lunes, 20 de abril de 2020

¿Qué va a pasar en Cuba?



Según aquellos que lo conocen, Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, 59 años, presidente designado por el dictador Raúl Castro para administrar el desastre económico en Cuba, no es una mala persona.

Le gusta escuchar a Joaquín Sabina y de vez en cuando bailar casino. No es el típico machista verde olivo que trata a la mujer como un objeto y tiene un reguero de amantes alquiladas en casas del gobierno. Díaz-Canel se puede beber media caja de cerveza Bucanero con un grupo de amigos para ver un partido de fútbol de la liga española.

Ni siquiera los más acérrimos activistas anticastristas lo pueden acusar de tener las manos manchadas de sangre. Aunque, de momento, apuesta por las detenciones breves a los disidentes o abrirles un expediente por un delito común y justificar una posterior sanción penal.

Como el 90 por ciento de los altos dirigentes cubanos, está pasado de peso y le cuesta armar un discurso espontáneo alejado de palabrerías huecas y consignas. Todas las mañanas asiste a las sesiones del Consejo de Ministros con ropa discreta y peinado al cepillo. No se le puede decir que trabaja poco.

Cuando el próximo 19 de marzo se cumplan tres años de su ascenso al poder, Díaz-Canel ha recorrido el país de arriba abajo dos veces y media. En todas las provincias ha revisado el plan de viviendas en construcción y visitado empresas, fincas estatales y hospitales. Después de Fidel Castro, un narcisista de libro que pensaba que la nación era su latifundio privado, es el político que más kilómetros ha recorrido en la Isla.

Lo único que nada ha resuelto. Más o menos bien disecciona los problemas estructurales del país. Pero no encuentra las soluciones. Repite una y otra vez sobre la cultura del detalle, la necesidad de una buena educación integral, eliminar importaciones, elevar la productividad y exigir a cada empresa que exporte algún producto. En teoría, su discurso no suena mal. Pero en la práctica es una muestra que Díaz-Canel está desconectado de la realidad.

Un funcionario que estuvo presente en una reunión presidida por el mandatario, comenta que “cuando tú lo escuchas, te surgen varias preguntas: ¿está preparado Díaz-Canel para implementar medidas que cambien el actual panorama? ¿se cree las mentiras que le dicen algunas de las personas con las cuales se reúne? ¿de verdad piensa que el socialismo es reformable? Te juro que si fuera valiente, me hubiera parado en la reunión y le hubiera desmontado punto por punto las limitaciones y falta de autonomía de la empresas estatales y por qué mientras se siga apostando por la economía planificada, no saldremos adelante. Olvídate del bloqueo yanqui. El problema de Cuba es que hay que tirar abajo el modelo económico actual”.

Guillermo, ex directivo de una empresa estatal, señala que la ingenuidad de Díaz-Canel es alarmante. “O es muy buen actor o es un tonto al cubo. A simple vista parece un hombre franco, pero en ocasiones suelta ingenuidades. Hace poco, en un encuentro en Cienfuegos contó a los presentes que cuando era niño y visitaba la casa de una tía, comía frutas debajo de un árbol y le preguntó al auditorio por qué ahora eso no es posible. Ahí es cuando uno se da cuenta lo mal que está este país, pues tiene pantalones suficientes para levantarse y decirle: 'Díaz-Canel, de qué planeta tú viniste. Tu no sabes que la culpa de que no haya frutas, vacas, cítricos y muchísimas cosas más, es de Fidel Castro, quien con su voluntarismo mantuvo un sistema que no funciona ni para nosotros mismos, como una vez le dijo a un periodista norteamericano'. La solución de los problemas de Cuba pasa por cambiar el modelo productivo y político. Pero no hay un tipo con huevos que se lo diga a Díaz-Canel o a Raúl Castro mirándole a los ojos”.

Según opiniones de habaneros de a pie, la aceptación de Díaz-Canel se ha devaluado considerablemente. “Al principio, la gente le dio el beneficio de la duda, pero ya son casi tres años y él sigue chapoteando en las mismas aguas. Recorre una provincia tras otra, repite los mismos cuentos, critica el burocratismo, pero todo sigue igual o peor. O no lo respetan, o baja toda esa muela porque es políticamente correcta o es un guanajo. A mí me parece que es el típico bobo de la yuca que llegó de Placetas, su pueblo natal, a gobernar el país y todavía no se ha dado cuenta que el socialismo cubano no tiene arreglo”, apunta Otilia, maestra jubilada.

Diario Las Américas le pidió a veinte personas su evaluación sobre el desempeño de Miguel Díaz-Canel como presidente. Quince lo consideran malo, tres lo catalogan de regular y dos prefirieron no valorarlo.

Mientras el mandatario Díaz-Canel sigue en modo hiperquinético, gastando gasolina junto a su comitiva, recorriendo la isla de oriente a occidente, Fernando, informático, lleva toda la mañana haciendo cola en un mercado de Arroyo Naranjo, al sur de La Habana, para comprar pechugas de pollo.

Según Fernando, “hay que acabar con el exceso de reunionismo. Con dos o tres televisores en una sala se pueden hacer teleconferencias sin tener que viajar tantos kilómetros. No se gastaría en alojamientos ni comidas y se ahorraría combustible. El gobierno debiera predicar con el ejemplo. Hablan y hablan y no resuelven nada. Esta semana, en mi trabajo nos mandaron para la casa, hasta nuevo aviso, para ahorrar electricidad. En vez de descansar, me paso todo el tiempo en colas. En una de artículos de aseo sólo daban un tubo de pasta dental y tres jabones por persona y en ésta, dos paquetes de pechuga de pollo per cápita. Después tengo que pasar por la farmacia, a comprar la medicina que necesito, que hace tres meses estaba en falta. Los cubanos llevamos 61 años haciendo colas”.

Elsa, empleada de ETECSA, cuenta que la ‘situación coyuntural’ ha provocado que a partir del martes 25 de febrero, su empresa no tendrá transporte obrero. "Debemos ir por nuestra cuenta al trabajo. Con lo malo que está el transporte público, la gente llegará a las mil y quinientas. El país está en bancarrota y Díaz-Canel no se ha enterado”.

Un dirigente municipal del partido comunista confirma que en “los dos próximos dos meses, debido a la inestabilidad en la llegada de combustible, solo se mantendrán las inversiones consideradas prioritarias. Habrá interrupciones laborales en diversos sectores y en determinados casos, los empleados laborarán desde sus domicilios. En otros, se dedicarán a otras tareas como la fumigación o la agricultura. Los productos de aseo no se van estabilizar hasta mediados del mes de abril”.

La nueva vuelta de tuerca en esta segunda versión del período especial, coincide con el aumento del descontento social, la violencia de pandillas juveniles en las calles y el desabastecimiento crónico en mercados estatales por pesos y por divisas. El último fin de semana, siete municipios habaneros estuvieron sin gas manufacturado. Y en distintas zonas de la capital, a intervalos han sucedido apagones.

En opinión de Alejandro, dueño de un negocio de reparación de teléfonos inteligentes, el dilema de Cuba es que son varios problemas urgentes que confluyen a la vez. “A los edificios en ruinas en peligro de derrumbe, el caótico servicio del transporte urbano y la escasez de comida, ahora se suma que ni con dinero en la mano puedes comprar lo que necesitas, porque debido al incremento de la demanda, en el mercado negro tampoco es fácil conseguir algo. Si la situación no cambia, aumentarán las broncas en las colas y se generalizará la violencia urbana. La Habana puede convertirse en una jungla”.

Hasta los cubanos más optimistas se preguntan qué va pasar en Cuba. Las noticias no auguran nada bueno.

Iván García

Foto: Una de las imágenes que grabó con su celular el humorista Ulises Toirac, donde se ve la gran cantidad de personas que el 7 de febrero de 2020 hicieron largas colas para comprar pollo en el antiguo diplomercado de 3ra. y 70, Miramar.

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