lunes, 19 de agosto de 2019

Esperando por la 'cultura del detalle' de Díaz-Canel



Incluso hasta la muerte puede ser un problema en Cuba. Al filo de las once de la noche llegó el cadáver a la funeraria de Santa Catalina, en el barrio de La Víbora, al sur de La Habana.

En la sala donde se velaría al difunto faltaban sillones y las bombillas estaban fundidas. “Es el único cubículo que disponemos”, dijo con cara de sueño la funcionaria.

Lo tomas o lo dejas. La familia del fallecido no tenía muchas opciones. Desandar por otras funerarias habaneras en busca de un sitio con las condiciones adecuadas no parecía una buena idea.

Estaba lloviendo, hacía un calor de infarto y nadie aseguraba que en otras funerarias el servicio fuera de calidad. “Es que hasta para morirnos somos diferentes. El padre de un amigo mío fue un pincho gordo del gobierno y lo velaron en el quinto piso de la funeraria Rivero con aire acondicionado, merienda y termos de café para los dolientes. La gente del pueblo se las tiene que apañar como pueda”, comenta con sorna un pariente del difunto.

Al final optaron por quedarse. “Total, todas las funerarias en Cuba son un asco. Lo único que pido es velar dos o tres horas a mi esposo y que luego descanse en paz”, señala la mujer del occiso.

Algunos familiares buscaron bombillos en sus casas, prepararon merienda y dos termos de café. Le pagaron diez pesos convertibles a un tipo con apodado el Artista, para que limpiara y maquillara el cadáver lo mejor posible.

Las coronas de flores, ya mustias, llegaron cuando el féretro partía rumbo a la Necrópolis de Colón. A falta de cintas, unos papeles con tinta borrosa apenas permitían leer el nombre de las personas que encargaron las coronas.

En el cementerio, antes de las palabras de despedida, se entablaron ‘nuevas negociaciones’ con los sepultureros, quienes podían escoger un buen sitio donde enterrar a su ser querido.

“Que tú te pensabas, mulato. En Cuba hasta después de muerto te persiguen las dificultades. Si no les das un billete por debajo de la mesa a los sepultureros, te despojan los cadáveres y si previamente no la has encargado y pagado, no te colocan una jardinera con flores en la tumba. Se lucra con todo, sea la compra y venta de panteones o contratar una persona que te mantenga cuidado el lugar. De lo contrario, tu última morada se transforma en un marabuzal. Por eso es que ahora los cubanos prefieren que los incineren”, cuenta un empleado del camposanto.

La 'cultura del detalle', que tanto implora el presidente Miguel Díaz-Canel, hace tiempo está ausente en la Isla. El socialismo marxista implantado por Fidel Castro barrió de golpe con el buen servicio, la calidad del trabajo y los valores cívicos. Muchos roban en sus puestos laborales y compensar así los bajos salarios. La burocracia obstaculiza el buen funcionamiento de las instituciones. La cortesía y educación formal desaparecieron en combate.

Es el sálvese quien pueda. La picaresca, la simulación y la mendacidad sustituyen a la honestidad. Si se le ocurre comer en un restaurante estatal, le aconsejo que tenga paciencia. En la Calle 23, al lado del cine Rivera y a media cuadra de la Avenida de los Presidentes, se encuentra enclavado la otrora cafetería-restaurante El Carmelo, rebautizada con el nombre de Charles Chaplin. Forma parte de la cadena de centros gastronómicos ubicados en El Vedado, que antaño destacaban por su calidad en los servicios.

Díaz-Canel, el pitcher de relevo nombrado por Raúl Castro, en una de sus tantas reuniones con ministros y funcionarios del partido comunista pidió a las instituciones del Estado competir en calidad con los negocios particulares.

“Tenemos que desterrar la idea de que los centros e instituciones estatales son feos, descuidados y con un trato deficiente. La premisa es brindar un servicio de calidad comparable al de los trabajadores por cuenta propia. Tenemos que resaltar la cultura del detalle, del buen gusto”, reclamaba Díaz-Canel, apodado la Nueva Trova, pues repite lo mismo de otros funcionarios, pero con diferente lenguaje.

Regresemos al antiguo Carmelo. El salón principal está desierto. Un turista italiano, medio ebrio, bebe un mojito tras otro junto a una trigueña que puede ser su nieta con pinta de jinetera. Están sentados tras la barra, mirando por la tele la final de la Champion League entre el Liverpool y el Tottenham.

En otra mesa, un cliente se cansa de alzar su mano, solicitando que lo atiendan. Los impertérritos meseros lo miran como un bicho raro. Pareciera que el usuario es invisible. El cliente pierde los estribos. Si fuera un pistolero del Oeste la respuesta hubiera sido acribillar a tiros al que se le pusiera al paso.

El sentimiento que genera el desencuentro con la absurda burocracia estatal es similar al reloj biológico de un asesino en serie. Te provoca violencia y morder con fuerza el cuchillo entre los dientes.

Lo peor del ineficiente sistema cubano no son el desabastecimiento, las penurias cotidianas y los discursos políticos que lindan con la ciencia ficción. No. Lo aborrecible es la incapacidad para generar belleza, cortesía y buen trato.

Las tiendas, sin ventilación y con los aires acondicionados apagados para ahorrar combustible, parecen cárceles donde el maltrato está a flor de piel. Recorra cualquier asilo de ancianos, círculo infantil o edificio de viviendas ejecutados por obreros estatales. Observará chapucerías por doquier. Paredes mal repelladas, techos con goteras y ventanas mal encuadradas ejecutadas con materiales de la construcción de la peor calidad posible.

En Cuba, incluso pagando en divisas, el mal servicio siempre está presente. Sesenta años de régimen totalitario ha demostrado que el Estado es un pésimo administrador. Ni siquiera la muerte es capaz de gestionar con eficacia.

Iván García
Foto: Familiares cargando un ataúd. Tomada de Las penurias para despedir a los muertos en Cuba.

8 comentarios:

  1. I de cuando a ca a esto bandolero dictadore le han preucupado los cubano

    patrio o muerte com la bariga basia

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  2. https://youtu.be/j9YdsRryV2Q
    esto son los lujo del nino
    preferido de papi



    y para los cubano no tenemo caja de muerto nadamas
    mal a gradecidos que son los cubano
    como los vacile por 60 anos

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  3. https://youtu.be/1U-8vgzH2Ys cono
    trenemo que recorda a este grand cubano\

    benny more

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  4. https://youtu.be/ar5CPa3PGoQ

    mi omernage a benny more

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  5. https://youtu.be/Qiqb5MBAFd4


    cono que pasa en este blog

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  6. https://youtu.be/nqSBVzTN_ms

    este sabado hay fiesta
    con croquetas de avetrus

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  7. Todo sucedió el jueves pasado. Es sólo cuestión de unir los datos y extraer las conclusiones. Los gringos, en su envidiable lenguaje de síntesis, le llaman “connect the dots”.
    The Wall Street Journal publicó en su primera página que el gobierno de USA hablaba con las facciones antimaduristas del régimen venezolano. Se refería, en primer término, a Diosdado Cabello. El principal autor de la información fue Jose de Córdoba, un notable periodista que no empeñaría su nombre en una patraña sensacionalista.

    Cabello es un consumado negociante dispuesto a venderle el cadáver de su abuela a la McDonald´s. Eso lo saben perfectamente los estrategas de Washington, especialmente Mauricio Claver-Carone, el principal asesor de la Casa Blanca para América Latina, o “Comeniños”, como lo designan los maduristas en su paranoica jerga clandestina.
    Simultáneamente, la agencia Reuters publicó un extenso análisis de las relaciones militares entre Cuba y Venezuela. Los papeles estaban basados en dos documentos firmados entre Caracas y La Habana que demuestran algo que la académica María Werlau ha dicho, explicado y sostenido mil veces: la Venezuela de Nicolás Maduro sólo se sostiene gracias a la siniestra ayuda de la inteligencia y contrainteligencia de la metrópolis cubana.

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  8. Esa noche del jueves 22 de agosto se presentó en Miami, en la sede del Interamerican Institute for Democracy, un libro escrito por su Director Ejecutivo, Carlos Sánchez Berzaín, titulado Castrochavismo, cuyo subtítulo revela y resume el contenido de la obra: “Crimen organizado en las Américas”. Lo que, al mismo tiempo, sugiere la forma de enfrentarse a ese fenómeno delictivo: recurrir a la Convención de Palermo para combatir las mafias.
    CSB sostiene que la cuestión ideológica ha pasado a un segundo plano y los países del “Socialismo del siglo XXI” –Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, puesto que Ecuador se dio de baja del cártel tras la elección de Lenin Moreno- se dedican al narcotráfico, la extorsión, el asesinato, la tortura y el apresamiento o exilio de opositores. Esas actividades, que incluye, si es necesario, la creación de “oposiciones funcionales”, las ocultan tras un falso manto democrático creando las primeras “dictaduras electorales con lenguaje de izquierda” que recuerda la historia del continente.
    Bruno Rodríguez, el canciller cubano, niega (inútilmente) que Cuba se haya fagocitado a Venezuela. ¿Cómo Cuba puede ser la cabeza de ese tinglado si se trata de una nación muy pobre, totalmente improductiva, ocho veces más pequeña, de la que huyen todos los que pueden, que ha vivido adosada a la URSS, a Venezuela, y que sobrevive alquilando profesionales en el extranjero o de las migajas de las remesas de sus cientos de miles de emigrantes?
    Muy sencillo. Cuba aprendió de la URSS cómo sujetar a un país por medio de sus servicios militares. Entre 1960 y 1963 unos cuarenta mil interventores soviéticos montaron en Cuba el satélite de Moscú. Cuba, además, cuando desapareció el subsidio soviético, a partir de 1991, desarrolló un sistema de gobierno que principalmente beneficia a los mandos uniformados: el “Capitalismo Militar de Estado”.
    Cuba lo tenía todo: el salivero ideológico, el sistema económico y los operadores satisfechos (los mandos militares), que garantizaban que el poder seguiría siendo detentado por la cúpula dirigente permanentemente. No sólo vendían la dictadura llave en mano: agregaban la asesoría militar para impedir que el gobierno se escapara de las manos.
    Naturalmente, “el modelo cubano” significaba el empobrecimiento progresivo del país y la “tugurización” o “haitianización” de la base de sustentación material, pero esas circunstancias carecían de importancia para los que mandaban. Ellos podían vivir en una burbuja artificial de comodidades y recursos.
    Pero lo más grave de esa pesadilla de pobreza y brutalidad es que el “modelo cubano”, tiene que crecer a expensas de otras sociedades. Cuba necesita exportar su revolución para poder sobrevivir. Ese era el objetivo cubano del Foro de Sao Paulo. La mercancía que ofrece a cambio es su propio ejemplo: sesenta años de férreo control de una pobre gente que ha perdido cualquier vestigio de libertad.
    Ojalá América Latina reaccione y sea capaz de “connect the dots”. En ello les va la vida.

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