Décadas atrás todas las casas campesinas de Cuba estaban escoltadas por un huerto destinado al abastecimiento familiar. Lo llamaban conuco, nombre de raíces indígenas que sigue vivo entre campesinos de varios países caribeños.
Las familias cubanas basaban sus comidas diarias en los cultivos saludables que crecían en el huerto cercano al hogar, sin recibir muchos cuidados ni productos químicos. Incluso sembraban condimentos y alimentos diferentes a aquéllos que se comercializaban, con el fin de hacer más variada y sabrosa su dieta.
Pero gran parte de esa costumbre amenaza con perderse en los campos de Cuba. Por ello, productores conscientes, organizaciones no gubernamentales e investigadores recomiendan su rescate para lograr la seguridad alimentaria en la población rural, que representa 26 por ciento de los 11,2 millones de habitantes del país.
“El huerto ya no se usa mucho, al menos en esta zona esa tradición se ha perdido. Lo que más queda en las fincas son las viejas arboledas, gracias a que nuestros abuelos sembraron frutales pensando en nosotros”, dijo Abel Acosta, el primer y mayor productor de flores de la provincia de Mayabeque, colindante con La Habana.
Acosta es un técnico en agronomía, de 42 años, que apostó por la agricultura en 2008, cuando el gobierno de Raúl Castro comenzó a otorgar tierras ociosas en usufructo como parte de una amplia política que persigue, sin aún lograrlo, el despegue del agro.
Desde 2009, 279 mil personas recibieron terrenos en usufructo. Muchas de ellas, como Abel Acosta, debieron aprender a manejar una finca. “Ninguno de los 25 productores con los que más me relaciono tiene un huerto”, asegura Acosta, que vive en el un asentamiento rural del municipio Quivicán, a 45 kilómetros al sur de la capital.
Sin embargo, el técnico reconvertido en agricultor comienza a preocuparse por el abastecimiento familiar, para mejorar la calidad de la alimentación y depender menos de los desprovistos e inestables mercados alimentarios locales. Sobre media hectárea se alza una arboleda mixta con cafetos, mango, aguacate, limón, mamey, mandarina y naranja. Además, el padre de Acosta se jubiló del sector estatal y se ocupa de replantar plátanos (bananos para cocinar) y algunos surcos para que no falten alimentos como yuca, tomate y lechuga.
“Mantener producciones destinadas a los hogares es beneficioso, porque evita comprar fuera y se ahorra tiempo y dinero. A veces no hay quién venda ni un pimiento en el pueblo”, ejemplificó el jefe de la Finca San Andrés, que en sus 2,5 hectáreas produjo 100 mil docenas de flores en 2015. "Por eso en San Andrés, donde laboran tres obreros, se mantienen pequeños cultivos para la mesa de las cinco familias vinculadas a la parcela".
"En Cuba se ha perdido infelizmente una gran parte de esta cultura del conuco, debido a la estructura de la producción agrícola en las zonas rurales”, lamentó Theodor Friedrich, representante en Cuba de la FAO (Organización de las Naciones Unidades para la Alimentación y la Agricultura).
La FAO promueve los huertos familiares a nivel mundial: no solo en Cuba constituyen una parte de la cultura de la familia campesina. A juicio de Friedrich, "son elementos importantes para mejorar la nutrición y la seguridad alimentaria”, al igual que proyectos nacionales más conocidos como la agricultura urbana y los huertos escolares.
No obstante, el representante de la FAO observa que “en muchas comunidades campesinas se mantienen los huertos y es allí, donde eventualmente los campesinos curiosos comienzan a experimentar con la agricultura de conservación (sin labranza y ecológica) hasta que puedan un día expandirla a las áreas agrícolas”.
Desde hace décadas, la ciencia cubana estudia los conucos, entre otras prácticas ancestrales. En Cuba, a diferencia de otros país, el conuco, no tiene un origen indígena, sino que hace referencia a los pequeños espacios que los amos concedían a sus esclavos para que lo cultivaran o criaran animales para su autoconsumo.
El documento Doce atributos de la agricultura tradicional campesina cubana, publicado en 2012, califica al huerto casero rural cubano de “ecosistema agrícola dinámico y sostenible, que contribuye a la subsistencia familiar”. Además lo considera clave en la conservación de las especies y variedades locales. La investigación realizada por el Instituto Nacional de Investigaciones Fundamentales de la Agricultura Tropical Alejandro de Humboldt (http://www.ecured.cu/INIFAT), se basó en una exploración en huertos caseros de dieciocho localidades en las regiones occidental, central y oriental de la Isla.
Los huertos caseros se usan para obtener alimentos, comida para animales, condimentos, plantas medicinales, combustible y variedades ornamentales. Y generan ingresos adicionales, porque según el estudio del INFAT, las familias venden entre cinco y 30 por ciento de la producción. Los huertos analizados preservan el intercalado y sucesión de cultivos, como hicieron sus antepasados, mientras reinan los abonos orgánicos.
“El campesino cubano siempre ha tenido un conuco para autoabastecerse", afirma el veterano agricultor Emilio García, propietario de una finca de 18 hectáreas en la periferia de la ciudad de Camagüey, a 534 kilómetros de La Habana.
Aunque la subalimentación en Cuba entre 2014 y 2016 fue menor de 5,0 por ciento, de acuerdo con la FAO, el país depende de millonarias importaciones anuales de alimentos y completar la canasta básica subsidiada por el gobierno resulta muy costoso y laborioso para las familias cubanas.
Entre las personas consultadas que mejoran la dieta de su familia por tener un conuco, se encuentran Aliuska Labrada, trabajadora del hogar de 39 años, que habita en la Ciénaga de Zapata, en el occidente del país, y el productor José Leiva, propietario de 4,5 hectáreas en Horno de Guisa, territorio intrincado del oriente cubano.
Leiva, de 61 años, recibe capacitación y apoyo del no gubernamental Centro Cristiano de Servicio y Capacitación Bartolomé G. Lavastida (CCSC), que desde su sede en Santiago de Cuba, a 847 kilómetros al este de La Habana, realiza proyectos en las cinco provincias orientales y Camagüey.
“Nos dedicamos a formar en conceptos de la agricultura familiar”, explicó Ana Virginia Corrales, que coordina las capacitaciones para el servicio social en el CCSC. “En primer lugar promovemos que las familias logren abastecerse con sus producciones, y en segundo, que comercialicen los excedentes. Así serán autosustentables”.
Este centro acompaña 45 iniciativas agropecuarias ecológicas en 20 municipios, y que al cierre de 2015 habían beneficiado a 1.995 familias, con la ayuda también de organizaciones como Pan para el mundo (Alemania), Diakonia (Suecia) y el Proyecto La Rosa Blanca de la Iglesia Presbiteriana de Brooklyn (Estados Unidos).
En tanto, el Proyecto de Innovación Agrícola Local -presente en 45 de los 168 municipios existentes en el país-, promueve los huertos caseros como un espacio de empoderamiento de las mujeres rurales, con el impulso desde 2000 del Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas y la Agencia Suiza para Desarrollo y Cooperación tiene en La Habana, a través de su Oficina (https://www.eda.admin.ch/countries/cuba/es/home/representaciones/oficina-de-cooperacion.html) en La Habana.
Al cierre de 2015, con 109. 884 kilómetros cuadrados, en Cuba las tierras de uso agrícola sumaban 6.240.263 hectáreas, 30,5 por ciento explotadas por el Estado, 34,3 por ciento por cooperativas y el resto por pequeños productores independientes.
Yvet González
IPS, 27 de abril de 2016.Foto: Aliuska Labrada camina entre las plantas de su conuco en la Ciénaga de Zapata, provincia de Matanzas. Realizada por Jorge Bolaños, fotógrafo de IPS.
Leer también: El duro oficio de volver al campo y La familia que produce miles de kilos de alimentos en el patio de su casa.
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