lunes, 29 de agosto de 2022

¿Cuánto le costaría a Elon Musk comprar Cuba?


Tan pronto se supo que Elon Musk quería comprar Twitter, mucha gente, medio en broma, medio en serio, sugirieron que la próxima adquisición del sudafricano fuera Cuba. Y, medio en broma, medio en serio, tratemos de estimar un precio para la Isla, pues es mejor estar preparados para negociar si el dueño de Tesla se aburre de su proyectada colonización del planeta Marte y elige adentrarse en tierras más inhóspitas.

La idea de vender Cuba no es nada original. Tres veces intentó EEUU comprarla cuando era parte de la Corona española. En 1848, el presidente Polk ofreció 100 millones; en 1854, los diplomáticos Pierre Soulé y James Buchanan lo pretendieron por 120 millones; y en 1897 la oferta llegó a 300 millones.

Si nos guiamos por la última puja hecha, 300 millones de 1897 serían hoy casi 10.000 millones, o lo que es lo mismo, 6.600 dólares para cada cubano si ajustamos la cantidad de población. Se puede entender que, tan parca proposición, se debió a que se hizo cuando el país estaba arruinado por la guerra de Martí, y a España le estaba saliendo carísimo, en pesetas y sangre, la contención del separatismo violento. Los americanos querían coger mangos bajitos.

6.600 por cubano es una oferta demasiado baja para convencer a una mayoría de que, democráticamente, apruebe una ley que ceda la titularidad de Cuba a Elon Musk. ¿Qué eso en ningún caso sería legal? Si los cubanos se ponen de acuerdo sí lo sería, ¿no es así como funciona la democracia?

Como precedente tenemos que, desde 1959 y hasta los años 80, mientras el castrismo parecía mayoritariamente aceptado, el pueblo estuvo de acuerdo en quitarle las propiedades a muchísima gente para dárselas en "administración" a Fidel Castro. Finiquitar ese trato con el castrismo y entregarle la Isla a alguien que dará a cambio algo más que promesas y consignas no parece mala idea.

¿Qué el castrismo no va a entregar "su" isla, aunque los cubanos democráticamente la quieran vender a Elon? Pues que se entiendan entre ellos. ¿Qué también podríamos como pueblo ejercer la soberanía del país con madurez? Ojalá y eso no fuese pedir demasiado.

En fin, ya que descartamos esos esmirriados 10.000 millones, sigamos calculando.

Si Cuba fuese un país que produjera riquezas netas; es decir, que produjera mercancías y servicios superiores a lo que necesita para al menos mantener constante su valor de capital, tendríamos que calcular los flujos de ingresos futuros, actualizándolos a presente descontándolos por el tipo de interés y ajustándolos por la inflación esperada. Por "suerte", hace años Cuba está en quiebra, el Gobierno no declara el fallido porque, a costa de dejar que se destruya el capital físico, saca alguna liquidez para sostener un consumo mínimo imprescindible. Cuba se está devorando a sí misma en continua autofagia.

Eliminado ese factor de cálculo, podemos decir que el precio de Cuba se acercará al valor de sus activos tangibles. Para valorar estos, usemos como variables proxy la propiedad inmobiliaria privada, la planta hotelera y la tierra cultivable.

El periodista Yandry Fernández analizó más de 10.000 clasificados en Revolico, concluyendo que el costo promedio de oferta de una casa en Cuba es de 36.983 dólares, multiplicando eso por las 3.811.002 casas existentes en la Isla, obtenemos aproximadamente 140.000 millones de dólares.

La propiedad hotelera es el activo productivo más valioso existente en Cuba, no solo porque ha absorbido durante los últimos años la mayor parte de la inversión nacional, sino porque, muy probablemente, será la locomotora de cualquier estructura productiva que termine cuajando en una Cuba con libertad empresarial. El coste aproximado al alza de una habitación de hotel es 200.000 dólares. En Cuba hay unas 78.000, lo que da un valor estimado de 15.600 millones de dólares por la planta hotelera.

Para calcular el valor de la tierra fértil, nos olvidaremos del desastre que es la agricultura actual y estimaremos el potencial agrícola mediante el método de capitalización de rentas, pero tomando el dato de producción de 1957: 767 millones de pesos equivalentes a dólares, que en términos de hoy serían 7.000 millones. A eso le agregaremos un 50% de valor producido debido a mejoras tecnológicas, llegando a la estimación de que, el campo en Cuba, podría producir fácilmente valor por 11.000 millones de dólares actuales.

Multiplicando esa renta anual por un tiempo estimado de 30 años, sin tener en cuenta inflación ni tipos de interés pues no buscamos un precio exacto, obtendremos que la tierra cultivable en Cuba costaría unos 330.000 millones.

Hasta ahora, el valor aproximado de Cuba rondaría los 486.000 millones de dólares, a eso tendríamos que agregar factores como las áreas rurales no agrícolas, la minería, la infraestructura inmobiliaria estatal y otros que no abordaremos para no complejizar en demasía el cálculo, pero que por encima estimamos añadirían un 25% más al precio, llegando así a 607.000 millones.

Una cosa que sí hay que mencionarle a Elon es lo fácil que sería convertir Cuba en una máquina de hacer dinero. Todo lo que se requiere es cambiar la política exterior actual, hecha a la medida de la propaganda castrista, y pasar a una más racional que amigue al país con el Gobierno estadounidense, y además y más importante, dar libertad para que los cubanos desarrollen su más que probada capacidad empresarial.

Esa potencialidad de que Cuba se convierta en una mezcla de Singapur, Panamá y República Dominicana, vale al menos un 50% más sobre el valor calculado, llegándose a la cifra final de 910.000 millones de dólares. Por supuesto, en el contrato se dejaría claro que Elon Musk está obligado a rentar las casas a sus actuales habitantes mientras éstos quieran quedarse.

Si se piensa bien, la única diferencia entre pagar una renta por vivir y trabajar en la propiedad de Elon y pagarle impuestos a cualquier gobierno, es que Elon daría, de entrada, unos 79.000 dólares a cada cubano. ¿Creen ustedes que la mayoría acepte el bisne?

Rafaela Cruz
Texto y foto: Diario de Cuba, 19 de mayo de 2022.
Leer también: Se vende Cuba a trocitos.


lunes, 22 de agosto de 2022

"Vete de Cuba con lo puesto"



En la actualidad los cubanos que emigran venden todas sus pertenencias para costear el viaje. La casa, los equipos electrodomésticos, las joyas, vehículos propios, y hasta la ropa y los zapatos, son rematados en cuestión de días a precios de "me voy y necesito dinero".

Pero no siempre fue así, no siempre el cubano pudo disponer de sus propiedades. En los años 60, cuando la Revolución comenzaba a tomar forma de lo que realmente terminaría siendo, los cubanos que decidían irse del país no lo tenían nada fácil.

La resolución 454 de septiembre de 1961 dictada por el Gobierno de Fidel Castro estableció que quienes abandonaban el país hacia Estados Unidos, perderían sus propiedades si no regresaban en 29 días. Una vez iniciado el proceso para marcharse del país, el futuro migrante recibía una inspección en su casa donde funcionarios del Gobierno inventariaban todo.

Llegado el momento definitivo de partir, esa persona recibía una lista donde se relacionaban los objetos que podía llevarse consigo. Diario de Cuba tuvo acceso a esa lista y la comparte de forma íntegra.

Información a los señores pasajeros sobre disposiciones relativas al equipaje

Los señores pasajeros solamente podrán llevar los artículos y prendas de vestir que más abajo se relacionan, INCLUYENDO LO PUESTO:

Joyas: 1 reloj y 1 anillo de compromiso que en total representen un valor no mayor de $60. Prendas de fantasía que en total representen un valor moderado.

Artículos de Tocador: Una unidad de pasta de dientes y jabón en uso, de producción nacional por núcleo familiar, una máquina de afeitar que no sea eléctrica.

Cosméticos: Una unidad de perfumes, una unidad de pan-cake o base líquida, una unidad de polvos, una unidad de creyón de labios, una unidad de lápiz de cejas y una unidad de colorete.

Alimentos: Lo necesario para la dieta regular de infantes, calculada para el viaje.

Medicinas: Un frasco regular, una caja de inyecciones y una jeringuilla hipodérmica en uso de acuerdo a la prescripción facultativa.

Ropas:

Hombres                                                             Mujeres

3 trajes                                                                 5 vestidos o 5 sayas
3 camisas                                                             5 blusas o pullovers
3 camisetas                                                          3 refajos o 3 sayuelas
3 calzoncillos                                                       3 panties
3 corbatas                                                            2 ajustadores
3 pares de medias                                                2 pares de medias
3 pañuelos                                                            3 pañuelos
1 par de guantes o 1 sweater                              1 abrigo que no sea de piel
1 abrigo o un jacket (que no sean de piel)        2 pares de zapatos
2 pares de zapatos                                               1 ropón o pijama o bobito
1 pijama                                                               1 faja
1 sombrero                                                           1 cartera
                                                                              1 sombrero
                                                                              1 par de guantes

Niños: Menores de dos años, una habilitación completa.

Se aclara que todas estas prendas y artículos tienen que ser de uso.

En resumen, el cubano no se podía llevar nada de valor o nuevo. No tenían derecho a llevarse consigo un objeto que pudiera ser disfrutado por el poder comunista. Varios testimonios han referenciado los terribles protocolos que seguían las autoridades en los aeropuertos. En ocasiones hacían que los "desertores" se desnudaran e hicieran cuclillas para comprobar que no ocultaban nada de valor en sus genitales.

Buena parte de las casas y mansiones de la burguesía cubana y la clase media que emigró a principios de los 60 terminaron en manos de funcionarios y dirigentes. Esta política de expropiación forzada a aquel que decidiera irse de la Isla, estuvo en vigor hasta la reforma migratoria de 2013. Fueron más de 50 años de violaciones a derechos humanos elementales. En la actualidad, la Seguridad del Estado aún aplica la política de "regulados" para evitar que ciudadanos cubanos puedan entrar o salir de la Isla por motivos fundamentalmente políticos.

Diario de Cuba, 9 de junio de 2022.

Foto: Milicianos expropiando la casa de una familia que se marchó del país en los años 60. Tomada de Diario de Cuba.

lunes, 15 de agosto de 2022

Cuba se está vaciando


Es una auténtica catástrofe. De mantenerse la actual estampida migratoria, para 2060 la población cubana podría reducirse a menos de tres millones de habitantes.

Y estoy siendo optimista. Saquemos cuentas: en los últimos ochos meses han entrado por la frontera sur de Estados Unidos más de 140.000 mil cubanos. La mayor crisis migratoria de la historia en la Isla. A ese paso, la cifra podría superar los 220.000 inmigrantes en el actual año fiscal estadounidense.

Si multiplicamos 200.000 por cuarenta años el resultado serían ocho millones de compatriotas que estarían huyendo de la miseria, las promesas incumplidas de un fracasado 'socialismo próspero y sostenible' y la suicida consigna de patria o muerte entonada por el castrismo.

Los preocupantes datos solo recogen la emigración hacia Estados Unidos. Si le añadimos los cientos de miles de cubanos que están yéndose del manicomio político y económico y escapando a cualquier país de cualquier continente, los pronósticos podrían reducirse en cuatro o cinco años.

A ese ritmo, es muy probable que si la dictadura verde olivo lograra sobrevivir y conmemorar el centenario de la revolución de Fidel Castro en la antigua Plaza Cívica, tendría que movilizar a miles personas de otras provincias para llenar la explanada frente a la tribuna.

En ese hipotético contexto, tal vez no habría disidentes ni periodistas independientes, pues estarían presos o exiliados. La casta gobernante, generales de las fuerzas armadas, el voluminoso bloque de burócratas, intelectuales aduladores y soplones de barrio, si quieren seguir desayunando, merendando, almorzando y cenando (y mantener sus voluminosas fisonomías), tendrían que coger guatacas y ponerse a sembrar en los campos.

Créanme, no es una broma. Cuba se está vaciando. Como un viejo balón de fútbol que se desinfla. Son demasiados los problemas y no se vislumbran soluciones.

Comer arroz, frijoles y una vianda hervida se ha convertido en un lujo para un segmento amplio de la ciudadanía. Como promedio, un cubano hace tres horas diarias de colas. No hay medicamentos en las farmacias ni algodón, esparadrapo y vendas en los hospitales. En una ciudad de dos millones y medio de habitantes como La Habana, que antes de 1959 con la mitad de la población tenía una flota de 2,200 ómnibus de transporte público, ahora funcionan alrededor de 340.

A eso súmele los molestos apagones, que en algunas provincias se extienden entre ocho y diez horas, por el día o por la noche y madrugada. Y por si fuera poco el calvario, los medios estatales y la propaganda del partido comunista se han construido un país virtual inexistente.

Los dirigentes cubanos son una pésima parodia de Cantinflas, pero obesos. A Miguel Díaz Canel le gusta alardear de tener una intensa agenda de trabajo y aparentar el don de la ubicuidad. Recorre la isla de punta a cabo. Reuniones hoy y mañana también. Pero nada resuelve. Una y otra vez repite palabras gastadas, frases del difunto Fidel Castro o consignas que a la población les resbalan como “resistencia creativa” , “arrancarle un pedacito a los problemas” o la “limonada es la base de todo”.

Irene, filóloga, asegura que por higiene mental no lee la prensa nacional ni ve los noticieros de televisión excepto cuando se avecina un huracán. “Como si no fuera suficiente con la vida de mierda que llevamos para tener que aguantar a esa partida de barrigones. Solo en un sistema como el cubano pueden gobernar funcionarios tan inútiles. En cualquier país medianamente democrático estarían presos o habrían tenido que renunciar por incompetentes. Cuba se ha convertido en una pesadilla, por eso la gente se está yendo 'a pululu'. Espero emigrar a las Islas Turcas y Caicos, donde tengo buenos amigos. Mi plan es trabajar un tiempo y ver si puedo obtener la ciudadanía inglesa, ya que es un territorio británico de ultramar. Es un periplo profesional más largo para conseguir la meta final, los Estados Unidos. Pero soy joven y tengo el tiempo a mi favor”.

Cuando se le pregunta a Erich, estudiante universitario, cuál es su sueño, inmediatamente responde: “Obtener una beca en Estados Unidos, España u otra nación del primer mundo. Me da igual Australia, Israel o Corea del Sur. Rezo cada día para escapar de esta locura”.

Yuleisis, diseñadora, se decidió a vender su casa cuando supo que su prima y el novio habían cruzado a nado el Río Bravo. “Ya estoy en la yuma prima. Y camino de Miami. Decídete, que para luego es tarde. El ultimo que apague el Morro”, cuenta que le dijo su prima en una llamada audiovisual por WhatsApp. “El problema es que no hay dinero en la calle. Un montón de personas han vendido su casa. Y los precios han caído. Mi apartamento, que lo tengo bien cuidado, costaba 40 mil dólares hace unos meses atrás. Ahora lo estoy vendiendo en 28 mil y no aparece comprador. La próxima semana voy a rebajarlo a 20 mil dólares. No quiero quedarme atrapada aquí”.

Se marchan profesionales, estudiantes universitarios, obreros y campeones olímpicos como la jabalinista Osleidys Menéndez o el canoísta Fernando Dayán Jorge. En días recientes fue capturado en un intento de salida ilegal, según las autoridades cubanas, el boxeador matancero Andy Cruz, campeón olímpico en Tokio en 2021. Incluso personas de la tercera edad también quieren irse del país. No hace mucho llegó a la Florida una anciana de 85 años.

Eugenio 72 años, cirujano retirado, dice que vendió un auto de la era soviética para poder reparar el techo de su casa y darle de comer a la familia. “Nunca pensé emigrar y menos a esta edad. Pero mi hijo que reside en Estados Unidos quiere que su madre y yo nos vayamos de Cuba, que hasta 1959 fue una república con un desarrollo económico estable, pero se ha convertido en un verdadero desastre. Estamos haciendo los trámites de manera legal. No estoy para esos trotes de rifarme la vida en una balsa o en un periplo de miles de kilómetros desde Nicaragua hasta la frontera de Estados Unidos en México. Venderé la casa en el mejor precio posible para llegar con algún dinero”.

Olga, maestra jubilada que vive en condiciones de extrema pobreza, durante la cola para comprar el pan confiesa que ella sí jodida. "No tengo familia en el extranjero ni nadie que me mande un dólar. Tengo que dispararme a estos tipos (los del gobierno), sin papa y sin aceite. Si tuviera dinero, aunque voy a cumplir 70 años, me largaría de Cuba. Después de cuatro décadas de trabajo y sacrificios, el Estado me paga una pensión de 2,300 pesos que no me alcanza ni para comprar viandas”.

En su opinión, lo peor es que no se vislumbra una salida a la actual crisis económica y creciente inflación. “Mientras el país sea dirigido por los mismos de siempre, esto va a durar cien años y Cuba será gobernada por una pila de viejos, enfermos y locos. Por el camino que vamos, la isla se va a quedar vacía”, afirma Olga. Y no exagera. Las estadísticas espantan.

Iván García

lunes, 8 de agosto de 2022

Los muertos hablan en Cuba


Las astronómicas cifras de defunciones registradas en 2021 en Cuba por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) sugieren que las muertes por COVID fueron superiores en más de seis veces a las reportadas oficialmente por el gobierno.

Las muertes totales reportadas en Cuba en 2021 ascendieron a 167,645, lo que en comparación con el año anterior -cuando murieron 112,439 personas- representó un aumento de 55,206 fallecidos.

El dramático salto representa un exceso de mortalidad en comparación con años anteriores a la llegada del SARS-CoV-2 a Cuba y sugiere que las defunciones por coronavirus pudieran ser seis veces más que las cifras oficiales.

El científico cubano Amílcar Pérez Riverol había advertido sobre el tema: “¿Cuántos cubanos fallecieron realmente por COVID-19 en 2021 sobre todo por la ola de Delta?”, se preguntaba en Twitter, y adelantó la preparación de un análisis al respecto. “Pero datos oficiales (de la ONEI) sugieren claramente que fueron varios miles más (3-5X) que los 8,177 reportados ese año. O incluso que el total actual de 8,529”, agregó citando la cifra de fallecidos en 2021 más el total hasta la fecha.

El exceso de mortalidad es un indicador que incluye el total de muertes durante un periodo de crisis que exceden la cifra considerada como “normal”. Para determinar el exceso de mortalidad, se compara el número total de fallecimientos durante, por ejemplo, el pico epidémico con la tendencia histórica de un periodo precedente, libre de pandemia. El indicador ha sido útil para determinar el impacto real de la COVID en todo el mundo, más allá de las estadísticas dadas en su momento y que dependen de pruebas de diagnóstico que no siempre pueden realizarse.

Partiendo del exceso de mortalidad, expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estiman que 14,9 millones de muertes pueden asociarse a la pandemia. La cifra incluye los 6,2 millones de decesos oficiales por COVID notificados a la OMS por sus 194 países miembros.

Para comprender el salto abrupto en los fallecimientos en Cuba, CiberCuba tomó de muestra cómo se comportaron las defunciones en los cinco años previos a la pandemia, una vez más, partiendo de las estadísticas de la ONEI. En específico, se tomó como referente la diferencia entre un año y el anterior, desde 2014 hasta 2019 y luego se comparó con la diferencia de los fallecimientos entre 2020 y 2021.

En 2015, por ejemplo, murieron en Cuba 3,361 personas más que en 2014; mientras que de 2015 al 17 (ante la falta de cifras correspondientes a 2016) murieron 7,258 más, mostrando una tendencia ascendente, con tasas de 9,15 muertes por cada mil habitantes en 2019 hasta incrementarse a 15,0 en 2021. Es decir, que cada año mueren más personas en Cuba que el anterior.

La sumatoria de las diferencias entre un año y otro desde 2014 hasta 2019 resulta en 12,750 fallecidos, esto es la cuarta parte de lo que aumentaron de 2020 a 2021. El promedio de esa suma se ubica en unas 2,550 defunciones.

Sin embargo, en 2021 se registraron 55,206 fallecimientos más que en 2020, de los cuales, y siguiendo la cifra promedio anual, 2,550 pudieron estar asociados a enfermedades, accidentes o causas naturales que nada tienen que ver con la pandemia, como sucedía hasta 2019. Lo anterior deja un total de 52,656 muertes, cifra 6.4 veces superior a las 8,177 reportadas en 2021 como defunciones por coronavirus ese año. Esto no quiere decir que las 52,656 personas murieron porque se contagiaron de COVID, sino que se relacionan además con la saturación hospitalaria asociada al coronavirus.

A partir de marzo de 2021 la situación sanitaria se tornó compleja. Denuncias de pobladores y médicos en la provincia de Matanzas apuntaban a un aumento de contagios, de desarrollo hacia formas graves del virus y de fallecimientos por COVID. A principios de abril, las autoridades del MINSAP confirmaron la presencia en la isla de dos nuevas y más letales cepas de coronavirus, californiana (cuyo nombre científico es B.1.427/B.1.429), la sudafricana (Beta) y, más tarde, la de India (Delta).

Antes de finalizar el mes, el ministro cubano de Salud José Ángel Portal Miranda, aseguraba que la provincia de Matanzas tenía “una tasa de letalidad por encima de la del mundo y por encima de la de las Américas", recalcó sin aportar datos. También los residentes en Granma se quejaban en redes sociales, incluido el personal sanitario, ya fuera abiertamente o protegidos por un seudónimo antes las amenazas de las autoridades que, en casos como el del doctor Alexander Jesús Figueredo Izaguirre, terminaron con la pérdida de un ser querido, la expulsión laboral y la inhabilitación para el ejercicio de la Medicina.

Lo anterior sería el vaticinio de la debacle que estaba por acontecer en el sistema de salud pública y que se extiende por siete meses. Comenzaron a multiplicarse reportes de fallecimientos en centros de aislamiento y en los hogares, de falta de ambulancias, medicamentos, PCR, medios de protección y oxígeno que desembocaron en las multitudinarias protestas del 11 de julio y en las denuncias de cerca de medio centenar de galenos en Holguín los días 15 y 18 de agosto de 2021.

Una semana antes, el ministro Portal Miranda anunciaba que la letalidad del coronavirus en la provincia de Holguín era de 0.87 y estaba por encima de la media del país. Por tanto, "el riesgo de morir aquí en Holguín es más alto", dijo. Ciego de Ávila también experimentó un colapso en los servicios sanitario y funerario, mientras que Guantánamo registró un incremento de la mortalidad por COVID-19, durante julio y la primera quincena de agosto, reportándose 901 muertes al cierre del séptimo mes del año y entre 60 y 80 fallecimientos diarios a principios del octavo.

La norma antes del COVID oscilaba entre seis y 12 defunciones, indicó en televisión local el director de Servicios Comunales, Ihosvanys Fernández, quien agregó que los primeros cinco días de agosto habían muerto 200 personas, sin poder explicar el exceso de defunciones.

Cubanos en varias provincias denunciaban la realización de enterramientos masivos, mientras la prensa estatal negaba la existencia de fosas colectivas que se construyeron para poder dar sepultura a los miles que morían a diario. El 19 de julio, Cuba alcanzó la tasa de infección per cápita más alta de COVID en las Américas (55 personas contagiadas por cada 100 mil) y el 20 de julio, el Ministerio de Salud Pública dejó de ofrecer detalles sobre los fallecidos, ante el aumento de decesos. Nunca informaron cuántos médicos y personal sanitario murieron en la Isla por coronavirus.

A mediados de agosto, el sitio oficial del MINSAP advertía, a partir de estudios del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), que en Cuba la variante delta había “sustituido a la Beta, con un incremento sostenido a partir del mes de junio”, convirtiéndose en “la cepa predominante, detectándose su presencia en todas las provincias cubanas. Hasta el 15 de agosto, Delta ocupaba el 92% de las muestras procesadas en el mes”, agregaba el texto.

El número más elevado de contagios en un día fue publicado el 24 de agosto y ascendió a 9,907. Hasta ese momento, habían muerto 4,710 personas a consecuencia del coronavirus en el país. La cifra ronda la diferencia de los fallecidos entre 2009 y 2010, tras el paso por la isla del virus H1N1, y entre 2013 y 2014, luego de la aparición en América Latina de la chikungunya y el zika y de un aumento de los casos de dengue. En ambos casos, las muertes registradas excedieron las cuatro mil en comparación con el año precedente, que representa casi la mitad del total de 8,529 muertes confirmadas por COVID hasta la fecha.

Pero volviendo a 2021, hay otra agravante en el descenso de población según la ONEI. La disminución de la natalidad, cifrada en 5,942 menos que en 2020, entre otras causas por el aumento de la tasa de mortalidad infantil a 7,6 por mil nacidos vivos y por la inestabilidad económica, política y social en la isla. De ahí que, con 55 mil y tantas muertes de más y casi seis mil nacimientos menos, la población total de Cuba, que en 2020 era de 11,193,470 habitantes, se redujera a 11,113,215 de cubanos en 2021, es decir, 68,380 menos en ese año.

Y este indicador es precisamente otro motivo de preocupación. La tasa de mortalidad del mundo muestra un decrecimiento sostenido, amen del incremento esperado a consecuencia de las muertes asociadas a la pandemia. Sin embargo, el patrón de las defunciones en Cuba ano tras año, va in crescendo. ¿Por qué la tasa de mortalidad de Cuba (al margen de 2021) no para de subir? Este sería otro análisis que, en algún momento, habría que abordar.

Amarelle Grimal
CiberCuba, 18 de mayo de 2022.

lunes, 1 de agosto de 2022

La muerte de un hombre gris


La noticia de la muerte del general de división Luis Alberto Rodríguez López-Calleja tomó a todos por sorpresa. Se esperaba al menos que sobreviviera a la cuadrilla de capitostes octogenarios y nonagenarios de la «generación histórica». De alguna forma, López-Calleja se vislumbraba como uno de los futuros posibles de Cuba. Durante mucho tiempo acumuló suficiente autoridad e influencia para ganarse tal augurio. Sin embargo, en la mañana de este viernes 1 de julio de 2022 falleció, según la versión oficial, debido a «un paro respiratorio», tal como, por otra parte, no deja de ocurrir en todas las muertes. Quien era uno de los hombres más poderosos y enigmáticos del país tenía 62 años.

Durante años se especuló sobre qué tan importante era la figura de López-Calleja dentro de los herméticos salones de la corte dictatorial cubana. La oposición interna y el exilio tardaron bastante en señalarlo como el gran administrador del régimen. De cualquier manera, él supo mantenerse alejado del ojo público, tras el impenetrable muro de silencios que guarda los secretos de la élite cubana.

El candidato más probable a eminencia gris del poscastrismo, especie de mayoral financiero en las sombras, el hombre que, en teoría, dirigió tras bambalinas la mascarada del capitalismo de Estado isleño, murió como vivió: sin muchos aspavientos, dejándonos todas las preguntas y ninguna respuesta. Su primer legado es la sospecha.

De él se conoce que nació en Villa Clara y que estudió Relaciones Internacionales en la Unión Soviética para a continuación sumarse al departamento de Contrainteligencia del Ministerio del Interior y luego participar en la misión militar cubana en Angola. Se sabe, además, que fue esposo de Deborah Castro Espín, con quien tuvo dos hijos. Por supuesto, su vínculo con la familia Castro se mantuvo tras el divorcio. En 1996, López-Calleja fue elegido por su exsuegro para dirigir el Grupo de Administración Empresarial S.A (GAESA): el conglomerado empresarial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Los datos respaldan la teoría de que el aprecio de Raúl Castro hacia López-Calleja no dependió exclusivamente del lazo familiar. GAESA, el brazo económico del Ejército, ha garantizado en buena medida el poder político de la cúpula militar cubana.

Tras la enfermedad de Fidel Castro y el ascenso de su hermano como principal figura política del país, el holding militar extendió sus tentáculos y se apoderó de la gran mayoría del sector turístico, los puertos, las gasolineras, las constructoras, los servicios aduanales, el comercio electrónico, las tiendas minoristas, y de prácticamente todos los sectores importantes de la economía en Cuba. En teoría —otra vez—, casi cada centavo que entraba o salía de la isla era supervisado por él.

López-Calleja perteneció a la fracción política que, en tiempos del «deshielo bilateral» promovido por Barack Obama, fueron etiquetados como «tecnócratas no pertenecientes a la generación histórica», entre los que también se encontraba Miguel Díaz-Canel (también nacido en Villa Clara, por cierto). Estos estaban, supuestamente, llamados al reformismo, a jubilar de una vez por todas a la envejecida cúpula de mandamases del Partido Comunista. Sin embargo, nadie se atrevió a cumplir semejante papel histórico. Mientras Díaz-Canel ha gobernado con métodos cada vez más explícitamente violentos, López-Calleja no cejó en el empeño de ampliar y perfeccionar la estructura que sostiene una verdadera oligarquía militar-empresarial.

Más allá de la cúpula castrista, nadie cuenta con suficiente información que avale todo lo que se ha dicho de Luis Alberto Rodríguez López-Calleja. En vida fue el blanco de teorías que dábamos por ciertas, sostenidas por algunas filtraciones y por la imagen asociada al cargo que ocupaba, pero nunca entendimos del todo quién fue y hasta dónde llegaba realmente su poder. Su muerte deja vacante, en apariencia, el lugar de eminencia gris, del titiritero detrás del titiritero, al menos en el ámbito económico. ¿Quién lo sustituirá? ¿Era realmente López-Calleja ese cerebro maestro que muchos hemos imaginado?

En estos días llueven las especulaciones. Identificar a una eminencia gris es un ejercicio arduo, pues en su naturaleza está el ocultarse tan bien como para nunca revelar el alcance real de su influencia. Si entendiéramos la estructura del poder como una matrioshka, la eminencia gris vendría a ser la última del juego, las figura más pequeña y oculta.

El caso paradigmático —que sirvió para acuñar el término— es el del padre José (François Leclerc du Tremblay), un austero monje capuchino que fue secretario del cardenal Richelieu. Durante mucho tiempo se popularizó la idea de que el cardenal era absoluto responsable de las intrigas y las decisiones políticas en la corte francesa a inicios del siglo XVII, cuando en realidad era el padre José quien dictaba a oídos de Richelieu los destinos del reino. Hay otros ejemplos, incluso más populares gracias a la historiografía y la literatura, como el de Fouché o el de Talleyrand en la Francia de Napoleón, el de Goebbels durante el Tercer Reich, o el de Séneca, consejero del emperador Nerón.

Todos comparten el haber movido los hilos políticos y/o económicos al interior de sistemas autoritarios donde el poder visible se concentraba en la figura de un dictador o líder de facultades omnímodas. Todos, además, fueron astutos a la hora de esquivar las letales intrigas y los celos pertinaces en las respectivas cortes. Sin embargo, algunos de ellos, a última hora, se precipitaron en sus decisiones, fueron traicionados por su propio ego, o se expusieron en demasía. En algunos casos, el peligro mayor fue sorteado, sin otra consecuencia que la pérdida del favor del gobernante. En otros, la imprudencia se pagó con la muerte.

Sabemos que López-Calleja murió justo cuando empezaba ganar un lugar como figura pública; quién sabe si movido por su propio ego o en cumplimiento de alguna disimulada estrategia política de alto nivel —lo que ciertamente hubiera podido ser la misma cosa. Apenas en 2021 apareció en los medios oficiales de la isla como «asesor» del presidente, diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y miembro formal del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista. Además, fue reconocida de manera abierta su posición como cabeza de GAESA. El hombre que hasta entonces había trabajado en las sombras, y de quien solo se conocían dos o tres fotos y algún video filtrado, comenzó a presentarse en las reuniones y ceremonias oficiales. Aunque en segundo plano, por supuesto. El aparato propagandístico del régimen no tuvo oportunidad de hacerlo alguien reconocible por el pueblo.

Fue por eso que su fallecimiento solo levantó indiferencia entre una ciudadanía que sabía poco o nada de él. Algunos, un tanto más enterados, han mostrado incluso su alegría. En Internet circulan profecías acerca de la debacle castrista que sobrevendrá con la muerte del tecnócrata en jefe. Hay quien habla de complejas redistribuciones de poder; hay quien ha echado a correr la hipótesis de un ajuste de cuentas. Sin embargo, tales versiones conspiranoicas no responden, por el momento, a otra cosa que no sean los deseos de ver fraccionada la élite política y militar cubana.

Bien mirado, resulta bastante probable que Luis Alberto Rodríguez López-Calleja no fuese el principal operador político en las profundidades del poder cubano, y que en ese juego secreto su estrella palideciera —aun en pleno poscastrismo o post-socialismo cubano— ante, por ejemplo, la de una antigualla como José Ramón Machado Ventura, zar impenitente del Partido, Fouché de la vieja guardia, quien a sus 91 años concurrió, junto a Díaz-Canel y al propio Raúl Castro, a honras fúnebres.

Tal vez el presidente ejecutivo de GAESA solo fue un buen administrador, alguien cuyo máximo talento residió en guardar mejor que nadie los secretos y los caudales de sus jefes. La única certeza que sobre López-Calleja tenemos es que en vida prefirió pasar como un hombre gris. Por el momento, en la muerte, no es más que la sombra de una sombra.

Darío Alejandro Alemán
El Estornudo, 4 de julio de 2022.
Foto: Luis Alberto Rodríguez López-Calleja (Santa Clara 1960-La Habana 2022). Tomada de la Agencia Cubana de Noticias.

lunes, 25 de julio de 2022

Ni Patria ni Vida


Recientemente, Televisión Azteca, de México, presentó el documental Cuba: Ni Patria Ni Vida, de la periodista y presentadora mexicana Carolina Rocha, en el que se muestran las imágenes de la Cuba que no ven los turistas, una isla lacerada por 63 años de comunismo.

En una entrevista para la televisora, en la que promocionó el material, Rocha habló de las precariedades de los cubanos, que no tienen acceso a productos básicos como el aseo, la comida y las medicinas, incluso con dinero en la mano aquellos que reciben remesas.

El audiovisual, grabado con celular en mano, capturó las graves consecuencias que para los cubanos y para el país trajo la llamada “revolución” de Fidel Castro, que “implementó el comunismo como modelo económico, y con el que destruyó todo a su paso”.

“Ni Patria Ni Vida muestra la desesperanza y la pobreza, tan cotidianas y tan desconocidas de Cuba”, dijo Rocha, quien aseguró sentirse sorprendida por una realidad que se ha repetido durante décadas. “Todos sabemos que en Cuba se pasa hambre, que hay carestía. Es algo que escuchas siempre pero que no había podido ver”.

La presentadora, que llegó a la isla como turista, explicó que desde su llegada al aeropuerto supo que algo no estaba bien. “El primer día salí a correr y vi filas y filas de personas. Fue ahí que comencé a grabar”. Carolina Rocha no se quedó solo con las imágenes que obtuvo en La Habana.

La periodista mexicana se fue al campo cubano y entrevistó a los campesinos, esos que casi nunca salen en las postales turísticas. “Tratamos de retratar la realidad cubana que nunca conoce el turista. El turista va y se queda en el hotel y visita los lugares planificados”, explicó, y agregó que si hubiera hecho lo que los visitantes extranjeros hacen de manera regular “jamás me hubiera dado cuenta que hay hambre, que no hay productos, que no hay pasta de dientes, por ejemplo”.

Rocha reclamó también que el gobierno de Cuba culpe al embargo de todo lo que sucede en el país, pues “el no comercio con Estados Unidos no te lleva a políticas internas como Estado” a la hora de pagarle a los campesinos, de prohibir la libertad de expresión, de no permitir la empresa privada. “Ahora mismo hay una crisis humanitaria en la isla”, sentenció.

La escritora cubana Zoé Valdés celebró el documental de Carolina Rocha y lo calificó de “excelente”, ya que “muestra la realidad de Cuba actual, y las carencias que con el tiempo se han ido agravando, pero que existen desde mediados de los años 60”. Y agradeció “el buen tino” de la realizadora de no quedarse en “La Habana y de irse al campo, donde los verdaderos «artistas» son los campesinos”, quienes “con un esfuerzo sobrehumano, trabajan de sol a sol para dar de comer al pueblo, y no tienen pelos en la lengua a la hora de hablar”.

Asimismo, la escritora acotó que “resulta muy ilustrativo que sean los campesinos los que mejor se expresen en el documental comparados con los únicos dos intelectuales que se manifiestan: el socialista Rafael Rojas, que votó en México por AMLO, o sea, por destruir a México, y que además tiene casa en Miami; y el otro socialista, Leonardo Padura, que muy cínicamente habla de los jóvenes que se tienen que ir, cuando él sólo regresa a la isla, autorizado, cómo no, por el régimen, a marcar la tarjeta para no perder su casa de Mantilla y para filmar este tipo de documentales, el resto del año se la pasa viajando; este es el amiguito de la ex guerrillera Dilma Rousseff, que ocupó la presidencia de Brasil, y del corrupto Lula da Silva, al que fue a visitar en la cárcel por orden expresa de Raúl Castro”.

Cubanet, 1 de junio de 2022.
Leer también: El Síndrome del Impostor.


lunes, 18 de julio de 2022

Los contrarrevolucionarios están en el Comité Central


En el artículo Es necesaria otra Revolución, afirmaba que una revolución es una transformación radical de las estructuras de una sociedad y que, por tanto, hace más de 50 años que no la hay en Cuba. Revolución fue la que llevó a cabo durante los primeros nueve años, el liderato que tomó el poder en Cuba en 1959. Entonces, ¿por qué los que gobiernan siguen hablando en nombre de algo que hace tanto tiempo dejó de existir?

La pregunta solo tiene una respuesta y muy simple: para ocultar, tras esa palabra, lo que realmente comenzó a existir en Cuba: una tiranía. Como el modelo económico surgido es disfuncional –lo confesó el propio Fidel Castro poco antes de morir: "no sirve ni para los cubanos"–, ese liderato lo único que hizo durante los siguientes cincuenta y tantos años, cada vez que la soga les apretaba el cuello, no fueron más que reformas, palabra que significa "cambiar la forma", solo para lograr un respiro, pero dejando la esencia intacta. La tiranía sigue siendo tiranía, y nada ha sacado a la población de todas sus calamidades.

Pero ya muy pocos creen en sus reformas. Se trata de cambiarlo "todo" para no tener que cambiar nada, o todo lo más, realizar temerosas e insuficientes concesiones, como intentando salvar la vida de alguien que agoniza por deshidratación con las dosis de un gotero y no con una botella. Además, cuando ven que el moribundo tiene algún signo de recuperación, le retiran el gotero como han hecho muchas veces. O sea, las reformas tienen, generalmente, un corto plazo de vida, porque ya ha cumplido el objetivo que buscaban (dar alguna esperanza para aplacar los ánimos, acompañándolas, por supuesto, con el consabido éxodo masivo).

¿Qué son, entonces, esos a los que se les llama "contrarrevolucionarios"? Si no hay revolución, no puede haber contrarrevolucionarios. Si se les llama así a los opositores porque quieren cambiar radicalmente las estructuras de ese sistema que ha devenido en tiranía, entonces, por definición, los verdaderos revolucionarios son esos opositores, gústele o no a quienes gobiernan y gústele o no a quienes se le oponen. ¿Quieren o no esos opositores cambiar radicalmente ese sistema? Pues eso se llama revolución.

Basta ya de engaños y vamos a hablar el idioma español correctamente. No le sigamos el juego a quienes trastocan los términos como estrategia de propaganda. En Cuba no hay contrarrevolucionarios, y si los hay, están en el Comité Central del Partido Comunista y no tras los barrotes de las cárceles, si tenemos en cuenta que quienes se apoderaron del poder en Cuba traicionaron los ideales de esa Revolución por la que dieron su sangre tantos cubanos.

No solo por negarse a restituir la Constitución del 40 y a celebrar elecciones libres, sino además por no satisfacer demandas sociales de aquella Carta Magna, como poner fin a los latifundios y repartir las tierras entre los campesinos, pues ni eliminaron los latifundios ni repartieron las tierras, sino que convirtieron los latifundios en estatales al absorber el Estado el 70% de las tierras cultivables, por lo que se convirtió en el único y más grande terrateniente que ha existido en nuestra historia.

No dejen los opositores que les llamen "contrarrevolucionarios", un término que acompañaban de otro, "gusanos", un epíteto que los nazis endilgaban a los judíos. De ahí lo tomaron. Fue un invento de Joseph Goebbels, el jefe tenebroso de la propaganda de Hitler.

Pensándolo bien, ¿qué de malo tiene un gusano? ¿No es un animalito laborioso creador de la fina seda? El gran sabio chino de hace 2.400 años, Lao Tse, decía que cuando el gusano creía que ya todo estaba perdido, atrapado inerte en el capullo, era cuando más cerca estaba de alcanzarlo todo, porque "lo que él llamaba muerte, el mundo lo llama mariposa". La mariposa es el símbolo de la transfiguración, el símbolo de la libertad que los cubanos deberíamos poner en todas partes, porque representa el destino de la Cuba nueva.

Así que, aunque podríamos igualmente rechazar ese mote de "gusano", podríamos también tomarles la palabra, pero en vez de verlo como lo que es hoy, verlo en lo que llegará a ser y hacer lo que los gusanos saben hacer: romper el capullo y alzar el vuelo en un maravilloso mundo alado de muchos colores.

Ariel Hidalgo
14ymedio, 3 de junio de 2022.
Foto: Tercer pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba el 16 de diciembre de 2021. Tomada de 14ymedio.

martes, 12 de julio de 2022

El caso de Lázaro Yuri Valle Roca



Tiranía y verdad no se llevan bien, por eso el líder del proyecto comunicativo Delibera, Lázaro Yuri Valle Roca, permanece preso en Cuba, a la espera de juicio, y varios periodistas son amedrentados y detenidos cada mes. Sobre Valle Roca pesa una petición fiscal de seis años de privación de libertad, por cubrir el lanzamiento de octavillas en la céntrica calle Zanja de La Habana, el 14 de junio de 2021.

Los papeles lanzados al aire, que acabaron en el hirviente asfalto, reproducían frases de José Martí y Antonio Maceo, dos patriotas que al castrismo conviene citar de vez en vez, excepto si se trata de frases como: "Se va, por la excesiva protección a los pobres, a un estado socialista que sería a poco un estado corrompido, y luego un estado tiránico". Ceguera total ahí. Solo en la calcificada utopía del colectivismo es posible semejante paradoja: citar al Héroe Nacional, puede llevarte a la cárcel.

Como parte del caso de las octavillas de Zanja, también están detenidos los activistas Alien Tijerino, a quien las autoridades piden cinco años de prisión, e Ignacio Arias, Yusniel Milián y Ruslan Hernández, todos con petición de tres años. La esposa de Lázaro Yuri, Eralidis Frómeta, denunció que el periodista independiente lleva más de 230 días tras las rejas. Desde el 16 de mayo "la tiranía de Castro debe poner fecha al amañado y manipulado juicio contra mi esposo", subrayó Frómeta en referencia al término legal que la Petición Fiscal daba para definir una fecha de juicio.

La última vez que supo de su esposo, tenía lesiones en los labios, posiblemente a causa de algún trastorno epidérmico. "En la última visita y lo dejé con una pronunciada inflamación en la parte izquierda de la cara y úlceras en la boca", dijo a Radio y Televisión Martí. Habló con él nuevamente y seguía igual. "Le pregunté si podría ser un problema dental, un absceso, y me dijo que no. Cuando lo vi el viernes, ya él llevaba varios días así, y hasta el día de hoy no ha recibido asistencia médica por parte del régimen penitenciario del Combinado del Este, ni al menos un diagnóstico para conocer la causa de esa inflamación en la cara".

Eralidis saca una olla del fregadero. Contiene un líquido oscuro en el fondo: es la infusión que hace regularmente con tilo para calmar sus nervios. "Todo esto me tiene enferma". Y señala que a su esposo lo han provocado, buscando peleas con otros reclusos, presuntamente enviados por la policía política.

Valle se encuentra recluido desde el 29 de julio pasado en la cárcel Combinado del Este, de La Habana, considerada la mayor prisión de la Isla, después de permanecer en los calabozos de Villa Marista, cuartel general de la Seguridad del Estado. "Como saben que Yuri es inocente, están tratando de crearle un delito dentro de la cárcel para encausarlo por ahí", considera Frómeta, mientras su madre susurra que todo está en manos de Dios.

El 3 de mayo, Día Mundial de la Libertad de Prensa, el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ por sus siglas en inglés) recordó en sus redes sociales a varios "trabajadores de la prensa encarcelados en represalia por su trabajo", entre ellos, al cubano Lázaro Yuri Valle Roca. La ONG Artículo 19 denunció que el reportero "ha sido víctima de incomunicación, limitaciones en la duración de las llamadas con su familia; ha sido castigado al impedirle salir de su celda por negarse a gritar consignas a favor de la Revolución cuando los guardias lo requieren, además de no haber recibido la atención médica especializada que necesitaba y aún necesita, a pesar de tener una severa afectación en los riñones".

Según la Fiscalía, Valle Roca habría filmado, editado y publicado más de 500 octavillas con diferentes diseños que fueron esparcidas por el viento en junio de 2021 en la céntrica calle Zanja. El documento de la Petición Fiscal, firmado por Sailehs Montero, dice que las proclamas buscaban "confundir e incitar al pueblo a reclamar derechos ya logrados por la Revolución cubana, tales como 'el pueblo exige elecciones libres, el pueblo exige democracia', 'libertad para los presos políticos y de conciencia', 'PNR- MININT-DSE no más represión, luchen del lado correcto, no más dictadura, hermano alza tu voz, llegó la hora, abajo el comunismo, Patria, Libertad y Vida'". ¿Derechos ya logrados por la Revolución cubana?

La magistrada Montero no pude haber escrito una pieza más fácil de desmontar: tres semanas después de las octavillas en Zanja, miles de cubanos en decenas de localidades del país, tomaron las calles el 11 y 12 de julio con el grito casi unánime de ¡Libertad!.

A pesar de que, como Churchill sentenciara, el peor enemigo del socialismo es la realidad, debemos aceptar que los hooligans ideológicos no advierten a veces la evidencia que les rodea. Así, el texto elaborado por la Fiscalía seguía asegurando que frases de Maceo y Martí como "La libertad se conquista con el filo del machete. No se pide; mendigar derechos es propio de cobardes, incapaces de ejercitarlos", o "Donde no hay equidad ni respeto a todas las opiniones, no hay Patria sino una dictadura", son malinterpretadas, pues Cuba vive en un contexto totalmente distinto a cuando estaba bajo dominio español.

El respeto a la vida, la propiedad y la libertad pueden rastrearse hoy en la acción de un periodista como Lázaro Yuri Valle Roca como en textos martianos. Los derechos individuales se defienden hoy frente al sátrapa autóctono, como siglos atrás ante el déspota extranjero. La distinción es el nombre de aquellos que ponen sus fuerzas para honrar la libertad que otros quieren trucidar.

Yoe Suárez
Diario de Cuba, 18 de mayo de 2022.
Foto: Lázaro Yuri Valle Roca y su esposa Eralidis Frómeta.
Nota.- Agradezco a Yoe Suárez y a Diario de Cuba por escribir y publicar sobre mi primo Yuri. Donde quiera que sus almas estén, también se lo agradecerán su madre Lydia Roca Antúnez, mi prima Lydia y sus abuelos maternos, Dulce María Antúnez Aragón y Blas Roca Calderío, mis tíos Dulce y Blas.

lunes, 4 de julio de 2022

El calvario de los disidentes cubanos



Por escribir esta nota, si el régimen lo estima pertinente, me puede abrir un proceso y sancionarme hasta veinte años de cárcel, según la vigente Ley 88 aprobada en febrero de 1999. Por cobrar el pago de mis colaboraciones en Diario Las Américas, de acuerdo al nuevo Código Penal, puedo ser condenado a diez años de prisión.

Si en las redes sociales dejara este comentario: “Simplemente porque son enemigos de Estados Unidos, su enemigo, el régimen cubano apoya a una dictadura de opereta en Nicaragua, es aliado de una nación que transgrede los derechos de los homosexuales como Rusia y de un manicomio autocrático como Corea del Norte", el castigo puede variar, según quien lo juzgue, desde una multa de tres mil pesos, de acuerdo a la Ley 370, o tres años de sanción penal si me aplican la Ley 35.

Los colegas que editan en La Habana el periódico digital 14ymedio, además de aplicarle cualquiera de las leyes vigentes que intentan amordazar al periodismo independiente, pueden recibir una sanción auxiliar por ‘afectar la paz mundial’ o cualquiera de las necedades jurídicas implementadas para castigar la libertad de expresión en Cuba.

No me considero un héroe. Pero desde que comencé a escribir en diciembre de 1995 en la agencia de prensa independiente Cuba Press, dirigida por el formidable poeta y periodista Raúl Rivero, fallecido el 6 de noviembre de 2021 en Miami, asumo las consecuencias por mi forma de pensar.

Si algo nunca le ha faltado a los que se oponen al castrismo son leyes y sanciones que prometen largos años de prisión e incluso la pena de muerte.

Por tanto, el nuevo Código Penal, donde se amplían las regulaciones contra la disidencia, es más de lo mismo. Otro mensaje de ida y vuelta del régimen para avisarnos que vivimos al filo de la navaja. Que tenemos pocas opciones para defendernos. Si nos abren un proceso, ni el mejor abogado del mundo puede impedir que vayamos a la cárcel: las sanciones a los opositores son preestablecidas por el Estado.

Desde hace años decidí ser transparente. Mi opinión de que Cuba, más temprano que tarde, iniciará el camino hacia la democracia, siempre la he escrito y firmado con mi nombre y apellido en los medios digitales e impresos donde he publicado hace más de 25 años.

Soy un periodista incómodo. No tengo compromisos con ningún grupo opositor ni ninguna corriente política. Mi compromiso es con el periodismo. Reconozco que el nuevo Código Penal aprobado intimida a un sector de la oposición y del periodismo libre. Y ante la perspectiva de futuras sanciones penales deciden abandonar el país.

Cuando un opositor entra en el radar de la Seguridad del Estado, el acoso es bestial. La hostilidad de la policía política afecta a su familia, amigos y vecinos del barrio. Casi todos los activistas y reporteros que han abandonado el país fueron detenidos múltiples veces, sufrieron prisión y fueron acosados de innumerables formas.

Camila Acosta, periodista independiente, ha sido desalojada hasta ocho veces de la casa alquilada donde vivía, debido a la presión ejercida por la Seguridad del Estado a sus dueños. Luz Escobar ha sido obligada por la Seguridad del Estado a prisión domiciliaria forzosa en su propio hogar.

La represión en Cuba es constante. Por ello, opositores y periodistas se ha marchado de su patria o están preparando las maletas, en particular los más jóvenes.

Actualmente la oposición interna y el periodismo sin mordaza viven horas bajas. Cuando usted charla con cualquier disidente, te comenta sus planes de emigrar.

Como el programa de refugiados políticos de la Embajada de Estados Unidos en La Habana no está funcionando hace varios años, los activistas trazan su itinerario como cualquier inmigrante irregular, intentando llegar a la frontera sur de Estados Unidos y allí solicitar asilo o cruzar de forma ilegal.

Recuerdo el caso de Ramón Arboláez, de Villa Clara, enfermo de cáncer, quien en 2016 huyó de Cuba con su esposa y dos hijos, hostigado por la policía política. Gracias a la gestión de Maite Luna, reportera de Miami y el seguimiento de Diario Las Américas, recibió una visa humanitaria después de haber estado dos meses varado en México.

El opositor José Daniel Ferrer, los artistas Luis Manuel Otero, Maykel Osorbo y el periodista independiente Lázaro Yuri Valle Roca, llevan meses en prisión sin ser enjuiciados. A los cuatro el régimen les ha planteado cambiar la cárcel por el exilio. No lo han aceptado. La activista Anamely Ramos es víctima de destierro político en el siglo XXI.

Los disidentes en la Isla la tienen cada vez más difícil. Al igual que la inmensa mayoría de los cubanos, sufren la crisis económica, inflación en alza desabastecimiento generalizado. Tienen que hacer colas de horas para comprar un paquete de pollo o una bolsa de detergente. El estado de salud de varios veteranos opositores es frágil.

Juan González Febles, periodista independiente que el pasado 21 de mayo cumplió 72 años, padece de demencia senil e incontinencia urinaria. “Él y su esposa Ana Torricella, también periodista independiente, están pasando tremenda hambre”, me dice un amigo común. Febles y Luis Cino fundaron en noviembre de 2007 el periódico digital Primavera Digital, que tuvo también una edición impresa a partir de junio de 2012, con una tirada semanal.

En Cuba, los disidentes y periodistas independientes no cuentan con protección laboral, no tienen derecho a bajas por enfermedad, a coger vacaciones ni tampoco a jubilarse. Un ejemplo es el de mi madre, Tania Quintero Antúnez, nacida en La Habana en 1942, y desde noviembre de 2003 residente en Suiza como refugiada política. En agosto de 1959, con solo 17 años, ella comenzó a trabajar. Cuando el 4 de abril de 1996, a los 54 años de edad, la expulsaron del ICRT, donde se desempeñaba como reportera de los Servicios Informativos de la Televisión Cubana, por haberse convertido en periodista independiente de Cuba Press, por la borda tiraron 37 años de trabajo en instituciones pertenecientes al Estado. No le pagaron ni un centavo de la jubilación a la cual por leyes nacionales e internacionales tenía derecho.

Algunos mueren en la indigencia. Vladimiro Roca, destacado opositor que en 1997, junto a Martha Beatriz, René Gómez Manzano y Félix Bonne Carcassés (en 2017 falleció de un infarto, ciego y olvidado), fue uno de los redactores de La Patria es de Todos, vendió la residencia que tenía en Nuevo Vedado y se mudó a un pequeño y caluroso apartamento. Con el dinero por la venta de la casa sufraga su vejez.

Luis Cino, 62 años, brillante articulista, vive al límite. Cuida a una tía enferma y mantiene a su familia con un salario que ronda los 15 mil pesos mensuales, pero debido a la creciente inflación apenas le alcanza para comer. “Si yo, que gano casi cuatro veces el salario promedio en Cuba, me las veo negras, imagínate aquéllos que ganan menos o sus pensiones son inferiores. Tengo amigos y vecinos que se acuestan sin comer”.

Ni la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), ni el Comité de Protección a Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), ni Reporteros sin Fronteras (RSF) disponen de presupuestos que permitan hacerle llegar estipendios o subsidios a periodistas que viven en regímenes dictatoriales, tienen que abandonar sus países porque sus vidas corren peligro o por sus edades o problemas de salud han dejado de escribir.

Hace unos años, en Estados Unidos funcionaba un programa, a cargo de exiliados cubanos, que cada dos o tres meses enviaba paquetes de comida, aseo y medicamentos a los disidentes con más necesidades en Cuba. Por razones que desconozco fue abolido, ya no existe.

Debido a las penurias económicas y las amenazas constantes de ir encarcelados, opositores de más de 60 y 70 años están emigrando. “Es preferible estar en un Home en Miami que vivir sin saber qué vas a comer en Cuba y con la Seguridad acosándote las veinticuatro horas”, confiesa un activista de Santiago de Cuba, que al residir lejos de La Habana, no es conocido. Muchos compatriotas en la diáspora, de su propio bolsillo, ayudan a disidentes en la Isla. Pero se necesita algo más que altruismo.

Iván García
Foto: Lisset Naranjo Girón, opositora y Dama de Blanco, fallecida en La Habana el 10 de abril de 2021 a los 36 años, después de una vida de pobreza, enfermedad y represión. Como escribió el fotógrafo y activista Claudio Fuentes en su Facebook, de donde se tomó la foto, "la desprotección de los disidentes y presos políticos en Cuba no es sólo responsabilidad del castrismo". Hubiera querido hacer un montaje y poner también la foto de una Lisset saludable, pues era una negra bonita. Al no saber hacerlo, decidí poner la imagen de ella enferma en su casa, en malas condiciones. Algo muy triste, pero real (Tania Quintero).

lunes, 27 de junio de 2022

Vestirse en Cuba, otro dolor de cabeza


La Vía Blanca, una carretera de cuatro carriles y 138 kilómetros de longitud, conecta a La Habana con Matanzas, cruza por industrias alrededor del puerto y serpentea por playas en la costa norte. La Vía Blanca sirve de frontera entre los municipios Guanabacoa y Regla, probablemente donde más se practican las religiones afrocubanas. Justo en el semáforo que divide ambos municipios, a la izquierda, se encuentra Regla, un poblado marítimo de poco más de 43 mil habitantes al otro lado de la Bahía habanera.

Después del mediodía, la gente escapa del feroz calor sentándose en un parque donde corre una brisa cargada de salitre que adormece. A un costado de la iglesia y muy cerca del muelle, se encuentra una tienda privada. En la capital existen muchas similares. Suelen funcionar en salas y habitaciones de viviendas familiares. Las de más calibre tienen probadores con espejos, armarios atestados de prendas femeninas y masculinas de vestir y anaqueles con calzado deportivo. La oferta es variada. A precios siderales venden ropa de marca comprada en Miami, Panamá o Cancún y a menor costo, toda clase de pacotillas. Los pulgueros, en las afueras de la ciudad, suelen ser más baratos.

Por eso Marta, pediatra de 60 años y su hija, fueron desde Marianao, donde residen, hasta un tenderete en Regla buscando precios asequibles. “A partir de 1959, vestirse en Cuba ha sido un problema. En 1962 implantaron dos libretas de racionamiento, una de alimentos y otra de productos industriales. La de alimentos sigue vigente, pero la otra desapareció a fines de la década de 1980. Por la libreta de productos industriales se podia adquirir una muda de ropa y un par de zapatos al año, fueras mujer, hombre o niño. También ropa interior y cepillos de dientes, entre otros artículos de producción nacional, todos de baja calidad y pésimo diseño", recuerda la doctora.

Poco después, la oferta mejoraría con la apertura de una red de comercios denominados Mercado Paralelo, que además de alimentos, a precios altos vendía ropas y zapatos de regular calidad importados de la Unión Soviética, Bulgaria, Polonia, Albania, Hungría, Checoslovaquia y otros países socialistas de la Europa del Este.

Pero las tiendas estatales siempre tuvieron la competencia del mercado negro. René, ex marinero, cuenta que “la tripulación del barco mercante en que yo trabajaba compraba bultos de ropa a precios de saldo en la zona del Canal de Panamá. Cualquier cosa que compráramos, gafas, pañuelos de cabeza o chancletas, las vendíamos diez veces más caro al regresar a la isla. En aquella época el gobierno cotizaba a uno por uno el dólar. A los marineros nos daban un estipendio que era una miseria pero lo reinvertíamos en comprar pacotillas. Había gente que te daba el dinero para que le compraras un televisor a color o un ventilador”.

Otra forma que tenían los cubanos para proveerse de ropa y calzado era conseguir dólares en el mercado negro, arriesgándose a ir a prisión porque era una moneda prohibida (Fidel Castro despenalizó el dólar el 26 de julo de 1993). En los 80 un dólar se cotizaba entre 4 y 7 pesos. Con esos dólares se contactaba a un estudiante o un técnico extranjero, incluso a diplomáticos, quienes a cambio de dinero, te compraban mercancías en las tiendas exclusivas que ellos funcionaban en Cuba.

Julio, residente en Kentucky, aclara que fue por esa época cuando surgió la palabra jinetero, posteriormente asociada a la prostitución. “Los cambistas de dinero merodeábamos por las inmediaciones del Vedado a la caza de turistas. Les ofrecíamos comprar dólares a mejor precio que el Estado. En las cajas de los hoteles les daban un peso por cada dólar y los jineteros de entonces les ofrecíamos 6 o 7 pesos por cada dólar. Después negociaba con un estudiante africano, de los miles que estudiaban en el país, para que me comprara pacotillas por cantidad. Por cada dólar que me compraba le daba dos pesos. Un pitusa (jean) que costaba 7 dólares lo vendía en 120 o 150 pesos. Igual hacía con aquellas camisas 'bacterias (hawaiana). A las zapatillas (tenis) de suela gorda le sacaba hasta 100 pesos de ganancias en cada par que vendía. Era un negocio super lucrativo. Eso sí, tenías que hilar fino. Si te pillaba la policía, te sancionaban de cuatro a seis años de cárcel”, rememora Julio.

Jorge, ex modisto, expresa que “los cubanos vestíamos de forma horrible. Vivíamos en una burbuja, no existía internet y vestir a la moda no era una prioridad. La mayoría de los jóvenes andaban con botas rusas y usaban horribles pantalones hechos en Cuba”. En su opinión, el comienzo de los vuelos de la comunidad cubana asentada en la Florida marcó un antes y un después en los gustos y tendencias a la hora vestir de la población en la Isla.

"No es que nuestros compatriotas tuvieran buen gusto ni vistieran de etiqueta, por lo general era lo contrario. Pero esa ropa sencilla visualmente era atractiva. Hoy mucha gente se escandalizaría, pero el concepto de vestir a la moda en ese momento era sinónimo de un par de tenis, un vaquero o un short fosforescente y un pulóver con la imagen de Bruce Lee. Esa vestimenta se impuso en Cuba por los envíos de paquetes de parientes y amigos o eran compradas en el mercado negro, pero era de más calidad que la ofertada en las tiendas estatales. A partir de los 80, el gobierno quiso darles más visibilidad y protagonismo a los diseñadores locales de moda. No sé logró mucho: los cubanos continuaron vistiéndose con lo que podían conseguir. La moda la marcaba lo que la gente veía en filmes y revistas foráneas", subraya Jorge.

En 1990, ya con el Período Especial, una aguda crisis económica con apagones de doce horas y una comida caliente al día, en un congreso femenino, Fidel Castro aconsejó conservar por mucho tiempo la ropa, porque “vendría una etapa compleja donde el Estado no podrá distribuir ropa ni calzado”. Así fue. Desaparecida la libreta de productos industriales que anualmente garantizaba una muda de ropa y un par de zapatos, para vestirse y calzarse, los cubanos tienen que pagar precios de escándalo.

Dinorah, administradora de una tienda comisionista, reconoce que desde hace más de treinta de años, el Estado no puede garantizar un suministro estable y a precios módicos de ropa y calzado. “La opción más barata era importar contenedores de ropa reciclada o de segunda mano que se vendía en determinados establecimientos. Pero desde hace tres años dejaron de importarse y venderse. Ahora donde se puede adquirir ropa y calzado de uso es en las 'ventas de garaje' que los particulares montan en sus casas. Ropa y calzado nuevo, solamente en las tiendas por divisas o que te lo manden de afuera. Los ciudadanos tienen que 'inventar' si quieren estar bien vestidos”.

Yaima, empleada bancaria y madre de tres hijos, afirma que “en mi familia, las piezas de vestir, así como las sábanas, toallas y manteles son usados de una generación a otra. Cuando mi hija cumplió los 15, solo pude regalarle un vestido y un par de zapatos. Si comer en Cuba es una odisea, vestirse es un dolor de cabeza”.

Los precios en el mercado negro son estratosféricos. Un calzado deportivo pirata no baja de 5 mil pesos, el salario mensual de un profesional. Javier, alumno de secundaria, dice que “un par de tenis Converse original puede costar 10 u 11 mil pesos. Y unos Nike 20 mil pesos”. Daimara, estudiante universitaria, señala que “marcas baratas en el mundo como Shein o Zara, en el mercado informal habanero las venden tres o cuatro veces más caras que su valor de costo. Es una locura”.

Volvamos a la doctora Marta y su hija. Después de recorrer varios tenderetes privados en Regla, salieron con las manos vacías. "Vamos a las tiendas alejadas del centro de La Habana para comprar a mejor precio, pero todo se ha puesto muy caro. Es que cada vez que sube el dólar o el euro en el mercado informal, no solo suben precios de los alimentos también los de la ropa ”, confiesan.

Mientras esperan un ómnibus en una parada de la Vía Blanca, Marta comenta que van a ir al pulguero de La Cuevita, en San Miguel del Padrón, porque les dijeron que "allí todavía se consigue ropa barata". Ojalá tengan suerte.

Iván García
Foto: Comprando ropa de segunda mano en una 'venta de garaje' en La Habana. Tomada de ADN Cuba.

lunes, 20 de junio de 2022

El caos del transporte público en La Habana



Cuando la alarma del teléfono móvil empieza a sonar justo a las cuatro y treinta de la madrugada, cuenta Rubén, 41 años, estibador en un almacén de víveres, enciende el horno para tostar dos rebanadas de pan de molde que guarda en la nevera. Luego de afeitarse, desayuna café recalentado y tostadas con pasta de ají elaborada por su esposa.

A la cinco de la mañana camina seis cuadras hasta la parada de ómnibus. Cuando llega, prende un cigarro mientras revisa su muro de Facebook en el móvil. “Antes que se agudizara la crisis del transporte en La Habana, el P-9, que me lleva al trabajo, pasaba a las cinco y media. Pero desde hace un año puede demorar dos o tres horas”, dice Rubén, quien trabaja en el municipio Marianao, al oeste de la ciudad, a más de quince kilómetros de donde reside.

En un ómnibus público el viaje suele demorar cuarenta y cinco minutos. Si va en taxis colectivos treinta minutos. “Donde pincho (trabajo) no tenemos transporte obrero. Cada cual va por su cuenta. Un tiempo atrás cogía taxis particulares. Cuatro en total, dos para ir y dos para regresar. Gastaba 40 pesos diarios. Pero ahora el precio de los taxis se ha disparado. La ida y la vuelta me salen en 200 o 300 pesos. Y cada vez es más difícil alquilar un taxi. En ir de mi casa y regresar del trabajo invierto cuatro o cinco horas diarias. Es una locura”, indica Rubén.

Desde el otoño de 2019, con el inicio de la ‘situación coyuntural’, un eufemismo del régimen para minimizar la feroz crisis económica, el transporte urbano en Cuba es una auténtica pesadilla. Ya sea por déficit de combustible o de divisas para adquirir piezas de repuestos y renovar la envejecida flota de ómnibus y taxis estatales, el transporte público en la Isla siempre fue una asignatura suspensa del gobierno.

Antes de 1959, La Habana, con un millón 200 mil habitantes, y con una dimensión territorial mucho mayor que ahora, pues a ella pertenecían las actuales provincias de Artemisa y Mayabeque, disponía de más de 2,100 ómnibus. En 1953, al transporte capitalino se habían incorporado 630 ómnibus británicos Leyland, importados por la compañía Autobuses Modernos, y más de 1,500 guaguas de diferentes modelos y marcas, entre ellas General Motors, pertenecientes a la Cooperativa de Ómnibus Aliados (COA), las dos empresas encargadas de la transportación pública en la ciudad. Por sus asfaltadas vías circulaban más de 3,500 autos, particulares o utilizados como taxis.

Además, existían numerosas líneas de autobuses interprovinciales como La Flecha de Oro, Ómnibus Menéndez, Ómnibus Libres S.A., Amarillas S.A., La Estrella del Sur, Únicos de Cárdenas, La Cubana y La Ranchuelera, entre otras. En febrero de 1955, la COA inauguraba un servicio interprovincial de lujo conocido como la Ruta 80, con aire acondicionado y ventanillas panorámicas. Cada una de estas líneas tenía varias salidas diarias hacia distintas ciudades de la isla.

Tres años después, en 1958, la capital cubana disponía de 4,500 vehículos para el transporte urbano e interurbano. Esas facilidades de movilidad nacional, se complementaba con una extensa red ferroviaria (Cuba tiene ferrocarril desde 1837, primero que España), con itinerarios a todas las provincias y zonas apartadas del país. No menos importante era la existencia de cien aeropuertos públicos y privados, de los cuales cuatro eran internacionales: La Habana, Varadero, Camagüey y Santiago de Cuba.

“Entonces, viajar de La Habana a Pinar del Río, Matanzas, Las Villas, Camagüey u Oriente, era barato y cómodo. Si tenías licencia de conducir podías rentar un automóvil. Las condiciones de la Carretera Central, la Vía Blanca y otras autopistas eran inmejorables. En las ciudades del interior no era difícil desplazarse”, recuerda Hilario, tabaquero jubilado. Cuando Fidel Castro llegó al poder en enero de 1959, el transporte en la capital funcionaba con la precisión de un reloj suizo. “En horario pico, las rutas con más pasajeros, tenían una frecuencia de dos y tres minutos entre una y otra. Jamás en La Habana se vio a la gente colgando en las puertas de los ómnibus o encima del techo como sucedió en años posteriores”, rememora Hilario.

Néstor, ex jefe de turno en la terminal de ómnibus del Diezmero, en el municipio de San Miguel del Padrón, considera que el “gran error del gobierno fue nacionalizar las dos empresas de ómnibus, la COA y Autobuses Modernos. Lo que funciona bien no se toca, a no ser que sea para mejorar, que no fue el caso. La COA era una cooperativa donde los dueños eran los propios choferes. Se debió reforzar esa modalidad de cooperativa, que incluso es afín al modelo socialista. Pero el gobierno optó por desmantelarlas y crear Ómnibus Metropolitanos de La Habana con un descomunal aparato burocrático que jamás funcionó. Al aumentar el número de habitantes -actualmente en la capital viven más de dos millones y medio de personas-, el esquema de transportación se vio desbordado por la creciente demanda” , afirma y explica:

“En la década de 1950, sin contar La Habana campo, en la capital residían de 700 mil a 800 mil habitantes. Pero en los 80, ya vivían más de dos millones. La flota, de unas 2,500 guaguas, la componían ómnibus japoneses Hino, Ikarus de Hungría y Girón ensamblados en Cuba. De la terminal del Diezmero salía la ruta 10, que junto con las rutas 2 (Párraga) y 4 (Mantilla) eran las de mayor demanda. A pesar de tener una frecuencia cada tres minutos en hora pico, esas tres rutas viajaban atestadas de pasajeros”.

Acerca de la debacle del transporte público en La Habana, Néstor opina que la causa principal fue "la mala planificación por parte de los gestores de transporte y por creer que la capital iba a tener otras alternativas de transportación como trenes suburbanos. El servicio de taxis, que se renovó en los años 70 con automóviles comprados en Argentina, comenzó a debilitarse. La futura construcción de un metro con asistencia de la antigua URSS y Corea del Norte fue un cuento chino del gobierno”.

Con la caída del comunismo soviético en 1991, Cuba dejó de recibir miles de millones de rublos anuales en subsidios. En la década de 1990, coincidiendo con el llamado "Período Especial en Tiempos de Paz", una guerra sin el rugir de los cañones, el transporte público quebró en La Habana y en el resto del país.

Tras la victoria electoral de Hugo Chávez en Venezuela, los hermanos Castro diseñaron una alianza política y económica con el paracaidista de Barinas que les proporcionó más de cien mil barriles diarios de petróleo a cambio de médicos, entrenadores deportivos y asesores militares.

Celso, empleado de la terminal de ómnibus del Calvario, en Arroyo Naranjo, al sur de La Habana, relata que “dejamos de transportar pasajeros en los incómodos y calurosos 'camellos' (un remolque acoplado a un camión dónde viajaban más de 300 personas apretujadas como sardinas en lata), porque el Estado diseñó una estrategia de 16 rutas principales, con la letra P, y otras 40 rutas denominadas 'alimentadoras', con la letra A. Los ruteros P, en teoría, debían tener una frecuencia entre cuatro y siete minutos en hora pico. Cada una de las 16 rutas contaría con 30 autobuses articulados. Las rutas alimentadoras funcionarían de quince a treinta minutos en horario de máxima demanda y eran las encargadas de transportar a los pasajeros al interior de los barrios. Pero todo quedó en buenas intenciones. En 2006 comenzaron a rodar los primeros ómnibus articulados, pero por el deterioro de las calles, exceso de pasajeros, déficit de piezas de recambio y otros factores, al poco tiempo el esquema de transportación se fue al garete. Desde hace un año, de las 780 a 850 guaguas que deben funcionar para mantener un mínimo de servicio, funcionan alrededor de 440”.

Según un especialista, La Habana necesita un parque de 2,800 ómnibus, como mínimo, para cubrir todas las rutas. Y no menos de 7 mil taxis diariamente circulando. “Lo ideal sería un metro, como el de Santo Domingo, en la República Dominicana, pero es muy costoso. Construir cada kilometro soterrado cuesta millones de dólares. La opción pudiera ser un metrorail parecido al de Miami y complementarlo con una red de trenes suburbanos. Pero esos proyectos necesitarían de una inversión inicial de mil millones de dólares”. Sin solución a corto ni mediano plazo, Rubén, estibador en un almacén habanero, seguirá demorándose varias horas en ir al trabajo y luego regresar a su casa.

Iván García
Foto: Tratando de subir a un ómnibus en la Plaza de la Revolución de La Habana. Tomada de Cubacute.

lunes, 13 de junio de 2022

Brindis por la mujer del Almendares


Esa mujer que el jueves 5 de mayo de 2022 golpeó el asfalto, lanzándose desde el puente sobre el río Almendares, en La Habana, es un tajo en el alma de Cuba, maltrecha de inxilios, como el suyo, aunque nunca haya gritado a favor o en contra del gobierno, pero sufriendo lenta agonía. Con magulladuras dolorosas y exhalando en el hospital, cuya burocracia anotó otro óbito.

No sabemos cómo se llamaba, qué edad tenía, si dejó huérfanos, dónde vivía, dónde creció, estudió, trabajó, amó y sufrió hasta el drama de elegir esa frontera entre El Vedado y el Reparto Kohly, para saltar a la nada, dejando un testimonio de desesperación, que desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí duele a una isla donde las mujeres sufren la peor parte del drama colectivo de pobreza, desigualdad y represión.

Todo suicidio es un grito, un reclamo, una culpa, una venganza de quien no pudo o no quiso seguir viviendo, pero necesita comunicar su partida, que es su forma de decir no me sigan, pero no me olviden. Perdónenme, quiéranme un poquito y quiéranse mucho, aunque yo no lo conseguí, pero me habría gustado.

Tampoco faltarán versiones interesadas en asegurar que estaba loca, que padecía de los nervios. Incluso que se mató porque le negaron la visa para entrar a Estados Unidos. Sonajeros habituales de Radio Bemba, cuando la sinrazón quiere evadirse y echa a andar enemigos rumores, silenciando zonas dolorosas. nunca atribuidas al socialismo, sino al adversario.

¡Qué mas da! El sistema falla cada vez que un cubano se quita la vida, aunque policías y 'factores' de su barrio anden ahora indagando sobre sus últimos días para favorecer un relato acomodaticio al poder, incluidas veladas insinuaciones sobre la personalidad de la suicida, por si llegara a ser conveniente asesinar su reputación, aun después de muerta.

Esa mujer sin nombre, tendida a la entrada del Bosque de La Habana, descalza y con las piernas abiertas, mientras otra la socorre, pudo ser cualquiera de los cubanos que sufren. Pero fue ella, la que eligió suicidarse entre el primero de mayo y el Día de las Madres, cuando unos llorarán su trágica partida y otros cruzarán el Puente Almendares con flores, cakes y besos.

Carlos Cabrera
CiberCuba, 6 de mayo de 2022.

Video: La cubana Elaine de Valero en Se fue, de Raúl Torres (Bayamo, 1966), canción que el autor interpretara a dúo con Pablo Milanés.