lunes, 9 de febrero de 2015

Indemnizaciones deben ser borrón y cuenta nueva, opinan cubanos



Si la española Rosara, otrora dueña de una propiedad inmobiliaria en el populoso barrio habanero de La Víbora, tuviera que negociar con el Estado cubano una compensación económica por la confiscación de un edificio de ocho apartamentos y una farmacia, recibiría una sorpresa.

El diablo está en los detalles. Los hermanos Castro, previendo que en cualquier momento el fin del embargo podría llegar, encargaron a un equipo de expertos un detallado estudio sobre el importe a cobrar por ‘daños económicos provocados por el gobierno de Washington’.

Según la autocracia insular, el cheque a desembolsar por el vecino del Norte supera el millón de millones de dólares. Convoyado con las pérdidas económicas, el régimen adicionó tres mil muertos que, aseguran, perdieron sus vidas por ‘actos terroristas de la CIA y grupos contrarrevolucionarios financiados por la Casa Blanca’.

El capítulo de las compensaciones financieras a empresas propiedad de estadounidenses y cubanos que hoy son ciudadanos de esa nación, promete ser todo un culebrón por entregas.

Pocas horas después de que Barack Obama y Raúl Castro decidieran restablecer relaciones diplomáticas tras 56 años de tensiones políticas, los bufetes jurídicos estadounidenses reabrieron múltiples querellas contra el régimen verde olivo.

La cifra a pagar varía, sumando intereses, entre 7 y 20 mil millones de dólares. El viejo zorro de Fidel Castro subió la parada. Y considera que los yanquis deben pagar diez veces más.

A la espera de un rifirrafe donde solo ganarán dinero los abogados (Cuba tiene las arcas públicas en números rojos y Estados Unidos tomará a chacota esa suma bodeguera de Castro), mucha gente de a pie opina que esas deudas debieran ser borrón y cuenta nueva.

Carlos, alumno de bachillerato, desconoce el trasfondo del embargo económico y considera “que Estados Unidos lo implantó para castigar a Fidel por hacer una revolución socialista a 90 millas de sus costas”.

En las escuelas cubanas no se estudia por qué Fidel Castro expropió compañías estadounidenses y cubanas y no las indemnizó. Incluso, se desconoce que en 1968, en un delirio de absolutismo, el barbudo incautó bodegas, puestos de fritas y chinchales de zapateros, entre otros pequeños negocios particulares.

Pero volvamos al edificio Rosara, construido en 1957 y el cual desde su inauguración no recibe una mano de pintura. Emilio reside allí desde esa fecha y recuerda a la propietaria.

“Mi familia se mudó a finales de 1957. Mi padre era amigo de Rosara, una gallega afable. Además del edificio, construyó una farmacia y tenía planes de levantar varios inmuebles de apartamentos en las barriadas de La Víbora y Lawton, destinados a matrimonios de profesionales jóvenes. Pero llegó el comandante y mandó a parar. Si vive, debe ser muy anciana, tal vez ya murió, en España o Estados Unidos. Si su familia, con razón, se decide a reclamar una compensación, debe hacerla al Estado que no le pagó un centavo por la expropiación”.

Rogelio, otro inquilino, añade. “El edificio está desvencijado. Cada familia ha realizado arreglos por su cuenta. En la fachada del edificio la dueña colocó su nombre. Con el tiempo y por falta de mantenimiento, las letras de piedra se han desprendido. La azotea hubo que clausurarla, por peligro de derrumbe. Cuando se rompe el motor del agua, los vecinos hacemos una colecta para repararlo. El Estado nunca ha arreglado ni pintado el edificio. Casi todos los vecinos ahora son propietarios de sus apartamentos. Si Rosara o sus descendientes ven cómo está el inmueble, harían una donación para remozarlo”.

Durante años, como parte de una campaña taimada para atemorizar a los cubanos sobre las consecuencias de un cambio de sistema, una y otra vez el gobierno ha repetido que si la revolución desaparecía, la ‘mafia de Miami’ en tres días mataría a todos los cubanos que hubiesen colaborado con el régimen.

También la prensa oficial ha martillado con eso de que 'si los dueños un día regresaban a la Isla, desalojarían a los actuales inquilinos de sus casas'. Recuerden que al 85% de las familias, las autoridades les han entregado títulos de propiedad. Aunque ese discurso sonaba a propaganda de Corea del Norte, funcionaba entre los cubanos.

En repartos de la otrora burguesía como Nuevo Vedado, Miramar, Flores o Cubanacán, ex empleados domésticos de antiguos propietarios hoy son sus dueños. Pero son pocos. El gobierno tiene la propiedad del 75% de los inmuebles en esas zonas. En algunos radican sedes diplomáticas u organismos estatales. O son instalaciones turísticas o mansiones de ministros y generales.

En Jaimanitas, al oeste de La Habana, Fidel Castro, quien desalojó de Cuba a la pujante burguesía criolla y fustigó a las instituciones capitalistas, posee más de 40 residencias en una zona de acceso prohibido a la población. Al mejor estilo del Sultán de Brunei.

Iván García

Foto: Club Habana, en 5ta. Avenida y 182, en el antiguo Biltmore, hoy Reparto Flores . Hoy es una de las más exclusivas instalaciones turísticas de la capital, muy cerca de Jaimanitas, donde vive Fidel Castro con su familia. Antes de 1959, en el actual Club Habana radicó el Havana Biltmore Yacht and Country Club, construido en 1927 por Moenck y Quintana S.A., firma dedicada a la arquitectura e ingeniería civil, fundada ese año por los arquitectos cubanos Miguel Ángel Moenck y Nicolás Quintana. Hasta que llegó el comandante, mandó a parar y comenzó a destruir, la prestigiosa firma tuvo su sede en O'Reilly 407 entre Compostela y Aguacate, Habana Vieja (TQ).

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