viernes, 22 de abril de 2016

¡Deja que yo te cuente!



Cuando trabajaba, siempre pensé que mi jubilación sería más tranquila, con los hijos ya grandes, los nietos, tener una vida menos agitada… La mayoría de las personas pensaba igual. Pero no te creas, que no era una época tan ideal como se dice ahora, también había muchos problemas, lo que pasa es que el sueldo sí valía.

Estuve muchos años ganando 138 pesos, con mi mamá anciana, tres hijos y mi esposo, de un segundo matrimonio. Cuando aprobaron una de esas leyes de aumento, a mediados de los años 80, me subieron a 280 pesos. De todos modos, antes de ese salario, fui dirigente un montón de tiempo, y ganaba ese poquito que te dije.

Claro, no era como ahora. Mira, todas las semanas, o por novenas, que era como se decía, por la libreta llegaba carne o llegaba pescado, había una variedad de productos. Habían laterías por la libre en los mercados y eso ayudaba, porque se podía comprar alguna. Eran asequibles al sueldo de la mayoría. Sobre todo, lo más importante, era que había mucha variedad en los contenidos y en los precios. Ahora, todo es muy caro o muy malo, o las dos cosas. Y la cuota es cuando viene y como viene.

Yo trabajaba en un establecimiento de producción contínua, a máquina y manual, era la jefa del departamento económico. Por cierto, entonces no había eso de 'búsqueda' ni de 'faltante'. Antes de 1959 estudié en la Escuela de Comercio, y a mí me enseñaron que en la contabilidad, de cualquier sitio, ni sobra ni falta nada. Hay que cuadrarlo todo.

En esta fábrica mi sueldo llegó a ser de 280 pesos, que no era malo, aunque los había más altos. Me alcanzaba porque me planificaba. Además, en mi casa éramos seis personas. Mi esposo ganaba unos 300 y pico pesos. Mi mamá tenía una pensión de 60 pesos. Unos 800 pesos para mantener a seis personas, tres adultos y tres niños.

Nosotros podíamos ir los domingos a una pizzería o comer en algún sitio. Y hasta dejarle propina al capitán y que mi esposo le pagara un trago, para que nos tratara bien. Imagínate tú. Una propina de cinco pesos, que hoy no es nada, por entonces era un regalo. Por cinco pesos un taxista te paseaba hasta donde quisieras. Pero, fíjate, con los ingresos nuestros tampoco podíamos ir a un hotel, hacer turismo en vacaciones, ni nada de eso. Llevar a los muchachos al zoológico y en guagua para la casa. No alcanzaba para más.

Vivíamos sin excesos. Si te planificabas te alcanzaba, pero no era tampoco nada del otro mundo. Con eso también había que comprar ropa, zapatos, pagar los servicios, en fin, todo lo que hacía falta. Para hacer un arreglo, pintar la casa, comprar un mueble, había que reunir, no era que se comprara y ya, ni que el dinero estuviera en las matas. Valía el sueldo, pero había que sudarlo. Y algunos equipos electrodomésticos solo te los daban por el centro de trabajo.

Actualmente vivo sola. Soy viuda y como jubilada recibo 270 pesos mensuales. Tengo un hijo que vive en España, y otros dos en Cuba. De los que viven aquí, uno es un profesional, y la otra es técnica, es contadora en un departamento económico. Los dos trabajan para el Estado, para eso estudiaron, aunque hoy no les sirva de mucho, y tienen sus salarios para ir resolviendo sus vidas.

Las ayudas que me pueden dar, en términos económicos, no son muchas. El que vive fuera, que también trabaja y no es rico ni tiene ningún negocio, me manda algo todos los meses, que se me va en comer. Como puedes ver, no me alcanza ni para arreglar el techo, ni para resolver el montón de cosas que hacen falta en una casa vieja como ésta. Es chiquitica, pero si te hago la lista de todo lo que hay que arreglar, no acabamos nunca. Pero igual digo, que si no tuviera ese dinerito, pasaría muchísimo más trabajo.

Mi vida, con mis ingresos, con ayuda y todo, es bastante estrecha. Estoy operada de un cáncer de colon, necesito determinado tratamiento médico, determinada alimentación. Con 76 años que tengo y mi salud, que no estoy muriéndome pero tampoco soy una pepilla y sufro mis achaques y mis cosas, no puedo andar en guagua. Para ir al médico o salir a cualquier lado donde no pueda ir caminando, tengo que pagar diez pesos por un carro de alquiler.

Si sumas la ida y la vuelta, y si me acompaña alguno de mis hijos, ya es cuatro veces esa cuenta. Los controles médicos actuales no los entiendo. Si vas a la posta médica o al policlínico, te pasas toda la mañana para una receta, si hay la medicina y si el médico vino. Y de la farmacia, mejor no hablar, ya hasta en el noticiero lo han dicho.

Todos los días te dicen que la población cubana está envejeciendo, pero nadie dice cómo viven de verdad los jubilados. Los círculos de abuelos y los parques con los viejitos haciendo ejercicios se ven de lo más lindos en la televisión.

Pero nadie viene a tu barrio a ver las horas que uno se pasa en una cola, ni las vueltas que hay que dar de mercado en mercado para resolver cualquier cosa, ni el sol que se coge. No te aumentan un centavo, y todo el mundo sabe que hay que hacer magia para vivir con las pensiones que tenemos los jubilados.

Así que, periodista, como dice el programa ¡Deja que yo te cuente!

Antonio López Sánchez
Palabra Nueva
Foto: Tomada de Cuba Absolutely.

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