Entre mis chistes preferidos están los que tienen como personajes principales a ciudadanos de distintos países, y tratan de expresar la idiosincrasia y forma de ser del cubano comparado con aquéllos.
En esos chistes casi siempre figuran un ruso, un americano y un cubano, aunque depende de la naturaleza de la broma y su sentido político. A veces puedes incorporar a un alemán o un chino.
El más reciente, cuenta que los tres protagonistas se encuentran a las puertas del cielo, luego de haber muerto todos de envidia hacia el vecino. Los tres, en sus respectivos países, habían estado cerca de alguien que tenía casas, carros, dinero, mujeres, y ellos no lo habían podido soportar, pues vivían en una situación paupérrima.
San Pedro les pregunta qué quieren para su vida futura. El ruso y el americano responden que quieren que les den una oportunidad y que en la próxima vida los dejen probar aunque sea un pedacito de todo eso que tenía el prójimo envidiado. El cubano responde que en la próxima vida, lo que espera es que su vecino sea un pobre miserable que pase todo lo mismo que tuvo que soportar él.
El chiste resume en gran medida una de las nuevas formas de ser de muchos de nuestros coterráneos. Lejos de estar pendientes de cómo superarse y tratar de lograr su propio adelantamiento, se ponen a preocuparse sobre lo que tienen o no los demás.
Así vemos que uno delata al albañil porque se compró un motor para la bicicleta, y otro hace un anónimo contra una compañera de trabajo que usa zapatos del color de las carteras. También existen los que se quejan de los olores de la cafetería que inauguró un vecino o de la bulla del restaurante particular, obligando al dueño a alfombrar paredes, aunque eso no logre poner fin a las quejas.
Una de las causas de tales comportamientos, es el haber estado recibiendo durante tantos años, el mensaje de que quien prospera no lo logra arriesgándose, creando, innovando, desarrollando su lógica y su inteligencia -en una palabra, aportando a la sociedad–, sino que lo hace explotando a los demás. Por ello, se argumenta, a toda costa hay que impedir que las personas se enriquezcan. “Salirles al paso” y evitar que acumulen riquezas materiales.
Conviene aclarar que, en el caso de Cuba, “enriquecerse” no implica ser dueño de helicópteros, bancos ni casinos. En nuestro país, esa palabra se refiere a los que viven con cierta holgura: los que pueden comprar pomos de mayonesa, comer carne de res, pasar unos días en Varadero u otro centro turístico y poseer un auto propio, aunque se trate de un obsoleto “almendrón” de la década de 1950.
Toda persona que en la Isla posea un poco más de lo que posee el cubano promedio, ya crea un motivo para ser odiado, analizado por la policía o la Seguridad del Estado e incluso arrestado.
A nivel estatal se suelen tomar medidas contra las personas cuyas iniciativas generan algún tipo de riqueza: si la gente, como parte de su equipaje, trae ropa y artículos para vender a otros, se emiten normativas gubernamentales que limitan la cantidad de perfumes o calzoncillos que se pueden traer en un viaje.
A no ser en su primer viaje al exterior, si un cubano aprovecha una nueva salida y trae otro televisor, el Estado ha creado un mecanismo para cobrarle en divisas lo mismo que le costó, según la factura que es obligado acompañar. Ganan así más que productores, distribuidores y transportadores juntos.
Si usted vive en Cuba y piensa poner un negocio, fíjese primero quién lo va a envidiar y cuídese de que ese personaje no pueda delatarlo (o 'mandarlo a matar' con la policía, como en buen cubano se dice), porque puede perder lo que haya obtenido con su esfuerzo. Con lo duro que resulta conseguir cualquier cosa en la Isla, con los vecinos y el Estado en contra, todo es más duro aún.
Iris Lourdes Gómez García
Cubanet, 30 de noviembre de 2015.
los cubano ya no son envidioso
ResponderEliminardespues de la robo ilucion cubana
lo que son los cubanos ahora son
limosnero
cuando cubano eran envidioso
fue cuando trimfaron los barbudo
de lasierra en el ano 1959
apostaron por los castros
y perdieron todo a cuenta de nada
patria hambre y miseria hasta la muerte