lunes, 30 de diciembre de 2019

Aquel 31 de diciembre de 1958



El 31 de diciembre de 1958 marca el final de la dictadura de Fulgencio Batista. Max Lesnik es amigo de Fidel Castro desde mucho antes de ese momento. Juntos pelearon contra el régimen de Batista. El joven Fidel llegó a esconderse durante dos semanas en la casa de Max en La Habana cuando era el hombre más buscado por la policía.

En aquellos primeros días del sueño de la Revolución, Max Lesnik era jefe de propaganda de un movimiento insurreccional. Como tal fue uno de los primeros revolucionarios en salir hablando por la televisión. Pero la evolución de su amigo barbudo no le gustó a Lesnik. El entreguismo de Castro a los soviéticos provocó sus críticas en un programa de radio y el periodista tuvo que abandonar el país rumbo a Estados Unidos.

En Miami tampoco fueron comprendidos sus posicionamientos en contra del embargo y a favor del diálogo con el gobierno de la dictadura comunista comandada por su viejo amigo. Su postura le costó ser víctima de sucesivos atentados por parte del exilio radical.

Ya en los 90, con la caída del Muro de Berlín y el fin de las dictaduras comunistas del este de Europa, Lesnik decidió que había llegado el momento de retomar la relación con su antiguo camarada. "Si hubieras estado en mi lugar hubieras hecho lo mismo para salvar la revolución", le confesó Fidel, mientras abrazaba a su amigo de juventud, con la barba marcada por las nieves del tiempo.

Desde entonces, Max Lesnik se convirtió en El hombre de las dos Habanas, título del documental que le dedicó su hija Vivian a este "exiliado en el exilio". Vive a caballo entre la capital cubana y la pequeña Habana de Miami. Allí muchos le consideran un traidor, un infiltrado de los comunistas.

Carlos Alberto Montaner sí goza de popularidad entre el exilio de Miami. Curiosamente, aunque no es precisamente cariño lo que siente por Fidel Castro, el 31 de diciembre de 1958, con tan sólo 15 años, recuerda aquel día como un momento de entusiasmo. "Me acuerdo que un pariente llamó para decirnos que Batista se había ido. Todos en mi casa estaban felices. Mi padre era amigo de Fidel e incluso mi tío había sido su jefe de filas en el Partido Ortodoxo".

La alegría duró poco en la casa de los Montaner. Los fusilamientos televisados y un juicio en el que el propio Comandante revocó la libertad de unos pilotos simpatizantes de Batista que habían sido absueltos por un tribunal, desencadenaron una historia que comienza en la cárcel y termina, una vez más, en el exilio.

Cincuenta años después, el periodista y escritor Carlos Alberto Montaner cree que el líder cubano es preso de su locura. "En una ocasión, un historiador venezolano que se entrevistó con él me contó que Fidel sueña con la destrucción de Estados Unidos y que está convencido de que un día paseará triunfal por Washington".

En cuanto a las medidas que debe plantearse el presidente Barack Obama respecto a Cuba, Montaner cree que el embargo "sin duda debe levantarse, pero en el momento en que Fidel Castro desaparezca de la escena y comiencen los primeros síntomas de cambio". Enfrente, Max Lesnik cree que es el gobierno de Estados Unidos quien debe dar el primer paso y liberar a los cinco espías cubanos que presos en sus cárceles para que Raúl Castro, a cambio, ponga en libertad a los disidentes.

Montaner y Lesnik tienen posiciones distintas, pero los dos dos fueron felices aquel 31 de diciembre de 1958.

Manuel Aguilera Cristóbal
El Mundo, 31 de diciembre de 2008.
Foto: Primera plana del diario cubano El Mundo el 1 de enero de 1959. Tomada de Cubaencuentro.

lunes, 23 de diciembre de 2019

Navidades en dos tiempos


En La Habana usted no verá a hombres disfrazados de Santa Claus, vestidos de rojo, gordos y amables, repartiendo confituras a los niños a la entrada de centros comerciales. En el resto de la isla, tampoco encontrará un ambiente navideño especial.

Los hoteles para turistas y las tiendas o cafeterías por divisas sí exhiben árboles cargados con bolas y luces. No así en los establecimientos por moneda nacional, donde han preferido desechar toda esa parafernalia. En estos centros de servicios, lúgubres y necesitados de pintura, por lo general cuelgan retratos de Fidel Castro y consignas de la revolución.

Si es una bodega de barrio, puede observar una lista escrita a mano y en ocasiones con faltas de ortografía, recordándole a los morosos que aún no han pagado los equipos electrodomésticos, cuatro años atrás otorgados por el Estado, para sustituir las neveras americanas de los años 50 y los televisores en blanco y negro fabricados en la Unión Soviética.

A pesar de que la ciudad no tiene la pinta navideña de otros lares, los ciudadanos de a pie se aprestan a celebrar en casa la Nochebuena, el 24 de diciembre. Quien tiene familia en el extranjero o negocios rentables por debajo del tapete, se puede dar el lujo de comprar un cerdo y asarlo en el patio, mientras bebe cerveza de marca o un buen añejo.

A quienes las cosas no le fueron mal, a las 12 de la noche del 31 de diciembre, podrá comer turrones, manzanas y uvas, y brindar con sidra. Pero la mayoría gastará las suelas de sus zapatos, recorriendo los agromercados, en busca de carne de cerdo, frijoles negros, yuca, tomate, lechuga... A todo volumen escuchará música salsa o reguetón, mientras bebe cerveza a granel y ron de medio pelo.

A la Misa del Gallo suelen asistir aquéllos que viven cerca de una iglesia. A su manera, los cubanos festejan la Navidad. No siempre fue así. Cuando Fidel Castro llegó al poder en 1959, paulatinamente y con toda intención, echó a un lado una de las tradiciones más arraigadas en las familias cubanas.

La estocada final la dio en 1970, a raíz de la zafra azucarera de los 10 millones, donde con el pretexto de que los festejos interrumpían el trabajo en los cañaverales, eliminó el 25 de diciembre del calendario como día feriado. Por decreto, esos días de asueto desaparecieron en la isla.

Aunque al coincidir el triunfo de la revolución con el primero de enero, los días 1 y 2 de enero son feriados. Menos mal. Si los barbudos comandados por Castro hubiesen tomado el poder en marzo o agosto, de seguro los cubanos, no festejarían la llegada del nuevo año.

La ausencia de la Navidad en el calendario revolucionario duró 27 años. En 1997, en honor a la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, Castro volvió a instaurar el 25 de diciembre como feriado nacional. Es una efemérides oficial, pero las autoridades no se sienten motivadas en crearle a la población un ambiente navideño. En privado sí lo celebran.

Siendo un niño, fui con mi abuela y mi hermana a casa de Blas Roca, líder comunista ya fallecido y pariente nuestro por línea materna. En ese tiempo, Blas era uno de los pesos pesados en la jerarquía política. Recuerdo cómo se me iban los ojos, cuando vi asando un puerco entero y una cantidad apreciable de otros manjares.

Eran años difíciles para casi todos los hogares, incluido el nuestro. Debido a una letal fiebre porcina, la carne de cerdo constituía un lujo. No sé ahora, pero entonces a sus hombres de confianza, como Blas Roca, Fidel Castro solía regalarle cestas inmensas con frutas, turrones, golosinas y botellas de vino español.

Una época en que la gente vestía con camisas de trabajo y calzaba zapatos plásticos. Carne de res, la justa, distribuida por la libreta de racionamiento. Y muy pocos se atrevían a celebrar la Nochebuena, tan prohibida como el jazz y los Beatles.

Décadas después, algo ha cambiado. Es cierto, el castrismo sigue en el poder. La economía anda a la deriva y ciertas libertades son negadas. Pero hoy no existe el temor de que alguien te haga un informe a “las instancias pertinentes” por festejar la Navidad.

Obvio, uno aspira a más. Y mientras celebra con su familia, desea que en el año venidero ocurran cosas buenas. Todavía los cubanos no hemos perdido el optimismo. Por suerte.

Iván García
Publicado en este blog el 24 de diciembre de 2011.
Foto: Tomada de internet.

lunes, 16 de diciembre de 2019

El regreso del lujo a Cuba


La apuesta por el turismo en Cuba no es nueva. No llegó con los años 90 como salvavidas económico ante el desplome del socialismo europeo. La idea primigenia de convertir la Isla en un paraíso tropical de descanso no se le puede atribuir a los actuales decisores de la política nacional, quienes buscan una tabla de salvación para la maltrecha y dependiente economía cubana.

Apenas dos años antes del triunfo de la Revolución encabezada por Fidel Castro en 1959, se preparaba el más ambicioso proyecto constructivo del sector turístico en Cuba: El Montecarlo de La Habana. Un plan que incluía “la construcción de 50 grandes hoteles resorts: desde la orilla del Jaimanitas hasta la playa Varadero. El gran Hotel Montecarlo de La Habana –actual Marina Hemingway- era el inicio de este fabuloso proyecto”, relata el historiador Enrique Cirules en su libro El Imperio de La Habana.

Tras la idea estaba el crimen organizado, la cúpula de las familias mafiosas asentadas en Cuba desde décadas antes y cuya cabeza era el célebre Meyer Lansky. El Proyecto Montecarlo continuaba las inversiones de la Compañía Hotelera de La Habana y de la Compañía de Hoteles la Riviera de Cuba S.A. que, a inicios de los años 50, impulsaron la construcción de “un complejo hotelero en la capital cubana, Varadero, Cienfuegos, Isla de Pinos y las montañas de Pinar del Río, para el deleite de un cierto turismo adinerado”, según Cirules.

Para conseguir la meta, durante años la mafia había creado relaciones con políticos de turno y bancos –a veces fundándolos- que garantizaran el capital para sus negocios y sirvieran para blanquear fondos provenientes de actividades ilícitas, especialmente las drogas. De haberse completado, La Habana, la capital del Caribe, la urbe cosmopolita y desigual donde se mezclaban lo moderno, la dictadura militar, los carteles de neón, la mafia y una revolución social en ciernes, habría sido el centro hotelero más importante de la región.

Pero a partir de 1959 el nuevo gobierno puso freno al turismo tal y como se le concebía hasta entonces. Por décadas se paralizaron los planes turísticos y Cuba se volcó en la producción de azúcar. Pero tras el derrumbe del socialismo a inicios de los 90 y sin un mercado preferencial, la industria azucarera se desplomó y el turismo internacional, desatendido por décadas, fue entonces la principal opción cubana. Casi 30 años después, lo sigue siendo. Actualmente el país cuenta con una planta hotelera de más de 72 mil habitaciones y aspira a duplicar esa cifra en poco más de diez años, según el Plan de Desarrollo 2018-2030 del Ministerio de Turismo (MINTUR).

Tras seis décadas y con la anuencia del gobierno cubano –aunque todavía sin casinos-, una renovada versión del Proyecto Montecarlo cobra vida. Solo que esta vez no tendrá a Lansky y sus compañías tapaderas como principales actores. Ahora son Gaviota S.A. y la inmobiliaria Almest S.A. (ambas pertenecientes al Grupo de Administración Empresarial S.A., más conocido por GAESA, organismo central del sistema empresarial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias), las encargadas de convertir al país en un lujoso paraíso de descanso tropical. Un proceso que ya está en marcha.

Hoy la apuesta cubana pasa por redefinir su mercado y apuntar a un sector élite de turismo adinerado, según explica el profesor universitario y experto en turismo José Luis Perelló. Para ello, el MINTUR también ha presentado proyectos relacionados con el desarrollo del golf, bases náuticas y marinas. Según explicó José Daniel Alonso, director general de Desarrollo, Negocios e Inversiones del MINTUR, en conferencia de prensa en junio de 2019, en la actualidad el 72 por ciento de la planta hotelera cubana tiene categoría de 4 y 5 estrellas. Eso significa que cerca de 52 mil 300 habitaciones deberían poseer un estándar alto.

Sin embargo, especialistas como José Luis Perelló y los estadounidenses Richard E. Feinberg y Richard S. Newfarmer, consideran que Cuba aún debe mejorar en muchos aspectos para que sus instalaciones de cuatro y cinco estrellas lleguen a los estándares internacionales requeridos para esa clasificación. Desde 2016, el estudio Turismo en Cuba, en la ola hacia la prosperidad sostenible, publicado por Feinberg y Newfarmer, “mostraba que la dirección del sector en Cuba había volteado sus ojos hacia un nuevo segmento de mercado”. Los investigadores lo documentan así: “El gobierno ha reconocido que debe aumentar la calidad de su oferta y orientarse hacia los alojamientos superiores y de lujo”.

Apenas tres años después se han construido los principales proyectos hoteleros de máximo estándar en Cuba, en especial aquellos ubicados en La Habana y todos operados por el Grupo de Turismo de Gaviota S.A, que actualmente maneja –mediante contratos de administración y comercialización hotelera con las cadenas Meliá, Iberostar, Blue Diamond, Kempinski y Accor- los únicos seis hoteles de lujo que funcionan en Cuba: tres de ellos en La Habana, dos en Cayo Santa María, en Caibarién, Villa Clara y uno en Guardalavaca, Holguín.

A la inauguración del Hotel Manzana Kempinski en 2017, siguió la apertura del Iberostar Packard en 2018 y del hotel Paseo del Prado en 2019; este último administrado por la francesa Accor y enfocado en el turismo de lujo y cultural, confirmó Diego De Conti, representante de la firma, durante la Feria Internacional de Turismo celebrada en mayo de 2019 en La Habana. Siguiendo esta línea, en breve Gaviota sumará otras dos instalaciones de lujo, esta vez en Cayo Guillermo, Ciego de Ávila: el Cayo Guillermo Resort Kempinski y el Muthu Rainbow (especializado en la comunidad LGBTI).

El profesor José Luis Perelló explica que, por años, “Cuba había caído en el juego de las tarifas. Buscando el indicador de arribo de visitantes, había descuidado el indicador de ingresos por visitante. De ahí la necesidad de buscar nuevos segmentos de mercado de mayores ingresos”. Esta visión es ampliada por Feinberg y Newfarmer, quienes aseguran que “la industria turística cubana se enfocaba en ofrecer complejos vacacionales con todo incluido a clientes que buscaban una buena relación precio-calidad provenientes de Canadá (especialmente de Quebec), Rusia y otras poblaciones europeas de bajos ingresos deseosas de atrapar las ofertas de paquetes baratos comercializadas por operadores turísticos internacionales”.

Estadísticamente, Cuba conseguía su meta de aumentar la cifra de turistas extranjeros que llegaban a la Isla, mas no por ello crecían sus ganancias. El economista Pedro Monreal confirma que “ya en 2018 se había registrado una disminución de los ingresos de las entidades turísticas y una contracción del ingreso por turista/día”. Datos compilados por el economista Humberto Herrera Carlés muestran que, a partir de 2011 los ingresos por turista han disminuido constantemente desde los 800 dólares hasta poco menos de 700 dólares en 2017. Además de contraerse también los días de estancia en Cuba de los visitantes extranjeros.

Diversificar la oferta, más allá de la modalidad de sol y playa que ha distinguido al país dentro del mercado internacional, pasaba inexorablemente por ofrecer servicios que se ajustaran al alto estándar internacional y fuesen atractivos para un nicho de mercado al que Cuba, con sus All Inclusive no era capaz de satisfacer. Eso explica que el MINTUR, dentro de su Plan de Desarrollo, contenga 145 proyectos de cinco estrellas y cinco estrellas plus, con un costo estimado de 13,484 millones, de los cuales el 70 por ciento de la inversión provendrá de capital netamente cubano.

Para 2025 y solo en La Habana, Gaviota y Almest completarán la construcción de, al menos, 26 hoteles cinco estrellas más que sumarán en conjunto 7,457 habitaciones. Lo que les permitirá –a mediano plazo- consolidar el dominio sobre el segmento de alto estándar en la capital. Para completar la expansión del lujo, Cuba planifica el desarrollo inmobiliario vinculado a los campos de golf a todo lo largo de la Isla con 27 proyectos, los cuales ya constituyeron cuatro empresas mixtas y una ampliación de la red de marinas e instalaciones náuticas que permitirá ampliar la capacidad del país en 4,700 atraques.

El profesor Roselló aclara: “El nuevo segmento al cual Cuba está tratando de llegar es uno de mayores ingresos y donde la marca de la cadena hotelera es muy importante. Por eso había que construir hoteles cinco estrellas de ciudad, pero de alto estándar. En el cual –te lo digo como me lo han dicho- las personas que se hospedan son de la misma jerarquía social, porque yo no tengo que compartir espacios con gente inferior a mi clase social”.

Ese interés contrasta con la igualdad pregonada por el proceso social cubano iniciado en 1959. Pero los tiempos han cambiado y los directivos del turismo y las empresas del sector están dispuestos a pasar por alto el tema de la igualdad social si los turistas contribuyen a elevar las ganancias del MINTUR..

La Habana Vieja se ha convertido en el mayor foco constructivo de la capital. En la zona colonial de la ciudad trabaja la Unión de Construcciones Militares (brazo constructivo de GAESA), y siempre puede verse el cartel de rigor ubicado en sus cercas perimetrales, ofreciendo información básica de la obra y sus ejecutores. En algunos se lee la frase de Eusebio Leal: “No guardo rencor al pasado; al contrario, he creído en la necesidad de ir al futuro desde el pasado”. Aunque descontextualizada, la frase no podría ser más certera.

Hace seis décadas, Meyer Lansky y otras familias asentadas en Cuba tenían el empeño de desarrollar una infraestructura destinada al disfrute del sector adinerado, consistente en hoteles, marinas y casinos majestuosos. Todo iba a estar dedicado a la promoción del gran turismo internacional, principalmente norteamericano, y que además de hoteles y casinos, tendría centros de recreación, grandes y medianos cabarés, cadenas de clubes y sitios nocturnos”, explica Enrique Cirules. Hoy, el objetivo, con ligeros cambios, parece repetirse.

El pico constructivo acelerado dentro del sector turístico en Cuba fue notable en los dos últimos años, coincidiendo con una etapa de mejoras en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. El país se prepara para el turismo estadounidense. En junio de 2019, durante una sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el presidente Miguel Díaz-Canel que “no podemos esperar a que el bloqueo finalice para construir la planta hotelera”, reflejó el diario digital Cubadebate.

José Luis Perelló prevé que la fecha límite es 2025. Entonces, el país deberá estar listo para recibir al turismo estadounidense. “Si no fuimos capaces de prepararnos para esa fecha crítica, entonces habremos perdido nuestra gran oportunidad”, sentencia. Apostando por el mercado estadounidense –que subió de 93 mil visitantes en 2013 hasta 638 mil en 2018, pero que bajará de nuevo tras las nuevas medidas de la administración de Trump- Cuba entra en la competencia por un segmento de mayores ingresos, del cual se había alejado por casi 60 años.

Al salir de Cuba a inicio de los años 60, la mafia y el Proyecto Montecarlo dejaron atrás algunos de los hoteles que todavía siguen siendo insignias de la ciudad: Nacional, Riviera, Capri, Vedado, Comodoro, Saint John's, Deauville y Habana Hilton (Habana Libre). En pocos años se les sumarán otros que buscan un fin muy concreto: convertir a la Isla en un destino de lujo. En algún sitio, con su sombrero ladeado, Meyer Lansky debe estar sonriéndose.

Julio Batista
El Toque, 29 de octubre de 2019.
Este texto forma parte de un especial de El Toque sobre la apuesta hotelera cubana.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Cuba no está para sacrificios



Hasta el último día de su vida, el 27 de febrero de 2014, el excomandante Huber Matos relataba a quien quisiera escucharlo que el mismísmo Fidel Castro ordenó el asesinato de Camilo Cienfuegos, su lugarteniente más popular en el Ejército Rebelde. Para no perderse detalle, siempre tenía a mano un ejemplar de su libro Cómo llegó la noche, publicado tras pasar veinte años preso por sedición militar. De acuerdo con el texto, poco después de que Cienfuegos y Matos le reclamaran a Fidel el excesivo poder que comenzaban a amasar los comunistas dentro del Gobierno -en particular, por el Che Guevara y Raúl Castro-, el guerrillero moría a los 27 años en un misterioso accidente de avión el 28 de octubre de 1959.

La oposición en Miami desdeñó la versión oficial -que atribuyó la tragedia al mal tiempo- y siempre creyó que la desaparición de Cienfuegos fue una estratagema de Castro para proteger su liderazgo. Eso no impidió que el socialismo cubano agregara a Cienfuegos a su santoral laico y cada 28 de octubre, los escolares de todo el país lancen flores al mar para honrar al primer gran mártir por la causa fidelista.

De acuerdo a las exigencias del protocolo revolucionario, en 2019 el homenaje debía poseer una connotación especial por cumplirse el 60 aniversario de su muerte. Pero en su lugar, un terremoto económico monopolizó la atención de los cubanos.

El vicepresidente de la República, Salvador Valdés, anunciaba el 15 de octubre, que 77 nuevas tiendas estatales distribuidas entre La Habana y capitales de provincia, comenzarían a aceptar dólares estadounidenses con "productos de mayor calidad y a precios competitivos”, que en principio se centrarán en la venta de aires acondicionados, frigoríficos, motos eléctricas y otros equipos de elevado precio.

La fecha elegida para abrir las primeras 13 tiendas (12 en La Habana y una en Santiago de Cuba) fue el 28 de octubre, robándole protagonismo al héroe nacional que tradicionalmente acaparaba esa jornada.

En la práctica, esto supone implantar 'de facto' un sistema comercial paralelo a los dos existentes, en pesos cubanos (cup) y pesos convertibles (cuc). La idea es simple: los cubanos y residentes permanentes podrán solicitar una tarjeta de débito o crédito en cualquier banco local y utilizarla para recibir remesas en diferentes monedas convertibles (dólares, euros, libras esterlinas, francos suizos, etc). También será posible realizar depósitos dentro del territorio nacional, pero los que se hagan empleando dólares sufrirán la penalización del 10 por ciento vigente desde 2004.

Desde el comienzo de su mandato, en abril de 2018, el presidente Miguel Díaz-Canel había dado señales de que quería aplicar una medida de este tipo alegando la “preocupación popular por la fuga de divisas” -en verdad, transversal a una buena parte de la ciudadanía. Pero el verdadero telón de fondo son las crecientes dificultades que enfrenta la economía y los esfuerzos del gobierno por capturar ingresos en dólares.

“El Estado pretende convertirse en la ‘mula’ mayor”, dijo el economista Emilio Morales, director The Havana Consulting Group, un 'think tank' radicado en Miami, utilizando la palabra con la que los cubanos se refieren a los que viajan al extranjero y compran mercancías para luego venderlas en el país. Según el analista, las compras realizadas por estas 'mulas' cubanas ascendieron a 2.300 millones de dólares durante 2018, principalmente en Haití, Panamá, Rusia, México y los Estados Unidos.

Esos miles de comerciantes irregulares abastecen la amplia red informal establecida a lo largo del país, con artículos tan diversos como piezas para autos, juguetes, pinturas de uñas, champús o teléfonos móviles. Ni siquiera la draconiana legislación aduanera ha logrado impedir que sus márgenes de ganancia oscilen entre el 200 y el 300 por ciento, como promedio, por lo que muchos cubanos radicados dentro y fuera de las fronteras de la Isla han convertido la actividad en una ocupación a tiempo completo.

La colaboración médica, el turismo y las remesas constituyen los pilares esenciales de las finanzas cubanas. La Casa Blanca ha manifestado su intención de sabotearlas para “responsabilizar al régimen cubano por la represión del pueblo y por apoyar al régimen de Maduro en Venezuela”, según ratificó el 18 de octubre el portavoz del Departamento de Comercio de Estados Unidos al informar sobre el establecimiento de un nuevo ‘paquete de sanciones’. La presión sobre Cuba va en aumento.

La Habana se vio obligada a revisar -a la baja- las expectativas económicas por su exitoso modelo de colaboración médica internacional. El regreso de casi 9 mil especialistas que participaban en un programa de atención a comunidades vulnerables en Brasil, sumado a la agudización de la crisis en Venezuela, ha mermado considerablemente esa vía de ingresos.

El turismo también ha sufrido desde que el presidente Donald Trump, dio luz verde en mayo a la aplicación del título tres de la controvertida Ley Helms-Burton, que permite a las cortes del país norteamericano aceptar demandas contra compañías de otros países que inviertan en Cuba. Un mes después fueron suspendidas las licencias que amparaban los viajes de cruceros entre La Habana y varias ciudades de la costa estadounidense, así como los cupos para que los estadounidenses visiten el país de forma particular. El efecto inmediato fue la disminución del 15 por ciento en el número de turistas extranjeros proyectados para el año curso y de una caída del 20 por ciento en los ingresos.

El 25 octubre, cuando todavía se organizaba la aplicación de prohibiciones como la que impedirá a Cuba adquirir dispositivos con más de un 10 por ciento de componentes norteamericanos, altos funcionarios estadounidenses adelantaron a El Nuevo Herald de Miami que, desde el 10 de diciembre, las aerolíneas de ese país solo podrán viajar a La Habana, en detrimento de los otros nueve aeropuertos también reciben aeronaves de Estados Unidos. Poco queda del ‘deshielo’ que cinco años atrás impulsó Barack Obama.

“La industria cubana es hoy aproximadamente tres cuartos de lo que fue hace tres décadas. En realidad, 15 de las 22 actividades (listadas por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información) tienen índices inferiores al 50 por ciento y existen 8 actividades que no alcanzan el 10 por ciento del nivel que tuvieron hace 30 años”, expuso en un artículo el economista Pedro Monreal, asesor de la Unesco en París.

Sus palabras resumen la debacle experimentada por el sector manufacturero como resultado de la descapitalización, de las carencias del sistema burocrático local y del embargo mantenido por Washington durante casi sesenta años. Las demandas que promueve la Helms-Burton tienen como objetivo desestimular a potenciales inversores y ahuyentar los que ya se encuentran establecidos en la nación caribeña.

Por si tamaños obstáculos fueran pocos, a comienzos de septiembre, el gobierno de La Habana se vio obligado a decretar una situación de "coyuntura energética", un circunloquio oficial para avisar a la población de que la escasez de combustible iba a generar problemas para mantener el suministro eléctrico y la frecuencia del transporte. “Las fuertes persecuciones de Estados Unidos se han intensificado durante las últimas semanas, dirigidas a impedir que nuestro país adquiera en el exterior el combustible que necesita”, explicó en cadena de radio y televisión el presidente Díaz-Canel.

“Solo las empresas rusas y chinas han continuado operando con normalidad”, detalló al día siguiente un periodista vinculado a la oficina del primer mandatario. Ya desde finales de 2018 se viene alertando sobre la caída en los envíos de combustible desde Venezuela, que pasaron de 105.000 barriles por día (bpd) en la cima de la relación bilateral (en 2013) a poco más de 55.000 bpd al cierre de 2017, explicó el economista y profesor emérito de la Universidad de Pittsburgh, Carmelo Mesa-Lago. Actualmente, los envíos rondarían los 25.000 bpd, menos de la mitad, según cifras extraoficiales.

A finales de septiembre, la crisis energética obligó a las autoridades a suspender clases universitarias, paralizar la práctica totalidad de las actividades económicas (salvo el turismo) y a reducir en más de un 90 por ciento los servicios de transporte entre provincias, dejando al país al borde de la parálisis. Pero la consecuencia más significativa demoró en manifestarse hasta mediados de octubre.

El primer ministro de la Federación Rusa, Dimitri Medvedev, aterrizaba en La Habana en un viaje que acercó a los viejos aliados de la Guerra Fría. A su partida, dejó tras de sí una larga relación de acuerdos que virtualmente elevan las relaciones con Moscú a otro plano. Incluso la restauración del Capitolio Nacional, la nueva sede del Parlamento cubano, seguirá adelante por cuenta de un proyecto de colaboración bilateral.

En días de recapitulación sobre los sucesos ocurridos seis décadas atrás, tales noticias no han pasado inadvertidas. Muchos creen que la historia se repite. Al momento de producirse la muerte de Camilo Cienfuegos, en octubre de 1959, Cuba y Estados Unidos se distanciaban a marchas forzadas, mientras Rusia se perfilaba con fuerza creciente en el horizonte. Hoy, la efigie del joven barbudo con su mítico sombrero alón preside junto al Che la Plaza de la Revolución en La Habana como símbolo perenne de la abnegación y la entrega por la causa. Pero Cuba ya no es la misma. El país no está para sacrificios.

Ignacio Isla
El Confidencial, 4 de noviembre de 2019.
Foto: Imagen de Camilo Cienfuegos en un agromercado de La Habana. Tomada de El Confidencial.

lunes, 2 de diciembre de 2019

Conversando con Abraham Jiménez



Cuba duele. Es una nación atrapada por la inercia, el inmovilismo y la intolerancia de un gobierno que busca preservar el poder ondeando la bandera del antiimperialismo.

Los cubanos de a pie a lo suyo. Sobrevivir del ‘invento’ entre ruinas materiales y espirituales. La nación se hunde. Y no es una metáfora. La economía hace agua. Se han roto los valores ciudadanos. El futuro es una mala palabra. Y está la emigración, que no se detiene.

La Isla rema en marcha atrás. Los números no mienten. La Cuba de la prensa oficial es una entelequia. No existen jineteras que se prostituyen por una visa al Primer Mundo. Ni miles de jóvenes que se refugian en el alcohol y las drogas. Hay muchas historias que los medios estatales prefieren callar.

Fue a finales de los años 80 que varios disidentes comenzaron a relatar el desastre. Estaban lejos del periodismo narrativo. Eran denuncias de personas a las cuales el Estado infringía sus derechos. También reportaban el acoso y las palizas de los grupos de respuesta rápida contra los activistas demócratas.

Entre 1993 y 1999 surgieron agencias de prensa independientes que intentaron hacer un periodismo diferente. Cuba Press, dirigida por el poeta y periodista Raúl Rivero, estuvo a la vanguardia. Pero se seguía abusando del artículo de opinión, obviando otros géneros como el testimonio, la crónica y el reportaje.

Muy pocos reporteros escribían de temas sociales o hacían periodismo de calle. Luis Cino, Jorge Olivera, Tania Quintero y Ariel Tapia, entre otros, relataban la cotidianidad con un lenguaje directo y ameno. Luego Yoani Sánchez, primero con su blog Generación Y y después con 14ymedio, apostó por un periodismo enfocado en la realidad del país.

Claro que la política importa. Pero en la oposición no pocas veces confundían activismo político con periodismo. Y la calidad dejaba bastante que desear. Parafraseando a José Martí, pensaban bien, pero rimaban mal.

Después de 2014, con la revolución de Barack Obama y las ilusiones que despertó entre los cubanos el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, desde la Isla, como flores, comenzaron a brotar medios digitales independientes comprometidos con un periodismo de calidad.

En la acera opositora había quienes los veían como personas huidizas y cobardes, porque no llamaban las cosas por su nombre. Pero el nuevo periodismo independiente cubano cualitativamente es superior.

Elaine Díaz, Mónica Baró, Julio Batista y Juan Orlando Pérez, son algunos de los que escriben textos que es una fiesta leer. Dos sólidos pilares de ese periodismo narrativo son Carlos Manuel Álvarez, radicado en México, reconocido por diversas instituciones como uno de los treinta mejores escritores jóvenes de América Latina, y Abraham Jiménez Enoa (La Habana, 1988), que ha publicado en BBC, Univisión, The New York Times en Español y Gatopardo, entre otros.

Graduado de periodismo en el verano de 2012, en la actualidad Abraham es editor y director de El Estornudo, probablemente el mejor sitio de crónicas periodísticas que ahora mismo se hace en Cuba. Entrevistarlo para Diario Las Américas no fue difícil. Contactamos por WhatsApp y acordamos vernos a las tres de la tarde en un café ubicado en 23 y G, en el corazón del Vedado. Llegó dos minutos tarde a la cita. Me asombró su puntualidad, cosa rara entre los cubanos. Vestido con un pantalón caqui, camisa oscura, una cartera de cuero cruzada hacia un lado del cuerpo, barba cerrada y el rostro lavado y despejado, señal que había dormido la mañana. Pidió un café expreso.

Cuando terminó el preuniversitario, Jiménez no pudo coger la carrera de periodismo. "Tenía que competir con alumnos de la Escuela Vocacional Lenin y no tuve muchas opciones. En aquel tiempo apareció un programa militar llamado Cadetes Insertados que me facilitaba realizar estudios universitarios. Decidí apuntarme. Yo quería ser comentarista deportivo y para ello necesitaba estudiar periodismo".

En Cuba es usual que los niños quieran ser peloteros o futbolistas, pero no narradores deportivos. "Recuerdo que mis abuelos pensaban que estaba loco: me pasaba horas acostado en el sofá de la sala con un muñeco, y en vez de jugar a los pistoleros o montar carriola, inventaba juegos de fútbol o pelota y los iba narrando. Pero durante los estudios me di cuenta que no tenía buena dicción y no se me daban bien las cámaras. Entonces comencé a leer los clásicos del periodismo, Truman Capote, Gay Talese, Kapuscinski, Rodolfo Walsh, y me enfoqué en escribir”.

En una crónica publicada en septiembre de 2018 en Gatopardo, Abraham describe el día que se desencantó por completo de la revolución. “Me tomó mucho tiempo percatarme de que la revolución cubana, como concepto, ya no existe; es pasado, se esfumó. Salir del pozo de adoctrinamiento en que uno nace sumido en este país y percibir que todo lo que te han vendido y has comprado, que todo por lo que de alguna manera y en algún momento de tu vida peleaste ya no está, es un ejercicio de conciencia más que de ruptura. Implica identificar algo que siempre tuvo un rostro del que nunca sospechaste por estar hipnotizado y enclaustrado”.

Su manera de pensar tuvo un costo familiar, político y social. Se distanció de su padre, oficial del Ministerio del Interior al igual que su hermana. “Después que terminé el periodismo, pasé el servicio social en un dependencia de prensa del Ministerio del Interior. Lo mejor era que tenía internet. Un amigo me puso en contacto con la editora de On Cuba, un medio que en 2012 no estaba acreditado por el gobierno cubano, y acordamos que comenzaría a escribir en la sección de deportes. Allí estuve hasta 2015. Al año siguiente fundé El Estornudo. Eso empezó a molestar a las autoridades. Aún no había terminado el servicio social cuando me mandaron para mi casa, acusado de 'contrarrevolucionario' y un montón de descalificaciones más. También me prohibieron viajar al extranjero hasta julio de 2021”.

Abraham ha sufrido el racismo en carne propia. “Tengo para contar miles de anécdotas de corte racista. Hace un año, en Gatopardo escribí Desde el Malecón: lista negra donde cuento varias esas anécdotas. El racismo en Cuba está en cualquier lado. Lo he vivido en el ICRT, con el portero de un restaurante o un patrullero policial. Algunos se asombran que un negro dirija una revista digital de periodismo narrativo. Cuando te ven, tú les nota la cara de asombro. Es algo que nunca se ha superado”.

Periodistas independientes, abiertamente anticastristas, consideran light a esta nueva hornada de periodistas y los acusan de desviar la atención de los auténticos problemas del país. Algunos afirman que forman parte de una cortina de humo lanzada por los servicios especiales para acallar a los comunicadores que sufren constantes detenciones y sus medios de trabajo son decomisados. Otros alegan que no denuncian el incesante acoso sufrido por los reporteros independientes y que intentan ningunear a los fundadores de la prensa independiente en Cuba.

No lo creo. Con el paso del tiempo, periodistas alternativos como Carlos Manuel Álvarez se han ido radicalizando. Y El Estornudo, la revista digital que dirige Abraham Jiménez y que apuesta por un periodismo objetivo, figura entre los 19 medios independientes que el pasado 7 de octubre publicaron una Declaración Conjunta para exigirle al régimen cubano más protección y respeto a la prensa.

“En El Estornudo trabajamos ocho personas, unas dentro y otras fuera de Cuba. Y no existe ningún tipo de censura, excepto la que imponga la cordura. Mi impresión es que los nuevos medios que han nacido a partir de 2014 lo tienen claro: no confunden el activismo político con el periodismo. Aunque no se puede generalizar, el periodismo independiente anterior a 2014, era marcadamente opositor. Y tú, para hacer periodismo, tienes que ceñirte a los hechos. Hicimos El Estornudo como un medio de contar buenas historias. Ni quitamos ni ponemos. Las cosas se describen tal como las ve el reportero. Mi trabajo es contar lo que pasa. No marchar con un cartel por la calle”, explica este habanero que puede estar hablando horas sobre periodismo, literatura y deportes.

En su perfil de El Estornudo, Abraham confiesa que el fútbol le produce más orgasmos que las mujeres. Quizás exagera un poco.

Iván García
Foto: Abraham Jiménez, cortesía del entrevistado.
Ver también: Trabajos de Abraham Jiménez publicados en El Estornudo.