Contaba el académico Roberto González Echevarría en su formidable ensayo La Gloria de Cuba, que en el desván de su casa aún conserva una gorra roja de los Leones de La Habana.
En el libro, Echevarría repasa la rica historia del pasatiempo nacional. Y en el resumen, como de pasada, apuesta por la reactivación de la Liga Profesional Cubana.
Probablemente ésa sea la solución a la crisis y la fuga de peloteros. Ya el problema no son los hermanos Castro. Desde 2013, el régimen verde olivo semi profesionalizó el deporte y autorizó a los atletas a contratarse en clubes extranjeros.
Las coimas son más terrenales. Entre la gabela a Cubadeporte y el fisco cubren un 20% del salario del atleta. Más o menos los tributos que se pagan a hacienda en cualquier club extranjero.
Por desconocimientos jurídicos, falta de información y el manejo de las interioridades de las ligas foráneas, las contrataciones fluyen demasiado despacio.
En el caso del béisbol, el factor MLB es clave. La pelota no es el fútbol. En Europa, Medio Oriente o Estados Unidos hay ligas de fútbol que pagan salarios millonarios, aunque la mayor calidad se concentra en cinco ligas, la española, alemana, francesa, italiana e inglesa.
El béisbol es diferente. Japón, China Taipéi y Corea del Sur tienen ligas interesantes. Pero la calidad contrastada está en Estados Unidos. Y siempre fue, y apuesto que volverá a ser, el mercado natural de la pelota cubana.
Las Grandes Ligas es un negocio de miles de millones de dólares con una estructura vasta y funcional. Alrededor de 200 equipos en Estados Unidos y el Caribe aportan talentos al Big Show.
Por tanto, hay más posibilidades de probar suerte. Alrededor de 60 peloteros formados en la Cuba de Castro juegan en los diferentes niveles del béisbol profesional de Estados Unidos. Otro medio centenar espera probar sus habilidades para acceder a las organizaciones de la MLB.
Mientras, la pelota cubana sigue en caída libre. Lo peor no es el retroceso, es que no se avizora cuando tocaremos fondo.
Los funcionarios y especialistas de la Isla debaten cuál será el formato para la próxima temporada. Unos desean mantener la estructura de 16 novenas y otros reducir a 8 o 6 los equipos.
La buena noticia es que, en caso de reducir los equipos, se concentrará la calidad, pero -y ésta es la mala noticia- nadie puede asegurar que continúe el goteo imparable de peloteros que desean probar suerte en el mejor béisbol del mundo, ganar salarios millonarios y administrar sus finanzas.
Un comentarista de Diario de Cuba, que firma como Centro Derecha, en varios artículos sobre deportes, no se cansa de sugerir que la disidencia organice un movimiento que agrupe a futuros deportistas profesionales y sea el ente negociador con clubes extranjeros.
En teoría la idea es muy buena. Pero en la práctica el gobierno armaría su guirigay y pondría obstáculos insalvables. Miren el caso de Dayron Robles. Aquí la palabra independiente despierta resquemor en la autocracia.
No tengo dudas que Cuba va camino a la democracia. El recorrido podrá ser más largo o tomar un atajo de acuerdo a la presión de la oposición y el pueblo, que por ahora es un espectador silencioso.
Ya es prácticamente un hecho que la talanquera de la MLB va a caer. No importa el tiempo, pero el béisbol cubano va a regresar a la órbita de Grandes Ligas.
Cuando eso suceda, y la pelota sea un negocio, se recuperarán cientos de terrenos perdidos, no escasearán guantes, bates ni pelotas y se abrirán academias de la MLB.
En la Isla hay una estructura que se puede aprovechar. En cada provincia existen escuelas deportivas y academias beisboleras. También miles de preparadores deportivos que han abandonado su profesión y son custodios de un hotel o manejan un taxis colectivo.
Cuando se logre un pacto con la MLB, resurgirá la pelota nacional. Continuarán los torneos amateurs de las categorías juveniles, cadetes e infantiles. El torneo Sub-23 y la actual Serie Nacional podrían ser una liga de segunda categoría, dónde podría participar un equipo por provincia.
En esa futura liga profesional, jugarían peloteros cubanos que aun no han llegado a Grandes Ligas, jóvenes talentos, jugadores con poco juego en la MLB y dominicanos, mexicanos, estadounidenses, venezolanos y de otras nacionalidades que los futuros clubes cubanos pudiesen contratar.
Desde luego, los clubes habría que privatizarlos. Si no todos, al menos algunos. Por su capital en divisas, instituciones estatales, sean de turismo, aeronáutica civil o telecomunicaciones, podrían comprar equipos.
Lo ideal sería que la liga rentada funcionara dentro de una sociedad democrática. Pero China es un ejemplo de cómo puede convivir un régimen totalitario con negocios deportivos particulares.
El deporte moderno es de clubes. Y deben ser lucrativos. Ya la pelota nacional no tiene sentido. Según un estudio de periodistas de la COCO, emisora radial capitalina, la asistencia a los estadios no sobrepasa el 25% de fanáticos.
El costo en alojamiento, comida, implementos deportivos y transportación es de dos a tres millones de dólares entre Serie Nacional y Torneo Sub 23. Las ganancias, cero. Solo pérdidas.
Debido a los bajos salarios, desde enero a la fecha, de Cuba se ha marchado más un centenar de peloteros. Y la marea promete no detenerse.
Con dictadura o si ella, la pelota forma parte del patrimonio nacional. Entonces, salvémosla.
Iván García
Foto: Tomada de El porqué de mi silencio.
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