lunes, 21 de octubre de 2024

El reparto Lawton de La Habana

La República significó el momento de mayor consolidación urbana de La Habana y la etapa más prolífica de su arquitectura, considerando la gran variedad de estilos empleados, el volumen de inmuebles construidos, las diversas tipologías y la altísima calidad técnica alcanzada. Asimismo, incorporó una infraestructura técnica eficiente, una amplísima red de servicios y comunicaciones, y una producción industrial que suministraba parte sustancial de lo requerido por la floreciente capital.

En el lapso de casi 60 años se hizo muchísimo, aunque parte de esos progresos se habían iniciado en la segunda mitad del siglo XIX. En términos de planeamiento urbano, El Vedado preconizó, frente a la trama compacta tradicional, la efectividad de un modelo equilibrado y ordenado, que hasta hoy constituye un ejemplo viable de barrio residencial. Otros repartos contemporáneos aprovecharon sus lecciones, apuntadas y dirigidas desde 1861 por las nuevas ordenanzas de construcción.

El Vedado constituyó un caso excepcional al haber urbanizado de manera simultánea varias fincas privadas. Esto le confirió gran homogeneidad a la amplia superficie que lo define. Sin embargo, la mayoría de los barrios habaneros fueron la suma de distintas fincas urbanizadas en distintos momentos, que se enlazaron a la vecina ampliando la trama de la ciudad.

El reparto Lawton, por ejemplo, es la sumatoria de 12 fragmentos diseñados entre 1859 y 1953. Sus primeros tramos son contemporáneos a El Vedado y el Carmelo (1859-60), a Santos Suárez (1859-60) y a Catalina de la Cruz (1864), núcleo fundacional de La Víbora. Situado a la altura de este último, trazó el terreno ubicado al este de la Calzada de Jesús del Monte (hoy Diez de Octubre). Allí aprovechaba las excelentes visuales de las elevaciones de la zona con un trazado moderno que, a diferencia de El Vedado, terminó siendo bastante heterogéneo e inconstante en el uso de jardín, portal, pasillo lateral y pared medianera.

El núcleo inicial de Lawton estuvo constituido por dos pequeños repartos: Ferrer (1859-60) y Salazar (1860). Cada uno ocupó el terreno de dos fincas. Sin embargo, la ejecución de ambos demoró hasta 1907-1909, cuando el negociante norteamericano Guillermo W. Lawton Green se convirtió en su principal inversor e impulsor inmobiliario. Sus límites generales eran entonces Diez de Octubre, Acosta, Porvenir, Santa Catalina este, Lawton y Dolores.

Debido a la gestión de sus licencias durante los mismos años y a la correlación del terreno, resultó un trazado unitario con calles rectas y continuas, con manzanas de 100x100 metros, a excepción de las que dan a Diez de Octubre, dada la irregularidad del camino colonial; y a Acosta, que atraviesa diagonalmente el reparto provocando manzanas triangulares. El uso de portales fue bastante regular, aunque la mayoría evitó el carácter público reglamentado, violación extendida a casi todos los repartos construidos en la periferia. El jardín, en cambio no fue muy frecuente.

Durante la fiebre constructiva republicana, Ferrer y Salazar sumaron diez ampliaciones. En conjunto abarcaron la amplia zona conocida hoy genéricamente como Lawton. Los nuevos repartos fueron: Primera y Segunda Ampliación de Lawton (1912), Batista (1914), Tercera y Cuarta Ampliación de Lawton (1915 y 1919, respectivamente), Primera Ampliación de Batista (1920), Quinta y Sexta Ampliación de Lawton (1923 y 1950, respectivamente), Santa Inés (1943-1944) y La Mallorquina (1953).

La mayoría tuvo en los precedentes decimonónicos sus principales premisas y normativas urbanas, a excepción de la Ampliación de Batista, conformada por manzanas irregulares de trazado circular; de la Sexta Ampliación de Lawton, con manzanas de 100x50 metros y algunas calles muy estrechas (diez metros) como General Rosas, General Marrero, General Rodríguez Fuentes y Eduardo Lores; y de La Mallorquina, estructurada a partir de la legalización de asentamientos clandestinos.

En todo Lawton se prefirió la vivienda individual de uno o dos niveles a la concentración de edificios de inquilinato, construidos en las vías principales a finales de la década de 1940, lo que en alguna medida ha controlado la sobrepoblación y el hacinamiento. En cuanto a los servicios técnicos, asumió con eficacia los progresos tecnológicos del momento, incorporando paulatinamente los que se introducían en la capital —gas licuado, teléfono, etc—.

A pesar de la irregularidad del terreno de Lawton, la topografía fue un elemento a aprovechar, potenciando las virtudes ambientales y visuales de la zona, que en la Sexta Ampliación alcanza los 35 metros sobre el nivel del mar. En general, el sur de La Habana se consolidó como una zona residencial obrera, sin llegar en el caso de La Víbora o Lawton a erigirse como barrios obreros tradicionales, si por ellos se entiende la incorporación de fábricas y la dependencia de la dinámica y vida de la urbanización que las envuelve. De industrial tuvo Lawton los talleres ferroviarios instalados en los límites con Luyanó, a los que se vincularon buena parte de los vecinos como mecánicos y operarios; además de un matadero, la destilería Habana y la fábrica de pintura The Sherwin Williams Company of Cuba.

Dentro de los repartos del sur, Lawton tuvo un alto estándar y calidad paisajística. Hoy lamentablemente se encuentra muy deteriorado, al igual que el resto de la capital. Con diferente nivel de conservación, perviven algunos de sus edificios icónicos. Entre ellos están "los castillitos", viviendas de piedra historicistas con techos a dos aguas muy pronunciadas que suelen ser la fascinación del barrio; el Convento e Iglesia de Santa Clara, trasladados de su primer emplazamiento en La Habana Vieja entre 1919 y 1922; la iglesia neogótica de los Pasionistas (1948); el estadio Rafael Conte (1939); y, de los cinco cines que existieron, el San Francisco (1939) y el Erie (1946), aunque sin las funciones originales.

Yaneli Leal
Texto y foto: Diario de Cuba, 18 de agosto de 2024.

lunes, 14 de octubre de 2024

Cuba: menos maestros y más adoctrinamiento en las escuelas

Como siempre sucede en la Isla, el relato oficial está muy alejado de la realidad. Un metodólogo de enseñanza secundaria en un municipio de La Habana, cuenta que en reuniones sostenidas con altos funcionarios del Ministerio de Educación predominaron las consignas políticas, para intentar camuflar el desastre en la planificación del curso escolar 2024-2025.

“Seamos más o menos importantes, los funcionarios cubanos somos peleles manipulados por el partido comunista, que es quien ordena lo que se debe hacer. Es una puesta en escena. Y nosotros somos los actores. Al principio uno intenta rebelarse. Pero luego ves que no puedes cambiar nada. Tienes dos opciones: o te pliegas al sistema o el sistema te devora. Yo opté por plegarme. Colorear la realidad, decir mentiras y buscar la forma de sacarle rédito al cargo. Doy repasos por la izquierda, cobro 400 pesos por cada clase. No es ético, pero lo hacen la mayoría de los profesores”.

En opinión del metodólogo, la ministra de Educación Naima Trujillo Barreto, “es una funcionaria con el pelo teñido de rubio que cuando los directivos se quejan, apela a los principios revolucionarios, a la creatividad y a pegar el oído a la tierra, el mismo discurso de Díaz-Canel y su comparsa. A ella, como a sus camaradas del partido, se le debe decir lo que quieren escuchar. En esa reunión se minimizaron los problemas. Se maquillaron las estadísticas sobre el déficit de maestros, el número de escuelas reparadas y se le vendió la narrativa de que el llamado Tercer Perfeccionamiento del Sistema de Educación marcha bien”.

El martes 27 de agosto, la ministra y su corte asistieron a la Mesa Redonda, un programa doctrinario de ficción política que distorsiona la dura realidad de los cubanos. Delante de las cámaras de televisión, Trujillo Barreto señaló que a partir de un recorrido que realizaron por todo el país se identificaron muchas problemáticas que se manejarán en el transcurso de los próximos días, pero “hay mucho empeño y profunda interpretación de todos los temas trabajados en los seminarios nacionales. Mucha gente trabajando intensamente en los territorios y comprometidas con lo que les corresponde asegurar para que el curso tenga el éxito al que aspiramos”, dijo la ministra ante la sonrisa lisonjera de Randy Alonso, un sumiso periodista estatal.

Entre las prioridades del nuevo curso escolar, según los edecanes del régimen, destaca un programa de “descolonización cultural, aprendizaje de la historia (versión castrista) así como el desarrollo de las habilidades idiomáticas, la innovación y la cultura digital”. Dennis, profesor de informática, sonríe cuando se le pregunta acerca de la educación en el país. “Desde hace tiempo, las instituciones del gobierno compiten a ver quien dice la mentira más grande. No se puede hablar de innovación y cultura digital cuando las escuelas en Cuba no tienen acceso a internet, excepto las universidades y su uso es racionado, y las clases de computación se suspenden porque los equipos son del año de la corneta y la mayoría están rotos o no funcionan”.

Una profesora de preuniversitario explica de qué trata el programa de ‘descolonización cultural y aprendizaje de la historia’. “A la carrera nos dieron un seminario. Las autoridades consideran que existe un retroceso en la enseñanza de la historia a niños y jóvenes. Afirman que el uso de las redes sociales, ver seriales y filmes de EEUU, promueve un ‘discurso cultural hegemónico que distorsiona los valores revolucionarios’. Imagínate, pararte en un aula y hablar esas tonterías que nadie cree, cuando la mayoría de los estudiantes tienen planes o sueñan con emigrar. Es no tener sentido del ridículo”.

Un maestro de la enseñanza primaria comenta que los directivos de educación de su municipio, "nos propusieron que entre las actividades para incentivar amor por la revolución y sus dirigentes, se deben organizar visitas al museo local y al Centro Fidel Castro, que radica en el Vedado. Esa gente vive en Narnia. Desconocen que el museo municipal hace dos años está cerrado. Y ¿de qué forma voy a llevar hasta el Vedado a decenas de niños con el déficit del transporte que hay en la capital? A no ser que el Ministerio de Educación ponga guaguas para llevarnos y traernos. Son cosas que dicen para quedar bien con el gobierno, pero ellos saben que son irrealizables en las condiciones actuales del país".

Un funcionario de educación apunta que “la versión oficial sobre el nuevo curso escolar está totalmente alejada de la realidad. En el municipio donde trabajo solo se han reparado el diez por ciento de las escuelas. Casi todas tienen los baños clausurados, en casi ninguna hay agua y una parte importante de los muebles escolares se encuentran en mal estado. Un problema gravísimo es la falta de maestros. De acuerdo al Ministerio de Educación, faltan 24 mil profesores en la Isla. Probablemente sean muchos más. La mitad de los maestros no poseen títulos pedagógicos. Algunos son profesionales que los contratan para que den clases en la enseñanza primaria, secundaria y preuniversitaria".

"Otros son 'maestros instantáneos', como les dicen, porque los sacan de las aulas en el segundo o tercer año de la carrera. Hay casos de profesores que terminan un turno de clase en una escuela y deben caminar un kilometro hasta otra escuela para dar clases por falta de maestro en determinada asignatura. Debido a la escasez, se han relajado las normas de contratación. He tenido que recontratar a personas que por diversas razones habían sido expulsadas de educación. A ese desastre hay añadir que el material escolar no está completo. Los nuevos libros no los hemos recibido. Dicen que llegarán antes de que termine el año. Lo mismo dijeron el curso anterior y nunca llegaron”, afirma el funcionario.

Cuando usted habla con familiares de alumnos de todos los niveles de enseñanza, la lista de quejas es amplia. Reinier, padre de dos niños que cursan la primaria, dice que en este curso, a sus hijos les toca un nuevo uniforme, "pero no han llegado a la tienda. He tenido que gastar 5 mil pesos en cuatro camisas y 10 mil pesos en cuatro pantalones, 15 mil pesos en total. Y mi salario como contable en una empresa es de 6,400 mil pesos. Gracias a mi hermano que vive en Miami pude comprar los uniformes. Además me envió tenis, mochilas y útiles escolares. No me puedo quejar”.

Pero muchos padres en Cuba no tienen familiares en el exterior. Es el caso de Sonia, quien confiesa encontrarse sumamente estresada. "Mi hija es estudiante de preuniversitario, no tengo parientes en la yuma y a pulmón he tenido que reunir dinero para comprarle un teléfono móvil, una bolsa y un par de tenis decentes, pues los muchachos se burlaban de los zapatos que llevaba a la escuela y ella estaba acomplejada. Sin contar que tengo que darle dinero para que compre algo de comer cuando salga del instituto. Y pagarle 200 o 300 pesos a un repasador, porque no en todas las asignaturas reciben buenas clases. Después en la escuela tienen el descaro de pedirles ‘ayuda’ a los padres, ya sea detergente para limpiar las aulas o reunamos dinero y compremos un ventilador, para que los muchachos no pasen tanto calor”.

Pero el tema que mayor descontento ha generado entre los padres es la intención del régimen de que los estudiantes trabajen quince días en la agricultura o arreglando tarjas y monumentos. Le pregunté a once familias si iban a autorizar a sus hijos. Las once respondieron No.

“Ya no les basta con el adoctrinamiento en las escuelas, hablando de Fidel y contando la historia a su manera. Ahora pretenden regresar a las fatídicas escuelas en el campo, donde separaban a los hijos de sus padres, trabajando gratis en labores agrícolas. Esa etapa ya pasó. Los tiempos han cambiado”, manifestó Maritza, una de las encuestadas, ama de casa y madre de dos alumnos de secundaria.

En Cuba, supuestamente, la educación es gratuita. Luisa, abuela de un nieto que cursa el quinto grado, piensa que es bastante cara. “En la compra de dos uniformes, un par de tenis, una mochila, un merendero, lápices, libretas y plumones, ya he gastado 250 dólares. En un país donde no hay nada, los alumnos quieren ir a la escuela con tenis Adidas o Nike. Los colegios parecen pasarelas. Por suerte mi hija, la madre de mi nieto, desde Estados Unidos me envía dólares para esos gastos y para prepararle buenas meriendas”.

A pesar de tener un nivel de vida un poco mejor, Luisa reconoce que es muy deprimente la vida actual de los cubanos. “En los barrios apenas ves muchachos jugando en las calles. Y han aumentado los niños, como mi nieto, que sus madres han emigrado y son cuidados por sus abuelos". Dentro de un tiempo, los progenitores sacarán del país a sus hijos. Y en Cuba solo quedarán los más viejos.

Iván García
Foto: Del acto por el inicio del curso escolar 2024-2025 en Santa Clara. Tomada de Radio Sancti Spiritus.
Leer también: Escuelas y maestros en Cuba: ayer y hoy.

lunes, 7 de octubre de 2024

Se desploma la salud pública en Cuba

Pasado el mediodía, sudorosa llega la doctora Geiser, 28 años, al destartalado consultorio en la barriada de Santos Suárez, municipio Diez de Octubre, al sur de La Habana. Antes de ponerse su bata blanca y atender a los pacientes, guarda en el armario una bolsa de pan suave, dos aguacates y cinco libras de costilla de cerdo que compró en un mercado agropecuario cuando iba hacia el trabajo.

El consultorio del médico de la familia debe abrir a las nueve. Pero la escasez de insumos y medicamentos es una de las razones para que Ismary, la enfermera, duerma hasta las once de mañana y luego de comer un tentempié, camine los dos kilómetros existentes entre su casa y el consultorio. Cuando llega, en la antesala esperan seis pacientes. El local presenta un estado ruinoso. El piso sucio, la mayoría de las sillas plásticas del recibidor están rotas y una lámpara de luz fría que cuelga inclinada del techo amenaza con caerse.

El salón de enfermería no tiene iluminación. En el estante de los medicamentos solo hay yodo y mercuro-cromo. Un pequeño equipo para esterilizar agujas y boquillas de aerosol, que les donaron, hace tiempo que está roto. En el vestíbulo cuelga un mural desactualizado donde aparecen estadísticas de la salud pública en 2003. “Parece que ha pasado un siglo. El nivel de cobertura sanitaria en los últimos veinte años es un desastre cuando se cotejan esos números con los de la actualidad”, comenta un señor con una quemadura en su brazo derecho.

En 2003, se lee en el mural, las instituciones de salud pública en Cuba contaban con 286 hospitales, de los cuales 83 eran generales, 34 clínico-quirúrgicos, 26 pediátricos, 18 ginecobstétricos, 18 materno-infantiles, 64 rurales y 43 especializados. Además, funcionaban seis cardiocentros, 289 hogares maternos y 1,961 farmacias bien abastecidas de medicamentos. La tasa de mortalidad infantil era de 4,8 por mil nacidos vivos y la esperanza de vida de 77,79 años. Las mujeres sobrepasaban los 80 años y el 99,1% de la población era atendido por los consultorios del médico de la familia, que formaban parte de la estructura de atención primaria de salud.

Ha llovido mucho desde entonces. Ahora, revela un funcionario del MINSAP, “la mortalidad infantil es superior a nueve cada mil nacidos vivos y en muchas provincias ronda el doce o trece por ciento. Más de un tercio de los hospitales se han cerrado o no prestan servicios para los que fueron diseñados. El 60 por ciento de los consultorios del médico de la familia ya no funcionan. El número de médicos, enfermeros y técnicos de la salud ha caído en más de 75 mil en comparación con 2003”.

De muestra un botón. “Solo entre 2022 y 2023 hay 46 mil trabajadores de la salud menos. De esa cifra, 12 mil son médicos. Hace quince años los policlínicos comunitarios contaban con consultas semanales de especialistas médicos. Actualmente, los pacientes deben trasladarse, incluso de una provincia a otra, para atenderse y las consultas suelen ser cada dos meses. Las clínicas estomatológicas o están cerradas o funcionan como entidades privadas por la izquierda. La esperanza de vida ha caído a los 73 años para los hombres y 76 para las mujeres. La escasez de alimentos y medicamentos inciden en ese retroceso. Solo se están aplicando intervenciones quirúrgicas de urgencia. En los hospitales faltan desde agujas desechables hasta esparadrapo. Es un desastre absoluto”, afirma el funcionario.

La doctora Geiser intenta hacer su trabajo sin apenas insumos médicos. “Podemos hacer algunas curaciones gracias a la ayuda de algunos vecinos que han donado un poco de algodón y gasa. Cuando vienen a inyectarse, traen sus propias agujas desechables. La mayoría de los tratamientos que receto son a base de medicina verde. Es muy doloroso atender al hijo de una familias de bajos recursos o un anciano jubilado que gana un pensión de 1,500 pesos que en los negocios privados no pueden comprar, por no tener dinero, los antibióticos para su tratamiento”.

En una hoja de un cuaderno escolar, la doctora Geiser anota los medicamentos a tomar y el tratamiento a seguir. Los bolígrafos se lo regalan los pacientes. “Nos mantenemos trabajando a pulmón. Mi salario de 6 mil pesos equivale a 20 dólares. El sueldo de la enfermera es de 4 mil pesos. Abrimos el consultorio dos o tres veces a la semana. El resto de los días tenemos que salir a la calle, a resolver la comida de nuestras casas. Aunque éticamente es incorrecto, la mayor parte de los médicos y personal de salud gana un dinero extra atendiendo a pacientes por la izquierda. Es la única forma de no morirte de hambre. La otra es que te caiga una misión en el extranjero”.

“Aunque el gobierno se queda con el 80 por ciento del salario en divisas que te pagan, al menos puedes buscarte entre 7 mil o 10 mil dólares, depende el tiempo de estancia y el país que te toque. Los mejores destinos son Italia, Sudáfrica, Qatar, México. Los peores, Haití y Venezuela. Si quieres que te otorguen un buen destino tienes que pagar dos mil o tres mil dólares por debajo del tapete”, explica la doctora.

A pesar que la exportación de servicios médicos ingresa miles de millones de dólares anuales, la mayor parte de los hospitales que prestan servicio a la población están en regular o mal estado constructivo. La higiene deja mucho que desear al igual que la atención médica. Los pacientes que ingresan en los centros médicos deben llevar sábanas, toallas, un ventilador, el agua que toman y un cubo para bañarse, entre otras cosas.

Según el funcionario del MINSAP en “del 2008 al 2015 se ingresaron entre 7 mil y 11 mil millones anuales de dólares por la exportación de servicios médicos. Suficiente dinero para mantener con calidad el sistema sanitario en la Isla. Pero GAESA utiliza ese dinero en la construcción de hoteles y otros negocios”.

De acuerdo con cifras de los primeros seis meses de 2024 publicadas por la estatal Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) el sector del ocio y el turismo recibieron un presupuesto quince veces superior a la agricultura, ganadería y silvicultura. Y 17 veces mayor cantidad de dinero que el destinado a Salud Pública y Asistencia Social, que recibió 769 millones de pesos. A pesar de que en 2023 había 46 mil trabajadores de la salud menos que en 2022, el régimen tiene a más de 22,400 colaboradores de la salud cubana en 59 países. Y negocia nuevos contratos con otros países.

El déficit de medicamentos, la pésima alimentación y el envejecimiento poblacional, que roza el 25 por ciento de la población mayor de 60 años, incide en el progresivo deterioro de la salud de la ciudadanía. Desde hace más de diez años, en Cuba mueren más personas de las que nacen.

Dania, psicóloga con dos décadas de experiencia profesional, cuenta que “los suicidios y conductas suicidas han aumentado un 23% en los últimos cuatro años en el municipio Diez de Octubre, el más poblado de La Habana y el tercero del país detrás de los municipios cabecera de Santiago de Cuba y Holguín. Un dato preocupante: si hace una década la mayor parte de los que se quitaban la vida, o lo intentaban, eran personas de la tercera edad, principalmente hombres que vivían solos, en estos últimos años se ha disparado el suicidio de jóvenes y adolescentes en edades comprendidas entre 12 y 35 años”.

“Históricamente, el suicidio en Cuba, figura entre las primeras diez causas de muerte. El porciento por cada cien mil habitantes se ha mantenido por encima del 12 y el 15 por ciento. Pero a partir de 1972, las tasas crecieron hasta colocarse entre las primeras a nivel mundial y el cuarto en América Latina. En 1982 se alcanzó un récord nefasto al aumentar los suicidios hasta el 23,2%. Ahora no tenemos cifras actualizadas. Pero atiendo muchos casos de pacientes que han atentado contra sus vidas debido a la frustración y la falta de futuro”, apunta la sicóloga.

Para el régimen castrista es más importante construir hoteles que comprar medicamentos.

Iván García

Foto: Tomada del tuiter de una persona que en junio de 2023 escribió: "Hoy es la segunda vez que vuelve a caerse pedazos del techo en el salón del postoperatorio del hospital Calixto García en La Habana. Cayeron lozas del falso techo. La primera vez, hace tres semanas, cayeron algunos escombros encima de un médico y un paciente".

lunes, 30 de septiembre de 2024

Con farmacias privadas, los medicamentos no faltarían en Cuba

Las primeras farmacias de que se tiene conocimiento surgieron hace más de 4.000 años en Mesopotamia (sobre todo en Babilonia), China, Egipto y la India, con pomadas, lociones, cataplasmas, enemas, infusiones, vinos, emplastos, y otros preparados medicinales rudimentarios. Luego en la Edad Media, en el siglo XIII, nació ya la farmacia moderna cuando se separaron la profesión de farmacéutico y la de médico, y se dejó a un lado lo mágico, las supersticiones, los curanderos y los brujos. En 1221 los frailes dominicos crearon la Farmacia de Santa María Novella, primera farmacia de Europa, en Florencia, Italia.

Y desde sus primitivos inicios hace milenios hasta hoy las farmacias en todo el planeta han sido y son privadas, con la excepción de los países comunistas entre 1917 y 1991, y hoy en los dos actuales sobrevivientes de ese aberrante sistema económico, Cuba y Corea del Norte. En Cuba las 3.000 farmacias existentes son del Estado, que encima está en la quiebra financiera y no tiene dinero suficiente ni para producir, ni para importar medicamentos.

Por eso en la Isla de cada diez medicamentos imprescindibles, ¡faltan siete! Y no es una exageración "contrarrevolucionaria", lo adminite el mismísimo ministro de Salud Pública de la "potencia médica" (¿se acuerdan?), José Portal Miranda, quien informó en la Asamblea Nacional que Cuba carece del 70% de los medicamentos básicos que necesitan los pacientes. ¿Cuántos faltarán dentro de cinco o seis meses?

Además, el verdadero faltante puede que sea hasta de un 75%, si tenemos en cuenta la cultura castrista de manipular las estadísticas cubanas oficiales por razones políticas. El déficit nacional, dijo el ministro, "se concentra casi por entero en los medicamentos que se venden en las farmacias con tarjeta de control, que incluyen un 80% de las medicinas del cuadro básico". Es decir, son medicinas para pacientes con serias enfermedades crónicas.

Esas tarjetas de control son las cartillas de racionamiento de medicamentos, las "libretas" de Salud Pública. Con ella, con el carnet de identidad, y repleto de paciencia para hacer la cola, el paciente va a la farmacia en la que le "toca" (está obligado) adquirir la medicina. Allí le revisan el certificado médico y muchas veces se la niegan, le dicen que vaya a su doctor para que certifique que sigue necesitando esa medicina.

El ministro Portal Miranda precisó que, de los 651 medicamentos que se venden en las farmacias, ¡faltan 359! Y que los 292 restantes no están disponibles todo el tiempo, pues hay baches intermitentes (cada vez más prolongados). Un detalle clave. Los fármacos por la "libreta" no existentes ahora incluyen muchos de los más necesarios para enfermos crónicos, como los antihipertensivos, ansiolíticos, hipoglicemiantes, broncodilatadores y los neurolépticos o antipsicóticos.

No es posible que haya hoy en ningún otro país en el mundo con las farmacias vacías. Las cubanas ya no tienen ni aspirinas. Son asombrosas, patéticas y tristes las fotos recientes de cualquier farmacia cubana con sus estantes vacíos. En tanto, los que gobiernan el país se dedican a agravar esta crisis. Ninguno se pregunta cuántas personas en Cuba fallecen o empeoran fatalmente de sus padecimientos por falta de medicamentos indispensables.

Y pongo un hipotético ejemplo: Julián tiene 52 años y trabaja en una agencia bancaria en Mayarí, Holguín, no tiene familiares en el extranjero. Padece de severa y persistente hipertensión arterial, pero se le acabó el medicamento que necesita y en la farmacia que le corresponde adquirirlo con su "libreta" médica no se recibe hace dos meses. Sufre entonces un derrame cerebral y muere en su casa. ¿Habría fallecido Julián si las farmacias cubanas fuesen privadas?

Porque ahí está el detalle, que las farmacias no pueden seguir siendo del Estado. Lo indignante es que la cúpula dictatorial lo sabe, como sabe también que el modelo económico socialista no funciona. Pero no cede espacio al sector privado porque teme que se le vaya de las manos y perder el poder político. Una muestra de que el régimen es consciente de la gravedad de la crisis de medicamentos es que autoriza a los viajeros la entrada al país de medicinas sin pagar nada por ellas en las aduanas, y sin importar el exceso de peso del bulto importado.

Por supuesto, eso ha aumentado el comercio subrepticio de medicamentos, que ya constituye el incipiente embrión de la futura red de farmacias privadas que habrá en el postcastrismo. Pero lo hace con mucho riesgo, esquivando policías, esbirros-inspectores. Y así salva vidas y cura enfermos, al proveerles los medicamentos que no existen en las farmacias, hospitales ni policlínicos.

Ya hay no pocas "farmacias particulares", así llamadas por la población. Todas underground, sumergidas en la clandestinidad. El ¿general? Castro II, cual perro del hortelano, ni suministra medicinas, ni permite que nadie más lo haga. Hostiga, multa o encarcela, a los pequeños comerciantes farmacéuticos privados que cubren el dramático vacío que deja la absurda farmacia estatal.

Y hay algo muy importante. Hoy la mayoría de las medicinas más necesarias a las que tienen acceso los cubanos tienen dos fuentes básicas: 1) paquetes con medicinas enviados a la Isla, o maletas y bultos que llevan personalmente los cubanos que viajan y regresan a Cuba, las "mulas", y otros viajeros; 2) las que se roban en los hospitales, farmacias, policlínicos, puertos, aeropuertos, almacenes, etc. Los trabajadores que roban medicamentos lo hacen sin remordimiento alguno, pues son testigos de cómo los roban sus jefes, los dirigentes políticos y gubernamentales. A ninguno de esos oligarcas comunistas, ni a sus familias y amistades más allegadas, les falta jamás una medicina, sobre todo las más sofisticadas, por caras que sean.

Saben que esa cofradía "revolucionaria" dispone además de hospitales y clínicas exclusivos para ellos, como el CIMEQ y otro en el reparto Kohly, ambos en La Habana, equipados con todo. Y con custodia militar para evitar intrusos o prensa. Todo ello pagado con el dinero que también le roban al pueblo. Además, si el Estado lograse acabar con el comercio privado de medicamentos no habría por ello más cantidad de estos en farmacias y hospitales, y sí más enfermos morirían o se agravarían, mientras que oligarquía dictatorial tendría más medicamentos a su disposición.

Pero lo más importante es que los comerciantes furtivos de medicamentos, o "revendedores", como los califica el régimen son consecuencia del estatismo comunista y no la causa de escasez de medicinas. Que Castro II, Díaz-Canel o Manuel Marrero respondan esta simple pregunta: ¿Había en Cuba antes de 1959 revendedores clandestinos y escasez inaudita de medicamentos fundamentales?

Y que no repitan que muchos pobres antes no las podían comprar, porque si hace 66 años el índice de pobreza en Cuba era uno de los más bajos de Latinoamérica según el Banco Mundial (BM), hoy es el más alto de la región, si se excluye Haití, tal como afirma también el BM. Es el socialismo hambreador el que ha creado una red farmacéutica privada "fuera de la ley".

Como es lógico, esos abastecedores furtivos de medicinas, luego de cubrir las necesidades de familiares y amistades, venden el resto a precios a los cuales añaden un cargo extra por el riesgo que corren de ser castigados con multas exorbitantes o de ir a prisión. Basta también ya de que la mafia gobernante se burle de los cubanos y del mundo con la falacia de que el "bloqueo yanqui" es la causa del déficit de medicamentos. En el planeta hay otros 194 países con los cuales Cuba puede comerciar libremente, incluyendo seis de los mayores fabricantes mundiales de medicamentos y productos para elaborarlos: China, Alemania, Japón, Alemania, Irlanda y la India, países con los cuales el castrismo tiene excelentes relaciones.

No solo eso, la Ley Helms-Burton no solo permite esas ventas a la Isla, sino que autorizaría exportaciones de grandes volúmenes de medicamentos a Cuba si las farmacias fuesen privadas, como en todo país normal desde los tiempos del célebre rey babilonio Nabucodonosor.

Roberto Álvarez Quiñones
Texto y foto: Diario de Cuba.

lunes, 23 de septiembre de 2024

De la sociedad de consumo a la sociedad que nos consume

“Si el dólar no baja, cerraremos”, “si el dólar no baja, subiremos el precio de la mercancía”. Esas son algunas de las “amenazas” que repiten los “mipymeros” en una “campaña contra el dólar” en redes sociales que, sin dudas, lleva el sello manipulador del régimen, ese tufo de estafa, de burla que siempre caracteriza lo que se fragua por “allá arriba” cuando se busca entretener a los de “abajo” con distracciones tontas probablemente como el más socorrido método de control cuando se extinguen las lealtades políticas.

Tanta es la matraquilla, que se escucha a gente que, incluso aceptando que jamás han tocado un dólar y que ni sueñan con comprar en una mipyme se quejan del alto precio del billete verde, y hasta maldicen a revendedores que a fin de cuentas harían lo mismo que todos en Cuba, incluidos los dueños de mipymes y hasta el mismísimo “gobierno” (que no es lo mismo, pero es igual): revender cuanto les llega a las manos, desde la caja de cigarros y la leche en polvo “de la libreta”, la balita de gas y el turno en la cola, hasta el “donativo” que en la etiqueta dice “Solo para distribución gratuita”.

Pero los “revendedores-culpables” que el régimen —bajo el disfraz de mipymero— ha construido en su campaña son la encarnación de la perversidad. Una entelequia creada para contener en sí toda esa culpa acumulada que ya no es posible atribuir por completo al “enemigo” de enfrente, y que de otro modo caería donde corresponde, es decir, en los mismos que con la Tarea Ordenamiento, el “reordenamiento”, el “ordenamiento del ordenamiento”, la “corrección de distorsiones” han parido esos “monstruitos” al estilo GAESA y en cuyo egoísmo se han “inspirado” ministros y funcionarios, tanto los que están actualmente en funciones como los “defenestrados”, tanto los hijitos de papá y mamá que hoy debutan como “mipymeros” como los otros hijos de puta que mientras intentaban convencernos entre los años 60 y 90 de lo mala que son las “sociedades de consumo” en realidad giraban el timón hacia algo mucho peor que el más despiadado capitalismo: una sociedad que nos consume y cuyo gobierno además espera de nosotros obediencia, lealtad, colaboración y agradecimiento.

Solo estando en “sintonía” con ese pensamiento típico del régimen, que lo ha caracterizado desde siempre, es que se pueden emprender campañas donde no solo se crean fantasmas que no existen —revendedores ávidos de una moneda nacional que de poco sirve, gente que especula como por deporte o por “contrarrevolución”— solo para verter culpas donde no corresponde, desviando la atención de lo que en realidad nos está haciendo daño, es decir, la consolidación de una élite a partir de la transformación —del camuflaje— de esa misma élite que hoy está obligada a mutar, a venderse como “otra cosa”, si pretende conservar el poder y perpetuarse como tal.

Y para eso necesitan no solo vender (sobre todo hacia el exterior, hacia el “enemigo”) la idea de que son “otra cosa” desligada del “Gobierno”, que su necesidad de dólares, de muchos dólares, de todos los dólares que entran a la Isla, no es para importar el último modelo de Mercedes Benz o el Cybertruck de Tesla, que no es para pagarse una mesa en la zona VIP en el concierto de Bebeshito o para vacacionar en París, sino que lo usarán en beneficio de “todos y para el bien de todos”, porque han llegado para salvarnos de una crisis, para “cambiar las cosas” cuando en realidad son harina del mismo costal.

Sueltan cosas así -tan “cheas” como una campaña de la Unión de Jóvenes Comunistas “para inaugurar el verano”- con pretensiones de un “chantaje” que a fin de cuentas no tiene sentido, en tanto a esos mercadillos (físicos u online) que popularmente llamamos mipymes solo acuden unos pocos cubanos, unos cuantos extranjeros que no dependen de un salario estatal o una pensión, y además porque todos en Cuba sabemos cuál es la fauna y la flora “verdeolivo” que habitan ese “ecosistema” de los “nuevos actores” de la economía que, vistos desde afuera, parecieran haber aceptado compartir escenario con los “viejos” pero que en realidad son el mismo “personaje” aunque en una nueva “caracterización”.

Detrás de las mipymes cubanas sabemos que hay militares en activo y en retiro, las familias de estos, los directivos de empresas estatales que “no se sabe” por cual “milagro” hicieron fortuna (y aun así no son del interés de la Contraloría ni de la Fiscalía), el exdirigente tal, el otrora cuadro ejemplar del PCC, el amigote de esta o aquella “vaca sagrada” que pastara en Punto Cero o en las cercanías de la Plaza de la Revolución, el hipócrita que desde Miami grita “abajo el bloqueo”, pero que reza para que jamás termine porque de esa hipocresía depende la fortuna que le saca a los “envíos a Cuba”, a las licencias de la OFAC, a los acuerdos con la Western Union y a los pactos con FINCIMEX.

Ni el jubilado que madruga para intentar comprar el pan o que duerme en la cola de la farmacia, ni el trabajador que espera el día del cobro para sacar los mandados de la libreta son clientes de esas mipymes donde un kilo de azúcar cuesta 500 pesos y una libra de arroz supera los 200. De modo que el otro lado lastimero de la campaña, que se disfraza de “buena gente” prometiendo “precios al alcance de todos cuando el dólar baje”, se parece demasiado a esa vieja campaña en que descaradamente nos prometieron un socialismo “próspero y sostenible” para después, como burla, imponernos este adefesio que huele mal no por las lluvias torrenciales y la basura acumulada en las esquinas sino por el sistema en mal estado que le compramos hace décadas a esos “mipymeros” de ayer —que son los mismos de hoy— con nuestros miedos, oportunismos, mediocridades y silencios.

Ernesto Pérez Chang
Texto y foto: Cubanet, 1 de julio de 2024.

lunes, 16 de septiembre de 2024

Tres tigres triplistas

Cuba pulió en la tarde del viernes la expresión más fina y mordaz de su desgracia cuando tres cubanos ocuparon el podio olímpico del triple salto masculino y ninguno representaba a su país. En una lluviosa jornada parisina, lo que frenó un tanto el alcance de los competidores, Jordan Díaz, con marca de 17.86 metros, obtuvo el oro para España; Pedro Pablo Pichardo, con 17.84, la plata para Portugal, y Andy Díaz, con 17.64, el bronce para Italia. Nunca antes en la historia del deporte había ocurrido algo similar. Quizá sea el punto más alto de la solidaridad castrista, una repartición proporcionada de las virtudes de la negritud antillana entre viejos enclaves de la Europa latina.

El atletismo no solo es una práctica por sí misma, sino aquella expresión de fondo que sostiene a las demás. Lo que otros deportes disfrazan con aditamentos, técnicas o reglas puntuales, el atletismo lo entrega de manera inmediata y al mismo tiempo elusiva por su brevedad, una belleza cinética desnuda, el hombre en relación directa con los elementos, el aire y la tierra, la velocidad y la resistencia, la distancia y el tiempo. Remite todavía a una edad prearistotélica, cuando el saber era total y cualquiera podía encargarse al unísono de la astronomía y la retórica, de la matemática y la filosofía.

Salvo el atletismo, los deportes son especificidades modernas con leyes intrincadas. La natación podría comparársele, pero el hombre es un animal terrestre, no tiene nada que hacer en el agua. La atávica extrañeza generada en las piscinas olímpicas por unos cuerpos cuyas espaldas se abren como aletas, y cuyo ritmo anfibio los descuelga por un rato del aburrimiento bípedo, nos devuelve a una edad no ya antigua, sino prehumana. No carece de belleza la natación, pero se trata de un camino evolutivo cerrado. A partir de ahí no cabría imaginar, ni mucho menos podrían darse, las múltiples ramificaciones de una olimpiada o una civilización, como sí ocurrió a través del atletismo.

La razón por la que creo que después de José Raúl Capablanca el más importante atleta cubano de la historia es Javier Sotomayor, más incluso que Mijaín López, es porque Sotomayor es el ser humano que más alto ha llegado nunca por sus propios pies. Eso es ser un poeta. Eso es ser Horacio o Rilke y pararse sin máscaras frente a la verdad del mundo, mientras que ser Mijaín López, cinco veces consecutivas campeón olímpico de la división de 130 kilogramos de la lucha grecorromana, aun cuando la lucha grecorromana sea también la actividad clásica de un cuerpo contra otro, ya implica una excesiva particularidad, un catálogo de delimitaciones que funciona como escudo. Hablo, por supuesto, dentro de las escalas del genio.

El atletismo es la alabanza del ritmo y el ritmo, en palabras de Leopold Senghor, es «la arquitectura del ser, la expresión pura de la fuerza vital». Las melodías son todas más o menos similares. El ritmo, en cambio, es lo único que puede distinguirte, y cada especialidad del atletismo exige la comprensión de un compás propio sobre el que luego cada atleta va a encontrar las notas para su improvisación acústica. Ya en ese escenario, el triple salto habría que tomarlo como una desviación; alguien preguntaba por otra cosa y de repente llegó ahí y se dio cuenta de que se trataba de un hallazgo divertido que valía la pena perfeccionar. Nunca se encuentra lo que se está buscando, nadie que trajo algo de vuelta sabía en realidad con lo que cargaba. La comprensión del objeto nos alcanza después, cuando se le asigna una función.

La triplista española Ana Peleteiro, cuyo entrenador es la leyenda cubana de salto largo Iván Pedroso, dijo hace algunos años en una entrevista: «Me gustaría ir a África, conocer mis orígenes, pero no busco a mi familia biológica. Cuando tenga hijos, quiero poder explicárselos. Siempre supe que era adoptada, pero mis padres no tenían más información y no podían contarme más». El triple salto también puede leerse como una disciplina adoptada, cuyos orígenes están ahí, pero son distantes; algo que se ansía explicar, pero no se sabe cómo; algo de lo que podrían darnos información, pero no mucha. Una técnica tan aparentemente inservible como excepcional, que traza una figura de tres pasos donde cada segmento borra la forma del anterior hasta ejecutar la ceremonia fatal de la caída.

Si quitas el estadio, la afición y la competencia misma, lo que te queda es un baile. El atleta generalmente pide palmas antes de la ejecución, mientras repasa el método aprendido y recuerda lo que va a suceder. Se echa un poco hacia atrás, como si un viento leve lo empujara con la punta de su dedo, y solo entonces emprende una carrera vertiginosa de trece o catorce pasos enfilada ya hacia la curva del descenso. Ahí viene el brinco, el paso y el salto (hop, step and jump), pero no se trata de tres movimientos vulgares, la sucesión monótona del mismo golpe seco.

La secuencia en el aire contiene el patrón, es decir, lo que convierte al triple salto en música. Si el pie del último paso antes del brinco es el izquierdo, el pie con el que se cae es también el izquierdo, hay un paso en el aire, algo que tiene que llegar y no llega, un toque en el vacío. Un orden hueco sería: «izquierda, derecha, izquierda, caída». Parece la marcha de una banda municipal. El orden del triple salto es: «izquierda, izquierda, derecha, caída», y entre izquierda e izquierda, una pausa. Esa posposición genera una clave; el espectador quiere captar el trance y no puede. Los brazos son remos, el cuerpo es ahora ligero y el aire es viscoso, y cada centímetro ganado depende de una sucesión de fórmulas que expresan, por ejemplo, los ángulos de despegue en cada intervalo o cuántas veces soportan las rodillas el peso del cuerpo en los apoyos intermedios.

En la competencia olímpica de París, había una enemistad declarada entre Jordan Díaz y Pedro Pablo Pichardo. Ambos vienen de la escuela cubana de la disciplina, hoy la más prestigiosa del mundo. Allí se prioriza la potencia, y la técnica, que resulta exquisita, se pule con métodos propios a base de quíntuples, dos saltos más de los que la práctica requiere. Su tradición es la soviética, donde se trabajaba la fuerza y el salto elevado, pero es posible que, unida a esa base melódica, haya una razón cultural, la disposición de un sabor que le habría permitido a Cuba desde hace por lo menos 30 años colocar en la élite del triple salto a más atletas que ninguna otra nación, y a veces, en algunas instancias, casi más atletas que todos los demás países juntos. De los ocho finalistas de París, cuatro eran cubanos, dos de ellos verdaderamente excepcionales.

Pichardo no tiene fisuras en ninguna de las fases del ejercicio. Es veloz y estable, ataca fuerte la tabla con su pierna hábil y la distribución de sus tres saltos es pareja. Esto no siempre es así. La venezolana Yulimar Rojas, recordista del mundo del triple femenino, tiene un paso recortado que ni siquiera pudo mejorar bajo la supervisión de Iván Pedroso, pero su salto es único, como si dentro de ese mismo salto hubiese otro. Jordan, a quien también entrena Pedroso (debemos entender que en tales menesteres Pedroso es como una suerte de sacerdote o consejero mayor), cede un tanto en la carrera de impulso, con más amplitud y menos frecuencia, pero lo compensa con un físico envidiable y un brinco superior.

Los tres atletas cubanos, Jordan Díaz, Pedro Pablo Pichardo y Andy Díaz, huyeron de la misma plantación, pero yo prefiero a Pichardo, que es menos espigado y más compacto, y parece rasgar el aire y escurrirse en él. Lo hace con potencia y determinación. También su rostro es jíbaro: el cráneo alargado, los rasgos puntiagudos y en la mirada fija un charco de enojo en el que ahora, derrotado, va a zambullir su frustración. Después de todo, es probable que elija a Pichardo porque su figura fue sacada del molde del ndoki o del chicherekú.

Carlos Manuel Álvarez
Texto y fotomontaje: El Estornudo, 10 de agosto de 2024.

lunes, 9 de septiembre de 2024

Yasmani Acosta, el rostro de Cuba

Desde ayer he visto una suerte de desamparo en la mirada de Yasmani Acosta que traduce la relación con mi país. Ganó todos sus combates de modo muy inteligente, siguiendo al pie de la letra una estrategia trazada a la medida de sus limitaciones y posibilidades como luchador ya de 36 años y, según me cuentan mis amigos expertos, escaso combustible, que suele cansarse más o menos pronto. Arrancaba deliberadamente lento, le marcaban pasividad, aguantaba con maestría en defensa, tomaba iniciativa en la segunda mitad, obtenía un punto y pasaba de ronda por la regla del empate y la última anotación. Era un atleta que caminaba con lo mínimo por una cornisa, a punto de resbalar todo el tiempo, casi como si no quisiera llamar la atención y ganar así una medalla gracias a la distracción de los demás.

No lo estoy menospreciando, por supuesto, es un gran competidor, y escribo estremecido por la orfandad que ha parecido acompañarlo en París. Nunca lo vi eufórico ni desmañado, más bien discretamente retribuido por encontrarse allí. Cuando alcanzó la final, se mantuvo muy sereno. En la transmisión de NBC, por la que sigo las olimpiadas, los relatores gringos leyeron constantemente la historia de Yasmani Acosta desde la narrativa de Netflix.

Acosta tuvo que irse de Cuba para evitar el obstáculo infranqueable de Mijaín López y convertirse en algo más que el sparring del luchador más grande de todos los tiempos. Esa es solo la versión realista del asunto. Acosta llegó a una final olímpica porque tuvo, durante años, la oportunidad de entrenarse con el luchador más grande de todos los tiempos y aprender de él y ser él también. De hecho, durante su trayecto en la olimpiada, Acosta estuvo recibiendo antes de cada pelea los consejos de Mijaín. No es la historia de dos contrarios, es una historia del desprendimiento del uno en el otro, del desgajamiento de un cuerpo común.

En la discusión del oro, Mijaín no se enfrentó a un rival, se enfrentó con su propia enseñanza. La final no fue una pelea y no tuvo emoción. Más bien se acordó que Mijaín no humillara a Acosta ni lo venciera por superioridad. Ambos son amigos, compañeros, y hay detrás de todo ello, para mí, un dolor muy enquistado, no hay verdadera alegría, no hay esperanza. Mijaín clausura una grandeza histórica que incluso a él lo excede. Cuando colocó sus zapatillas en el logo olímpico del colchón, no solo patentizaba su retiro. Para mí, firmó la despedida del movimiento deportivo cubano tal como lo conocimos una vez y por el que tantos aficionados, desde nuestra primera edad, nos dejamos la garganta, las lágrimas y accedimos al éxtasis y la devoción. Lo extendió tanto como pudo. No queda nada más que rescoldos y él es una brasa, la más extraordinaria, un último fulgor.

Veo todo lo que hay alrededor, gente abotargada, un pueblo roto y envilecido diciéndole, así como si nada, 'chivato' y 'esbirro' a Mijaín, un régimen usurero que siempre lo instrumentalizó, tapando con su grandeza el desastre mayúsculo que acaecía alrededor, un chico, Acosta, que ayer, después de tanto tiempo sin poder volver a la isla, después de escaparse hace nueve años de un hotel en Chile a las dos de la madrugada y deambular por Santiago en ascuas, sin pasaporte ni pertenencias personales porque la Seguridad del Estado de la delegación cubana en los Panamericanos retenía los documentos de cada atleta, pensando que vendrían helicópteros por él y que lo devolverían a La Habana y lo enterrarían para siempre en Agramonte, su pueblo de Matanzas.

Después de todo eso, Acosta supo que nadie en su país, salvo su familia, quería que venciera, que iba a escuchar el himno de su país en un podio olímpico y que ese himno no iba a sonar por él, y sabía, además, que era justo que sonara por otro, que él, de muchas maneras, había sido acarreado hasta allí por el campeón más grande y que el campeón más grande merecía llegar adonde más nadie, de ninguna disciplina, ha llegado nunca en 128 años de juegos olímpicos modernos.

Cómo, desde aquí, desde New York, lejos de Cárdenas, el pueblo matancero de la zona cubana en la que Lydia Cabrera creía se encontraban los dioses africanos más cerca de los hombres, accesibles y a plena luz, no va a representarme Acosta, y cómo no voy a reconocerme en ese círculo de plata o en su extravío. Quien ha visto deportes durante toda su vida desarrolla con el tiempo una suerte de extraña compasión, como si descubriéramos por fin de qué trata la competencia. La victoria es escasísima y en el fondo de ella hay algo tal vez no mezquino, pero sí muy poco elegante.

Al entender esto, cada vez que ha ganado alguien que yo quería que ganara, he mirado al inminente perdedor y he querido que ganase él. Es raro, solo lo he querido por ese instante, el instante del fin. He querido que le entreguen algo que ya no va a obtener y ese destello, esa breve constatación de la incompletitud, es lo que yo creo que es la tristeza.

En el reverso de la felicitación a Mijaín, que también la extiendo, y también lo canto y lo celebro, hoy Yasmani Acosta es Cuba para mí. Un hombre cuya vida puede acoger la derrota de los demás, y la derrota tuya en particular; es un hombre que uno tiene el deber de padecer.

Carlos Manuel Álvarez
Texto y foto: El Estornudo, 7 de agosto de 2024.