, exhibicionismo y prostitución’. En los años duros de Fidel Castro, las autoridades prohibían las conductas homosexuales.

Orlando, un peluquero mestizo, vivió en carne propia las arbitrariedades del régimen. “Estuve preso tres veces solo por ser maricón. Ya perdí la cuenta de las veces que fui forzado a practicar el sexo con guardias de la prisión”.

Nació en un barrio pobre de La Habana Vieja. “Pero luego nos mudamos para la Víbora. He tenido muchísimas broncas con guapos del barrio que intentaban menoscabarme. Mi familia es un caos. Mi difunta madre coleccionaba maridos como si fueran barajas. Tengo hermanos negros, mulatos y blancos. Desde niño me gustan los hombres. No me prostituyo, soy gay por vocación, no por necesidad”, subraya Orlando con su pelo teñido de rubio.

Humberto, un negro descomunal, estuvo dentro del closet hasta los 28 años. “Me inicié en la cárcel. En la calle tenía una jeva. Hasta un día. No aguante más y me dechavé (destape). El escándalo familiar fue tremendo. Negro y pájaro no liga, dijeron. Me cuesta encontrar pareja. Por mi tamaño, los extranjeros me miran con cierto temor. Cuando ligo, quieren que yo sea el activo. Pero a mí solo me gusta que me den”, dice mientras se come una pizza.

A pesar del nuevo escenario, donde Mariela Castro, hija del presidente, lidera una ofensiva estatal en favor del reconocimiento homosexual, la homofobia en Cuba sigue latente en un segmento amplio de la población.

“Varias décadas de narrativas y políticas gubernamentales contra los homosexuales ahora están pasando factura. Si eres gay y negro, entonces abundan las humillaciones raciales entre los cubanos de a pie. En el bajo mundo los ‘pingueros’, quienes también son gays, no suelen ser tan mal visto, pues se supone que venden el sexo a los extranjeros a cambio de dinero”, opina Carlos, sociólogo.

Un botón de muestra de la intolerancia lo cuenta Yobal, enfermero de un hospital. “En el sector de la medicina abunda el homosexualismo. No hay graves conflictos por eso. Pero he tenido altercados con pacientes hombres que no se dejan inyectar por mí. Hace poco debía practicar una colonoscopía a un señor. El tipo se puso frenético, me dijo que a él un negro pájaro no le tocaba el ano”, recuerda.

Casi al amanecer, cuando Humberto va a la cama luego de sus rondas nocturnas, intentando ligar en una avenida habanera, Alfredo, mulato y carpintero, se dirige a su trabajo.“Con el tamaño que tiene, yo enviaría al negro ése a cortar caña o a estibar en el puerto. Qué desperdicio”, dice con odio contenido al ver pasar a Humberto.

Y es que en la Cuba profunda aún cuesta aceptar a los homosexuales. Peor se les juzga si son negros. Muchos creen que están presos en una raza y un cuerpo equivocados.

Iván García
Foto: Homosexuales en Mi Cayito. Tomada de Gabitos.

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