lunes, 25 de marzo de 2019

El poder del castrismo (II y final)


El relieve alcanzado por el coronel Alejandro Castro Espín en el escenario político-económico de Cuba, también lo ha dejado en una posición riesgosa que tal vez lo haya puesto en el punto de mira de quienes han perdido influencia política y poder económico a raíz de los cambios raulistas, incluso al interior de las propias Fuerzas Armadas (FAR) y el Ministerio del Interior (MININT, donde no han desaparecido las pugnas entre facciones “leales” y “desleales”.

Una de las teorías sobre las posibles causas de los “ataques acústicos” a funcionarios de las embajadas de Estados Unidos y Canadá en La Habana, según una fuente del MININT, apuntaría a la existencia de una facción “desleal” dentro de los organismos militares que busca sacar a Castro Espín del juego de poder. Supuestamente habría sido realizado por un grupo dentro del propio gobierno que planificó los ataques o permitió que sucedieran con el propósito de hacer rodar algunas cabezas.

Según esa fuente, al caer la máxima responsabilidad de los ataques sobre el Departamento de Defensa y Seguridad Nacional, Raúl Castro se vería en la obligación de destituir a su jefe superior, es decir, a su hijo Alejandro, y prescindir de su presencia en los futuros diálogos con Estados Unidos, dando paso a otros oficiales no vinculados al círculo familiar y que encauzarían los intercambios diplomáticos hacia otras cuestiones. Pretendían así causar una ruptura sensible en un tejido que a Raúl Castro le ha llevado años tejer a la sombra del hermano.

Los años 2006-2011 quedarán definitivamente no solo como un período importante en la configuración del esquema político cubano actual donde las empresas militares absorben aquellos objetivos económicos más estratégicos, de acuerdo con un modelo enfocado en la atracción de capital foráneo, sino que también rediseñará el lugar de los actores en un escenario muy diferente al concebido por Fidel Castro.

Nombres como los de Marino Murillo Jorge, Alejandro Castro Espín y Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, aunque a veces ocultados tras la fachada de los organismos que dirigen, comienzan a ocupar modestos espacios en la prensa, en los informes y declaraciones oficiales y extraoficiales. En tal esquema, algunos actores cumplen una mera función presencial. Son los ejecutores de un plan concebido por figuras a la sombra del poder que, a diferencia de aquéllos, jamás son removidos o cambiados de lugar.

Mientras Marino Murillo, por ejemplo, va asumiendo diversos roles visibles en el gobierno, mayores o menores, desde 2009 hasta el presente (asesor, ministro, más un largo etcétera de otras funciones dentro de la economía), otra figura menos mencionada por la prensa oficialista o casi nunca reflejada en los informes de gobierno, como la del general Luis Alberto Rodríguez López-Callejas se ha mantenido en sus funciones desde principios de la década de 1980. Incluso ha ido sumando responsabilidades que trascienden el ámbito de las FAR, al integrar el Comité Central del Partido Comunista de Cuba durante el período raulista.

Precisamente ha sido el modelo económico creado y ensayado por los generales Julio Casas Regueiro y Luis Alberto Rodríguez Lopez-Callejas, dentro del V Departamento Ecónomico de las FAR y en GAESA el que ha sido tomado como referencia para la creación de los Lineamientos que regirán la economía cubana en los próximos años. Un modelo que, según han reconocido funcionarios vinculados al proceso de implementación, poco o nada se debe al ingenio de Murillo, cuyo papel, magnificado por la prensa con toda intención, se pudiera comparar a la de un simple presta-nombre: de ahí los sucesivos cambios de responsabilidades, en comparación con la sorprendente y veterana estabilidad de López-Callejas.

Dentro de las estructuras económicas que se han mantenido en las sombras, sobre todo aquellas que fueron ensayadas durante la crisis del período especial, en los años 90, posterior a la caída del socialismo en Europa del Este y la desarticulación de las redes de contrabando establecidas entre narcos de la región y oficiales del MININT que ingresaban capital considerable a las arcas del Estado, una estabilidad similar es la que muestra Guillermo Faustino Rodríguez Lopez-Callejas, hermano de Luis Alberto. No existen noticias sobre él en la prensa nacional y su nombre apenas aparece en un par de artículos sobre el escándalo de los Panama Papers que lo relacionaban con una serie de empresas off-shore incorporadas por Mossack & Fonseca, en 1991 y hasta 1999, en Islas Vírgenes Británicas e Islas Caicos, entre otras

Aunque nombres como los de Francisco Soberón Valdés, quien fuera presidente del Banco Nacional de Cuba, y otros altos funcionarios, también aparecen en documentos que los identifican como directores de otras off shore, por esas mismas fechas, el de Guillermo Faustino Rodríguez López-Callejas es de los pocos que se ha mantenido apareciendo en documentos similares, e incluso se muestra un incremento de su participación a partir de 2007, es decir, en el mismo comienzo del período de mandato provisional de Raúl Castro (2006-2008).

CUVENPETROL S.A., una empresa mixta entre CUPET S.A. y PDVSA, donde Cuba es socio mayoritario, al igual que TRANSPORTES DEL ALBA-TRANSALBA, TROCANA WORLD INC. y TOVASE DEVELOPMENT están registradas bajo administración (director/presidente) de Guillermo Faustino Rodríguez López-Callejas quien ya, en su momento, atendiera asuntos de las navieras desde el Ministerio de Transporte. Fue precisamente durante este período de transformaciones económicas impulsadas por Raúl Castro que se hicieron las mayores inversiones en este tipo de empresas. Tan solo TROCANA WORLD INC. y TOVASE DEVELOPMENT CORP., filiales de PDVSA América S.A., adquirieron buques por el valor de unos 60 millones de dólares, según datos de PDVSA.

Pudiera afirmarse que el período de mandato de Raúl Castro ha significado un mayor empoderamiento de su círculo más íntimo, basado en la transformación y enmascaramiento de las estructuras de poder creadas por Fidel Castro, de modo que, para un análisis del funcionamiento real de estas estructuras, se deberá tener en cuenta la existencia de actores públicos, por una parte, y personajes tras bambalinas, por otra. Y quienes sin estar a la cabeza, regirán las políticas del futuro mandatario que se elija en Cuba así como las instituciones gubernamenales, en una ilusión de democracia socialista.

El modelo familiar empleado por Raúl Castro no es novedoso, aunque por vez primera y de manera visible, muestra una peligrosa transformación en las estructuras de gobierno, que le permitirían a la familia de Raúl Castro mantener el control total por un buen tiempo aun cuando nominalmente ya no sea el presidente de la nación. Evitarían así el empoderamiento de las facciones “desleales” que existen dentro del propio régimen.

Ulises Fernández
Cubanet, 4 de enero de 2018.
Foto: Alejandro Castro Espín saludando a Barack Obama en marzo de 2016 en La Habana. Tomada de Cubanet.

lunes, 18 de marzo de 2019

El poder del castrismo (I)



A pesar de que las estructuras de poder en Cuba, atendiendo a cómo fueron establecidas en la Constitución de 1976, pudieran parecer muy claras, el funcionamiento y rol de los actores políticos es un verdadero enigma tanto fuera como dentro de Cuba.

Como en todo sistema político, existen relaciones de influencia que determinan un esquema de poder real muy diferente al que pudiéramos considerar como “nominal” y es artificial. El secretismo, debido a la falta de una ley de transparencia y acceso a la información, vuelve demasiado complejo que se pueda saber qué influencia en el poder central tiene cada sujeto.

Esto provoca que se incrementen rumores y chismes sobre la presencia de un número significativo de miembros del círculo familiar de Raúl Castro Ruz en las principales empresas, instituciones gubernamentales y organismos de la administración central del Estado, sin realmente ofrecernos información sustancial.

Situados los principales componentes del poder en Cuba en un modelo similar al de nuestro sistema solar, donde Raúl Castro sigue siendo el centro, alrededor del cual gravitan los demás actores políticos, recibiendo de este mayor o menor grado de influencia y, por tanto, poder de control, decisión y ejecución, el resultado es totalmente diferente y quizás mucho más complejo.

A pesar de la ausencia de información por parte de las instituciones y manteniendo la sana distancia de lo que se conoce, es posible determinar lo que pudiéramos describir como una escala de poder cuyo valor máximo es el general de ejército Raúl Castro, mientras el mínimo serían aquellas personas sin ningún tipo de oportunidad esencial para transformar esa armazón, es decir, los cubanos de a pie que no están organizados.

Bastaría con atender, en principio, a cómo tanto la prensa oficial como las informaciones emitidas por el gobierno han establecido jerarquías a las cuales se subordinan aquellas reconocidas por la Carta Magna o ya señaladas mediante resoluciones y leyes por el aparato de administración político-económico.

Un ejemplo de esto pudiera ser el tratamiento dado en la prensa estatal y en los comunicados oficiales a Alejandro Castro Espín, una figura que en los últimos años ha ido ascendiendo en la escala de poder hasta situarse en el mismo centro.

Si antes de 2005 apenas era mencionado en los medios de prensa, con excepción de Cubadebate, donde colaboraba regularmente con artículos de análisis y era presentado como “Doctor en Ciencias Políticas e investigador social”, “Ingeniero”, “Master en Relaciones Internacionales e investigador en temas vinculados a la Defensa y Seguridad Nacional”, ya para marzo del 2015 sus credenciales, en blogs oficialistas y páginas digitales administradas por el gobierno, como Cuba Información TV, lo presentan como “hijo de Raúl Castro y Vilma Espín” y se dice de él que “colabora en tareas de gobierno en la compleja misión de seguir desarrollando la Revolución cubana en medio de una aguda crisis internacional”.

Sin embargo, hasta ese momento ningún medio le adjudicaba una función dentro del aparato gubernamental que no sea otra que “colaborador”. No será hasta un mes después, el 11 de abril de 2015, cuando un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) anuncia que Alejandro Castro Espín había acompañado al canciller Bruno Rodríguez Parrilla a la VII Cumbre de las Américas, celebrada en Panamá, como “miembro de la Comisión de Defensa y Seguridad Nacional”. Seis meses después, el propio MINREX es quien por vez primera, de manera pública, lo nombra como “asesor para asuntos de Seguridad Nacional”, según se refleja en la nota del 29 de septiembre de 2015, que informa sobre el encuentro de Barack Obama y Raúl Castro en Nueva York.

Si su peso en el manejo de las conversaciones entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos sorprendió a algunos, no solo por su abrupta aparición en la escena de la alta política sino, además, por el protagonismo que le restaba al canciller cubano que, según la nota emitida por el propio MINREX, necesitaba del auxilio de un “asesor” en temas de seguridad nacional, basta con recordar que tal asesoría por parte de un militar perteneciente al círculo familiar de Raúl Castro no es algo nuevo en el esquema de poder cubano.

Con anterioridad, como han confirmado fuentes vinculadas a la oficina del ministro de Relaciones Exteriores, tal papel de “asesor” de la Cancillería hubo de corresponderle al recientemente fallecido general Guillermo Rodríguez del Pozo, emparentado con Raúl Castro por ser el padre de Luis Alberto Rodríguez López-Callejas y, por ende, abuelo paterno de Raúl Guillermo Rodríguez Castro, escolta de su abuelo Raúl Castro y actual jefe de la Dirección General de Seguridad Personal, en sustitución del General Humberto Omar Francis Pardo (nombrado por Fidel Castro).

Es válido recordar que una de las primeras decisiones tomadas por Raúl Castro, tras sustituir oficialmente a su hermano enfermo, fue desintegrar toda la estructura de poder recibida en herencia. En marzo de 2009, Raúl Castro no solo destituye a todos los posibles sucesores que había adiestrado Fidel, entre ellos el vicepresidente Carlos Lage Dávila, sino también al canciller Felipe Pérez Roque, quien es sustituido inmediatamente por Bruno Rodríguez Parrilla, proveniente de una familia muy cercana a los Castro desde los inicios de la revolución.

El actual canciller cubano es hijo de José María Rodríguez (que ocupara diversos cargos en el gobierno como Director de la Oficina de la Propiedad Industrial), sobrino de Carlos Rafael Rodríguez (vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros hasta 1997) y primo de Dania Rodríguez García-Buchaca, esposa del fallecido General Julio Casas Regueiro, quien fuera designado por Raúl Castro como su sucesor en el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). En esta decisión tuvo un papel fundamental Casas Regueiro, principal arquitecto del Grupo Empresarial de las FAR (GAESA) y el mentor para asuntos económicos desde 1981, el general Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, yerno de Raúl en aquel momento, y actual presidente ejecutivo de GAESA, jefe del V Departamento Económico de las FAR y miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC).

Un esquema que se complica aún más cuando se establecen los vínculos entre estas figuras más visibles y aquellas otras que realizan su trabajo prácticamente en las sombras, como es el caso de Guillermo Rodríguez López-Callejas, hermano de Luis Alberto, presidente ejecutivo de un buen número de empresas off-shore, algunas relacionadas con el escándalo de los Panama Papers, con el trasiego de mercancías y, sobre todo, de combustible de la petrolera estatal PDVSA entre Venezuela y Cuba.

En este mismo orden, pudiera tenerse en cuenta, cómo ha quedado organizado el tablero de juego antes, durante y después de ser anunciado el proceso de normalización diplomática entre Cuba y los Estados Unidos, el 17 de diciembre de 2014. Y cómo el mismo sistema ha venido sufriendo variaciones constantes desde que Fidel Castro traspasara el poder a su hermano Raúl y éste comenzara a realizar transformaciones económicas, en gran medida radicales, basadas en la experiencia del sistema empresarial de las FAR, lo cual ha traído nuevos componentes al principal círculo de influencia de Raúl Castro. O para ser más exactos, ha develado rostros anteriormente ocultos.

Entre 2006 y 2008, coincidiendo con el período de mandato provisional de Raúl Castro, se comenzaron a dar variaciones en las estructuras de gobierno que van desde lo discreto, en el orden de lo económico, hasta lo verdaderamente telúrico en el reacomodo de figuras en la élite de poder.

Si la coyuntura del escándalo de 1989 (Arnaldo Ochoa-José Abrantes) le permitió a Raúl Castro ampliar su área de influencias hasta el Ministerio del Interior, al lograr colocar a altos oficiales de las FAR en los puestos vacantes dejados por la purga realizada por Fidel Castro durante las llamadas Causa 1 y 2 de 1989, el traspaso de poder de 2006-2008 le dio carta blanca para demoler prácticamente todo el aparato de apoyo de su hermano.

No solo desaparece el denominado Grupo de Apoyo del Comandante en Jefe, integrado por un número considerable de “tanques pensantes”, también sale del juego José Luis Rodríguez García, ministro de Economía y Planificación que será sustituido por Marino Murillo Jorge, el Zar de las reformas, anteriormente ministro de Comercio Interior, sino que desaparecen otros actores políticos (algunos muy vinculados a la administración y movimiento de grandes reservas y recursos estatales como Otto Rivero, al frente de la Batalla de Ideas, que hasta ese momento despuntaban como favoritos, algunos mediante acusaciones de deslealtad, con lo cual se hizo evidente la existencia de facciones en pugna dentro del aparato de gobierno y del PCC.

Entre los cambios introducidos por Raúl, tienen un gran peso aquellos relacionados con el impulso de un modelo económico que, si no resulta opuesto diametralmente al concebido por Fidel, en esencia extiende e implementa, hacia toda la economía, los experimentos de las instituciones militares, en su mayoría agrupadas en el sistema empresarial del Grupo GAESA, y es cuando comienza a ganar relieve la figura de Alejandro Castro Espín, anteriormente jefe del Departamento 50 del MININT, que atendía asuntos de corrupción y delitos económicos, una posición tan estratégica como peligrosa que le ha permitido dominar volúmenes de información indispensable para realizar movimientos de actores económicos dentro de la esfera política basados en la confiabilidad.

Para conseguir tal objetivo es posible interpretar la designación, como Ministro de las FAR, del general de división Julio Casas Regueiro, así como el cambio en las subordinaciones de las instituciones estatales al aparato de gobierno, donde juega un papel supervisor el actual Departamento de Defensa y Seguridad Nacional, que tiene su representación en cada uno de los ministerios y se alza sobre la figura del ministro, convirtiéndose en una estructura de control que no existía durante el mandato de Fidel Castro y que alcanza a ser mucho más visible desde 2011, cuando comienzan a darse los primeros pasos para una normalización de las relaciones con los Estados Unidos.

En noviembre de 2012, en entrevista a Russia Today, Alejandro Castro Espín ya se toma la libertad de hablar de la posibilidad de un diálogo con los Estados Unidos. Según sus propias palabras: un diálogo “que vendrá”. También es una entrevista en la que, refiriéndose a los Estados Unidos, Castro Espín curiosamente pareciera describir un esquema de poder que ya se venía gestando en Cuba: “Las decisiones vienen desde atrás, del estamento de personas que, en definitiva, tienen el poder real en esa nación. Es decir, la clase política y la clase empresarial son las que tienen realmente la capacidad de decisión, a partir de su poder económico”.

Ulises Fernández
Cubanet, 2 de enero de 2018.
Foto: Raúl Castro y los comandantes Ramiro Valdés y Guillermo García. Detrás, en el centro, con gafas, Alejandro Castro Espín, a su izquierda su sobrino Raúl Guillermo Rodríguez Castro, nieto y escolta de su abuelo Raúl. Tomada de Cubanet.

La segunda parte, en este blog, el lunes 25 de marzo.

lunes, 11 de marzo de 2019

Cuba y su pasado subversivo



Con 70 años a cuestas, más de cien kilogramos de peso e innumerables achaques de salud, Enrique, un mulato con pinta de jugador retirado de fútbol americano, aún extraña aquellos tiempos de dormir solo cuatro horas en una unidad militar al este de La Habana, colindante con la playa de Guanabo, donde ejercía como instructor de explosivos.

Cuenta que capacitó a cientos de guerrilleros colombianos, nicaragüenses, salvadoreños y venezolanos en el uso de coches-bombas y el uso de explosivos en la lucha urbana. “Los principales jefes de las guerrillas de América Latina se adiestraron en Cuba. Desde Marulanda a Carlos El Chacal. Fidel creía que la guerra de guerrillas se podía extrapolar a América Latina y África. La revolución cubana estaba asediada, cualquier táctica era válida. Ahora pienso diferente, pero en aquella época pensaba que el imperialismo yanqui tenía sus días contados”.

Según el ex instructor militar, los secuestros de personas, robos de bancos y tráfico de drogas eran tácticas para recaudar dinero. “Napoleón dijo que la guerra es dinero y más dinero. Los ataques terroristas que causaron miles de civiles muertos en Colombia, no debieron suceder. Uno adiestra a la gente para que ejecute esas acciones en objetivos militares. Luego, muchos de esos grupos hicieron los que les dio la gana”, afirma Enrique.

Aunque públicamente Fidel Castro condenó algunos actos terroristas de las guerrillas colombianas, en privado siempre los apoyó. Los muertos civiles eran daños colaterales. Cuando algún día se abran los archivos secretos del Estado se podrá investigar más a fondo hasta dónde el castrismo estuvo involucrado en subvertir el orden en América Latina.

Altos oficiales cubanos que han desertado, ex guerrilleros latinoamericanos y documentos desclasificados por los servicios especiales de Estados Unidos, permiten demostrar el alto grado de participación del gobierno de La Habana en los focos guerrilleros de El Salvador, Nicaragua y Colombia.

El pretexto de Castro para exportar la revolución al continente fue la expulsión de Cuba de la OEA en 1962. En las décadas de 1960 y 1970 los servicios secretos de la Isla estuvieron involucrados en la mayoría de los sucesos subversivos en la región. Algunas de esas tácticas son cuestionables. Como los asaltos a bancos, extorsión a empresarios, secuestros a ciudadanos inocentes con el objetivo de cobrar un rescate y traficar con armas y drogas para mantener activas las operaciones guerrilleras o de lucha urbana.

Fidel Castro creó una sección de inteligencia, conocida como Departamento América, que dirigía el comandante Manuel Piñeiro, alias Barbarroja, enfocada exclusivamente en las operaciones subversivas del continente.

Excepto México, que mantuvo relaciones diplomáticas con la autocracia verde olivo, el resto de los países latinoamericanos fueron desestabilizados o sirvieron como bases de operaciones para la inteligencia cubana.

El atroz atentado terrorista del ELN en Bogotá es un remanente de aquella etapa. Tanto las FARC como el ELN tenían el apoyo logístico, financiero y militar del régimen de La Habana.

En el ELN, un grupo con influencia católica y marxista, la mayoría de sus líderes pasaron cursos políticos y militares en Cuba. En 1991, dos años después de la caída del Muro de Berlín y cuando era inminente la desaparición de la URSS, la compleja situación financiera y económica de la Isla obligó a Castro a cambiar de estrategia. Y se pasó de la guerra armada a competir en las urnas de las ‘asquerosas democracias burguesas’.

Varias veces se reunió en La Habana con altos mandos de la FARC y el ELN, intentando persuadirlos de que el único camino posible era negociar la paz en Colombia a cambio de participación política. Algo que ya había puesto en práctica el M-19, otro engendro amamantado por la dictadura cubana.

Aunque Colombia jamás le declaró la guerra a Cuba por la descarada injerencia, todos los presidentes de esa nación, de una forma u otra, han sido rehenes de los hermanos Castro en la gestión de la paz en su país.

Raúl Castro, presidente elegido a dedo por su hermano en julio de 2006, no es ni un demócrata ni un pacifista. Pero sí un tipo pragmático. Su plan es mantener el statu quo, renunciar a la subversión, negociar con Estados Unidos un nuevo trato y abrir las inversiones extranjeras a la Isla. Apuesta por un capitalismo de Estado con gerencia militar.

El ELN era cosa del pasado. Pero a los camaradas de viaje no se les traiciona sin un motivo de fuerza mayor. Según un ex diplomático cubano, “es muy difícil que los dirigentes del ELN que se encuentran en La Habana no supieran de antemano de esa operación. El alquiler de la camioneta donde colocaron los explosivos en la escuela policial de Bogotá se hizo en mayo del año pasado. Por lo menos uno de ellos tenía que conocer sobre ese atentado, pues aunque se estaba negociando la paz con el gobierno de Santos, las operaciones de guerra por ambas partes no se habían detenido y las negociaciones con Duque estaban en un punto muerto”, indica y añade:

“La pregunta es si el gobierno de Cuba conocía del plan. La inteligencia cubana tiene oídos dentro del ELN. Aunque ya el grado de eficiencia no es el mismo. Los sucesos del buque norcoreano y los supuestos ataques sónicos que afectaron la salud de diplomáticos estadounidenses y canadienses me hacen sospechar que existen fisuras y diferencias dentro de las estructuras de poder. Hay tres escenarios posibles: uno, el régimen lo conocía y dejó que pasara, pensando que serviría para negociar la paz con Duque en una mejor posición. Dos, no lo conocían. Tres, utilizaron el golpe para apaciguar el tema de Venezuela donde Colombia es un actor importante por las denuncias a Maduro”, subraya y concluye:

“En cualquiera de las tres opciones, Raúl Castro (aquí Díaz-Canel ni pincha ni corta) sabe que ese atentado puede traer reacciones perjudiciales no solo en las relaciones con Colombia, que tal vez desde el punto de vista de Cuba, sea el mal menor, sino que abre una puerta para que Estados Unidos pueda volver a insertar a la Isla en la lista de naciones que apoyan el terrorismo. Creo que la única respuesta coherente del gobierno cubano es, muy discretamente, montar en un avión a esa gente hacia cualquier parte. Una jugada de sacrificio”.

Las más de 200 mil víctimas del conflicto colombiano han recibido el perdón de los paramilitares, el gobierno y las FARC. Pero el régimen de los hermanos Castro nunca se ha disculpado públicamente. Ya es hora que lo haga.

Iván García
Foto: Guerrilla del M-19 en Colombia. Tomada de Aquellas guerrillas, aquellos guerrilleros.

lunes, 4 de marzo de 2019

La cruz de Jesús del Monte



El lateral de los grandes camiones de acarrear escombros les sirve a un grupo de personas que recogen desechos para guarecerse del sol de mediodía. Sentados en el contén de la acera almuerzan en cajas de cartón arroz congrí, boniato hervido y una salchicha picada en pequeños trozos.

Las callejuelas interiores del Consejo Popular Jesús del Monte, estrechas, onduladas y empinadas aún se ven polvorientas, hay trozos de cascotes de concreto apilados en las aceras y arbustos desgajados como si una severa sequía los hubiera marchitado.

Una pátina de barro seco está impregnada en el pavimento. El humo de los camiones cargados de residuos desandan las angostas calles del único distrito habanero con una topografía peculiar, con tres colinas: la Loma del Burro (55,6, metros), la Loma de Jesús del Monte (33,8 metros) y la Loma del Mazo, la más alta con 76,5, metros. La circunscripción delimita con las barriadas de Santos Suárez, Lawton y Luyanó.

Bordeando las angostas y derruidas aceras, se encuentran casas de madera que habían sobrevivido a los siglos XIX y XX y a los primeros diecinueve años del siglo XXI. Hasta que llegó el tornado sin nombre.

Emelina, mulata de mirada huidiza y grandes ojeras, lo único que recuerda del tornado es haberse despertado asustada, mojada por la lluvia y un reguero de trastos por toda la casa. “Me había tomado una pastilla antialérgica y me tiré un rato en la cama. Cuando desperté ya no había nada. Ni techo, ni muebles ni los cuadros de fotos de mi abuelo. Yo pensé que estaba viviendo una pesadilla y me pellizcaba una y otra vez para despertarme. Pero era real. En unos minutos, el tornado se había llevado parte la memoria histórica de mi familia y cosas que había comprado con mucho esfuerzo. Me dejó como al cabaret Tropicana: bajo las estrellas”, dice intentando bromear, pero el dolor no se lo permite.

Emelina recibe ayudas de personas que conmovidas por tanto desastre le dan lo que pueden. “Un cubanoamericano me regaló 300 dólares. Me dijo: 'Guárdalo para que puedas comprar materiales y levantar tu hogar. Cuando regrese en los próximos meses te voy a traer electrodomésticos y adornos'. Otros me han ofrecido ropa, comida y dinero. Si algo bueno ha dejado el tornado es que ha sacado a relucir las mejores cualidades de los cubanos”.

Según Emelina. las autoridades van más lentas que las personas. “De la atención médica no me puedo quejar. Pero los funcionarios pasan por aquí y te prometen villas y castillas, parece que están haciendo una campaña electoral. Luego todo se demora. Veo muy mal eso de vender comida a los afectados por el tornado, aunque sea a precios bajos. El viernes fui al local donde asignan materiales, pero el burocratismo te saca de quicio. Para darte un poco de cemento, bloques y cabillas te preguntan un montón de datos: ¿cuántos metros cuadrados tenía mi techo, qué cantidad de bloques llevaba la pared? Como si yo fuera albañil o arquitecta. No tengo casa, les dije, creo que con eso basta. Me han dicho que nos van llevar a un albergue habilitado por la zona. Eso me asusta. Conozco caso de personas albergadas que llevan veinte años esperando por una vivienda nueva”.

La solidaridad entre vecinos se acrecienta en momentos difíciles. Reinaldo, padre de dos hijos, reside en una habitación con techo de tejas y paredes de ladrillo y madera ubicada en una cuartería de cabañas miserables. Mientras bebe ron en una esquina del barrio, cuenta cómo vivió el tornado el domingo 27 de enero.

“Aquello fue tremendo. Fue como una podadora de césped. Chas, chas, iba destrozando todo lo que encontraba a su paso. Si arrancó de cuajo el techo de casas de mampostería en Santos Suárez, el tornado no paso ningún trabajo pa’ levantar en peso las casuchas de madera que encontró en Jesús del Monte. Increíblemente a la mía nada más le arrancó el techo, pero dentro no dejó títere con cabeza. El televisor, los muebles y el refrigerador los hizo trizas. Las autoridades me van entregar unas cuantas tejas y un poco de arena y cemento. Nosotros mismos tenemos que reparar la casa. A los constructores los van a destinar a los ancianos que viven solos. Lo que te dan te lo rebajan a la mitad, pero hay que pagarlo, aunque dudo que mucha gente lo pueda pagar. Pa’darte cualquier mierda, tremendo papeleo. Pasan por las casas un montón de veces. Te hacen una ficha técnica, del carajo. Al menos ya tenemos luz, vino el viernes por la noche. Si uno se queda nada más pensando en los problemas que el tornado dejó, se vuelve loco. Lo mejor es despejar, curdear pa’ olvidar el mal rato”, aconseja Reinaldo, que aprovecha para pedir dinero a quienes se paran a escuchar su historia.

La mayoría de los vecinos de Jesús del Monte destacan la solidaridad de sus compatriotas. Se repiten las historias de artistas y deportistas famosos que pasaron por allí y de manera espontánea donaron dinero, alimentos, ropa y útiles de aseo. “Dicen que el pelotero Alfredo Despaigne iba a donar 21 mil dólares para reparar dos casas. Despagine con su equipo de Las Tunas que participa en la Serie del Caribe, estuvieron por aquí en la recogida de escombros. El hombre se conmovió al ver tanto desastre. Pero se comenta que las autoridades quieren que coloque el dinero en una cuenta bancaria y él quiere entregarlo personalmente. Todo el mundo en el barrio se pregunta por qué el Estado quiera abarcar y controlarlo todo. Que deje que la gente dé lo que quiera a los damnificados que ellos entiendan”, expresa Lourdes, maestra de primaria que sufrió daños severos en su vivienda.

A la mítica Iglesia de Jesús del Monte, que ha brindado servicios religiosos y conserva la misma estructura arquitectónica desde 1871, los vientos en espiral del poderoso tornado provocaron destrozos considerables en el techo, en el interior de la parroquia y la cruz de bronce fundido fue arrancada de cuajo de su cúpula.

Dos semanas después del tornado, un grupo de vecinos espera afuera de la Iglesia para recibir agua y comida. Sale un sacerdote y en tono jubiloso anuncia: "Encontraron la cruz, pronto se repondrá en su sitio".

La gente aplaude. En los últimos días no todo han sido malas noticias.

Iván García
Foto: Iglesia de Jesús del Monte sin la cruz. Tomada de Cibercuba.
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