lunes, 14 de abril de 2014

Cuba: el negocio del arte


Son como piratas modernos. Su misión es comprar lo más barato posible. Y vender a precios por las nubes. Hagamos una radiografía de un anticuario habanero de obras de arte.

A Dania, 32 años, le salen ampollas en los pies de caminar en exceso. “Un día cualquiera recorro 20 kilómetros bajo un sol de fuego. A veces tiene sus recompensa. He comprado a precios de ganga lienzos, dibujos o grabados de pintores cubanos de los años 40, como Wilfredo Lam, René Portocarrero o Carlos Enríquez. Vajillas de plata, fotos con gran valor artístico y, la última moda, colecciones de sellos de Mao Tse-tung”, cuenta esta comerciante clandestina de obras de arte y objetos exóticos.

Los ingredientes para ser un brillante experto de arte subterráneo los define Augusto, 43 años. “Es una mezcla de agresividad, paciencia, talento y, sobre todo, alto nivel cultural. Y mucha empatía para ganarte el corazón de las personas. Sensibilizarse con sus problemas y saber que venden cosas valiosas porque suelen estar mal de dinero o desean juntar una cantidad para marcharse al extranjero. Yo siempre trato que los clientes sientan que se les está pagando un precio adecuado por sus artículos. La mayoría procede de la otrora clase media cubana, venidos a menos después de la revolución. Viejitos sin familiares en la isla o tipos que supieron invertir su dinero en obras de arte y ahora creen que es el momento de vender para obtener grandes beneficios”, explica Augusto, un especialista de calibre en el mundo de las antigüedades y obras de arte.

En cualquier barrio habanero usted podrá ver a los marchantes de arte haciendo propuestas e intentando hacer negocios con personas que poseen objetos de valor.

Dora es de las que toca puerta por puerta, anunciando que compra tenedores y cuchillos de plata; porcelana europea o China; viejos libros de ediciones únicas y otras rarezas que las personas tienen guardadas hace años en alguna oscura despensa.

Es amable y ríe de forma franca. Tiene un don especial para que gente desconfiada le abran la puerta. “A veces yo misma he estado días registrando en closets y viejos armarios de mis clientes en busca de objetos, pequeños grabados, recortes de periódicos y colecciones numismáticas o filatélicas que la gente piensa no tienen valor”, dice Dora, mientras revisa un bolso de nailon repleto de cubiertos de plata.

Ella suele comprar cada tenedor o cuchara de plata a 20 pesos, menos de un dólar, y luego al por mayor vende el kilo a 50 dólares. Todos estos mercaderes de antigüedades y obras de arte tienen contactos con compradores extranjeros que de antemano le hacen sus pedidos.

Hay temporadas que a los forasteros que les interesa la pintura cubana de un determinado período. “Aunque los pesos pesados como Lam, Mariano, Portocarrero, Ponce, Amelia Peláez, Víctor Manuel o Tomás Sánchez siempre interesan. A veces la suerte nos acompaña y damos un buen palo al adquirir un lienzo de un pintor español o francés de calibre. En Cuba se ven cosas increíble, conozco caso de personas que tienen obras de Picasso o Velázquez. Incluso Degas o Monet. Pero es difícil topar con un cuadro de ese nivel, lo mas fácil es adquirir pinturas del patio, esculturas y vajillas finas”, aclara Norberto, perito de arte en el mercado negro con 35 años de experiencia.

En ese mundo no faltan los estafadores y picaros. Es casi una industria. Miguel, dibujante con talento, por un tiempo se dedicó a copiar cuadros de pintores cotizados. Tenía una red de personas a las que pagaba bien cuando vendían sus estafas. “Muchos cayeron en el jamo. Hice estafa de hasta 14 mil dólares. Hay unos cuantos cuadros falsos de Tomás Sánchez y Wifredo Lam dibujados por mi regados por La Habana”, señala.

Pero en el negocio del arte hay gente seria como Dania, incapaz de timar a nadie. Aunque a la hora de la puja por comprar lo más barato posible puede codearse con un accionista de Wall Street.

Ahora su prioridad número uno es adquirir colecciones de sellos con la imagen de Mao de los años 60. También libros de ediciones exóticas con poemas y doctrinas del líder chino. “Tengo dos compradores chinos que están interesados en la etapa de la 'revolución cultural' y obras de Mao y sellos que deseen vender coleccionista cubanos. Y pagan muy bien”, cuenta Dania, sin dejar caer la comisión que gana.

Todos estos mercaderes, anticuarios o coleccionistas, tienen un denominador común: trabajan duro y mucho, tienen buena labia y amplia cultura, compran barato y venden caro. Además, abordan a sus clientes como auténticos piratas modernos. Siempre, eso sí, con cara de ángeles y exquisitos modales.

Iván García
Diario de Cuba, 13 de julio de 2011
Foto: La Jungla (1943), una de las obras más conocidos del pintor cubano Wifredo Lam (1902-1982). Pertenece al Museo de Arte Moderno de Nueva York. Fue tomada de Yoel Magazine. En 1979, el cuadro fue exhibido en París.

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