miércoles, 30 de diciembre de 2015

¡Feliz 2016!


A todos nuestros lectores les deseamos que puedan disfrutar los últimos días del año y que 2016 les sonría, a ustedes y a sus familias.

Iván García y Marco A. Pérez López

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Navidad en el reencuentro



¡Navidad! Gran fiesta, a medias recobrada. Porque desde la fundación de nuestra nación, los cubanos todos, ricos y pobres, blancos y negros, la celebraban con la familia reunida, y hoy estamos regados por el mundo.

Por siglos, la Navidad fue la gran fiesta de los cubanos. Para unos, fiesta de fe, para otros, sencillamente fiesta. Las vidrieras exhibían el pesebre con el Niño Jesús y los Reyes Magos, mientras cientos de emisoras de radio entremezclaban villancicos con mundanas guarachas y sones.

A La Habana llegaban miles de turistas a ver los quioscos de cubanerías de los parques de La Fraternidad, la Playa de Marianao, la Avenida del Puerto, las luminarias musicales en las calles Reina, Galiano, San Rafael, con sus cinéticas campanas de acera a acera, que hacían la noche día, y dejaban escuchar melodías navideñas.

Los turistas no venían por fe religiosa, sino a gozar de las calles engalanadas, de los espectáculos en los lujosos cabarés Tropicana, Montmartre y Sans Souci, las verbenas en los barrios de Jesús María y Atarés, los coros de guaguancó en los patios del Cerro, las contentosas mulatas (por qué no), en los treinta kilómetros de clubes con música en vivo de la capital más fiestera de América.

La Habana siempre estaba llena de turistas, pero en la gran fiesta se desbordaba. Conseguir un cuarto de hotel desde la víspera de Nochebuena al Día de Reyes, era un acontecimiento. Los mercados de Carlos III, de la Plaza de Cuatro Caminos y el Vapor, hervían, los pregones de los dulceros tomaban las calles.

En la mañana del 24 de diciembre, las mujeres adobaban el puerco que los hombres después asaban a fuego lento, y las abuelas cocinaban guineos y guanajos en fricasé con aceitunas y alcaparras, herencia de antepasados moros. En el campo, el puerco se asaba en púa, haciéndolo girar sobre la candela, sazonándolo con hojas de guayaba.

En la comelancia no faltaban las nueces y avellanas, los higos y los turrones heredados de España. Ni los frijoles negros bautizados con miel, herencia de África, o los buñuelos de yuca que nos legaron los taínos. La Nochebuena sincretizaba los sabores de una nación crecida a golpes de látigo, tambores y bandurria.

Casas, solares y bohíos vestían sus mejores galas: el arbolito brillaba sobre el Niño Jesús en el pesebre, y a su alrededor, enmarcándolo, María, José, los Reyes Magos, y las carticas de los niños, donde pedían juguetes, que algunos no recibirían.

Los mayores se sentaban en una larga mesa. Los muchachos aparte, para que mortificaran menos. “En mi casa nos reuníamos doce?. “Pues en la mía éramos cuarenta?. Cada cubano alardeaba del tamaño de su familia, de los que vinieron de lejos.

El fiestón comenzaba el 23 de diciembre, seguía en La Nochebuena del 24, en el almuerzo montería del 25 (con lo que sobraba de la cena), continuaba en la espera del Año Nuevo, donde creyentes y ateos (por si acaso), arrojaban el cubo de agua a la calle para que se llevara lo malo, y culminaba el 6 de enero, con Gaspar, Melchor y Baltazar.

La Nochebuena era la zafra de los vendedores de vinos españoles, de las rojas manzanas venidas del norte (que muchos ofrecerían a Santa Bárbara), de los curas que pasaban el cepillo en las iglesias, de la bullanguera vitrola en la bodega de cada esquina.

Era la fiesta en que regresaba el hijo pródigo, la tía fea, los primos lejanos, donde el abuelo dejaba que los nietos hiciéramos lo que nos diera la gana, y las mujeres, por beatas que fueran, hacían chistes verdes que sonrojaban a sus maridos.

Algunos iban a la Misa del Gallo, a medianoche del 24, para celebrar el nacimiento de Cristo. Pero la noche siguiente, cuando ya el niño Jesús sonreía, los cubanos salían a bailar a las sociedades de blancos, mulatos y negros; los faranduleros a los cabarés y los campesinos a los bateyes de los centrales.

En 1959, la mayoría de los cubanos celebraron la tradición y la esperanza de un futuro mejor. La Nochebuena, Fidel Castro la pasó con los carboneros de la Ciénaga de Zapata y en la Plaza de la Revolución hubo una cena gigante para los fidelistas, que entonces eran la gran mayoría de los cubanos.

Ya Santa Claus comenzaba a ser popular. La televisión lo usaba en sus comerciales y, almohada por barriga, barba truco, gorrita con pompón, tocaba campanitas en los portales de 23 y L, en el Vedado, la esquina que la sensual del cine italiano Silvana Pampanini, llamó “la más caliente del mundo”, después de dormirse al barbudo.

Pero Fidel, empeñado en eliminar al anglosajón, pretendió sustituirlo por Feliciano, un personaje de guayabera, sombrero de guano y barba, que la gente no tragó… Ya el comandante comenzaba a transgredir nuestras tradiciones, o peor, a creerse nacido en el pesebre.

En las Navidades de 1960, con el título de Jesús del bohío, en la marquesina de CMQ Televisión, instalaron tres insólitos reyes magos: Fidel, El Che y Juan Almeida, que traían como regalos la Reforma Agraria y la Reforma Urbana.

En 1962, la libreta de abastecimientos no contempló arbolitos de Navidad, ni guirnaldas de colores, ni estrellas de Belén, ni niño Jesús de yeso, ni turrones... Las sociedades donde los cubanos iban a bailar fueron nacionalizadas. La religión fue considerada 'contrarrevolución'.

Las fiestas navideñas fueron prohibidas por decreto oficial en 1969, con la excusa de ser un estorbo a la zafra de los 10 millones que no fueron. Los cubanos debían tener las manos libres, no para asar el puerco, sino para cortar caña.

Por décadas, con las ventanas cerradas, algunas familias, con lo que forrajeaban en el mercado negro, pretendieron continuar la tradición navideña. Pero se convirtió en una Nochebuena apagada por los temores al CDR, el éxodo de padres, hijos, hermanos, tíos, primos, entristecida por las lágrimas de ausencia.

En la Isla, el niño Jesús y los magos Gaspar, Melchor y Baltazar, serían expulsados de la iconografía de la Revolución. A partir de 1974, el Día de Reyes se sustituiría por el Día de los Niños, cada tercer domingo del mes de julio. Los niños cubanos crecerían con un juguete básico y dos adicionales al año, y los harían jurar: “Seremos como el Che”. El Año Nuevo dejó de celebrarse para festejar un nuevo aniversario del triunfo de la Revolución.

La caída de la Unión Soviética, en 1991, obligó al régimen a hacer concesiones. Con la visita del Papa Juan Pablo II a la Isla, en enero de 1998, el gobierno colgó un enorme corazón de Jesús en la Plaza de la Revolución y en 1997 autorizó a celebrar la Navidad los 25 de diciembre y declaró feriado ese día. En hoteles y cines volvieron los arbolitos para turistas; en iglesias, como la Catedral de La Habana, sacaron el pesebre con el niño Jesús a la calle.

Hoy, los cubanos retoman a medias la gran fiesta. A medias, porque Nochebuena, Navidad y Año Nuevo son alegría de la familia reunida, y la nación cubana está dividida: los de la Isla y los errantes por el mundo. Sólo en el reencuentro habrá verdadera Navidad.

Texto y foto: Armando López
Cubanet, 24 de diciembre de 2014.

lunes, 21 de diciembre de 2015

El rey del maíz



En el céntrico bulevar de San Rafael, en el municipio de Centro Habana, se puede ver un anuncio que dice El rey del maíz y el negocio consiste en vender mazorcas de maíz hervidas.

Los precios y las especificaciones aparecen, de forma clara, en la tablilla: con mayonesa o mantequilla, 10 pesos, moneda nacional, cada mazorca, y con queso, 20 pesos.

La del idea ha sido de un cuentapropista. Casi todo el tiempo el lugar se encuentra concurrido: la oferta es original y poco frecuente.

Pero los precios se van del alcance de muchos. Diez pesos es casi la mitad del salario promedio diario de un trabajador cubano. ¡Y qué decir de 20 pesos!

En Cuba, el maíz ha sido siempre un alimento barato, pero ahora se ha convertido en un producto de lujo, con precios exorbitantes en cualquier agromercado donde se vaya a adquirir.



El nombre del lugar suena como una metáfora, como si en la isla el maíz perteneciera a un reino, al cual, aunque parezca ficción, no todos pueden acceder

Hay situaciones que han vuelto tolerables algunos precios, otros se justifican por el lugar donde el negocio se encuentra situado y, por tanto, sus ofertas están dirigidas a un determinado público.

Por su ubicación y originalidad, El rey del maíz atrae a muchos extranjeros, sobre todo a los “mochileros”, como los cubanos denominan a los turistas de bajos ingresos.

En cualquier caso, cubanos y foráneos, encuentran novedoso el hecho de comerse una mazorca hervida de maíz, sostenida por un palito, al estilo americano.



Bárbara Fernández Barrera
Red Cubana de Comunicadores Comunitarios
3 de diciembre de 2015

viernes, 18 de diciembre de 2015

Cuba no es país para viejos (excepto los gobernantes)



Después que Demetrio Santana, 86 años, se levanta de su camastro de tubos metálicos en un empercudido asilo de ancianos de la barriada habanera de La Víbora, lo primero que hace es pedir cigarrillos y dinero a los transeúntes. Casi todos, indiferentes, voltean el rostro hacia otro lado.

En un día de suerte, Demetrio reúne cuatro o cinco pesos que le aseguran dos decenas de cigarrillos sueltos. En un bolso de lienzo guarda sus pocas pertenencias. Un par de cartas de su hija, una biblia arrugada y una foto en blanco y negro de bordes amarillentos, en la cual una mujer abraza a un hombre y los dos sonríen felices a la cámara.

“Yo tuve una familia y aportaba a la sociedad. Pero ahora todos me han dado de lado. Mi esposa murió de cáncer, mi hija me recluyó en el asilo y el Estado me trata como un apestado. Lo único que le pido a Dios es que acabe de llevarme, cuanto antes mejor”, dice con voz gangosa.

En el asilo, que una vez fue Hogar del Veterano, dos capas de pintura marrón y amarillo tenue en su fachada no pueden cubrir el poco rigor profesional de los asistentes, ni las carencias materiales y la pésima alimentación que reciben los ancianos.

Algunos matan el tiempo releyendo revistas viejas, viendo la tele, de un aparato que cuelga en un atril de la sala de dormir, o simplemente no hacen nada. Otros, en camiseta, mostrando la piel casi en los huesos, piden limosna a las personas que pasan por las inmediaciones.

Enfermeras y asistentes conversan entre ellos y apenas se preocupan de los ancianos. Un barbero, ex presidiario que no encontró mejor lugar para trabajar, rasura a un señor con una muleta, sentado en una caja de madera que hace las veces de sillón.

La vida en el asilo es densa. El olor a orine, ancianos que tosen contantemente, ansiosos porque llegue la hora de almuerzo, es un cuadro conmovedor.

El día es demasiado largo para unos viejos que en su juventud ofrecieron su energía y talento a una revolución que les prometió una existencia digna.

Román es uno de ellos. Fue miliciano cuando parecía que en aquel octubre de 1962 Cuba se borraría del mapa. “Mi’jo, estaba dispuesto a morir por lo que consideraba una causa justa. Éramos jóvenes e inmaduros. No teníamos conciencia de lo que significaba una guerra atómica. Lo que decía Fidel era ley”.

Luego siguió en otras guerras. La lucha del Escambray y Angola. Hasta que llegó a la tercera edad y se dio cuenta que le dedicó sus mejores años a una ideología mientras su familia se destrozaba.

“Me separé de mi mujer, el varón está más tiempo preso que en la calle y la hembra hace rato que no sé de ella. Mi consejo a la gente joven: lo más importante es la familia. Te lo dice un perdedor”, y mira a un punto distante con los ojos nublados de lágrimas.

Sergio, ayudante de cocina, conoce de primera mano historias cotidianas del asilo de La Víbora, una edificación construida en la década de 1940 para los veteranos de la guerra de independencia.

“La comida es una mierda. Aquí llegan sacos de arroz con gorgojos y alimentos con fecha de caducidad. Lo peor que le puede pasar a una persona en Cuba es llegar a viejo”, dice.

La autocracia verde olivo, con las arcas públicas en números rojos, no ha hecho ni hace nada. Por el contrario, en el invierno de 2015 comenzó a cobrar 400 pesos por el ingreso a un asilo estatal.

Según la prensa oficial, el Estado iba a destinar una suma millonaria para remozar los desvencijados asilos y casas de los abuelos. Pero diez meses después, las condiciones en estos sitios poco han cambiado.

La Iglesia Católica administra una veintena de asilos a lo largo de todo el país. Allí los ancianos están limpios, hacen dos comidas calientes al día y son atendidos por esforzadas monjas. Para ingresar en ellos hay que dar una propiedad a cambio o tener antecedentes como católico practicante.

Fuera de los hospicios estatales, la vida no es mucho mejor para los ancianos. La pensión promedio de un jubilado en Cuba ronda los 10 dólares mensuales. Son los grandes perdedores de las tímidas reformas económicas emprendidas por el gobierno de Raúl Castro.

Si usted camina por La Habana, verá cientos de ancianos vendiendo cigarrillos sueltos, periódicos o jabas de nailon. En zonas turísticas, infinidad de mujeres y hombres de la tercera edad piden dinero a los extranjeros.

En 2014, Marino Murillo, el obeso zar de la economía cubana, describía el sombrío panorama; “En las próximas décadas Cuba presentará una tendencia al decrecimiento poblacional con un envejecimiento contínuo de su población, una disminución de los nacimientos y un incremento de las defunciones”.

Y agregó “que de no revertirse esas tendencias, en el entorno del 2025 al 2027, morirán más personas que las que nacen, con disminuciones de la población total y en todos los grupos de edades, a excepción del de 60 años o más”.

Debido a la menor tasa de natalidad y a un permanente flujo de emigrados -particularmente de adultos jóvenes-, la población cubana se redujo de 11,2 a 11,1 millones en la última década, según el último censo de 2012.

Cuba tiene ahora 2,4 millones de personas mayores de 60 años, el 18,3% de la población, pero aumentará al 35,2% hacia 2045, lo que implica grandes desafíos en la esfera económica y en la salud pública.

Los factores que estimulan el envejecimiento son los bajos niveles de fecundidad, el incremento de la esperanza de vida y la emigración. En lo que va de año, más de 55 mil cubanos se han marchado legal o ilegalmente de su patria.

A Demetrio Santana no le interesan esas estadísticas. Cuando cae la noche, luego de cenar caldo de chícharos, arroz blanco y una croqueta de pollo, en un pequeño radio portátil sintoniza un juego de pelota de la Serie Nacional.

Antes de que concluya el partido va a la cama. Su deseo es no tener que despertar.

Iván García
Foto: Tomada de Cuba Democracia y Vida.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Vejez y empobrecimiento en Bayamo



Según datos del Centro de Estudios de Población y Desarrollo, de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, citados en un artículo del periódico Juventud Rebelde, para la segunda mitad del presente siglo, la población cubana será una de las más envejecidas del mundo. A esto se debe sumar que será una de las más desfavorecidas económicamente, vislumbrándose indigencia y necesidades de todo tipo.

Si trasladamos el tema a Bayamo, capital de la provincia Granma, las cosas se complican. Al fatalismo geográfico, hay que añadir las diferencias asistenciales por parte de los organismos, de acuerdo a la región que corresponda, y las poquísimas opciones de supervivencia que concurren en una ciudad del interior de un país subdesarrollado.

El panorama actual ya va dando color a lo que se avecina. Baste dar un paseo por Bayamo para asegurarlo. Por doquier pululan los “sin techo”, limosneros que se suman a la creciente ola de desempleo.

Juan Esteban Izaguirre, de 69 años, es uno de los que está sin amparo. Su testimonio duele desde la soledad de la esquina donde pasa sus días. “Mi familia se fue de Cuba hace unos años y me quedé solo. Jamás se acordaron de mí. Traté de buscar ayuda en un asilo de ancianos, pero las condiciones que me pedían para poder acceder al lugar no las reunía. Tenía que tener una chequera (pensión como jubilado) o alguien que se responsabilizara por mí. Para una persona mayor y sola, es difícil mantener una casa, por eso busco ayuda solidaria en este lugar todos los días para poder comer.”

Otra arista del asunto se enmarca en aquéllos que, por la reducción de plantilla en sus respectivos centros laborales, han quedado a la espera de una reubicación que les permita vivir dignamente.

Miguel Rodríguez es uno de ellos. Cuenta que durante diez años trabajó en la Empresa Nacional de Materias Primas. Con los recortes de empleos, a los 58 años literalmente se quedó en la calle, esperando una reubicación que nunca llegó.

Al decirle que tenía la edad acceder a la jubilación expresó: “Esa opción no fue posible, pues necesitaba veinticinco años o más para poder jubilarme. Y yo, por múltiples razones, me incorporé tarde al trabajo. Ahora ya no tengo edad para acumular los años que me exijen y los diez trabajados cayeron en saco vacío. Debo hacer malabares para llevar comida a mi casa".

Para Mireya Fonseca, jubilada de 69 años, la situación no es diferente. Después de treinta años trabajando en un puesto estatal, decidió ser cuentapropista. “Todavía tengo salud y fuerza para ganarme la vida. Con la ayuda de una nieta he puesto en la sala de mi casa una peluquería. Intentaba mejorar la entrada económica, pues la jubilación que recibo es de 270 pesos. Las cosas en Cuba están muy difíciles. El acoso de los inspectores, con sus absurdas exigencias, hacen imposible el trabajo privado. He pensado en cerrarlo y entregar la patente. Y que sea lo que Dios quiera.”

Los asuntos sociales comienzan en el barrio. En cada ejecutivo cederista existe un cargo referente a la seguridad social, como Ismari Fonseca. Acerca de las disímiles situaciones con las que se encuentra en su labor altruista, nos dice: “Es verdaderamente complicado el trabajo en la base. Con la situación actual que vive el país se han acrecentado los casos que necesitan ayuda de algún tipo: de vivienda, alimentación, estipendio económico o no tener a nadie. Las barreras llegan cuando los problemas se exponen a los organismos superiores. Bien porque hay casos peores o porque no se cuenta con recursos para solucionarlos. Y ahí se quedan, a la espera de un milagro".

Al investigar, por vía telefónica, con funcionarios de la Oficina Nacional de la Administración Tributaria, Juan Miguel Cabrales, director de la delegación Granma del organismo, afirmó: “Nuestra misión social está muy bien definida con respecto al trabajo por cuenta propia. La responsabilidad es velar por la legalidad íntegra de cada negocio particular que se ponga en práctica. No estamos para velar con qué y cómo cada cual hace su labor. Todas aquellas personas que se sientan acosadas o perseguidas por inspectores o agentes de la policía, deben elevar su queja o denuncia al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, quienes están autorizados a tomar medidas al respecto.”

El Ministerio de Trabajo y Seguridad Social está en el deber de visualizar, detectar y gestionar soluciones a los casos que pudieran convertirse en exclusión social. Bajo tal precepto acudimos a la delegación provincial de este organismo, Lizet Pérez, jefa de Departamento de Asistencia Social dijo: “Tratamos de que no quede sin solución ningún caso que llega a nosotros. Aún cuando las condiciones económicas del país no son las mejores, se le da a cada afectado la solución acorde a su necesidad".

La funcionaria añadió que "es cierto que persisten deficiencias desde la base. En ocasiones hay desinterés de los encargados de detectar las personas que urgen de ayuda. Actualmente se hace imprescindible redefinir la estructura y el mecanismo con el cual trabajamos, de forma que todos los que necesitan apoyo lo tengan. Hay que tener en cuenta la particularidad de cada caso, no aplicar a rajatabla la legalidad, pues eso trae consigo injusticias".

Texto y foto: Eduardo García Oliva
Cubanet, 27 de octubre de 2005.

lunes, 14 de diciembre de 2015

El puesto de frita de mi barrio



Uno de los lugares más socorridos de mi memoria son los puestos de frita de mi niñez, ubicados siempre en los portales de bodegas o bares, eran apéndices que se surtían de los refrescos, cervezas y maltas bien frias, que además en algunos lugares se ofrecía en 'combo' con el bodeguero, que rebajaba unos centavos para redondear el precio de la oferta. Así, un pan con bistec salía a 30 centavos si se compraba con una malta o 25 si se acompañaba con un refresco, ya la cerveza costaba un poco más.

El carrito de frita era metálico con chapas en todo su parte inferior, y de angulares y vidrio en su parte superior. Había carritos que llevaban rotulado el nombre del puesto en pintura roja sobre el vidrio trasero, o por los costados. La tapa metálica del frente era el cierre de la parte superior y estaba abisagrada al borde superior frontal y se mantenía abierta como cubierta sobre el fritero, agarrada por ganchos metálicos. Algunos friteros se conectaban con alguna fuente eléctrica cercana y tenían una buena iluminación. Otros se valían de la luz del portal del comercio donde se ubicaban. Constituían un lugar indispensable para las familias que no querían cocinar esa noche y enviaban al muchacho de la casa a 'resolver'.

El fritero (así se le llamaba al que estaba al frente del puesto de frita ) era casi siempre el propietario del carrito, aunque habían otros que alquilaban el carro o trabajaban para el verdadero dueño que a veces poseía más de un puesto. La particularidad de estos friteros era su habilidad para la preparación de las diferentes ofertas, por ejemplo: las papas fritas a la juliana eran confeccionadas o bien usando un guayo de madera o utilizando un buen cuchillo bien afilado, con el que se lograban las finísimas tiras gracias a su habilidad, también las chicharritas o mariquitas eran hechas con guayo. Las papas rellenas, las croquetas y las frituras venian preparadas y se guardaban en el refrigerador comercial del bar o la bodega adyacente.

Un buen ejemplo de colaboración entre servicios que se complementaban mutuamente. Yo fuí testigo de ello en la bodega de la esquina de mi cuadra en Santos Suárez. Uno de los surtidos más populares eran los bollitos de carita, que se confeccionaban o bien usando harina de carita pre-elaborada made in USA o utilizando los frijoles secos siguiendo un proceso largo y trabajoso, pero con mejores resultados.

Habían otras ofertas como pan con bistec (que eran finos, bien aporreados y adobados, y que una vez echados a la plancha bien caliente se reducían en casi un tercio de su tamaño original, pero aún así, cubrían bien el pan); las papas rellenas de picadillo; las frituras de bacalao o de malanga; las croquetas de pollo, jamón o pescado y las tortillas con o sin cebollas.

Pero la reina de las ofertas eran las fritas criollas, que daban origen al nombre del puesto. Se confeccionaban con picadillo de res de segunda, ajo, oregano, comíno, pimienta, sal y pimentón español que le daba ese sabor a chorizo, tan característico. Hoy en día se ha adulterado este criollísimo refrigerio, y las fritas se hacen usando chorizos en su mezcla. Pero en La Habana de 1958, el precio del chorizo, aunque fuera cubano, no hacía rentable usarlo.

El pan utilizado era el pan de flauta, producido en la Panadería de Toyo, en Diez de Octubre y San Leonardo. A diferencia del llamado pan cubano, el de flauta era más firme con un diametro entre el baguette francés y el pan de agua, muy largo, de corteza tostada y con una zanja que se abría motivada por la tira de hoja de plátano que se colocaba en su parte superior que partía la corteza en dos dejando un canal con la tira tostada al centro. Era tan largo que de cada pan de flauta salían 8 porciones de pan para el fritero, que rebanaba al centro a todo lo largo en el último momento, cuando el relleno estaba listo, fuera bistec o tortilla. De aderezo se usaba o bien el catsup o la salsa de tomate, según el gusto del cliente. En el caso de la frita era la salsa de tomate, menos dulce.

El fritero no paraba nunca de trabajar, pues entre cliente y cliente, preparaba las papitas, las frituras, picaba el pan, o picoteaba la cebolla muy finamente. Usando la plancha abombada, lo mismo se freían las papitas o las frituras, y con menos grasas, el bistec o la tortilla. La habilidad era cómo se pasaba la grasa de los contenedores del borde de la plancha, hacia el centro de la misma, y controlando la llama del quemador según el pedido, lograba la temperatura adecuada para cada oferta.

Hoy, con la aparición de los diferentes establecimientos de fast-food, hubieran desaparecido o quizás por la leyes del capitalismo, estos humildes puestos de fritas hubieran evolucionado a cadenas de servicios que de seguro, al menos en Cuba, le habrían puesto difícil el éxito rotundo a uno de los culpables de la obesidad infantil en el mundo entero. Aunque no podemos negar que un pan con bistec, con sus cebollitas, sus papitas a la juliana, su salsa de tomate, y una buena malta bien fría, cualquiera se envicia y aumenta de peso.

Los puestos de fritas son recuerdos del pasado. Fueron borrados del mapa de la isla una noche de marzo de 1968, mientras en Paris los jovenes querían cambiar el mundo, sin jamás haber conocido un puesto de frita cubano.

Texto y dibujo: Alfredo Pong
Publicado en su blog el 7 de julio de 2008.
Imagen: Puesto de frita, 1958, dibujo de Pong.jpg


viernes, 11 de diciembre de 2015

Hacer dinero desde cero



Andy Guzmán se prepara un trago de ron blanco con refresco de cola mientras a su alrededor media docena de personas hierven boniatos, limpian pescados, trocean carne de cerdo y un agradable olor a condimentos envuelve la cocina de su casa.

A ratos, da órdenes a sus trabajadores o con una diminuta cucharilla prueba algún plato. Tres años después de abrir una cafetería familiar ya puede pensar en grande.

“Un negocio rentable en Cuba es complejo. Las leyes, los impuestos excesivos, la inexistencia de un mercado mayorista, la corrupción de los inspectores y el bolsillo del consumidor, que debido a la inflación silenciosa y bajos salarios, no posibilita obtener mejores beneficios”, apunta.

Guzmán es licenciado en cultura física. “Después de graduarme me ubicaron como profesor de educación física en una escuela primaria. Ganaba 300 pesos y la mayor parte del día no hacía nada por falta de implementos deportivos. Me fui a trabajar con un amigo que tenía una cafetería. Allí aprendí el negocio. Una tarde pedí prestados 200 pesos convertibles (unos 220 dólares) y con ese dinero, más los 500 cuc de una moto rusa Karpaty que era de mi padre y la vendimos, abrimos una cafetería de comida en el portal de la casa”, recuerda.

A los cuatro meses, Andy pagó su deuda y contrató dos trabajadores. “Mi madre y yo cocinábamos. Mi padre hacia los jugos. Empezamos vendiendo de 90 a 100 comidas diarias que representaban 4 mil pesos en ventas (200 dólares) y las ganancias eran de 20 cuc para cada uno. Al año ya vendíamos 350 raciones de comida cada día y los fines de semana 400”.

Remodelaron la cafetería y ahora tienen seis trabajadores y dos personas encargadas de repartir comida a domicilio. “La estrategia familiar fue calidad y precios asequibles sacrificando ganancias. Un plato de arroz frito, filete de pescado castero y tostones o boniatos fritos, cuesta 45 pesos (alrededor de dos dólares). No tenemos una buena ubicación (en una cuadra interior) y el barrio donde resido (La Víbora) no es zona de afluencia turística. Pero las cosas marchan bien”, cuenta.

Los proyectos de Guzmán y su familia para 2016 es convertir parte de la casa en un bar-restaurant y vender a precios módicos solo en el portal.

¿Piensa pedir créditos bancarios locales o prestamos a parientes en el extranjero?, le pregunto. “En absoluto. Tampoco confío en las instituciones bancarias cubanas. El Estado nos ve como tipos sospechosos. Si las cosas me van bien, quisiera comprar una casa y un auto. Mis sueños son bastante terrenales”, confiesa Andy.

En su mente no está emigrar. “Pero si esta gente (gobierno) siguen poniendo trabas me lo pensaría. El Estado con sus gravámenes y la no apertura de mercados mayoristas es el culpable de que los precios no bajen”, señala el emprendedor habanero.

Las reglas de juego para los pequeños negocios en Cuba son enmarañadas. Durante décadas, el régimen clasificó a los trabadores privados como‘merolicos’ y presuntos delincuentes. Pero la crisis económica estacionaria que se extiende por 26 años es una razón de fuerza mayor para que el general Raúl Castro abriera la talanquera.

El Estado Benefactor, que antaño premiaba a las personas de acuerdo a su lealtad con un apartamento o un televisor Krim 218 en blanco y negro, está en bancarrota.

La Cuba de Castro ha abierto pequeños bolsones de economía de mercado, cooperativas privadas más por supervivencia que por convicciones o cambio de mentalidad.

La lista de negocios que prosperan mediante el trabajo duro, creatividad y perseverancia es amplia. Desde Enrique Núñez, dueño de La Guarida, el restaurante privado más famoso de Cuba, que no podía imaginarse cuando se graduó de ingeniero en telecomunicaciones que el éxito y el dinero le llegarían administrando fogones, hasta paladares gourmet como La Fontana, en Miramar, al oeste de La Habana, que ya sueña con abrir una sucursal en Miami, siempre triunfan peleando a la contra.

Según Renato, economista, “entre el 60 o 70% de los negocios más rentables -hostelería, transporte y gastronomía- se financian con dinero de familiares residentes en el exterior. Hay un segmento, que probablemente no llega al 1%, de parientes de funcionarios del régimen que juegan con ventajas para importar o comprar bienes. Calculo en un 25 o 30% los se han abierto camino combinando creatividad y esfuerzo”, apunta.

Desde luego que no todos triunfan. Armando, burócrata de la ONAT (oficina que regula el trabajo privado) considera “que más de 75 mil personas han entregado sus licencias después de fracasar en su negocios”.

El gobierno verde olivo impulsa una campaña para que los emprendedores particulares accedan a créditos bancarios. Hasta ahora sin grandes resultados.

En 2014, solo 658 de los llamados "cuentapropistas" pidieron créditos a entidades bancarias estatales. Fueron 75 en la capital y 583 en el resto del país, informó un reporte de la revista Bohemia. Esto representa el 0,1% de los más de los 347 mil trabajadores privados registrados en esa fecha.

El valor de los créditos otorgados fue de 13 millones de pesos cubanos (unos 520 mil dólares). De las cooperativas no agropecuarias, 38 recibieron financiamientos por 18 millones de pesos (720 mil dólares).

Francisco Mayobre, vicepresidente del Banco Nacional de Cuba es optimista. Según declaró al diario Granma en el año en curso, los préstamos a trabajadores privados (ya rondan el medio millón) ascienden a 129 millones de pesos (alrededor de 105 millones de dólares).

Pero muchos emprendedores privados, como Dimitri, que planea abrir un bar a tiro de piedra del malecón de La Habana, prefiere pedir un préstamo familiar o vender alguna propiedad.

“El gobierno fiscaliza en exceso. Y los créditos no exceden de 10 mil pesos (450 dólares). Ese dinero no alcanza ni para empezar. Y las deudas con el Estado en Cuba son peligrosas. Es un vuelo sin escala directo a la cárcel”, dice.

Después del 17 de diciembre, la administración de Obama trazó una hoja ruta para empoderar negocios privados con la concesión de micro créditos e importaciones. Pero hasta la fecha el gobierno de Castro no ha diseñado una estrategia para que se pueda implementar.

La opción sigue siendo armar un tenderete en el garaje o portal de la casa tras un préstamo de algún pariente residente en Miami. O vender una anacrónica moto de la era soviética como hizo Andy Guzmán.

Iván García

miércoles, 9 de diciembre de 2015

JLo llega a La Habana


Caminando por la calle del Obispo para llegar a la Plaza de Armas, descubrí una legión de mujeres husmeando en las vidrieras de una tienda, haciendo lo imposible por entrar. Me detuve en medio del tumulto en el instante en que una empleada descompuesta amenazaba con llamar a la policía si no dejaban la puerta libre, hasta exigió que hicieran la cola del otro lado de la calle.

Me pregunté qué tendría de novedoso aquel sitio que era capaz se convocar a tantas mujeres exaltadas. ¿Se trataba de una reunión de miembros de la Federación de Mujeres Cubanas? Decidí quedarme y averiguar.

El alboroto tenía que ver con un establecimiento muy discreto con una flor grabada en los cristales de la puerta de entrada, y debajo, como si la imagen no fuera suficiente, con letras mayúsculas el nombre del lugar: La Rosa.

Pero esa mañana, aquellas mujeres apostadas frente a la tienda no usaban el nombre del lugar. Ahora lo llamaban La Boutique de Jennifer López. Entonces descubrí dos imágenes de la cantante neoyorquina en las vidrieras anunciando la venta de algunas líneas de ropa que ella misma ha lanzado por el mundo.

¡JLo había llegado a La Habana! Ésa era la causa de tanta algarabía.

Cualquiera que lea estas líneas sin conocer la realidad, pensará que el suceso no merece atención, que nada tiene de raro que unas cuantas mujeres quieran comprarse un vestido nuevo, un perfume o un par de tacones que las separe del suelo. Pero la verdad es que en La Habana o en cualquiera de las ciudades de la isla sus moradores no ganan más de 20 dólares al mes y tampoco en Cuba se puede pagar a crédito.

Por eso me preguntaba cómo harían aquellas que estaban en la cola para llevarse a casa una prenda de JLo. Me enteraría cuando avivé el oído. Y supe que las dos mujeres que me antecedían en la cola eran militares. Sus charreteras me advirtieron que una era teniente y la otra capitana. La más interesada en comprar era la de más alta graduación. Su hija estudiaba medicina, sacaba notas excelentes y sentía vergüenza cuando la miraba mal vestida.

La capitana, con mucho sacrificio, había conseguido 200 pesos convertibles. Contó que no se arrepentía de haber aprovechado que su marido, también militar, estuvo cuarenta y cinco días movilizado. Ella se fue a dormir a la cama con su hija y así pudo alquilar el cuarto matrimonial a una estudiante de Camerún. En un mes consiguió el dinero, un poco menos de lo que gana en un año.

Gastó casi todo para que su hija estuviera mejor vestida, y recordó los años en que era una joven estudiante en los Camilitos y lo que hubiera significado ponerse ropa Made in USA. “Tanto nadar para morir en la orilla”, dijo la capitana y salió de la boutique.

Aunque las tenderas me miraran, inquisidoras, permanecí en la tienda, simulé interesarme en una pieza y luego en otra. Gracias a mi insistencia escuché un montón de historias, pero ninguna más angustiosa que la de Yasmín.

La joven cursaba el onceno grado en el preuniversitario de .a Habana Vieja, y su profesora de Historia la había expulsado del aula. Cuando la profe le preguntó la importancia de la invasión de Oriente a Occidente, ella respondió con otra pregunta: “Ah, ¿esa que trajo a un montón de palestinos a La Habana?”. La maestra no encontró mejor solución que sacarla de la clase. Yasmín ya se había enterado de la nueva la tienda en Obispo.

Sus compañeros la llaman JLo porque se la pasa tarareando los números más famosos de la cantante. No conseguía aprobar los exámenes, pero nadie imitaba mejor a Jennifer. Eso era para ella era lo más importante, y vivir en Miami, y conseguir un Marc Anthony.

Yasmín miró cada pieza y revisó los precios. No tenía dinero, pero aseguró a la amiga que la acompañaba que esa tarde tendría aquel vestido que tanto le gustaba. Se refirió al dueño de un bicitaxi que hacía piquera a un costado del preuniversitario donde ella estudiaba, que le propuso tener sexo y estaba dispuesto a pagar bien.

Yasmín abandonó la tienda tarareando On the floor.

Texto y foto: Jorge Ángel Pérez
Cubanet, 30 de octubre de 2015.
Leer también: Nueva boutique en La Habana vende ropa JLO.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Cabellos y estereotipos



La forma en que una mujer o un hombre lleva su cabello, habla mucho de su personalidad y de su manera de asumir ciertas convenciones sociales.

Así el corte, el color, el peinado y el nivel de limpieza que el pelo presuma (al igual que otros elementos que componen la imagen de la persona como su modo de vestir, caminar, conversar), será un índice medidor de nuestras inquietudes y proyecciones cotidianas.

Hacerse en el cabeza el peinado del magua, el bistec, el espendrú, los pinchos o el yonqui, induce a formarnos una idea sobre quién es esa persona, además de inmediatamente relacionarla con un sector específico de la sociedad.

Es una manera bastante vaga y superficial de definir a un individuo en una primera mirada, pero vivimos en un contexto que produce estigmas, estereotipos y modas con un ímpetu indescriptible.

Partiendo de esa idea, se podría decir que yo pertenecía al grupo de mujeres negras que se desrizaban el cabello, pues para mí (que desconozco el arte de peinar) tener el pelo alisado me ahorraba tiempo.

Pero de un tiempo a esta parte se me hizo molesto el acto mismo de hacerme los rolos y ponerme en el secador cada vez que me lavaba la cabeza (si no se hace esto, el pelo desrizado no coge forma y es muy difícil peinarlo). Así que decidí cortármelo y dejarme el pelo al natural… bien rizadito.

Esto me trajo burlas, críticas y apodos, de amigos y familiares, porque, según uno de ellos, "las negras se hacen desriz".

Y aunque no se juzgue a nadie por su cabello, existe un bombardeo mediático sumamente violento que promulga la forma de llevar el pelo, generando la proliferación de conceptos erróneos sobre lo que es bello, o simplemente lo que es correcto.

Pensar en cambiar mentalidades está tan de moda, como los dibujos que se realizan los jóvenes en el pelo y el cuero cabelludo. Sería una buena oportunidad para reflexionar sobre la necesidad de sentirnos cómodos con nosotros mismos sin que nadie te increpe.

Quizás cuando algún cambio ocurra, dejemos de encontrarnos peluquerías que nos vendan a Beyonce y a Rihana, como los modelos de belleza a seguir para las mujeres de pelo ensortijado.

Y quizás también dejemos de encontrarnos a personas que insistentemente te preguntan por qué no te haces el desriz.

Yanelys Núñez Leyva
Havana Times, 21 de mayor de 2013.
Foto: En Cuba a este pelado le llaman El yonqui. Tomada de Havana Times.

viernes, 4 de diciembre de 2015

Consumo de drogas: se disparan las alarmas



Después de las diez de la noche, Yunier se llega a un bar privado, a dos cuadras del solar empercudido y bullicioso donde vive y se compra media docena de cervezas Corona y una bebida energizante para ligar con el trago.

Luego de fumarse un taco de marihuana en la azotea de la cuartería, se sienta en una silla de hierro sin espaldar, con su iPod y audífonos profesionales, a escuchar una frenética descarga de reguetón cubano.

Al poco rato, el móvil comienza a sonar. “Son los puntos (compradores) que vienen a buscar lo bello y lo prohibido (drogas). A la una de la mañana ya debo tener vendida las piedras que me quedan y dos onzas de yerba (marihuana)”, comenta, mientras observa el cielo colmado de estrellas con la mirada vidriosa y perdida.

Yunier vive en un barrio marginal de La Habana profunda. Antes de cumplir catorce años ya había visitado un par de veces el correccional para menores por delitos de poca monta.

“Fue en el tanque (prisión) donde conocí las drogas. Comencé tragando píldoras. Metil, Parkisonil, cualquier cosa que me cambiara el cuerpo. Luego me enganché con la yerba. Cuando salí, un socio del barrio me dijo: ‘Asere hay dos tipos de hombres, los perdedores y ganadores. Si quieres salir adelante, buscar un baro largo (mucho dinero) y tener un montón de jevitas (muchachas), el vicio no te puede dominar’. Y me dediqué a vender drogas. A veces me doy un cantazo (halar una piedra) y todas las noches me fumo un cigarrón más largo que un habano. Pero lo hago para estar sabroso y afinar la muela”, confiesa.

Yunier conoce de primera mano el riesgo de las drogas. “Aquí cada noche llegen tipos que lo han perdido todo. Igual que jevitas, que por una piedra, te hacen una completa (sexo en todas sus facetas). El vicio los vuelve descarados. El televisor de pantalla plana, el teléfono cómico (Samsung Galaxy) y casi toda la percha (cosas) que tengo la he conseguida mediante empeños con gente enganchada con la piedra. Es la peor de todas. El vuele que nunca llega. Una perdición. Pero yo vivo de esos giles (ingenuos)”.

La piedra, una combinación de bicarbonato con pequeñas dosis de cocaína, es ahora mismo la droga estrella en La Habana de noche. Se vende a diez pesos convertibles cada una y los compradores rastrean por toda la ciudad para consumirla.

Eddy, con un peinado estrafalario y una camiseta azulgrana de Neymar,dice que “la piedra es destructiva. Hay socios que han terminado en Mazorra (hospital siquiátrico). Yo la mezclo con un prajo (taco) de marihuana. Es la combinación perfecta, le llaman ‘primo’ o ‘cinco con diez’. El arrebato es único”.

Un segmento de músicos exitosos, emprendedores privados de negocios boyantes y personas que trabajan en centros turísticos suelen consumir cocaína. Los precios fluctúan según el momento.

“Cuando se pierde, hay que pagar a 80 o 90 chavitos (cuc) el gramo. Ahora se puede encontrar a 50. En la farándula encuentras jevitas que halan más polvo que una aspiradora. Portar coca es de buen gusto en las discotecas de pegada. Es sinónimo de tener un baro largo. Con un auto y un poco de polvo te llevas a casa a las mejores hembras de La Habana”, acota Reinier, DJ en una discoteca al sur de la ciudad.

En los barrios pobres es raro que un adolescente menor de quince años no haya probado drogas. “Por supuesto, ya han tomado alcohol. Y cuando se van a descargar los fines de semana ingieren pastillas o fuman marihuana”, expresa Sixto, médico de una policlínico de Mantilla, barriada a 45 minutos del centro de la capital.

La prensa oficial ha publicado reportajes sobre el perjuicio de los estupefacientes. Tanto la radio como la televisión nacionales emiten spots publicitario sobre los peligros de la drogas para la salud mental.

Aunque el general Raúl Castro intentó disminuir el auge en alza de los estupefacientes en Cuba, cuando en un discurso de la CELAC en el invierno de 2013 manifestó que en la Isla no existían drogas, “solo un poquito de marihuana que algunas personas cultivan en una maceta del balcón de su casa”, los frecuentes operativos policiales dicen lo contrario.

El año pasado, la Aduana frustró 49 intentos de entrada de drogas al país. Decomisaron 44 kilogramos de cocaína y pequeñas cantidades de hachís, marihuana y drogas de diseño.

En la primavera de 2015, en Sancti Spiritus, provincia a 300 kilómentros al este de La Habana, fuerzas policiales antidrogas en el municipio de Taguasco confiscaron 453,252 semillas de marihuana, 433 plantas y 395 tallos podados. También incautaron 14 fincas donde existían sembradíos de marihuana.

Según un oficial de la policía que prefirió el anonimato, los municipios y barrios de La Habana, donde es mayor el consumo de drogas son Centro Habana, sobre todo Colón, Jesús María y San Leopoldo, Diez de Octubre y Arroyo Naranjo. “Se conocen de casos de vendedores que expenden drogas en puntos cercanos a escuelas secundarias y preuniversitarios”, precisa.

Cuando usted a vendedores de drogas les pregunta dónde y cómo obtienen los estupefacientes, sus respuestas varían. Desde los recalos en costas cubanas a componendas con policías corruptos.

“Que no te metan cuentos. La mayoría de los que venden drogas trabajan para la policía. Los dejan vender a cambio de chivatear a pejes gordo. Este es un negocio donde todos se mojan con dinero”, expone Yunier.

Rayando las dos de la mañana, Yunier cuenta un fajo de billetes y llama a su proveedor. “Oye, tráeme más juguetes que los niños me compraron todos lo que tenía”. Luego, tararea una canción de Gente de Zona y bebe con calma su cerveza Corona. Hoy fue una buena noche para Yunier.

Iván García

Foto: Tomada de Cubanet.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

El bulevar de los sueños rotos



A mediados del siglo XX, la calle San Rafael, en el centro de La Habana, era sinónimo de grandes comercios, con bellas vidrieras exhibiendo ropa, calzado, tejidos, enseres domésticos... a precios para todos los bolsillos.

Tanto de día como de noche, a la gente le gustaba la animación y el colorido de San Rafael y las calles aledañas. Después de 1959 la convirtieron en boulevard o bulevar y al ser una vía peatonal, sin tránsito de vehículos, se suponía que las compras se pudieran realizar sin preocupaciones por parte de los usuarios.

Pero en la actualidad, la atmósfera del bulevar de San Rafael es bien distinta. De aquellos grandes comercios no queda más que el sitio en el cual estuvieron ubicados.

Un ejemplo es la antigua tienda Fin de Siglo, en San Rafael esquina Águila, que se ha convertido en un lugar para arrojar basura de todo tipo. Sus antiguos dueños nunca hubieran permitido eso, pero ahora su propietario, el Estado, no sienten la menor preocupación por mantener la higiene y el orden social

Fin de Siglo fue una tienda muy conocida y visitada y hoy es un gran local ocupado por trabajadores por cuenta propia, quienes pagan una renta por un pequeño espacio para comercializar sus productos.

Como no transitan vehículos, no pocas personas han encontrado en el bulevar un techo para pasar la noche, sobre todo en la esquina de San Rafael y Galiano, donde se encuentra ubicado el parque Fe del Valle, construido después que un incendio destruyera El Encanto, que pertenecía a Solis, Entrialgo y Cía.

Últimamente, a este parque acude gran cantidad de personas de diferentes edades, pues allí Etecsa ha ubicado una zona wi-fi, que permite conectarse a internet y chatear con móviles, tabletas y laptops.

Para los que conocieron esta calle en su época de esplendor, es triste ver comprobar que aquella magia que tenía antes de 1959, e inclusive antes de convertirse en zona peatonal, por completo se perdió.

San Rafael, llena de basura y mendigos, de gente ofertando mercachiflería y locales sucios y en mal estado, es hoy un bulevar de los sueños rotos.

Texto y foto: Bárbara Fernández Barrera
Red Cubana de Comunicadores Comunitarios
Septiembre de 2015.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Recordando las Casas del Oro y la Plata



El caso del expresidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, acusado por su vinculación con una red de defraudación de impuestos, rememora uno de los hechos de corrupción ocurridos en Cuba.

En 1987, a los que mal dirigen el país se les ocurrió la idea de extraer para su beneficio las joyas en poder de las familias y crearon las Casas de Cambio del Oro y la Plata.

Se aprovecharon de la situación en que estaba el pueblo, que carecía de lo más elemental y la gente vio la posibilidad de adquirir grabadoras, televisores en colores y pacotillas. Un comercio que recuerda lo que hacían los conquistadores, cuando les cambiaban a los indígenas cuchillos, espejitos y otras baratijas por oro y plata.

Los cubanos interesados hicieron largas colas durante más de una semana y tenían que ratificar el turno varias veces en el día y la noche para tener derecho a que les tasaran sus joyas.

Nunca se dio información del precio a que se valoraban los objetos. Se tasaban por su peso, sin tener en cuenta su valor como reliquia, ni las incrustaciones de piedras preciosas.

Al final, se les daba un documento donde se hacía constar el valor de las mercancías entregadas y que le daba derecho a comprar en una tienda tapiada, donde las personas se enteraban de las ofertas solo al entrar y allí tenían que gastarlo todo. Los efectos electrodomésticos solo tenían 72 horas de garantía.

Era doloroso ver a jóvenes y adolescentes registrar armarios, escaparates, cómodas y otros muebles de sus padres y abuelos buscando sortijas, collares, prendedores, relojes e incluso dientes postizos de oro, para hacer la transacción que les diera derecho a adquirir un equipo que muchas veces estaba vencido.

No han sido los únicos ni los últimos casos. Otro ejemplo que se puede citar son los cuadros y esculturas valiosas -que sus dueños no pueden vender- a los cuales el Fondo de Bienes Culturales les ha puesto su cuño como patrimonio de la nación.

La ciudadanía no se preocupa y es indiferente a este tipo de despojos. La ley de inversiones no los contempla y, en definitiva, la generalidad de la población tiene como único patrimonio su exiguo salario mensual. Al lado de los señores del régimen castrista, Pérez Molina es un niño de chupeta.

Arnaldo Ramos Lauzurique
Cubanet, 24 de septiembre de 2015.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Una salida a la crisis del béisbol en Cuba


Contaba el académico Roberto González Echevarría en su formidable ensayo La Gloria de Cuba, que en el desván de su casa aún conserva una gorra roja de los Leones de La Habana.

En el libro, Echevarría repasa la rica historia del pasatiempo nacional. Y en el resumen, como de pasada, apuesta por la reactivación de la Liga Profesional Cubana.

Probablemente ésa sea la solución a la crisis y la fuga de peloteros. Ya el problema no son los hermanos Castro. Desde 2013, el régimen verde olivo semi profesionalizó el deporte y autorizó a los atletas a contratarse en clubes extranjeros.

Las coimas son más terrenales. Entre la gabela a Cubadeporte y el fisco cubren un 20% del salario del atleta. Más o menos los tributos que se pagan a hacienda en cualquier club extranjero.

Por desconocimientos jurídicos, falta de información y el manejo de las interioridades de las ligas foráneas, las contrataciones fluyen demasiado despacio.

En el caso del béisbol, el factor MLB es clave. La pelota no es el fútbol. En Europa, Medio Oriente o Estados Unidos hay ligas de fútbol que pagan salarios millonarios, aunque la mayor calidad se concentra en cinco ligas, la española, alemana, francesa, italiana e inglesa.

El béisbol es diferente. Japón, China Taipéi y Corea del Sur tienen ligas interesantes. Pero la calidad contrastada está en Estados Unidos. Y siempre fue, y apuesto que volverá a ser, el mercado natural de la pelota cubana.

Las Grandes Ligas es un negocio de miles de millones de dólares con una estructura vasta y funcional. Alrededor de 200 equipos en Estados Unidos y el Caribe aportan talentos al Big Show.

Por tanto, hay más posibilidades de probar suerte. Alrededor de 60 peloteros formados en la Cuba de Castro juegan en los diferentes niveles del béisbol profesional de Estados Unidos. Otro medio centenar espera probar sus habilidades para acceder a las organizaciones de la MLB.

Mientras, la pelota cubana sigue en caída libre. Lo peor no es el retroceso, es que no se avizora cuando tocaremos fondo.

Los funcionarios y especialistas de la Isla debaten cuál será el formato para la próxima temporada. Unos desean mantener la estructura de 16 novenas y otros reducir a 8 o 6 los equipos.

La buena noticia es que, en caso de reducir los equipos, se concentrará la calidad, pero -y ésta es la mala noticia- nadie puede asegurar que continúe el goteo imparable de peloteros que desean probar suerte en el mejor béisbol del mundo, ganar salarios millonarios y administrar sus finanzas.

Un comentarista de Diario de Cuba, que firma como Centro Derecha, en varios artículos sobre deportes, no se cansa de sugerir que la disidencia organice un movimiento que agrupe a futuros deportistas profesionales y sea el ente negociador con clubes extranjeros.

En teoría la idea es muy buena. Pero en la práctica el gobierno armaría su guirigay y pondría obstáculos insalvables. Miren el caso de Dayron Robles. Aquí la palabra independiente despierta resquemor en la autocracia.

No tengo dudas que Cuba va camino a la democracia. El recorrido podrá ser más largo o tomar un atajo de acuerdo a la presión de la oposición y el pueblo, que por ahora es un espectador silencioso.

Ya es prácticamente un hecho que la talanquera de la MLB va a caer. No importa el tiempo, pero el béisbol cubano va a regresar a la órbita de Grandes Ligas.

Cuando eso suceda, y la pelota sea un negocio, se recuperarán cientos de terrenos perdidos, no escasearán guantes, bates ni pelotas y se abrirán academias de la MLB.

En la Isla hay una estructura que se puede aprovechar. En cada provincia existen escuelas deportivas y academias beisboleras. También miles de preparadores deportivos que han abandonado su profesión y son custodios de un hotel o manejan un taxis colectivo.

Cuando se logre un pacto con la MLB, resurgirá la pelota nacional. Continuarán los torneos amateurs de las categorías juveniles, cadetes e infantiles. El torneo Sub-23 y la actual Serie Nacional podrían ser una liga de segunda categoría, dónde podría participar un equipo por provincia.

En esa futura liga profesional, jugarían peloteros cubanos que aun no han llegado a Grandes Ligas, jóvenes talentos, jugadores con poco juego en la MLB y dominicanos, mexicanos, estadounidenses, venezolanos y de otras nacionalidades que los futuros clubes cubanos pudiesen contratar.

Desde luego, los clubes habría que privatizarlos. Si no todos, al menos algunos. Por su capital en divisas, instituciones estatales, sean de turismo, aeronáutica civil o telecomunicaciones, podrían comprar equipos.

Lo ideal sería que la liga rentada funcionara dentro de una sociedad democrática. Pero China es un ejemplo de cómo puede convivir un régimen totalitario con negocios deportivos particulares.

El deporte moderno es de clubes. Y deben ser lucrativos. Ya la pelota nacional no tiene sentido. Según un estudio de periodistas de la COCO, emisora radial capitalina, la asistencia a los estadios no sobrepasa el 25% de fanáticos.

El costo en alojamiento, comida, implementos deportivos y transportación es de dos a tres millones de dólares entre Serie Nacional y Torneo Sub 23. Las ganancias, cero. Solo pérdidas.

Debido a los bajos salarios, desde enero a la fecha, de Cuba se ha marchado más un centenar de peloteros. Y la marea promete no detenerse.

Con dictadura o si ella, la pelota forma parte del patrimonio nacional. Entonces, salvémosla.

Iván García
Foto: Tomada de El porqué de mi silencio.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

A 50 años de la UMAP



Las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción) fueron campos de trabajo forzado que la revolución estableció en Cuba, en la provincia de Camagüey, de 1965 a 1968, adonde fueron enviados jóvenes y no tan jóvenes que, por una u otra razón, no se avenían con el Hombre Nuevo que el régimen se proponía “construir”. A medio siglo de aquel oprobio, la dictadura todavía existente en la Isla no se ha disculpado y, peor aún, ha tratado de ocultar el hecho.

El destacado teatrista y escritor cubano Héctor Santiago, hoy residente en Nueva York, víctima de las UMAP, ha tenido a bien concedernos una entrevista. Nacido en La Habana en 1944, es coreógrafo, dramaturgo, bailarín, director escénico, escritor, pintor y titiritero. En Cuba se graduó en el Seminario de Dramaturgia del Teatro Nacional. Entre sus obras teatrales, escenificadas en numerosos países, se encuentran El último vuelo de la paloma, Balada para tres muñecos tristes o Las noches de madame fru-fru. En 2012 publicó la novela La memoria del agua.

¿Cómo fue la despedida de tu familia?

-La despedida fue desgarradora. No teníamos datos precisos, pero ya sabíamos que era algo siniestro. Sabes cómo son las madres cubanas, entre lágrimas y abrazos y me tuve que poner fuerte porque quería acompañarme y no lo permití. De lo cual me alegré, porque cuando lleguamos, aquello no era normal: reflectores, perros, guardias armados. A las madres que fueron las mantenían distantes, parecían un coro de plañideras en una tragedia griega.

-Aguanté las emociones todo lo posible y me dediqué a ayudar a los muchachos que nunca se habían separado de sus familiares (que no era mi caso). Nos ayudamos emocionalmente unos a otros. Muchos exteriorizaban su pánico, pero los guardias tenían orden de no hablarnos. A los que llevaban cadenas con cruces y collares de santería, se los arrancaron literalmente del cuello y a los que llevaban biblias se las pisotearon. Solo cuando todas las listas estaban chequeadas -se comprobó que dos o tres no acudieron- fue que apareció el transporte.

-Existía mucho miedo a los chivatos que podrían existir en el grupo, así que los amigos, nos susurrábamos lo que estaba pasando. Los convoyes fueron yendo hacia Camagüey por 'camadas'. Cada día, durante semanas, iban partiendo los ómnibus y trenes. Mis amigos, los escritores José Mario y Jorge Ronet, el folclorista Benigno Garbizo y otros, habían partido antes.

-Ya se había corrido la noticia de que se trataba de algo siniestro, porque los nombres que se mencionaban, de los que habían sido llevados, eran de religiosos, santeros, abakuás, artistas, maricones, jóvenes que no estaban integrados al "sistema” y los llamados "vagos", los que no estaban en las nóminas laborales del régimen. Además, en aquel tiempo, era inusual una citación del Servicio Militar Obligatorio (SMO) para las 8 de la noche, en un parque al lado de la Escuela Normal de Maestros, en San Joaquín entre Pedroso y Amenidad, en El Cerro, La Habana.

¿Sospechabas que te llevaban hacia la UMAP?

-Todavía aquello no tenía un nombre público, pues se enmascaraba bajo el nombre de SMO. Por la premura, como carnet te daban una hoja con tus datos. Después, con la experiencia se sofisticaron y crearon un carnet con tu foto, que decía claramente UMAP. Recuerdo sus últimos dígitos, 482.En el primer campamento en que estuve, en Sola, yo era el 83. Luego, en Florida, fui el 16. Al salir de la UMAP, me rompieron el carnet. Y poco después dinamitaron los campamentos y los arrasaron con excavadoras, para que no quedaran huellas de esa infamia.

-Otro indicio de hacia donde nos llevaban fue que no nos dieron el uniforme verde olivo, sino otro, un pantalón azul oscuro de mezclilla y la camisa también de mezclilla, pero de un azul más claro. Y un monograma con la forma del escudo cubano, de fondo claro y que en un tono rojizo decía Umap-1, que era para ponérselo en la manga izquierda de la camisa. Así que ya aquello se estaba cocinando desde mucho antes. No nos dieron entrenamiento militar, ni portábamos armas. Ya eso lo decía todo.

¿Sabías, tenías conciencia, de lo que eran las UMAP?

-La verdad se fue imponiendo, pero cuando llegamos al sitio adonde nos llevaron. ¿Por qué los perros pastores traídos de la Republica Democrática Alemana?¿Por qué habían garitas con soldados con rifles AK, doble círculos de alambradas con pinchos y en el centro los 'cazabobos', rollos de alambre imposibles de atravesar? Por la noche, los 'cazabobos' eran trampas de hurones, ratones, pájaros y perros jibaros, que en la mañana rescatábamos con palos y asábamos con ramas, bagazos de caña secos y hojas del periódico Granma.

-A los tres días nos pusieron un machete en las manos, sin guantes. Y ¡a cortar caña! De 6 de la mañana a 3 de la tarde. Parábamos 30 minutos para almorzar, de 12:30 a 1 de la tarde. Pero como el almuerzo lo traían en camiones, dependía de la disponibilidad de éstos y de cómo andaba la cocina, si había para cocinar. Por eso a veces únicamente daban un boniato hervido y una lata de carne rusa o un repelente hígado de esturión búlgaro.

-Si no cortabas la norma de caña establecida, te ponían un guardia armado hasta que la terminaras, a veces los más debiluchos estaban hasta la noche, iluminados por aquellas lámparas artesanales llamadas 'chismosas' o 'mechones', de luz brillante (querosén). Regresaban comidos por los mosquitos y jejenes, igual que sus escoltas, muchachos del Servicio Militar Obligatorio que estaban también castigados en las UMAP.

-Allí había guajiritos analfabetos, niños 'bitongos' (burgueses), monaguillos, antisociales, a quienes por sus estilos 'depravados' les llamaban 'los de la Dolce Vita', por la película de Federico Fellini que retrataba la decadencia de la burguesía italiana.Ya se sabe que los comunistas son los más fieros católicos a la hora de la moral.

-Tanto corrió la 'bola' que no pudieron seguir ocultando las UMAP. Además, se dieron a conocer en Canadá las fotos de un campamento. Entonces publicaron en el periódico Granma que las Unidades Militares de Ayuda a la Producción existían, pero eran diferentes al Servicio Militar Obligatorio, con fotos de complacidos participantes cortando caña, dando las gracias por la oportunidad de reformarse que les ofrecía quien tú sabes, y a tenor con la 'emulación socialista' los que cortaran más caña recibirían regalos.

-En un discurso el 13 de marzo de 1966 en la escalinata de la Universidad de La Habana (aunque años después declararía que en su momento no había tenido tiempo para ocuparse de asuntos como las UMAP y desconocía sobre las recogidas de antisociales y maricones), el líder supremo reveló su existencia y su propósito: acabar con los 'preslinianos', admiradores de Elvis Presley, los 'pitusos' -así les decían a quienes vestían jeans ceñidos al cuerpo-, los vagos y degenerados enemigos de los abnegados revolucionarios, que luchaban por implantar el socialismo.

-Ya antes, en otro discurso en ese mismo lugar, llamó a cortar con navajas los pitusas (jeans), meterle tijera a las minifaldas, rapar a los melenudos y a todos los que tenían afros (supongo que las personas de pelo encrespado que llevaban un peinado muy frondoso, propio de los hombres y mujeres de color).

¿Qué edad tenías en el momento en que te llevaron?

-Nací el 25 de junio de 1944. Así que saquen la cuenta (tenía 21 años).

¿A qué te dedicabas?

-Era teatrista y bailarín en el Consejo Nacional de Cultura, una gran cantera para aplicar planes siniestros como las UMAP.

¿Por qué crees que te llevaron? ¿Tenías antecedentes penales? ¿Habías cometido algún delito?

-Por ser maricón, y un artista 'no comprometido', con un largo historial de rebeldía, víctima de cárceles y recogidas, como la vez que recogieron a lo que ellos llamaban “las tres P” (puta, pájaro y proxeneta). O por salir a la calle vestido de blanco y con mis collares y pulsos de la santería, donde me inicié a los 7 años por influencia de mis abuelos negros.

-En 1965 no existía aún el carnet de identidad. Las listas que enviaron al Ministerio de las Fuerzas Armadas, las formaron con los registros de la policía por las “recogidas de antisociales”, lo cual cuales sembró el terror, sobre todo en La Habana. Sin contar las “depuraciones” morales e ideológicas que hacían en las becas, escuelas secundarias y, universidades. A esas listas se sumaban las elaboradas por los sindicatos en los centros de trabajo y las que proveyeron nuestros compatriotas a nivel de cuadra, es decir, los Comités de Defensa de la Revolución. Y como harían luego, cuando el éxodo del Mariel en 1980, vaciaron las galeras de presos comunes y las de los maricones delincuentes, que fueron los últimos en llegar y no portaban ninguna identificación.Todos los totalitarismos son absurdos.

-Para las UMAP utilizaron mi nombre artístico de Santiago Ruiz, que aparecía en mi dossier policíaco (mi padre me prohibió su apellido por ser yo maricón). Mi acta de nacimiento decía Héctor Santiago Armenteros Ruiz. En 1968, después de la UMAP, con mi verdadero nombre me llega una citación para el SMO. ¡Increíble! Mi madre me dijo que que serían solo tres años y me aconsejó que no mencionara que había estado en la UMAP. Me enviaron a la Escuela de Oficiales en Matanzas, me pusieron a limpiar el piso y servir de criado en las casas de los oficiales.

-A los seis meses me harté. Al menos en la UMAP era uno entre tantos, pero entre soldados machazos se acentuaba “mi condición” de homosexual, rodeado de burlas por todas partes y acosos sexuales: la sodomía en el ejército equivalía a cinco años para el pasivo y tres para el activo. ¿Así que gozas y te toca menos? Entonces fui a ver a un psicólogo militar, teniente de carrera del ejército de la época de la república. Se le veía honorable y correcto. Llevándome por mi intuición y desespero le dije que era maricón y si seguía allí me mataría. Me firmó la licencia.

-Posteriormente me enviaron al Ministerio de Trabajo, solo me ofrecían trabajo en el Cementerio de Colón, limpiando pisos en el manicomio de Mazorra, en una cantera de cal, obras de construcción en Varadero, cuidando cocodrilos en la Ciénaga de Zapata... No los acepté y me mandaron a un Tribunal de Trabajo, que funcionaba en el antiguo edificio del Diario de la Marina, en Prado y Teniente Rey. Me aplicaron la Ley de la Vagancia, que databa de los tiempos de la Colonia, implantada por el Gobernador General de la Isla, el general Tacón. Tuve que escoger entre tres años de cárcel o una fábrica de radiadores de autos y camiones. Escogí la fábrica y allí estuve unos años.

¿Cómo recuerdas aquel viaje de La Habana a Camagüey? ¿Cuáles fueron los momentos más difíciles?

-Nos metieron en unos ómnibus con las ventanas cubiertas por periódicos o pintadas de negro. Delante, unos jeeps con guardias armados guiaban al convoy, que era cerrado por otros. Íbamos a gran velocidad, evitando las grandes ciudades y pasando por pueblecitos desiertos con las ventanas cerradas, sin testigos, pero con milicianos en las calles en penumbras. En la parte de atrás del ómnibus orinábamos y defecábamos. Con el calor tropical, los gases y pestes formaron parte del menú.

-Así, hasta el estadio de béisbol de Ciego de Ávila, el viaje duraría unas 8 o 10 horas, sin agua ni comida. De allí partieron los grupos hacia los distintos campamentos, convenientemente situados junto a los cañaverales de los diferentes centrales azucareros. Todos estábamos mezclados, debido a la urgencia porque comenzaba la zafra azucarera. Pero pronto organizaron a los chivatos (ésos de los que Francisco de Quevedo decía: “Erase el tal, tan bugarrón, que cuando entraba en palacio, las nalgas salían huyendo”), los cuales sirvieron a la revolución con sus vergas (penes), teniendo sexo o provocando a los 'extraños', para crear la lista de los maricones. Así comenzaron las 'cordilleras' -toda una jerga delincuencial- conduciéndonos a campamentos segregados solo para maricones.

-Difícil fue ver a muchachos separados de sus familias por primera vez, llorando por un destino desconocido, preguntando qué habían hecho. En la Unidad 2018, en Sola, había un cartel con toscos brochazos de pintura negra que decía El trabajo los ara ombres. Los hados divinos propiciaron que allí estuvieran el poeta José Mario y el escritor Jorge Ronet, y otros amigos. Me imagino que el espanto compartido me ayudó. Sí, porque los pateados forman su cofradía.

¿Cuáles fueron algunos de los momentos cuando más temor sentiste, si es que los hubo?

-Soy humano, lo que es también ser cobarde. No fue fácil la sangre derramada por los testigos de Jehová -mis héroes para siempre-; el suicidio de los más débiles; la saña de los guardias golpeando a los que no querían trabajar; ver que incendiaban los cañaverales cuando alguien se escondía en ellos para escaparse y verlos salir convertidos en teas vivientes, gritando y corriendo; el escorbuto por la avitaminosis (a veces, mientras conversaban les salían volando los dientes); las quemaduras por el intenso sol, y las anemias, la sarna, el asedio de las chinches, piojos y ladillas, traídos de la prisión del Castillo del Príncipe habanero.

-Para todo, en las "enfermerías" solo había aspirinas y en bolsa negra (ilegalmente) se vendía el alcohol y la tintura de calamina para las picadas de mosquitos; a las heridas le echaban orine, tela de araña y azúcar y por vendas se usaban trapos, que muchas veces las infectaban, empeorándolas. Sabe Dios dónde enterraban los cadáveres. Si sus familiares reclamaban, si es que lo hacían, porque ser de las UMAP era como pertenecer a los triángulos de distintos colores que los nazis ponían en las camisas de los concentrados y te marcaban como un oprobio (como después lo fue ser un “marielito”), simplemente les decían o les mandaban un telegrama: “El compañero X, murió cumpliendo con sus obligaciones revolucionarias. R.C. Ministro de las FAR”.

-Después, la cotidianidad de la maldad sin sentido y gratuita te envolvía, y quisieras o no formabas parte de ella. Llorabas, te imponías tus límites, para no ser el próximo. Yo, siempre un 'reaccionario' muy espiritual, que es distinto a ser religioso, rezaba, meditaba, hacía yoga, pese al cuerpo despedazado. Y le montaba las coreografías a los shows en los campamentos. De modo que hicimos actos culturales y montábamos bufonadas con José Mario y Jorge Ronet, además de leerles libros. Pero era una lucha titánica, pues no permitían libros 'no revolucionarios', y nos hacían requisas inesperadas mientras dormíamos, también buscaban ropa de los shows y los velos hechos de mosquitero para los casamientos entre los tapiñados y las bodas públicas. Para sobrevivir recurrimos al delirio, y como perdimos la identidad y nos llamaban por números, utilizábamos 'contranombres'. Así el 16 era Rosita Fornés, Ninón Sevilla, el 34, María Félix, el 10. ¡Kafka, Ionesco y la jodedera cubana!

¿Qué propósito piensas que tenía el gobierno al crear las UMAP?

-Mano de obra barata para las cada vez más desastrosas zafras azucareras (en teoría, te pagaban siete pesos mensuales que pocas veces recibías), con las cuales costear el armamentismo en el Congo, Argelia, subvencionar a la guerrilla latinoamericana, penetrar las universidades liberales, instituciones culturales y los medios de comunicación que los apoyaban. Apartar a los inutilizables para que no contaminaran a la sociedad revolucionaria, el mito de que los maricones pegan su mariconería, crear el terror entre los homosexualesy que todos se autometieran en el closet. Un muy disfrazado propósito de exterminio, con especial acento hacia los Testigos de Jehová, los adventistas y maricones.

-Además, era un arma política contra los disidentes. ¿Por qué por las UMAP no pasó el escritor Miguel Barnet, el dramaturgo Abelardo Estorino y su amante el pintor Raúl Martínez, ni el pintor René Portocarrero y su amante el también pintor José Milián, ni el pintor Cabrera Moreno y el teatrista Vicente Revueltas, ni el compositor Héctor Angulo o el cineasta Humberto Solás? La lista es larga. ¡Ah, porque eran maricones incondicionales al régimen!

Cuéntame un día de trabajo.

-El himno nacional. “¡Hijeputas testigos de Jehová! ¿No van a saludar a la bandera?” “¡Mi Patria es Jehová!” “¡No te arranques el monograma!” “¡Solo llevo a Jehová en mi corazón!”. Batazos, puñetazos, bayonetazos, golpes con cadenas, sogas, mangueras. “¡Saluda!” “¡No!”. Más de lo mismo cada mañana. Y nosotros caña, caña y caña. En el tiempo muerto, preparar el terreno para la zafra: desyerbar con azadones o arrancar las hierbas con las manos, remover las piedras, regar abonos químicos sin guantes y el nitrato te quemaba las manos.

-Desayuno: leche en polvo aguada -Made in URSS- con borra de café hervida y una lasca de pan gomoso y reseco. El almuerzo cabía en una lata de leche condensada: espaguetis sin salsa ni sazón y a veces sin sal, y un boniato hervido (la gastritis nos mataba). Cena: chicharos aguados, harina de maíz, una fiesta si había arroz, sopa de 'carne de res' de sus rabos, orejas y tripas. Y si era de pollo, de pescuezos, rabadillas, alas y patas, todas con gorgojos y gusanos. ¿Carne? Los jefes de las unidades se robaban el resto. Y encima del hambre, en la requisa cuando regresabas de trabajar, te quitaban la caña o las frutas silvestres que habías encontrado en el campo.

-Diez de la noche. Recuento por si se escapó alguno.¿Con alambradas, garitas, perros, con los guajiros que nos huían porque les dijeron que éramos asesinos, delincuentes y los maricones íbamos a violar a sus hijos? A contar un día tras otro, un mes, un año... ¿Cuándo se acaba esto, Dios mío?, pensaba.

-Me quiero coger unos días de descanso y le pregunto a Armando Díaz Báez, Rosita la Sanguinaria, el 43. "Bueno, me dijo, por un machetazo superficial en la mano, das una caja de cigarros y 10 pesos. Si te cortas un tendón del dedo, 20 pesos, una libra de azúcar y otra de gofio. Varios tendones de los dedos de los pies o un corte en la rodilla, 40 pesos, dos cajas de cigarros, una toalla, una sábana y unos cuantos jabones. O prepara un batido de tierra con jabón amarillo, para que te dé vómitos y diarreas. Y llegando al límite: ahorcarte, beber salfumán, cortarse las venas, tragarse cuchillas de afeitar", que eran soviéticas.

¿En algún momento recibieron instrucción, un adoctrinamiento que indicara que estaban allí para “reeducarlos””, o quedaba claro que no era más que un castigo por equis razón?

-De todo. Ya lo decían los carteles: El trabajo los ara ombres, Están aquí para reeducarse, Fidel es muy generoso y quiere que se monten al carro de la Revolución, Esto no es un castigo, es un proceso revolucionario, para que no sean más antisociales, ni maricones, La Patria necesita hombres, para uno, dos, tres muchos Vietnam. Y dale que dale con lo mismo. Las obligatorias clases de Instrucción Revolucionaria: El socialismo en Cuba, de Blas Roca, mucho Lenin, y discutir cada discurso del líder supremo. Benigno Garbizo, La Ochún, el 32, se quejaba: ¡Ya empezaron con la cantaleta! Y Hermenegildo, el comisario político, le decía a los guardias: ¡Sáquenlo y métanlo en El hoyo!

¿En cuál o cuáles campamentos estuviste? ¿Cómo funcionaban?

-Estuve en campamentos en Florida, Esmeralda, pero el que se me quedó más grabado, por ser el último, fue el de Sola. Te movían cerca de los distintos centrales azucareros, de acuerdo con las necesidades de su mano de obra. A veces te trasladaban temporalmente a otros más cercanos o más lejanos, viajes que duraban mucho y entonces te despertaban a las 4 y 30 de la mañana.

-La vitrina del paraíso cubano era pacífica y todos éramos iguales, la revolución el más alto ejemplo de humanismo. Pero tras la espesura de los cañaverales y en lo lejano del monte, estaban las embajadas del horror, que al no verse no existían, pues aunque lo supieran, los pobladores de la zona se mordían la lengua y si te daban un pase corto a un pueblo cercano, para ir al médico o algo así, todos te huían porque el uniforme te marcaba y propiciaba que no pudieras escaparte. Igual que ocurrió en la época nazi, que todos los que vivían en los pueblos aledaños a los campos de concentración, juraban que ellos no sabían nada, no vieron el humo de los hornos ni olieron la carne quemada.

-Pero si me pides que te describa el infierno: Maniantabo. Erigido sobre un pantano ligeramente drenado, que perpetuamente mojaba las botas soviéticas y los pies se llenaban de hongos, se podrían las uñas, se ponían en crisis los asmáticos. Era una humedad perpetua que no te dejaba ni dormir. Allí los mosquitos eran de un tamaño inverosímil, y antes que anocheciera había que meter a los caballos bajo techo, porque los cubría una nube negra de mosquitos y jejenes, enloqueciéndolos o matándolos, y las perreras había que cubrirlas con mallas. Este infierno estaba construido específicamente para los maricones rebeldes, líderes de huelgas, los que se reviraron y respondieron a los golpes, intentaron escapar, prendieron fuego a las camas…

-Allí había cercas electrificadas. Y para continuar con el absurdo, por perder una lima para afilar los machetes te acusaban de Daño a la Propiedad del Estado. Por negarte a trabajar, Delito de Vagancia. Los juicios te los celebraban en tribunales civiles, con seguras condenas como delincuentes a las cárceles. Si le contestabas a algún jefe, Ataque a un Oficial. Negarte a ir a las clases de Instrucción Revolucionaria o hacer un chiste de índole político, como Alguien apedreó a una jicotea matándola, Atentado contra la FGigura del Máximo Líder. Como te consideraban 'militar', te venían a buscar para meterte en el G2, añadiéndole a tu odisea una causa por 'contrarrevolucionario'.

-Muchos piensan que la KGB soviética implantó su modelo de seguridad estalinista en Cuba. Pero fue la Stasi, de la Alemania comunista, heredera de los métodos nazis. Así que los campamentos estaban construidos según los campos nazis -y algo del gulag soviético-, que funcionaban con una fría y calculada eficiencia alemana. Éramos piezas sin nombres ni derechos, parte de una maquinaria donde lo colectivo borraba toda humanidad.

Además de castigos psicológicos, ¿recibieron castigos físicos?

-Si no obedecías, respondías con rapidez a una orden, no cumplías con tus normas de trabajo, o te acusaban de tener sexo con alguien (los nombres los proveían los chivatos que estaban entre nosotros), te sacabas las cejas o maquillabas, entre los castigos que te aplicaban estaban:

-El hoyo, enterrarte hasta el cuello; El trapecio, colgarte por las muñecas en el aire y la circulación de la sangre y los líquidos corporales se acumulaban en las piernas, creando unas inflamaciones muy dolorosas; El palo, como San Sebastián, atado, desnudo, a un poste, con unas fuertes luces sobre ti, que atraían a los mosquitos y jejenes, que prácticamente te comían; El ladrillo, parado sobre un ladrillo durante horas o toda la noche, si te movías o te caías, dos guardias a cada lado te golpeaban, El barril, lleno de agua, en el que te metían la cabeza al punto del ahogo, te sacaban hasta recuperarte y lo volvían a hacer. También vi sentar a alguien, atado, sobre un nido de hormigas bravas y a otro acostarlo sobre unas ramas con espinas.

-¡Pero castigos de verdad, los físicos-psicológicos! A comienzos de 1965 se celebró en Cuba un Congreso de Psicología Marxista, con participantes de México, Chile, España, Francia, Italia, la Madrecita URSS, Bulgaria, y profesores de la Universidad Carolingia de Praga, entre otros. Allí se esbozaron varios métodos para la 'solución final' del problema de los maricones. Al finalizar, a muchos los invitaron a quedarse en Cuba, cooperando con la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, el Instituto Nacional de Higiene Mental y doctores del manicomio de Mazorra. El objetivo era aplicar las investigaciones del ruso Pavlov, acerca de la conducta condicionada: los animales identificaban las campanadas y los colores de las luces, con diferentes reacciones y actitudes, así que apenas las escuchaban o veían, respondían.

-Los checoslovacos, además, trajeron las 'máquinas de curar la mariconería', que en realidad eran para los electroshock y los detectores de mentiras. Ellos, al igual que los soviéticos, pensaban que la sexualidad podía reacomodarse y esto aplicaron en los países del eje comunista y pensaban que en Cuba sería efectivo, para que los maricones se transformaran en el Hombre Nuevo, un machazo criollo guevarista.

-Así, mientras veías películas pornográficas de sexo heterosexual y mujeres desnudas, te daban café, cigarros, jamón (¿qué era eso?), agua fría, refrescos... Después, cambiaban de 'palo pa'rumba' y veías machos encuerados, falos erectos, mientras te aplicaban los electros o te inyectaban insulina para choquearte -ahora se está aplicando en China, y aquí en Estados Unidos los evangelistas tienen su versión.

-Sesión tras sesión te hacían preguntas y valoraban 'el progreso' alcanzado. Solo a los muy masculinos los aceptaban, a los que eran damas versallescas. ¡No! ¡Ay Olofi! ¿Cómo me escogieron? Tú le ibas cogiendo el golpe y te confesabas adorador de vaginas, viéndolas en todas las manchas que te mostraban. ¡Qué asco, fo, un hombre! Pero al cabo de unos seis meses, se dieron cuenta que el que nace… Y se acabó el rejuego marxista de transformarnos en animales utilizables, para seguir siendo 'animales degenerados'.

¿A quiénes de tus copadecientes recuerdas con cariño, o solamente recuerdas?

-¡Tantos que no cabrían en una larga lista! Pero escojo a Julio Ernesto, en el campamento mixto en Ciego de Ávila. Guajiro analfabeto, de 16 años, descendiente de los canarios que poblaron aquellos campos. Cachetes rosados, rubio, ojos verdes. Los bugarrones lo acosaban y le decían Manzanita. Su hermoso rostro se llenó de cicatrices por los golpes, cojeaba por un menisco que le fracturaron, rezaba con unos labios que se le partían y nunca podían sanar, porque al próximo día le hacían lo mismo. "¡Grita que viva Fidel!”, le ordenaban, o frases parecidas. Los testigos de Jehová lo resistían todo, resignados, como parte de la promesa de la nueva Jerusalén. Pero quizás Julio Ernesto le pidió permiso o perdón a Jehová: se colgó de una viga en uno de los cuarticos de las letrinas. Los guardias entraron en la barraca, era un domingo, día de descanso. Y nos escogieron a tres para cortarle la soga y bajarlo, meterlo en un camión que se alejó, llevándose nuestra última esperanza en los humanos, dejando paso al odio a los cubanos partícipes de la complicidad, diría que un 95 por un ciento. Y en el mundo alucinante.

-Heriberto Cancio, Esther Williams, el 28. Fanático de dicha actriz, sus películas le jodieron la vida. Para los shows llenaba de agua uno de esos barriles donde traían el petróleo soviético o las palanganas, se metía adentro o se echaba cubos de agua, bailando y cantando: ¡Ae, ae, ae la chambelona, yo no tengo la culpita, ni tampoco la culpona, de ser maricona! Fuimos a un cañaveral, junto a un pequeño río que corría bajo una quebrada. A la hora del descanso, de 20 minutos a media hora, se puso en el borde, alzó los brazos triunfales, nos sonrió, dijo ¡Viva la Reina de los Mares!, y se tiró de cabeza. Pero no era tan hondo como creía y se enterró verticalmente con la cabeza incrustada en el fango, muriendo desnucado al instante. A los gritos y llantos el sargento Cuesta replicaba “¡Sáquenlo, maricones!”. Y hala que hala, la cabeza una bola de fango que le limpiamos. Estalló una de esas imprevistas tormentas tropicales y pusimos el cadáver en el comedor, con cuatro chismosas a cada lado, y lluvia y más lluvia. Se inundaron los caminos, y el camión militar no se lo pudo llevar al cementerio de tumbas anónimas. Varios días de calor y humedad, el cuerpo hinchándose sobre la mesa de hormigón, y la peste volando, que entraba a las barracas para recordarnos que de la muerte no hay huida. Tengo otros, pero dejémoslos descansar.

¿A quiénes de los jefes recuerdas con afecto o con repulsión?

-La memoria es mala y mal agradecida. Se recuerda más a quien te pateó, que a quien te limpió las nalgas. Es que eran tan pocos los buenos. Sí, el cabo José Antonio. Aunque estaba prohibido, siempre le llevaba agua a los que sufrían en El hoyo y El palo. A los pocos buenos, ¡gracias! Con repulsión, a un tal sargento Echevarría, que siempre sonreía cuando nos golpeaba. De los otros prefiero no acordarme.

Hoy, tantos años después, ¿guardas rencor, has perdonado a tus verdugos?

-Pregúntenles a los pocos viejitos judíos sobrevivientes del Holocausto, y a los del gulag soviético, a los descendientes de los negros que ahorcó el KKK, a quienes les mataron sus familiares las guerrillas latinoamericanas, a los que Mao Tse Tung asesinó durante la Revolución Cultural. Yo, pues el odio y el rencor, el artista lo diluye en su obra. Practico el budismo zen, que te enseña a luchar contra el lobo de tu condición humana. Y aunque es difícil cuando se ha vivido tanto malo, perdonar es como el viento, y el odio cargar una montaña. En Nueva York me encontré con aquel jefe en las UMAP que me dio un bayonetazo en el rostro. Le dije: ¡Bienvenido al país de la libertad! Y me fui a disfrutar mi diaria caminata por el río Hudson.

¿Deseas agregar algo más?

-He perdido al que fuera mi país, aunque encontré otro: ¡Gracias, USA!. Mis viejos han muerto, a los sobrinos que nacieron tras exiliarme -no soy diáspora- no los conozco. Soy el tío de los dólares, otros no me tratan porque les conviene o siguen creyendo en “aquello”, lo cual les respeto.

-No siento nostalgias. Pero era mía una Habana que adoraba, no soy nacionalista, pero disfruto mi cultura antillana. Más o menos la trasplanté aquí, pero no es lo mismo. La casa donde nací, la derrumbó la desidia, en la finca donde adoraba a mis orishas, vive una familia de militares. En lugar de enterrar mis cenizas bajo Iroko, la ceiba, serán lanzadas al Hudson. Creo que me lo he ganado con tanto acontecer: ¡YO NO OLVIDO!

Félix Luis Viera
Cubaencuentro, 29 de septiembre de 2015.
Foto: Héctor Santiago, teatrista y escritor cubano. Tomada de Cubaencuentro.

Ver la web UMAP Cuba 1965. Leer también: ¿Qué fueron las UMAP?; El cardenal Jaime Ortega, las Umap y el mandato de Dios; El reverendo Suárez en la UMAP  y discurso pronunciado por Fidel Castro el 13 de marzo de 1966 en la escalinata de la Universidad de La Habana.