lunes, 24 de junio de 2024

Cuba: la vieja relación entre racionamiento y totalitarismo

El lunes 15 de abril, la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba en un mensaje pidió a los fieles rezar por "las madres que luchan por alimentar a sus hijos", planteó que "nuestra querida Patria transita por tiempos muy difíciles", y reconoció que "el cubano sufre, llora y carece de lo esencial".

El tema nos remite a la libreta de "abastecimiento", un eufemismo gubernamental para solapar el racionamiento de productos básicos para la alimentación. Como solo se puede distribuir lo que se produce, desde la implementación del racionamiento los artículos normados han ido mermando en cantidad y calidad, y aumentado el tiempo de entrega.

Cuando se implementó el racionamiento, los cubanos recibían carne de res, pollo, aceite, manteca, leche condensada, papel sanitario, café, arroz, grano y productos industriales, gracias a los subsidios soviéticos. Actualmente se distribuyen mensualmente siete libras de arroz (3,2 kilogramos), cuatro de azúcar, medio litro de aceite de soya, un paquetito de 115 gramos de café mezclado (esa mezcla de café con chícharos no califica como café pues, según la Organización Internacional de Café, cuando la mezcla es más de un 5%, deja de serlo y en Cuba la proporción es de 50%), cinco huevos, diez onzas de granos, y una libra de pollo.

El racionamiento es una política que se pone en práctica ante conflictos bélicos y desastres naturales para distribuir productos de primera necesidad a precios controlados. En el siglo XX se implementó durante la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial, y en países comunistas, como Polonia o Vietnam. En esos y en otros casos, una vez superada la causa de su implantación, el racionamiento fue eliminado. Los países que lo conservan, como el caso de Cuba, tienen por causa fundamental la incapacidad productiva del sistema y el control establecido sobre las personas.

Fidel Castro, en enero de 1959, aseguró que "aumentaría la producción agrícola, duplicaría la capacidad de consumo de la población campesina y lograría para el pueblo un nivel de vida superior al de cualquier otra nación". Para cumplir esa promesa eliminó las libertades ciudadanas, la economía de mercado, la propiedad privada e implantó la planificación centralizada. Y el 12 de marzo de 1962 planteó: "Sin embargo, nosotros creemos que hay que crear más espíritu marxista; y en la juventud, sobre todo, hay que crear algo más que espíritu socialista, ¡hay que crear espíritu comunista!".

Por "pura coincidencia", ese mismo día 12 de marzo, el Consejo de Ministros promulgó las leyes 1015 y 1016: con la primera se creó la libreta de abastecimiento y una Junta Nacional con atribuciones para disponer la lista de artículos a racionar; con la segunda, para controlar el desvío de los artículos, se impuso la obligatoriedad de una factura comercial en la venta de artículos y el decomiso de los que no estuvieran amparados por ese documento. Es decir, todo indica una relación estrecha entre el racionamiento y la formación de un espíritu comunista.

Dieciséis años después, en 1967 —sin lograr el incremento de la producción— dijo: "Llegará el día que las frutas, los vegetales, hasta la leche se distribuirá gratuitamente a todo el mundo […]. Llegará un momento, señores, llegará un momento en que podamos decirle también al pueblo: el café que quieran vayan a buscarlo al mercado gratuitamente".

Ante la indetenible merma de la producción, Raúl Castro, enfáticamente planteó en 2008: "¡Hay que virarse para la tierra! ¡Hay que hacerla producir!", y expresó que la producción de alimentos constituía "un asunto de máxima seguridad nacional". Sin embargo, las reformas que introdujo quedaron subordinadas al predominio de la propiedad estatal y la planificación socialista. Y en diciembre de 2016, en la Asamblea Nacional del Poder Popular, ante el desespero, expresó más o menos lo siguiente: "Tenemos que hacer algo, hacerlo ya, mañana mismo, aunque nos equivoquemos."

Una de las manifestaciones de la incapacidad productiva es la necesidad de importar cada vez más. El entonces segundo secretario del Partido Comunista, José Ramón Machado Ventura, en 2020 llamó desesperadamente a producir alimentos, porque "el país no puede seguir con esa elevada importación de comida y pienso animal, que podemos producir internamente".

Para brindar una imagen diferente hacia el exterior, en septiembre de 2021, Miguel Díaz-Canel, al intervenir ante la Cumbre de la Organización de Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios, planteó: "El Gobierno cubano, con extraordinarios esfuerzos y pese a carencias y dificultades, garantiza el derecho universal a la alimentación a través de una canasta básica familiar normada, que reciben todos los cubanos y cubanas, y que incluye 19 productos alimenticios de primera necesidad a precios asequibles". Sin embargo, ese mismo año, el Ministerio de Comercio Interior procedió a darle baja de la libreta de abastecimiento. Y en diciembre de 2023, con una nueva normativa, redujo a solo dos meses el periodo fuera del país para ser dado de baja.

Hoy, el declive sostenido confirma que la economía no puede avanzar sin libertades ciudadanas ni economía de mercado. Con el modelo agotado, hundidos en la insolvencia financiera, sin suficiente inversión extranjera, sin acceso a los mercados de capital y con los ingresos por turismo, remesas y alquiler de profesionales reducidos, Cuba se encuentra ante la encrucijada: conservar o sustituir el modelo totalitario.

Además de los países con economía de mercado, el ejemplo de Vietnam es ilustrativo. Este país estuvo sometido a guerras desde 1930. En la última de ellas, sobre su territorio cayeron tres veces más bombas que las empleadas durante la Segunda Guerra Mundial, el 15% de la población pereció o resultó herida, en el sur del país se destruyó el 60% de las aldeas existentes, y al concluir la contienda, enfrentó el bloqueo externo y los ataques fronterizos. Después que el sistema de economía planificada sumió al país en la hambruna, los vietnamitas emprendieron el Doi Moi en 1986: un programa basado en mecanismos de mercado, autonomía de los productores, y derecho de los nacionales a ser empresarios.

Ese programa elevó la iniciativa, el interés y la responsabilidad de los agricultores que hoy producen alimentos para sus más de 100 millones de habitantes y ocupan el segundo lugar mundial en exportación de arroz; son el segundo en café (que los cubanos le enseñaron a cultivar), detrás de Brasil; y el primero en pimienta. Por sus resultados en 1993, Estados Unidos dejó de oponerse a la concesión de créditos; en 1994 suspendió el embargo y en 1995 estableció relaciones diplomáticas.

La pregunta es por qué en lugar de Los Lineamientos, de la Tarea Ordenamiento, del Paquetazo y de las visitas a los municipios, no se acomete la reforma estructural que el país requiere para erradicar de Cuba la libreta de abastecimiento.

Dimas Castellanos
Texto y foto: Diario de Cuba, 15 de abril de 2024.

lunes, 17 de junio de 2024

Ver crecer las calles, y con ellas, La Habana

La Habana cuenta con planos bellísimos de todas sus etapas de desarrollo. Perderse en ellos es encontrar los recovecos de su historia y entenderla mejor. Y es también sorprenderse del aspecto de algunas calles y del papel que jugaron en la evolución urbana de la capital.

Hay calles que sencillamente nacieron para comunicar la vieja Habana con puntos de interés, al inicio zonas de cultivo. Por ello nacieron como ejes fundamentales, vías populares que no perecieron con el avance urbanizador sino que formaron parte de él, motivando a partir del siglo XVIII el trazado de algunas poblaciones a su vera.

En este caso están todos los antiguos caminos. El del Monte fue de los primeros en salir a las zonas de cultivo inmediatas. Estuvo prolongado hacia el oeste por el Camino de Vuelta Abajo, conocido hoy en sus distintos tramos como Calzada del Cerro, de Puentes Grandes y Avenida 51; buscaba traspasar las fronteras de La Habana hasta las plantaciones de tabaco en Pinar del Río.

Hacia el oeste estaba también el de la Playa (San Lázaro) que enlazaba con el reducto de La Chorrera, y el de San Antonio (Reina) que dirigía a un ingenio de igual nombre. Ya en el siglo XIX este último se extendió con la Avenida de Carlos III, para desplazar mejor las tropas entre el Castillo del Príncipe y el Campo de Marte (hoy Parque de la Fraternidad). Para comunicar con Batabanó se trazó el Camino Real del Sur (Diez de Octubre), y hacia la población de Guanabacoa, rumbo Güines, estaba el Camino del Sudeste (en su primer tramo Calzada de Luyanó).

En los tiempos modernos, la Avenida Rancho Boyeros (1935) surgió con igual carácter conector. En este caso se hizo para comunicar más eficientemente el nuevo centro de la ciudad con el aeropuerto inaugurado en 1930. Es otra La Habana que muestran los planos de inicios de esa década, con el entorno de la actual Avenida Boyeros completamente campestre, solo ocupado por múltiples fincas y la línea del ferrocarril. Cuesta también imaginar el diseño de la primera vía "de la Independencia", mucho más estrecha y enlazada a Carlos III, Zapata y G, a la altura del Castillo del Príncipe, sin su bifurcación hacia Paseo abrazando la Plaza Cívica aún sin construir.

Por otro lado, también ha habido calles que sirvieron de límite, y que permiten entender hasta dónde llegaba la urbanización del territorio habanero en diferentes momentos. Ejemplos imprescindibles son Egido, Monserrate, Galiano, Belascoaín e Infanta. Las dos primeras calles nombran una sola vía que coincide con el trazado de las murallas, recordando la calle del centro histórico por la que se paseaba al interior del muro pétreo.

Cuando La Habana comenzó a crecer hacia el oeste sin ocupar el glacis de la muralla, la población que vivía al norte de la calle Reina, completó el espacio comprendido entre las calles Galiano y Belascoaín. Estas vías ordenaron el trazado de este territorio en las dos primeras décadas del siglo XIX, sirviendo de líneas borde; a sus lados campo y plantaciones.

Hacia 1828, lo que es hoy Centro Habana, se había expandido hacia el centro histórico llegando a la muralla, pero el límite oeste seguía siendo Belascoaín. Fue en el último cuarto del siglo XIX que la ciudad llegó a Infanta, nueva vía que le sirvió de borde.

Finalmente, destacan algunas calles que crecieron por tramos, por lo que no todos los habaneros interactuaron con ellas del mismo modo en que hoy lo hacemos. Entre ellas está lógicamente Malecón, que por su dimensión monumental requirió mucho tiempo para su completamiento. Específicamente, entre 1901 y 1902, llegó a la calle Crespo desde La Punta; en 1919 alcanzó Belascoaín; en 1927, Infanta; en 1950, Paseo; y en 1958, la desembocadura del Almendares.

Sin embargo, otras avenidas importantes y no tan largas como la anterior, se fueron construyendo por partes, aunque ya pocos lo recuerden. En estos casos la razón fue que crecieron a la par de la urbanización en la que estaban insertas, es decir, no se planificaron desde el inicio a gran escala como la Avenida del Golfo.

Casos interesantes fueron las avenidas Paseo y G, en El Vedado, que originalmente terminaban en la Calle 27. Cuesta pensar en aquellos tiempos en que tan vistosas avenidas decimonónicas terminaban así, tan ramplonamente. En la década de 1920, se planificó su prolongación como parte de las obras del nuevo centro cívico que se consideraba construir en la Loma de los Catalanes. Sin embargo, aunque en la década siguiente la Avenida G se completó como la conocemos hoy, Paseo solo se alargó hasta Zapata. Fue a partir de 1951 que conectó con la Avenida Carlos Manuel de Céspedes, cuando se construyó este tramo de Boyeros que rodea el lateral oeste de la actual Plaza de la Revolución.

Tal vez, una de las vías más interesantes que creció a pedacitos fue Santa Catalina, aunque es un aspecto suyo bastante desconocido. Esta avenida vital del sur habanero, que corta al centro el barrio de La Víbora, nació perpendicular a la actual Calzada de Diez de Octubre en el siglo XIX, como parte del reparto Catalina de la Cruz. Entonces solo tenía tres cuadras y su nombre guardaba relación con el de su urbanización aprobada en 1864.

Con la rápida población de esta zona, en la década de 1920 la avenida se prolongó hasta Goss, donde entroncaba con el antiguo Camino de Cruz del Padre, hoy desaparecido. A continuación quedaban las fincas de las Monjas Catalinas y la de Palatino, ambas atravesadas por el Canal de Vento y el Ferrocarril de Cristina. En un plano de 1931, se ve que Santa Catalina fue ampliada hasta la calle Palatino. Este tramo debió ser muy sencillo, pues se muestra más estrecho que el resto de la vía, y con un puente para cruzar la línea del ferrocarril. Su entorno en esta parte seguía siendo natural salvo por el reparto La Sola (1922).

En otro plano de 1943, se ve extendida hasta Boyeros, sin embargo, desde Vento seguía sin tener el mismo ancho que la avenida original. Fue en la década de 1950 que se homogenizó la vía y se fomentó la urbanización de sus lotes aledaños. Sinceramente, resulta muy curioso pensar que esta importante avenida que ya cumple 160 años, conector expedito entre Boyeros y Diez de Octubre, haya tenido cinco momentos muy bien diferenciados a lo largo de sus primeros 100 años, y que a los últimos 60 años corresponda la imagen que hoy identificamos.

Yaneli Leal
Texto y foto: Diario de Cuba, 5 de mayo de 2024.

lunes, 10 de junio de 2024

La Víbora y sus orígenes

En 1902, el novelista Ramón Meza lamentaba que el barrio de La Víbora, llevara el nombre de tan "espeluznante reptil". Lo curioso es que este ha sido uno de los caprichos populares más longevos de La Habana, nunca transfigurado en ley, ya que el barrio La Víbora no está asentado ni delimitado legalmente en ningún documento histórico. Lo que conocemos como tal es la unión de varios repartos popularmente unificados bajo el nombre de un antiguo asentamiento campestre.

Una vez que La Habana se instaló junto a la bahía, las zonas sur y oeste se definieron como espacios de explotación agrícola y ganadera, lo que garantizó su paulatino poblamiento. Con la rápida expansión extramural, el sur se potenció como región productiva y de comercio, en fuerte vinculación con los caminos trazados desde intramuros. Entre los primeros estuvo el de Monte, que a la altura de la Esquina de Tejas se bifurcaba y continuaba hacia el sur por el camino de Matabanó. Esta línea sinuosa pero bastante vertical en disposición norte-sur comunicaba con el antiguo poblado de Batabanó. Luego fue rebautizado Camino Real del Sur; a partir del siglo XVIII, Jesús del Monte; y desde 1918, Diez de Octubre.

En el sur de La Habana, esta vía constituyó punto de partida de los primeros proyectos urbanizadores, definiendo una ocupación lineal que se expandió a ambos lados de ella. De ahí que las secciones más irregulares estén condicionadas por el accidentado recorrido del legendario camino, y los trazados de los repartos varíen su orientación al buscar paralelismo con la antigua calzada.

Se ha registrado que a finales del siglo XVII o principios del XVIII, entre las actuales calles Acosta y Santa Catalina, había una especie de cuadra que servía de descanso a los arrieros que trasportaban mercancías hasta la actual Habana Vieja. La edificación tenía una campana de bronce que anunciaba la salida y entrada de vehículos, por lo que fue conocida como Paradero de la Campana. Luego su nombre cambió al de La Víbora, por la pintura que identificaba el consultorio de un médico alemán que allí radicaba desde 1728. Este nombre quedó e incluso renombró extraoficialmente la vía de Jesús del Monte desde la Loma de Luz o Chaple hasta el final.

Al siglo XIX correspondieron los primeros proyectos urbanizadores aprobados por el Ayuntamiento, y aunque algunos no se ejecutaron inmediatamente, fueron testigos del interés inmobiliario que existía en el área. Su vinculación con los centros de producción y cultivo definieron la población de clase media y baja, con inclusión de familias de renombre que, atraídas por el carácter campestre y las hermosas vistas, tomaron parte activa en la urbanización y desarrollo social, económico y cultural de la localidad.

La práctica constructiva tradicional y las regulaciones vigentes condicionaron la estrechez de las calles y la ocupación compacta de las manzanas. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, los repartos buscaron ganar en amplitud e higiene, al incluir vías amplias, parterres, portales y pasillos laterales. Los patios, por lo general traseros, respondieron a la preeminencia de lotes largos y estrechos.

Contemporáneos discretos de El Carmelo y El Vedado, los nuevos repartos del sur, aún con sus irregularidades, manifestaron la influencia de las corrientes de planeamiento urbano decimonónicas que motivaron el diseño de barrios residenciales mejor ordenados y ventilados, dígase más modernos física y visualmente, y con sistemas de infraestructura moderna (alumbrado, acueducto, alcantarillado y pavimentación). No obstante, el gran cambio fisionómico del lugar tomó gran parte del siglo XX.

Actualmente cuesta imaginar lo que en 1940 describía un vecino de la calle Estrada Palma, entre Heredia y Poey, nacido en 1914:

"Al principio se podía decir que vivía uno en pleno campo. […] Por las tardes íbamos a pasear con nuestros hijos, el mayor de 11 años, por lo que se llamaba La Huerta de los Chinos, vasto campo sembrado por los asiáticos que lo ocupaban, de variadas hortalizas, y cruzado de zanjas y regatos de agua no muy limpia, y por lo que se vio recientemente, nada higiénica. Eran unas excursiones encantadoras, llenas de sorpresas y fáciles peligros. Perderse y volverse a encontrar entre aquellos matorrales; caminar haciendo mil equilibrios sobre la gran cañería maestra de Vento que cruzaba sobre una cañada. Cazar tomeguines con jaulitas de trampa. Atrapar pintorescas mariposas, temblantes sobre las endebles ramas de los romerillos. Volver a casa cargando un palo travesado, del que pendían goteantes y frescas lechugas, jugosas acelgas, nutritivas coliflores, tiernos rabanitos, etc. Algunos domingos por la mañana ascendíamos a la Loma de Chaple, frontera a nuestra casa de Estrada Palma, a ver el plateado globo de aluminio del Capitán Zorrilla, ascender allá a lo lejos, detrás del Plaza, donde se hallaba la carpa de Pubillones. […] Hoy todo aquello está urbanizado, fabricado, cuadriculado, solicitado, y de La Huerta de los Chinos no queda ni un rábano de muestra".

Del germen marcado por el barrio De la Cruz (1864), cuyos límites originales fueron las actuales calles Diez de Octubre, Carmen, Poey y Libertad, el territorio fue consecutivamente parcelado y definido por otros barrios. Estos fueron: Vivanco (1903) y sus ampliaciones en 1907 y 1922 (La Sola), Acosta (1905), El Rubio (1906), Loma del Mazo (1906), ampliación De la Cruz o Párraga (1908), Havana Land Co. (1908), Loma de Chaple (década de 1900), Nueva Habana (1914) y su ampliación de 1947, Chaple (1914), La Floresta (1914), y San Juan Bosco (década del 40).

En algunos trazados participaron conocidos arquitectos e ingenieros cubanos como Walfrido Fuentes, Antonio Fernández de Castro, Eugenio Rayneri, Benito Lagueruela y Francisco Centurión. Estos dos últimos fueron inmortalizados en dos calles, hoy renombradas Continental y Pedro Consuegra.

Resulta interesante que entre tantos nombres perviviera aquel del siglo XVII homogeneizando hasta hoy los que legalmente tuvieron los proyectos de urbanización. De este modo, los que en realidad eran 15 repartos, han trascendido popularmente como uno. Tras una amplia investigación que involucró planos de urbanización, documentos históricos y la consulta de especialistas y vecinos de la zona, Juan Carlos Santana definió un derrotero para ayudar a comprender lo que entendemos por La Víbora, definida por las calles General Lee, Diez de Octubre, Acosta y Vento.

Un barrio habanero amado por sus bondades paisajísticas y arquitectónicas que lamentablemente se deprecian a paso acelerado por la desidia estatal, la crisis económica y la deficiente administración pública.

Yaneli Leal
Texto y foto: Diario de Cuba, 21 de abril de 2024.

lunes, 3 de junio de 2024

Lawton, mi barrio habanero

Todos los barrios de La Habana tienen su sello propio. Sus casas y trazados diferentes. Hasta sus olores. Por un tiempo, para René, vecino de la calle Font, a tiro de piedra del viejo matadero, el olor nauseabundo de las reses era un distintivo de su Lawton natal.

Si le preguntas a Gabriel, desde hace 25 años viviendo en Boston, Estados Unidos, el olor del alcohol emanado de la destilería de la Calle B, el convento de Santa Clara de Asís y los 'pitenes' (juegos) en las cuatro esquinas con una pelota verde de esponja, son cosas que nunca podría olvidar.

Cada cual tiene su Lawton particular. Con una población de cerca de 25 mil habitantes, Lawton es uno de los barrios fundacionales de La Habana moderna. Pertenece al municipio Diez de Octubre, el más poblado de la capital, con más de 200 mil habitantes. Les cuento su breve historia.

Se dice que a unos 6 kilómetros del centro de la ciudad, se encontraba la finca de Don Fernando Batista. Hacia mediados del siglo 18, su secretario personal, de apellido Lawton, lo convenció para que vendiera sus terrenos a la compañía de ferrocarril. Con la comisión que ganó adquirió una finca en los terrenos que colindan con la actual Calle B.

De 1849 a 1864 fue autorizada la urbanización de diez repartos, por ese entonces conocidos como Barrio de Concha. Entre ellos estaba Lawton, que en 1859 se inscribió como Reparto Ferrer. Para los años iníciales del siglo XX, aquellos terrenos que había comprado el pícaro Lawton, secretario de Don Fernando, adquirieron un valor inusitado debido al trazado diseñado por la compañía de tranvías.

En la década de 1920, en el actual paradero de ómnibus de Lawton, se funda la empresa de tranvías de La Habana. Luego, en la década de 1940 la zona prosperó con la construcción de la Avenida Dolores, que parte en dos el populoso y amplio barrio.

Sus casas, por lo general, eran de pisos bajos y estilo ecléctico. En sus buenos tiempos, Lawton era un mosaico abigarrado de viviendas donde convivían obreros, bodegueros, pequeños empresarios y un sector de clase media en las alturas del reparto Vista Alegre o el Quinto Distrito.

Camilo Cienfuegos, uno de los comandantes de la guerrilla de Fidel Castro, fallecido en un accidente de aviación en octubre de 1959, era de Lawton. Su hogar hoy es un museo. Entre los 'lawtoneros' ilustres se encuentran el trovador Santiago Feliú, ya fallecido, el periodista e historiador Ciro Bianchi Ross y el disidente Oscar Elías Biscet.

Aunque nació en Santos Suárez, también perteneciente al municipio Diez de Octubre, Celia Cruz, la guarachera de Cuba, en los años 50 se mudó a Lawton, a la casa que construyó en Terraza 110 entre 12 y 13, en el antiguo reparto La Mallorquina. Entre los músicos que también construyeron casas en Lawton se encuentran Arsenio Rodríguez, Lino Frías y Rolando Laserie.

Al igual que el resto de distritos habaneros, tras la llegada del ciclón verde olivo, Lawton ha pagado factura por la desidia y el descuido estatal en el mantenimiento de sus edificaciones. Sus aceras y calles están repletas de huecos y baches. Y debido a grandes salideros en las cañerías, el agua se pierde sin llegar al grifo. Las carencias habitacionales, que afectan todo el país, han provocado un auténtico caos urbanístico.

Ya muchas fachadas perdieron su diseño original. Los amplios ventanales de madera o hierro forjado han sido sustituidos por impresentables ventanas de aluminio chino o toscamente confeccionadas por herreros privados, a veces sin cristales, lo que convierte a muchos domicilios de Lawton en Frankesteins arquitectónicos.

Vecinos como Demetrio llevan veinte años intentando reparar su casa. Habita en una vivienda a medio hacer, rodeado de hormigón. Gente que se las apaña como puede para mejorar su calidad de vida destruyendo sin piedad los valores urbanísticos. Pero no queda otra. El Estado no vende materiales de construcción a precios razonables y a estas alturas nadie espera que lo haga. Para impedir que los techos se desplomen, las personas buscan soluciones por su cuenta.

No es ésta una barriada de hoteles, restaurantes, discotecas y centros nocturnos de calibre. Los jóvenes de Lawton tienen que desplazarse a otros municipios si quieren bailar y divertirse. De lo contrario, asistir a los bailables del Parque de la Policía, conocido así por estar en las inmediaciones de una unidad policial, o de la Plaza Roja de La Víbora, donde a ratos la fiesta termina entre trompadas y navajazos.

Lawton también tuvo -y todavía tiene- sus locos célebres. Como Pedrito, que imitaba a los salseros de moda y murió de beber en exceso 'chispa de tren', un alcohol apto para piratas. O El ruso, viejo ex presidario extraditado hace unos años desde Estados Unidos que va de puerta en puerta pidiendo comida o dinero a cambio de enseñarte a hablar inglés. Hubo varios dementes antigubernamentales. Uno de ellos, Germán, antiguo policía de Batista, andaba con una carreta cargadas de piedras y a toda voz gritaba insultos contra los hermanos Castro.

De Lawton, como de otros barrios capitalinos, se han ido muchos vecinos del país. Otros están reuniendo dinero para irse este año o el próximo.

Iván García

Foto: Lawton se caracteriza por sus elevaciones y calles empinadas, algunas con escaleras, como la de la foto, situada en Calle 11 entre E y Font, con la particularidad de que en el medio han situado un busto de José Martí. Tomada del Facebook "Lawton de La Habana".