Aunque Marino Murillo, zar de las reformas, afirme que el modelo cubano seguirá apostando por la planificación, en la hoja de ruta diseñada por tecnócratas de verde olivo, la locomotora que tirará el carro serán las zonas especiales de desarrollo con economía de mercado.
Ya el presidente Raúl Castro aprobó el Decreto-Ley de la primera de estas zonas, en el puerto del Mariel, a 45 kilómetros al oeste de La Habana. No es un camino nuevo. Regímenes totalitarios como China y Vietnam, crearon espacios de libre comercio monitoreados por el partido comunista.
Deang Xiao Ping en la China de 1978 y Doi Moi en el Vietnam de 1986, iniciaron procesos graduales de aperturas económicas desde el Estado, sin acompañarlos de cambios políticos, aunque ampliaron ciertas libertades personales.
En las dos naciones, las transformaciones fueron por etapas y suficientemente fiscalizadas para abortarlas en caso de fracasos. Desde los años 90, Raúl Castro y sus asesores militares, evaluaban los resultados económicos y, sobre todo, el riguroso control político, que permitía la permanencia en el poder de los gobernantes chinos y vietnamitas.
El crecimiento macro económico en flecha año tras año ha contribuido a disminuir la pobreza en China y Vietnam. También se han profundizado las desigualdades. Han crecido la explotación laboral y la corrupción. Y militares y políticos claves se han transformado en multimillonarios.
Un factor decisivo para el crecimiento económico en esos países fue las aperturas de zonas especiales. El régimen de La Habana tomó nota de las reformas asiáticas. Las ven como una forma de otorgarle continuidad al sistema después de la muerte de los Castro.
Pero las tímidas reformas en Cuba tienen un gran adversario en contra: el embargo de Estados Unidos. Las transformaciones en China y Vietnam contaron con el apoyo del Congreso estadounidense, que les otorgó el trato de 'naciones más favorecidas'.
Por tanto, la misión principal de los cabilderos del régimen, es fomentar una ofensiva publicitaria que fuerce a la Casa Blanca al levantamiento del embargo. A su favor, el apoyo de la mayoría de naciones del planeta. En contra, el poderoso lobby político cubanoamericano dentro del Congreso de Estados Unidos.
Ni China ni Vietnam tenían estructurados un entramado similar. La Florida, estado clave en las elecciones, tiene políticos de origen cubano que se oponen al fin del embargo. Cuba, además, no es prioridad en la agenda de Barack Obama.
En su escalada para consolidar un capitalismo estilo chino o vietnamita, de manera creativa deben mover fichas si desean seducir a la Casa Blanca. Mientras exista el embargo, pocas empresas sólidas invertirán en Cuba. Y la inyección de capital no será importante.
En lo concerniente a leyes sobre la inversión extranjera en Cuba, se esperan cambios trascendentales. La reciente autorización para que atletas (controlados por el Estado), puedan competir en circuitos profesionales; el aumento del pago a médicos cooperantes que laboran en el exterior; dar luz verde a inversiones de cubano-americanos en la isla (tema complejo debido al embargo); ampliaciones del trabajo por cuenta propia y cooperativas con mayor rango de autonomía, podrían conformar un nuevo paquete de medidas dirigidas a impulsar el desarrollo económico y elevar el nivel de vida en determinados sectores de la población.
Los cambios en materia política seguirán siendo un tabú. Aunque con el objetivo de persuadir a Washington, de que en el terreno político se ha abierto la mano, no es descabellado pensar que se le permita espacio y margen de maniobra a grupos disidentes colonizados por los servicios especiales de la inteligencia cubana.
De cualquier forma, el General Castro tiene la situación interna bajo control. Y a Estados Unidos le puede hacer ofrecimientos de interés. Alianzas en la lucha contra las drogas y el terrorismo. Evitar estallidos sociales que pudieran provocar una estampida de balseros rumbo a la Florida. Y licitaciones a empresas estadounidenses para exploraciones petrolíferas en el fondo marino cubano.
El régimen no es bobo. Sabe que si se levantase el embargo, el nuevo puerto del Mariel y las futuras zonas especiales de desarrollo pueden ser efectivas y atraer mayor flujo de capitales e inversiones directas.
El pragmatismo de la política estadounidense es una carta que puede utilizar el General. Aunque Cuba no es China ni Vietnam. Y en la otra orilla, a los cubanoamericanos con poder político los mueve algo más que anticastrismo.
Ellos han perdido mucho. Negocios confiscados, familiares fusilados y el desarraigo por un destierro forzoso. Es algo personal. Los cubanoamericanos son el gran rival de los Castro en una transición silenciosa y ordenada hacia un capitalismo de Estado en Cuba.
Iván García
Foto: Portada del reportaje especial que la revista británica The Economist le dedicó a Cuba el 24 de marzo de 2012.
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