Los domingos era el día más importante en la infancia de Nicolás, un fanático incorregible al cine, que ahora observa con nostalgia como una brigada estatal a brochazos retoca la fachada de un viejo cine de barrio en la calzada 10 de Octubre, reconvertido en escuela de acróbatas para el circo.
“Los desastres del gobierno son en todos los frentes: social, político y económico. Un tsunami. El destrozo y abandono de los cines es un exterminio cultural. No queda un cine de barrio en pie. Y las pocas salas que funcionan están en mal estado. Se salvan dos o tres. El resto es puro escombro”, señala mientras rememora la época de oro del cinematógrafo en Cuba.
“Solo en las zonas de Lawton y La Víbora habían nueve o diez cines de barrio. Todos los domingos iba con mis hermanos y mi madre a la matinée. Era una fiesta. La cultura y el amor por la lectura llegaron a través de la pantalla grande. Charles Chaplin, el Gordo y el Flaco, los dibujos animados de Disney, películas de vaqueros o samuráis… Un mundo maravilloso que fue despedazado por los actuales comisarios culturales”, acota Nicolás, un cinéfilo que puede recitar de memoria parlamentos de Lo que el viento se llevó o del mítico Vito Corleone en El Padrino.
En La Habana de 1958 existían más de 100 salas de cine. En la primavera de 2015 funcionan cinco salas en el circuito de la Calle 23 en El Vedado, el multicine Infanta en Centro Habana, Santa Catalina en 10 de Octubre y otra media docena de cines desperdigados por varios municipios de la capital.
Excepto las salas del Vedado y el cine Infanta, en el resto no funciona el aire acondicionado, los equipos de proyección presentan problemas técnicos, baños sucios o clausurados, butacas sin rellenos o espaldares y acomodadoras que no tienen linternas para guiar en la oscuridad a quienes asisten a ver una película.
Las autoridades culturales de la Isla, expertos en justificar, prometer o censurar, poco o nada han gestionado para reactivar el séptimo arte.
“Es una vergüenza lo que ha pasado con las salas de cine en Cuba. Eran más de 300 y funcionan menos de cuarenta. Visitar un cine era algo importante en nuestro país. No creo que el video o las nuevas tecnologías estén matando al cine. Es la desidia y el abandono oficial el culpable. Cuando se estrena una película cubana o en diciembre se realiza el Festival Latinoamericano, hay enormes colas para ver los filmes. Ahora los cines de barrios son almacenes de productos ociosos o se usan para obras de teatro”, cuenta Sergio, un jubilado que toda su vida trabajó proyectando películas.
La premiada escritora cubana Zoé Valdés, desde hace veinte años exiliada en Francia, en una entrevista que en 2013 concedió a Diario las Américas recordaba cómo descubrió el cine:
“Cuando se derrumbó el solar de La Habana Vieja donde vivía con mi madre y mi abuela el régimen nos albergó en un antro en la calle Montserrate. Dormíamos en literas apestosas de yute húmedo. No había baños para bañarse, entonces cada cual tenía que conseguir dónde hacerlo. Mi abuela habló con la taquillera del cine Actualidades para pedirle que nos permitiera usar el baño del cine. Allí nos aseamos unos doce o trece niños durante dos años, después hacíamos las tareas en las lunetas del cine antes que empezara la tanda de las seis. La taquillera nos dejaba ver películas gratis para adultos. A veces dormíamos en el cine, mi abuela tiraba las colchonetas en el piso. Lo malo era que después había que levantarse muy temprano, oscuro, de madrugada, porque las colchonetas no podían quedarse ahí durante el día”.
Cuando entre 1984 y 1988 laboró en el ICAIC, Zoé recordaría los filmes soviéticos y viejas cintas estadounidenses de su infancia. Fue guionista de la película Vidas Paralelas (1990) por la cual nunca cobró derechos de autor.
El escritor de Gibara, Guillermo Cabrera Infante, fue otro de los grandes prosistas cubanos que tuvo una relación especial con el cine. Sus crónicas y críticas cinematográficas firmadas como Caín forman parte de las cátedras de estudio del periodismo local. Pero ha llovido mucho desde entonces.
Para la nueva generación del verde caimán, es improbable que la pantalla grande sea génesis de una posterior obra cultural o literaria. Hay pocas salas, destartaladas en su mayoría y se suelen exhibir filmes de escasa calidad.
La gente prefiere ver películas en casa. La magia de asistir a una sala oscura o las matinées dominicales en un cine de barrio es cosa del pasado. Nostalgias que la autocracia de Fidel Castro sepultó. Como tantas otras.
Iván García
Foto del cine Actualidades, en la calle Monserrate, Habana Vieja, hecha por Camilo Ernesto Olivera Peidro. Tomada de Cubanet.
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