Fue un proceso lento y angustioso con la policía en las ventanas y un calabozo en el horizonte. Una serventía que empezó con un lápiz o un bolígrafo, un pedazo de papel y pasó por los teclados y los rodillos heridos de las máquinas de escribir, esos pianos que hacían una música de hierro. Después llegaron los ordenadores y los teléfonos celulares.
Un viaje complejo, pero el periodismo independiente está ahí. Y es el que lo dice todo. Viene desde el siglo pasado y tuvo su origen en las notas de los activistas de derechos humanos para denunciar los maltratos a los presos políticos en los calabozos de la dictadura, sus vidas agobiadas por el hambre, las palizas y las humillaciones de los carceleros.
De esas reseñas, obligadas por el silencio de los panfletos oficiales y los miedos de los corresponsales extranjeros, se pasó a las noticias sobre la represión de la dictadura sobre el creciente movimiento opositor en todo el país, y de ahí a la crónica de la realidad cubana y a los comentarios y artículos de opinión sin control gubernamental.
Poco después, en la primera década de esta centuria, un tiempo que ahora parece antediluviano, muchos de aquellos comunicadores tenían la ensoñación de acercarse, en el plano ético y profesional, a lo mejor de la prensa brillante y libre que se desarrolló en la Cuba republicana.
Perseguido por la policía como hasta el día de hoy, atacado y descalificado por la atemorizada y mediocre guataquería gubernamental y otras malas hierbas telúricas, el periodismo alternativo cubano recibió enseguida el respaldo de comunicadores cubanos que vivían y trabajaban en el exilio de Miami y de España como Agustín Tamargo, Carlos Castañeda y Carlos Alberto Montaner.
Por otra parte, algunas de las principales instituciones internacionales que trabajan por la libertad de prensa -la Sociedad Interamericana de Prensa y Reporteros sin Fronteras- comenzaron a respaldar la labor de aquellos periodistas marginados y sin recursos que establecieron, en medio de la sorpresa y la indignación de los comunistas, una redacción en los territorios marginales de la sociedad.
Esa sala, ampliada y renovada por jóvenes reporteros, columnistas y blogueros, produce hoy revistas y periódicos, tiene espacios importantes en las redes sociales y en diarios y emisoras de radio. Algunos de sus redactores originales siguen frente a la misma mesa donde se sentaron en las jornadas iniciales del periodismo libre y son, por ejemplo, Jorge Olivera Castillo, Iván García Quintero, Luis Cino Álvarez, Víctor Manuel Domínguez, Tania Díaz Castro y Juan González Febles.
La dictadura está ahí, agarrada con desespero a las cortinas del baño de un capitalismo de llega y pon. Sigue erizada de cuchillos y avanza con muletas hacia lo hondo del año nuevo. Pero ellos, los que la retratan y le quitan los sombreros, a pesar de las palizas y los calabozos, también están. Y esa redacción no tiene hora de cierre.
Raúl Rivero
El Nuevo Herald, 10 de enero de 2015.
Foto: Uno de los talleres de periodismo que a fines de los años 90, Raúl Rivero impartía en casa de Ricardo González Alfonso, en la barriada habanera de Miramar, para los periodistas independientes de Cuba Press y de otras agencias de prensa. El primero a la izquierda, tomando nota, es Adolfo Fernández Saínz. Frente a él, Ricardo, con camisa de cuadros azules. Con pulóver blanco, Jorge Olivera, de Habana Press. La mujer rubia a la derecha es Álida Viso Bello. Al fondo, con la mano en la cabeza, Iván García. Tomada de Un monumento al periodismo independiente.
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