lunes, 30 de abril de 2012

Se acabó la diversión



Carlos Puebla, viejo trovador apologista del régimen cubano, en los años 60 puso de moda una guaracha que decía "y en eso llegó Fidel, y se acabó la diversión, llegó el comandante y mandó a parar". Y así fue. En octubre de 1998, el comandante, nuevamente, montó en cólera y echó a andar la maquinaria represiva para tratar de poder fin al desenfreno de la prostitución y las drogas.

Una noche como otra cualquiera, Maritza, 17 años, jinetera, hermosa y con un provocativo vestido de la marca Benetton, como de costumbre se dirigía a la discoteca de El Palacio de la Salsa, en el hotel Riviera, a tiro de piedra del malecón habanero.

Su sorpresa fue mayúscula. En lugar de la ola de extranjeros que pagaban 100 dólares por su exuberante cuerpo se encontró a la entrada con un camión ruso de la brigada especial de la policía. Esa madrugada durmió en un calabozo. Al día siguiente salió de la estación con un acta de advertencia en su elegante bolso.

El documento le prohibe a Maritza circular por zonas de afluencia turística en la ciudad y le recuerda que, en caso de continuar "jineteando". se arriesgaba a cumplir una condena que podría ir de los 3 a 6 años de privación de libertad.

Ahora, en su casa, Maritza mira la nevera vacía y piensa en la necesidad de alimentar, vestir y calzar a su hijo de un año. Lo contrapone con la amenaza de ir a parar tras las rejas. Y llega a la conclusión de que no le queda otro remedio que 'seguir haciendo el pan' (prostituyéndose). "El gobierno aprieta cada vez más la tuerca, pero no da respuesta a la extrema situación de la vida cotidiana del cubano", dice la joven.

Lo que Maritza desconocía era que el lunes 12 de octubre de 1998, las autoridades pusieron en marcha la operación Lacra, con el objetivo de tratar de cambiar la fisionomía de La Habana.

Una señal de lo que se gestaba había llegado a fines de septiembre, cuando la prensa oficial dio a conocer la noticia de que había sido desmantelada una red de proxenetas que desde la provincia de Camagüey se dedicaba a traer muchachas para prostituirlas en la capital. El principal acusado, Teddy González, fue condenado a 25 años por proxenetismo, mientras que otros cinco encartados fueron sancionados a penas entre 5 y 10 años de privación de libertad.

El 4 de octubre, el primer secretario del Partido Comunista capitalino, Esteban Lazo, dio la voz de alarma en una reunión partidista. Lazo llamó a actuar con energía contra la prostitución y las drogas. "Hay que pecar por exceso porque van a acabar con nosotros, con la revolución, si no damos un escarmiento", expresó. Y también planteó que las sanciones debían extenderse a los taxistas particulares y a los dueños de viviendas que alquilan a los extranjeros habitaciones por horas para el ejercicio de la prostitución.

En un fin de semana fueron cerradas tres discotecas de moda en La Habana: la del hotel Comodoro, la del Café Cantante, en el Teatro Nacional y El Palacio de la Salsa. No se abrirían hasta que sus gerentes no "reorienten" el enfoque de esos locales de diversiones.

En esta cruzada gubernamental de "concientización ciudadana", otros centros nocturnos ubicados en instalaciones turísticas, como la Marina Hemingway o el hotel Habana Libre, en lo adelante funcionarán sólo para uso exclusivo de los huéspedes. Está por verse la efectividad de las medidas.

Juan, 41, trabajador de turismo, afirma que es cierto, que las drogas y la prostitución crecieron de forma alarmante. La 'melca', un preparado a base de cocaína, y la marihuana se venden por toneladas en los clubes nocturnos, donde tres de cada cuatro mujeres jõvenes que los visitan, son jineteras. "Pero el gobierno sabe que los extranjeros vienen detrás de los fondillos de nuestras mulatas", señala Juan.

Muchos creen que ésta es una de las tantas campañas relámpagos emprendidas por el castrismo que luego se quedan a mitad del camino.

Quienes alquilan sus casas, como es el caso de Marina, 60 años, residente en la Calle 90 esquina a 3ra., Miramar, han sido acusados de proxenetismo y pudieran ser sancionados a 8 años de privación de libertad. Según Juventud Rebelde, Marina es una ex reclusa que anteriormente fue sancionada por 'actividades contrarrevolucionarias'.

Una variante peligrosa. Hay que llamar la atención mundial pues no es descabellado pensar que el gobierno podría tratar de involucrar a disidentes o ex presos políticos en delitos comunes. El propio Juventud Rebelde hacía notar que "la delincuencia es hoy la mejor quintacolumna que andan buscando los que apuestan por el fracaso del modelo político y económico cubano".

Vieja artimaña del régimen de Fidel Castro: endilgarle al enemigo sus males y deficiencias. Pero ya pocos se tragan ese anzuelo. Miguel, 31 años, empleado de una discoteca, considera que "la contrarrevolución interna (se refiere a la disidencia) no tiene nada que ver con este fenómeno, como tampoco tuvo que ver con las bombas en los hoteles. Esto de la prostitución y las drogas es un mal del sistema porque los principales proxenetas muchas veces llevan en sus bolsillos un carné rojo del partido o de la juventud comunista."

Olga, 44, socióloga, cree que "en el capitalismo este fenómeno también causa estragos sociales y ellos no ocultan sus problemas. Es el viejo ego de creernos perfectos y quitarnos de encima nuestra cuota de culpa, diciendo que los males vienen todos del exterior".

Un economista local sostiene que la operación Lacra será de corta duración. "Porque los ingresos en moneda dura afectará los ingresos a la débil economía cubana". Algo parecido piensa el turista francés, Jean, 26 años, quien acortó su estancia de 15 a 7 días. Para él es muy aburrido viajar a un país y sólo compartir con extranjeros. "El turismo no se puede cerrar en una urna de cristal. Al forastero le gusta el contacto con los nacionales".

Como Jean opina el español Carlos, 55 años: "Los turistas ya no vienen a observar los logros de la revolución sino a visitar clubes y ver a las monumentales cubanas, estremeciéndose de forma voluptuosa al ritmo de la rumba agresiva que tocan las orquestas de la isla".

Ángel, 34 años, dependiente en El Palacio de la Salsa, fue más tajante: "No se preocupe, compadre, que cuando los de arriba vean que los 'verdes' empiezan a disminuir, la operación Lacra se la lleva el viento".

Iván García
*Publicado en Cubafreepress el 30 de octubre de 1998

sábado, 28 de abril de 2012

El humor modifica el cerebro de forma positivo


El sentido del humor termina modificando el cerebro de forma positiva y además fortalece el cuerpo y es saludable, ha destacado la catedrática de bioquímica y biología molecular Natalia López, participante en el XL Seminario de Centros Educativos de la Universidad de Navarra.

La catedrática, quien ha pronunciado la conferencia titulada Humor y cerebro feliz, ha subrayado que el humor responde a un mecanismo cerebral "precioso", que está siendo muy investigado por la neurociencia y que se origina en un área denominada "central de detección de errores".

Por ejemplo, al escuchar un chiste, el cerebro procesa el lenguaje y, cuando la historia toma un giro absurdo, la "central de errores", una región situada entre los dos hemisferios, detecta el error y sincroniza lo lógico y lo ilógico de la narración, ha explicado López.

Al conseguir detectar el error, ha indicado la catedrática, el cerebro obtiene una "recompensa" a través de la liberación de dopamina, una hormona que genera una sensación de regocijo que se termina somatizando en una carcajada que, a su vez, fortalece el corazón y genera respuestas somáticas saludables.

López ha señalado en ese sentido que el mecanismo cerebral del humor es muy complejo, pero es innato al ser humano: "Es un mecanismo que se expresa de igual forma en todas las culturas, en todas las edades. La risa significa alegría y felicidad universalmente y en todas las épocas".

Sí existen no obstante algunas diferencias entre el sentido del humor de hombres y mujeres, ya que la parte cognitiva del mismo es igual, pero no la parte emocional. A los hombres, ha aseverado López, "lo que normalmente les hace soltar la carcajada es que algo sea absurdo", mientras que las mujeres, "por su mecanismo de procesamiento de las emociones, que es mucho más intenso, necesitan que lo absurdo sea divertido; una cosa simplemente absurda no les hace gracia".

También hay algunas diferencias entre los adolescentes y los adultos, ya que los primeros "tienen muy poco sentido del humor", porque captar lo ilógico y lo absurdo "requiere una parte del lóbulo frontal que justamente madura muy tarde".

Además, ha agregado, el sentido del humor necesita una buena gestión de las emociones, pero los adolescentes tienden a procesar éstas de una manera desproporcionada porque "esperan muchísima recompensa de cosas que no son para tanto".

Esta tendencia hace que los adolescentes en general tengan menos sentido del humor, porque "es más difícil que capten bien la somatización de las emociones, que vean en una cara lo que está pasando".

La catedrática ha hecho especial hincapié en la importancia del sentido del humor en la sociabilidad, porque "la risa es convivencia". "Las personas que nos hacen reír nos hacen felices no tanto porque nos hacen pasar un buen rato, sino porque en el fondo, cuando nos reímos, aunque las cosas estén muy negras, todo se relativiza un poco y eso nos fortalece mucho el cuerpo también", ha concluido.

Texto y foto: La Vanguardia, 16 de febrero de 2012

jueves, 26 de abril de 2012

Capitalismo a distancia


Todo está ahí. Lo bueno y lo malo. Oscar Luis, 49 años, y su familia se informan de lo que sucede en el mundo gracias a una conexión ilegal de una antena por cable.

Por el canal 3 de su desfasado televisor chino de 21 pulgadas, se dan un baño de capitalismo. CNN les dice que Grecia es un volcán en erupción. Y que en España ya hay más de un 20% de parados.

En los noticieros de Univisión se enteran de la violencia y la corrupción en Estados Unidos y otros países. ESPN trae lo que le gusta a sus hijos. Fútbol de todos los colores. Liga mexicana, italiana, inglesa, alemana y española.

Ven el buen béisbol de las Grandes Ligas. Aplauden los jonrones del cubano Kendrys Morales y sufren las derrotas del lanzador Liván Hernández. Siguen a los Lakers de Kobe Bryant y Pau Gasol.

A la familia de Oscar Luis le disgusta los constantes cortes para poner anuncios. Le aburre los soporíferos culebrones mexicanos y los programas enlatados de baja estofa. Tampoco le agradan espacios de participación como Sábado Gigante. Prefieren Discovery Channel. Y ríen de lo lindo con seriales humorísticos como Aída, de España.

La "antena" -como le dicen en la isla- le ha puesto los pies en la tierra a muchos en Cuba. La brutal propaganda negativa de los medios oficiales sobre las sociedades capitalistas, llevó a la gente a sacar una conclusión simple: si el gobierno critica otro tipo de vida, es porque es superior.

Gústele o no a los hermanos Castro, su credibilidad en una parte apreciable de los cubanos de a pie, está por los suelos. Y la divulgación de los males que aquejan al capitalismo se ha convertido en un boomerang.

Europa está mal. Estados Unidos es un infierno. Pero a los cubanos no les importa y algo más del 30 por ciento de la población, según cálculos extraoficiales, quisiera irse a vivir y trabajar en otro país. Las antenas ilegales por cable, tan perseguidas por las autoridades cubanas, no muestran en sus programas a sociedades perfectas.

Y la gente no es boba. Con sus propios ojos está mirando que los noticieros critican abiertamente a presidentes y ministros, muestran la violencia descarnada y hacen reportajes sobre el desempleo, la corrupción en flecha y la dureza policial.

Ven cómo sin tapujos se habla del descontento de los inmigrantes en Estados Unidos. Y comparan. Y se percatan que su realidad no suele reflejarse en los telediarios estatales como ellos quisieran.

En Cuba "todo marcha bien". Por eso, con gusto pagan 10 pesos convertibles al mes (unos 8 dólares). No es poca cosa. Es el equivalente al salario mínimo lo que se desembolsa para descubrir escenarios donde existe libertad de expresión.

Los canales de Miami dan información sobre Cuba que los medios nacionales no brindan o lo hacen de manera distorsionada. Y en algunas localidades de las provincias occidentales, pueden ver TV Martí, con mala calidad de imagen, pero gratis.

Y eso precisamente es lo que no le gusta al régimen. Que los cubanos sepan que existe una disidencia y mujeres que salen a la calle vestidas de blanco para reclamar la libertad de sus esposos e hijos encarcelados. Y que producto de una huelga de hambre, murió un hombre llamado Orlando Zapata Tamayo.

Personas como la familia de Oscar Luis se informan de lo que pasa en Cuba y el mundo occidental por los canales foráneos. Saben que la vida y el desarraigo cultural son muy duros cuando uno decide marcharse de su patria.

Pero sienten que ya han tocado fondo. Y desean cambiar de aires. Mientras, siguen observando la vida en el capitalismo con un mando a distancia.

Iván García
Video: Resistiré, parodia que hizo el humorista y actor español José Mota en el especial trasmitido el 31 de diciembre de 2011 por TVE. Además de hacer críticas sociales , Mota suele imitar a políticos españoles e internacionales , y también a famosos como Lady Gaga o Beyoncé , interpretada por la Blasa, uno de sus personajes más conocidos.

martes, 24 de abril de 2012

El Comandante tiene quien le escriba sus memorias


Che Guevara siempre creyó que la historia de la revolución cubana debía ser escrita por los que la hicieron. De hecho, con “Pasajes de la guerra revolucionaria” fue el primero en intentarlo.

Pero después que él, los que se han animado a escribir sus memorias, lo han hecho a medias. Abundan en detalles sobre la etapa insurreccional pero se detienen en seco, como si hubieran perdido totalmente el resuello y las ganas de escribir, en enero de 1959 o poco después, justo cuando se inicia el nuevo régimen. Si acaso, dan un brinco de más de dos años y caen en la batalla de Playa Girón. Ahí terminan sus relatos, como si no sólo sus historias, sino la de Cuba toda, hubiesen llegado a su definitivo final. O a un largo interregno hacia sabrá Dios qué, porque ya sabemos que el paraíso comunista que una vez nos anunciaron, no será.

Parece ser mucho más cómodo y seguro escribir sobre una guerra de guerrillas que duró dos años que narrar los 53 años que han vivido en el poder.

Los que más tendrían que decir al respecto, y tendrían mucho más margen para hacerlo, Fidel y Raúl Castro, no parecen demasiado motivados a escribir personalmente sus memorias.

En el caso del general-presidente es comprensible su reluctancia a escribir. Con tan arduo trabajo que tiene por delante con las reformas a paso corto que no quiere de ningún modo llamar reformas sino “actualización y perfeccionamiento del modelo económico”, es muy poco probable que le quede espacio ni energías para escribir memorias o algo que se le parezca.

El Comandante, con tanto que gusta de escribir Reflexiones para Cuba Debate y suficiente tiempo para ello como tiene ahora, prefería que otros se encargasen de transcribir sus relatos. Hasta que escribió dos libros “estratégicos” sobre la contienda en la Sierra Maestra, con más páginas cada uno que las memorias del mariscal Zhukov.

Las historias bélicas del Comandante han sido contadas y recontadas infinidad de veces, así que quedaba pendiente el asunto de sus memorias de puño y letra. En lugar de ellas, teníamos que conformarnos con la trascripción no muy literal de sus 100 horas de conversación con Ignacio Ramonet.

Ahora, con “Guerrillero del tiempo”, seguimos en las mismas: el comandante contó con el auxilio de su biógrafa oficial, la periodista Katiuska Blanco.

Justo cuando pensábamos que le había cogido el gusto a escribir, el Compañero Fidel, que parece últimamente ha vuelto a ser el Comandante en Jefe –si es que alguna vez dejó de serlo-, se limita a conversar y responder las preguntas que le hace Katiuska Blanco. Y volvemos a quedarnos a medias, porque las preguntas de la periodista y las respuestas del Comandante sólo se refieren al periodo de poco más de 30 años comprendidos entre su niñez y el punto donde terminan las memorias de casi todos sus seguidores: en el triunfo de la insurrección. Las del Comandante -vía Katiuska Blanco- ni siquiera llegan al primero de enero de 1959, sino que terminan en los últimos días de diciembre de 1958.

Como esperaba mucho más del libro, sigo prefiriendo las memorias apócrifas de Fidel Castro que escribió Norberto Fuentes, un desenganchado de la corte verde olivo, que hace el cuento mejor y más parecido al Comandante que él mismo. Y que me disculpe, Katiuska Blanco, que sé que tuvo que trabajar duro. Sólo que no siempre los médiums logran salir airosos. Dime tú los amanuenses…

Luis Cino
Cubanet, 21 de febrero de 2012
Foto: Tomada de Cubanet.

Leer también:El derecho a decir "no" .

domingo, 22 de abril de 2012

Intimidades de Fidel Castro

Si algo desconoce el cubano de a pie es la vida privada del comandante. Está repleta de fábulas y mitos. Vean algunas opiniones, que de ser ciertas, colocarían al anciano guerrillero al nivel de un toro de monta.

Carlos, 35 años, desempleado: "Por amistades que han trabajado con Fidel, he escuchado decir que el tipo tiene más de 30 hijos, aunque sólo ha reconocido a 9 de ellos”. Silvia, 43 años, oficinista: “Una amiga que trabajó con 'el caballo' (apodo con el cual la gente identifica a Castro) popular de los apodos en su grupo de apoyo, me contó que el hombre tiene hijos en todas las provincias, incluso una niña de 9 años”. Y en un susurro agrega: “Dicen que todavía tiene erecciones… y sin tomar Viagra”.

Por el estilo son las opiniones de otras personas a quienes pregunté. Ellos están lejos de apreciar la forma de gobernar de Castro. Pero aseguran que su vida sexual y matrimonial daría para escribir un extenso culebrón.

A falta de información de los medios estatales sobre la vida particular del comandante único, los cubanos, muy aficionados a las leyendas y a la mitomanía, se inventan historias. La realidad es que lo poco que se sabe de sus interioridades hogareñas, ha sido por los datos aportados por desertores de su entorno familiar, como suegras, nueras o escoltas.

También gracias al libro Fidel y Raúl, mis hermanos. La historia secreta, de su hermana Juanita Castro. Es caro leerlo. Si quieres enterarte de los entresijos y cotilleos de la familia Castro Ruz, en algunos de los bancos clandestinos de alquiler de libros y revistas diseminados por la ciudad, tienes que pagar 5 pesos convertibles (6 dólares) por una semana de préstamo.

Pero cuando se desayuna café solo y un panecillo de 80 gramos sin mantequilla, la gente común pasa de leer las historias contadas por Juanita. Ya muchos conocen que Castro tiene casas, posesiones y fincas por todo el país. Que le gustaba comer como un sibarita; tomar buenos vinos y whiskys; cazar en cotos montañosos y practicar la pesca submarina.

El escritor colombiano Gabriel García Márquez, fue de los primeros que escribió de las comilonas increíbles del barbudo. Una vez, ha contado García Márquez, en una tarde apacible de pesquería, asombrado, vio al líder de la revolución engullir 18 bolas de helado de mantecado, una tras otra, sin tomar respiro.

El teólogo brasileño Frei Betto, ha dicho que además de platicar durante horas con Castro la forma de arreglar el mundo, le dio la receta de bobó de camarón -y de Brasil le enviaban el aceite de dendé que lleva en su preparación.

Mi madre, Tania Quintero, periodista ahora exiliada en Suiza, me contó que el día que estuvo en el despacho de Castro, en el Palacio de la Revolución, éste no la dejaba hablar -Castro tiene fama de no escuchar a sus interlocutores- hasta que ella le interrumpió y le dijo lo que le quería decir.

Precisamente en el primer capítulo de un libro que ella empezó a escribir en diciembre de 2002 y tuvo que interrumpir cuando la oleada represiva de marzo de 2003, narra ese encuentro con Fidel Castro, una tarde de mayo de 1986.

Quintero es de las pocas periodistas cubanas que pudo hablar con él en su oficina, en los años en que Castro sólo le dedicaba su tiempo a los grandes nombres del periodismo de Estados Unidos, como Barbara Walters. No era la primera vez que mi madre conversaba con él. Ya lo había hecho, brevemente, en la tribuna de un acto para recibir a los maestros voluntarios en Ciudad Libertad, en 1960. En otra ocasión, en la pausa de una reunión secreta con líderes del viejo partido comunista, celebrada en 1961 en la finca La Raquelita. Y antes del inicio de una recepción al Festival Internacional de Ballet, en el Palacio de la Revolución, en 1984.

A ella le impresionó que sus manos eran suaves, sus dedos finos y largos y la blandura con que daba la mano, que contrastaba con su fama de tipo duro.

Mi padre, Rafael García Himely, abogado ya fallecido, lo conoció cuando estudiaba Derecho en Universidad de La Habana, en los años 40, y contaba que al joven y corpulento oriental, le gustaba comer ostiones y tomar sopa de cabeza de cherna, por la fama de afrodisíacos que los pescados y mariscos tenían.

Anécdotas aparte, parece que la gula y el sexo, fueron aspectos sobresalientes en la vida de Castro. Tenía campos sembrados de frijoles y hortalizas, de variedades superiores y resistentes al clima local, donde solía realizar experimentos, como si fuese un agrónomo.

Es vox pópuli, que en su inmensa hacienda particular, de varios kilómetros a la redonda y medio centenar de mansiones, conocida como Zona 0, en el reparto Siboney, posee fábricas de quesos y helados. Según Juan Ramón Álvarez, el último de sus escoltas desertores, llegó a tener un establo con vacas en un edificio de la Calle 11, en el Vedado, su domicilio oficial.

De ser ciertas estas historias, Castro ha respetado poco sus matrimonios. Antes de 1959, cuando era un agitador político, casado con Mirta Diaz-Balart y padre de su primer hijo Fidelito, sentimentalmente se enroló con Naty Revuelta, la madre de su hija Alina, quien era una mujer casada.

No sé si por machismo tropical -entre tragos de ron bueno, a algunos funcionarios del partido les encanta hablar de las hazañas sexuales de su líder- o porque Castro es un paranoico de libro de texto y conspirador las 24 horas, la prensa oficial cubana, controlada por el gobierno, nunca habla de su familia.

Quizás es una combinación de ambas cosas. Para mantener la leyenda del 'Macho Castro', insensible ante el amor femenino y la del 'Guerrero' que sólo las utiliza para descargar su semen.

Algo de cierto hay. Su actual esposa, Delia Soto del Valle, es una perfecta desconocida para la población. De Miami es de donde llegan las noticias. Y así la gente ha podido ir armando el árbol familiar de Castro con Delia y los hijos en común.

A diferencia de su hermano Raúl, Fidel no le ha dado participación destacada dentro de las esferas de poder a ninguno de sus descendientes.

Solamente a su hijo Antonio 'Tony' Castro le ha permitido saciar su afición por la pelota, con un cargo de vicepresidente de la federación cubana de béisbol. Esto ha permitido a Tony viajar con la selección nacional sin gastar un dólar, y en primera fila ver a estrellas de las Grandes Ligas como David “Papi” Ortiz o Albert Pujol.

En la actualidad, Tony Castro ocupa un importante puesto en la federación internacional de béisbol. Además de Tony, el más conocido es Alex, que se dedica a la fotografía . Los otros se mantienen en la sombra. El primogénito, Fidel Castro Díaz-Balart, hace tiempo estuvo al frente de la energía nuclear en la isla, ahora se desconocen sus funciones públicas.

Cuando el zorro de Bill Clinton estuvo en la Casa Blanca, la prensa oficial cubana se regodeó con el affaire con Monica Lewinsky. Pero ningún periodista estatal ha escrito una línea para desmentir los rumores sobre Celia Sánchez, supuesta amante de Castro. O para hablar de su esposa. Lo que se sabe de ella viene del norte.

El mundo se entera enseguida de la última foto o del último detalle sobre la vida particular del comandante. En la isla somos los últimos en enterarnos. Por estos lares, el rumor que corre es que Fidel es un dios verde olivo, padre de la patria y campeón de sexo. Sabemos muy poco de él. Castro tiene color del silencio.

Iván García
Foto: Fidel y Raúl Castro en la boda de su hermana Emma, el 30 de abril de 1960.

viernes, 20 de abril de 2012

Cuba y su diáspora, un debate por invitación y a puertas cerradas



Me gusta asistir a los pocos espacios libres que se programan en la discreta vida intelectual habanera. Da igual que sea la presentación de un libro de Leonardo Padura, un encuentro entre tuiteros de cualquier tendencia política, o una ponencia en un antiguo convento a tiro de piedra de la bahía.

Hacer acto de presencia en sitios donde se exponen criterios diferentes, trae más beneficios que perjuicios. Por tanto, acudo a dichos encuentros, siempre que me entero, pues muchos de estos bolsones mínimos de libertad de expresión no se anuncian en la prensa oficial.

El pasado jueves 19 de abril supe por amigos radicados en Estados Unidos que durante tres días se debatiría en la Casa San Juan Vianney, anexa a la iglesia situada en la Calle 25 y Paseo, Vedado, una ponencia titulada Cuba y su Diáspora.

En dicho evento tomarían parte prestigiosos cubanos del exilio como el economista Carlos Mesa-Lago, Jorge I. Domínguez, politólogo, la escritora Uva de Aragón y el activista Juan Antonio Blanco.

El Cardenal Jaime Ortega tendría a su cargo las palabras de presentación del evento. Y Orlando Márquez , portavoz de la iglesia católica en Cuba, sería el moderador. Era de suponer que cubanos dentro de la isla, ya sean oficialistas o independientes, podrían tomar parte en dichos debates.

Antes, en Madrid y Washington, se habían efectuado ponencias sobre el tema con entrada libre. Incluso opositores a los hermanos Castro, como el periodista Carlos Alberto Montaner, estuvieron presentes .

Para los periodistas libres y un sector amplio de la disidencia era una buena noticia. Y otra posibilidad de dialogar. Algo sumamente necesario entre grupos de cubanos enquistados en sus excluyentes posiciones políticas.

Horas antes de la ponencia, señalada para las 6 de la tarde, en la Sala Juan Marinello, en Boyeros y Carlos III, se anunciaba una charla con entrada libre de la escritora cubanoamericana Uva de Aragón.

El día pintaba fenomenal. Luego de un soberbio retrato familiar de Uva, sobre su abuelo Alfonso Fernández Catá, destacado diplomático e intelectual cubano de la república, me encaminé sin prisa a la iglesia en Paseo y 25.

En Cuba la buena suerte se administra con gotero. Todo me iba saliendo redondo.

Hasta que en el lobby de la edificación adjunta a la iglesia, donde se efectuaría la ponencia, me echaron con elegancia. La señora encargada de informar me dijo que la actividad era por invitación y la prensa, ya sea acreditada o independiente, no era bienvenida.

Ante mis reclamos, que estos debates habían sido abiertos en Madrid y Estados Unidos, me sugirió cortésmente esperara a que llegara el portavoz Orlando Márquez, y fuese el propio portavoz quien decidiese si podía participar o no.

Al rato llegó Márquez, vestido con pantalón gris y camisa clara. En la propia verja despidió a un par de reporteros de la prensa extranjera alegando que el evento era por invitación .

Pacientemente le planté mis argumentos. ¿Cómo es posible que se debata en La Habana sobre la diáspora con el candado echado, si estos eventos se ofrecieron por entrada libre en otros lares?

Su respuesta fue concisa. “La Habana, no es Madrid ni Washington”. Me agregó que se había acordado efectuar este encuentro sin el escrutinio de la prensa.

Le dije que deseaba participar como ciudadano cubano, que tiene parte de su familia en la diáspora. Pero Márquez, atento, se mantuvo en sus trece. “Estos encuentros no tienen nada que ver con los que se desarrollan en el convento de San Carlos y que son de libre entrada”, me respondió.

Indagué por qué no habían asistido Carmelo Mesa-Lago, Juan Antonio Blanco y Jorge I. Domínguez. Le comenté haber leído en Diario de Cuba que Juan Antonio no asistió “porque según las autoridades cubanas su visita no era bien recibida”.

Acotó el señor Márquez que eso era manipulación de los medios, y en el caso de los dos académicos, su inasistencia se debía a asuntos de trabajo. En lo personal, discrepo de algunas actitudes de la iglesia católica cubana y sus posiciones sinuosas.

Por un lado, propician debates abiertos a todos, y por otro, excluyen a la disidencia y la prensa, ya sea extranjera o independiente. No comprendo por qué un evento que en sus dos versiones extra fronteras se ofrecieron con entrada libre, ahora en La Habana, se celebra a puertas cerradas.

Simplemente la alta jerarquía de la iglesia católica ha establecido un compromiso con el régimen excluyendo arbitrariamente a la disidencia y la prensa independiente.

Al encuentro invitaron a periodistas oficiales, economistas, sociólogos y personajes de la nomenclatura como Ariel Terrero, Juan Triana , Aurelio Alonso y Eusebio Leal. A cubanos opuestos a los hermanos Castro se les cerraron las puertas.

Evidentemente se cuece un caldo de mal olor tras bambalinas. Se gesta un pacto entre la iglesia, el gobierno y un sector del exilio, que hacen votos de silencio a la hora de hablar sobre la represión a la disidencia pacifica, a cambio de un espacio a corto plazo para concesiones y negocios.

En este mapa de futuro trazado a brochazos se ningunea a la disidencia interna. No se cuenta con ella. Del gobierno se pueden entender las razones: son personas formadas en un ambiente de ordeno y mando, antidemocráticos, no acostumbrados al diálogo y adoradores del poder.

De la iglesia no sé qué pensar. Su juego sólo lo comprenden ellos. En Cuba se sucede ahora mismo una rara transición. De un socialismo marxista, a la instauración de un capitalismo corporativo de estado sin libertades políticas, amparado en la indiferencia de una mayoría de la población cubana, preocupada por sobrevivir y llevar comida a la mesa. Es algo que se vislumbra en el horizonte.

En pos de pretender un mayor espacio social, los mandarines de la iglesia católica han dado la espalda a la oposición. Abiertamente apuestan por el más fuerte.

Y no es que te echen con cara de perro de estos sitios. No. Amablemente te dicen dónde está la puerta de salida.

Iván García

"A la crisis le subiría las tetas"


Su clínica, en una planta baja frente a la colonia de El Viso, en Madrid, es aséptica y moderna. El cirujano plástico Enrique Monereo, 59 años llevados con bastante soltura, recibe en su despacho y habla pensando mucho las respuestas. Dice que pone en su profesión, en la que lleva más de 30 años, mucho entusiasmo y energía. Mientras responde, una se pregunta si no estará evaluando qué arreglillos podría hacer a su interlocutora, michelín por aquí, ojera por allá. Asegura que, para la cirugía plástica, el límite "descarado" serían los 80. "Pero", razona, "cuanto antes te lo hagas, antes lo disfrutas". Oído cocina.

Pregunta. Su lista de espera es de seis meses. ¿Y si mientras tanto se nos caen las estanterías?

Respuesta. Bueno, ha sido de seis meses y de más. Ahora ya no. Ahora, quien me quiere ver, me ve.

P. ¿Tanta espera la solucionó la crisis?

R. Pues sí. El primer año no se notó nada, el segundo se fue notando más, y ya, poco a poco, se ha normalizado.

P. Con la que está cayendo, ¿el personal se retrae en quitarse y ponerse?

R. Yo creo que sí. La gente es más selectiva y sabe lo que quiere, o vienen de otros colegas porque no han quedado bien.

P. Qué lengüecilla: ¿a usted le toca deshacer entuertos?

R. Yo deshago entuertos, sí.

P. Pues en algún foro de Internet he leído que también le dan cera. ¿Se le quejan mucho?

R. Se quejan bastante, sí. Es normal. La gente no tiene mucha paciencia, y algunos posoperatorios son duros, porque no ves el resultado hasta que pasa un mínimo de 15 días.

P. Yo me refería a seguirle a paraguazos por alguna avería importante.

R. De esos casos he tenido poquísimos. La cirugía plástica hecha con cabeza tiene muy buenos resultados.

P. ¿Son más pesados los hombres o las mujeres?

R. Las mujeres, aunque no todas. Solo el 90%.

P. Pasos para obtener una nariz tipo Rossy de Palma.

R. Es una nariz un poco torcida, con caballete... Pues básicamente, nacer con ella; luego, ponerte muy de acuerdo con la persona, y después, probablemente decir que no puedes.

P. A Alaska, además de retocarla, ¿le recomienda también el maquillaje?

R. Nooo. Alaska es una mujer de una personalidad fantástica y que sabe muy bien lo que quiere. Y de maquillaje, para qué le cuento. En cirugía, ella quiere más de lo que yo le doy. Pero es que la vida es larga.

P. ¿Qué materia prima tengo que traerle para que me deje como a Elsa Pataky?

R. Básicamente, hay que tener una piel y eso, materia prima. Es muy difícil ser como Elsa Pataky. ¿Usted no se gusta así? ¿Se cambiaría por ella?

P. Si nos decidimos, ¿cuántos kilos de juventud y lozanía puede garantizarnos? ¿Los 15 años que dice que quita?

R. Por kilos, solo si hablamos de liposucciones. Con un lifting te puedes quitar 10 o 15 años, sí.

P. ¿Cuál es el mayor milagrito acaecido en su quirófano?

R. Milagrito, ninguno. No son milagros, sino técnica. Hay gente fea que pasa a ser guapa: le cambias la nariz, le aumentas el mentón, le quitas papada.

P. ¿A qué político le haría un completo?

R. ¿De la cabeza o del físico?

P. Pongamos una intervención de urgencia a Rubalcaba.

R. Descaradamente, la piel del párpado superior, que lo tiene muy caído.Tendría que tener una foto de él aquí. ¿Usted qué opina?

P. ¿Y lo de Rajoy tendría remedio?

R. Lo que él tiene es un defecto de dicción, ¿no? Pero eso... Seguro que cuello y bolsas.

P. Igual podrían venir juntos. Si le entran a pares, como Laura Valenzuela y su hija, ¿les hace un precio?

R. Por supuesto.

P. ¿Prefiere la sonrisa irreversible que le quedó a la duquesa de Franco o la boquita de piñón de Esther Cañadas?

R. ¿Solo puedo elegir entre las dos? La sonrisa de la duquesa de Franco.

P. ¿Cree que si la marmita de Obélix contuviera silicona como pócima mágica estaría de gente hasta el borde?

R. No.

P. ¿Y Tita Cervera no viene directamente de la aldea gala?

R. ¿Cuántos años tiene Tita? ¿Setenta? Está bastante bien. A mí me gusta.

P. ¿Usted se opera ante el espejo?

R. Yo no estoy operado, pero me quiero hacer el cuello. A mí mismo, no. Algún amigo, con el que compartiría exactamente qué íbamos a hacer.

P. Hay quien niega haber pasado por sus manos y dice que lo que hace es ayurveda. Si me meto a taichi, ¿perderé 12 años y me subirán los pómulos?

R. Difícil. Muy difícil. Arreglarse la cara con ayurveda es muy difícil.

P. ¿De qué operaría a la crisis?

R. Por ejemplo, le subiría las tetas. Y le haría una liposucción, para quitarle unos cuantos políticos y banqueros.

P. ¿Cree que Rajoy hará un lifting a España o se decidirá por el ayurveda?

R. Me imagino que no podrá hacer nada especial. Da la sensación de que esto es global. ¿Que si dará la cara o no? Bueno, pues, como político que es, dirá de todo para confundirnos.

P. ¿Opera más con el capote o con la muleta?

R. Capote y muleta. Faena completa.

P. ¿Y entra a matar con el estoque o con la espada?

R. A matar, ni hablar. Toco madera. (Va, y la toca).

Revista del Sábado, El País, 3 de diciembre de 2011.

miércoles, 18 de abril de 2012

La economía cubana se hunde

trasporto originale by clapat.

Y no precisamente por un terremoto. Calladamente cierra un negocio tras otro. Aunque la prensa oficial cubana, la más optimista del mundo lo ignora, desde el año 2000 a la fecha se pueden contar con los dedos de las manos los inversionistas extranjeros que mantienen sus negocios en Cuba.

Empresarios italianos en el sector de las telecomunicaciones, que invertían en ETECSA, la única compañía de la isla en el ramo, dijeron adiós. Hombres de negocios de Israel que compraban la producción citrícola de Jagüey Grande, en Matanzas, y elaboraban jugos de frutas también se han marchado.

Según una fuente que prefiere el anonimato, inversionistas de la principal firma inversora en Cuba, la canadiense Sherrit, dedicada al negocio de extracción, estarían realizando un estudio de factibilidad. En caso de tener números rojos, hacen las maletas.

El sector de construcciones inmobiliarias está detenido hace más de siete años por órdenes directas de Fidel Castro. Entonces lo que queda son unas pocas firmas en la rama del turismo. China y Rusia, candidatos deseados por los jerarcas de la isla, miran con recelo las propuestas que se les ofrecen.

Ellos saben que la capacidad cubana de pago es casi nula. Incluso a Rusia le deben varios miles de millones de rublos. Y China, con un discurso ideológico parecido, en caso de un huracán dona un par de millones de dólares, pero si no tienes plata para pagarles, chao.

La carta con la que han jugado los Castro ha sido la Venezuela de Hugo Rafael Chávez Frías. Y ahora con Brasil. Pero no hay muchas opciones para un gobierno que tiene ojeriza por la economía de mercado y la posibilidad de que un grupo de personas se enriquezca.

La alianza económica con Caracas es de lo poco que queda. Y apenas funciona. La única ventaja es comprar petróleo a precio de saldo, que ni siquiera se paga con divisas. Cuba paga el oro negro con capital humano: asesores militares o civiles, médicos y entrenadores deportivos.

En la mesa de los pobres en la isla no habrá abundancia de comida, ni la vida será mejor por esta alianza. Por una sencilla razón, Cuba sigue apostando por la economía centralizada.

No es lo mismo tener coincidencias ideológicas, como sucede con Castro y varios presidentes del hemisferio, que crear una estrategia coherente para diseñar una economía sustentable. El discurso virulento y polarizado no cuenta en economía. Lo que vale es ahorrar y trabajar fuerte para salir del hueco hondo de la pobreza.

Para justificar sus fracasos, los Castro tienen su arma favorita: 'el bloqueo'. Pero a no ser un fanático o un retrasado mental, nadie de forma seria puede culpar solamente al embargo gringo del precario desempeño de la economía local. No hace falta ser un tanque pensante, ni un entendido en materia económica a la hora de señalar a los culpables de que la economía cubana haya retrocedido a la edad de piedra.

Si Fidel Castro carga con la gloria de los cacareados éxitos, en educación, deporte y salud pública, entonces también debe anotarse los fracasos. Su manera empírica de guiar la economía en la isla da para escribir varios tomos sobre disparates.

Inflando números y mintiendo a la hora de hacer balances económicos anuales no se van a resolver los males. Ahora, el General Raúl Castro y sus asesores buscan un abanico de soluciones para romper el punto muerto donde se encuentra la economía.

Han ampliado el listado de oficios por cuenta propia y autorizado a arrendar locales, como barberías, cafeterías y taxis a colectivos de trabajadores. Una especie de cooperativas, donde en caso de haber beneficios, la gente ganará más dinero.

Habrá que ver si esta fórmula funciona. De momento, Roberto, administrador de una desvencijada pizzería habanera tiene sus dudas. “Si no liberan los precios de los productos, y seguimos atados a vender al precio que nos designa el comité estatal, esa receta no va funcionar”.

El gobierno sabe mejor que nadie que la gente en la calle está muy disgustada con el desempeño de la economía y la falta de futuro en sus vidas. Los cubanos quieren cambios en materia económica. No sólo aspiran a que se quiten trabas al empleo privado y se reduzcan los impuestos.

Quieren más. Desean también poder invertir en pequeñas y medianas empresas con dinero facilitado por familiares residentes en Estados Unidos. Raúl Castro sabe que algo tendrá que hacer. Pero como su hermano, tiene miedo a que una serie de reformas económicas se le vaya de las manos y no las puedan controlar.

La revolución de los Castro ha sido más política que económica. Y ahora lo que preocupa a los jerarcas es conservar el poder. Si en el futuro un dirigente o grupo político logra encarrilar y hacer prosperar la economía cubana, se habrá anotado un gol de oro.

Iván García
Foto: clapat, Flickr

lunes, 16 de abril de 2012

Los autos estadounidenses que ruedan por La Habana con piezas soviéticas


El embargo de Estados Unidos a Cuba cumplió 50 años de edad y Washington no muestra señales de querer acabar con esta política. En La Habana, la corresponsal de la BBC, Sarah Rainsford, se pregunta cómo los cubanos han aprendido a adaptarse.

Los automóviles clásicos estadounidenses que llenan las calles de Cuba son un gran atractivo para los turistas extranjeros. Pero para sus propietarios, la mayoría son un enorme dolor de cabeza.

"No es tanto si me gusta", explica Jesús, que emerge de debajo del capó de su Chevrolet color naranja de la década de 1950 que alguna vez tuvo días mejores. "Es todo lo que tengo."

Mantener estos autos rodando es un testimonio del ingenio forzado de los cubanos. "Hay un montón de piezas de la Unión Soviética", dice Jesús, señalando los pistones, el tanque de agua y mucho más, partes diseñadas para marcas de automóviles con menos estilo como Lada o Volga. "Los originales son muy difíciles de conseguir, porque son estadounidenses".

Estados Unidos ha bloqueado todo el comercio con Cuba durante 50 años. La política se inició durante la Guerra Fría cuando Cuba se alineó cada vez más estrechamente con la Unión Soviética. Aún permanece y es justificado como una forma de presión para que haya reformas democráticas en la isla comunista.

La Habana está llena de recuerdos de una época diferente cuando los dólares fluían libremente. La torre del Habana Libre fue una vez fue el Hotel Hilton. En otra calle está el que fuera el Hotel New York, ahora una vieja fachada de ventanas rotas y paredes que se derrumban.

La confiscación de bienes estadounidenses por parte del gobierno revolucionario de Cuba fue el detonante que originó el embargo. Sin embargo, tras cinco décadas poco ha cambiado en la isla desde el punto de vista político. Ahora es más pobre.

"Las personas son las que sufren este bloqueo", dice Jesús, usando una frase muy común entre los cubanos. En el pasado fue jugador de baloncesto y ahora es taxista conduciendo su híbrido Lada-Chevrolet de los años 50. "No tenemos acceso a cosas decentes y lo que hay, es más caro. Pero la gente no tiene la culpa de la política", argumenta.

El gobierno cubano dice que el embargo de Estados Unidos ha costado 104 mil millones de dólares hasta el momento. La política -modificada varias veces durante las últimas décadas- prohíbe el comercio, el turismo, la inversión e incluso los préstamos de organismos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

El embargo permite algunas excepciones como la importación de alimentos y medicina. Pero cuando la empresa petrolera española Repsol, anunció la iniciativa de explorar áreas submarinas en aguas cubanas en busca de crudo, tuvo que traer una plataforma petrolera de China con piezas estadounidenses que no alcanzan el 10% de la estructura.

"Estados Unidos es la mayor economía del mundo a 160 kilómetros de Cuba", dice Ricardo Torres, del estatal Centro para el Estudio de la Economía Cubana. "En condiciones normales habría sido nuestro socio natural". Dice que los culpables de que el embargo aún perdure son el poderoso grupo de presión de cubano-estadounidenses.

"Ha habido muchos argumentos para apoyar la política estadounidense; que Cuba se alineó con los soviéticos, el tema de los derechos humanos. Pero Estados Unidos tiene relaciones con muchos países que tienen malas referencias en materia de derechos humanos", dice Torres. "Los cubanos están frustrados de que Estados Unidos no cambie su política, a pesar de que no se está produciendo lo que están buscando".

En cambio, el gobierno cubano utiliza el embargo como prueba de que Estados Unidos tiene una política de agresión contra la isla -una amenaza nacional- por lo que justifica todo tipo de restricciones. Hasta la década de 1990, los efectos de la sanción estadounidense sobre la economía cubana fueron mitigados por los vastos subsidios de la Unión Soviética.

El colapso de la URSS. y la consiguiente pérdida de los subsidios tuvo un impacto devastador. El país luchó a través del "período especial", como era conocido, en busca de nuevos mercados y nuevos aliados. La Venezuela de Hugo Chávez permitió que Cuba pudiese seguir adelante.

Desde que el presidente Barack Obama llegó a la Casa Blanca, el embargo ha disminuido ligeramente. Los cubano-estadounidenses pueden ahora viajar libremente a la isla y ya no están limitados en la cantidad de dinero que pueden enviar.

También es un poco más sencillo para los turistas estadounidenses viajar directamente, aunque sólo con permisos especiales. El turismo se ha convertido en una fuente vital de ingresos para Cuba desde la caída del bloque soviético.

"Siempre quise venir. Es fabulosa", dice el estadounidense Barry Wolfe, que se encuentra en una visita guiada por la Habana Vieja. Su viaje fue organizado legalmente, pero el proceso fue complejo. "Es una vergüenza. Me gustaría que hubiese una apertura para el paso libre de un lado a otro", dice Wolfe, que llegó procedente del estado de Virginia. "Sin embargo la política es complicada".

Cree que sus compatriotas "inundarían a Cuba" si las restricciones fueran levantadas. Presumiblemente los habanos enrollados a mano que una vez estuvieron en todas partes de Estados Unidos -30 millones al año- podrían ser la "invasión", pero al revés. Ahora, Europa y China son los principales mercados.

Se dice que el presidente John F. Kennedy ordenó mil puros antes de imponer el embargo comercial. "Creo que probablemente estimó que el bloqueo duraría un año, y que tres al día serían suficientes", dice Ana López, directora de mercadeo de Habanos S.A. .

"Por desgracia, ha durado 50 años. Y ahora los puros cubanos están fuera de Estados Unidos".

BBC Mundo, 7 de febrero de 2012
Foto: Tomada de Autocar India Forum.

sábado, 14 de abril de 2012

Turistas en la mirilla

Turistas Cristo de La Habana by joelouhabana.

No todos son malas personas. Saben varios idiomas y se aprenden la historia de los sitios interesantes de La Habana. Algunos, como Reinaldo, es licenciado en Biología.

Otros, como Alexis, es un vulgar ratero que en sus aburridas horas detrás de los barrotes de una prisión de máxima severidad, aprendió inglés y también a cautivar a extranjeros de los dos sexos.

Le da lo mismo una cosa que otra. Desde beberse media docena de cervezas, charlando nimiedades con un vejete de San Sebastián, o ligar a una delgada y bonita francesa de Marsella.

Estos cazadores de turistas no tienen objetivo fijo. Son francotiradores. Salen a cazar para sobrevivir y “luchar” (conseguir) un puñado de dólares o euros que les haga la vida un poco más fácil en el paraíso revolucionario de los hermanos Castro.

Conozca la pinta de un jinetero. Desde que se levanta a las 7 de la mañana, Daniel se viste como un modelo de alta costura. Ropas de marca. Agua de colonia discreta y un reloj suizo de acero niquelado.

Se pone a merodear por los alrededores del hotel Inglaterra, a ver qué cae. “A esa hora de la mañana, los 'yumas' (extranjeros) están desayunando a cuerpo de rey. Antes de salir a dar un paseo, revisan mapas de La Habana. Ahí aparezco yo, como un ángel caído del cielo. Y les hablo sobre cualquier tema, desde fútbol hasta la arquitectura de la ciudad. Sobre todo prefiero 'trabajar' con chicas jóvenes que anden en grupo y estén abiertas a divertirse”, cuenta Daniel.

La primera regla es hacer amigos. Un buen guía, explica Reinaldo, no debe caer en tentaciones y robar a la primera de cambio. “Conozco españoles astutos, que como cebo me han dejado su laptop y una billetera con dinero, sé que me están probando. Yo no robo, lo mío es pasar un buen rato, cultivar amigos y ver si un golpe de suerte pone en mi camino a una apetitosa madrileña de piernas gordas”.

Alexis no piensa igual: si lo ve fácil, hurta todo lo que aparezca. “Cierta vez me empaté con una británica madura, que bebía cerveza a granel. Cuando estaba ebria y deseosa de sexo, la llevé a una casa particular. Enseguida se quedó dormida y en su cartera tenía 3 mil euros. Ha sido mi mejor 'pan' (hurto)", narra Alexis, extasiado, como si reviviese la historia.

Pero la mayoría de las personas que en Cuba se dedican a merodear a los turistas no tienen malas intenciones. Eso sí, quieren beber y comer a lo grande. Obtener moneda dura. Y si les dan un chance, hacer el amor.

Ojo, ahí empiezan los enredos. Ya sea una jinetera, pinguero o cazador solitario, después del sexo, le prometen amor eterno a los turistas. Y éstos, matrimonio, con su correspondiente visa. Si eso estaba en sus planes, entonces encontró lo que buscaba en La Habana.

Iván García
Foto: joelouhabana, Flickr

jueves, 12 de abril de 2012

Héroi da Baía dos Porcos vive como mendigo nas ruas de Havana


Hoje a única batalha à qual Carlos, 72 anos, se dedica é a de convencer os turistas que passeiam pelo bairro de Havana Velha a lhe pagarem uma bebida. “Meu dinheiro só dá para a comida e sempre tive um lema. Primeiro a comida, depois a bebida”, diz ele estendendo a mão com três níqueis de 10 centavos de CUC, a moeda dos cubanos.

Quem passa por ele não imagina que aquele velho com roupas esgarçadas, hálito de rum barato e aparência de mendigo é um dos heróis da maior conquista militar de Cuba, a batalha da Baía dos Porcos, que hoje completa 50 anos.

Visivelmente embriagado às 15 horas, quando foi localizado pela reportagem do iG, Carlos não conteve as lágrimas ao lembrar dos três dias de luta que resultaram na expulsão de um batalhão de 1.297 exilados cubanos treinados e armados pelo governo dos Estados Unidos com a missão de derrubar o governo revolucionário e matar Fidel Castro. “Lutávamos por amor a Cuba e à revolução. Naqueles dias não me preocupava em morrer em combate. Talvez tivesse sido melhor. Hoje seria um mártir em vez de mendigo”, disse Carlos.

No dia 17 de abril de 1961, quando começou a invasão, o então primeiro-tenente do Exército Revolucionário estava aquartelado em Havana quando soou o alarme, por volta das 3 horas. “Houve uma excitação muito grande. Não sabíamos o que estava acontecendo. Só tivemos clareza da situação quando já estávamos nos caminhões rumo à Baía dos Porcos”, recorda.

“No primeiro momento pensei: estamos mortos. Não temos a menor chance contra o exército mais bem armado do mundo. Então Fidel chegou à frente de batalha e sua presença nos deu confiança. No segundo dia, já sabíamos com certeza que ganharíamos a batalha.”

Depois disso ele ainda combateu em Angola e passou mais 10 anos nas Forças Armadas, até ser dispensado por invalidez devido a um acidente de carro. Hoje vive como aposentado e recebe um salário de US$ 15. Perguntado se participaria do desfile militar em comemoração aos 50 anos da batalha, Carlos disse que não. “A festa é para o governo, não é para as pessoas que arriscaram a vida”. E mudou de assunto.

Texto y foto: Ricardo Galhardo

Extracto de un trabajo publicado en IG, Brasil, el 17 de abril de 2011.

martes, 10 de abril de 2012

Ya la revolución no enamora


Atrás quedó la etapa romántica, donde una notable mayoría de los intelectuales de izquierda del mundo cifraban sus esperanzas en el huracán revolucionario de Fidel Castro y Che Guevara.

Esa Cuba que nubló la razón a pesos pesados de las letras como Jean Paul Sartre, Julio Cortázar y José Saramago ha perdido fuelle.

El snob y la novedad de cientos de poetas, pintores o músicos caminando distraídamente por las calles habaneras en los años 60, rodeados del ajetreo de milicianos, donde no había hora de cita y las tertulias o movidas bien podían durar dos noches y tres días, hace rato dijeron adiós.

Ya pasaron a mejor vida las pláticas en el yate de Castro, pescando aguja y bebiendo ron, mientras el comandante guerrillero, con su habano sempiterno y su manía de hablar sin escuchar a los otros, contaba sus planes fastuosos que convertirían a la isla de las cañas en el paraíso del Caribe.

Como toda utopía, se derrumbó. El gobierno cubano dejó de hechizar a los intelectuales del planeta. Se empezó a jugar al duro. La revolución se institucionalizó en los 70 y llegó el quinquenio gris. Y con él, los planes macarrónicos dictados por los burócratas. Murió la ilusión.

Nos aliamos a la URSS y se condenó al ostracismo a muchos intelectuales del patio, por ser maricones o no reflejar en sus obras la epopeya de Castro y su revolución.

Empezó el realismo socialista en muchas facetas de la vida cultural cubana. Llegaron los “Pavones” y a la cárcel fueron tipos como Heberto Padilla. Gigantes como Lezama o Virgilio Piñera eran vistos con ojerizas. Se aplaudía a escritores mediocres al estilo de Manuel Cofiño.

Algunos intelectuales europeos y latinoamericanos rompieron el pacto no escrito de apoyo y devoción a Fidel Castro. Vargas Llosa tiró la primera piedra. No fue bien visto. Todavía una mayoría notable de hombres de letras creía en la obra justiciera del barbudo caribeño.

En la España de Franco, “progres” como Felipe González, abogado de Sevilla, y un variopinto club de pensadores y artistas ibéricos, de una sentada se leían los extensos discursos de Castro. El Che era un ícono. Y visitar el santuario revolucionario cubano era más excitante que dar una vuelta por París.

La Habana comenzó su declive. Lentamente fue dejando de ser la deslumbrante metrópoli. Cortar caña se convirtió en una obligación para los cubanos y un hobby para los extranjeros. Sí, había montones de carencias y los ómnibus escaseaban. La gente vestía como en la China de Mao, pero todo un pueblo se apretaba el cinturón y se consagraba para tomar el cielo por asalto.

El encanto se fue perdiendo en la década de los 80. Una mala y nueva noticia recibirían los soñadores intelectuales europeos: los cubanos también querían ganar dinero, vestirse bien, usar perfumes de marca, tener buenos coches, viajar por el mundo como turistas y visitar Disneylandia.

Pese a esas capitalistas aspiraciones de los cubanos, artistas de la talla de Ana Belén, Víctor Manuel, el catalán Joan Manuel Serrat o Joaquín Sabina, continuaron apreciando al hijo de un soldado gallego que se fue a la isla para mantener a toda costa la joya más preciada de la corona española.

Con la caída del muro del Berlín y la desaparición de la otrora potencia soviética, cientos de intelectuales de izquierda empezaron a mirar a Cuba con lupa.

Era evidente: no había elecciones presidenciales. Castro empezó a verse como un Napoleón de nuevo cuño, que metía sus tropas en diferentes países de África. Si tenías criterios distintos al gobierno, podías ir a la cárcel. Y la gente seguía viviendo mal y comiendo poco, con una libreta de racionamiento desde 1962. Cientos brincaban la cerca de una embajada o remaban en una balsa rústica por un mar infestado de tiburones en busca de libertad y mejor vida en la otra orilla.

Y llegamos al siglo 21. Castro seguía en las mismas. Blindado en su posición numantina y encarcelando opositores. En 2003, Saramago, el Nobel portugués, dijo "Hasta aquí he llegado".

También músicos, artistas e intelectuales españoles se cansaron de aplaudir al comandante, que ahora les parecía un viejo tramposo. Sin importarles si la culpa era de Fidel Castro o de los Estados Unidos. El caso es que a Cuba unos cuantos decidieron no volver.

La muerte del disidente Orlando Zapata el 23 de febrero de 2010, la inercia política, el desastre económico y los deseos de ciertos cambios políticos por una parte creciente de la sociedad cubana, dispararon las alarmas y la sensibilidad de los intelectuales de valía en Europa y sobre todo en España.

Ahora la revolución está arrinconada por las críticas de las personas de la cultura de gran parte del mundo. La prensa de izquierda española como el diario El País o de tendencia centrista, como El Mundo, ya no viran la cara hacia otro lado cuando de condenar a Cuba se trata.

Ana Belén cerró la muralla. Bosé y Juanes no ven la situación muy clara. Y aunque siguen con guante de seda, se percatan que algo no funciona en la isla. Cada vez hay más deserciones en el ejército de admiradores de la revolución de verde olivo.

Quedan pocos efectivos. Eduardo Galeano en Uruguay. Un callado y enfermo García Márquez, que no se pronuncia, más por lealtad y amistad a Castro que por convicciones. Y un actor enchufado como el español Willy Toledo piensa que contra Cuba se está aplicando una vendetta mediática por odio y para estar en sintonía con los gringos. Es su opinión.

Lo cierto es que quienes en la actualidad apoyan de forma ciega a los hermanos Castro es un coro de pequeño formato. Los grandes y famosos salieron volando varias primaveras atrás.

Iván García
Foto: Jean Paul Sartre conversa con el Che en La Habana de los 60.

domingo, 8 de abril de 2012

Amargos recuerdos de La Habana


Empiezo por el final. Llegamos con Marcela, mi esposa, al aeropuerto José Martí en un viejo taxi, remedo de la era pre-revolución. Sistema económico, pero sobre todo mucho más amigable, que permite internarse en las penurias y amabilidades de la gente de a pie. Artesanos-mecánicos-negociantes, los taxistas "particulares" de Cuba saben lo que es ganarse el peso (pero convertible) día a día. Cada cual viene con su historia a cuestas: hijos esparcidos, emigraciones esperadas, artimañas para vencer la burocracia que planifica mal y ejecuta peor. Pero que siempre deja huecos por donde unos hacen pingües negocios y los más realistas "resuelven" su situación personal.

Luego del check-in de rigor pagamos los 25 pesos cubanos convertibles (CUC) como tasa de embarque cada uno y tuvimos que esperar a que las casetas de migraciones estuvieran habilitadas. Algo pasaba: un cambio de turno o algo así que retrasaba todo. Con mi mujer estábamos primeros en la fila, así que cuando nos acercamos, cada uno a un puesto, nos sucedió lo mismo: nos hicieron retroceder y esperar a que llamaran a un policía. Algo raro vi en la pantalla de la PC de la agente de Migraciones: una banda roja con un R2 o algo así bien visible.

Nos dejaron pasar, colocar el equipaje de mano en el escáner para recogerlo luego. En esto estábamos cuando se nos acercó casi amablemente un hombre de mediana edad y risa forzada para decirnos que debíamos acompañarlo para una revisión adicional, quedándose con nuestros pasaportes. Nada especial, al azar nos habían escogido?.La mentira duró poco, lo suficiente para dejar a mi mujer esperando en un hall e invitarme a pasar a un despacho con un oficial del ejército (verde oliva con la sola inscripción de Ministerio del Interior) que ni bien me senté, agarró unos papeles y empezó a leerme quién era yo, cuándo había llegado a la isla y hasta con quién me había visto.

"Nosotros tenemos todo registrado acá sobre ésta y sobre la otra visita que hizo en julio del año pasado", reveló. Ese funcionario y otro más jugaban al policía bueno y al malo. A lo largo de la hora larga de conversación, mis preferencias oscilaron entre la rigidez mental del uniformado "malo" a la falsa candidez del teóricamente "bueno", el que facilitaba las cosas para que me pudiera ir rápido.

Eso implicaba ya el reconocimiento por mi parte de que todo esto era un mensaje para los disidentes políticos que yo había visitado. En sus esquemas fui entendiendo que no era concebible que alguien pudiese entrar en su país, visitar lugares, pasear, caminar, hablar con quien le pareciera interesante o simplemente con quien se cruzara azarosamente en su camino. No era concebible que alguien quisiera solamente enriquecer su percepción sobre la Cuba profunda. Sobre la bonhomía de su pueblo y sobre la heroica actitud de personas que con fortaleza, perseverancia y un admirable pacifismo aún creen en un cambio positivo para su país. Más allá o más acá de las contingencias que la biología le vaya imponiendo al círculo gobernante.

También les comenté a mis inquisidores que había oído por primera vez sobre Cuba de boca de dos amigos, Roberto y Rafael Guevara (hoy médico y economista cubanos), sobrinos del Che e hijos de un gran amigo de mi padre. Corría 1967 y en boca de esos dos chicos, su tío era un héroe de historieta que combatía a diestra y siniestra con enemigos salidos de todas partes. Creo que mezclaban las andanzas en la Sierra Maestra de Ernesto con los otros derroteros militares, menos exitosos y menguantes en popularidad, que llevó a cabo en Angola y en Bolivia, donde se encontraba en aquellos años, justo antes de su fusilamiento a manos de la patrulla que lo encontró herido en la selva.

Luego les expliqué a mis inquisidores del aeropuerto que tuve la oportunidad de conocer la cultura y las idiosincrasias cubanas por otros amigos residentes en la Argentina, lo que fue alimentando la ilusión de poder conocer esa tierra. Hasta que la posibilidad se hizo realidad en julio del año pasado.

Allí los militares estallaron:

-¿Cómo puede ser que un argentino, con lazos familiares con el Che, pueda venir acá a hacer todo esto? ¿Cómo puede ser que teniendo la Presidente que tienen y el cariño que le depara el pueblo y el gobierno cubano venga acá a relacionarse con los contrarrevolucionarios?

-Bueno -les expliqué-, el Che murió hace más de 40 años y todo cambia, hay cosas que evolucionan y no necesariamente porque mi padre fuera amigo de su familia tengo que pensar como alguna vez lo hizo el Comandante.

-A ver, señor, usted es muy inteligente -me respondió mientras repasaba mi "foja de servicios" que Inteligencia le había preparado. Millones de argentinos vienen acá a disfrutar de las playas y las bellezas del país y usted es la excepción que sólo le interesa hablar con esta gente.

Incluso le ayudé a completar la ficha. Casi el ABC de cualquier estudiante de periodismo: googlear a alguien y que salga lo que hace, lo que escribió (en mi caso) y sobre todo las organizaciones para las que colabora o trabaja. El interés de mis interlocutores estaba en el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal), donde les comenté que escribía análisis económicos, moderaba charlas y daba clases de vez en cuando. Empecé, con éxito relativo, mi explicación:

-Bueno, no venimos a hacer el turismo del gringo, que viene a La Habana Vieja, va a bailar salsa, pasa por Varadero y flota por todo esto. Nuestra forma de visitar es caminar, andar en guaguas (autobuses), taxis, comer en los paladares (restaurantes caseros) o en la calle. En fin, charlar con la gente, ver qué le pasa, qué la moviliza. Y eso incluye también a quienes ustedes juzgan como enemigos.

-Nosotros no tenemos enemigos -me espetó el coronel. Esta gente es enemiga de la Revolución.

Fue en ese momento que el policía "bueno" me preguntó si yo hacía lo mismo en todos los lugares adonde iba. "Claro -le conté. En todos los lugares adonde voy, me interno, hablo con la gente, entro en un supermercado, voy a un colegio o una universidad, subo a un autobús. En fin, trato de huir del rebaño, como acá." Fracaso, mis interlocutores sólo estaban preocupados por mis conversaciones "políticas" y me empezaron a interrogar, blandiendo mi pasaporte que hasta entonces yacía, junto con el de mi mujer, sobre su escritorio.

-A ver, usted estuvo en los Estados Unidos recientemente, ¿no? ¿Estuvo allí con los indignados?

-Por supuesto, estuve allí en la plaza donde acampaban esas 100 personas, justo frente adonde estaban las Torres Gemelas.

-¡No me interesan las Torres Gemelas! ¿Quién es el jefe de ellos? ¿Usted estuvo con él? ¿Qué decían?

-Ni idea. No sé quién es el jefe. Estuve con ellos, conversando, viendo. Siempre hago eso.

-¿Y cuando estuvo en otros lugares también?

-Bueno, estuve en España viviendo. También estuve en Francia y en Uruguay. Y siempre hablé con gente, fuera de una ideología o de otra. En Francia gobernaba el Partido Socialista y mis interlocutores simpatizaban con ellos. Pero no quiere decir nada.

-Entonces Francia tiene más suerte que nosotros porque allí habló con los partidarios del gobierno y acá sólo con los de la oposición.

-Mire, yo hablo con la gente que me interesa sin preguntar si están o no con el gobierno.

-¿Y a usted qué le parecería si nosotros fuéramos a su país a entrometernos en sus asuntos internos?

-Cualquiera viene a la Argentina y habla con quien le parece. No hay problemas con eso.

-¿Seguro que usted no hacía eso en la época de la dictadura? Terminaba muerto.

-En aquella época estaba en el colegio, pero luego en la universidad sí, hablé con gente de la oposición. ¿Por qué no?

-Bueno, acá toda su actividad fue visitar a estas diez personas -dijo. Y empezó a recitar el listado completo de los hombres y mujeres con los que yo efectivamente había hablado. Puedo decirle dónde se hospedó y qué hizo. Sabemos todo. Sólo queremos que coopere diciéndonos qué trajo de la Argentina, con qué órdenes vino y a quién le dio dichas instrucciones. ¿ Trajo algo para alguno de ellos?

En ese momento recordé que el hall del hotel estaba siempre plagado de policías y fisgones.

-Le traje tres libros de matemáticas a una persona. Eran para su sobrino.

-¿Y dónde los compró? ¿Quién se los dio?

-Los compré en la feria de usados. Son los de Análisis Matemática de Rey Pastor. En ese momento comprendí que esa obra ya estaba en el curioso Index castrista.

Negué la teoría de una misión, confirmé mis conversaciones con esa gente y alegué que si hubiera querido mantener ocultos aquellos encuentros no los habría tenido en el hotel o en lugares públicos. No hubo caso, mi lógica deductiva se estrellaba con el objetivo de esos policías. Quería que delatara quién me había enviado y para qué. Luego se interesaron por la temática de mis conversaciones.

-De qué hablaban.

-Sobre todo los escuché. Presté atención a sus problemas, sus dificultades, sus inquietudes.

Y compelido a relatar mis áreas de interés, no dudé: la economía cubana, por mi formación. También la educación y la juventud: al fin y al cabo los jóvenes son mis alumnos y me gusta oírlos y palpar sus ilusiones (o frustraciones). También hablamos sobre religión y sobre la sociedad (allí mandan mis estudios en Sociología).

Desalentado, el coronel me recordó que no estaba diciendo la verdad. O toda ella. Y que por eso habría consecuencias extremas de índole penal y migratoria que su gobierno tomaría conmigo. Y que le cursaría aviso a nuestra legación diplomática. En la casi hora que llevábamos "charlando" nunca se me ocurrió llamar a la embajada para ponerla al tanto de aquel peculiar trato. Quizás era lo correcto, pero creo que no hubiera conducido a nada. Mirarían para otro lado y es probable que la actual embajadora quisiera quedar bien son sus jefes antes que ponerse en los sudados zapatos de su ciudadanos.

-Vea -concluyó mostrándome los dos pasaportes. Nosotros fuimos honestos con usted. Pero no nos dice todo. Nos evade las respuestas. No queremos traer acá a su esposa, a la que usted ha expuesto a esta situación, para que continuemos con ella el interrogatorio.

-Mi esposa es adulta, por lo tanto si la llama, puede venir acá. No tiene nada que ver.

-El gobierno cubano se atribuye el derecho de rechazar o no la permanencia de ciudadanos extranjeros -sentenció. Usted y su esposa de ahora en adelante no podrán entrar más en Cuba. Son inadmisibles.

-Qué lástima -confesé. Una verdadera pena.

-La pena es para nosotros. A usted no le gusta este gobierno y traba relación con los antirrevolucionarios que quieren derrocar a este gobierno.

-Nadie quiere derrocar a nadie. Sólo me da pena porque me gusta su gente, la quiero y por un tiempo no la podré ver.

-Vaya, le daremos los pasaportes.

-¿Me los puede dar ahora?

-En un rato.

Salí al reencuentro de mi mujer, que me esperaba sentada afuera, confiada. A los cinco minutos y ya fuera de ese calabozo inquisidor, salió el policía "bueno", nos acompañó y nos despidió en la puerta de embarque. Nos quiso convencer que había sido una entrevista de rutina. No le di la mano para no delatar mi transpiración, pero también para seguir marcando las diferencias con los dueños de la verdad, la vida y la libertad de las personas.

En ese momento, admiré aún más a los que padecen eso casi a diario. Y agradecí por lo que hemos conseguido en la Argentina, perfectible pero inmensamente más justo que aquel esquema en que no hay matices, en donde los blogueros, periodistas independientes, activistas religiosos y escritores son "elementos antirrevoluciarios" antes que personas. Donde los derechos y la dignidad chocan contra el muro de una ideología hecha credo.

Tristán Rodríguez Loredo*

La Nación, 13 de febrero de 2012


*El autor es periodista especializado en información económica y profesor de Empresa Informativa y Etica Periodística en las universidades Católica Argentina y Austral.

viernes, 6 de abril de 2012

Ser negro en Cuba


Pasadas las once de la noche, en la intersección de la Avenida Acosta y la Calzada 10 de Octubre, un camión policial detenía al bulto a todas aquellas personas que cargaban mochilas o bolsos de mano.

Dentro del vehículo, blanco con capota gris, se encontraban detenidos y esposados 7 negros jóvenes, que con la mirada pérdida indagaban cuál era el motivo de su detención.

El teniente Delfín Carneado no supo dar una respuesta certera. “Cállense”, fue lo que atinó a decir. Un mulato enclenque con un afro y varios pulsos verdes y amarillos en su muñeca izquierda, deseaba saber si la causa de ser sospechoso de algún presunto delito era el color de la piel.

El teniente Carneado lo miró fijo, y sin inmutarse le contestó “Yo no soy un estudioso, pero la mayoría de los rateros son negros”. En algo lleva razón el teniente. Según fuentes fiables, el 88 por ciento de los presos por delitos comunes en las cárceles cubanas, son negros o mestizos.

El Ministerio del Interior nunca ha publicado estadísticas sobre la cantidad de presos comunes que existen en la isla y su clasificación étnica. Si damos como válido un guarismo hace un lustro ofrecido por activistas de derechos humanos, en Cuba hay 100 mil personas tras las rejas.

Y si el 88 por ciento de ellos son mestizos y negros, los números espantan. En las prisiones de la isla podrían estar desperdigados cerca de 88 mil cubanos descendientes de africanos.

Los negros están involucrados en ocho de cada diez sucesos de sangre que terminan en muertes. S on también más proclives al hurto, carterismo, robo con fuerza y violaciones.

Claro, los de raza negra son los que viven en los peores barrios, en las casas más precarias y la mayoría proviene de familias desestructuradas.

En un discurso pronunciado el 7 de febrero de 2003, Fidel Castro reconoció que la revolución "no ha logrado el mismo éxito en la lucha por erradicar las diferencias en el status social y económico de la población negra del país".

Siete de cada diez gerentes de empresas importantes son blancos. En los altos cargos políticos, no llega al 10 por ciento la participación de los morenos. Les toca poco del pastel. Si damos crédito al último censo, de 2002, un 34 por ciento de cubanos son mulatos o negros.

Etnólogos y sociólogos serios consideran que esas cifras no son reales, y que la población negra y mestiza en Cuba ronda el 60 por ciento. Los números y la rutina ratifican por qué el pelotón policial que comanda el teniente Delfín Carneado, en altas horas de la noche detiene a un número considerable de hombres de piel oscura.

Es lo usual. Ante cualquier operativo o redada, los negros son los primeros sospechosos. Por eso el teniente Carneado no tiene respuesta para el joven con un peinado afro, quien desea saber si su detención responde a prejuicios.

Quizás no sea un problema racial. Los hábitos, a ratos, son más fuertes que ciertas leyes. Y el teniente Carneado es un animal de costumbres.

Iván García

miércoles, 4 de abril de 2012

La muerte sin futuro


Solo y emperrado en aquel cuchillo de tierra y salitre que es Chile en el continente americano, el poeta Nicanor Parra (San Sebastián de Alico, Chillán,1914) ha hecho una obra poética que se moviliza como un iceberg en las letras españolas y tiene su poderío en el dominio de la palabra, la sensibilidad explosiva de un campesino convertido en un amargo profesor de matemáticas y en la soberanía de su latifundio de irreverencias.

El premio Miguel de Cervantes, que esperaba desde hace años, le llega ahora en el sosiego y la sabiduría de una edad en la que las recompensas se presentan acompañadas por evocaciones obligatorias de los amigos y compañeros que no tendrán vasos para el vino del brindis y, en su caso particular, con el recuerdo de su hermana menor Violeta Parra, la gran folclorista latinoamericana y universal que para el poeta fue siempre su viola chilensis.

Parra creció en una familia de artistas de tierra adentro. A los 12 años escribió el primer poema, una pieza ambiciosa divida en tres partes: los indios, los españoles y los chilenos. Todavía en los años 80 lo tenía en la memoria con todos sus alejandrinos bien medidos y rimados y comentaba con su característica ironía que en ese texto «observaba las leyes de la dialéctica y hacía la síntesis de las contradicciones».

El poeta viajó a principios de los años 30 a Santiago de Chile y estudió Matemáticas, Física y unos semestres de Ingeniería, Inglés y Derecho. En 1937, cuando todavía no sospechaba que estaba destinado a inventar la antipoesía, publicó su primer libro, Romancero sin nombre, endeudado hasta los ojos con Federico García Lorca.

Como dominaba con facilidad y maestría el metro tradicional se sintió autorizado a romper con esas músicas impuestas. En 1954, con su libro Poemas y antipoemas, se quitó de la cabeza el runrún del poeta de Granada, se sacudió las briznas de la hierba acicalada de Walt Whitman, expulsó a Chaplin, el vagabundo que almorzaba suelas, y a los poetas ingleses, a los surrealistas, a todos los que habían logrado tocarle el corazón y la palabra.

Para los poetas de América Latina, las generaciones que comenzaron a escribir y a publicar a mediados del siglo XX, el poeta de Chillán comenzó a verse como un auténtico caudillo de un proceso liberador.

Se le atacaba en público para quedar bien con algunos críticos y con los consagrados al lirismo ortodoxo. Pero se releía en privado y en tertulias de amigos (con la certeza de que no se podía imitar) para conocer las entradas secretas de unos sitios donde la poesía vivía en estado puro, confundida con la realidad y disimulada entre las ruinas de las pequeñas catástrofes diarias.

Parra salió a la calle a buscar la poesía salvaje y difícil de los muros, los anuncios, las conversaciones de barras, las broncas de esquina, los refranes y la vida. La encontró y la ha entregado con saña durante casi medio siglo para ayudar a los seres humanos a entender el desbarajuste de la existencia.

Con su obra, la poesía perdió el ornato de las cintas y los lazos. Y fue, más que nunca, una exploración, un viaje interior sin boletos reservados, sin abrigos ni provisiones en el que, a pesar del humor, la ironía y el ingenio, se siente una punzada y una pena. Celebremos ahora el Premio Cervantes con los versos de este Artefacto de Parra: «Dime cuáles son para ti/ las 10 palabras más bellas de la lengua castellana/ y te diré quién eres».

Raúl Rivero
El Mundo, 2 de diciembre de 2011

lunes, 2 de abril de 2012

Mariel en dos tiempos


Hace 32 años, el viejo muelle del Mariel, a 45 kilómetros al oeste de La Habana, era una marea de cubanos de la Florida en short, mascando chiclet y tomando cerveza.

En una noche, el gobierno de Fidel Castro había montado decenas de timbiriches para la venta, a precio de oro, de pizzas, pollo frito y ron, a los compatriotas que venían en sus yates y lanchas de motores a recoger a sus familiares en Cuba.

Hagamos historia. El 1 de abril de 1980, el soldado Pedro Ortiz Cabrera murió en fuego cruzado de sus propios compañeros que protegían la Embajada del Perú, en la barriada de Miramar, intentando impedir la entrada como una tromba de un ómnibus robado con pasajeros que buscaban asilo en la sede diplomática.

Por esa época, se había convertido en una moda entrar a la fuerza en sedes diplomáticas situadas en la capital, en busca de asilo político. Entre el desespero y la angustia, miles de cubanos decidieron no seguir la mascarada de los panegíricos de Fidel Castro, el sofisma y la existencia espartana.

Cansados de aplaudir y de que sus vidas fueran manipuladas como si fuesen monigotes, cientos de miles de cubanos dijeron 'hasta aquí'. En un error de cálculo político, Castro ordenó quitar la protección policial a la Embajada de Perú.

En horas, la marea humana desbordó el recinto. Asombrado como los “heroicos compañeros revolucionarios” saltaban las verjas, el comandante único decidió virar la tortilla.

Y para maquillar el desastre de una revolución que comenzaba a hacer aguas, con la gente 'votando con los pies', huyendo en manada, Castro puso en marcha su eficiente aparato de propaganda.

A partir de entonces, quienes deseaban vivir en libertad, eran etiquetados de 'escorias'. Por decreto oficial, delincuentes peligrosos y dementes incurables fueron insertados entre los que emigraban, y poder demostrar ante el mundo que a Estados Unidos se marchaba lo peor de la sociedad cubana.

1980 fue un año duro. Miles de cubanos juraban ante oficiales de inmigración ser gays o prostitutas, que les permitiera obtener el salvoconducto que los librara de un sistema estrafalario de ordeno y mando.

Para facilitar el trasiego hacia la Florida se habilitó el Puerto del Mariel. 125 mil cubanos embarcaron por la dársena del minúsculo pueblo marino, con olor a salitre y polvo de cemento arrojado por las chimeneas de la fábrica enclavada en el lugar.

Justo en 1980, en esa bahía de aguas profundas, la revolución verde olivo comenzó a remar contracorriente. Yo tenía 15 años. Y recuerdo, cómo olvidarlo, la andanada de piedras y bolsas de mierda tiradas a la casa del profesor de literatura de la secundaria Tomas A. Edison, quien se había alistado entre los emigrantes. Era mi maestro preferido y me escabullí para no participar, en ésa ni en otras 'convocatorias revolucionarias'.

A diario, los estudiantes, en son de pachanga, iban a los domicilios de vecinos de los alrededores que decidían marcharse, a gritarles improperios y lanzarles huevos. Hubo golpizas. Así comenzaron, por toda la isla, los bochornosos actos de repudio. Linchamientos verbales de corte fascista y que 32 años después, el gobierno “más democrático del planeta” sigue realizando contra sus opositores.

En esa misma rada habilitada a la carrera para embarcar la 'escoria' y buscar divisas por la venta de sandwiches y cervezas, Brasil está invirtiendo 643 millones de dólares -de un total de 900- para convertirla en una ensenada de primera.

Los brasileños piensan en grande. Cuando el embargo sea historia, el puerto del Mariel podría ser tan importante como el de Miami. Quizás más.

Con un parque para 3 millones de contenedores; un área de maquiladoras donde la gente trabajará por dos dólares al día, o menos, y una zona franca de mercancías que se distribuirán en el resto del Caribe. Una propuesta atractiva para los inversores del gigante sudamericano.

Quizás el pueblito de calles estrechas, olor a salitre y cemento se transforme en una ciudad satélite moderna. El negocio sería mejor si los empresarios brasileños plantaran cara y le exigieran al gobierno del General Raúl Castro que a los obreros y empleados nacionales, les pagaran el 80% del salario que ellos ingresan al Estado cubano.

En sus países, los capitalistas de sociedades democráticas como Brasil, se consideran 'políticamente correctos' en materia derechos humanos y libertades, pero a la hora de invertir en países autocráticos como Cuba o China, esos mismos capitalistas, viran la cara al otro lado. Y a cambio de obtener grandes beneficios, les importa un bledo que a los trabajadores que laboran para ellos, el Estado les robe el 95% de su salario.

El Brasil de Dilma Rousseff daría un buen ejemplo si para el 2013, cuando se abran las operaciones por el Puerto del Mariel, llegara a un acuerdo con Raúl Castro, de no explotar a los operarios como si fuesen esclavos modernos. Pero eso está por ver.

Lo que ya es real es la transformación en el viejo muelle del Mariel. Desde allí, hace 32 años, 125 mil cubanos decidieron emigrar hacia una nación libre. Se les conoce como 'los marielitos'.

Precisamente ese puerto, donde en 1980 a toda hora mantuvieron altavoces con himnos socialistas y consignas oficiales, en un futuro cercano, será la principal baza del capitalismo de los hermanos Castro. Paradojas de la revolución.

Iván García
Foto: Tomada del blog A 90 Millas.