Mediodía en La Habana. En un portal de la Calzada 10 de Octubre, dos jóvenes, después de saludarse con un beso en la cara al estilo gangsteril y cruzar sus manos como los ñáñigos de una secta Abakuá, charlan sobre lo que hicieron la noche anterior.
“Qué vuelta, aserecó”, saluda un negro alto con peinado estrafalario y un pañuelo de colorines enrollado en su mano izquierda. “Ahí, tirando mi ambia, a ver qué se pega. Oye, lancha, dónde te metiste anoche”, responde el amigo, con un short a cuadros y el torso tatuado.
“Ah, la que formé con Ranger el enmarañao y Robertico cara e mono. Nos tiramos en la disco con una bola de fula a reventar. Compramos dos cajas de tanque, enfory, un poco de polvo y dos tiras de píldoras. Nos espantamos un yayuyo y dos parkisonil por cabeza. El güiro se nos puso a toa mecha. Cuadré una macri, buti, la pinta de la propaganda del refresco de melón. Pero la perra la tiraba de primera. Mitad mujer, mitad tuerca. Tu sabe cómo e'tu paisano. Le metí to'el di tú por la boca. Le di sánzara toa la noche”, cuenta el prieto gesticulando, mascullando las palabras, casi ladrando.
“Yo andaba en un bisne con Titico el babalao. Luego estuve con el Sapo, que salió de la cana, y nos bajamo una pometa de salta pa’ tra. Me enredé con una enyenica que estaba soltá de humo por el capó. Se la tiré en estéreo. Dos de azúcar y tres de café”, alardea el amigo.
La traducción del diálogo, para los cubanos que residen fuera de la Isla hace treinta años, es más o menos la siguiente: Como estás. Bien, mi socio. Ayer estuve con Ranger el abakuá y Robertico cara de mono. Fuimos a una discoteca. Teníamos mucho dinero. Compramos dos cajas de cerveza, marihuana y pastillas. Fumamos una combinación de marihuana y polvo y tomamos parkisonil. Estábamos en las nubes. Ligué una blanca, gordita. En la cama era de primera. Gasté todo mi dinero con ella. Estuve haciendo el amor toda la noche.
La respuesta del amigo, traducido al castellano sería: Andaba en un negocio con Titico. Luego me encontré con el Sapo, que hace poco salió de prisión y nos tomamos una botella de ron de tercera. Ligué una muchacha que estaba muy buena. Lo hice bien en la cama.
Esa conversación, matizada de palabras obscenas, reproduce un cuadro vernáculo y habitual entre los cubanos de a pie , quienes hablan un español ríspido, entrecortado e incoherente.
Es el hombre nuevo que creó Fidel Castro. El tipo de corte y rasga. Pendenciero en la calle, machista y bullanguero. La colección social que no dice Buenos días y no respeta a las mujeres ni a los ancianos.
Según Noel, filólogo, es la cosecha que estamos recogiendo después del delirio político y la utopía de construir una sociedad diferente.
“Fidel Castro quiso tomar el cielo por asalto. El Señor y Señora fueron sustituidos por compañero o compañera. Las reglas de juego que se instauraron, en las cuales el progreso personal dependía del Estado, lo mismo para optar por un televisor que un reloj despertador, provocaron un ambiente laboral de chivatería. Por cualquier cosa, un colega de trabajo, un amigo o un vecino te delataba en instancias superiores. Se enseñó a odiar, al enemigo y al que piensa diferente. Debíamos disparar bien con un AKM. Pero la moral y la cultura quedaron rezagados a un segundo plano. Ahora, alarmado, Raúl Castro quiere rescatarlos. Me temo que es un poco tarde”, dice el filólogo.
Carlos, sociólogo, ofrece otro ángulo del asunto. “Qué se puede esperar de una sociedad donde sus dirigentes convirtieron la marginalidad y la chusmería en un estilo de vida. En las concentraciones la gente coreaba, Nikita, mariquita, lo que se da no se quita. O, Ae, ae, la chambelona, Nixon no tiene madre, porque lo parió una mona. Consignas y discursos oficiales repletos de agresividad e intolerancia no contribuyeron a formar buenos valores. Un país cuyo líder públicamente se ofendió porque el mandatario soviético negoció con Estados Unidos una salida a la Crisis de Octubre, evitando así un holocausto. La chusmería y la mediocridad fueron alentadas por los gobernantes. Desde los actos de repudio a los que se marchaban del país y a los disidentes, hasta los bailables populares y las pipas de cerveza en los barrios”, comenta el sociólogo.
Noel considera que el español que se habla hoy en Cuba está entre los peores de la América de habla hispana.
“Cuando usted oye hablar a un argentino, peruano, colombiano o costarricense, se da cuenta de hasta qué punto los cubanos hemos degradado el idioma. Se pudiera entender que un latinoamericano pobre y analfabeto hablara incorrectamente el castellano. Pero en un país donde el nivel promedio es de 12 grados y hay un millón de graduados universitarios, resulta patético la manera en que un segmento amplio de la población se expresa. Muchos no dominan más de 500 o 600 palabras y las faltas de ortografía abarcan a los profesionales”, argumenta el filólogo.
No pocos en la Isla se preguntan si hablamos español o cubano.
Iván García
Foto: Ernesto Pérez Chang. Tomada de Cubanet.
Los símios, nuestros parientes cercanos en el mundo animal, se comunican entre ellos com diferentes sonidos, muchos de ellos guturales. Eso no quiere decir que hablen.
ResponderEliminarAl que lo parió una mona fue Batista; mucho antes del accidente del 59.
El despetronque massivo, a partir de esa fecha, tiene mucho que ver com todo lo antes expuesto en el artículo.