Muchas personas recuerdan al ultramarino poblado de Regla como un lugar donde se respiraba prosperidad antes de 1959. Para María, una reglana de 70 años: “Hay una cultura particular para el reglano. Regla fue un lugar en el cual teníamos casas como la panadería dulcería Las Tres Cruces, la fábrica de calzado Ayda, la de mosaicos Nuestra Señora del Cobre y la de tejidos Villamar Industrias. En la carnicería Hermanos Valdés o en la bodega de Benigno había oportunidades para todos los bolsillos”.
Hoy, el municipio de Regla no cuenta con la Flota del Golfo y desde la Colina Lenin no se ve un solo barco en la bahía. Dentro de sus propios escenarios se encuentran barrios como La Verdolaga, Patilarga, Modelo o 10 de Octubre, Reparto Unión o asentamientos como La Loma. Este último no está en el catálogo de la Habana oficial, es un minúsculo espejo de la mala vida habanera que se esconde detrás de las fachadas de Regla. Para llegar hasta allí hay que hacerlo de la mano de alguien conocido en el lugar.
Los nombres de muchos de los sitios y figuras de Regla son iconos de La Habana: el santuario de la Virgen de Regla -Yemayá para los creyentes de la Regla de Ocha-, el Parque de la Mandarria, los Guaracheros de Regla, Roberto Faz, el célebre dúo musical de Clara y Mario, los juegos de las potencias Abakuá o el antiguo Liceo de Regla, donde tantas señoritas de sociedad lograron ser coronadas como reinas del Baile de las Flores.
Regla es también cuna de personajes populares como Caridad Bengala, Marlen Pestillo o el Babio, un blanco famoso en el mundo de la guapería. Allí los mulatos tienen su propio linaje, pues los filtros del erotismo pasan por las hijas de Cecilia Valdés. Mientras los blancos viven en su ambiente, seducidos por la guapería y las mujeres negras.
En La Loma reina el tambor Enchemiya, el cuarto Famba Sese Ecoy Beromo, donde solo tendrán acceso los iniciados al universo de la cultura Abakuá. Es un laberinto, y como granero humano, está montado sobre frágiles puertas de latones viejos y oxidados, cartones, pedazos de tablas, materiales recogidos en vertederos sanitarios, tendederas eléctricas, techos remendados con hojas de plástico, con latas y ondulados de fibrocemento.
Según Amaury: “Para vivir hemos tenido que crear nuestras propias condiciones. Aquí ha venido gente del gobierno, pero no resuelven nada. El delegado del Poder Popular no tiene poder para resolver ningún problema. En La Loma hay muchos niños y personas muy mayores que aun trabajan, y es un peligro la escalera por la cual se entra a este lugar. No hay iluminación. De noche esto es la boca del lobo. Cuando llueve, las casas se inundan de heces fecales. Lo único que hacen las autoridades es ponerle multas a los vecinos y vigilar si estamos criando puercos, o si tenemos el patio sucio”.
Odalys Esperanza Valdés Roca es la presidenta del Comité de Defensa de la Revolución No. 3, Jesús Menéndez, circunscripción 17, La Loma. Ella testimonia: “Aquí llevo viviendo 52 años, la edad que tengo, y con una niña de 15 años. Hace unos días, con estas lluvias, vino un tornado que a muchos nos dejó peor de lo que estábamos. En esto que llaman vivienda todo se moja. Me quedé sin taza de baño, pues se me rajó, las tejas las amarré con un cable eléctrico. En la Dirección Municipal de Vivienda no resuelven nada, dicen que porque esto es un barrio insalubre. Pero sólo lo consideran así para algunas cosas, porque, por ejemplo, si no pagas la luz, te la cortan. No entiendo nada”.
Texto y foto: Juan Antonio Madrazo Luna
Cubanet, 8 de octubre de 2013.
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