Probablemente Fidel Castro, ni en sus mayores delirios, pensó tener el control político y alcanzar beneficio económico de una nación nueve veces mayor que Cuba, dos veces y media más poblada y con la reserva de petróleo más grande del planeta.
La colonización ideológica cubana sobre Venezuela podría entrar en la historia como una obra de arte en materia de dominación política. El otrora barbudo nunca deja de sorprendernos.
No ha sido un autócrata menor. Para bien o para mal, siempre fue un animal político. Charlatán, pandillero estudiantil y manipulador, pero siempre osado.
Demostró su probada incapacidad para crear riquezas y fundar una economía sólida y coherente. Antes de llegar al poder a punta de carabina en enero de 1959, Cuba era la segunda economía en América Latina.
Cincuenta y cinco años después, con unas finanzas en números rojos, PIB raquítico y escasa productividad, la isla ahora discute el sótano continental junto a Haití.
En asuntos de estrategias políticas, Castro es un viejo zorro. Siempre le gustó planificar subversiones y guerras. En los años 80, desde una casona del reparto habanero Nuevo Vedado, dirigió a distancia la guerra civil en Angola.
Es un maniático incorregible. Le place estar al tanto de todo. Desde el rancho de las tropas, el cruce de ganado vacuno hasta pronosticar el rumbo de un huracán.
Castro era imprevisible. No fue un satélite cómodo del imperio soviético. Tramó conspiraciones, guerras de guerrillas y adoctrinó en Cuba a una pléyade de jóvenes latinoamericanos. Algunos hoy en el poder, constituyen un capital político formidable para el régimen.
Ojeador experto, cuando el 4 de febrero de 1992 el teniente coronel Hugo Chávez lideró una asonada golpista en Venezuela, antes que nadie, desde La Habana, Fidel Castro vio el potencial del paracaidista de Barinas.
Lo invitó a Cuba apenas puso un pie fuera de la cárcel. Fue su manager político a tiempo completo. Como en cualquier alianza o relación humana, una persona siempre intenta dominar a la otra.
Castro fue sutil. Por razones de salud ya estaba de vuelta. Su estrategia con Chávez fue de bajo perfil. No eclipsarlo. Todo lo contrario. El proyecto era crear un líder continental.
Chávez tenía carisma y Venezuela una renta petrolera interesante. Cuba vivía horas bajas tras la caída del Muro de Berlín, una crisis económica estacionaria y la desaparición de la URSS.
Las guerras de guerrillas en América ya no eran un recurso. La 'asquerosa democracia burguesa', tan criticada por el comandante, fue el camino para que grupos políticos afines al régimen cubano llegasen al poder.
Estos grupos entraron por la puerta de atrás en países rotos, donde la corrupción y el mal gobierno imperaban. La gran proeza de Fidel Castro ha sido colonizar a Venezuela sin disparar un tiro.
En los anales de la historia han existido diversas formas de dominación. No siempre los imperios fueron países vastos. Dinamarca, Bélgica y Holanda tuvieron posesiones en ultramar.
Pero detrás existía un potencial económico o una maquinaria militar temible. Gran Bretaña, en su etapa de oro, contaba con una impresionante fuerza naval.
En los tiempos que corren, Estados Unidos es dueño de un arsenal nuclear y una tecnología militar jamás vista. La Cuba de Castro es una economía camino al cuarto mundo.
Su potencial militar de antaño, que le permitió participar de manera simultánea en dos campañas bélicas en Etiopía y Angola, tras el desplome soviético, ha quedado reducido a un ejército equipado con armas obsoletas.
La lógica geopolítica enseñada en los colegios, según la cual los países económica y militarmente poderosos dominan a las naciones pobres y débiles, ha estallado por los aires en el caso de Cuba y Venezuela.
El truco de Castro para ocupar Venezuela ha sido la complicidad ideológica. Según la periodista venezolana Cristina Marcano -autora junto a Alberto Barreras de la biografía Hugo Chávez sin uniforme: una historia personal- todo empezó en 1997.
El general Antonio Rivero, quien trabajó como jefe de telecomunicaciones de la presidencia y fue director nacional de Protección Civil, señala que ese año, 29 agentes encubiertos cubanos se establecieron en Islas Margarita y en la campaña electoral ayudaron a Chávez en tareas de inteligencia, seguridad personal e informática.
Luego la escalada injerencista fue en aumento. Cerca de 45 mil cubanos trabajan hoy en la administración pública venezolana, la presidencia, ministerios y empresas estatales.
O como burócratas, médicos, enfermeras, odontólogos, científicos, maestros, informáticos, analistas, técnicos agrícolas, de electricidad, obreros y promotores culturales. También en seguridad, inteligencia y en las Fuerzas Armadas.
Cuando los cooperantes cubanos arriban al aeropuerto de Maiquetía en Caracas, todos los trámites migratorios son efectuados por personal militar de la isla.
Especialistas del Ministerio del Interior de Cuba manejan el sistema de identificación de los venezolanos, sus cédulas de identidad y pasaportes; sus registros mercantiles y notarías públicas.
Saben qué propiedades tienen y qué transacciones hacen. También codirigen sus puertos y tienen presencia en aeropuertos y puntos migratorios de control, donde actúan a sus anchas.
La firma cubana Albet SA, de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), que maneja los sistemas del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (SAIME), tiene tanto poder que no permite el acceso de venezolanos al último piso de la sede central del SAIME en Caracas.
También son cubanos los sistemas informáticos de la presidencia, ministerios, programas sociales, servicios policiales y de la petrolera estatal PDVSA, mediante la empresa mixta Guardián del Alba, cuenta la periodista Marcano.
La influencia política de Cuba, tanto en el gobierno del fallecido Hugo Chávez como ahora el de Nicolás Maduro, es decisiva. Los hilos de ciertas estrategias locales se manejan desde La Habana.
Los hermanos Castro se benefician con más de 100 mil barriles diarios de petróleo y ayudas financieras estimadas en 10 mil millones de dólares anuales.
Es tanta la dependencia del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), que los altos funcionarios cubanos, incluyendo al General Raúl Castro, vuelan en aviones ejecutivos de lujo con matricula venezolana.
Ningún imperio en el mundo jamás había podido conquistar otra nación sin tener poder económico ni enviar tropas. Cuba es la primicia. En privado, Fidel Castro debe estar muy orgulloso.
Iván García
Foto: Fidel Castro y Hugo Chávez, paseando por un río venezolano. Tomada de La Voz de Houston.
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