La luna de miel entre la intelectualidad izquierdista occidental y el régimen comunista de Fidel Castro sufrió una primera y grave crisis hace ya 30 años, en 1971, a raíz del encarcelamiento del poeta Heberto Padilla y del subsiguiente caso Padilla. Un caso que puede ahora darse por cerrado con la muerte del autor cubano en Estados Unidos a causa de un infarto, el 25 de septiembre del 2000.
Padilla tenía 68 años y daba clases en la Universidad de Auburn, Alabama. Luego de no haber acudido a su cita académica de los lunes, fue hallado muerto, poco después en su domicilio, según publicó The Miami Herald.
El caso Padilla, que marcó el inicio del divorcio entre la intelectualidad occidental y el régimen castrista, tuvo su origen en la publicación, en 1968, del poemario Fuera de juego, libro que en un primer momento recibió el principal galardón literario concedido por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Pero las críticas a la revolución castrista que contenía acabaron provocando el encarcelamiento del autor en 1971.
Las represalias no terminaron aquí. Padilla fue torturado y obligado a retractarse y renegar de sus críticas al gobierno comunista en una declaración pública dirigida a la UNEAC.
Este episodio causó la reacción de numerosos intelectuales y un primer desencanto generalizado respecto a los métodos de la revolución cubana. Desde Mario Vargas Llosa hasta Octavio Paz y Julio Cortázar, pasando por Simone de Beauvoir o Jean-Paul Sartre, Marguerite Duras, Jaime Gil de Biedma, Alberto Moravia, Pier Paolo Passolini, Alain Resnais o Juan Rulfo, una larga lista de escritores, cineastas y pensadores firmaron una carta en la que pedían explicaciones al gobierno de La Habana y denunciaban unos modos de actuación que les recordaban poderosamente a los de los procesos de Moscú.
Fidel Castro aprovechó la ocasión para establecer una nueva política cultural, que se resumía en la consigna "El arte es un arma de la revolución". Y calificó la cultura como una actividad de masas e insistió en el reconocimiento del marxismo-leninismo como instrumento válido para interpretar la realidad, lo que conducía inevitablemente a un arte muy ideologizado.
De todos modos, y debido a las presiones internacionales y el creciente descrédito, Castro se vio obligado a liberar a Padilla, quien dejó la prisión para seguir bajo arresto domiciliario.
En 1980, gracias a otra campaña internacional, esta vez dirigida por el senador norteamericano Edward Kennedy, Heberto Padilla logró salir de Cuba, con destino a Estados Unidos, donde ha residido los últimos veinte años de su vida, trabajando como profesor en las universidades de Princeton, Nueva York, Miami y Auburn, Alabama.
Nacido en Pinar del Río el 20 de enero de 1932, Heberto Padilla ha sido considerado una de las figuras más importantes de la poesía cubana de la segunda mitad del siglo XX.
Padilla desempeñó diversos cargos de confianza en los primeros años de la revolución, entre ellos el de corresponsal de Prensa Latina en Nueva York, director de Cubartimpex, organismo encargado de seleccionar libros extranjeros y representante del Ministerio de Comercio Exterior en los países socialistas y escandinavos. Después, poco a poco, empezó a distanciarse del régimen y a convertirse en uno de los primeros disidentes intelectuales e ideológicos.
Traductor de Keats, Shelley, Byron y Blake, también de Eliot, Heberto Padilla es autor de una notable obra poética y narrativa, entre la que destacan títulos como Las rosas audaces, El justo tiempo humano, Fuera de juego, El hombre junto al mar, la novela En mi jardín pastan los héroes y la autobiografía Mala memoria.
La Vanguardia, 27 de septiembre de 2000.
Foto: De derecha a izquierda, Heberto Padilla, su esposa Belkis Cuza Malé y el escritor Florencio García Cisneros, Princeton, 1992. Tomada de La noche de la autocrítica en la UNEAC.
Leer también: Heberto Padilla y Disidente despistado.
IVAN RECORDANDO A SU MADRE COMO ERA MIEMBRA DE PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y MARXITA
ResponderEliminarivan censura
ResponderEliminarPadilla fue visionario. Aquí les argumento con uno de sus poemas:
ResponderEliminarEL DISCURSO DEL MÉTODO
Si después que termina el
bombardeo,
andando sobre la hierba que puede crecer lo mismo
entre las ruinas
que en el sombrero de tu Obispo,
eres capaz de imaginar que no estás viendo
lo que se va a plantar irremediablemente delante de tus ojos,
o que no estás oyendo
lo que tendrás que oír durante mucho tiempo todavía;
o (lo que es peor)
piensas que será suficiente la astucia o el buen juicio
para evitar que un día, al entrar en tu casa,
sólo encuentres un sillón destruido, con un montón
de libros rotos,
yo le aconsejo que corras enseguida,
que busques un pasaporte,
alguna contraseña,
un hijo enclenque, cualquier cosa
que puedan justificarte ante una policía por el momento torpe
(porque ahora está formada
de campesinos y peones)
y que te largues de una vez y para siempre.
Huye por la escalera del jardín
(que no te vea nadie).
No cojas nada.
No servirán de nada
ni un abrigo, ni un guante, ni un apellido,
ni un lingote de oro, ni un título borroso.
No pierdas tiempo
enterrando joyas en las paredes
(las van a descubrir de cualquier modo).
No te pongas a guardar escrituras en los sótanos
(las localizarán después los milicianos).
Ten desconfianza de la mejor criada.
No le entregues las llaves al chofer, no le confíes
la perra al jardinero.
No te ilusiones con las noticias de onda corta.
Párate ante el espejo más alto de la sala, tranquilamente,
y contempla tu vida,
y contémplate ahora como eres
porque ésta será la última vez.
Ya están quitando las barricadas de los parques.
Ya los asaltadores del poder están subiendo a la tribuna.
Ya el perro, el jardinero, el chofer, la criada
están allí aplaudiendo.