Diversas denominaciones religiosas cubanas han pasado de apestados a compasivos ‘opositores leales’.
Las reglas de juego son sencillas. Puedes montar una iglesia o predicar un fin de semana mientras no alebrestes a los devotos con capciosas opiniones políticas que pongan en entredicho a los intocables de la autocracia verde olivo. Si cumples a pie juntillas esa pauta, entonces puedes llegarte al Palacio de la Revolución y pedir una cita con Caridad Diego Bello, jefa de asuntos religiosos del Partido Comunista.
Después, los servicios especiales investigan a fondo las singularidades de la nueva orden. Una vez recibido el visto bueno, los líderes religiosos pueden convocar a sus fieles y abrir un templo, siempre y cuando se limiten a invocar a Dios y no mencionen que los Castro son culpables de la economía de guerra y una emigración en desbandada, entre otros males.
Con gran sinceridad, un evangélico habanero me contaba sobre las relaciones del Estado con la Iglesia: “Si tienen dudas de la fe que predicas estás frito. Estuve cuatro años esperando para que me aprobaran abrir un local en un edificio ruinoso. Los tipos de la Seguridad suelen asistir a las misas y comprobar de qué va la cosa. Si ven que todo está en orden, te dan el ok. Si no te sales del carril, las relaciones fluyen. Nosotros tenemos una cafetería que oferta comida rápida, una barbería y una quincalla donde vendemos amuletos religiosos. Mientras ellos consideren que el rebaño está entretenido, todo se puede negociar”.
Una ama de casa, practicante del espiritismo, aseguraba que el control del gobierno sobre las diversas creencias es casi absoluto y que nada escapa a la espontaneidad. "Me enrolé en un curso espiritista impartido por profesores brasileños. Las clases despertaron dudas en las autoridades. A los maestros no les dejaban entrar libros y otros materiales. Luego que se aclaró que no tenía carácter político, se autorizó el curso. Pero el Estado, de tan abarcador que es, se torna opresivo. Quienes quieran predicar, sea la creencia que sea, deben acatar las reglas y participar en reuniones con Caridad Diego en el Comité Central”.
Evangélicos, católicos o santeros deben plegarse al ucase estatal. La Iglesia católica cubana es un botón de muestra del giro estratégico del régimen en temas religiosos.
En 1960, un furioso Fidel Castro disgustado con la narrativa del clero nacional por las confiscaciones de la propiedad privada y el rumbo marxista de los barbudos, obligó a cientos de monjas y sacerdotes a abandonar el país. Durante 30 años, la Iglesia católica fue territorio hostil para el Estado. A los jóvenes que abiertamente profesaban cualquier creencia se les impedía acceder a carreras universitarias.
Hasta la fecha, Fidel Castro no ha ofrecido una disculpa pública por el acoso brutal a la religión en Cuba. El cambio de estrategia poco tiene que ver con remordimientos o una apertura a la libertad de credo.
Lo hizo por pura conveniencia política. El Muro de Berlín se vino abajo y el imperialismo soviético se tambaleó y el petróleo y los rublos dejaron de llegar a la Isla. El único apoyo sostenible era América Latina. El continente con mayor número de católicos en el mundo. Entonces se produjo el enroque, con el apoyo de sacerdotes latinoamericanos seguidores de la Teología de la Liberación, una doctrina que nació en el continente tras el Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín en 1968.
A los actuales líderes religiosos cubanos, el Estado no les pide que sean seguidores del régimen y su ideología. La táctica es que se limiten a predicar su fe. Aunque hay algunos que parecen comisarios políticos.
El reverendo bautista Raúl Suárez, director del Centro Memorial Dr. Martin Luther King Jr., es uno de ellos. En una entrevista al sitio oficial La Jiribilla, después de participar en infames actos de repudio contra disidentes en la Cumbre de las Américas en Panamá, en abril de 2015, declaró: "Yo sentía esa presencia de Dios en Panamá, cuando me opuse en justa lucha contra quienes querían convertir la casa de oraciones en una cueva de ladrones, contra quienes quieren sesgar el derecho de los cubanos de elegir su propio sistema".
Mientras estén en esa cuerda, en Cuba todos los santos son buenos.
Iván García
Foto: Antonio Guerrero, uno de los cinco espías cubanos que cumplieron prisión en Estados Unidos, agradece el apoyo que siempre tuvieron en el Consejo de Iglesias de Cuba, que preside Joel Ortega Dopico, un incondicional del régimen.
TODO LOS CUBANO SON BUENO HIJO DE PT
ResponderEliminarMIENTRE RESPARDEN
LA ROBO ILUCION CUBANA
LLENA DE HAMBRE Y MISERIA HASTA LA MUERTE