lunes, 14 de marzo de 2016

Una isla donde no se come pescado



La desaparición del pescado de los mercados cubanos es un tema más espinoso que el pescado mismo. La población lamenta su ausencia sugiriendo causas; la versión más rotunda la cuentan los pescadores, que día a día surcan el mar, tratando de pescar sin artes y arriesgando su vida en viejas embarcaciones.

La pesca es una de las actividades económicas más tempranas en del mundo y el pescado una fuente básica de alimentación. Pero Cuba dejó de satisfacer las necesidades alimenticias de la población y pasó a generar divisas por concepto de exportación.

“En Manzanillo no se ha dejado de pescar, lo único que cambió fue el destino del pescado, ahora es para los ‘yumas’ (turistas) porque pagan en ‘fulas’ (divisas). Nosotros comemos pescado de agua dulce, machuelo y ‘subproductos’. Del mar, solo nos toca el miedo de emigrar en una lancha”, explica Sydney, joven manzanillero.

En la actualidad, la técnica de pesca más productiva en la isla es el sistema combinado, que permite amplitud de formas de pesca con escasos recursos. Los barcos de la flota pesquera oriental son de tamaño mediano y pequeño, con una sola cubierta y poca solidez y fuerza. Por esas características, se alejan poco de la plataforma costera.

El estado de las embarcaciones que llevan los pescadores a los bancos de pesca de alta mar, puede calificarse de regular a malo. Sufren roturas frecuentes porque casi todos sobrepasan el tiempo recomendado de explotación y casi ninguno cuenta con botes salvavidas o de maniobras.

Paradójicamente, en el astillero de Manzanillo, Granma, provincia a 670 kilómetros al este de La Habana, fabrican barcos de fiberglass, pero son destinados a la exportación y raramente se le asignan a la flota local.

“Por más que nos esforzamos en mejorar el aparejo, cada vez es peor, porque las pocas artes de pesca que tenemos son viejas, tienen roturas y hay que repararlas casi a diario, así no se puede coger el peje. Aquí no hay sobreexplotación, por el atraso y el olvido que tiene la empresa, que no se preocupa por sustituir esos barcos viejísimos, ni garantiza las artes de pesca”, dijo un marinero que solicitó no ser identificado, temiendo perder su empleo.

Otro pescador que le acompañaba informó que “la producción por lo general ya está conveniada y vendida a otros países o al turismo, incluso antes de la captura, pero a veces tenemos que salir sin hielo para conservar el pescado y estamos obligados a volver al muelle el mismo día, para descargar y no perder la producción”.

La forma de pago por captura entregada beneficia a los pescadores en activo. Un porcentaje del salario se les paga en pesos convertibles, aunque en esa misma moneda se le descuentan todos los gastos generados durante el mes (combustible, víveres y agua potable). El resto se distribuye según el rango de cada marinero.

Los que no pueden salir al mar por rotura de la embarcación, falta de hielo o combustible, quedan sin respaldo salarial, hasta tanto se incorporen a la faena pesquera. Mientras duran las reparaciones, pasan varios meses sin cobrar.

Una señora de la comunidad costera de Cabo Cruz cuenta que el año pasado, "al barco de mi vecino se le rompió el casco en alta mar y por poco se hunden, válgale que otro barco andaba cerca y les remolcó a tiempo. El barco estuvo un año entero reparándose en el varadero de Niquero un año entero. En todo ese tiempo mi vecino no cobró ni un quilo (centavo), ni siquiera lo reubicaron para que ganara algún dinero y pudiera sobrevivir mientras tanto”.

La pesquería realizada por particulares también ha mermado, las innumerables restricciones se han convertido en un obstáculo infranqueable para la nueva generación de jóvenes pescadores, debido a la exigencia de permisos, propiedades, licencias, regulaciones y un sinnúmero de limitaciones que les impide tener pequeñas embarcaciones y su posterior legalización.

Por su parte, el objetivo de la pesca industrial es lograr un gran número de capturas. Para ello se necesita capital para equipar los barcos e investigar nuevos sistemas de pesca con tecnología avanzada y una infraestructura portuaria donde desembarcar y distribuir las capturas.

Luis Elio, otro manzanillero entrevistado, mira el mar con tristeza y dice: “De las pescaderías solo quedan los nombres y los recuerdos. El pescado que comemos los manzanilleros, tenemos que comprarlo en el mercado negro y una libra vale más que un día de salario”.

Texto y foto: Roberto Rodríguez Cardona
Cubanet, 26 de enero de 2016.

1 comentario:

  1. jajajaja una isla donde no se come carne de res ni pescado
    pero los cubano apostaron por la
    robo ilucin cubana

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