lunes, 9 de junio de 2014

La libreta, recordista cubana


Fue implantada en 1962. Y si no está, debería estar en el Libro de Récords Guinness.

Es una cartilla de pésima cartulina y varias hojas, donde un bodeguero apunta los alimentos que el Estado mensualmente vende a los ciudadanos previamente registrados.

Desde que en 1965 nací, la libreta de racionamiento forma parte de la vida deprimida y repleta de escaseces de los cubanos.

Antes del 'período especial', una crisis cinco veces peor a la que sufre el mundo actual, donde hubo apagones de hasta 16 horas y gente que para apaciguar el hambre comió gatos, cáscaras de plátanos y hollejos de toronja, la libreta te permitía comprar aceite y carne de res cada quince días.

Hubo una vez, que el "gobierno benefactor" de Fidel Castro se dio el lujo de vendernos latas de leche condensada y botellas de cerveza.

Después de esa guerra sin tronar de cañones que fue el 'período especial', la denominada canasta básica se redujo drásticamente.

A duras penas, cada mes tenemos derecho a comprar un panecillo diario -casi siempre pésimo- de 80 gramos, 7 libras de arroz, 20 onzas de frijoles negros y colorados y un sobre de café, hasta hace un par de años, mezclado con chícharos. Ahora, dicen que es puro, pero igual de malo.

La recordista libreta cubana, cada mes también nos ofrece media libra de picadillo ligado con una soya de desagradable olor, media libra de pescado o una libra de pollo y 10 huevos… y para de contar.

A ratos, cuando se acuerdan, los burócratas de comercio interior -organismo que controla lo que se vende por la libreta- ofrecen media libra de aceite por consumidor, un tubo de pasta de dientes, un jabón de baño y uno de lavar. Artículos todos de calidad deplorable.

En 2010, después que los cubanos llevábamos más de cuatro décadas habituados a adquirir productos alimentarios de forma racionada, el presidente del país dijo que “resultaba incosteable mantener una serie de gratuidades”. Me pregunto, si a alguien, en su sano juicio, le gusta o prefiere depender de los insuficientes alimentos que nos vende el gobierno verde olivo.

Son baratos, es cierto. Pero lo ofrecido por la libreta solo alcanza para comer durante diez días. Después, arréglatelas como puedas.

De manera intermitente, en la isla circula el rumor de que a la longeva cartilla le llegó su hora final. Luego, se desvanece y por momentos desaparece la bola sobre su próxima desaparición.

La libreta nunca resolvió nada, pero complementaba la alimentación de infinidad de hogares. Es una incógnita, e incluso gente de a pie hace apuestas: si cuando no haya libreta, a precios asequibles, se podrán comprar el arroz y los frijoles, el alimento habitual de los cubanos.

La carne, bien gracias. Hace años que la carne de res desapareció en combate, y la de cerdo y carnero han ido encareciendo y cada vez menos personas la pueden consumir regularmente.

En el aire flota otra interrogante: si después que a determinados sectores, entre ellos el de salud pública, le han subido sus salarios, aumentarán las pensiones de jubilados y pensionados. Si alguien necesita adquirir más alimentos ofertados por la libre, como frutas, viandas y verduras, y cuyos precios no son baratos, son los ancianos.

Habrá que esperar para saber si finalmente desaparece o no la libreta de racionamiento. Los más optimistas creen que peor no vamos a estar. Los pesimistas piensan que la pobreza y las tensiones sociales aumentarán.

Oscar, chofer de un taxi particular, todos los días se pregunta cuándo va a tocar fondo la larga crisis económica. Que en el caso de Cuba parece estamos lejos de tocarlo. Con libreta o sin libreta.

Texto y foto: Iván García

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