lunes, 8 de diciembre de 2014

A los negros nos dejaron la calle



Mi vecina, una mulata que todos los días intenta pasar por blanca, no deja de recordarle a Secundino, de una familia negra a la que llaman Los muchos, que “gracias a la Revolución” ellos son personas.

Tatiana, descendiente de haitianos -según ella- aclara: “Con los negros la vida es más sabrosa, pero con los blancos es más fácil. El negro cubano no deja de aguantar el palo, el blanco cuando la cosa se le pone dura coge y se larga.”

Katia, rubia de 24 años, afirma que "los cubanos somos racistas, me dicen blanca sucia, puerca y petrolera porque me gusta 'la pinta', mis mejores amigos son niches. Para mi familia, soy la oveja negra, la única de las hembras que manchó el expediente, porque tuve hijos prietos”.

Testimonios como éstos indican que el racismo vive en Cuba entre el grito y el silencio. La Revolución que tanto defendieran los poetas Nicolás Guillen y Marcelino Arozarena y el haitiano René Depestre, desde una “poesía sin color”, desactivó la lucha frontal contra el racismo en nombre de preservar la “unidad nacional”.

Denunciar el racismo se castiga. Bajo el rótulo de preservar la ficticia unidad, la inquisición revolucionaria continúa aplazando la discusión de la problemática racial. El discurso político no deja de ser una fe cínica, exportable en las voces de poetas leales como Nancy Morejón y Miguel Barnet, del economista Esteban Morales, de los periodistas Serafín Quiñones y Pedro de la Hoz.

Quienes defienden la idea de que el tema racial es una problemática que amenaza la seguridad nacional, no mencionan la ausencia de empoderamiento de negros y mestizos en la economía emergente.

Julián Cabrera, trabajador por cuenta propia, comenta: “A negros y mestizos la bolsa de trabajo se nos hace difícil. De nada vale que muchos seamos profesionales, hayamos ido a la universidad, seamos militantes del Partido. Somos confiables para vigilar, para reprimir, para agitar a las masas. Cuentan con nosotros para reuniones del Partido o del sindicato, pero para participar de la riqueza, de eso nada, a los negros les dejaron la calle”.

Tras el impulso del trabajo por cuenta propia, las criadas han regresado con fuerza a las mansiones de las élites revolucionarias y los nuevos ricos de La Habana, y la mayoría suelen ser mujeres negras. La labor de carretillero, zapatero remendón, sereno, portero, reparador de fosas sépticas, recolector de materias primas, cuidador de baños públicos, son reservados para los negros, sin contar los oficios de proxenetas, pingueros o mendigos.

Gracias al racismo, los negros cubanos no han dejado de ejercer los trabajos más duros y violentos, han sido los pasajeros indocumentados de la historia de Cuba. Sus vidas continúan siendo una marcha forzada.

Texto y foto: Juan Antonio Madrazo Luna
Cubanet, 31 de julio de 2014.

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