En Cuba, a los hombres y mujeres que han llegado a los 40, se les denomina 'tembas', 'puros', 'mediotiempo'...
Los que están arribando a esa edad, presenciaron el antes y el después de 1989 en la Isla.
Su niñez transcurrió, entre las escuelas al campo y en el campo, la bonanza aparente subvencionada por el CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica) y la guerra de Angola. Siendo jóvenes, les llegaron los ecos de la caída del Muro de Berlín, sufrieron la crisis y los apagones del período especial.
Los que se quedaron, ven sus vidas como náufragos de una isla que zozobró. Algunos se aferran a los pedazos, para mantenerse a flote. Otros ven alejarse la realización de sus sueños en un país que les negó -y les niega- el futuro.
Cubanet recogió testimonios en Bayamo y en La Habana. En Bayamo, a unos 700 kilómetros al este de la capital, una pareja accede a conversar, sobre cómo ven el presente y el futuro de sus vidas. Dentro de dos años, él cumplirá los 40. Ni él ni ella quisieron decir sus nombres.
-Pronostican que en 2016 el paisaje en Bayamo pudiera ser otro, pero eso mismo hace tiempo el gobierno le prometió a mis padres y lo que yo heredé de ellos fue la crisis y las ganas de irme de este pueblo y de este país, dice el hombre.
-Bayamo es una ciudad linda, pero nos queda chiquita cuando vemos el montón de oportunidades que estamos perdiendo. Aquí los que más o menos prosperan, son los que reciben ayuda de quienes se fueron jóvenes a probar suerte en otro país. No quiero para mis hijos la desesperanza que heredé de mis padres. En eso mi marido y yo estamos de acuerdo, dice la mujer
Se hace llamar El Pelón, es promotor cultural, graduado en el caos educacional de la pasada década:
-Tengo familia viviendo en Estados Unidos. En una etapa pensé en irme a Miami, saliendo por Puerto Padre, en Las Tunas. Luego la vida se me enredó y aquí sigo. Cuando llegas a los 40, aún queda parte del impulso inicial, pero luego se va perdiendo. Avanzas a media máquina. Te resignas y te das cuenta que no es lo mismo llegar a otro país con veinte años que con cuarenta o más.
El teatro Maxim Rock, es un hervidero de jóvenes y no tan jóvenes. Es sábado en La Habana. En el teatro coinciden dos generaciones de amantes del género, intentando pasar la noche lo mejor posible. Consigo dialogar con dos jóvenes. Él afirma tener 40 años, ella aparenta 30. Hablan de manera informal, sin identificarse:
-Hace 20 años andaba por El Vedado, cazando extranjeros, “jineteando”, eran los 90, la época de los apagones y toda esa pesadilla de la que nadie quiere acordarse. Hay que ser valiente para irse, pero también para quedarse. Es lo que respondo cuando me preguntan por qué sigo viviendo en Cuba, cuenta él.
-Algo tendrá que cambiar, el tiempo de “esta gente” (el gobierno) ya pasó hace rato. Siguen aferrados a lo mismo con lo mismo. Y están muy mal si creen que el silencio del pueblo es por resignación, cuenta ella.
En otro barrio habanero, en una casa de los abuelos, que se sostiene en estática milagrosa, un grupo de hombres arman otra ronda de dominó sobre la mesa. Hace rato todos rebasaron los cuarenta.
Cada ficha es una opción a la que se apuesta en silencio como en el juego de la vida y la política. Sus rostros son la historia de una nación a la deriva, entre el pasado moribundo que los sentó en esta mesa, y el futuro, incierto como las fichas.
A la misma hora, en el parque Máximo Gómez de Miami, otros cubanos juegan también dominó. Son veteranos de la nostalgia. Algunos todavía esperan la inminente caída de los hermanos cara dura, igual que cuando tenían veinte años y llegaron a la Florida.
Mientras, la sombra de la reconciliación, sin libertad para los cubanos de la Isla, avanza entre ambos lados del Estrecho.
Texto y foto: Camilo Ernesto Olivera
Cubanet, 27 de febrero de 2015.Foto: El Pelón, en una calle de Bayamo.
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