miércoles, 30 de abril de 2014

Prostituirse por una visa



El día que Yaquelín (nombre cambiado) arribó a los 12 años, sin fiesta ni cake de cumpleaños, el regalo de su madre fue una profecía: “Ojalá que tengas buen cuerpo y puedas ligar un ‘yuma’ (extranjero) que te saque de este infierno”.

La predicción se ha cumplido a medias. Hoy, a sus 22 años, Yaquelín es una joven con un cuerpo esbelto que provoca la mirada de muchos hombres. “Aún no ha aparecido el ‘yuma' que me saque de Cuba. Me he acostado con varios italianos y españoles, pero de ahí no pasó. Nací y crecí en un suburbio de La Habana pobre y profunda. En la cuartería donde vivo, a falta de muñecas, las niñas jugábamos a ser jineteras. Mi heroína de la infancia no fue una artista famosa. Fue una jinetera del barrio que se casó con un escandinavo, le compró un apartamento a su madre y viene de visita a Cuba con la billetera repleta de euros”, dice mientras bebe una cerveza Corona en un bar particular.

“Mi padre es un delincuente. Pasa más tiempo en la cárcel que en su hogar. Un caso perdido. Mi madre limpia pisos en una escuela. Yo no soy bruta, al menos terminé el preuniversitario. Me hubiese gustado estudiar una carrera universitaria. Pero tengo dos hermanos pequeños que debo mantener, además de mi madre y mis dos abuelos. Y lo hago de la manera más fácil que hay en Cuba, jineteando”, confiesa Yaquelín.

Las jineteras no tienen un sindicato o una ong que se ocupe de ellas. Es un negocio ilegal. Se desconoce el número de prostitutas existentes en Cuba. Cifras extraoficiales hablan de miles.

Se mueven en sitios céntricos, zonas aledañas a hoteles, playas, bares y discotecas de moda. Su precio fluctúa de acuerdo al poder adquisitivo del turista foráneo o el cliente cubano.

“Antes, me cuenta una jinetera habanera, a las que empezaron en este negocio y ya son abuelas, los ‘yumas’ le pagaban hasta 150 dólares por una noche. Era otra etapa. Había menos prostitutas y la policía te hacía la vida imposible. Pero desde unos hace años, en el mejor de los casos nos vamos a la cama por 25 o 30 pesos convertibles. Depende del sitio donde ‘pinches’ (ligue) al ‘yuma”.

Y añade: “Si ligas en la Casa de la Música de Miramar o en la cafetería de un hotel como el Nacional o el Habana Libre y el tipo tiene pinta de ser ‘maceta’ (tiene dinero) o es la primera vez que visita el país, se le puede tirar un farol y pedirle 100 cuc. Pero pocos muerden el anzuelo. Por lo general saben los precios y si insistes y te haces la difícil, pasan de ti. Porque a tu alrededor hay media docena de chicas que parten con él por un tercio del dinero que tú le pides”.

Otra jinetera explica que “a veces el cliente se ‘encarna’ en tu cuerpo. Y consigues que salga contigo varios días. Pero sin atosigarlo con problemas materiales ni estar hablándole de pobreza. Esa ‘muela’ (charla) cansa. Lo que hago es llevarlo a mi casa, al barrio y que vea el entorno donde vivo. Vista hace fe, suele decir mi abuela, mi mejor asesora”.

Según Yaquelín, siempre es aconsejable tener a mano tres o cuatros clientes cubanos. “Cuando la cosa se pone difícil para ligar extranjeros, tienes que acostarte con cubanos, que a veces no es la mejor opción. Está el borracho indeseable que solo te quiere dar 5 cuc. Los nuevos ricos de negocios privados te tratan bien y establecen una relación larga, como si fueses una querida. Los cubanos que viven en Estados Unidos son los más espléndidos. Y no hay que estarle haciendo cuentos. Por experiencia propia saben que aquí la caña está a tres trozos”.

Aunque reside en una barriada marginal al sur de La Habana, Yaquelín va hasta el Vedado o Miramar a cazar clientes. “En estos barrios a las jineteras se les paga muy poco. Conozcon jóvenes que se prostituyen por 80 o 100 pesos (3 o 4 dólares)".

Dice que no tiene nada contra esas muchachas, pues es tan prostituta como ellas, “pero cuando jineteo, cobro 25 cuc, lo mínimo que se necesita para comprar comida y algo de aseo”.

Han pasado diez años desde que su madre le vaticinó que se casaría con un extranjero y podría marcharse del manicomio ideológico cubano.

“Lo he intentado. Cada año que pasa es un reto. La juventud y la belleza no son eternas. Pero soy optimista. Cuando me empate con un extranjero y me largue de Cuba habré cumplido mi sueño”, señala Yaquelín.

Iván García

lunes, 28 de abril de 2014

Con el juego en la sangre


Norberto, 69 años, suele vivir al filo de la navaja. Es dueño de un banco clandestino de lotería, conocido popularmente en Cuba como ‘bolita’. La primera vez que reunió cien mil pesos (4,200 dólares) hizo una fiesta con amiguetes y putas que aún se comenta en el barrio.

Después ha sido más cauto. Guarda los paquetes de 100 billetes minuciosamente envueltos en un enorme closet que cubre toda la pared de su cuarto. “Llevo en este negocio más de 30 años. Nunca le he trabajado al Estado. Cuando era joven derrochaba la plata. Ahora atiendo mejor a mi familia y ahorro para una probable emergencia. En este ‘bisne’ (negocio) hay que tener siempre dinero guardado. Hay días de perder hasta 200 mil pesos (8400 dólares)”, cuenta Norberto, vestido con un short azul prusia y una camiseta de los Miami Heat.

La ilegal lotería cubana no tiene una fecha precisa de comienzo. Según Norberto, después que Fidel Castro en 1959 aboliera las apuestas y los juegos de la suerte, comenzaron a surgir pequeños 'bancos de bolitas'.

“Un amigo de mi padre tuvo un 'banco' en los años 60. Y vivía a lo grande. Ese hombre fue un modelo para mí. En 1978 decidí abrir uno. Fue posible gracias al dinero que nos dejó un pariente que residía en la Florida que por esa fecha visitaba La Habana, cuando aquellos viajes a la isla de la comunidad cubano-americana a la isla”, recuerda Norberto.

La lotería nacional siempre fue pasión en Cuba. Antes de Castro era legal, y en cada esquina vendían billetes de lotería. Tanto la gente de la Cuba profunda como las personas humildes de la ciudad, con frecuencia se jugaban lo poco que tenían, para ver si la suerte les cambiaba y pescaban un premio gordo.

El Estado controlaba la lotería. Y no era raros los casos de corrupción entre funcionarios gubernamentales. A ratos el dinero se usaba para pagar las famosas “botellas”.

A los pocos meses del arribo del comandante único arribó a La Habana, el 8 de enero del 59, inició su cruzada contra todo tipo de juego. Los casinos fueron asaltados por turbas enardecidas que con hachas y bates de béisbol destrozaron mesas de billar y máquinas tragaperras.

El judío Meyer Lanski, hombre de confianza de Lucky Luciano y que estaba al frente de varios casinos tuvo que hacer sus maletas. Pero Castro no sólo fue a por los casinos. También prohibió por decreto la lotería nacional, peleas de gallos y otras variantes de juegos por apuestas.

En ese tiempo, Norberto era un joven y lampiño miliciano que hacía caminatas de 62 kilómetros y estaba acuartelado en una base militar en las afueras de La Habana. “Eran los días de la Crisis de Octubre. Ya por esa época, en los ratos libres, mientras la amenaza nuclear flotaba sobre nuestras cabezas, jugábamos cubiletes y cartas por dinero”, rememora Norberto.

A pesar de severas sanciones penales- entre 5 y 7 años y que aún se mantienen vigentes- hacia aquellas personas que pillaran jugando por dinero la gente seguía probando fortuna.

En esta primavera de 2011, la bolita en Cuba es otro deporte nacional. Al igual que el béisbol, el sexo o beber ron como si fuese un pirata. Norberto nos cuenta el entramado de un 'banco de bolita'. “Para empezar el negocio se necesita entre 200 mil y medio millón de pesos (8 mil y 20 mil dólares), ahora hay gran cantidad de personas que apuestan. Comparado con los años 70 y 80 se han triplicado los jugadores. Existe una impunidad relativa. La policía se ha relajado y mira para otro lado. Cuando existe algún problema, uno deja caer un billete por debajo de la mesa y las cosas siguen su curso. También es fundamental contratar varios 'listeros', una persona que sea un mago con los números”, apunta Norberto mientras bebe un vaso de jugo de piña.

Es usual que un banco de calibre tenga entre 4 y 10 listeros. Cada uno, como promedio, recoge apuestas que van desde los 400 a los 1,000 pesos (18 o 40 dólares).

El 'listero' o colector es el tipo que revisa las listas y observa si hay demasiado dinero apostado en determinado número. En esos casos, suele hacer lo que en el argot de la lotería local se conoce como ‘botar números’. Es decir, traspasarlo a otro 'banco'. Una manera de prevenir fuertes pérdidas de dinero.

Un 'banco' suele pagar entre 80 y 90 pesos si aciertas un número fijo; 25 o 30 por los corridos, y entre 800 y 1,000 pesos por los ‘parlés’, o sea, por acertar dos números.

Se juega del uno al cien. Y se premian los tres primeros números. Uno fijo y dos corridos. Aunque también la gente suele apostar fuertes sumas de dinero a los terminales. Los resultados se siguen por la lotería de Miami, que se sigue por la antena por cable (ilegal). Los banqueros suelen tener una, para observar en vivo cuando cantan los números.

“Hay bancos de lotería, como el mío, que están haciendo dos tiros diarios. Uno por la tarde y otro en la noche. Esto redunda en más dinero”, acota Norberto con una media sonrisa.

Pero si de juego se trata no solo la lotería deja buenos beneficios. Claro, que un 'banco de bolita' próspero, como el de Norberto, deja tan buenas ganancias que permite tener dos casas amuebladas a todo trapo y todos sus hijos tienen viejos coches norteamericanos de los años 50 que parecen recién salidos de los talleres de Detroit.

También los pequeños casinos ilegales que brotan como flores por toda la ciudad dejan gran cantidad de plata a sus dueños. Al sur de La Habana, en un barrio pobre y de calles a medio asfaltar, radica el mejor casino de la capital.

Son conocidos como ‘burles’. Se habilitan en casas particulares. Suelen tener entre dos y cuatro mesas donde se juega longana, una variante del dominó, naipes y silot, un juego de dados de fuertes apuestas y que pusieron de moda los miles de orientales que a menudo recalan en La Habana.

Ahora mismo, en el casino clandestino de Rolando se juega trío, una variante del póquer estadounidense que se practica con 36 barajas. Tres cartas bocarriba, dos en la manos y tres posibilidades de tomar cartas.

Hay seis jugadores y para sentarse en la mesa se necesita cinco mil pesos (220 dólares). Un dealer muy serio reparte las cartas para evitar trampas.

“Llevo casi un año a 'tanque' (local) lleno. Un día malo gano no menos de 8 mil pesos (350 dólares). Además vendo comida y merienda”, cuenta Rolando.

Conozca el perfil de un ‘burliche’ (jugador). Por lo general son personas que viven de negocios en el mercado negro, marginales de arrabal, funcionarios y gerentes corruptos.

Suelen estar hasta más de doce horas sentado jugando trío o tirando dados. A ratos toda una noche. Al día siguiente de nuevo a la rutina. Es su estilo de vida.

No muy lejos de la casa de Rolando hay una valla de gallos. Los fines de semanas se pone caliente. Llega gente de barrios lejanos. E incluso de otras provincias. Los rumores en Cuba tienen piernas agiles. Y cuando un fanático a las peleas de gallos se entera que hay una valla donde corre el dinero, sin pensarlo dos veces la visita.

El negocio de los gallos es casi una industria. Funciona a todo vapor y con eficiencia. Desde personas que se dedican a vender gallos de lidia y preparadores hasta los dueños de las ilegales vallas.

Les presento a Oscar, un gordo que viste de forma estrafalaria y lleva en el cuello un ramillete de cadenas de oro de 18 quilates. En este domingo de cielo encapotado, Oscar da instrucciones a dos personas que en las afueras de su valla cobran la entrada de jugadores y curiosos. Por 30 pesos (poco más de un dólar) y si no tiene pinta de policía encubierto, usted puede sentarse en una grada rudimentaria a mirar el cartel.

Cuando arrancan las peleas sube la adrenalina de los jugadores. Y las apuestas crecen como la espuma. A la derecha, un tipo con aspecto lombrosiano, a toda voz lanza una oferta: “Mil 'monedas' al gallo negro”. Y enseguida recibe contestación de un mulato musculoso.

Cada 'moneda' equivale a cinco pesos. Tranquilamente, en unas horas, estos jugadores se apuestan el salario de cinco años de un medico. Cuando llega la pelea de lujo, entre dos gallos invictos, la gente pierde el control y se arremolina junto a la valla.

Ya para entonces las apuestas andan por los 30 mil pesos. Los gallos sostienen un enconado duelo. Sale victorioso un gallo de color marrón. Los ganadores están que se salen. Los derrotados, cabizbajos y resabiosos todavía comentan la pelea.

Pero Oscar, el dueño de la valla, todavía no cierra el negocio. Durante unas cuatro horas, la gente continúa jugando silot en un tablero largo de madera y tomando cerveza clara y ron añejo. El tipo es un lince para hacer dinero.

Las peleas de perros y de carreras de autos son otras de las opciones para quienes gustan de jugar y apostar plata. Quizás con menos seguidores, pero corre dinero. Y mucho.

En autopistas y vías en las afueras de La Habana, algunas noches se organizan carreras ilegales de autos y motos. También exhibiciones de habilidades. En un santiamén llega el promotor de la carrera, que con antelación citó a los competidores y apostadores para el lugar, y coloca vigías para que den la voz de alarma en caso de que aparezca la policía.

A veces los vigías son los propios policías. “Esta vez le pagué 20 pesos convertibles (22 dólares) a cada uno de las cuatro patrullas que gestioné para que me cuiden el evento. Porque a veces hay que cerrar tramos de la vía, para evitar accidentes”, señala Hilario, al frente de la carrera.

Como en la película Rápido y Furiosos, los arrebatados por los deportes de velocidad aparecen por arte de magia con una decena de vehículos adaptados para correr.

Antes de las carreras comienzan las exhibiciones. En ellas, los conductores ponen a prueba su talento, ya sea parando de costado y en marcha el coche en dos ruedas o haciendo giros de 360 grados a gran velocidad.

Cuando arrancan las carreras, programadas a mil metros, los apostadores, curiosos y jineteras que suelen asistir a estas competencias en busca de clientes, se apiñan junto a los coches.

El ganador de cada carrera se embolsilla entre 200 y 500 dólares. Y si quiere juerga, al final de la competencia, se cuelga del brazo dos puticas risueñas para que hagan un cuadro lésbico por 50 dólares.

La policía se marcha complacida luego que Hilario les paga. Solo las marcas de neumáticos en el asfalto delatan que horas antes los motores rugieron.

Lo más brutal de todos estos juegos prohibidos que se practican en Cuba, son las peleas de perros. Pero como dan dinero, la gente involucrada deja un lado los escrúpulos. En el sótano de una casona al oeste de La Habana, los fines de mes dueños de perros inmensos que meten miedo, se ponen de acuerdo para hacer sus apuestas.

Donato, un señor canoso con facha de tipo importante es preparador de perros para peleas. “Lo mismo entreno un doberman, un rotweiler que un pastor alemán. Es un trabajo arduo y costoso. Se necesita una buena suma para darles comida de calidad y comprar medicamentos. Un perro bien preparado para combatir es una máquina mortífera”, dice Donato minutos antes de una pelea.

Y no exagera. Las peleas de canes asustan. Las dentelladas de un perro se llevan de cuajo la mitad del rostro de su adversario. Y la gente que apuesta se apasiona con la matanza. Ya en ese momento las apuestan superan los 800 dólares. Y prometen subir en la pelea final, que según Reinaldo, dueño de la casa, anuncia que son dos animales que no han sido derrotados en 14 combates.

Ya sean peleas de perros, gallos, carreras de autos, burles o lotería clandestina, la pasión por el juego crece en la isla. Unos prefieren apostar un puñado de dinero en el banco de Norberto y rezan, para intentar ganar unos cuantos miles de pesos que le ayuden a reparar sus desvencijadas casas o celebrar los quince años de su hija.

Otros prefieren peleas de perros y gallos. Los combates violentos y la sangre los pone en su salsa y con la adrenalina por las nubes. Cuba, da para todo.

Iván García
Foto: Stuart Kane, Picasa. Una de las tantas peleas de gallos celebradas en los campos y ciudades de Cuba.

viernes, 25 de abril de 2014

Sopa de siglas


Es una manía. Por si fuera poco el manojo de abreviaturas que nos llegan desde las instancias políticas y económicas de América Latina (OEA, UNASUR, MERCOSUR, CEPAL, ALBA o CELAC), es en Cuba, donde las siglas han vivido una auténtica edad de oro.

Son pocos los cubanos que pueden alardear de conocer el extenso registro de abreviaturas que ha generado el colosal burocratismo verde olivo.

Quizás un estudioso, como Fernando Serrano, sepa el número más o menos exacto de siglas desperdigadas por las instituciones oficiales.

“Según mis datos, existen alrededor de dos mil abreviaturas, de organismos, planillas, procedimientos técnicos, financieros o policiales. Es un catálogo extenso”, señala Serrano.

La más conocida es la de los CDR, organización colectiva con apoyo gubernamental que existe en cada cuadra y donde desde los 14 años los vecinos automáticamente se enrolan.

De corte paramilitar, los CDR lo mismo ofrecen voluntarios a donar sangre que sus miembros participan en actos de repudio a disidentes. Entre sus cláusulas se contempla acopiar materias primas y hacer guardias nocturnas para proteger de ladrones las bodegas, instituciones o casas de la zona. Aunque a decir a verdad, hace algún tiempo esas ordenanzas son letra muerta.

Luego está la OFICODA. Es la institución que regula la canasta básica. Una oficina que mediante la libreta de racionamiento controla la vida ciudadana. Todos los cubanos están asentados en el amplio registro de consumidores de la OFICODA. Cuando una persona se marcha definitivamente del país, es obligatorio darse baja de la OFICODA. Si usted no presenta la baja, Inmigración no le autoriza a viajar.

La OFICODA es la manera que ha encontrado el Estado para controlar que nadie compre más de un panecillo diario de 80 gramos o mensualmente pueda adquirir una libra de pollo en la carnicería.

Esa jerigonza ideológica y económica acuñada bajo el término de Revolución, ha montado un colosal aparato burocrático, social, político y policial. Cada uno con sus siglas.

Las instituciones represoras tienen un racimo de abreviaturas: MININT, DSE, CI, CIM, PNR... Los tipos duros de la Seguridad se conocen a la legua. Visten con jeans, pistola rusa Makarov en la cintura y andan en motos Suzuki. Los altos oficiales tienen autos Geely fabricados en China.

El Partido Comunista, que por decreto supervisa todos los aspectos políticos en el país, genera un barraje de siglas. Además del lenguaje típico.

Los funcionarios son 'cuadros'. El pueblo, 'las masas'. Los diferentes organismos, 'factores'. En cada capital de provincia hay dos alcaldes, pero oficialmente se les llama con otros nombres.

El presidente del Poder Popular en una ciudad es casi una figura decorativa. El poder real lo tiene lo que en occidente se conoce por Alcalde, pero en la isla pomposamente se le denomina Primer Secretario del Partido.

Dentro del partido existe una entidad que vela por la "pureza ideológica". Es el Departamento de Orientación Revolucionaria. DOR es su sigla.

Estos talibanes filosóficos son quienes autorizan y vigilan cada detalle de la vida nacional. Pueden prohibir una película o producción televisiva, si en la trama se intenta 'desacreditar la trayectoria impecable de la Revolución', como ocurrió con el serial sobre la vida del narcotraficante colombiano Pablo Escobar.

Nada escapa a los controles del DOR. Inspeccionan o requisan cualquier obra, sea el lienzo de un artista plástico, un libro de poesía o un artículo periodístico.

A pesar de la cacareada apertura, siguen llenando la prensa oficial con textos optimistas y cifras de alimentos que jamás aterrizan en la mesa del cubano. Suelen ocultar informaciones consideradas 'baladíes',como la visita de músicos cubanos residentes en Miami o de jugadores estadounidenses de Grandes Ligas.

Fernando Serrano desconoce si en otras partes del mundo existe tal cantidad de siglas y jergas.

“Creo que es imposible que en otras latitudes se generen tantas abreviaturas y aburridos discursos como en Cuba. Del mismo modo que el régimen presume de estar entre los primeros del mundo en baja mortalidad infantil, los libros Guinness debieran recoger la descomunal cantidad de siglas creadas por el Estado. Todo eso ha empobrecido el vocabulario del cubano actual”, apunta.

En las calles, la mediocridad se ha impuesto. 'Qué bolá’ o 'qué vuelta’, hace rato sustituyeron al tradicional "Buenos días".

Iván García

miércoles, 23 de abril de 2014

Plátanos contrarios



Tal vez en 2014, Cuba haya comenzado a mostrar los primeros signos inconfundibles de cambio.

Y sea la naturaleza quien dé los primeros pasos, con unos plátanos sumamente raros nacidos al revés en el patio de una vivienda de un pueblo costero al noroeste de La Habana.

Desde su hogar, en la Calle 242 No. 131 entre Primera B y 238, Jaimanitas, su propietaria, Mayelín Martínez Vargas, insiste en hacer pública esa anomalía agrícola: una de sus matas de plátanos parió un racimo que ha crecido en sentido contrario.

Dice Mayelín que hace dos años la sembró y ésta es su primera parición. El resto de sus matas de plátanos son normales. Al principio pensó cortarla, pero luego decidió dejarla con su racimo inverso, para mostrárselo a sus amigos y vecinos, algunos de avanzada edad y conocedores del campo, que aseguran tampoco no haber visto plátanos así.

Mayelín quería que algún medio de prensa divulgara el hecho, como singularidad natural o científica, y para saber la verdad sobre su extraña mata, que veía en su patio como un mal augurio.

Antes de marcharme de su casa, me preguntó si la noticia saldría en Granma o en Juventud Rebelde, pues quería guardarle un ejemplar a su madre, que vive en Bayamo, y mostrárselo cuando la visitara.

Le dije que estuviera tranquila, pues sus 'plátanos contrarios' los conocerían todas las personas del planeta que tuvieran acceso a internet.

Me dijo que en Bayamo su familia no sabe lo que es internet. Pero inmediatamente cambió la cara y se mostró feliz, pues seguro lo vería su hermana Nancy en Alemania, su tío Luis, que vive en Miami, y sus suegros, residentes en Oregón, Estados Unidos.

Texto y fotos: Frank Correa
Primavera Digital, 15 de enero de 2014

lunes, 21 de abril de 2014

Le ronca la malanga, la yuca y el boniato



Durante mucho tiempo, los medios oficiales responsabilizaron a los intermediarios por los altos precios de los productos del agro. Y hablaban de crear un mercado mayorista para acabar con la situación.

En diciembre de 2013 entró en vigor el decreto ley 318, que regula la comercialización sin intermediarios de productos agropecuarios en la capital. Por esa fecha, comenzó a funcionar El Trigal, en la barriada habanera de Marianao, conocido como 'el mercado de la calle 114'.

Pero lejos de disminuir los precios de viandas, frijoles y hortalizas, éstos han aumentado considerablemente, además de que muchas frutas y vegetales son difíciles de encontrar en las tarimas.

Los productos del agro siguen llegando a la población con mala calidad y y su presencia en el mercado no es constante.

Un ejemplo es el boniato, que se cultiva en cualquier época del año porque es una producción de ciclo corto (90 días). Pero de un precio de 80 centavos, se elevó a 2 pesos la libra y los venden llenos de tierra.

Este tubérculo fue un alimento fundamental para el ejército libertador durante nuestras guerras de independencia. "Al boniato hay que hacerle un monumento", decía el capitán mambí Francisco Monés, según ha contado uno de sus hiijos.

Tan abundante llegó a ser, que en Cuba se produjeron pequeñas cantidades de azúcar de boniato que fueron exportadas a Estados Unidos para suplir el déficit de azúcar durante la Segunda Guerra Mundial.

Por el alto precio de la malanga, 5 pesos la libra, hace tiempo muchas personas han renunciado a comerla. No es el único producto caro.

Una señora pregunta al tarimero “por qué está tan cara la guayaba, si en el periódico decían que en Mayabeque han crecido las plantaciones dedicadas a su cultivo. "Esas guayabas hay que traerlas del Trigal y el transporte es muy caro", le contesta.

La yuca, que es vianda de un día, llega a los mercados en mal estado y también ha triplicado su precio. Es frecuente ver cómo la yuca y otras viandas de consumo habitual del cubano, se pudren en las tarimas debido a sus precios, y aún así no se rebajan.

Lucio en su punto de venta del barrio ha dejado de ofertar hortalizas. Dice que no tiene quien le traiga la mercancía y él no dispone de transporte para ir a comprarla a Marianao. Y añade que allí todo es caro, y que la mala manipulación hace que las verduras lleguen deterioradas a las tarimas.

A esta situación hay que sumar las plagas. A un vendedor de El Trigal, Lucio le reclamó y éste lo justificó diciendo que los insecticidas escasean.

En busca de cebollas, una vecina fue desde Lawton hasta Centro Habana. Un mazo con 6 cebollas le costó 15 pesos, y 10 pesos una libra de tomates. Cuando protestó, el vendedor le dijo: “Compré las cebollas a 8 pesos el mazo y 6 pesos la libra de tomates. A eso hay que sumar que pagué 300 pesos para que un camión me los trajera desde del Trigal hasta aquí. ¿A cómo los voy a vender?”.

Una clienta le preguntó al dueño de un punto de venta de viandas, frutas y hortalizas, que siempre estaba bien surtido, por qué ahora estaba vacío. “Es que no tengo camión y traer las mercancías desde El Trigal me cuesta un ojo de la cara”, le respondió.

Por Gladys Linares
Cubanet, 17 de febrero de 2014

sábado, 19 de abril de 2014

Al Gabo, dondequiera que esté


Con una selección de textos publicados en medios de distintos países, los realizadores de los blogs de Tania Quintero e Iván García queremos recordar a Gabriel García Márquez, quien a los 87 años se acaba de ir en México, su segunda patria.

A los lectores actuales -y también a los futuros-, el gran escritor colombiano nos dejó una formidable colección de reportajes y libros, encabezados por Cien años de soledad, El coronel no tiene quien le escriba, El otoño del patriarca y Amor en los tiempos del cólera. A Mercedes, su viuda, y a sus hijos Rodrigo y Gonzalo, nuestro más sentido pésame.










El amigo de Fidel, El Mundo, 2014.










Tania Quintero e Iván García

Video: Fragmento de la conversación que hace unos años Gabriel García Márquez sostuvo con Ernesto McCausland, periodista colombiano fallecido en 2012.

viernes, 18 de abril de 2014

La Habana: parque temático Castro-McDisney



Hace unos años, el sociólogo norteamericano George Ritzer adoptó la perspectiva de “la macdonaldización de la sociedad”. Dentro de ella y teniendo en cuenta los parques Disney, acuñó el término “McDisneyzación del turismo”.

Sería interesante conocer la opinión de Ritzer sobre el gran parque temático en que se ha convertido Cuba. O los varios sub-parques en que se divide, según los intereses del visitante.

Para el turismo ideológico, Cuba sigue siendo la meca de la izquierda mundial, ahora más que ayer, antes de que las reformas proto-capitalistas –llámenlas Lineamientos, actualización del modelo económico o como las llamen- la desmonten en piezas y las subasten.

Entonces, se apresuran a hacer la peregrinación antes de que se agote el relato revolucionario, dejen de rodar los almendrones, se acaben de derrumbar los viejos edificios y las jineteras y los pingueros adecúen sus tarifas a las de Bangkok o Amsterdam.

De la utopía revolucionaria, solo queda lo que el turista de antemano planificó ver, y eso es exactamente lo que le muestran los cicerones.

Los turistas no gustan de sorpresas desagradables o contratiempos. Antes que con gente impredecible que les pueda amargar la jornada con el recuento de sus cuitas, prefieren conversar con personas alegres, serviciales y bailadores de salsa, como se espera que sean, aunque se pongan algo impertinentes con la propina.

Si se supone que aquí la revolución no abandona a nadie a su mala suerte, en vez de ciertos locos y pordioseros que deambulan por las calles, los turistas prefieren retratar -por el parecido con el comandante- a esos ancianos de barba larga, camisa verde olivo, gorra miliciana, y licencia de figurantes concedida por el Historiador de la Ciudad.

La Habana para vender de Eusebio Leal es como un grabado de Landaluze. Un tinglado para recaudar divisas. Folklore de postal turística. Mezquita y catedral ortodoxa sin feligreses. Un cementerio-jardín para ricos, con tierra de colores y a la sombra de un convento. Cartománticas negras con batas decimonónicas y pañuelos de bayajá.

Una Habana virtual, sepia, technicolor o verde olivo: de la billetera y el gusto particular de cada cual depende cómo colorearla.

Tabacos Cohiba, mojitos y Cuba Libre sin Coca-Cola. Artesanías, boinas guerrilleras, carteles y camisetas con el rostro ferozmente soñador de Che Guevara. Pseudo-arte posmoderno y casi poscastrista, solo lo suficiente para que se venda bien. Salsa y son. Muchachas y muchachos que se alquilan; sexies, bronceados, saludables, instruidos y a precios de ganga.

Una pintoresca estafa a sólo pocos metros de La Habana profunda, la real. La que habla a gritos y con palabrotas por no reventar de rabia. La ciudad que además del olor a ron y lechón asado de los restaurantes en divisas, apesta a aguas albañales, sudor, fritanga, café mezclado sabe Dios con qué, arrecifes sucios y basuras sin recoger.

En medio del torneo habanero por las migajas del turismo, deambulan extranjeros sonrosados y risueños, como si pasearan por el mejor de los mundos. Ese otro que dicen que es posible y que parecen ver corporeizado en Cuba, donde sólo les molesta el calor.

Deambulan entre columnas, rejas, establecimientos con precios del primer mundo, y edificios en ruinas. Por doquier, policías con boinas negras o grises, ceño adusto, bastones de goma, y perros sin bozal, cuidan el orden. Si exageran el celo en la tarea, no importa.

Son los guardianes del parque, que no se olvide, también es una plaza sitiada por los yanquis, lo cual explica cualquier inconveniente.

Luis Cino
Cubanet, 25 de febrero de 2014
Foto de Juan Antonio Madrazo. En los últimos tiempos, por las calles de la Habana Vieja más transitadas por turistas, abundan mujeres con vestimentas folclóricas y carnavalescas, vendiendo flores, maní y souvenirs. Casi todas son negras o mulatas, unas más jóvenes, otras más viejas.

miércoles, 16 de abril de 2014

Tabarich: nostalgia de la Rusia soviética



"El Tabarich, tiene un antecesor: el casino- cabaret Montmartre, edificado en la Cuba republicana –también para privilegiados– y luego, revolución por medio, convertido en el restaurante Moscú, a propósito de un proyecto de reanimación de La Rampa en la segunda mitad de los años 60", comentó el cineasta Enrique Colina.

En los 70 y 80, el restaurante Moscú tuvo cierto esplendor. Varias generaciones de cubanos no olvidan “la variedad de sus platos”, según Carmita, vecina de Guanabacoa. Margot, residente en Lawton, recuerda “los techos de madera tallada y la gentileza de los empleados”. Para otros como Desiderio Navarro, no le es tan cercano emocionalmente: “En esa época, el Moscú estaba a años luz de mi bolsillo”

En 1990, un incendio arrasó con el lugar. Ardió convenientemente, quizás a propósito, cuando se produjo la caída del campo socialista en Europa. “Tal vez fue un incendio premeditado", comenta Arturo, antiguo gastronómico.

Luego vino el enfriamiento entre Rusia y Cuba, a principios de la década de 1990 primeros. A partir del 2000, las relaciones tomaron un nuevo giro. En 2007, con el beneplácito de la Embajada de Rusia en La Habana y las autoridades cubanas, se creó el denominado Comité Coordinador Nacional. Lo conforman mujeres rusas y algunos cubano-rusos.

Intentan preservar la cultura rusa, las tradiciones de una comunidad que suma unos 1,077 rusoparlantes. Se valoró rehabilitar el antiguo restaurante Moscú. La idea fue bien recibida, al menos en apariencia. Pero terminó en saco roto.

El restaurante Tabarich se inauguró en octubre de 2013. “Está pensado para lo comunidad rusa que reside en Cuba, y para los cubanos nostálgicos de la era soviética. Fue diseñado con el trasfondo de ese período histórico”, me dice Pavel, su administrador.

Los dueños son dos hermanos que viven en Rusia: Antón, y desde allí financia el lugar, y Andréi, encargado de supervisar el negocio en la isla.

Los platos que se ofertan son realizados por chef cubanos que se han especializado en comida rusa.

Si le gustan los Pielmenis con salsa Smetana, acompañado con cerveza Cristal, ¡que el bolsillo aguante el golpe en pesos convertibles!

Texto y foto: Polina Martínez Shvietsova
Cubanet, 6 de marzo de 2014
Leer también: Putin mira a La Habana, de Miriam Celaya.

lunes, 14 de abril de 2014

Cuba: el negocio del arte


Son como piratas modernos. Su misión es comprar lo más barato posible. Y vender a precios por las nubes. Hagamos una radiografía de un anticuario habanero de obras de arte.

A Dania, 32 años, le salen ampollas en los pies de caminar en exceso. “Un día cualquiera recorro 20 kilómetros bajo un sol de fuego. A veces tiene sus recompensa. He comprado a precios de ganga lienzos, dibujos o grabados de pintores cubanos de los años 40, como Wilfredo Lam, René Portocarrero o Carlos Enríquez. Vajillas de plata, fotos con gran valor artístico y, la última moda, colecciones de sellos de Mao Tse-tung”, cuenta esta comerciante clandestina de obras de arte y objetos exóticos.

Los ingredientes para ser un brillante experto de arte subterráneo los define Augusto, 43 años. “Es una mezcla de agresividad, paciencia, talento y, sobre todo, alto nivel cultural. Y mucha empatía para ganarte el corazón de las personas. Sensibilizarse con sus problemas y saber que venden cosas valiosas porque suelen estar mal de dinero o desean juntar una cantidad para marcharse al extranjero. Yo siempre trato que los clientes sientan que se les está pagando un precio adecuado por sus artículos. La mayoría procede de la otrora clase media cubana, venidos a menos después de la revolución. Viejitos sin familiares en la isla o tipos que supieron invertir su dinero en obras de arte y ahora creen que es el momento de vender para obtener grandes beneficios”, explica Augusto, un especialista de calibre en el mundo de las antigüedades y obras de arte.

En cualquier barrio habanero usted podrá ver a los marchantes de arte haciendo propuestas e intentando hacer negocios con personas que poseen objetos de valor.

Dora es de las que toca puerta por puerta, anunciando que compra tenedores y cuchillos de plata; porcelana europea o China; viejos libros de ediciones únicas y otras rarezas que las personas tienen guardadas hace años en alguna oscura despensa.

Es amable y ríe de forma franca. Tiene un don especial para que gente desconfiada le abran la puerta. “A veces yo misma he estado días registrando en closets y viejos armarios de mis clientes en busca de objetos, pequeños grabados, recortes de periódicos y colecciones numismáticas o filatélicas que la gente piensa no tienen valor”, dice Dora, mientras revisa un bolso de nailon repleto de cubiertos de plata.

Ella suele comprar cada tenedor o cuchara de plata a 20 pesos, menos de un dólar, y luego al por mayor vende el kilo a 50 dólares. Todos estos mercaderes de antigüedades y obras de arte tienen contactos con compradores extranjeros que de antemano le hacen sus pedidos.

Hay temporadas que a los forasteros que les interesa la pintura cubana de un determinado período. “Aunque los pesos pesados como Lam, Mariano, Portocarrero, Ponce, Amelia Peláez, Víctor Manuel o Tomás Sánchez siempre interesan. A veces la suerte nos acompaña y damos un buen palo al adquirir un lienzo de un pintor español o francés de calibre. En Cuba se ven cosas increíble, conozco caso de personas que tienen obras de Picasso o Velázquez. Incluso Degas o Monet. Pero es difícil topar con un cuadro de ese nivel, lo mas fácil es adquirir pinturas del patio, esculturas y vajillas finas”, aclara Norberto, perito de arte en el mercado negro con 35 años de experiencia.

En ese mundo no faltan los estafadores y picaros. Es casi una industria. Miguel, dibujante con talento, por un tiempo se dedicó a copiar cuadros de pintores cotizados. Tenía una red de personas a las que pagaba bien cuando vendían sus estafas. “Muchos cayeron en el jamo. Hice estafa de hasta 14 mil dólares. Hay unos cuantos cuadros falsos de Tomás Sánchez y Wifredo Lam dibujados por mi regados por La Habana”, señala.

Pero en el negocio del arte hay gente seria como Dania, incapaz de timar a nadie. Aunque a la hora de la puja por comprar lo más barato posible puede codearse con un accionista de Wall Street.

Ahora su prioridad número uno es adquirir colecciones de sellos con la imagen de Mao de los años 60. También libros de ediciones exóticas con poemas y doctrinas del líder chino. “Tengo dos compradores chinos que están interesados en la etapa de la 'revolución cultural' y obras de Mao y sellos que deseen vender coleccionista cubanos. Y pagan muy bien”, cuenta Dania, sin dejar caer la comisión que gana.

Todos estos mercaderes, anticuarios o coleccionistas, tienen un denominador común: trabajan duro y mucho, tienen buena labia y amplia cultura, compran barato y venden caro. Además, abordan a sus clientes como auténticos piratas modernos. Siempre, eso sí, con cara de ángeles y exquisitos modales.

Iván García
Diario de Cuba, 13 de julio de 2011
Foto: La Jungla (1943), una de las obras más conocidos del pintor cubano Wifredo Lam (1902-1982). Pertenece al Museo de Arte Moderno de Nueva York. Fue tomada de Yoel Magazine. En 1979, el cuadro fue exhibido en París.

viernes, 11 de abril de 2014

Aperturas utópicas



Bienvenido a una isla ficticia. En Cuba nada es lo que parece ser. Algunas cosas que suceden en el verde caimán superan la imaginación más retorcida.

Si usted es un forastero notará que los edificios y sus calles están deteriorados y en la ciudad y en sus canales de TV no hay publicidad comercial.

Le gente gana poco más de 20 de dólares al mes y, sin embargo, hay cientos de tiendas que venden electrodomésticos, televisores de plasma o aires acondicionado a precios de Nueva York.

Si recorre las flamantes agencias que ofertan automóviles nuevos o de uso, no se frote los ojos, es real: un Peugeot 508 cuesta más de 300 mil dólares y 120 mil una camioneta de uso.

En el restaurante de un hotel cinco estrellas -el ministerio de turismo local es muy flexible a la hora de otorgar categorías de lujo- una cena mediocre cuesta más de 120 dólares.

Te venden una botella de vino chileno de tercera como si fuese un tinto de primera francés. Y las tarifas de las llamadas celulares son las más caras del planeta. Con toda razón, muchos turistas se preguntan qué rayos hacen con los dólares recaudados las instituciones del Estado y no le dan una mano de pintura a la ciudad, reparan sus calles o elevan el salario de los trabajadores. La mayoría de los cubanos también se pregunta lo mismo.

Y hablando de cubanos. Se pueden clasificar de tres tipos. El primero, los que no se enteran que vive en una auténtica autocracia y creen que funcionarios dañinos y corruptos infiltrados en los organismos estatales se han puesto de acuerdo para dinamitar el sistema desde dentro.

El segundo, los que piensan que el capitalismo salvaje patrocinado por el Estado llegó sin ser anunciado.

Y el tercero, los que opinan que los camaradas que visten de verde olivo o con guayaberas blancas han instaurado un clan al mejor estilo mafioso y poco les importa las aspiraciones de los cubanos humildes, a tener un auto o abrirse una cuenta de Facebook desde su teléfono móvil.

Son muchos los ciudadanos que se sienten decepcionados y su lealtad al castrismo se ha ido quebrando a golpe de precios abusivos, salarios miserables y un 'futuro luminoso' ofrecido por el régimen que jamás llega.

Gente seria, intelectuales ilustrados y politólogos de toda la vida, se preguntan qué estrategia se esconde tras los precios de infarto en las ventas de autos o acceso a internet desde celulares ofertados por compañías estatales.

De negocios, evidentemente no es la estrategia. Pues con tales precios, poco se puede comercializar. Tal vez sea por razones publicitarios, de cara a la galería, para inflar el pecho en una conferencia internacional y decir que en Cuba se puede comprar un Audi o tener una cuenta de Twitter

Pero no me ando por las ramas. No soy un desprevenido turista ni un cubano con una venda en los ojos. Soy un periodista independiente.

Esta trama alucinante de precios abultados y reformas tibias, donde lo único que ha legalizado el régimen son las transacciones que se efectuaban antes por debajo de la mesa, es una canallada notoria.

La esencia real de la autocracia criolla ha quedado expuesta con las últimas medidas. Ni les interesa que los pequeños empresarios particulares puedan comprar un auto ni les importa que los cubanos de a pie puedan acceder a internet.

Esas aspiraciones van contra su naturaleza y de sus principios. Un tipo con dinero es visto con ojeriza en Cuba. Un ‘contrarrevolucionario’ en potencia.

Los sesudos que rigen los destinos de la isla, piensan que el día de mañana ellos reclamarán cambios de corte político y económico e internet para todos. Para el régimen, la red es la versión digital de una bomba de neutrones.

El diario oficialista Granma una vez calificó a internet, Google, Facebook y Twitter como 'subsidiarias de la CIA'. Caballos de Troya diseñados por el tío Sam para dividir y confundir a los cubanos.

Por eso la estrategia para contener ‘las ambiciones materiales’ del otrora hombre nuevo, de ser propietario de un auto moderno o navegar libremente por internet, es colocar precios que estén al alcance de muy pocos. O de nadie.

Para los analistas locales de contrainteligencia, las redes sociales son sinónimo de Primavera Árabe. Mientras más lejos se puedan mantener de nuestras costas, mejor.

Las últimas 'aperturas' del gobierno de Raúl Castro están ahí. Pero no hay dinero para comprarlas. Un acto de magia. Al mejor estilo de Houdini.

Iván García
Foto: El Capitolio Nacional visto desde una habitación del Parque Central, uno de los hoteles cinco estrellas que hay en La Habana. Situado en la céntrica esquina de Prado y Neptuno, muy cerca tiene a cuatro emblemáticos hoteles: Inglaterra, Telégrafo, Plaza y Sevilla. Y puede que a su alrededor tenga otro más, si por fin convierten la Manzana de Gómez en un complejo hotelero.

miércoles, 9 de abril de 2014

Sálvese quien pueda



Cuando hace 55 años Fidel Castro arribó a La Habana, no solo cimentó el control autoritario en los tres poderes ejecutivos, dinamitó las instituciones republicanas y confiscó cientos de negocios y propiedades, también trazó una estrategia populista para que los más desfavorecidos lo idolatraran.

Por decreto presidencial, rebajó las tarifas eléctrica y telefónica. Redujo drásticamente los alquileres. Elevó el salario mínimo. Construyó edificios destinados a familias que residían en barrios insalubres.

Y mientras clausuraba la prensa libre, al pueblo le posibilitó el disfrute de playas y clubes exclusivos de la aristocracia, reconvertidos en círculos sociales obreros. Un golpe de efecto que consolidó su poder en las clases bajas.

Polarizó la sociedad. Miles de prostitutas se transformaron en costureras o milicianas. Pero la revolución de los pobres, como los bombillos, tenía vida limitada. Dilapidó el erario público gobernando en zafarrancho de combate.

Si pudo mantener algunas políticas sociales fue gracias a la tubería de rublos y petróleo procedente de la Rusia soviética. Pero sus extravagantes tesis económicas fracasaron una tras otra.

Ni en la Ciénaga de Zapata se pudo cultivar arroz, ni los cafetales que bordeaban La Habana produjeron café caturra. Las vacas enanas para cada familia fue un chiste de mal gusto.

La zafra de los 10 millones fracasó. Los cubanos jamás vieron en sus mesas la carne de res ni los excedentes de malanga y otros cultivos agrícolas prometidos. Hasta el vaso de leche vaticinado por Raúl Castro fue un fiasco. Y, por supuesto, no alcanzamos el nivel de vida de Nueva York, como el guerrillero barbudo había pronosticado.

Los Castro dilapidaron cientos de miles de millones de dólares en subvertir gobiernos de América Latina y en guerras civiles en África. La revolución de los humildes acabó en un proceso donde desaparecieron las clases y la inmensa mayoría de la población empobreció.

La miseria se socializó. Solo la casta verde olivo se mantuvo con un alto estándar. Después de los estrepitosos fracasos económicos de Castro I, en julio de 2006 su hermano heredaba el poder.

Castro II, en un intento por edificar una sociedad más próspera y eficiente y lograr un nivel de coherencia y productividad, de manera camuflada comenzó a aplicar políticas de corte neoliberal, criticadas hasta ese momento por la prensa oficial.

Papá Estado se fue a bolina. Los subsidios disminuyeron al mínimo. Un millón y medio de desempleados debían ahora sobrevivir reparando paraguas, haciendo de payasos en cumpleaños infantiles o vendiendo pan con croqueta.

Si el lema del Comandante era 'la revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes', el slogan del General fue 'usted también puede ser trabajador por cuenta propia'.

Atenazados por elevados gravámenes, la isla se convirtió en un enorme bazar de oficios y buscavidas. Es cierto que determinados negocios de gastronomía, hospedaje y fotos, entre otros, han alcanzado la categoría de pequeñas empresas.

Pero hay que tener una gran imaginación para enmarcar como Pymes (pequeñas y medianas empresas), a zapateros remendones, taxistas privados que manejan viejos autos estadounidenses o señoras de la tercera edad que debido a su insuficiente pensión, cuidan baños públicos.

En la Cuba de 2014 tiene lugar una transición silenciosa. Del Estado benefactor, que intentaba mantener prestaciones sociales decentes, a un capitalismo de Estado al más puro estilo familiar.

Si en Honduras o El Salvador un puñado de familias controla el 70% de las riquezas, en la isla sucede otro tanto. Las empresas administradas por militares controlan el 90% de la economía nacional.

Nadie rinde cuentas. Se desconoce el monto del dinero que manejan. Amparados por sus propias leyes, campean a sus anchas. Sin ser criticados en periódicos y noticieros radiales o televisivos, de los cuales también son dueños.

Cuba es hoy una bomba de tiempo. La lija de una caja de fósforos que al menor roce pudiera incendiarse. Un país que ha hecho de la represión su modus operandi. Y donde es casi absoluto el control sobre los medios y fuerzas de producción.

Si Luis XV -considerado el prototipo de monarquía absoluta por la frase "el Estado soy yo"- reviviera y se diera una vuelta por La Habana, condecoraría a los Castro como alumnos aventajados.

En el mundo actual, es difícil encontrar un Estado-monopolio similar al cubano. Solo Corea del Norte le hace competencia.

Iván García
Foto: Tomada de Martí Noticias.

lunes, 7 de abril de 2014

Mi generación o el desastre del ciclón



Cuando yo nací en 1965, la revolución de Fidel Castro cumplía seis años en el poder. Desciendo de una familia obrera, humilde, y honrada. Mi abuelo, viejo luchador comunista, había sacrificado su vida por un sueño que a la larga fue un desastre.

Desde muy temprano, mi madre empezó a tratar de crear en mí un "futuro proletario". Inclusive el círculo infantil al cual asistí, radicaba en la azotea de la CTC y se llamaba Los Proletaritos.

Imposible recordar qué estaba haciendo en octubre de 1967: tenía sólo dos años. Pero si se da como oficial la hora en que mataron al Che, estaría comiendo o preparándome para dormir.

Lo que sí sé es que la muerte del mítico guerrillero argentino en La Quebrada del Yuro, Bolivia, me marcaría de por vida y es, por cierto, el único símbolo de una ideología fallida que de algún modo veneré.

Perdono los errores garrafales de Ernesto Guevara en economía y política, y su amor por la violencia. Pero como arriesgó -y perdió- su vida, para demostrar su tesis, merece mi admiración.

En 1975, a raíz del primer congreso del Partido Comunista de Cuba, además de apasionarme los juegos de pelota en la calles, me devoraba el periódico Granma, y tenía la rara costumbre en un niño de 10 años, de ver todas las noches el noticiero nacional de televisión. Con esa edad, discutía mis criterios y me gustaba opinar.

Hasta ese momento, la palabra revolución la escribía con mayúscula: todavía la consideraba perfecta. Para casi todos los de mi generación, Fidel Castro era el Gran Hermano. Me faltaba aún lucidez. No podía discernir que el presidente de mi país estaba al frente de todos los disparates habidos y por haber.

Que dirigía el país como un campamento, con el riesgo de sus peligrosas quimeras y el morbo por la guerra y el desvarío que cosechaba fracasos (el más sonado sería el de la zafra de los diez millones), año tras año, de campaña en campaña, incansablemente.

Al igual que la mayoría de los de mi generación, lloré el crimen de Barbados, las agresiones a los pescadores y a la economía. Entonces no podía entender que a un dictador de izquierda se le oponían y oponen energúmenos iguales que él y violentos radicales de derecha, que con oportunismo político e injustificados ataques, sirven en bandeja de plata la justificación para que la siniestra contrapartida de La Habana monte su maquinaria de odio para los muchos de mi generación que todavía quedan en la isla.

Y en eso llegó 1980. Azuzados por la maestra, a los alumnos se nos pidió que tiráramos piedras a nuestros amiguitos "escorias". Iba a cumplir 15 años y ya pensaba y analizaba lo suficiente como para hacerme el firme propósito de no participar en acto de "repudios" a otros que no pensaban como yo.

A un profesor de marxismo, amigo mío, le dije mi decisión. Con ojos desorbitados me hizo jurar que no se lo diría a nadie. Me dijo: "No participes, si quieres no hagas nada, pero no se lo digas a nadie. Hablar francamente te condena". Siete años después, me enteré que el profe se había exilado, como tantos que han hecho de la emigración la tercera pasión nacional, superado sólo por el sexo y el béisbol.

Después del Mariel ya mi generación nunca más sería homogénea. Se polarizó. Unos serían instructores de la Seguridad del Estado, y otros -con la misma edad- sus detenidos, como estuve yo en marzo de 1991 en Villa Marista. Algunos caerían en Angola sin saber por qué, y más de uno moriría víctima de un ajuste de cuentas mientras cumplía prisión por un delito común. Se iba a los extremos dentro en un país caracterizado por el extremismo desde 1959.

La última evidencia de que la ideología comunista estaba condenada al fracaso la tuve en 1987, cuando pasé el servicio militar en un almacén del Ministerio del Interior. Allí la inmoralidad y el robo autorizado eran el pan de cada día.

El punto culminante de ese proceso interior fueron la perestroika y Gorbachov. Quitarse de encima ese pesado fardo de ideas que definitivamente no eran las nuestras, fue como una cirugía sin anestesia para muchos de mi edad. Resultó lacerante y es innegable que dejó su huella.

Por eso tengo que hacer un acopio de voluntad muy grande para no convertirme en un zombi o tomar una balsa y huir como hicieron muchos de mi generación.

Santiago Feliú, cantautor de la nueva trova. lo definió magistralmente en una de sus canciones: "¡Ay de mi generación! ¿Quién pagará los desastres de este ciclón?"

Iván García
Cubafreepress, 20 de junio de 1998
Foto: 1980. Algunos de los carteles mostrados durante la marcha combatiente que Fidel Castro organizó por toda la 5ta. Avenida de Miramar, donde se encontraba la Embajada del Perú. Esa sede diplomática estaba repleta de cubanos que esperaban un salvoconducto para salir del país. Finalmente, 125 mil personas abandonarían el país por el puerto del Mariel, a unos 45 kilómetros del centro de La Habana. Tomada del blog Cubanos por siempre.

viernes, 4 de abril de 2014

Cuba, Estados Unidos y el embargo


Mientras en la mañana del 27 de enero la presidenta brasileña Dilma Rousseff, inauguraba la primera fase del puerto del Mariel, a 45 kilómetros al oeste de La Habana, gigantescas grúas descargaban 500 contenedores de pollos procedentes de Estados Unidos.

Si usted visita el otrora diplomercado de Tercera y 70, Miramar, en sus anaqueles de refrescos observará botellas y latas de Coca-Cola, Fanta y Sprite, facturados por la empresa de Atlanta.

No son los únicos productos gringos. También hay manzanas, arroz, M&M, chocolate Godiva, salsas Del Monte, pollos, pavos y champú Head & Shoulders elaborado en Cincinatti.

Muy cerca, en el Centro Comercial Comodoro, se pueden adquirir jeans Guess o chaquetas Levi's y calzado Reebok, Nike o New Balance. En la Farmacia Internacional, situada en el interior del hotel Habana Libre, Vedado, se pueden adquirir medicamentos Made in USA.

Y en el departamento de productos electrónicos de la amplia y concurrida Plaza Comercial de Carlos III, se ofertan impresoras Hewlett Packard y componentes para ordenadores Dell.

Todos esos oasis cubanos de consumo, donde evidentemente no existe el embargo, tienen un denominador común: tienes que pagar en moneda dura. En ocasiones, a la población le han vendido, sin necesidad de mostrar la cartilla de racionamiento, arroz cosechado en Estados Unidos a 5 pesos (0,25 centavos de dólar) la libra.

Pero salgamos a la calle a conversar sobre el tema del embargo con gente de a pie. “Estoy tan cansada del bloqueo y sus justificaciones como de los gobernantes. El bloqueo es el pretexto perfecto para tapar las ineficiencias generadas por el mal trabajo del Estado”. Agustina, 51 años, maestra.

“Se habla tanto del bloqueo que el tema se banaliza. No puedo creer que las calles repletas de baches, las tuberías de agua rotas y las casas necesitadas de pintura y reparación sea por culpa del bloqueo”. Norberto, 39 años, taxista.

“Es cierto que algunos medicamentos de última generación no se pueden comprar, por estar patentados por empresas estadounidenses. Pero cuando el gobierno quiere los compra. Los antibióticos utilizados en el tratamiento de Hugo Chávez eran de Estados Unidos y en las 20 farmacias internacionales existentes en la capital venden medicamentos yanquis”. Olga, 48 años, cirujana.

“Por culpa del criminal bloqueo, Cuba no puede desarrollarse. Sin bloqueo, con cinco millones de turistas norteamericanos visitando el país y con créditos frescos, las calles estarían asfaltadas y los edificios no estuvieran en peligro de derrumbe”. Antonio, 67 años, militar jubilado.

“Desde la escuela primaria es la misma muela, que si el bloqueo tiene la culpa, bla, bla, bla... Sí, puede que sea injusto, pero en las tiendas por ‘fulas’ se pueden comprar alimentos, ropas y equipos hechos en Estados Unidos”. Yordana, 17 años, estudiante de preuniversitario.

“Con tantas manipulaciones, es difícil discernir la verdad de la mentira. Los distintos mandatarios estadounidenses no han atinado en su política de mantener el bloqueo. Los sistemas donde la ideología pesa más que la economía se caen por su propio peso, como en la antigua URSS o la RDA, ellos no estaban bloqueados. Que lo quiten, que esta mierda se va al garete en cinco años”. Rodolfo, 73 años, jubilado.

El tema del embargo es la excusa utilizada por el régimen para justificar su inoperancia. La autocracia verde olivo asevera que en estos 54 años de embargo, las pérdidas económicas se elevan a más de 100 mil millones de dólares.

En la isla, un alto porcentaje de la población está a favor de la derogación del embargo. Lo mismo ocurre en las filas de la disidencia, aunque hay opositores que apoyan su mantenimiento e inclusive su endurecimiento.

En 22 plebiscitos convocados por la ONU, la mayor parte de las naciones han votado por el fin del embargo. Pero, ojo, mucho de esos países también le piden al gobierno cubano que respete los derechos humanos.

De cualquier modo, es el embargo financiero y comercial más prolongado de la historia moderna. Fue instaurado en 1962 por la administración de John Kennedy. Pero antes, en 1960, Eisenhower, de manera gradual aplicó algunas medidas restrictivas en la compra de azúcar cubana y el intercambio económico, como respuesta a la confiscación de propiedades de ciudadanos estadounidense por parte de Fidel Castro.

En 1992, el embargo adquirió carácter de ley con el propósito de mantener las sanciones económicas contra Cuba. Según lo recogido en el Cuban Democracy Act, estas sanciones continuarían mientras el gobierno de Castro se negara a dar pasos “hacia la democratización y mostrara más respeto por los derechos humanos”.

El embargo solo impide las transacciones económicas y financieras de Estados Unidos a Cuba. El 12 de marzo de 1996, el presidente Clinton firmó la Ley Helms- Burton.

Esta Ley le dio una nueva vuelta de rosca al embargo comercial, debido al derribo por aviones Mig-23 de la fuerza aérea cubana, de dos avionetas privadas -según algunas fuentes en aguas internacionales- del grupo Hermanos al Rescate, radicado en Miami, que lanzaban octavillas antigubernamentales en La Habana.

En 1999, Clinton amplió el radio de acción de las sanciones, prohibiendo a filiales estadounidenses vender a Cuba valores superiores a los 700 millones de dólares anuales.

En 2008, tras el paso de dos devastadores ciclones por la isla, George W. Bush permitió el comercio de alimentos y medicinas, pagando en efectivo. A partir de esa fecha, Estados Unidos se convirtió en un esencial socio comercial de Cuba en materia de alimentos. Estados Unidos vende el 90% del arroz que la isla importa y entre el 60% y 70% de los alimentos que consume, desde pollo y maíz hasta leche en polvo y carne de cerdo.

Por diversas razones, el embargo ha sido inefectivo. La principal, que no ha traído democracia, respeto por los derechos humanos y políticos ni libertad de expresión. Todo lo contrario.

A pesar del embargo, en Cuba se venden productos estadounidenses en tiendas recaudadoras de divisas. Es un coladero. Tiene más agujeros que un queso francés roquefort.

Que por la libre y en moneda nacional no se venda carne de res o la zafra azucarera sea ineficiente, no es culpa del embargo. Aunque los Castro, hábilmente, intentan incluir todo en el mismo paquete.

Iván García
Foto: Despachando arroz por la libreta de racionamiento en una bodega habanera. El 90% del arroz que se consume en Cuba procede de Estados Unidos.

DOSSIER
Comercio y turismo de Estados Unidos rodea el embargo
¿Se acerca el fin del embargo?
La pescadilla se muerde la cola
Personalidades políticas opinan a favor y en contra del embargo
Por qué comerciantes cubanos prefieren que se mantenga el embargo.

miércoles, 2 de abril de 2014

Si Tom Jones fuera americano...



Si Tom Jones fuera americano, todavía en Miami se estuviera escuchando la gritería por haber estado en La Habana, en el XVI Festival del Habano, y donde para complacer peticiones, cantó en la cena de gala.

Pero Sir Thomas John Woodward es británico. Nació el 7 de junio de 1940 en Glamorgan, Gales, nación del Reino Unido situada al oeste de la isla de Gran Bretaña. Hijo de minero y ama de casa, ya de niño cantaba en coros escolares, fiestas familiares y bodas. Al enfermar de tuberculosis, tuvo que hacer un año de reposo, sin poder asistir a clases. Durante esos meses se dedicó a escuchar música y dibujar.

Pese a sus esfuerzos personales de superación, obtuvo malas calificaciones y tuvo que dejar la escuela. Entre otros oficios, fue vendedor a domicilio y constructor. A los 17 años se casó con Linda Trenchard, de cuya unión es su hijo Mark, quien en 1987 relanzó la carrera de su padre tras la muerte del manager que éste tenía.

Adoptó el nombre artístico de Tom Jones en honor al personaje literario de la novela de Henry Fielding (Reino Unido 1707-Portugal 1754). Inició su carrera profesional en 1963. Ha publicado 40 discos con más de 100 millones de copias vendidas. En 2006 fue nombrado Caballero de la Corona Británica por la reina Isabel II. En el 2000 ganó el Brit Awards en la categoría de mejor cantante masculino y en 2003 por su sobresaliente trayectoria musical.

Recientemente, mi viejo amigo y colega Jorge Olivera en Diario de Cuba escribió que "el humo del tabaco no le dejó ver nada" a Tom Jones en Cuba. Creo que las cosas no se pueden clasificar en bueno o malo, blanco o negro. Tienen matices y colores, como la vida misma.

Muchos cubanos piensan que Cuba es conocida en el mundo. Y no lo es. Fue una de las primeras vivencias que tuve cuando en noviembre de 2003 llegué a Suiza. Diez años después, lo conté en mi blog, en La desconocida Cuba.

Tom Jones es fumador de tabacos cubanos desde los años 60. Ésa fue su primera visita a La Habana, invitado por su amigo David Tang, empresario británico de origen chino que tiene un despacho de abogados especialistas en inmigración en el corazón del Soho londinense. Tang también es Sir, se desempeña como cónsul honorario de Cuba en Hong Kong y es un gran promotor de habanos y rones cubanos.

Desgraciadamente, de la realidad del cubano de a pie y de la disidencia, se sabe poco fuera de la isla. Cuando un periódico o una revista importante publica un reportaje sobre Cuba, por lo regular trata acerca de turismo y últimamente de gastronomía, debido al boom de los 'paladares' o restaurantes privados.

A ratos, una noticia se cuela en los telediarios y, por unos segundos, los europeos recuerdan que existe una capital llamada La Habana, que una vez fue una ciudad moderna y cosmopolita. Uno de esos instantes ocurrió el año pasado, cuando Beyoncé y su marido, el rapero Jay-Z, se alojaron en el Saratoga, céntrico hotel habanero.

Tom Jones, es cierto, no se llegó hasta Alamar, a saludar a Berta Soler. Estoy segura que de haber sabido quién era ella y quiénes eran las Damas de Blanco, hubiera ido. Porque como decimos los cubanos, 'no está en ná'. Lo he seguido como coach en las tres ediciones de The Voice UK, que trasmite la BBC, y es un tipo sencillo y natural.

Durante su estancia en La Habana, Tom visitó la Escuela Nacional de Ballet y según he leído, se tiró fotos con todos los que se le acercaron. Algunos ni siquieran sabían quién era, pero al verlo elegante y caballeroso, intuían que era famoso.

Periodistas oficiales debieron haberle hecho una buena entrevista a Jones y el ICRT haber aprovechado para trasmitir un especial con sus canciones. Es una pena que de un cantante con un repertorio amplísimo, en Cuba solo recuerden Delilah.

Estrenada en 1968, Delilah narra un crimen pasional, el de un hombre que apuñala a la mujer después de haberla visto con otro. Una canción que en estos tiempos de lucha contra el machismo y la violencia de género, sería boicoteada por las feministas.

Ya pasa de los 70, pero la edad no ha sido óbice para que Tom Jones siga grabando discos (el último, Spirit of the Room es de 2012) y haciendo giras internacionales. Diez o doce semanas al año, da conciertos en el MGM Grand de Las Vegas. Para este verano, ofrecerá dos conciertos en España: el 1 de julio, en el Palacio de los Deportes de Madrid, y el 17 de agosto en el Starlite Festival de Marbella.

Como Tom Jones es británico y no americano, si los anticastristas de Miami se enteraron de su presencia en la isla de los Castro, se quedaron callados y no amenazaron con destruir sus discos. Como hicieron en 2009 con los de Juanes, por su concierto en la Plaza de la Revolución de La Habana o ya han anunciado que van a hacer con los discos de los Estefan.

Tania Quintero
Foto: Tom Jones cantando en la cena de gala del XVI Festival del Habano, celebrado del 24 al 28 de febrero de 2014 en la capital cubana. Tomada de ABC.
Leer también: Tom Jones estuvo en La Habana, de Luis Cino.