lunes, 29 de septiembre de 2014

Las trampas del embargo



En La Habana, los buenos especialistas médicos siempre tienen a mano dos tipos de tratamiento para sus pacientes.

“Si es una persona con familia en el extranjero o de alto poder adquisitivo, le propongo que se llegue a la farmacia internacional a comprar en divisas los medicamentos, pues son de mayor calidad y más efectivos. Aquéllos que no pueden, entonces le receto el tratamiento aprobado por el ministerio de Salud Pública, con medicinas no de mucha calidad fabricadas en laboratorios cubanos o de procedencia china”, cuenta Rigoberto (nombre cambiado) alergista con más de dos décadas de experiencia.

Cuando usted visita alguna de las veinte farmacias internacionales ubicadas en la capital cubana, puede encontrar una gama variada de medicamentos patentados por compañías farmacéuticas de Estados Unidos.

Desde gotas para los ojos, jarabes, tabletas y ungüentos. Sus precios meten miedo. Lidia, ingeniera, revisa meticulosamente los estantes en busca de Voltaren en colirio, indicado por el oftalmólogo para iniciar un tratamiento a su madre que fue operada de catarata.

“Cuesta poco más de 10 cuc (el salario mínimo en Cuba). Tengo que comprar dos frascos, 20 cuc, que es mi salario mensual. Gracias a parientes residentes en Europa puedo adquirirlo”, dice Lidia.

En la misma farmacia, Yamila, ama de casa, espera para pagar 15 sobres de Inmunoferon AM3, estabilizado en una matriz inorgánica que suelen recomendar los médicos para pacientes alérgicos o elevar las defensas del organismo después de un tratamiento prolongado con antibióticos.

“Es una sinvergüencería del gobierno venderlo tan caro. Mi hermana que vive afuera, me manda las cajas con 90 sobres y cada una le cuesta 18 dólares. En las farmacias internacionales te venden 15 sobres por 8 cuc. Y después se llenan la boca hablando del bloqueo (embargo económico) de Estados Unidos contra Cuba”, señala Yamila.

En la isla, el ‘bloqueo’ es el culpable de casi todo lo que no funciona: la suciedad de las calles, estantes vacíos en las bodegas y edificios agrietados en peligro de derrumbe. Una coartada perfecta donde se esconde la desidia, baja productividad y la letal burocracia criolla.

Jamás un gobierno tuvo un arma tan poderosa para justificar su inoperancia. “Si falta el jabón, papel sanitario o condones, la culpa la tiene el bloqueo. Existe un catálogo amplio de chistes a costa del bloqueo. Y es que se ha convertido en una chanza”, dice un vendedor de periódico.

“El bloqueo, señala un estudiante de preuniversitario, afecta solo a las personas que no tienen entrada en moneda dura. Con divisas hay de todo en las tiendas. Desde aseo, comida, equipos informáticos y electrodomésticos”.

Cuando usted recorre las tiendas ubicadas dentro del complejo Miramar Center, notará la amplia gama de productos con patentes estadounidenses.

En un taller de reparación de equipos electrónicos, refrigeración y electrodomésticos de la cadena CIMEX, controlada por empresas militares, en San Lázaro y Carmen, en el municipio 10 de Octubre a 30 minutos del centro de La Habana, puede ver una vasta publicidad sobre las cualidades de RCA, Hamilton Beach, Black & Decker y otras marcas patentadas en Estados Unidos y que se venden como pan caliente en las tiendas por divisas.

Hablar del embargo ya se ha vuelto un cliché. La gente repite mecánicamente el discurso oficial. A 7 personas entre los 18 y 35 años, les pregunté sobre las razones del gobierno de Estados Unidos para instaurarlo y no supieron explicarme.

“Creo que fue porque Fidel promulgó el socialismo en Cuba”. “No sé bien, pero es injusto, por su culpa, muchos niños cubanos no tienen los medicamentos que necesitan". “Que lo levanten de una vez, para que esta gente (los Castro) no siga con la misma cantaleta (discurso)”, fueron casi todas las respuestas.

Nadie supo responderme por qué entonces se vende Coca-Cola, impresoras HP y el régimen adquiere ómnibus con piezas y agregados Made in USA. Pero el cubano de a pie está tan cansado del embargo como de sus añejos gobernantes.

Intuyen que el bloqueo no es el culpable del marabú que desborda el campo, la escasez de naranjas o los precios siderales de carnes, frutas y vegetales en los agromercados. Viven de espaldas al furioso lobby anti-embargo que acontece al otro lado del charco.

Fermín, zapatero remendón que labora en un portal de la Calzada 10 de Octubre, desconocía que una delegación de la Cámara de Comercio de Estados Unidos visitó la isla y, entre sus objetivos, está crear los mecanismos para conceder créditos a pequeños empresarios.

“Hablas en serio o es una broma. No me puedo creer que yo sea un pequeño empresario. Dudo que si algunas vez se otorguen préstamos a los particulares, seremos nosotros los beneficiados. Los favorecidos serán los de siempre, los hijos de ministros y ex militares jubilados que tienen negocios. Los jodidos siempre estaremos jodidos”, acota Fermín.

De lo que se trata, en esta nueva dinámica para mejorar las relaciones y flexibilizar el embargo, es que existen múltiples trampas y barreras jurídicas creadas por el régimen verde olivo para controlar el surgimiento de una clase con poder económico.

En los primeros enunciados de los Lineamientos Económicos, aprobados en el último Congreso del Partido Comunista, en abril de 2011, el gobierno del General Raúl Castro juega con las cartas bocarriba, al señalar que las medidas están diseñadas para que los ciudadanos involucrados en actividades económicas por cuenta propia no puedan acumular capitales.

Evidentemente, la 'letra pequeña' no ha sido leída por los políticos y hombres de negocios que en Estados Unidos están haciendo campaña para levantar el embargo.

El zapatero Fermín lo tiene claro: "Aquí al trabajador privado que haga mucho dinero lo etiquetarán de 'delincuente'. Y lo que le espera puede ser la cárcel".

Iván García


viernes, 26 de septiembre de 2014

¿Funcionaría una "diplomacia del béisbol" con Cuba?



El embargo es un lastre pesado para el régimen porque no ha hecho bien sus deberes. Si Cuba tuviese una economía sólida, diversificada, eficiente y moderna, el coste del embargo fuera atenuado.

Pero a Fidel Castro le interesó mucho más gastar una parte apreciable del cheque en blanco que llegaba del Kremlin, en desplegar tropas cubanas en las guerras civiles de Etiopía o Angola durante 15 años.

Luego están los disparates económicos, los planes faraónicos y la economía de campaña ejecutada por Castro I durante sus 48 años de mandato. Y no olvidemos el 'embargo' crudo y silencioso a su gente.

Hace apenas 8 años, los cubanos éramos ciudadanos de cuarta en nuestra patria. No teníamos derecho a comprar un auto, vender la casa, pasar un fin de semana en un centro turístico, tener una línea de teléfono móvil y para viajar al extranjero se necesitaba un úcase oficial.

Raúl Castro cambió las reglas de juego. Pero sigue manteniendo cautivos los derechos políticos y la libertad de expresión.

Negociar el levantamiento del embargo versus derechos humanos es la meta. Y un punto de partida para que el gobierno de Cuba sitúe la primera piedra rumbo a la democracia.

Gústenos o no, Obama ha establecido las políticas de flexibilización hacia Cuba que prometió en su campaña presidencial. Al que se le debe pedir reformas de calado es al presidente Castro.

Existe un espacio que pudiera ayudar a desamarrar el nudo gordiano e iniciar futuros intercambios. Es el béisbol. Se sabe que el deporte de la bola y los strikes es pasión en las dos naciones.

No sería una política novedosa. Ya en los años 70, el presidente Nixon, mediante su 'diplomacia del ping pong', ayudó a descorrer las cortinas de bambú en China.

Permitiendo a peloteros de la isla jugar en la MLB, políticamente, Estados Unidos gana más de lo que pierde. En estos momentos, varios cubanos brillan en la Gran Carpa.

Yasiel Puig, Yunel Escobar, Yoennis Céspedes, Aroldis Chapman, José Dariel Abreu, Dayán Viciedo, Leonys Martin o Alexéi Ramírez están teniendo una campaña brillante.

Casi un centenar de peloteros cubanos están involucrados en organizaciones de Grandes Ligas.

Para cumplir su sueño de ser peloteros libres y ganar salarios de seis ceros, debieron huir de una concentración de la selección nacional en el extranjero o arriesgar su vida en un bote de motor cruzando el Estrecho de la Florida, a merced de traficantes de personas o criminales mexicanos.

Eso debe terminar. Han sido nuestros jugadores de béisbol (más de 400 han saltado la cerca en los últimos 23 años), los que han obligado al régimen a pagarles mejores salarios -todavía ridículos-, mejorar sus condiciones de vida y autorizar contrataciones en otras ligas, cobrándoles un impuesto del 4% al salario devengado.

Si la pelota cubana se ha visto abocada a semi profesionalizarse, ha sido por la presión de los ‘desertores y traidores a la patria’, como en su día les llamaron las autoridades políticas y deportivas. Veamos los puntos a favor de autorizar a los peloteros cubanos a jugar en la MLB.

Uno, el principal, no arriesgarían sus vidas en embarcaciones a veces precarias. Dos, desaparecerían las extorsiones de bandas criminales. Tres, con los altos sueldos que ganarían, ayudarían a sus familiares en Cuba.

Un tema que las autoridades de la MLB pudieran demandar, es el derecho de cada jugador a negociar con sus organizaciones con el representante que el pelotero escoja. Si desean que sea Cubadeporte, es su problema. Pero si optan por un representante de una firma estadounidense o de otra nación, el régimen deberá aceptarlo.

A simple vista, se nota que el gobierno cubano pide a gritos negociar en materia beisbolera. No creo que ponga muchas trabas. Incluso soy más ambicioso.

La MLB debiera pactar un acuerdo con el INDER y remozar cientos de campos beisboleros arrasados por la desidia estatal e instalar academias donde se preparen nuevos prospectos.

Los muchachos tendrían lo más avanzado de las actuales técnicas beisboleras y un subsidio decente que elevaría su calidad de vida. Miles de jóvenes regresarían a la práctica de la pelota en pos de labrarse un mejor futuro.

Sería un adolescente menos que pierde el tiempo en las esquinas, con una botella de ron peleón, fumándose un ‘yayuyo’ o planificando tirarse al mar en una balsa de goma.

A Castro II ya se le vino abajo su discurso denigrando al deporte profesional. Una probable 'diplomacia del béisbol' sería un golpe a mediano plazo a las tonterías ideológicas promovidas por el régimen de La Habana.

Y podría ser un escalón para negociar asuntos más serios, como los derechos políticos, la libertad de expresión o las indemnizaciones sin pagar a empresas estadounidense en los años 60.

Cuando un tema espinoso o polémico, como el embargo, se encuentra en punto muerto, no hay mejor manera que destrabarlo con un cebo, donde las partes no pongan demasiadas objeciones para lograr un acuerdo.

El béisbol puede ser ese cebo.

Iván García
Foto: Los encuentros de equipos de béisbol de Cuba y los Orioles de Baltimore, celebrados en 1999 en la capital cubana y en la ciudad de Maryland, marcaron un hito en las relaciones deportivas entre la isla y Estados Unidos. Tomada del periódico The Baltimore Sun.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

De Pacheco a Oviedo



No creo que todo tiempo pasado haya sido mejor. Pero sigue siendo una imagen recurrente aquella etapa en que los amigos del barrio acudíamos al viejo estadio del Cerro, a ver los dobles juegos dominicales de béisbol.

Con tres pesos, nos zampábamos una pizza de queso chorreante, un litro de malta y media docena de panes con croquetas. Siempre nos sentábamos en las gradas que van de home a tercera. Era el pasaporte de fidelidad al equipo Industriales.

Con estadísticas en la mano, intentábamos demostrar que los peloteros de La Habana eran diferentes. Jugaban técnicamente mejor el beisbol. Tenían otras herramientas.

Pero había cuatro jugadores de otras provincias que estaban fuera de toda discusión: el inicialista Antonio Muñoz, el formidable Omar Linares, el rey de los jonrones Orestes Kindelán y Antonio Pacheco.

Agustín Marquetti era un ídolo en la capital. Ningún industrialista que se precie puede olvidar su memorable jonrón en aquella épica final de 1986 frente a Pinar del Río, que nos dio el campeonato.

Entonces, ya Marquetti era un veterano glorioso. Una nueva hornada de jugadores talentosos al estilo de Rolando Verde, Juan Padilla, Lázaro Vargas y Javier Méndez comenzaban a labrar su historia.

Para reforzar el mito de Marquetti, los comentaristas televisivos aseguraban que había peleado en Playa Girón con solo 15 años. En voz baja y con tono de misterio, los fanáticos más viejos aseguraban que el zurdo de la sonrisa perenne era capitán del G-2.

Sea lo que fuera, Marquetti cedía en números ante su sempiterno rival Antonio Muñoz. Un mulato, campesino de un villorrio perdido en el macizo montañoso del Escambray, que cuando le pegaba a la pelota, ésta salía disparada hasta el infinito, como si hubiese sido propulsada por un cañón.

Con la nueva perla de Santiago de Cuba, Antonio Pacheco, sucedía algo similar. Los industrialistas estábamos convencidos que la combinación de doble play de Germán Mesa y Juan Padilla estaba al nivel de las mejores en la MLB.

Padilla era un guante espectacular. Poseía un pivot vertiginoso, no he visto a otro camarero en Cuba que atrape pelotas imposibles por encima de segunda base como él.

Pero Pacheco era Pacheco. Al bate, de los tres mejores en el béisbol que se juega en la Isla después de 1959. Tenía pinta de Grandes Ligas. Desde su manera de pararse en home hasta sus cualidades ofensivas y defensivas.

Poseía cinco herramientas. Bateaba hacia todos los ángulos del terreno y era un experto en dirigir la bola hacía la banda derecha. Reunía fuerza, tacto y velocidad.

Solo Lourdes Gourriel se podía codear con el de Palma Soriano a la hora de traer una carrera crucial, cuando el bate pesaba y las piernas le temblaban a muchos.

Pacheco era una leyenda viva. Había integrado selecciones nacionales desde la categoría 9-10 años. Nació en una etapa donde los deportistas eran soldados de Fidel Castro.

Como loros, en cada entrevista debían repetir que le dedicaban el triunfo a Castro, jamás firmarían un cheque millonario para jugar en la MLB ni renunciarían al cariño de su pueblo.

La prensa oficial lo llamaba Capitán de capitanes, por ser líder en el equipo nacional. En la distancia se percibe mejor la burda manipulación y el manicomio propagandístico al que fuimos sometidos.

Todos tenemos cuota de culpa. Aceptábamos sin chistar cualquier ordenanza oficial. Y no se contaba con nosotros para nada. Éramos unos peleles en manos de un tramposo.

Cumplidos los 60 años, Agustín Marquetti calladamente lo reconoció. Se marchó de Cuba y hoy junto a su hijo enseña a niños y adolescentes en una academia beisbolera de Miami.

Recientemente, Antonio Pacheco tramitó su status de refugiado en Tampa. Siempre habrá quien le recuerde su pasado de fidelidad al régimen. Pero que levante la mano el cubano nacido después de 1959 que en determinado momento no fue una marioneta de los Castro.

Excepto aquellos que cometieron crímenes como el del remolcador el 13 de julio de 1994, firmaron penas de muerte a personas solo por pensar diferente o reprimen disidentes, no es sano amontonar resentimientos.

Mientras Pacheco legaliza su status en Estados Unidos, cientos de jóvenes peloteros en Cuba sueñan con ganar salarios de seis ceros en la Gran Carpa. Ahora los nuevos ídolos son ‘Pito’ Abreu, Yasser Puig y Yoennis Céspedes.

En el recién finalizado campeonato nacional juvenil, ganado por La Habana, sobresalió un grupo de peloteros prometedores. Me detengo en uno de ellos.

Joan Oviedo, habanero, un pitcher derecho de un metro 90 de estatura y solo 15 años -la misma edad en que Marquetti peleaba en Bahía de Cochinos- que tira rectas sostenidas entre 91 y 94 millas, además de una curva de nivel.

Anoten ese nombre. Puede que a la vuelta de unos años, ocupe cintillos en la MLB. No siempre los tiempos pasados fueron mejores.

Iván García

lunes, 22 de septiembre de 2014

Sombras del deporte cubano



Me cuenta un viejo pelotero retirado, que a finales de los años 60, tras una paliza feroz propinada por los Industriales a una novena camagüeyana, un grupo de fanáticos abrió la jaula del león de un circo ambulante, que esperaba la conclusión del partido para comenzar su función.

“Aquello fue tremendo. La fiera, con el hambre que tenía le partía como toro al trapo rojo a todo lo que se moviera. Ni siquiera el domador pudo controlarlo. Solo el ejército y un escuadrón de bomberos pudieron reducirlo”, rememora el ex beisbolista.

Actualmente, no pocos partidos de la Serie Nacional en estadios de centrales azucareros suelen terminar en una batalla campal. En 1978, a los alumnos de la secundaria donde estudiaba nos enviaron a trabajar en el tabaco, en el municipio pinareño de San Luis.

Recuerdo el ambiente agresivo del público en el estadio de la localidad, los ojos enrojecidos por el alcohol, los machetes desenfundados y la bronca monumental de la afición por los estudiantes habaneros que apoyábamos a Industriales. Por suerte, la novena azul perdió.

Desde hace tiempo no es aconsejable asistir con la familia a los estadios. Por el pésimo transporte público. Y por las groserías e improperios que le gritan a los jugadores desde las gradas.

En la década de 1940-50, mis abuelos eran seguidores del Cienfuegos y cuando su club jugaba en el Stadium del Cerro, iban con mi madre, que no entendía de pelota, pero aprovechaba para comer papitas fritas y tomar Coca-Cola. Entonces, muchas familias pasaban la tarde del domingo viendo jugar béisbol.

Hoy, el viejo estadio del Cerro es un antro de apostadores que cuando pierden dinero insultan a los peloteros. La policía, bien gracias.

Lo ocurrido el 17 de febrero, cuando el jugador matancero Demis Valdés agredió con un bate al lanzador Freddy Asiel Álvarez y lesionó a Ramón Lunar, es uno entre numerosos brotes de violencia que ocurren en el panorama deportivo cubano.

Unos meses atrás, en un juego de la Liga Nacional de Baloncesto, los asistentes, inconformes con una decisión arbitral, comenzaron a tirar objetos al tabloncillo y varios espectadores intentaron agredir al árbitro. En la final entre Ciego de Ávila y Capitalinos un jugador habanero armó una reyerta colosal, tirando sillas hacia las gradas.

En el campeonato provincial de fútbol sala celebrado en la sala Kid Chocolate, frente al Capitolio, las riñas del público formaron parte del ‘espectáculo’. La mayoría de los estadios en Cuba se han convertido en auténticos bares. Los fanáticos llevan en sus bolsillos un ron llamado Planchao, envasado en una caja de cartón.

Los partidos que se juegan en el interior del país constituyen todo un acontecimiento para poblados y caseríos. El partido comunista local acondiciona el terreno y a la carrera le dan una mano de pintura al estadio. En las afueras del recinto parquean pipas de cerveza y ron a granel. “Hay que tener tremendos cojones para cantar una jugada en contra del equipo home club en un terreno municipal”, confiesa un árbitro.

Tampoco al espectáculo ayuda la poca seriedad y profesionalidad de algunos jugadores: fuman dentro del banco o en medio del partido están entretenidos pasando un SMS o escuchando música en su móvil.

He visto a peloteros vendiendo la merienda y el refresco que les dan. También pelotas. Es cierto que reciben pagos miserables, pero estar ofertando meriendas o pelotas a un peso convertible, como si fuesen vendedores ambulantes, deja un mal sabor de boca.

El colmo, contaba un comentarista deportivo de la COCO, es que en la última vuelta ciclística Camagüey-Habana, a un competidor le robaron su bicicleta. Valga aclarar que los ciclistas que no pertenecen a la selección nacional, deben adquirir las bicicletas de carrera de su bolsillo o, si tienen suerte, conseguir las de donaciones.

A no ser que usted esté desempleado, sea pariente de un jugador o un periodista que debe cubrir el evento, a muy pocos se les ocurre ir al antiguo estadio La Tropical, a ver un partido de fútbol de la temporada nacional. Amén del pésimo juego y un terreno que parece un patatal, en las gradas no encontrará más de cincuenta personas.

La realidad es que el deporte cubano ha dejado de ser un espectáculo atractivo para ser presenciado en familia.

Iván García
Foto: Público en el Estadio del Cerro antes de 1959. Tomada del blog Béisbol 007.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Caer en desgracia



Me contaba un funcionario de rango medio del Partido Comunista, único autorizado por el régimen, que el sigilo y la sospecha son marcas registradas dentro de las estructuras del poder en Cuba.

“Los medios internacionales hacen ver que el acoso mayor y la represión es para la disidencia. No hay dudas que son hostigados. Pero la oposición juega sin cartas marcadas. Ellos dicen o publican con sus nombres sus análisis o proyectos políticos. La Contrainteligencia sabe cómo piensan. Pero el mayor control de la Seguridad del Estado es para los miembros del Partido que ocupan puestos relevantes dentro del aparato político o económico. Ya sea a nivel municipal, provincial o nacional. Aquí la represión es sin golpes ni actos de repudio, pero cuando caes en desgracia, tu vida corre peligro”, señala.

Según otra fuente que trabaja en una institución oficial, el coronel Alejandro Castro Espín, hijo del presidente Raúl Castro, es el coordinador principal de la vigilancia en la membresía partidista.

“Escudados bajo la campaña nacional de la lucha contra la corrupción, se mueven los hilos de un hostigamiento más sutil para descabezar cualquier vestigio de pensamiento no acorde al proyecto oficial dentro de las filas del Partido. Hay que andar con pies de plomo. Se debe ser muy cauteloso de lo que hablas y tus relaciones personales. Siempre estamos bajo asedio”, señala la fuente.

La eficacia del departamento encargado de fiscalizar a personas importantes dentro del status quo es notable. Desde que Fidel Castro llegó al poder en 1959, la policía política se ha encargado de abortar cualquier escisión dentro de sus filas.

Las más conocidas fueron la microfacción que lideraba Aníbal Escalante en 1968 o la purga de altos militares acusados de tráfico de drogas en 1989. Pero han existido otras.

Desde Luis Orlando Domínguez, Juan Carlos Robinson, Roberto Robaina a Felipe Pérez Roque y Carlos Lage Dávila. Algunos como Domínguez y Robinson estuvieron tras las rejas varios años.

Hoy, Luis Orlando es dueño de un negocio de dulces y buffet para fiestas y bodas en el reparto Flores, al oeste de La Habana. Robaina, luego de caer en desgracia, se dedicó a pintar lienzos y administra un café de tapas en el Vedado.

El ex canciller Felipe Pérez Roque y el viceministro Carlos Lage, apartados del poder en 2009, laboran en puestos administrativos de poca monta.

Fueron hombres de confianza de Fidel Castro, pero cuando el autócrata cubano se jubiló, en una nota oficial publicada en el diario Granma, los recriminó en duros términos.

“La miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno. El enemigo externo se llenó de ilusiones con ellos, traicionaron la revolución cubana”, expresó Castro.

De acuerdo a estas fuentes, demostrar ambición política y pretender aspirar a ser presidente del país es visto como algo desleal.

“En las estructuras políticas occidentales, competir por la presidencia es habitual. Pero en Cuba eso es una falta que puede resultar muy grave. Para escalar posiciones debes ser dócil y aparentar una lealtad mayúscula a los líderes históricos, Fidel y Raúl Castro”, aclara uno de los funcionarios.

No pocos opositores sospechan que la muerte de Laura Pollán y Oswaldo Payá Sardiñas fue urdida por la policía política. Pero quizá haya más preguntas sin respuestas de antiguos personeros del régimen fallecidos en circunstancias oscuras.

José Abrantes, ministro del Interior, murió de un infarto en una cárcel al sur de La Habana. Rosa María Abierno Gobín y Eduardo Díaz Izquierdo, encartados en la Causa No. 1 de 1989 (que sentenció a muerte al General Arnaldo Ochoa y otros tres oficiales), fallecieron de cáncer.

El legendario Manuel Piñeiro, alías Barbarroja, cerebro gris de la subversión guerrillera y grupos urbanos clandestinos en América Latina, perdió la vida la noche del 11 de marzo de 1998 tras impactar su coche contra un árbol.

Cuarenta días después del incidente de tráfico ilegal de armas desde Cuba a Corea del Norte, el domingo 25 de agosto en un accidente de tránsito moría el General de División Pedro Mediondo, Jefe de la Defensa Antiaérea y Aviación (el buque norcoreano Chong Chon Gang interceptado en el canal de Panamá transportaba misiles antiaéreos y dos cazas de combates Mig-21 camuflado bajo 250 mil sacos de azúcar prieta).

“Si eres disidente puedes ser golpeado y parar en la cárcel. Pero si el asunto por el cual se cae en desgracia dentro del aparato estatal es grave, entonces eres hombre muerto”, señala un militante del Partido jubilado.

Cuando en el futuro se abran los archivos secretos del Departamento de Seguridad del Estado se sabrá cuánto hay de ficción y cuánto de realidad.

Iván García

Foto: Tumba de José Abrantes en el Cementerio de Colón, en La Habana. Tomada de Flores para el verdugo.

Leer también: "Yo solo sé que tengo miedo"Nota.- En ese trabajo, mi colega Tania Díaz Castro se refiere a Vicentina Antuña y Edith García Buchaca como dos desconocidas en el mundo cultural. Después de 1959 es probable que no todos en Cuba supieran quiénes eran Vicentina y Edith, como tampoco hubieran escuchado hablar de Mirta Aguirre, Graziella Pogolotti, Lydia Cabrera o la dominicana Camila Henríquez Ureña, entre otras. Pero ya desde las décadas 1940-50, ellas formaban parte de la intelectualidad femenina de la isla. También en el siglo XX, en la pedagogía se destacaron María Luisa Dolz, Dulce María Borrero y Carolina Poncet, entre otras, y en la arquitectura, María Elena Cabarrocas y las hermanas Elena y Alicia Pujals, entre otras. Y en la música ni se diga, baste mencionar la Orquesta Anacaona, María Teresa Vera y Zenaida Manfugás. En todas las épocas y en casi todas las profesiones, las cubanas han sido mujeres de vanguardia (Tania Quintero).

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Educación: fraude consentido



Un día antes del examen de Matemáticas, la maestra recalcó con tanto énfasis lo que se debía estudiar para la prueba, que los alumnos captaron el mensaje y desecharon el resto del contenido.

A la mañana siguiente, las preguntas del examen eran iguales a las del repaso. No hay nada nuevo bajo el sol. El fraude académico en Cuba, sobre todo en los grados primarios, secundarios y preuniversitarios, es algo endémico.

Se camufla de diversas maneras. Desde el pago con moneda dura a un profesor, a métodos más sutiles como repasos de última hora, que son respuestas cantadas previas al examen final.

El fraude escolar es una aberración donde la culpa es compartida entre la familia y el régimen. En su intento de demostrar la supremacía de una ideología, el Estado otorgó licencia a los maestros para que, de una u otra forma, promovieran de grado a todos sus alumnos.

“En los años 70 y 80, incluso en la actualidad, un profesor que no promoviera a más del 95% de sus estudiantes era mal visto. Lo políticamente correcto era que el 100% de tu aula pasara de curso. Y con notas de sobresaliente. Ese monstruo creció. Tapábamos las deficiencias con poco rigor académico. Ya no recuerdo las veces que entré al aula durante un examen y le soplé todo el contenido a mis alumnos. Esas aguas han traído estos lodos. La calidad del estudiantado, incluyendo el universitario, está en su peor momento”, cuenta un antiguo profesor de Geografía reconvertido en taxista particular.

Un documento audiovisual independiente, realizado hace tres años, dejaba en evidencia carencias elementales entre los cubanos nacidos después de 1959. En el material, ubicaban al muro de Berlín en Australia. No podían situar en un mapa a Brasil. O desconocían la fecha en que cayeron los próceres más importantes de Cuba.

La enseñanza dogmática de la Historia, con un acento especial en Fidel Castro y una visión encartonada de José Martí, ha provocado que esa asignatura sea una de las más aborrecidas entre los estudiantes cubanos.

“Es que te cuentan las hazañas de Martí, Maceo o Fidel como si fuera un filme de Superman o Batman. Nos enseñan a memorizar fechas y contar los sucesos o batallas como dice el libro o como el profesor desea. No puedes analizar los hechos según tu apreciación. Todo es muy mecánico”, dice Josuán, alumno de décimo grado.

El régimen se ha enfrascado en una cruzada para frenar el fraude escolar, la violencia verbal y las groserías urbanas. “Se pierden horas en reuniones y cursos pedagógicos, analizando cómo superar o mejorar la calidad académica, pero jamás se toca un asunto clave: mejorar el salario de los maestros”, señala una profesora de secundaria.

Los salarios miserables han provocado deserciones a granel. Muchos docentes prefieren ser maleteros en un hotel, hacer pizzas en una cafetería privada o vender frituras de harina, donde ganan cinco veces más que dando clases.

Solo en La Habana hay un déficit de cuatro mil maestros de primaria y secundaria. Para tapar el parche, prepararon educadores en cursos exprés. Un orgulloso Fidel Castro los denominó ‘maestros emergentes’. En la calle la gente les colgó el mote de ‘maestros instantáneos’.

“Lo principal es que no tienen vocación. Además de su deficiente preparación, súmale los métodos pedagógicos desfasados”, señala Osvaldo, profesor jubilado. Sergio es maestro emergente. Se enroló en el magisterio para escapar del Servicio Militar. “Opté por la pedagogía para no vestirme de verde. No hay incentivos para educar en este país. Los bajos salarios y escasa vocación impiden revertir la situación”.

Zoila, maestra de primaria, considera que para frenar el fraude académico consentido debe darse mayor autonomía al profesor, perfeccionar los contenidos de estudio y que los maestros mejor preparados den clases en la enseñanza primaria. “Es en primaria donde se forjan los futuros profesionales. En Cuba la pirámide está invertida. Los mejores profesores dan clases en la universidad y los peores en la primaria”.

En las calificaciones también influyen los regalos hechos por los padres. “Uno los categoriza. Si te dan cosas de calidad, como un ventilador o dinero, el trato es exquisito y siempre al alumno se le da el máximo en las notas”, confiesa una profesora.

Un estudiante cuenta que según el rigor del examen, se le paga al profesor. “Puede variar de 5 a 20 cuc. Hay maestros más baratos que otros. Y están los incorruptibles, pero son los menos”.

En 2013, la aburrida prensa oficial denunció un escándalo de fraude escolar en el bachillerato. Los maestros involucrados fueron a parar tras las rejas. Pero la medida ejemplarizante no ha disminuido el negativo fenómeno.

“Por cien pesos (4 dólares), la subdirectora del colegio de mi hija da clases en su domicilio. Lo que ella repasa, a veces sin cambiar una coma, es lo mismo que sale en examen. Yo no lo hago, pero otros padres pagan ese tipo de repaso, que es un fraude sutil”, comenta Sandra, ama de casa.

Aunque la actual ministra de Educación, Edna Elsa Velázquez ha declarado públicamente su empeño en arrancar de raíz el fraude escolar, la tarea se antoja una batalla utópica.

“Apoyo la tenacidad de la ministra. Pero es un mal afincado y alimentado durante años por el propio Estado. Es luchar contra molinos de viento”, señala una maestra habanera.

Iván García
Foto: Tomada de Martí Noticias.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Robar y mentir, un estilo de vida



Cuando puede, Joel (nombre cambiado) se roba un poco de picadillo condimentado, varias libras de queso fundido y un chorro de aceite vegetal en la pizzería estatal donde trabaja.

No solo carga con alimentos que después revende en el mercado negro. Otras cosas también caben en el saco. Tubos de luz fría, un rodillo de madera o una caja de papel carbón para mecanografiar. Lo que se ponga a tiro se lo lleva para su casa.

Estos robos no se hacen al amparo de la noche. Pasado el mediodía, tranquilamente, Joel sale por la puerta principal de la pizzería con un surtido variopinto en su mochila.

Pero no solo el arte de robar al Estado se ha convertido en una regla de oro en la isla. Igualmente mentir, adulterar cifras y prometer una producción imposible de cumplir.

Y, créanme, Joel no es un mal tipo. Buen padre, amigo y esposo ejemplar. Cuando se le pregunta si se considera un vulgar delincuente, muy serio, te mira a los ojos y responde que no.

Las argumentaciones y pretextos para justificar las sustracciones no caben en un texto periodístico de 730 palabras. “Robar en un centro donde se elaboran alimentos o en almacenes del Estado forma parte de una ley no escrita. Casi todos lo hacen. Un simple trabajador se lleva unos kilogramos de lo que puede. Un jefe intermedio hace miles de pesos robando y adulterando cifras de producción. Un jefe superior de nivel municipal o provincial tiene tanto dinero como desee. Es una cadena de ladrones y corrupciones”, dice un ex chofer del sector de comercio interior.

La gastronomía estatal es un antro de delincuentes de cuello blanco. Una especie de cartel mafioso. Han montado una auténtica maquinaria de producir billetes para su beneficio a costa de robarle al Estado y al consumidor.

“Cada semana, le hago llegar un sobre con 600 cuc al director de mi empresa. Eso me sirve como protección ante las inspecciones y auditorías”, comenta un gerente.

Todos los administradores, gerentes y jefes superiores de gastronomía, centros de producción, turismo o almacenes estatales, son miembros del partido comunista. No roban para dañar el sistema o por motivos ideológicos. Al contrario. Es el disfuncional Estado verde olivo el que amamanta esa caterva de sinvergüenzas.

Para Reina, ama de casa, "no solo es un delincuente aquel que destripa una vaca para vender su carne. También deben ser juzgados los funcionarios que han dejado morir de hambre más de 50 mil reses en los últimos dos años".

Una amiga de Reina añade: "Y los jefes del partido y poder popular que prometen a miles de familias con viviendas en peligro de derrumbe, como la mía, que el 'caso será estudiado’ y llevan veinte años burlándose de nosotros".

Y ni qué decir sobre la alta jerarquía. Se pueden editar varios tomos con las mentiras y promesas incumplidas por los líderes de la Revolución.

"En 1970, Fidel Castro prometió que tendríamos tanto queso y leche como Holanda. Tendríamos tanta carne de res, papa, malanga y plátano que nos convertiríamos en exportadores", recuerda Anselmo, profesor retirado.

"Nunca nos dijo que cada familia podría tener un auto ruso. No. Era mejor y más sano tener una bicicleta china. Pero sí en tono radiante prometió que hiciéramos un espacio en casa, para albergar a una vaca enana que nos daría leche fresca", señala Rebeca, peluquera.

Mentir y prometer es política de Estado en Cuba. También incumplir los tratos comerciales con otras naciones. No pagar las deudas. Y engañar a empresarios extranjeros.

De lo que se trata es de valores cívicos perdidos. Además de deshonestos, un gran número de cubanos son expertos en saquear al erario público. Incluso cuando se marchan del país, siguen con sus prácticas aberrantes. Sin rubor, un habanero radicado en Miami, a varios amigos nos contaba cómo roba electricidad sin pagar un centavo.

En una lista de la Interpol aparecen decenas de cubanos afincados en Estados Unidos que han estafado al Seguro Social o el Medicare. Ninguna persona digna puede sentirse orgullosa de ese tipo de comportamientos.

Mentir, defraudar y robar es ya patológico para no pocos compatriotas, dentro y fuera de la isla. Pero si Fidel Castro engañaba al pueblo desde una tribuna, o ser miembro del partido es una escalera para acceder al pillaje, qué se puede esperar del resto de los ciudadanos.

Robar y mentir se ha convertido en algo más que un estilo de vida para muchos en Cuba.

Iván García
Foto: Tomada de El Ciudadano, Chile.

viernes, 12 de septiembre de 2014

El cliente importa poco


Eugenia, ingeniera, estuvo cuatro años ahorrando en una alcancía plástica parte de su salario en moneda dura y algunos dólares que con regularidad le giraban parientes de Miami.

“Necesitaba comprar un refrigerador nuevo. El Haier que me dieron en 2006, cuando la famosa 'revolución energética' de Fidel Castro, resultó un trasto inservible. Fue una estafa del gobierno sustituir los viejos equipos estadounidenses o rusos, que consumían más electricidad, pero presentaban menos roturas, por esa basura fabricada en China. Luego de ahorrar peso a peso, había llegado el momento de adquirir un nuevo refrigerador”, cuenta Eugenia en el portal de su casa.

Se llegó al Centro Comercial de Carlos III, en el corazón de La Habana. Después de indagar entre los vendedores de la tienda, se decidió por un modelo Daewoo de buena capacidad y bajo consumo energético, que costaba 930 cuc.

“A los dos meses surgieron los problemas. Con el máximo de frío, apenas congelaba. Tenía solo un año de garantía. Dos veces vinieron del taller de reparaciones, pero las fallas seguían. Opté porque me devolvieran el dinero y comprar una nevera de otra marca. Ahí fue cuando se complicó la cosa”, señala Eugenia.

En Cuba, los servicios post-venta siempre reman a favor del vendedor. A pesar de ser tiendas estatales, suelen violar descaradamente los derechos del consumidor.

Si el cliente reclama la devolución del dinero, los trámites se tornan engorrosos. “Te intentan convencer reponiéndote el equipo dañado por otro. Hay que remover cielo y tierra para que te lo reintegren”, dice Eugenia, quien lleva meses haciendo gestiones para recuperar el dinero.

Roberto, gerente de una tienda al detalle asegura que, de acuerdo a las normas de cada cadena, CIMEX, TRD o Palco, para la devolución del dinero el cliente debe traer un documento que avale que ha sido expedido por un taller especializado.

“Siempre el taller intenta reparar el equipo o en el mejor de los casos, ofrecerte otro de la misma marca. La última opción es devolver la plata. En nuestras tiendas muchos empleados no saben asesorar a los clientes y apenas tienen conocimiento de lo que venden. Si ganaran un porciento según las ventas otro gallo cantaría”, apunta.

Noemí, gerente de un centro de reparación de electrodomésticos y equipos electrónicos de la cadena CIMEX, confiesa que los clientes en Cuba tienen escasos derechos que lo protejan.

“Te pongo un ejemplo. Los equipos RCA, Hamilton Beach o Black&Decker vienen con una garantía del fabricante por un año. En Cuba se reduce a solo tres meses. Súmale que cualquier equipo aquí se vende más caro que en cualquier otro lugar del mundo y el salario promedio es de unos 20 dólares al mes. Yo intento sensibilizarme con los clientes, sé lo que a una familia le cuesta comprar un electrodoméstico, pero no depende de mí. Todas las semanas me reúno con los jefes de la cadena para dar baja a los equipos defectuosos. La orden es reponer con otro equipo, no devolver el dinero, sobre todo si el articulo costó más de 100 pesos convertibles”, afirma.

Joel, trabajador privado, adquirió una máquina de hacer rositas de maíz (pop corn) de la marca Daytron por 38.40 cuc en una tienda de electrodomésticos en la planta baja del edificio Focsa.

“Cuando llegué a casa, el equipo no las hacía. Fui al taller y me dijeron que probara con rositas de maíz vendidas en los mercados por divisas. Le expliqué que en el manual no se informaba que solamente elaboraba un tipo determinado de rositas. Tremendo ‘peloteo’ (innumerables gestiones) para que me devolvieran el dinero. Después de un mes de gestiones, me reintegraron los 38.40 cuc”, señala Joel.

Y tuvo suerte. Clientes como Eugenia aún andan enredados en dilatados trámites para recuperar su dinero tras comprar una nevera defectuosa. Y es que en Cuba, el cliente suele ser la pieza menos importante en una transacción comercial.

Iván García
Foto: Tomada de lavoztx.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Defraudar al servicio eléctrico



Pasada la siete de la noche, Esteban, dueño de una pizzería particular, conecta un interruptor directo a la red eléctrica pública: así abarata el consumo energético de su negocio.

“Por las noches apenas hay inspectores de la compañía eléctrica en la calle. Entonces aprovecho y me enlazo al tendido público. Por 100 cuc (87 dólares) un electricista me hizo la conexión. Es que los dos hornos eléctricos que tengo consumen demasiada energía. De lo contrario, pagaría 4,500 pesos mensuales solo en electricidad. Demasiado dinero. Si le sumas los elevados impuestos, salarios a tres trabajadores y otros pagos que debemos hacerle al fisco, quebraríamos”, se justifica Esteban.

Leovigildo, campesino y dueño de una finca, también se queja del alto consumo energético. “Nosotros debemos pagar el combustible en moneda convertible. Un galón de cinco litros nos cuesta 5 dólares. Gasto mucha corriente para extraer agua de los pozos. En consumo eléctrico pago más de 3 mil pesos al mes. Eso encarece la producción lechera y agrícola. En 2009 el Estado comenzó a pagar 15 centavos de dólar por cada litro de leche, intentando estimular la menguada producción. Pero al poco tiempo todo se fue al garete cuando se elevó el precio del kilowatt. No da negocio producir leche. La opción es entregar la leche a Acopio, ellos elaboran quesos artesanales y obtenemos mejores dividendos”.

Después que Fidel Castro llegara al poder en enero de 1959, el consumo eléctrico fue subsidiado por el Estado. Hasta 2005, su costo no representaba un problema en el ámbito domestico.

Durante 30 años la extinta Unión Soviética a precio de saldo exportaba millones de barriles diarios. Toda la industria y equipos automotores eran rusos y de otros países del antiguo bloque comunista de Europa del Este.

Los camiones Zil, autos Moskovich, aviones Ilushin, tractores o los ómnibus Ikarus, fabricados en Hungría, eran altamente consumidores y nocivos al medio ambiente, igual que los electrodomésticos soviéticos.

Cuando en 1991 la URSS dijo adiós al comunismo, Cuba entró de lleno en una crisis económica estacionaria que aún perdura. La producción de electricidad fue uno de los rubros más afectados. Las ciudades sufrieron apagones de 12 horas diarias y los bueyes sustituyeron a los tractores.

Pero en 1998 llegó una racha de buena suerte para el apesadumbrado comandante. Su compadre ideológico Hugo Chávez ganó las elecciones en Venezuela. Cuando el bolivariano llegó a Miraflores, se rubricaron intercambios comerciales ostensiblemente ventajosos para Cuba.

Por decreto, PDVSA, se convirtió en la caja de caudales de los proyectos mesiánicos o populares del difunto Chávez y la isla comenzó a recibir más de 100 mil barriles de petróleos diarios, a cambio de médicos, asesores militares y profesionales civiles.

Pero había que modernizar las añejas redes de distribución y producción energética. También los electrodomésticos, bombillos y motores de vehículos con elevado consumo.

Castro, experto en gobernar teniendo de fondo alguna campaña publicitaria, inventó una nueva revolución dentro su inconclusa revolución. La denominó Revolución Energética.

Comenzó por cambiar los equipos anacrónicos utilizados por la mayoría de la gente para cocinar y conservar sus alimentos. Sustituyó millones de bombillos derrochadores por otros 'ahorradores'.

En sus casas, los cubanos tenían artilugios de mediados del siglo XX, no porque fueran coleccionistas, sino porque el Estado era el proveedor y dueño de la vida ciudadana. Detrás de la cruzada aparentemente populista y generosa de Fidel Castro, se encubrió un alza de las entonces asequibles tarifas eléctricas.

Con la llegada del Raúl Castro al poder en el verano de 2006, el precio del servicio eléctrico sufrió una nueva vuelta de tuerca. Ahora mismo, en Cuba se paga 0.09 centavos de peso por el consumo de cada kilowatt.

Pasado los 100 kilowatts y hasta 150, el consumo se eleva a 0.30 centavos. Los precios van subiendo gradualmente. Después de los 300 se paga 1.50 el kilowatt consumido.

Y los altos consumidores, dueños de paladares, fincas, hospedajes y pizzerías privadas, que consumen más de 5,000 kilowatts deben pagar a 5 pesos el kilowatt.

El promedio de gasto familiar por consumo eléctrico en Cuba es de 85 pesos mensuales, unos 4 dólares (el salario medio no sobrepasa los 25 dólares). Con el aumento de aires acondicionados y cocinas eléctricas, muchas familias cada mes pagan entre 400 y 500 pesos (20 o 25 dólares).

Gracias al dinero enviado por sus parientes en Miami, Susana, maestra, ha podido comprar un aire acondicionado y equipos de cocina. “El consumo eléctrico se ha disparado hasta los 511 pesos en verano y mi salario es de 415 pesos. La solución es pagarle 5 cuc (120 pesos) al cobrador de la luz para que nos manipule la factura”.

En La Habana son miles los clientes que defraudan el pago de electricidad. Según Norberto, es un negocio que deja beneficios a unos y otros. “Los núcleos familiares y negocios particulares se ahorran cientos o miles de pesos mensuales. Y los cobradores, que ganamos poco, hacemos un dinero extra por la izquierda”.

En las dos décadas que lleva trabajando, Norberto ha visto toda clase de trucos para defraudar o amortizar el pago del servicio eléctrico. “Desde un edifico de 11 apartamentos que tenía habilitado un sistema para engancharse a la red de una empresa estatal hasta dueños de talleres y cafeterías que manipulan los relojes contadores”.

Para muchos cubanos, hurtar electricidad se ha convertido en un arte. Otros prefieren pagar por debajo de la mesa al cobrador. Inclusive, algunos se marchan del país y tratan de ver cómo 'abaratan' las facturas eléctricas y telefónicas. "Lo que pasa que afuera la cosa no es tan fácil", dice Ramón, un habanero reconvertido en madrileño.

Iván García
Foto: Tomada del blog El Correo.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Caseríos insalubres aumentan en la capital cubana



Desesperado y sin dinero para sostener a su esposa embarazada de 7 meses, Silvio se arriesgó a ocupar ilegalmente una habitación deshabitada, muy cerca del barrio donde reside en La Habana.

“No tengo trabajo fijo. Gano algo de dinero botando escombros o chapeando canteros. Recojo materia prima y siempre estoy dispuesto a trabajar duro. Pero apenas me alcanza para comer. Las malas condiciones de vida me llevaron a irrumpir en este lugar. Hasta ahora, ni la policía ni los inspectores de vivienda me han molestado. Si vienen, tendrán que sacarme a la fuerza. El Estado nunca me ha garantizado un hogar digno”, señala Silvio.

El 'okupa' habanero residía en un villorrio marginal al noroeste de la capital, donde las broncas familiares, hechos de sangre y un alto número de jóvenes y adultos presos son historias cotidianas.

Con la anuencia del presidente del CDR, una madrugada Silvio quebró el candado de la puerta con una pata de cabra y trasladó al cuarto las escasas pertenencias suyas y de su esposa, quien espera un niño para finales de agosto.

Osvaldo no tuvo igual suerte. Es padre de cinco hijos, su casa solo tiene dos habitaciones y residen doce personas. “En busca de espacio, construimos una barbacoa. Pero ya no podíamos crecer más. Mi esposa y yo dormíamos en la sala, en balsas inflables, sin ninguna intimidad como pareja. Cuatros generaciones diferentes conviviendo bajo el mismo techo".

Entonces Osvaldo decidió ocupar una vivienda desocupada, contigua a su domicilio. "Abrí un hueco en la pared y puse una puerta. Al principio, solo la utilizábamos para dormir y bañarnos. Luego la fuimos ocupando íntegramente. Alguien del barrio me delató y una tarde la policía nos sacó. Me llevaron a juicio y me pusieron una multa de 1,500 pesos. Hace 17 años la Dirección Municipal de Vivienda me prometió resolver mi caso. Todo son cuentos y mentiras. Las casas desocupadas se las dan a funcionarios del gobierno o a militares”.

El déficit habitacional es uno de los problemas más grave en Cuba. Se necesitan edificar 100 mil viviendas anuales para atenuar la situación. Pero cada año se construye menos.

En 2013, el Estado terminó poco más de 4 mil casas. Según Sara, funcionaria de vivienda, la crisis económica estacionaria que afecta a Cuba desde hace 25 años, ha obligado a recortar el presupuesto destinado a la construcción de casas.

“Estamos priorizando la construcción por cuenta propia. El objetivo es duplicar la producción y venta de áridos, cemento, baldosas y sanitarios. También agilizar nuevos y mayores créditos. No hay otra solución a corto plazo”, afirma.

El 60% del fondo habitacional en la isla está en regular o mal estado técnico. Y la calidad de las viviendas edificadas deja mucho que desear. Al no poder el régimen diseñar un proyecto viable, muchas familias ocupan inmuebles abandonados o levantan chabolas de hojalata y cartón en cualquier espacio.

En La Habana se han multiplicado las 'favelas'. Si antes de 1959 existían dos o tres barrios insalubres, ahora la cifra supera el medio centenar. Les dicen 'llega y pon'. En las afueras de ciudad, bordeando la Autopista Nacional, camuflados por una frondosa vegetación, existen varios caseríos insalubres.

Junto a su madre, esposa y tres hijos, Pedro vino huyendo de la pobreza y el futuro incierto desde la oriental provincia de Guantánamo, a unos mil kilómetros al este de La Habana.

En dos noches levantó una cabaña de aluminio con tejas de fibrocemento. Sin luz eléctrica, agua potable, servicios sanitarios y rodeados de mosquitos, la familia de Pedro sobrevive como puede.

Cada día es una aventura. “Mi madre vende jabas de nailon en los alrededores de una panadería. Mi esposa limpia el piso en una cafetería particular y yo me dedico a desmochar palmas. Nuestro sueño es legalizar nuestra situación en la capital y reunir dinero para levantar una casa de mampostería como Dios manda”, acota Pedro.

Su hija Maritza escogió el camino más fácil, la prostitución. Cuando oscurece, le hace señas con la mano a vehículos que transitan a más de 100 kilómetros por la Autopista. Si alguno se detiene, le dice su oferta: “25 pesos por una masturbación, 50 pesos por sexo oral y 100 pesos por penetración. Pero si la noche está floja, acepto rebajas”.

Diez kilómetros al norte, Carmen Luisa González convive junto a otras diez familias entre ratas y hurones, atrapada por un basurero en una finca intrincada del municipio de Marianao.

El 4 de enero de 2013, Diario Las Américas publicó una nota titulada, Mujer vive atrapada en un vertedero de La Habana, donde González contaba que desde el año 2001, las familias residentes en la finca han realizado infructuosas gestiones a todos los niveles, en busca de respuesta. Según las autoridades, ellos viven en 'tierra de nadie'.

Si hace año y medio la finca donde reside Carmen Luisa estaba rodeada por un basurero estatal y algunas casuchas, ahora se ha convertido en una villa miseria de medianas proporciones.

Iván García
Foto: Tomada de Cubanet.

viernes, 5 de septiembre de 2014

La Habana, 1994



Por los veinte años de la protesta popular del 5 de agosto de 1994, que ha quedado conocida como el Maleconazo, a mi hijo Iván García, quien desde 1995 escribe como periodista independiente, de tres medios distintos le pidieron que contara cómo vivió aquel día.


Dos meses antes, el 3 de junio, había nacido Yania, mi primera nieta. Los cubanos estábamos en pleno 'período especial, la situación era terrible, faltaba de todo, comida, jabones, apenas habían guaguas y los apagones eran de 12 horas o más. Encima, una superinflación: un dólar costaba 120-150 pesos.

Entre los productos que por esos días estaban desaparecidos en combate se encontraba el arroz. Recuerdo que después de recorrer media Víbora, me dieron la dirección de una vivienda en Lawton, donde estaban vendiendo arroz, a 100 pesos la libra, una 'ganga' en ese momento. El lugar era un tugurio, una mujer que vigilaba en la puerta me llevó adentro y en un cuarto deshabitado tenían cuatro sacos de arroz. "Los acabamos de traer del campo", me dijo.

Yo solo tenía 200 pesos, me midió las dos libras con una latica vacía de leche condensada. Las eché en un nailon, que metí dentro de una jaba de tela, para que no me vieran el arroz. Contenta llegué a la casa, lo lavé y puse a cocinar una libra, en un caldero de hierro, aún no teníamos olla arrocera. Por grasa le eché manteca de puerco: el aceite era un lujo. Cuando estuvo, ni mi madre ni mis dos hijos se lo querían comer. Es que era 'arroz de la tierra', que suele quedar 'ensopado'. Y si a algo en mi casa mi madre nos acostumbró, fue al arroz desgranado.

Volviendo al 5 de agosto. Esa mañana, sobre las 10, pasó por la casa una muchacha con su hija de 5 años. Era hermana de una amiga nuestra y vivían en una barriada muy pobre de Los Pinos. Pasó a buscar un dólar que yo le iba a dar, de los 39 dólares que me dieron por la venta de mi colección de discos de Brasil y que me permitieron comprar tela de gasa y antiséptica para mi nieta. Es que siempre hay alguien peor que uno. Con mucho sacrificio, esta joven había logrado reunir 4 dólares, para que su hija pudiera empezar el curso escolar con zapatos nuevos.

Ella y la niña se fueron en busca de la 13, porque primero iban a ir a peleterías de la calle Monte. Al no encontrar un par adecuado, decidió irse a pie hasta Galiano. A medida que se acercaba a Galiano, empezó a ver mucha gente alterada. Pensó que era una gran bronca entre vecinos. Siguió caminando por Galiano, pero ya a la altura de Neptuno se asustó y decidió no seguir. En eso vio una ruta 15, le hizo señas, el chofer al verla con una niña pequeña le paró. Entonces, la 15 tenía su paradero en Patrocinio y 10 de Octubre, Víbora, al doblar de nuestra casa.

Antes de regresar a Los Pinos, pasó a contarme lo vivido. "Aquello metía miedo, nunca había visto tanta gente junta, gritando contra la revolución". Desde hacía más de un año teníamos el televisor roto. Mi principal medio de información era un radio Selena.

En eso, la vecina de enfrente me grita: "Tania, la televisión está sacando la molotera que se ha formado por la Habana (desde siempre, los habitantes de los barrios periféricos han llamado 'Habana' a la zona céntrica de la capital, donde se localizan las principales tiendas). Apúrate, que Fidel acaba de llegar". Estaba lavando y en el lavadero, dejé la ropa y el jabón y crucé corriendo la calle.

Llegué a tiempo para ver la escena que le conté a Iván y él reprodujo en Diario de las Américas: "Cuando vieron al barbudo, los que hasta ese momento estaban gritando contra él, enseguida empezaron a aplaudir y darle vivas. Una muestra de las dos caras y del temor de este pueblo, por eso esta dictadura va a durar cien años o más".

En 1994 yo todavía era periodista oficial. Pero a partir del 8 de marzo de 1991, cuando un operativo de la Seguridad del Estado, pistola en mano, asaltó y registró nuestra casa y se llevó detenido a Iván, ya nada iba a ser igual para mí. Por eso es que en ese momento utilizo la palabra dictadura. Porque ya para mí, desde 1991, 'aquello' no era una revolución ni un proceso revolucionario, si no eso, una dictadura.

El Maleconazo seguiría presente en mi vida dos meses más, cuando el diario español ABC envió a dos periodistas a darle seguimiento a aquella gran protesta pública y me pidió que les acompañara y guiara por la ciudad. Santiago Córcoles estuvo en las últimas dos semanas de agosto, y Alberto Sotillo durante en el mes de septiembre de 1994. En Periodista, nada más, libro que pueden leer en mi blog, narro detalles de aquella experiencia periodística.

En Cuba, desgraciadamente, entonces y ahora, existe una categoría de cubanos que por tal de largarse, son capaces de todo, desde inventar interrogatorios en Villa Marista a detenciones en calabozos de la policía por motivos políticos.

Y como el 5 de agosto fue algo tan masivo y era difícil comprobar quiénes de verdad estuvieron allí, hubo quien no dudó en coger el 5 de agosto y confeccionar un 'currículo disidente'. Es lo que hizo una del barrio, que inventó una historia con ella de protagonista.

Hace unos años, le pedí a Iván que escribiera sobre los 13 días que estuvo detenido en Villa Marista (del 8 al 21 de marzo de 1991), para publicarlo. Porque personas que querían presentar avales de 'opositores' en la Sección de Intereses y poder solicitar asilo político en Estados Unidos, se hacían los chivos locos y empezaban a preguntarle que si era verdad que te metían en una 'gaveta', que si nunca apagaban la luz en la celda, cómo eran los interrogatorios...

En La Habana de 1994, abundaban los cubanos de doble moral, que se dedicaban a 'marcar la tarjeta' y hacer el paripé de que eran 'revolucionarios', cuando en realidad eran tremendos gusanos. Ya muchos de los que en 1980 habían participado en actos de repudio a la 'escoria' y habían tirado huevos a quienes se iban por el Mariel, se encontraban en Miami, viendo por televisión el Maleconazo.

Tania Quintero

Foto: De la serie de fotos que en 1994 hizo en La Habana el fotógrafo holandés Karel Poort, entre ellas las primeras y más divulgadas del Maleconazo. Ésta, de dos ciclistas atravesando la famosa esquina de Prado y Neptuno, fue hecha antes de los incidentes, cuando Poort, quien además de fotógrafo es cineasta y realizador televisivo, como turista caminaba por las calles habaneras. Tomada del blog Cuba Material.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Los menos favorecidos con las reformas económicas


Mientras Juan Carlos, dueño de una cafetería especializada en sandwiches y batidos, puede hacer un recuento favorable de su negocio, Anselmo, un albañil jubilado, toca fondo.

“He tenido que trabajar duro, pero no me quejo. He podido remodelar mi casa y dos veces al año puedo pasarme unos días en un resort de Varadero o Cayo Coco. Ya no dependo del Estado. Soy mi propio jefe”, dice Juan Carlos, quien junto a su esposa recorre el Centro Comercial de Carlos III, en el corazón de La Habana, en busca de juguetes para sus hijos.

Luego de hacer sus compras, se sientan en un café a comer pollo frito y beber cerveza clara, mientras en una amplia pantalla miran videos con canciones de Pitbull.

Cuando salen, en busca de un taxi que los lleve a su domicilio, no reparan en un anciano que vende caramelos y maní tostado a la salida de la tienda. Se llama Anselmo y su vida ha ido a la inversa.

“Trabajé 40 años en la construcción. Cuando me jubilé no tenía siquiera una cuenta en el banco. Para sobrevivir, mi esposa y yo tenemos que zapatear la calle desde temprano. Ella vende periódicos, y yo, maní, caramelos y melcochas. Las ganancias de los dos no sobrepasan los 120 pesos diarios. Con ese dinero compramos viandas y frutas. Comemos alrededor de las 8 de la noche y cuando empieza la novela, estamos dormidos en los sillones”, cuenta Anselmo.

La pensión de 217 pesos de Anselmo se evapora en pagar la factura de la luz, pagar una deuda contraída con el banco, por la sustitución hace 7 años de su viejo refrigerador Philco por una nevera china Haier, que se pasa más tiempo rota que funcionando y, cuando pueden, adquirir una libra de pan de corteza dura que cuesta 10 pesos.

Cuando usted le pregunta a Anselmo sobre las reformas económicas emprendidas por el General Raúl Castro responde con enojo. “¿Qué reformas? Los únicos que han salido bien parados de esta locura son aquéllos que tienen parientes en el extranjero, los que han podido guardar dinero robado al Estado y tipos poderosos del gobierno, civiles o militares. A los profesionales, obreros o empleados, y a nosotros, los viejos jubilados, las reformas económicas nos pasan por el lado. Cada día todo es más caro. Trabajar de forma honesta no es un incentivo”, señala el anciano.

Son las dos caras de una moneda. Unos pocos que han tenido éxito en sus negocios y cuatro millones de trabajadores y jubilados que cada mes cuentan el dinero por centavos.

Teresa, ingeniera, se pregunta si valió la pena estudiar cinco años una carrera universitaria para tener una vida colmada de penurias.

“No se puede tensar más la soga. Vendo en 25 pesos la merienda que me dan. Y de mi casa llevo café y jugo y los vendo en el trabajo. ¿Tú crees que es justo que una profesional parezca un merolico, intentando ganar unos pesos extras para mantener a su familia?”, se pregunta Teresa.

En las tímidas reformas económicas emprendidas por el régimen no se ha tenido en cuenta al cliente. “Todo es más caro. Si antes ir al barbero costaba cinco pesos, ahora cuesta 20. Igual sucede con los vegetales, carne de cerdo y consumo eléctrico. Los precios se disparan hacia arriba y la mayoría de los salarios y pensiones siguen congelados”, apunta Gustavo, un ferroviario jubilado.

Existe una brecha abismal entre precios y salarios. En 1988 el salario promedio era de 187 pesos. Ahora, según la oficina nacional de estadísticas, es de 466 pesos, alrededor de 20 dólares.

Desde 1988 a la fecha los precios de alimentos básicos, luz eléctrica, ropa y aseo se han multiplicado hasta por 8 veces en muchos casos.

Una libra de carne de cerdo deshuesada costaba 4.50 hace 25 años. Ahora vale 40 pesos. El omnipresente papá Estado, anualmente te otorgaba dos camisas o dos blusas, un pantalón o una saya y un par de zapatos por una libreta de productos industriales que a mediados de los 90 desapareció con discreción.

La calidad era pésima, pero los precios eran módicos. A partir de la eliminación de esa otra libreta, los cubanos deben comprar ropa y calzado en moneda dura. Un vaquero barato, de marca pirata, representa el salario mensual de un obrero calificado.

Y por favor, no mire a los estantes donde cuelgan los legendarios Levi’s. Cuestan entre 80 y 100 cuc, el sueldo de cuatro meses de un arquitecto.

Cuba es un caso inédito en el mundo. La gente cobra sus salarios en una moneda devaluada que solo le alcanza para pagar el consumo eléctrico, adquirir en la bodega y la carnicería los alimentos de la cartilla de racionamiento y comprar algunas viandas en el agromercado.

Gente como Juan Carlos, dueño de un café privado, que puede ir dos veces al año a un resort en Varadero, son los menos. Ancianos como Anselmo o Gustavo y profesionales al estilo de Teresa, que viven al día, siguen siendo mayoría. Ellos son los grandes perdedores de las cacareadas reformas económicas en Cuba.

Iván García
Foto: Tomada de El Nuevo Diario, Nicaragua.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Polémica por cambios en el curso escolar



Las reformas del gobierno de Raúl Castro llegan a la enseñanza. Desde hace un par de meses, rumores difundidos por voceros del régimen, sobre la presunta reducción a una sola sesión de clases en los niveles de primaria y secundaria, provocó un encendido debate en la población.

Como siempre sucede en Cuba, la orden vino de arriba. En un seminario de preparación del curso escolar 2014-2015, celebrado en mayo, Miguel Díaz-Canel, vicepresidente y probable delfín del General Castro, fue el portavoz.

Díaz-Canel habló de flexibilizar el "proceso docente-educativo" y "hacer la escuela más atractiva para los educandos". Luego, una nota de la oficial Agencia de Información Nacional, firmada en Santiago de Cuba, a unos 900 kilómetros al este de La Habana, aportó otros detalles.

En el Seminario, concluido el 30 de mayo, directivos y maestros locales intercambiaron sobre "la necesidad de aumentar la instrucción de profesores y maestros, y la atención diferenciada al alumno, así como mantener una adecuada higiene escolar".

Francisco Ojeda, subdirector provincial de Educación en Santiago de Cuba, informó que las actividades teóricas se efectuarán en las mañanas, y las prácticas, como Educación Física, Laboral, Artes Plásticas, Informática e Inglés, por las tardes.

Ojeda puntualizó que a partir del mes septiembre, los estudiantes tendrán hora y media para ir a sus casas en el horario de almuerzo, pues se elimina un turno de clases y los alumnos saldrán más temprano de los planteles.

Maestros y funcionarios municipales del Ministerio de Educación en La Habana venían ya comentando sobre la eliminación del almuerzo en escuelas primarias y la merienda escolar en secundarias.

En reuniones de padres, a profesores y directivos se les preguntó el alcance y veracidad de los nuevos cambios. Según la directora de un colegio primario, algo se cocinaba, pero todavía no se podía confirmar.

Hasta que el 8 de julio el diario Granma, órgano del Partido Comunista, en su habitual estilo macarrónico informaba de “las nuevas vías de perfeccionamiento en la enseñanza”.

En una conferencia de prensa, Ena Elsa Velázquez, ministra de Educación, precisó que “esos ajustes son el resultado de encuentros con cientos de maestros, presidentes de consejo de escuela, alumnos y directivos a todos los niveles”

Velázquez reveló que “no se elimina la doble sesión ni la merienda escolar en primaria y secundaria, aunque atendiendo a las inquietudes de los familiares, se autorizará que los alumnos almuercen en sus casas, previo consentimiento de los padres”.

La ministra incurrió en un ligero gazapo: desde hace más de 20 años, en las escuelas primarias no se ofrece merienda escolar a los alumnos. Por ello, desde hace tiempo, muchos padres deben reservar un dinero para que sus hijos puedan merendar. Es el caso de Antonio y Liudmila, quienes al mes gastan 750 pesos -30 dólares- en la merienda de su única hija (recuerden que el salario promedio en Cuba es de 20 dólares).

Según transcendió, en el curso escolar 2014-2015, los centros escolares tendrán mayor autonomía para organizar los horarios de clases.

Se recuperará el ciento por ciento de los laboratorios para clases de biología, química y física en preuniversitario. Y más de 800 en secundaria básica.

Los profesores tendrán un día a la semana para su preparación metodológica. Y podrán participar en cursos de postgrado, diplomado y maestría, con el objetivo de elevar el deficiente nivel pedagógico actual. En el próximo curso, señaló Margarita McPherson, viceministra de Educación, habrá un mayor rigor académico y se hará hincapié en el buen uso de la ortografía.

Daniela, maestra de cuarto grado, se quedó esperando que la ministra de Educación abordara temas que lastran la calidad del magisterio como las condiciones de trabajo y los bajos salarios.

“Es una falta de respeto lidiar al toro y no cogerlo por los cuernos. Sí, hay problemas graves en la formación de los alumnos, pero no se menciona ni una palabra que miles de maestros desertan de su profesión por los salarios miserables. A veces tenemos que vivir de la caridad de los padres de nuestros alumnos, que nos traen hojas, sacan información de internet, compran ventiladores y detergente o frazadas para limpiar las aulas. Es una vergüenza que en las escuelas cubanas, ya sean primarias, secundarias o preuniversitarias, no exista conexión a internet”, comenta Daniela.

Varios profesores señalaron que un salario que ronda entre los 15 y 22 dólares no incentiva a los jóvenes a las carreras pedagógicas. Hace dos años, en La Habana había un déficit de 5 mil maestros.

Renato, maestro de sexto grado, opina que si se quiere mejorar la calidad de la enseñanza primaria y secundaria, el Estado debiera alistar a los profesores más capacitados, graduados de institutos técnicos y universidades.

“Es en la primera enseñanza donde se forman los futuros profesionales. Se debe invertir la pirámide. Los mejores profesores deben dar clases en primaria y secundaria”, alega Renato.

Otro tema ignorado por las autoridades de Educación es la metodología utilizada actualmente. Norberto, maestro jubilado, considera que “los métodos de corta y pega a la hora de hacer un trabajo de equipo en el aula, y la tendencia a que los alumnos memoricen el contenido como si fuesen robots, siempre nos va a llevar al fracaso. Hay que darle un vuelco a la metodología. Debemos incentivar a los estudiantes con clases amenas, sin tanto contenido ideológico y que ellos mismo saquen sus propias conclusiones”.

Dudo que la propuesta de Norberto se materialice. La ministra de Educación dijo que es muy importante el vínculo de la escuela con la Asociación de Combatientes de la Revolución, una institución paramilitar en la sombra, que suele participar en tareas de vigilancia, linchamientos verbales y actos de repudio contra los disidentes.

Hasta nuevo aviso, en los matutinos se seguirá coreando el lema de los alumnos de primaria y secundaria en Cuba: “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”.

Iván García
Foto: Tomada de El Mundo, España.