lunes, 26 de mayo de 2025

Cubanos esperan que pase algo

 

Los operarios con sus overoles amarillos y ribetes rojos dan los retoques finales al nuevo hotel construido en la zona más céntrica del Vedado habanero. Llamémosle Michel, un tipo desgarbado con un cigarrillo que cuelga en la comisura de sus labios, cuenta que su sueño de niño era “ser pitcher de Grandes Ligas”. No pudo ser. Una lesión en su brazo derecho cuando jugaba en categorías juveniles se lo impidió.

Nació en una comunidad rural donde la mayoría de las casas eran chozas de tabla con piso de tierra y techo de guano en la zona montañosa de Santiago de Cuba. No sabía hacer otra cosa que lanzar rectas de cuatro costuras y bolas quebradas para el home. “Lo peor que le puede pasar a un deportista es sufrir una lesión. Se entrena para competir. La mayoría, cuando deja el deporte, se convierte en entrenadores. Yo lo único que sabía era jugar pelota y ayudar a mi viejo a cortar troncos para hacer carbón”, señala.

Una tarde cualquiera hizo las maletas y se montó en un tren rumbo a La Habana. “Fuera de la capital no hay futuro. Apagones de veinte horas y tremenda hambre. Si quieres salir adelante tienes que matar vacas y vender su carne o meterte en negocios turbios. La gente allí envejece bebiendo alcohol. En la capital la situación también es crítica. Pero menos. Un amigo me gestionó un empleo en la construcción y a los pocos meses me hice electricista”

Hace tres años trabaja en el nuevo hotel conocido popularmente como la Torre K o López-Calleja, general ya fallecido al frente de GAESA, un holding empresarial que monopoliza las divisas que entran en Cuba. Del hotel, ubicado justo en la calle 23 frente a la heladería Coppelia, se sabe muy poco. No es publicó el costo de la obra y de forma escueta la prensa oficial ha dicho que la propiedad es cien por ciento cubana.

No hay que ser muy listo para suponer quién es su dueño. “Los militares nagüe. Acá vienen todos los días una pila de barrigones vestidos con ropa bacana y guayaberas blancas. Sus caras nunca salen por la televisión. El aroma de sus perfumes se percibe a una legua. Están rosaditos y bien alimentados. Todos son blancos. Los negros y mestizos son peones de la construcción, mayordomos, guardaespaldas o sus choferes”, detalla Michel.

Un especialista que trabajó con la compañía Boygues, firma francesa contratada por GAESA para la construcción de hoteles de lujo, afirma que “de todos los hoteles construidos en Cuba el propietario es GAESA. Algunos los administran empresas hoteleras extranjeras como Iberostar o Meliá. El costo de la Torre K supera los 380 millones de dólares. Sale más barato porque los terrenos son propiedad del Estado y los salarios que se les paga a los ingenieros y constructores son de miseria. Por ejemplo, un ingeniero puede ganar en un mes 40 mil pesos, equivalente a 120 dólares según la cotización en el mercado informal. Y un obrero, de acuerdo a su especialización, 25 o 30 mil pesos (80 a 90 dólares)ochenta. Por donde quiera que lo mires es ganancias por todas partes. El marxismo -ideología rectora en la Isla- condena la plusvalía y culpa a la burguesía del latrocinio capitalista. Sin embargo GAESA, además de no rendir cuentas, saquea el erario público y las ganancias a costa de la explotación laboral son superiores a la época feudal”.

Un ex funcionario de CIMEX, considera que “entre GAESA y los camajanes del gobierno se han repartido el país. Guillermo García -un ex comandante de la guerrilla de Fidel Castro con más poder que un ministro- es dueño de una cadena de cafeterías llamada Flora y Fauna, vallas para pelear gallos, fincas con establos y caballos de raza que exporta y Supermarket 23, un negocio de venta en dólares de bienes y alimentos donde las ganancias son elevadas. Ramiro Valdés también tiene sus negocios. Al igual que Machado Ventura y algunos generales importantes. Pero las familias de Fidel y Raúl son las que controlan el grueso de esos bisnes”.

El ex funcionario revela que “por cada dólar que GAESA invierte gana entre 0.40 y 0.60 centavos. Incluso con el turismo de capa caída, un hotel como la Torre K puede reembolsar la inversión en cinco o seis años. Y aunque tarde en recuperar los gastos, el valor de la propiedad aumenta exponencialmente. Cualquier hotel de GAESA en una venta futura valdrá cinco o seis veces el costo original. Por eso construyen hoteles en cadena. Los dólares o euros para esas inversiones les llegan de las remesas de Miami o Madrid, tiendas en dólares, gasolineras y otros servicios y la explotación laboral de las misiones médicas. GAESA ha saqueado al país con la anuencia del gobierno. Los piratas de antaño son niños de teta al lado de estos tipos”.

Mientras GAESA construye hoteles de lujo y tiene miles de millones de dólares en cuentas secretas en el extranjero, el marabú abunda en los campos cubanos, las cosechas agrícolas han caído entre un 50 y 90 por ciento, la actual producción azucarera es inferior a la del siglo XIX en plena guerra de independencia, el número de cabezas de ganado descendió de seis millones a poco más de dos millones y la producción de carne de cerdo se redujo drásticamente de 190 mil toneladas en 2018 a 27 mil toneladas en 2024.

Todos los rubros económicos y sociales están en caída libre. Desde la generación de electricidad hasta la salud pública y la educación, dos sectores que eran pilares propagandísticos de la dictadura castrista. Ese colapso productivo solo se puede explicar en un país en guerra.

Gustavo, economista, explica que el “gobierno intenta justificar el desastre culpando al embargo económico y financiero de Estados Unidos. Pero la causa fundamental del colapso económico son las pésimas gestiones, descapitalizaciones de empresas y de la agricultura, sumado a la piñata de ciertos estamentos que se han repartido el país. La estrategia de corregir distorsiones económicas del gobierno es un relato para ingenuos. La realidad es que andan desaforados detrás de cada dólar que entra al país”.

Luis, licenciado en ciencias políticas, está convencido de que “lo que una vez se denominó revolución cubana está cada vez más cerca de su capítulo final. Se ha pasado sin fanfarrias de un socialismo, supuestamente de los humildes, por los humildes y para los humildes, a un modelo oligárquico donde familiares de altos dirigentes y una junta militar bien posicionada se reparten los negocios. Pero incluso esa casta sabe perfectamente que el sistema actual no funciona”.

Muchos se preguntan cuáles serán los próximos pasos. Unos apuestan por un cambio fraude con tintes liberales, mientras antiguos funcionarios reconvertidos en hombres de negocios se apropian de las riquezas del país. Otros piensan que las urgencias por recaudar dólares forma parte de un plan para defraudar las arcas públicas antes de la fuga. En Cuba cualquier cosa puede pasar. Y la mayoría de los cubanos quiere que pase algo.

Iván García
Foto: Tomada de Tripadvisor.

lunes, 19 de mayo de 2025

La institucionalización del "reparto"

 

Sobre la Mesa Redonda del 28 de marzo, que estuvo dedicado a la música (de algún modo hay que llamarla) conocida como reparto, comentó en las redes sociales Carlos L. Alfonso, guitarrista, cantante y director del grupo Síntesis: “No puedo creer lo que estoy viendo y escuchando en la TV”.

Sentimos lo mismo que Carlos Alfonso, muchos de los que amamos la música, quiero decir, la de verdad, sin importar el género que sea. El programa, titulado “Llegó el reparto”, que algunos jocosamente bautizaron como “La Mesa Repartera”, luego de años de hacerle asquitos, se oficializó la aceptación por parte del régimen del grosero engendro marginal y anti-musical conocido como “reparto”.

La periodista Arleen Rodríguez Delivet, como moderadora, junto a un panel de tres musicólogos y un funcionario del Instituto de la Música, se encargaron de buscar argumentos para legitimar y validar el reparto, llegándolo a calificar como “un salto superior del reguetón”, por mezclar el Cubatón con elementos de la timba y hacerlo una expresión musical –nunca un género, por falta de originalidad en su célula rítmica– netamente cubana.

Casi llegan a declarar al reparto, en vista de su popularidad entre todos los grupos sociales y etarios en el país, donde ya prácticamente apenas se escuchan otros géneros, como Música Nacional; tan nacional como la palma real, el tocororo, la flor mariposa, el son y el poeta Nicolás Guillén.

La renuncia al buen gusto, la capitulación ante un monótono machaqueo mecánico que convoca a la tribu al despelote y el aguaje. ¡Con tanta música buena que se hizo y todavía se hace en Cuba, a pesar de los pesares!

Esto se veía venir. En noviembre del pasado año, en el discurso de clausura del X Congreso de la UNEAC, el presidente y primer secretario del Partido Comunista, Miguel Díaz-Canel, dijo, refiriéndose al reguetón y el reparto, que “no se deben menospreciar o subestimar desde posiciones elitistas, porque estamos ante un fenómeno cultural que trasciende los gustos sedimentados durante décadas por su fuerte componente y alcance social” y porque “se están generando ideas, señales de cambio de paradigmas culturales que no podemos ignorar ni desatender”. Además, aseguró que, debido al gran impacto que tiene el reguetón en segmentos cada vez más amplios, el régimen no puede mantenerse al margen, sino que debe influir en sus creaciones y sumarlos a “la política cultural de la Revolución”.

También el pasado año, la Cuba oficial derrochó oportunismo e hipocresía con motivo del asesinato de El Taiger, un intérprete radicado en Miami, sumamente inadecuado y al que nunca pusieron en la radio y la TV cubana, pero que poco faltó para que, después de muerto, lo convirtieran en héroe nacional. En la Mesa Redonda sobre el reparto, los panelistas, cual comisión evaluadora de esas que caprichosa e inapelablemente clasifican a los músicos cubanos en categorías A, B y C, escogieron, entre tantos reparteros como hay en Cuba y en Miami, a El Taiger y Bebeshito como los máximos exponentes del reparto.

El régimen, contradiciendo su política cultural que dice batallar contra la banalidad y la vulgaridad para elevar el nivel cultural de los cubanos, ahora acepta y le da reconocimientos al súmmum de lo vulgar. Pero es que los mandamases quieren sacar provecho del reparto. Económico, porque evidentemente nunca conseguirán que el reparto sea “un arma de la revolución”, como lo fue el Movimiento de la Nueva Trova, ni hacer que Bebeshito y El Micha sean los equivalentes de Silvio Rodríguez y Sara González.

Escribió en su blog la musicóloga Rosa Marquetti: “Dentro del desespero por sacar de donde hace tiempo ya no hay, han llegado a creerse que tienen en el reparto una fuente inmediata y cuantiosa de ingresos. Lo primero entonces, blanquear el reparto, que tanto negro y mulato, cuestionado con problemas con la justicia, no viste bien. Mejor promover y apoyar a un blanquito dócil y bonitillo (para algunas y algunos) y políticamente correcto. ¡Ilusos ellos que creen que pueden construirse un Bad Bunny nacional!”.

Cuando leí eso, enseguida me vino a la mente Bebeshito, cuyo exitoso concierto en Miami tanto alegró al régimen de La Habana, y que ahora, con la muerte de El Taiger, queda como el más importante repartero, según los panelistas de la Mesa Redonda.

Peor que la institucionalización del reparto es que signifique también la del reparterismo, de los rasgos y conductas que emanan de canciones y videoclips: la guapería, la chabacanería, las palabrotas, la jerga presidiaria, el machismo, el sexismo, la cosificación de la mujer, y la ostentación de que hacen gala los intérpretes con sus carros y sus exageradamente gruesas cadenas de oro y plata, haciéndolos ver como triunfadores dignos de imitar por la juventud de la paupérrima sociedad cubana.

Los gobiernos no tienen por qué decidir, por razón alguna, qué música se debe escuchar y cuál no, como cuando en las décadas de 1960 y 1970 el castrismo proscribió el rock y las canciones en inglés en general, por considerarla “un instrumento de penetración ideológica”. Pero tampoco deben promover y aconsejar cómo digerir determinados tipos de música, máxime si son deformantes, embrutecedoras y socialmente nocivas, como evidentemente es el reparto.

Sin eximir de culpas a los reparteros, hay que reconocer que ellos y las letras de sus ¿canciones? son el reflejo de la sociedad de donde surgieron. Una sociedad enferma, en crisis, una jungla donde se han perdido los valores y se ha impuesto el más despiadado “sálvese el que pueda”. Coincido plenamente con Rosa Marquetti cuando afirma que “el reparto es la banda sonora de la debacle y el desbarajuste nacional”.

Luis Cino
Cubanet, 31 de marzo de 2025.
Foto: Tomada de Diario de Cuba.

lunes, 12 de mayo de 2025

Daniel Llorente, un exiliado cubano

 

Daniel Llorente estaba afuera de la vivienda que está rentando desde finales del verano pasado, sosteniendo una bandera estadounidense, listo para colocarla en la entrada. Su compañero de casa, Ralph Buran, le dijo a Llorente que debería ponerla en el lado izquierdo, no en el derecho.

“¿Por qué el izquierdo?” recuerda Buran que Llorente le preguntó. “No sabía eso.” “Es una tradición,” respondió Buran.

Llorente pensó en eso. Había pasado mucho tiempo alrededor de la bandera estadounidense, pero todavía tenía algunas cosas que aprender. La izó en el lado izquierdo. “Así, mi amigo,” dijo Buran, sonriendo. Ayudarse mutuamente es algo natural para Llorente y Buran. Así es como son. Así es como se conocieron.

Llorente, un exiliado cubano de 61 años, llegó a los Estados Unidos en 2021 buscando asilo político. Intentó de todo para encontrar un trabajo estable, pero un año después, aún luchaba por encontrar estabilidad. Estaba sin hogar. Cuando un amigo en común compartió su historia con Buran, de 69 años, veterano de guerra y ex conductor de camión, localizó a Llorente y le ofreció quedarse gratis en su casa en Spring Hill.

Ahora, tres años después, sus vidas han dado un giro. Llorente tiene un trabajo y un lugar donde vivir. Pero después de una serie de problemas de salud, Buran vendió su casa y tuvo que pagar facturas médicas. Esta vez, fue el turno de Llorente de intervenir.

En Cuba, Llorente era conocido como el “Hombre de la Bandera”. Fue arrestado y encarcelado durante un año después de correr, en medio de la Plaza de la Revolución el 1 de mayo en 2017, ondeando una bandera estadounidense y gritando “¡Libertad!”. Sus acciones le dieron notoriedad en la isla y en el mundo. Se convirtió en un problema para las autoridades cubanas, que lo exiliaron a Guyana, donde vivió durante dos años en las calles y en refugios temporales mientras trabajaba en empleos ocasionales.

Cuando Llorente llegó a los Estados Unidos, durmió durante meses en su vieja furgoneta estacionada frente a refugios abarrotados, centros comerciales y áreas industriales en el condado de Hillsborough. Buran escuchó por primera vez sobre la historia de Llorente en las noticias. Como conductor de camión, a menudo pasaba semanas trabajando, dejando su casa vacía. Un día, decidió hacer algo al respecto.

“Llamé a una estación de televisión que cubría la historia de Daniel y dije: Durante cuatro semanas, mi casa está vacía. Yo estoy fuera en la carretera haciendo dinero, así que él puede quedarse en mi casa". Buran también contactó a un vecino que cuidaba su casa para informarle que alguien estaría allí.

Llorente se quedó con Buran durante un año hasta que consiguió un trabajo y aprendió habilidades en la construcción. Luego, pudo alquilar su propio lugar, listo para comenzar de nuevo. Pero hace siete meses, Llorente se enteró de que Buran estaba en mal estado de salud. Tiene diabetes y presión arterial alta, y hace un año y medio le diagnosticaron cáncer de piel, se rompió el fémur y se sometió a una cirugía complicada. Sabía que tenía que ayudar a Buran.

“Él no me pidió nada cuando yo necesité ayuda”, dijo Llorente. Buran no esperaba nada a cambio, pero lo que ocurrió a continuación lo sorprendió. “Cuando ayudé a Daniel, lo hice porque quería, sin pensar que en el futuro él tendría que devolver el favor,” dice Buran. “Para mí, ayudarlo nunca fue una obligación. Es un compromiso moral y un acto de gratitud. Esas dos razones me dan fuerza.”, responde Llorente.

Llorente y Buran se ríen y hablan como si se conocieran de toda la vida. Buran dice que son como hermanos “de diferentes madres.” Su amistad le ha ayudado a mantenerse positivo y motivado, confiesa Buran. Aunque él no habla español y Llorente sabe solo algunas palabras en inglés, su vínculo es más fuerte que cualquier cosa.

¿Cómo se comunican? “Tecnología,” dice Llorente y saca una aplicación de traductor en su teléfono. Buran prefiere "la vieja escuela": le gusta mantener una pequeña pizarra en la cocina con palabras y frases en español e inglés, como buenos días (“good morning”), hola (“hello”), y cómo has estado (“how have you been?”).

A veces, Llorente hace el desayuno, batidos y tostadas cubanas, mientras Buran se sienta frente al televisor, cerca de una mesa con un mantel y pequeñas banderas estadounidenses. Otras mañanas, prepara una colada, un café cubano fuerte y dulce. A Buran le gusta, pero la mayoría de las veces prefiere un Americano simple.

Se turnan para hacer recados sencillos cuando Llorente, ahora un hombre de mano de obra, tiene trabajo en Tampa renovando cocinas, instalando pisos o haciendo reparaciones. Buran se mueve lentamente, pero dice que su cáncer está “controlado” por ahora. Incluso el gato de la casa de Llorente, Gato, al que rescató de las calles, le ha ayudado a sentirse en casa.

“Gato me despierta a las 3 de la mañana para alimentarlo, pero está bien,” dice Buran. “Me gusta vivir aquí.” Mantener un hogar conlleva sus desafíos, y para Llorente, el mayor es llegar a fin de mes. Trabaja a tiempo completo para cubrir todos sus gastos y su alquiler mensual de $2,300, pero aún debe $1,300 del mes diciembre.

El propietario dijo que deben irse si no pagan pronto. “Es difícil, pero vamos a salir adelante. Confío en Dios.”, dice Llorente.

Juan Cárlos Chávez
Texto y foto: Tampa Bay Times, 4 de abril de 2025.

Nota.- Hace nueve años, el 11 de mayo de 2016, el periodista independiente Iván García escribió sobre Daniel Llorente en el blog Desde La Habana.

lunes, 5 de mayo de 2025

La realidad de la disidencia cubana

 

Hace trece años, cada sábado, Ana Torricela, webmaster de Primavera Digital y esposa del periodista independiente Juan González Febles, desde las nueve de la mañana recibía en su reducido apartamento de la barriada habanera de Lawton a un grupo de ruidosos reporteros que ese día entregaban sus notas para el semanario.

La casa del matrimonio Febles estaba lejos de ser una oficina ideal. La sala, demasiado pequeña, era ocupada por una computadora de cuarta generación y un fax anacrónico. Ana, quien además de cocinar y limpiar era fotógrafa, editora y periodista, debía soportar a media docena de adultos hablando alto y discutiendo, pues casi nunca se ponían de acuerdo en temas políticos, económicos o deportivos. Además se bebían hasta dos termos de café y desbordaban los ceniceros de colillas de cigarros.

Pasado el mediodía, cuando los reporteros se marchaban, Ana limpiaba la casa. “Imagínate, la cama donde dormimos era el sofá. Ya perdí la cuenta de las quemaduras de colillas de cigarros en las sabanas”, contaba Torricela.

A pesar de las carencias materiales, y que en la acera de enfrente, a partir de noviembre de 2007, los servicios especiales acosaban a Primavera Digital, realizaron un trabajo informativo sobre la otra Cuba que el régimen pretende ignorar. Sin intermitencias. Y sin fondos desde el verano de 2014. Durante siete años patrocinadores suecos financiaron al primer semanario disidente en papel y digital editado íntegramente en La Habana. Pero en agosto de 2014 su sponsor decidió cerrar el grifo del subsidio utilizando el chantaje como arma de presión.

Febles, su director, y Luis Cino, vice director, no aceptaron la coacción. Desde entonces editaron el semanario por sus propios medios. Llegaron a publicar más de 500 ediciones. La falta de dinero provocó la marcha de un número importante de periodistas independientes. En su mejor momento el periódico tuvo en la plantilla a más de 25 reporteros. Para 2020 apenas cuatro o cinco reporteros publicaban columnas de opinión política.

Primavera Digital, decano del periodismo independiente en Cuba, tuvo que cerrar. La principal causa no fue la represión, que siempre estuvo presente. La falta de fondos sentenció a muerte el periódico. También el exilio. Del manicomio ideológico castrista cada año escapaban, y continúan escapando, decenas de opositores, activistas y periodistas libres.

Juan González Febles es un patriota a prueba de bombas. Amante del rock y la libertad a partes iguales, le gustaba cerrar sus ojos y visualizar el escenario en una Cuba democrática. “Ya viene llegando, Iván, ten fe. La dictadura no tiene otro camino”, me comentaba en el verano de 2020 cuando fui a visitarlo. Estaba cada vez más demacrado. Comenzó a vender la ropa y los muebles para poder comer. Luego regaló su gato a un vecino. No quería que pasara hambre. En 2022, la mente de Juan González Febles comenzó a apagarse.

Como no reciben pensión -la primera medida activa de la dictadura contra los disidentes es expulsarlo de sus empleos-, cuando llegan a vejez los opositores cubanos tienen que sobrevivir como pueden. Casi siempre del altruismo de sus amigos y allegados que le regalan un poco de comida, algo de dinero o un medicamento. Pero de la caridad no se puede vivir todo el tiempo. No es sostenible.

En 2025 la demencia senil ha consumido a Febles que ya no reconoce a sus antiguos colegas. Sumamente delgado se sienta en silencio durante horas en un desvencijado sillón. Ana, su esposa, también anciana, maltratada por la miseria y la mala alimentación, cuida de él. En un pulóver, sus amigos le mandaron a imprimir, en el dorso, el número telefónico, para que las personas llamen cada vez que Febles se va de la casa.

Héctor Julio Cedeño, 71 años, es un veterano activista que no lo pudo doblegar la feroz represión de la Seguridad del Estado. Para sobrevivir vende caramelos, paquetes de maní o cualquier otra cosa en los alrededores del Parque de la Fraternidad. Come una vez al día, poco y mal. El pasado 5 de febrero, frustrado por la miseria que genera el castrismo, en un trozo de cartón escribió a mano Abajo la dictadura.

En plena calle el anciano fue golpeado y reducido a la fuerza por efectivos policiales. Los transeúntes comenzaron a gritarles sicarios, abusadores y criminales a los agentes del orden. “Héctor prefiere estar preso o muerto antes de tener que sufrir tanta indigencia. No tiene miedo. Me dice que al menos en la prisión tiene garantizado algo para comer. Está muy mal de salud. Sin dinero, comida ni medicamentos vive de la ayuda de sus amigos”, dice un vecino.

Hace unos meses, mientras, caminaba por Primelles y Calzada del Cerro, me encontré al periodista independiente Pablo Marchan, andrajoso y sin dientes, hurgando sobras de comida en un depósito de basura. Nos sentamos en el parque Manila. Le compré comida y le regalé casi todo el dinero que llevaba en la cartera. Me contó que su familia lo botó de la casa después de la muerte de su madre. Al ser de los reporteros menos conocidos se quedó sin un medio donde publicar. Por su activismo político contra la dictadura no pudo conseguir empleo. La mala alimentación y el desamparo le pasaron factura. Comenzó a vivir en la calle.

Ahora mismo está ingresada en una sala de terapia intensiva del hospital Hermanos Ameijeiras la veterana opositora Martha Beatriz Roque Cabello, de 79 años. Está reportada como grave. En la década de 1990, Martha Beatriz, economista, el abogado René Gómez Manzano, el profesor universitario Félix Bonne Carcassés y el ex ex piloto militar Vladimiro Roca Antúnez, junto a Arnaldo Ramos Lauzurique, apostaron por la democracia y la libertad política y económica en Cuba y crearon el Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna, con repercusión internacional.

En julio de 1997 dieron a conocer La Patria es de Todos. Por ese documento coherente e inclusivo recibieron de parte del gobierno de Fidel Castro violencia verbal y física. Martha, René, Félix y Vladimiro fueron juzgados y encarcelados. En la Primavera Negra de 2003, a prisión iría de nuevo Martha Beatriz, también Arnaldo Ramos. 22 años después, la destacada opositora es una anciana con una salud debilitada.

Vladimiro Roca, hijo del líder comunista Blas Roca, falleció en julio de 2023. Unos años antes, para superar las necesidades, vendió su casa en Nuevo Vedado, se compró un apartamento chapucero y guardó algo de dinero para comer. Roca fue piloto de Mig-15 en la fuerza aérea y trabajó en instituciones del Estado. Fidel Castro fue implacable con sus enemigos. A los que no fusiló, encarceló o desterró, los expulsó de empleos dignos y bien remunerados, negándoles una chequera de jubilación. Bonne, distinguido profesor universitario e intelectual de valía, falleció entre el olvido y las penurias. En un país normal, la asistencia social debería ayudar a todas las personas desamparadas, al margen de su ideología.

Pero en un sistema totalitario como el cubano, las cosas son diferentes. Por venganza y crueldad, les impide trabajar y no reciben pensiones ni ayudas monetarias. ¿Quién debe velar entonces por los opositores y periodistas independientes cuando se enferman o llegan a la vejez? Algunos sobreviven de ayudas enviadas por grupos anticastristas en el exterior. Hace un tiempo, en el exilio había un proyecto que cada dos meses enviaba medicamentos y alimentos a los disidentes más desvalidos. Pero por falta de financiación esa ayuda cerró.

Es penoso ver a destacados disidentes pedirle a un amigo en la diáspora que le recargue el teléfono móvil o le envié 20 dólares para comer o comprar medicinas. La mayoría de los opositores y periodistas sin mordazas que conozco viven en la pobreza. Los periodistas que escriben para sitios financiados por la USAID, la NED y otros programas federales, reciben un pago de 10 a 25 por artículo publicado. En un mes bueno, pueden ganar entre 150 y 200 dólares, una cantidad que a duras penas le sirve para capear la crisis multisistémica y la inflación. Los más conocidos quizás ganen algo más. Como muy pocos pueden publicar en la prensa comercial o tener canales en You Tube que les permitan monetizar, deciden marchar al exilio.

La suspensión de la ayuda de USAID provocó una algarabía en la prensa estatal y activó las alarmas en la oposición y la prensa libre. Desde hace tiempo vengo abogando por un cambio de modelo para los que reciben fondos federales en Cuba. Al régimen le gusta vender el relato de que quienes reciben financiación de Estados Unidos, demuestran una supuesta conspiración e injerencia del ‘imperialismo yanqui’.

En el mundo actual, miles de organizaciones de la sociedad civil y la prensa reciben fondos públicos de otros países. La BBC, uno de los medios más respetados del mundo, recibía dinero de la USAID. Lo ideal sería que los medios de prensa independientes puedan trabajar en Cuba y optar por fondos estatales. Pero la dictadura prohíbe recibir fondos foráneos, aunque agencias federales de Estados Unidos han donado dinero para supuestas ONGs de la dictadura.

El problema no es recibir dinero. Es su manejo. Es indiscutible que la USAID era un auténtico monstruo burocrático que despilfarraba una parte de los 60 mil millones de dólares anualmente asignados. En el caso de Cuba, las organizaciones que en el exterior dicen representar la disidencia y la prensa independiente manejan los fondos sin transparencia. Una parte del dinero se gasta en salarios de los empleados y pagar locales de alquier, entre otras facturas. Desde siempre, lo que han recibido los opositores y los periodistas independienten han sido cifras menores.

En el futuro, eso debe cambiar. Para mantener una prensa independiente eficaz y con calidad desde Cuba no se necesitan millones de dólares. Con un presupuesto mínimo para sus gastos de trabajo y un pago decente por cada texto publicado, un periodista puede hace su labor de forma óptima. Sacando cuentas: los gastos de trabajo y los salarios alrededor de 30 reporteros, no superan los 110 mil dólares anuales.

Sin embargo, la USAID y otras agencias desembolsan millones destinados a la oposición y el periodismo independiente. Es legítimo que el gobierno de Estados Unidos quiera saber a dónde ha ido a parar ese dinero. El eslabón más débil de la cadena son los activistas y periodistas dentro de la Isla. La suspensión de esos fondos empobrecerá todavía más a la disidencia cubana. La dura realidad no va  a frenar el activismo demócrata. La mayoría llegó a la oposición por sus convicciones, no por dinero.

Iván García

Foto: En 2003, una de las primeras marchas de las Damas de Blanco, encabezada por Laura Pollán, tuvo lugar por calles de Centro Habana. Desde hace un tiempo, el régimen no les permite manifestarse públicamente. Tomada de Martí Noticias.