lunes, 29 de octubre de 2018

La cubanidad (II)



Antes de producirse la explosión de lo negro como parte ineludible de la “cubanidad” –proceso iniciado en la década de 1920 y profundizado en la de 1930– la cultura “cubana” se había representado en el punto criollo, en el zapateado, en la guaracha y en el bolero, pero no en las expresiones culturales de lo negro.

Eduardo Sánchez de Fuentes lo había asegurado con energía entre 1923 y 1924, cuando organizó conciertos de música popular y de la música nacional excluyó la rumba, el guaguancó y la conga, entre otros géneros, “porque esos ritmos bárbaros evocaban lo africano, que era extranjero a la idiosincrasia nacional”.

La Cuba blanca se representaba en el viejo Liborio, cuya imaginación sería combatida a fondo en Cuba hacia los 1930. Para esa altura, eran ya old fashion hasta sus patillas españolas. En 1933, Israel Castellanos explicó que incluso el guajiro, a medida que se habían ido americanizando los hábitos y costumbres cubanas, había ido recortando sus patillas “al extremo de que dentro de muy pocos años de la típica patilla, no restará más que el histórico dibujo de Landaluze”.

Pero el país tenía cosas más importantes para criticarle a Liborio que sus patillas.

El personaje, creado por Ricardo de la Torriente en 1900 –primero con el nombre de El Pueblo–, había expresado hasta entonces una noción de pueblo, que si bien había participado activamente de la lucha por la independencia, y poseía un firme sentido antimperialista frente a los Estados Unidos, permanecía “indocto” e “incapacitado” desde el punto de vista político. El personaje representaba a un sujeto entrado en años (canoso), blanco, campesino sin tierra, racista, de inteligencia “natural” y dependiente sentimental y materialmente del poderoso.

Tales rasgos no eran privativos de su versión en el humor ilustrado. En 1911, Enrique Barbarrosa le otorgó rasgos similares cuando utilizó a Liborio en una correspondencia ficticia con el presidente José Miguel Gómez (1909-1913) sobre los problemas de la República en esa fecha.

El personaje le recriminaba al Presidente, alias Tiburón, con tristeza y lealtad, varios aspectos de su gobierno. Gómez, con el paternalismo típico del caudillo, le respondía que había procurado amoldar su programa de gobierno “a los males y necesidades” de Liborio, pero se encontró con “escollos” y con una voluntad “más fuerte que la voluntad del hombre: la voluntad de Dios”. Al término de su carta, Tiburón le pedía a Liborio: “Ten calma y no te impacientes”.

La visión pasiva y dependiente del pueblo –ingenuo, pobre, agradecido y paciente, sujetado al latifundio y al caudillo–, representada por Liborio, contó desde temprano con críticos entre sectores populares. En 1909, Julián V. Serra criticó a fondo el imaginario de Liborio desde las páginas de Previsión, periódico del Partido Independiente de Color: “Alguien ha tenido la peregrina idea de personificar al grupo cubano en la típica figura del campesino blanco de este país. Esta premeditada ocurrencia carece de un detalle digno de ser tomado en consideración; y es que el tal Liborio es blanco, o parece serlo, y no se explica que siendo el pueblo cubano uno de los más heterogéneos del mundo, pueda estar bien personificado en la típica figura de este humilde ciudadano que por su tipo, no representan nada más que a una de las dos entidades étnicas que forman el total de la población cubana.”

En contraste, Serra proponía: “la no menos interesante figura de José Rosario (personaje de ficción de la raza negra), el cual tenemos el alto honor de presentar como cubano criollo también.” José Rosario era de “carácter enérgico y un valor rayano en la temeridad, con poca instrucción, con muy buen sentido práctico, de costumbres en extremo sencillas y sin pretensión alguna". Era beligerante y luchador, y no dejaba de “traer el (machete) yaguarama al cinto nunca; pues con ese contundente instrumento ha ganado todo cuanto posee”.

Serra le atribuía rasgos sociales negativos a Liborio. Este habría trabajado como “mayoral” al servicio del dueño esclavista y colonial, pero era discriminado junto a José Rosario por ser ambos “hijos del país”. No obstante, Liborio tenía “miedo atroz” a rebelarse.

En la crónica de Serra, José Rosario no olvidaba lo sucedido a Aponte ni a 'su primo' Plácido, pero no era “débil y afligido” como Liborio. José Rosario prometía tomar para sí la parte “más difícil” de la lucha, pero con la condición de que uno debía morir a manos del otro en caso de traición.

Serra concluía que “a eso obedece que Liborio esté disimulando los desaires que recibe por alcanzar la protección del vecino de enfrente (Estados Unidos), con la esperanza de que lo ayude a dejar impune la falta de cumplimiento de su palabra”. Liborio encubría su actuar ante José Rosario afirmando que “hay que tener en cuenta que la República es ‘con todos y para todos’.”

El argumento de Serra comprendía la beligerancia de José Rosario por sus derechos y lo que consideraba la astucia taimada del pueblo blanco cubano para encubrir sus traiciones y permanecer con el control y el beneficio del proceso al que ambos habían contribuido. Serra afirmaba algo que sería un núcleo permanente de las demandas del negro cubano en el escenario republicano: su aporte histórico a la construcción de la nación para legitimar sus merecimientos en el presente.

El personaje de José Rosario, marcado racialmente como “el ébano”, no podía prosperar como símbolo nacional en la Cuba cercana a 1912, el año en que fue cometida la más grande masacre racista perpetrada por el estado republicano cubano en toda su historia. En su lugar, Liborio continuó su andadura como “representación folklórica del pueblo cubano”. Así, décadas después, sería la imagen de la cerveza La Tropical, “la bebida de Liborio”, esto es, la cerveza “del pueblo”.

En 1944, Antonio Iraizoz explicaba aún que el personaje guardaba diferencias con otros símbolos nacionales, como el Tío Sam o John Bull, que no inspiraban conmiseración, sino cierta autoridad vigilante: “Nadie se los imagina capaces de ser burlados. Ellos mandan. Ellos dominan. La nación va íntegra en ellos. Ningún sector social queda fuera del símbolo. No pasa igual con nuestro Liborio. Nuestro Liborio lo vemos siempre infeliz, esquilmado, desatendido, ingenuo, inspirando lástima, nunca temor. Así que logramos la República, él la personificó. Penosos y reiterados hechos, la extensión de la desconfianza, trajo una falta de fe y de seguridad, que Liborio, siéndolo todo, ha acabado de no ser nada. Y sin embargo, es nuestro querido símbolo nacional.”

Después de la revolución popular de 1930-1933 contra el dictador Gerardo Machado, la gran mayoría de los sectores sociales cubanos no quería reconocerse en la imagen de Liborio. La demanda de una Cuba “nueva” expresaba la sospecha, e incluso el desdén, de muchos por esas características y por la forma en que los había combinado la república oligárquica.

En específico, la visión de Liborio como imagen del pueblo despolitizado, siempre sufriente, atomizado y solitario, sin organización social, con el recurso único de su “humor popular” para enfrentar su circunstancia, y sin capacidad, en consecuencia, de inspirar temor, era una imagen incompatible con el pueblo que había desarrollado en las calles y campos de Cuba una revolución popular de grandes proporciones y había ganado, a precio de sangre, conciencia cívica, estructuras de organización, votos por otorgar y presencia pública en las calles.

La descripción de Liborio por parte de Iraizos identificaba la escisión oligárquica entre Estado y nación, entre poder y pueblo, entre los que “mandan y dominan” y quienes “sufren y son esquilmados”. En contraste, los discursos de los actores populares emergentes en la revolución de 1930-1933 demandaba hacer más dependiente al Estado del pueblo, esto es, emplear al Estado como un recurso a favor de la ciudadanía, reconciliando al poder y al pueblo en un Estado efectivamente nacional, cuya cobertura republicana alcanzara tanto al Estado como al pueblo.

Por lo mismo, se pensaban como un vasto conjunto social que, cuando especificaba a los trabajadores, lo hacía como individuos pero también como sujetos colectivos, organizados en asociaciones, gremios y sindicatos.

En ello, la representación de Liborio debía experimentar cambios. En los 1930, en la revista Carteles el humorista gráfico Roseñada utilizó el símbolo con el nombre de Liborito. Aparecía escéptico como siempre, pero con criterio independiente, bien avisado, y bien colocado, sobre la circunstancia nacional, y ubicado espacialmente fuera del entorno campesino, aunque mantuvo guayabera y sombrero mambí.

En los años 50, apareció Liborito Pérez en las páginas de Zig Zag, de la mano de Castor Vispo y del propio Roseñada. Así lo ha explicado la historiadora Olga Portuondo:

“Liberado de la pluma de Torriente, Liborio sobrevivirá en la República posterior al machadato, porque la imagen esencial que el pueblo tuvo de sí mismo maduró en esas décadas. Así se convertiría en figura urbana (conservando el sombrero y la camisa del guajiro), irónico hasta el cinismo, con apariencia de tonto, pero sagaz e intuitivo; tal y como lo reclamaba una sociedad más ducha en materia de política, mejor armado en aquellas lides, profundo sabedor de una conciencia soberana. Éste es el Liborito que llegará hasta mediados de los años 50 del siglo XX.”

El personaje de Liborio ha sido asociado siempre, aún con estos problemas, con el “pueblo cubano”, pero no siempre apareció nombrado para representar la “cubanidad”. La explicación se encuentra en que ninguna versión exitosa de la cubanidad podía construirse sin hacer suya en pleno al negro cubano.

El discurso de la Cuba “nueva” –tan caro en la década de 1930– debía tener entre sus contenidos la renovación de la imaginación sobre la raza. El entonces joven poeta Nicolás Guillén, en dura polémica con Luis A. Baralt le espetó en 1935 que: “Es triste tener que sacar de su error al doctor Baralt. Es triste, porque habrá que decirle que esa Cuba “nueva” que él sueña es una Cuba viejísima. Una Cuba unilateral, falsa, hitlerista, compurga de sangre, abecedaria y socialera, que por fortuna no pasará de mera exposición periodística, de tema para conversaciones familiares, de ardiente aspiración que la realidad se encargará de aplastar brutalmente. Porque no habrá revolución verdadera sin que las masas hoy ahogadas cuenten en ella y sin que nuestra patria deje de ser una colonia asentada sobre las cenizas, todavía demasiado calientes, de la esclavitud.”

Como he comentado antes, diversas propuestas procesaron reclamos como el de Guillén y formularon diferentes versiones de la nacionalidad y del pueblo cubanos. Se trata de algo poco visibilizado: la definición sobre el lugar del negro se encuadraba en varios proyectos de nación beligerantes entre sí en esa fecha. Entre ellas, la versión mesticista de la nacionalidad y del pueblo haría acto de presencia, con el nombre de “cubanidad”, y disputaría, también por este lado, la hegemonía del campo político cubano, tema al que dedico el siguiente, y último texto de esta serie.

Julio César Guanche
On Cuba Magazine, 4 de mayo de 2018.
Caricatura de Liborio, personaje creado por Ricardo de la Torriente. Tomada de Liborio en el cielo.
Leer también: Nación e integración desde los albores del siglo XX cubano.

jueves, 25 de octubre de 2018

La cubanidad (I)



Actualmente, vivimos cierta celebración banalizadora de los aportes de Fernando Ortiz sobre la cubanidad, que pretende, con un entusiasmo digno de mejor causa, convertir ese concepto en lo que nunca fue: una representación de la nación esencializada culturalmente y marcada políticamente.

En algunas apropiaciones primitivas, Ortiz aparece casi como precursor del “socialismo marxista patriótico” actual.

Si bien el sabio no rehusaría versiones del patriotismo ni del socialismo, hizo el trabajo intelectual cubano más asombroso de todo el siglo XX para producir una noción de cubanidad muy compleja, tanto desde el punto de vista intelectual como político.

La idea de “cubanidad” no nació con los guanajatabeyes ni fue tema de debate entre los taínos. Los símbolos nacionales que hizo suyos el patriotismo cubano en el XIX fueron el tricolor, el Himno de Bayamo y las medallitas de la Caridad del Cobre, pero los mambises no marcharon a degüello al grito de “Viva la Cubanidad”.

La elaboración de este concepto corresponde a un periodo específico –los 1930–, y a un proceso determinado por actores y agendas singulares en disputa por el control ideológico del campo político cubano en las condiciones de la modernización del Estado y la sociedad insulares tras la revolución del 30.

En las primeras décadas del siglo XX latinoamericano, las revoluciones “de 1911”, como les llamó Ángel Rama a la mexicana y la uruguaya, produjeron un cambio en la comprensión sobre el nacionalismo. Las demandas promovidas por esas conmociones –educación popular, nacionalismo, asentar al Estado sobre una mayor base social, la crítica contra la corrupción y las exigencias de redistribución de riqueza– significaron la mayor réplica democrática frente a la concepción elitista de los “ilustrados” de la modernización.

Los relatos nacionalistas habían explicado tradicionalmente los procesos de construcción de ciudadanía desde el a priori de la virtud “intrínseca” del Estado nación para servirles de cauce, y construían una relación necesaria entre nacionalización y democratización. Para los 1930 la crisis de ese relato era terminal, y carecía de poder simbólico para reformular una nueva hegemonía política sobre la nación.

La propuesta central del nuevo nacionalismo sería la inclusión de la cuestión social y de los sujetos culturales preteridos históricamente por el discurso nacional, como los indígenas y los negros. La idea traducía a la política la concepción del pueblo-nación, en la que éste representa el interés común frente a los intereses particulares, el bien común frente al privilegio. En los años 1930, ese discurso quedó recogido bajo la cobertura ideológica de conceptos del tipo “argentinidad”, “mexicanidad”, “ecuatorianidad” o “cubanidad”.

En Cuba, la metáfora tuvo que bregar para asentarse como nombre de lo nacional.

A la altura de 1940, Orestes Ferrara podía preguntarse: “¿Por qué nosotros hemos inventado esto de cubanidad?” Alberto Lamar Schweyer en uno de los libros más polémicos del período, aseguró en 1929 que la cubanidad era una “fuerza espiritual”.

Así entendida, debía ser “aquello que siendo en cada caso una forma de pensar individual, se repite en todos los ciudadanos constituyendo ese estado de ánimo colectivo, seguro de reaccionar siempre frente a determinados problemas, en una forma igual y precisa.” Lamar necesitaba la “cubanidad” así concebida por los objetivos de su discurso: si no existía ese estado de armonía, no existía entonces la cubanidad, por ende, no existía el patriotismo.

Rafael Soto Paz (periodista y escritor cubano, autor entre otros libros, de una antología de periodistas cubanos publicada en 1943) calificó de “cubanidad negativa” el proyecto blanco, esclavista y aristocrático de la sacarocracia cubana, dizque fundador de la nación. Era una manera de decir que la cubanidad había sido un proyecto inexistente en la realidad para los negros cubanos.

Para Soto Paz, figuras como José Antonio Saco, José de la Luz y Caballero y Domingo del Monte eran tres arquetipos de “falsa cubanidad”. Al ser propietarios de esclavos fueron al mismo tiempo enemigos del abolicionismo, ultraconservadores, y así “negadores de la capacidad del cubano para gobernarse, y sobre todas las cosas, condenadores persistentes de todos los movimientos organizados en pro de la independencia de Cuba”.

Discursos como los de Lamar Schweyer o Soto Paz no fueron mayoritarios. Diversas elaboraciones trataron con más “éxito” de darle forma propia al término en un proceso de disputa cultural e ideológica. No era un debate solo “intelectual”: definir la cubanidad significaba asignar lugares sociales y roles políticos a respectivos actores nacionales.

En la década de 1930 pueden identificarse varios proyectos diferentes de nacionalidad cubana elaborados por respectivos actores cubanos:

1) la “raza” cubana como parte de “la raza americana”;

2) la “raza” negra como “nacionalidad oprimida”;

3) la nación cubana como “conglomerado étnico”, y

4) la “cubanidad” como resultado de la fusión “afrocubana”.

Todas estas versiones soportaban distintas acepciones de “pueblo”, y comprendían diversas maneras de integrarlo y de delimitar los alcances de la inclusión.

La tesis de la “raza americana” era propuesta por los gobiernos de las “21 repúblicas americanas”. Respondía a la posición de la región ante la guerra mundial, al nuevo liderazgo de los EE.UU., al proyecto de “pacificación” de las relaciones de América latina con España, propiciaba su diferenciación de otras “razas”, y se distanciaba del uso racial del fascismo.

En esa década, este nacionalismo americanista se producía en Cuba en imágenes como “el blanco (pobre) y el negrito”, de razas separadas, pero fraternales entre sí y era estimulado por las celebraciones oficiales del “día de la raza”.

La “raza cubana” tendría las ventajas de su “autoctonía”: podría dejar atrás lo peor de la herencia española, cuyos vicios aún no habían sido vencidos por el “esfuerzo que han realizado los hombres de la República” y también podía combatir el “snobismo yanquizante”.

Con el poder renovador de la raza cubana como “escudo” se podría al fin abandonar la dependencia espiritual cubana, otrora de la metrópoli española, ahora de Washington, y romper con la tara nacional de esperar siempre el advenimiento del hombre providencial, o la emergencia de algún suceso extranjero que llenase de oro el país.

El poder de la nueva raza haría valorar el “esfuerzo interior” que organizaría de “manera sólida la cubanidad”. El uso de la noción de “raza americana” se complicaría del todo con la rebelión fascista de Francisco Franco tras 1936 contra la segunda república española.

La tesis de la raza negra como “nacionalidad oprimida” fue defendida por el primer Partido Comunista cubano en la primera mitad de los 1930. Respondía a una política del Comintern o Komintern, abreviatura en ruso de la Internacional Socialista. La noción de nacionalidad “separada” justificaba crear la “faja negra de Oriente”.

Según esta opinión, “las masas negras tenían un carácter de minoría nacional”. Si estas masas constituían en Cuba más del 20 por ciento de su población total, en la zona negra de Oriente (La Maya, Caney, Cobre, Guantánamo, Palma Soriano, Baracoa, Santiago de Cuba, y parte de Bayamo), más del 50 por ciento de la población era negra, y ocupaba un territorio continuado, una economía propia, un lenguaje común y una cultura unitaria.

Desde esa posición, Martín Castellanos estableció que la opresión del negro no se debía a factores culturales o biológicos, sino estrictamente clasistas. La diferencia se localizaba entre explotadores y explotados, no entre blancos y negros. El enfoque de clase desestimaba el recurso de la “guerra de razas” como solución al problema negro, pero defendía su segregación estratégica.

Un objetivo de los autores de la tesis de la nacionalidad negra era mantener la cultura negra fijada a la conciencia de clase, para con ella mantener abierta la lucha, sin permitir la “neutralización” de su radicalidad, como sucedería, en su opinión, en caso de asimilación o de mezcla “indigna” con la cultura “blanca dominante”. Para dicho enfoque, la cultura negra podía corromperse también en manos de negros sin conciencia de clase. Compartían, por ejemplo, que el blues y el jazz habían “rodado por el mundo de manera indigna, arrastrándose por todos los antros, pasando de mano en mano, alcoholizados y prostituidos, vendiendo su alma y su cuerpo por dinero”, a diferencia del spirituals negro songs, que conservaba la “pureza” del dolor y la lucha del negro.

Para la tercera de la tesis sobre la nacionalidad cubana mencionadas, que la entendía como “conglomerado étnico”, la causa del negro era la causa de la nacionalidad. Este punto de vista criticaba el “afrocubanismo”.

La geografía, la economía, la historia y la cultura habrían forjado “un tipo cubano” que no respondía ni al África ni a España. Para Alberto Arredondo, “responde a Cuba, a una nueva realidad tiempo-espacial.”

Al hablar de la “nacionalidad”, al decirse “cubano”, se hablaba a la vez del blanco y del negro. El resultado era un producto mezclado, pero no indiferenciadamente “mestizo”.

Con este enfoque, cuestionaban las comparsas (recuperadas en 1937, después de estar prohibidas desde la década de los 1910) como una “tradición inventada” –tomo prestado el concepto de Hobsbawm–, que respondía a las necesidades del presente cubano, y no a las “purezas” de un pasado africano. Por lo mismo, impugnaban la “despolitización” de la llamada “poesía negra”, que celebraba un espacio de vida para el negro en el que éste no deseaba vivir y que de hecho luchaba por dejar atrás.

Para esta mirada, el “afrocubanismo” se saltaba el trayecto republicano del negro, obviaba que eran sujetos contemporáneos, no “ancestrales”, y “abducía” a los negros desde el pasado colonial para soltarlos, como máquina del tiempo, en los 1930 con “su cultura” lista para ser “redescubierta”. Esta visión afirmaba una novedad radical en la fecha: no había que “incorporar” al negro a la nación, porque este se encontraba allí desde su mismo origen.

Julio César Guanche
On Cuba Magazine, 3 de mayo de 2018.
Caricatura de Conrado Massaguer, 1923. Tomada de On Cuba.

lunes, 22 de octubre de 2018

La gastronomía en Cuba



Es notable el interés creciente, en el mundo, hacia temas relacionados con la gastronomía de cada pueblo, parte importantísima de su cultura. La comida cubana también cuenta su historia.

En sus memorias de viaje, el escritor estadounidense Samuel Hazard (1834-1876) quien a mediados del siglo XIX estuvo en la Isla y escribió un libro titulado Cuba a pluma y lápiz, hacía referencias a las costumbres alimentarias cubanas:

"El Hotel y Restaurant Inglaterra, en la calle del Prado, es igualmente excelente, en particular para los caballeros, pues en él pueden tomar por separado su habitación y comer en el restaurante a la carta. Como lo que se sirve en la mesa, en la mayor parte de las ciudades, en todos los hoteles y la mayoría de las mejores casas particulares, pertenece generalmente a la cocina francesa, solo en los distritos rurales puede uno probar bona fide los platos cubanos. Las comidas diarias de los más humildes campesinos consisten en puerco frito y arroz hervido, por la mañana, sustituyendo el pan con plátanos fritos o asados. Por la tarde comen carne de vaca, tasajo, aves y puerco asado, pero más usualmente la comida consiste de plátanos asados y del plato nacional, el ajiaco, que es en Cuba lo que la olla podrida en España".

Desde aquellos tiempos hasta la primera mitad del siglo XX, se establecieron en el gusto popular las fondas de cubanos e inmigrantes españoles y chinos, los puestos de fritas y timbiriches (que vendían desde pan con tortilla, pan con frita, frituras variadas como las de bacalao y las del frijol caritas, papas rellenas, croquetas, pan con lechón, pan con bisté, tamales, chicharrones, sandwiches hasta batidos de frutas guarapo, limonada y café), los carritos de helados y vendedores de churros, las carretillas con las más deliciosas frutas tropicales y las cafeterías, como las muy demandadas El Carmelo y Potín, así como los económicos menús de los Ten Cents en las calles Galiano, Monte, Obispo o los más modernos, en El Vedado y Miramar.

"Comidas como los potajes, las sopas, el ajiaco, las patas de puerco, los chicharrones, las empellas, el pescado, el tasajo, el huevo frito, la ropa vieja, la vaca frita, el picadillo, el fricasé, el arroz con pollo, el arroz blanco, el congrí, el moro, la harina, el tamal, la yuca con mojo, la malanga cocida, el boniato y las viandas fritas (yuca, malanga, boniato, plátano) constituyen ese paladar formado del ajiaco cultural que es y será siempre la comida cubana; aunque considero que fue la fonda cubana quien popularizó nuestro sello criollo", escribe Silvia Mayra Gómez en La fonda y sus comidas (Editorial Oriente, 2017).

En los cafés, herencia española de profundo arraigo, concebidos para la conversación, los negocios y citas amorosas, no podían faltar la taza o la jarra de café con leche, el pan de flauta crujiente con mantequilla y un amplio surtido de otros comestibles afines a ese tipo de negocios. Fueron famosas, entre otras, la peña del escritor cubano José Lezama Lima en La lluvia de oro y las citas en el Vista Alegre, donde se escribieron y entonaron emblemáticas canciones de la trova tradicional cubana.

Durante las décadas de 1940 y 1950, junto a aquellos espacios de comidas populares y tradicionales con precios muy asequibles, prevalecieron restaurantes estilizados y costosos, con predominio de la cocina clásica internacional, dirigidos en su mayoría a las clases media y alta de la sociedad habanera y a turistas foráneos como Monseigneur, El Emperador, La Torre, Floridita, Puerto de Sagua, El Templete, Castillo de Jagua, Club 21... O en los restaurantes de los hoteles Havana Hilton, Nacional, Riviera, Capri y Deauville o en los cabarets Sans Souci y Montmartre.

La Bodeguita del Medio evolucionó de fonda a restaurante típico de cocina cubana y Rancho Luna, el del Wajay y el del Vedado, fueron referencia obligada de la cocina tradicional con su receta familiar Pollo Rancho Luna. El Centro Vasco, Zaragozana y El Baturro, entre otros, asentaron su éxito en la cocina española. Y de los especializado en cocina italiana resaltan Frascatti, La Picola d’Italia, Montecatini y La Romanita.

En 1968, resultado de la Ofensiva Revolucionaria, culmina el proceso de nacionalización de los comercios gastronómicos, que había comenzado desde mediados de los 60. Paulatinamente, desaparecen los cafés, los puestos de frita y de otras ventas.

Los restaurantes y cafeterías que se mantuvieron abiertos se subordinaron al INIT (Instituto Nacional de Turismo). Comienza un período en el que prevalece la gastronomía popular, dirigida a garantizar no solo precios muy económicos sino también la alimentación social en centros escolares, hospitales, comedores obreros y otras instituciones del Estado.

Surge la empresa de Restaurantes de Lujo, destinada a “salvaguardar” algunos de aquellos míticos restaurantes y cafeterías de los cincuenta y crear otros de estándares de calidad superiores a la media que iba en descenso. El Departamento de Asesoría Técnica del INIT reunió a profesionales en diferentes especialidades (salón, área fría, fuentes de soda, carnicería, cantina, cocina, repostería, etc.), quienes se encargaron de gestionar, asesorar y desarrollar los viejos y nuevos establecimientos gastronómicos en Cuba.

La escasez de materia prima, insumos y profesionales de formación integral, así como las estrategias menguadas en este sector, obstaculizaron la prosperidad de la gastronomía cubana a nivel nacional e internacional.

En las siguientes décadas, 1970 y 1980, se establecieron nuevas estructuras para atender la gastronomía. Desapareció el INIT y se creó el Sector de Gastronomía y Servicios, que podía depender del Gobierno o del Poder Popular, pero asociado al Ministerio de Comercio Interior, con similares funciones a las ya mencionadas.

Se creó la Federación de Asociaciones Culinarias de la República de Cuba para “dignificar y capacitar a los cocineros”, y escuelas de hotelería y gastronomía como Sergio Pérez. La Escuela del Hotel Sevilla, que existía antes de 1959, se modificó como Escuela de Altos Estudios con diferentes especialidades gastronómicas en su programa. Pero, de manera general, se continuó, y aún se mantiene, la mimesis en el aprendizaje con énfasis en la cocina y servicio internacional, lo que ha condicionado hasta hoy el bajo perfil de una buena parte de la gastronomía estatal.

En los años 90, Cuba debe volver su mirada a la hasta entonces relegada industria turística. Comienzan a perfilarse estrategias para recuperar la gastronomía. Se crean las escuelas de FORMATUR a escala nacional, y corporaciones como Gran Caribe y Cubanacán, con sucursales para el desarrollo de la gastronomía, cuyas directrices metodológicas se rigen por el Ministerio del Turismo (MINTUR). Como parte de la estructura de Cubanacán se crea la Compañía Extrahotelera Palmares con la que conquistaron fama internacional los restaurantes El Aljibe, La Cecilia, Tocororo y La Ferminia, entre otros. Algunos nuevos y otros muy conocidos se “relanzaron”, como ocurrió con El Floridita.

La compañía Habaguanex, que atendía la gastronomía y la hotelería en la Oficina del Historiador de la Ciudad, devino referente de prestigio con sus restaurantes Café del Oriente, La Mina, La Imprenta, Al Medina y Torre de Marfil, entre otros. Mientras, la gastronomía popular continuaba en descenso, y crecía el desplazamiento de los más competentes hacia la gastronomía dedicada al sector turístico.

En 1993 el gobierno cubano autoriza la gestión privada en algunos sectores. Se crean los primeros 'paladares' (palabra tomada de una telenovela brasileña que la gente utilizó para denominar cafeterías y restaurantes privados). En 2013, con una nueva resolución, se flexibiliza aún más la gestión no estatal y en toda Cuba proliferan 'paladares' con propuestas originales y múltiples que defienden tanto la cocina tradicional cubana, a partir del rescate de platos y recetas que habían quedado en el olvido, como la cocina fusión contemporánea.

Restaurantes lujosos y célebres, algunos ubicados en una casa o edificio de vivienda, adaptados para el servicio gastronómico (La Guarida, La Cocina de Lilliam, Varadero 60, San Cristóbal, Santy, La Corte del Príncipe) o bien los nuevos emprendedores compran espacios disímiles para refuncionalizarlos (Atelier, El Cocinero, La Guarida, Doña Eutimia). Y los hay más informales, pero con un sello que los hace únicos: Ajiaco Café (Cojímar, La Habana), Mesón La Cuchipapa y San Salvador (Bayamo, Granma), Los Amigos (Santa Cruz del Norte, Mayabeque), La Cueva Taína (Gibara, Holguín) o Paladar de María, una fonda de carretera en Taguasco, Sancti Spíritus.

En todas las provincias ha ido creciendo, y es cada vez más exitosa, la gestión gastronómica no estatal. Según el poder adquisitivo de cubanos y extranjeros, se suman comensales y va cambiando el panorama de los barrios. Un boom que parece haber llegado para quedarse.

Alicia García
On Cuba Magazine, 8 de abril de 2018.
Foto: Pez perro asado al carbón en el Mesón La Cuchipapa situado en la Calle Parada entre José Martí y Donato Márnol, Bayamo, capital de la provincia Granma, a unos 750 kilómetros al este de La Habana.

viernes, 19 de octubre de 2018

Si quiere una buena atención médica...



Las tiñosas vuelan a baja altura en busca de carroña y el cielo encapotado anuncia un aguacero de verano. Los truenos se dibujan en el horizonte cuando una destartalada ambulancia Mercedes Benz arriba a la rampa del cuerpo de guardia principal del hospital Calixto García, en la barriada habanera del Vedado.

Patricia, una trigueña que sobrepasa los cuarenta años, es ayudada por el personal paramédico que a gritos pide una camilla y respiración artificial. En el cuerpo de guardia no hay una camilla disponible. Una señora que limpia el piso con un desinfectante de olor desagradable encuentra una silla de ruedas y con dificultad logran sentar a la paciente, aquejada de un fortísimo ataque de asma.

La madre de Patricia no para de refunfuñar. “Nosotros vivimos en Alamar -un barrio dormitorio al este de La Habana- y estuvimos más de doce horas esperando que la ambulancia la trajera para el hospital”.

Una estudiante colombiana de medicina atiende a su hija y la remite a una sala de observación. De nuevo comienza el suplicio. Ya los ambulancieros se marcharon y la silla de ruedas ya no está aparcada fuera de la consulta.

Tuvieron que caminar, hasta la sala de observación. Patricia sosteniendo el inhalador de oxígeno con una mano y la madre apoyándola en su hombro. Cuando llegaron, dos médicos charlaban en un idioma incomprensible y ninguna enfermera se encontraba en la sala.

Tras veinte minutos sentadas en una silla plástica sin que nadie las atendiera y después que la madre de Patricia protestara, le consiguieron una cama, un doctor la atendió, el enfermero le inyectó Aminofilina y le puso un suero en vena a la paciente asmática. Los aires acondicionados no enfriaban.

El resto de los cubículos estaban atestados de pacientes que esperaba el dictamen del galeno, para ingresar en el hospital o marcharse a casa. “Es que hay un brote de enfermedades gastrointestinales que ha provocado incluso muertes entre algunos ancianos. No damos abasto”, se justifica el enfermero.

Una señora con cara de sueño, que acompañaba a su esposo enfermo, le dijo a la madre de Patricia: “Mira ver si pueden cambiarte de cama, mi’ja, que en esa cama se han ido del aire (fallecido) dos viejitas y creo que ni las sábanas las han cambiado ”. El enfermero, que ha escuchado lo que dijo la señora, responde que él cambió las sábanas, "lo que pasa que están empercudidas" .

La madre de Patricia comenta en voz alta: “Es que como no tenemos dinero ni regalos para ofrecerle a los médicos y los enfermeros, nos atienden como si fuéramos apestadas”.

Al día siguiente en la mañana, el doctor decide ingresar a Patricia. Una tía se queda cuidándola, mientras su madre va a Alamar, a buscar un par de sábanas limpias, un ventilador, un cubo de agua, una frazada de piso y algo de comer. Hay familiares que llevan al hospital hasta el televisor de su casa, aunque lo peor es la comida.

Fundado el 23 de enero de 1896, el ahora Hospital Docente Universitario Calixto García, dispone de casi 1,200 camas en 28 pabellones, igual número de salones de operaciones y cuatro cuerpos de guardia. El director del centro hospitalario más grande e importante de La Habana es el Dr. Carlos Alberto Martínez, miembro del Consejo de Estado renovado tras la llegada a la presidencia de Miguel Díaz-Canel, el pasado mes de abril.

El cuerpo de guardia principal radica en Avenida Universidad y Calle J, Vedado. Se nota que recientemente ha sido reparado, la pintura de las paredes están aún frescas, las puertas y ventanas son de aluminio y cristal y han puesto luces LED, para ahorrar energía eléctrica. Pero por falta de mantenimiento, los aires acondicionados funcionan con dificultad y los baños no los limpian con la frecuencia requerida y están sucios.

La indetenible pérdida de valores en la sociedad cubana ha provocado que personas con escasos modales educativos y comportamientos barrioteros trabajen en el sistema nacional de salud. Dos enfermeros cotillean en un pasillo cuando el familiar de un paciente los llama para que le tomen la presión arterial. Uno de los enfermeros hace un gesto de desaire con la mano y dice: “Mi hermano, das tremendo chucho, aquí no pagan pa' trabajar tanto”.

Llamémosle Delfín. Enfermero con quince años de experiencia, hace un lustro vino en prestación de servicios desde Santiago de Cuba, 900 kilómetros al este de La Habana, y aprovechó para quedarse a vivir en la capital.

“Los habaneros no quieren trabajar. Laborar en Salud Pública es durísimo. Hay que tener mucha vocación, pues los salarios son una mierda. Yo gano mil pesos al mes (unos 45 dólares) y no he pedido la baja porque estoy esperando una misión en el extranjero, preferiblemente a Qatar o Sudáfrica, a ver si resuelvo mis problemas”, confiesa.

A pesar que la autocracia verde olivo explota abiertamente al personal médico-sanitario que presta servicios en el exterior, apropiándose hasta un 70 por ciento de sus salarios, para muchos doctores, técnicos de salud y de enfermería, constituye una oportunidad de oro de reunir 5 mil o 6 mil dólares que le permitan reparar sus viviendas y mejorar su raquítica calidad de vida.

Ahora mismo, más de 50 mil médicos, especialistas, técnicos y enfermeros laboran en 65 países de América, África, Medio Oriente, Asia y Europa (Portugal). Según estadísticas oficiales, la exportación de servicios médicos constituye la primera industria del país, con alrededor de 11 mil millones de dólares anuales en 2017. En segundo lugar, la entrada de remesas familiares: 3,575 millones en 2017, solo de cubanos residentes en Estados Unidos.

A las remesas, hay que sumar el entramado que el castrismo ha montado para exprimir al máximo a los emigrados, ya sea situándole altas cotas al pago del pasaporte, recargas telefónicas, cobrándole abusivas tarifas en divisas por recibir paquetes enviados por vía postal o vendiéndole a precios exhorbitantes alimentos, electrodomésticos y materiales de la construcción a través del comercio electrónico a los cubanos radicados en el extranjero.

La solución, considera Arturo, quien recientemente fue operado de una rodilla por técnicas de mínimo acceso en el hospital Luis de la Puente Uceda, en el municipio de Diez de Octubre, es tener contentos a los médicos y enfermeras. "¿Cómo? -se pregunta y él mismo responde: Pagándoles o haciéndoles regalos. Si vas a una consulta ordinaria, le llevas un sandwich con un refresco o una malta. Si quieres que te hagan un chequeo a fondo, al doctor le das 10 o 20 cuc. Y si necesitas que te operen, la cantidad sube a 150 cuc, además de invitarlo a comer en una paladar. Si no lo haces así, y te vas por la libreta (no pagar ni regalar), entonces te atienden mal y no puedes conseguir medicinas”.

Yamila, está convencida que con pesos convertibles por debajo de la mesa, el trato es diferente. “Si pagas te sacan la muela con anestesia buena. Tuve que hacerme una endoscopía y me dijeron que no había anestesia. Pero cuando en la bata al médico le colé 15 cuc, como por arte de magia apareció un anestésico yuma (foráneo). Con dinero, el médico te atiende como si tú fueras un familiar cercano”.

En la Cuba neo castrista, supuestamente, la salud pública es gratuita. Pero si haces buenos regalos. la atención es de primera. El dinero marca la diferencia.

Iván García
Foto: Tomada de Mirada Cubana.

lunes, 15 de octubre de 2018

La Habana para un infante dormido



“Esta ciudad nació en la sal del puerto / y allí creció caliente, deschavada, / el sexo abierto al mar, / el clítoris guiando a los marinos / como un faro de luz en la bahía…”. No se explicita la noche y, sin embargo, sabemos que es de noche en estos versos, brillantes y a la vez opacos que, a modo de un réquiem por La Habana, urden los adolescentes protagonistas letraheridos de Las palabras perdidas (1992), la primera de las novelas que escribió Jesús Díaz (La Habana 1941–Madrid 2002) en su exilio tardío, y bien fecundo, con muerte prematura, a los 60 años.

Una imagen que nos habla, sobre todo, de un magnetismo dislocado, eternamente presente y eternamente diferido, hacia una inminencia que, estrofas más tarde, desemboca en el pasado.

Como ha subrayado Rafael Rojas en Tumbas sin sosiego (Anagrama, 2006), nadie como el historiador Manuel Moreno Fraginals (La Habana 1920–Florida 2001) ha desmontado con tanta lucidez el hábil “secuestro de la historia” por parte del castrismo, para fabricarse un edénico patriotismo a la carta. En la articulación del doble mito de “la Revolución Inconclusa y la Tierra Prometida”, el destino final de la lucha por la independencia cubana no era otro que cumplimentar la Revolución castrista. Y para ello, se emplean mimbres de falseada dialéctica hegeliana, no tan materialista, si reparamos en los rotundos símbolos que refuerzan al uno y trino Fidel Castro, junto a "la clara, la entrañable transparencia" y la "divina presencia" del Che Guevara, que con ser el Espíritu Laico, ha compartido el papel del hijo (“Padre, ¿por qué me has abandonado?”) con Raúl -el padre resucitado- para compensar que, en realidad, es el hermano…

Por arte de birlibirloque, José Martí y todos los próceres de la independencia y cada uno de los mambises pelearon duro con el máximo objetivo mental de allanarle el terreno a Fidel Castro. De ahí que, en muchas plazas y avenidas de la Isla, los grandilocuentes monumentos de los caídos por la independencia ("más se ganó en la Guerra de Cuba") se den la mano con el recordatorio de los mártires de la Revolución. Y de ahí que la tumba con las cenizas de Fidel se haya situado junto al mausoleo de Martí, como la doble cara de un Jano canonizado que ahora reposarán juntos, para la eternidad, en el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, a los pies de la Sierra Maestra.

Hasta allí se han trasladado también, en octubre de 2017, exhumados desde la otra punta, los restos de María Grajales, la madre de los generales mártires José y Antonio Maceo, y de Carlos Manuel Céspedes, el prócer de la guerra previa (1868), "de los diez años", en la que murió, retrotrayendo de ese modo, otros cuarenta años más, el pistoletazo de salida del inmortal castrismo… Claro, que Moreno Fraginals hubo de aguardar a su exilio aún más tardío, ya septuagenario, en Miami, para dar a la luz su exhaustivo y riguroso estudio Cuba / España – España / Cuba: historia común, luego de pasar décadas en La Habana condenado al ostracismo.

Así prosiguen los adolescentes en la larga noche de Jesús Díaz: “Pavorreal del trópico extasiado / en los vitrales y ocelos de su cola / reflejada en el mar, / graznaba a prima su profundo dolor / radioescuchando novelones, / serpientes de la desesperanza inventada por ella. / Luego, en las noches, / sacaba los colmillos de vampira, / y ya en la madrugada / se jugaba la suerte hasta las nalgas / que solía perder con gran contento, / se entregaba a gozar y a raros ritos / y amanecía bailando, la cabrona”…

La marcha del también autor de Las iniciales de la Tierra o Díme algo sobre Cuba, por tardía e inesperada, resultó especialmente dolosa para el castrismo, pues, además de profesor de Filosofía en la Universidad de La Habana y esencial editor, había sido uno de los más lúcidos y brillantes ideólogos del régimen y, de pronto, en un encuentro internacional de escritores en Zürich, se descolgaba sorpresivamente en un duro alegato contra el castrismo, Los anillos de la serpiente, para no regresar jamás. “Te has vendido por un plato de lentejas; te llamas Jesús, pero deberías llamarte Judas", le respondió en una dura misiva de su puño y letra el ministro de Cultura, Armando Hart, con la más que segura supervisión, si no el dictado, del propio Fidel Castro.

Tal vez, como no ha ocurrido con igual intensidad en ninguna otra latitud, los más importantes escritores del exilio cubano son gentes que en algún o muchos momentos creyeron fervientemente en la Revolución e, incluso, algunos de ellos estaban situados en origen a la izquierda del propio Fidel.

Entre Guillero Cabrera Infante (Gibara, Holguín 1929-Londres, 2005), el más madrugador en marcharse, en la década de los sesenta, y Raúl Rivero (Morón, Camagüey, 1945), el exilado más reciente, tras su excarcelamiento, ya a comienzos de este siglo, es significativo que no haya habido una década sin la marcha de autores de relieve, más o menos próximos, aun en distinto grado, al dictador y sus adláteres de la política cultural. Han terminado siendo acusados de “diversionismo ideológico", y no es para menos, dado el peculiar choteo, tan privativo de esa Isla, que hace decir a Rivero, por ejemplo: "Fíjense si los cubanos somos exagerados, que de los que no tienen moral, decimos que tienen doble moral".

Pero, entre tanta desbandada bibliada, ¿en qué punto de la triste habanera de Díaz nos encontramos? ¡Ah, sí!: “Se enamoró de la virtud como una puta, / pidió perdón hincada de rodillas, / y para expiar sus múltiples pecados / sacrificó sus congas, sus mentiras; / gritó pura y feliz hasta quedarse ronca / e hizo una cola larga, interminable”.

El más horadante de cuantos se marcharon fue Cabrera Infante, quien más tiempo tuvo para solazarse en su incorregible adicción a la paranomasia frente al dictador. Tras patentar lo de "habanidad de habanidades y todo habanidad", son célebres su diagnóstico de la "castro-entiritis aguda" y su denuncia de la "Reichvolución" cubana.

Luego, entre Cabrera y Rivero, la lista de antimambises prófugos que por los cargos que ostentaron en el régimen o por su fuerte simbología en el exterior, conforman el elenco elemental de escritores más incómodos al castrismo, la completan: Heberto Padilla (Pinar del Río 1932–Alabama, 2000), que se fue en los 70, tras la infamante palinodia del Caso Padilla ("la autohumillación de un incrédulo", según Octavio Paz); Reinaldo Arenas (Holguín 1943–Nueva York,1990), símbolo de los disidentes del Mariel en los 80, y el mentado Jesús Díaz, en los durísimos comienzos de los años 90, durante el drástico período especial, tras la caída del régimen soviético, y cuando también partieron de la Isla otros veteranos escritores, como el poeta Manuel Díaz Martínez (Santa Clara, 1936), afincado en Las Palmas de Gran Canaria.

Fue el juicio a Padilla (1971), como es sabido, lo que marcó un antes y un después, motivando la desafección en masa de los intelectuales de izquierda. El hombre al que Fidel le había confiado puestos de máxima responsabilidad en Nueva York y en Moscú desde el minuto inicial, y anfitrión predilecto de la crema de la intelectualidad extranjera, chafó para siempre esa imagen que el mandatario hubiera querido perpetuar de un socialismo edénico y libertario, en una suerte de placenta solar con líquido amniótico de mojitos.

Padilla se había descolgado con el duro poemario Fuera del juego (1968) -“La Historia es esa rata que cada noche sube la escalera”-, y denunciado sin ambages el advenimiento de un “estalinismo tropical” en toda regla. Y lo curioso es que la trama de la disidencia concuerda. Pues el inicio de su reprobación fue la aparición de un artículo suyo en El Caimán Barbudo donde denunciaba el silencio oficial sobre Tres tristes tigres, del ya exiliado y repudiado Cabrera Infante (que acababa de obtener el premio Biblioteca Breve-Seix Barral), y el director del Caimán no era otro que… ¡Jesús Díaz!.

Así acaban los versos de aquellos púberes alter-egos:

“No bastó con aquella entrega, / los hijos de puta, nosotros, sus bastardos, / la negamos tres veces, ya no tuvo / pinturita de uñas, ni siquiera / un buchito de alcohol de reverbero / que llevarse a la boca en sus delirios; / y si gritó de sed no la escuchamos, / andábamos clamando por el mundo / como una llamarada de pureza. / Casi murió de lepra, las legañas / nos la dejaron ciega, el gran silencio / le produjo sordera, el desamor / le descarnó los labios, la demencia / le (arrancó) los cabellos, la tristeza, / le fue secando el sexo. Una mañana / la fealdad la asesinó del todo. / Queda tan sólo un triste simulacro: / este fantasma de una vieja puta / o de una virgen tuerta y sin altar, / estos fabio, ¡ay dolor! que ves agora, / campos de soledad, mustio collado: Dicen que fue candela / que encendía el rumbón con la cintura, / que alguna vez, la pobre, estuvo viva”.

Antonio Puente
El País, 7 de mayo de 2018
Foto de Jesús Díaz tomada del Obituario que le dedicó El País el 4 de mayo de 2002.

jueves, 11 de octubre de 2018

Recordando a Gustavo Arcos Bergnes



Estaba yo cuidando a Cándida, una tía invidente que estaba ingresada en la sala geriátrica del hospital Calixto García, cuando por la tarde telefoneo a mi casa y me dicen: "Te llamó una tal Odilia Collazo, para que pases por la casa de Gustavo Arcos y recogas cien dólares de un dinero que envió Frank Calzon".

Eso fue el jueves 26 de junio de 1997. Lejos de alegrarme, la llamada me desagradó: un recado así, tan explicito, no lo deja un verdadero opositor, debido a la "buena costumbre" de la Seguridad del Estado de escuchar y grabar conversaciones de disidentes y periodistas independientes. (En abril de 2003, a raíz de la razzia contra un centenar de disidentes en toda la isla, la Seguridad del Estado decidió 'quemar' a varios de sus agentes infiltrados en las filas de la oposición, entre ellas Odilia Collazo).

Alrededor de las 6 de la tarde dejé a mi tía al cuidado de un familiar y me dirigí al domicilio de unos amigos que vivían cerca del hospital. Desde allí llamé a mi primo Pepe, como le decimos a Vladimiro Roca, para pedirle la dirección y teléfono de Gustavo.

-Qué bueno que me llamas, me dijo Pepe. Iba a llamarte esta noche, porque para mañana hemos convocado a una conferencia de prensa en casa de Martha Beatriz.

-Pepe, qué lástima, no puedo asistir porque mañana le dan el alta a tía Cándida y quedé en estar a las 9 en el hospital. Excúsame con Martha, René y Bonne.

-No hay problema. El sábado vienes a mi casa y te pones al día (desde 1996 reportaba para Cuba Press las incidencias del Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna, al cual él, Martha Beatriz Roque Cabello, René Gómez Manzano y Félix Bonne Carcassés pertenecían).

Al día siguiente, 28 de junio, Vladimiro me daría pormenores del lanzamiento de La Patria es de Todos así como un ejemplar del documento redactado por ellos.

Volviendo a Gustavo. Desde hacía años vivía con su esposa Teresita en una casa de huéspedes situada en la calle H entre 13 y 15, Vedado. Recuerdo que aquel día salió a recibirme con una impecable payama. En la mano traía un papel y la 'tabla', como en Cuba le dicen al billete de cien dolares. El papel era un recibo en el cual firmé y puse la fecha.

En varias ocasiones más y en distintos lugares, coincidí con Gustavo y Teresita, un matrimonio que por sus buenas maneras me recordaba al formado por Juan Marinello y Pepilla, la pareja mejor llevada, más educada y cariñosa de todas las que conocí en la vieja militancia del Partido Socialista Popular.

En particular no olvido una tarde de 1999 o 2000, en la residencia del Jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en ese momento. Cuando ya habían llegado todos los invitados, en el salón principal, junto a un piano, se agruparon los presentes.

Unos minutos después, Odilia Collazo comenzó a hablar. Sin ninguna discreción salí y me dirigí a la terraza. Allí estaba Gustavo, con una guayabera blanca de mangas largas. Nos alejamos un poco y en voy baja me dijo:

-No soporto a esa mujer.

-Yo tampoco, Gustavo. Estoy convencida que trabaja para la Seguridad del Estado.

Y le conté del presentimiento que siempre tuve hacia ella, corroborado cuando el 16 de julio de 1997 detuvieron a Martha Beatriz, Gómez Manzano, Bonne y Vladimiro y ella solo fue "detenida" unas horas en Villa Marista, pese a encabezar el "comité de apoyo al Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna", un engendro creado por la Seguridad del Estado, para propiciar y justificar que la Collazo andara con los cuatro disidentes, quienes a menudo se reunían con diplomáticos de la Unión Europea, Canadá y Estados Unidos y estaban en contacto con los principales corresponsales extranjeros acreditados en la isla.

Mis sospechas quedarían corroboradas en abril de 2003, durante los juicios contra 75 disidentes en toda la isla, cuando la Seguridad del Estado decidió 'quemar' a varios de sus agentes infiltrados en grupos opositores, entre ellos a Odilia Collazo.

Gustavo Arcos Bergnes, nacido en Caibarién en 1926, tenía muchísimas y valiosas vivencias dentro de las filas revolucionarias. Había sido atacante al cuartel Moncada y junto a su hermano Sebastián, fallecido el 22 de diciembre de 1997, se había dado cuenta de quién era Fidel Castro y del fracaso de su revolución.

Gustavo era dieciséis años mayor que yo, pero en común teníamos una intuición especial para percatarnos de quién era quién dentro de la disidencia y el periodismo independiente.

Gracias a ese sexto sentido, pudimos evitar que las ventosas de las medusas lanzadas al mar de la oposición por el Departamento de Seguridad del Estado se nos pegaran. O, al menos, no lo suficiente para que nos hicieran daño.

Tania Quintero

Foto: Gustavo Arcos Bergnes, activista de los derechos humanos, fallecido el 8 de agosto de 2006. Tomada del obituario escrito por Raúl Rivero.

lunes, 8 de octubre de 2018

Silencio y oscuridad



La historia de la revolución cubana está plagada de acontecimientos sórdidos y tenebrosos. Siguiendo el patrón de los regímenes totalitarios, ha sabido deshacerse de ellos y "borrarlos" de su memoria.

Lo más probable es que cuando los estudiosos puedan libremente averiguar en la isla, muchos testigos ya hayan fallecido. Pero siempre se encontrará una huella que conduzca al descubrimiento de la verdad.

Por muy oscuro que sea el túnel de la represión y el autoritarismo, los investigadores tendrán suficiente paciencia para caminar por las tinieblas hasta encontrar la luz. Ese tesón lo ha demostrado en España el irlandés Ian Gibson, hispanista que desde 1965 investiga los últimos días del poeta Federico García Lorca, fusilado el 18 de agosto de 1936.

Cubanólogos no faltarán para descifrar la misteriosa desaparición de Camilo Cienfuegos, en octubre de 1959. Ni tampoco las circunstancias que llevaron al suicidio a figuras emblemáticas de la revolución como Osvaldo Dorticós y Haydée Santamaría, entre otros.

Una exhaustiva pesquisa pudiera aclarar episodios poco conocidos, como las discrepancias que en los años 60 se produjeron entre Fidel Castro y Aníbal Escalante, uno de los principales líderes del Partido Socialista Popular.

Después que un cineasta alemán descorriera el velo, en su momento se sabrá si los servicios cubanos de inteligencia tuvieron alguna vinculación con el atentado que el 20 de noviembre de 1963 le costara la vida al presidente John F. Kennedy y a su supuesto asesino, Lee Harvey Oswald.

Sobran las dudas acerca de cuestiones tan disímiles como la cifra exacta de los cubanos muertos en Angola o las razones que llevaron al régimen a establecer vínculos e incluso dar cobijo a miembros de organizaciones terroristas como ETA, entre otras.

A no ser por las revelaciones hechas en 2004 por la revista mexicana Proceso, poco se sabe de las conversaciones secretas sostenidas en 1985-86, durante el mandato de Ronald Reagan, entre emisarios de los gobiernos de Cuba y Estados Unidos, frustradas por la salida al aire de Radio Martí el 20 de mayo de 1985.

Algun día conoceremos toda la trama que desembocó en la Causa 1/1989 y en el fusilamiento de los generales Arnaldo Ochoa y Tony de la Guardia. Dos anos después, en 1991, otro de los hombres de confianza de Fidel Castro, José Abrantes, ex-ministro del Interior, moriría de un "infanto" en la cárcel de Guanajay, donde cumplía una condena de 20 años de privación de libertad.

En Cuba viven cientos, tal vez miles, de cubanos condenados al silencio. No pueden hablar, so pena de ir a prisión o sufrir un "accidente mortal". Tampoco pueden salir legalmente del país.

La mayoría de estos amordazados han pertenecido a las FAR o el MININT o han sido dirigentes del partido o la administración central del Estado. Protagonistas o testigos de hechos de los cuales nada se debe saber. Al menos por ahora.

En ocasiones ni siquiera se trata de "secretos estatales" o asuntos de importancia nacional. En la década de 1990, en el municipio de 10 de Octubre, a un simple empleado se le ocurrió denunciar la corrupción existente en la dirección de comercio y gastronomía municipal. Al hombre casi lo volvieron loco, luego de recluirlo en un hospital psiquiátrico y haber tenido que soportar amenazas de todo tipo.

En 2005, un periodista independiente desde La Habana ha venido denunciando el caso de una abogada perteneciente a la industria alimenticia, a quien le han hecho la vida un yogurt por denunciar turbios negocios con la leche en polvo y otros productos lácteos.

El 'No Comment' puede tener un origen trágico. Entre 1961-1963 di clases en tres escuelas nocturnas de superación para antiguas criadas. En una de ellas, enclavada en La Cuevita, San Miguel del Padrón, una de mis alumnas se ausentó una semana. Cuando volvió, me dijo que al terminar las clases hablaría conmigo en la calle.

Me contó que en medio de un fuerte temporal en Pinar del Río, su hermano iba en un yipi a toda velocidad y no se percató que por la carretera, en sentido contrario, venía una caravana de vehículos, tampoco de las señales que le hacían. En uno de los carros viajaba Fidel Castro. Al no detenerse, los escoltas dispararon sus metralletas. El hermano de mi alumna murió al instante.

Cuando se supo que habían matado a un inocente, por el Estado corrieron los gastos del funeral. Además de una indemnización monetaria, a la familia le construyeron una casa. "Nos dijeron que no podíamos decírselo a nadie. Pero me gustaría que cuando pasen los años, usted contara cómo murió mi hermano".

Tania Quintero
Foto: Libro que recoge el Informe que Raúl Castro hizo al Comité Central en enero de 1968, para explicar (o justificar) los arrestos de Aníbal Escalante y otros viejos comunistas involucrados en la llamada Microfracción, la primera razzia ideológica llevada a cabo por Fidel Castro y su revolución.

jueves, 4 de octubre de 2018

Sobrevivir jineteando


Llamémosle Solange. Ella suele demorar una hora en maquillarse y vestirse con ropa 'pirata' adquirida a plazos a una ‘mula’ que las compra al bulto en un rastro de Ciudad México. Después de estirar la saya desteñida de mezclilla Made in Thailand, se rocía una cantidad considerable de perfume barato.

Tres noches a la semana realiza la misma rutina. Prostituta discreta que recién cumplió 23 años y se graduó de informática, Solange con dos amigas recorre algunos bares de moda al oeste de La Habana donde una cerveza Cristal cuesta el equivalente a cuatro dólares y unas tapas o pinchos ronda los siete.

“Vamos a bares privados donde no hay tanto 'fuego' (vigilancia) y en el bolso cada una lleva 30 o 40 cuc. Como somos jóvenes y atractivas y tenemos buenos cuerpos, no parecemos jineteras mediocres. Casi siempre ligamos un 'yuma' (extranjero) un cubanoamericano. No pedimos explícitamente dinero. Pasamos la noche bailando, bebiendo y picando algo. Luego nos vamos a la cama. Por lo general nos dan 100 cuc, a veces 200, depende del tipo. Los españoles pagan poco, los griegos e italianos son unos tramposos y les gusta formar chanchullos. Los mexicanos, canadienses y americanos son buenos clientes. Pero los cubanos que viven en Estados Unidos son los mejores. Ellos nos entienden como nadie. Tengo un novio que maneja una rastra en Miami que todos los meses por la Western Union me gira 200 fulas e incluso me regaló un iPhone 8”, cuenta Solange en un parque mientras intenta conectarse por IMO para charlar con su ‘novio’ residente en la Florida.

Indira, nombre supuesto, también es prostituta. Procede de una familia disfuncional y tiene una niña de un año. Cuando cerraron el central azucarero de su pueblo, en una provincia oriental a 800 kilómetros al este de la casa, la madre de Indira huyó de la casa para escapar de las golpizas y borracheras de su padre, un hombre violento y frustrado que trabajó toda su vida en el ingenio.

“Eso fue a principios de los 2000, cuando Fidel mandó a cerrar más de cien centrales en todo el país. Mi padre que se había convertido en un alcohólico, sobrevivía vendiendo queso casero y barras de guayabas en la carretera. Yo tenía dos años, crecí sin el amor de mis padres y con el acoso sexual de algunos parientes. Mi infancia fue pobre, triste y aburrida, por eso a los 14 años me fui con unas amigas para Santiago de Cuba. Allí empecé a jinetear. Lo que apareciera, un extranjero o cubano con billete. Una noche me monté en un tren y después de veinte horas aterricé en La Habana, donde ya llevo seis años. Tengo meses de hacer 500 o 600 fulas y otros que el dinero solo me alcanza para comer. Siempre le giro dinero a una tía que me cuida a la niña allá en Oriente. No sé vivir de otro forma. No me quejo”, comenta Indira.

Indira y Solange no se conocen y es probable que hayan coincidido en algún centro nocturno habanero. Las dos coinciden que el Estado verde olivo debiera legalizar la prostitución.

“Ahora que en la nueva Constitución hablan tanto del matrimonio homosexual, debieran legitimar el jineteo, si en Cuba ya hay cantidad de jineteras. El jineterismo no hay quien lo frene. Cada persona es responsable de su cuerpo. Y la prostitución es el oficio más viejo del mundo”, dice Solange en tono serio.

De momento, las jineteras cubanas tendrán que esperar. La futura Carta Magna no contempla refrendar el sexo tarifado. Ángelo, mulato que perfila su físico haciendo pesas en un gimnasio privado, cree que los “pingueros, travestis y maricones que se prostituyen tienen ahora el camino más fácil. Antes el 'fuego' era tremendo. Ahora, con todo lo que ha generado el matrimonio homosexual y el respeto hacia la orientación sexual, la policía ya no nos molesta cuando estamos en nuestras cosas. Niño, nosotros luchamos igual que las putas. Aunque cobramos menos, los clientes no nos faltan. A la vuelta de cinco años, Cuba será una plaza gay al nivel de Río de Janeiro o Barcelona”.

No hay estadísticas exactas del número de jineteras en la Isla. Susana, ex trabajadora social, calcula que solo en La Habana debe haber alrededor de 10 o 15 mil jineteras, tal vez más. "Pero lo peor no son las jineteras que casi todas las noches salen a las calles a buscar dinero. Lo que me preocupa son los miles de adolescentes de los dos sexos que ante la falta de futuro piensan en prostituirse como una forma de ganar dinero”.

Carlos, sociólogo, considera “que un sector bastante amplio de la sociedad cubana no ve con malos ojos la prostitución. Muchas familias han mejorado su calidad de vida gracias a un hijo o una hija que se ha prostituido y ha terminado casándose con un extranjero o un cubano adinerado. Para muchos jóvenes de barrios marginales, jinetear no solo es una buena opción, es la única opción”.

Según expertos locales, la prostitución nunca desapareció del todo en la Cuba de los hermanos Castro. A pesar de que Fidel eliminó esa lacra e intentó que miles de prostitutas se superaran y aprendieran oficios, las carencias materiales, disfuncionalidad familiar y el auge del turismo internacional llevó a miles de jóvenes a prostituirse.

El billete verde del otrora enemigo, hoy es codiciado por las jineteras y pingueros. Además de ganar dinero, vivir lo mejor posible en una sociedad que sanciona la opulencia, la meta final es que las relaciones culminen en el altar. Es una de las diferencias de las prostitutas cubanas con las de otros países: su sueño es obtener una visa y radicarse en el exterior.

Por eso el discurso de corta y clava del partido comunista y la delirante campaña apologética recordando a Fidel Castro les resbala. Para ellos, la vida es fiesta, alcohol y dinero. Un eterno carnaval.

Iván García


lunes, 1 de octubre de 2018

Cubanos, libres, sin nombres ni apellidos



Con la salud pública y la educación y otros viejos tesoros derribados en entredicho como puntales básicos de la propaganda por las bondades y el bienestar en el socialismo, los funcionarios del partido se aferran ahora, con ahínco y desesperación, a la aprobación del matrimonio igualitario para demostrarle a la gente los beneficios diversos del paraíso del proletariado.

El gobierno cubano, dice un largo artículo fechado en París, ha hecho “algo único en la historia de la homosexualidad: abrió cabarets, discotecas e incluso una playa gay. Hoy Cuba es el único país del mundo con bares gays -muy animados, por cierto- administrados por el Estado.”

Así es. El debate sobre la aprobación de la ley que permitirá que los cubanos y cubanas se casen con personas de su mismo género es, hoy por hoy, uno de los mecanismos más usados por los propagandistas oficiales para presentar la isla del Caribe como la vanguardia universal de la libertad sexual.

Así deberá ser, aseguran con vehemencia, cuando se apruebe la ley que han propuesto en la Asamblea Nacional. Sólo que antes de facilitarle a los ciudadanos del país la alternativa de casarse e irse a vivir con quien quiera, sea del sexo que sea, los caritativos, nobles y alertas diputados debían aprobar, primero, un decreto especial para que cada cubano y a cada cubana -sin la certeza de ir a parar a la cárcel- tuvieran la posibilidad de integrarse asociarse y militar en un partido político independiente.

Los disciplinados y unánimes asambleístas debían promover y refrendar también otro documento que les otorgue libertad a los cubanos para confeccionar medios de prensa libres, acceder a medios periodísticos de cualquier parte del mundo, sin verse obligados a leer nada más que los panfletos que emite a toda hora y de todas formas el gobierno de Cuba.

Los bonachones y atildados diputados, que tienen un dispositivo para levantar todos las manos al mismo tiempo, podrían votar, además, porque los hombres y mujeres que viven en ese país, sin excepción, tuvieran el derecho a entrar y salir de la nación donde nacieron y donde nacieron sus abuelos y que no existieran listas de regulados, prohibidos, perseguidos en un rejuego siniestro que incluye a familias enteras.

Si, está muy bien que les permitan a los cubanos que sean libres de casarse con quien quieran. Pero lo más importante es el momento en que sean libres. Libres nada más.

Raúl Rivero
Blog de la FNCA, 13 agosto de 2018.
Foto: Tomada de The Independent.