Cuando Cuba sea realmente un país libre y puedan las organizaciones y partidos políticos de la oposición ocupar el lugar legal que les corresponde, Vladimiro Roca Antúnez (La Habana,1942) será uno de los primeros en la cola para inscribir a su Partido Socialdemócrata, un viejo proyecto que lleva en sus sueños más de veinte años.
Como la personalidad se hereda y el carácter se adquiere en casa, personalidad y carácter se lo debe Vladimiro a su padre, aquel zapatero de Manzanillo, uno de los hombres más sencillos y afectuosos que he conocido en mi vida.
Tal vez sea esa la razón, entre muchas otras, por lo que este opositor, pacífico como el resto de los que componen el Movimiento Pro Derechos Humanos en Cuba, siempre fue de mi simpatía.
Si me preguntaran cómo lo vemos muchos de los cubanos que hemos tocado a su puerta, les diría que Vladimiro es de esas personas que atraen por su aura misteriosa, visible a quienes lo tratan con sinceridad.
Una de las razones que más admiro de él, es que jamás se ha sentido avergonzado de que su padre haya sido un comunista de primera línea, algo que, en aquellos tiempos convulsos e indefinidos, era la única forma que se conocía para luchar por la justicia social.
Una anécdota que me contó en cierta ocasión describe a las claras los conceptos morales y cívicos de su progenitor, cuando en 1980, al ver en la pantalla del televisor los actos de repudio que Fidel Castro ordenara contra los cubanos que querían salir por el puerto del Mariel, Blas se incorporó de su asiento muy molesto y los calificó de fascismo. La lucha por el poder de aquel viejo partido marxista-leninista que él representaba, era pacífica.
Alguien dijo una vez, no recuerdo quién, que Blas Roca había pecado de ingenuo cuando cambió la ideología de los guerrilleros barbudos, y los convirtió en leninistas. No lo creo así. Algún día sabremos quién cambió a quién, si fue el propio Fidel Castro el que hizo cambiar a aquel viejo comunista, cuando llamó fascismo a los actos de repudio que aún se realizan en Cuba contra los opositores pacíficos.
La historia, analizada a través del tiempo, nos puede dar grandes sorpresas.
Por lo pronto, la oposición política cubana, despreciada y difamada desde su surgimiento por la dictadura militar, hoy cuenta con personas como Vladimiro Roca, un hombre que si le debe algo a la revolución, ésta más le debe (y él sabe por qué lo digo).
Como me gusta ver más allá del paisaje, no dudo que, muy lúcido, conversador y versátil, logre en algún momento lo que se propone. No hay reto que sea demasiado grande para hombres como él, sociables, buenos amigos, apasionados, persistentes y sobre todo orgullosos de ser como son.
La prisión para él –así me lo contó-, donde estuvo cinco años por haber firmado uno de los documentos más valientes y valiosos de la oposición, La Patria es de Todos, lo hizo comprobar que su lucha no era contra los soldados que lo vigilaban, contra los que se han dejado atrapar por la dictadura: burócratas, policías, cederistas, jueces o fiscales, e incluso hasta vecinos, sino simplemente contra dos viejos dictadores, culpables de la inercia del diálogo político, del fracaso de cinco décadas de socialismo, del cacareado ¨hombre nuevo¨, de la bancarrota económica, del acrecentado deterioro de valores morales y cívicos de nuestra sociedad, de donde tantos se quieren ir.
Encontrar el sujeto de culpabilidad y decirlo sin miedo alguno, he ahí la razón de ser de Vladimiro Roca Antúnez, hoy un poco más viejo que ayer, cuando manejaba aviones en lo más alto del cielo. Pero todavía con una gran vitalidad para pilotar un pequeño grupo de amigos, confiados en la libertad futura de su terruño insular.
Por Tania Díaz Castro
Cubanet, 27 de noviembre de 2013.
Foto de Vladimiro Roca hecha en 2010 por el periodista estadounidenseTracey Eaton.
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