miércoles, 30 de septiembre de 2015

¿Quién escucha las quejas de los cubanos?



El sistema institucional instaurado por los gobernantes cubanos presupone que los delegados del Poder Popular, a nivel de circunscripción, sean los encargados de recepcionar las inquietudes de la población.

Sin embargo, ese mecanismo se halla tan desgastado, y los ciudadanos confían tan poco en su eficacia, que muchas personas prefieren acudir a otras instancias para exponer los males que afrontan. Una de esas instancias la constituyen los medios de la prensa oficialista.

Porque lograr que una denuncia o solicitud aparezca en las páginas de un periódico, sobre todo si es de alcance nacional, podría significar que tal requerimiento fuese atendido de inmediato por las autoridades competentes, pues a ningún funcionario le gustaría que le colgaran públicamente el cartelito de la ineptitud. Al menos, eso es lo que indica la lógica.

Pero, una vez más, la realidad no cubre las expectativas. El periódico Juventud Rebelde, en su edición del domingo 2 de agosto, publicaba la relación de las respuestas de organismos y entidades gubernamentales a las quejas enviadas por la población a ese diario en el período comprendido entre el 16 de octubre de 2014 y el 15 de abril del actual 2015.

Las cifras reflejan la creciente desidia oficialista: si antaño las respuestas oscilaban en un rango entre el 85 y el 88 por ciento, en esta ocasión solo alcanzan el 73 por ciento. Incluso, en este último porcentaje se incluyen respuestas brindadas después de transcurrir más de 60 días de haberse publicado las quejas correspondientes, algo que no debe de satisfacer a los ciudadanos demandantes.

Como casi siempre sucede, los asuntos que más concitan los requerimientos de la población son los relacionados con la vivienda -el que más quejas provoca, con un 18% del total-, el acueducto, el alcantarillado, la telefonía, los servicios comunales, el sistema judicial, y aquellos que tienen que ver con la asistencia y la seguridad social.

Resulta significativo el caso de la vivienda. Porque con independencia de las carencias habitacionales que padecemos los cubanos, la estructura institucional creada hace poco para encarar este problema ha empeorado la situación.

En un reciente programa televisivo Cuba dice afloraron los malos manejos del Instituto de Planificación Física -sucesor en esta materia del desaparecido Instituto Nacional de la Vivienda-, que ha generado más burocracia y mayor insatisfacción en la ciudadanía.

Cuando comenté con uno de mis vecinos la información aparecida en Juventud Rebelde, su reacción no se hizo esperar: “Todo no es más que una fachada. Los dirigentes que responden a las quejas, lo hacen para salir del paso, y en realidad se resuelven muy pocas cosas. Y los dirigentes ‘de arriba’ se hacen los que toman medidas contra los jefes intermedios que no ofrecen respuestas, tal vez alguna que otra amonestación”.

Y el mal servicio que se presta a la población en los trámites relacionados con la vivienda sirvió para que mi vecino trajera a colación la figura del general de división Samuel Rodiles Planas, presidente del Instituto de Planificación Física: “Con la cara de hombre enérgico que pone en sus discursos y apariciones públicas, y ahora nos enteramos de que su institución es la mata de la ineficiencia".

Orlando Freire Santana
Cubanet, 5 de agosto de 2015.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Mariel: desorden y robo



El desorden en la Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM) ha sido reconocido por el semanario oficial El Artemiseño. Al referirse a los resultados de los análisis entre trabajadores y directivos de la Empresa de Construcción y Montaje Mariel, encargada de las obras, la publicación se ha hecho eco del plan de las autoridades para frenar las indisciplinas y deficiencias que afectan el susodicho “megaproyecto”.

Bajo el título Disciplina para impusar una obra decisiva la periodista María Caridad Guindo escribió que con los análisis realizados en julio y agosto se pretende “eliminar deficiencias y conductas negativas existentes como la indisciplina, el desvío de recursos, el robo, el insuficiente control, la apatía, entre otros males”.

Desde el inicio de las obras de la ZEDM, varios trabajadores, protegidos por el anonimato, por temor a perder sus empleos, han dado a conocer a este reportero algunos de los robos, deficiencias técnicas, vertimientos al mar y a los bordes de caminos del concreto traído por los camiones con tolvas giratorias o concreteras y también acerca de enterramientos de cabillas, planchas para cubiertas y otros materiales de construcción en buen estado, entre otras irregularidades.

Ni los trabajadores ni los directivos consultados aclararon las causas de los enterramientos, tampoco del envío a los vertederos de materiales en buen estado. Se especula que es para que no los vean los inversionistas extranjeros o para que no los puedan utilizar los cubanos.

Los debates a los que hace referencia la prensa oficial comienzan con un “documento introductorio”, donde se dice que las indisciplinas empañan “la ética y la moral de los obreros del sector frente a inversionistas y clientes nacionales y extranjeros, provocando daños económicos al país y al propio colectivo laboral”.

Pero ni una palabra sobre las quejas de los obreros sobre las malas condiciones de trabajo y la remuneración que, si bien es mayor en otros empleos estatales, aún consideran insuficiente.

La reunión inicial del catalogado como “proceso político” con que se pretende favorecer el aprovechamiento de la jornada laboral, elevar el rendimiento y la productividad y eliminar todo lo que perjudique el desenvolvimiento de la ZEDM, se realizó el mes de julio con administrativos y dirigentes sindicales de la Empresa de Construcción y Montaje Mariel y sus unidades subordinadas. Y según El Artemiseño, continuarán en agosto.

Por su parte, las deficiencias de algunas obras concluidas se vuelven más que evidentes. Un ejemplo puede verse en la carretera de acceso, conocida como Las Seis Vías, que une la ruta de La Habana a Pinar del Río con la ZEDM. Hace más de un mes la cerraron al tránsito para rehacer las juntas de algunos puentes de esta vía, a pesar de que solo tiene algo más de un año de inaugurada.

Otro ejemplo es el del puente ferroviario sobre el río Bongo y la carretera a Cabañas. Cuando un vecino de Cabañas pasaba por ahí en su auto, sufrió una abolladura, causada por una piedra que saltó al paso del tren y le cayó encima a su carro. No es casual: en ocasiones se ven piedras regadas en la carretera después de pasar los trenes. Durante su paso bajo el puente, los conductores de vehículos evitan coincidir con los trenes que circulan sobre él.

Por lo pronto, en la primera reunión destinada a “frenar” las irregularidades que están haciendo de la ZEDM un proyecto extremadamente largo y engorroso, entre los presentes se encontraban el ministro de la Construcción, René Mesa Villafaña, y Ulises Guilarte de Nascimento, secretario de la Central Trabajadores de Cuba. La presencia de los dos desató entre los vecinos del Mariel el rumor de que la situación podría ser verdaderamente grave.

Moisés Leonardo Rodríguez
Cubanet, 31 de julio de 2015.
Foto: Puerto del Mariel. Tomada de Los dos Mariel, mega puerto y gueto.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Emprendedores particulares, asfixiados por impuestos y prohibiciones



En un rincón del garaje, donde van a parar las cosas que no sirven, entre telarañas y olor a humedad, Leonardo dejó tirados moldes para confeccionar dulces y pizzas.

También tres rodillos de madera. Un horno eléctrico armado con retazos de piezas hurtadas en una fábrica estatal, dos sandwicheras cromadas y un microwave envasado en su caja original. Ahora todo está en venta.

“La cuenta no me dio. Un pariente de mi esposa que radica en Miami , en 2012 nos prestó cinco mil dólares para abrir un negocio de pizzas, dulces y comidas en el portal de la casa. El año pasado, debido a las pérdidas, tuvimos que cerrar. Todavía tengo una deuda de mil quinientos dólares. Los números nunca me cuadraron”, señala Leonardo.

En cualquier negocio, como en el deporte, se gana y se pierde. Para Leonardo, lo frustrante es el contexto maquiavélico del trabajo privado diseñado por los mandarines verde olivo.

Toleran a los particulares, pero no los quieren. Un sector conservador del Estado los sigue viendo como delincuentes potenciales. Tipos peligrosos. Cercados por altos impuestos, normas extravagantes e inspectores corruptos, les cuesta fundar buenos negocios.

“Por un lado, las leyes del gobierno te la ponen muy difícil para generar ganancias. Por el otro, el desconocimiento. No sabemos nada de mercadotecnia ni publicidad. Solo triunfan los que tienen vínculos con pesos pesados del gobierno o tienen buenos contactos en el mercado clandestino”, argumenta Leonardo.

Según datos de la ONAT (Oficina Nacional de la Administración Tributaria), en los dos últimos años, cerca de 70 mil personas han entregado sus licencias. Es cierto que la cifra de los privados ronda el medio millón. Pero cuando usted indaga entre los dueños de esos negocios, el 90% gana lo justo.

“Se vive mejor que trabajándole al Estado. Eso sí, hay que pinchar (trabajar) como un mulo. Yo manejo un taxi colectivo durante doce o trece horas. Gano de 550 a 700 pesos diarios. Pero el alto costo de la vida y la inflación se llevan toda la plata. Lo que gano por un lado se me va en comprar comida a la familia y tener el auto en buen estado técnico”, señala un taxista habanero.

Los negocios más rentables son los de gastronomía, hospedaje y taxis. Armando, propietario de un bar particular en el municipio 10 de Octubre, considera que solo unos pocos han podido ganar grandes sumas de dinero.

“Hay algunos que probablemente sean millonarios, como el artista plástico Kcho o Colomé Ibarra, el hijo del Ministro del Interior (dueños de paladares), que por sus relaciones con el poder tienen el camino despejado. Otros, han triunfado por su talento, como el dueño de La Guarida o La Fontana. Pero la mayoría tiene que lidiar con ilegalidades y trapicheos para salir adelante”, subraya Armando.

De cualquier manera, en un sector de propietarios de pequeños negocios se percibe la génesis de una futura clase media. El sábado 6 de junio, en el hotel Habana Libre, varias agencias de turismo lanzaron una oferta especial de todo incluido para el verano.

“Había cola. Y la mayoría eran cubanos. Existe la creencia de que muchos parientes en el extranjero les pagan la estancia en centros turísticos. Pero noto que ha habido un crecimiento espectacular de cubanos que sufragan esas estandías por su cuenta. Hace dos años se hospedaban un fin de semana en hoteles de dos o tres estrellas. Ahora prefieren los hoteles de alta gama y alquilan una semana”, expresa una publicista de la cadena Gaviota, regentada por militares.

A partir de 2008, cuando Raúl Castro decidió poner fin al apartheid turístico, y hasta 2014, alrededor de 127 mil turistas cubanos han pasado vacaciones en hoteles internacionales de toda la Isla, gastando más de 10 millones de pesos convertibles. Cifras que van en aumento.

Mientras miles de ancianos agobiados venden maní, periódicos y cigarrillos al menudeo en las calles habaneras, ganando unos pocos pesos que apenas les alcanza para comer, una élite de emprendedores privados hacen dinero a saco.

Desde luego, el temor y la desconfianza se mantienen. Muy pocos confían en el sistema bancario o las reglas de juego implementadas por el régimen.

En 2014, solo 658 "cuentapropistas", como los etiqueta el gobierno, pidieron créditos a las entidades bancarias estatales. De La Habana eran 75 y 583 del resto del país, informó la revista Bohemia. Esto representa el 0,1% de los más de 400 mil trabajadores privados registrados.

El valor de los créditos otorgados fue solo de 13 millones de pesos cubanos (unos 520.000 dólares). Según un cálculo conservador de Onelio, economista, el monto de dinero que se mueve en los negocios privados supera los 3 mil millones de dólares.

“Las inversiones en las paladares de primera o casas de renta de alto estándar no bajan de los 20 mil dólares. Mi teoría es que una parte de ese dinero viene del exilio y otra es de oscura procedencia. Como robos a empresas, delitos de cuello blanco, corrupción en altos niveles del poder o fraudes al Medicare en Estados Unidos que luego lavan la plata en negocios privados en Cuba”, especula Onelio.

Detrás del glamour y el éxito de paladares donde cenan estrellas como Rihana, Beyoncé o senadores estadounidenses de paso por La Habana, hay miles de negocios con amenaza de quiebra.

La hoja de ruta diseñada por Obama el 17 de diciembre abrió un nuevo panorama político entre Cuba y Estados Unidos. Seis meses después, las propuestas que supuestamente beneficiarían a los dueños de negocios particulares, siguen siendo una quimera.

La autocracia castrista no ha promulgado una ley que permita a campesinos y emprendedores privados acceder a microcréditos o importar alimentos y bienes. Entonces tienen que probar suerte en algún negocio con un préstamo de familiares radicados en el extranjero y trabajar más de doce horas diarias para intentar obtener ganancias mínimas.

A emprendedores como Leonardo las cosas no le fueron bien. Cuatro años después de abrir con ilusión un café tuvo que cerrar debido a las pérdidas. Ni siquiera ha podido vender en rebaja utensilios que compró para su negocio. Y aún le debe dinero a su pariente en Miami.

Iván García
Foto: Tomada de Radio Mambí.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Mudos recuerdos de un despojo



Después de dictadas la primera y segunda ley de Reforma Agraria, así como las expropiaciones de propiedades norteamericanas y las de los bancos y las restantes grandes empresas en los primeros años de la revolución de Fidel Castro, solo quedaban algunas tierras en poder de pequeños agricultores y unos 58 mil negocios de poca envergadura.

Pero en 1968 la llamada Ofensiva Revolucionaria dio fin a todos ellos, acabando así con la propiedad privada que quedaba en el país.

Como imborrables recuerdos, se mantienen los nombres en aceras y portales de muchos de estos negocios, a diario pisados por los ciudadanos que por allí transitan.

En un recorrido por cinco calles de La Habana (Monte, Galiano, Belascoaín, Reina y Neptuno) en el piso pude constatar más de 50 inscripciones, algunas muy desgastadas e ininteligibles.

Pese a su deterioro, guardan la memoria de la propiedad privada, a la cual –según ha dicho Josefina Vidal, en sus conversaciones con el gobierno de Estados Unidos- el régimen no dará cabida de nuevo.

En los años que siguieron a la Ofensiva Revolucionaria, no se restableció el sector privado y la Constitución de la República solo reconocía como privados a los pequeños agricultores y sus propiedades personales, especificando que no pueden ser utilizadas “para la obtención de ingresos provenientes de la explotación del trabajo ajeno”.

El empleo por cuenta propia, por su parte, ha tenido sus avatares, ya que primero se reconocieron 63 actividades, después se prohibieron como parte del proceso de 'rectificación de errores', y a partir de 1993 se aprobaron algunas más y finalmente se extendieron a cerca de 200 las actividades particulares, pero constitucionalmente no están reconocidas como tales.

De igual forma, la Ley de la Inversión Extranjera solo establece como inversionista nacional a las personas jurídicas, por lo que los trabajadores por cuenta propia quedan expresamente excluidos. Igualmente ocurre con las cooperativas no agropecuarias, nombre virtual que se le ha dado a una forma de producción y servicios, y que a pesar de ser colectivas solamente están integradas por personas naturales.

Para completar estas restricciones, habría que agregar que tanto el ministro de Economía, Marino Murillo, como el presidente Raúl Castro, en diversas ocasiones han proclamado que no se permitirá la concentración de capital en los pequeños negocios, por lo que los cuentapropistas y las cooperativas no agropecuarias quedan condenados a no expandirse.
Una y otra vez, los transeúntes pasan indiferentes sobre los mudos recuerdos de tiendas y negocios privados, sin percatarse que representan el testimonio de un despojo.

















Texto y fotos: Arnaldo Ramos Lauzurique
Red Cubana de Comunicadores Comunitarios
La Habana, 27 de enero de 2015.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Y dale con la sociedad civil



Leí en El Nuevo Herald que Dagoberto Valdés recorre las iglesias y habla con los gobiernos de Estados Unidos y otros países, "para sentar las bases de una sociedad civil en Cuba".

Según Wikipedia, "el término sociedad civil, como concepto de la ciencia social, designa a la diversidad de personas que, con categoría de ciudadanos y generalmente de manera colectiva, actúan para tomar decisiones en el ámbito público que consideran a todo individuo que se halla fuera de las estructuras gubernamentales".

Últimamente, este término se ha puesto de moda en Cuba y es muy utilizado por representantes de la disidencia light. Uno de los nuevos inventos y rejuegos de palabras, cantinflerías que han creado, pues más claro, ni el agua: sociedad civil es todo aquel conglomerado humano que no pertenece a organismos armados, que en el caso de Cuba serían las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), el Ministerio del Interior (MININT) y la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), con sus respectivos cuerpos especializados, así como la Empresa de Servicios Especializados de Protección S.A. (SEPSA), sociedad creada en noviembre de 1993 para brindar servicio de seguridad y protección a bancos, cadecas (casas de cambio), empresas nacionales y extranjeras y sedes diplomáticas, entre otras entidades.

Sociedad civil existe en Cuba desde antes de constituirse como República, el 20 de mayo de 1902. Uno de los grandes ejemplos de sociedad civil lo encontramos en la labor realizada por la pedagoga María Luisa Dolz y Arango (La Habana 1854-1923), una mujer que a fines del siglo XIX y principios del XX, sin dinero de gobiernos foráneos, ella sola hizo más por nuestras niñas y jóvenes que lo que en 56 años ha hecho la Federación de Mujeres Cubanas, subvencionada por el régimen. En 2013, a María Luisa Dolz le dediqué un post en mi blog.

A la sociedad civil pertenecen los partidos políticos y las agrupaciones, legales o ilegales, ateas o religiosas, cívicas, sociales, culturales, deportivas, recreativas... Las asociaciones o grupos dedicados a defender a niños, mujeres, negros, homosexuales, discapacitados y trabajadores por cuenta propia, entre otros. O los que defienden los derechos de autor de músicos, compositores y artistas y combaten la piratería editorial e intelectual.

Las organizaciones no gubernamentales, cooperativas campesinas, sindicatos obreros, equipos de pelota y alcohólicos anónimos, forman parte de la sociedad civil. Los científicos, técnicos, economistas, empresarios, abogados, médicos, arquitectos, ingenieros y profesores, entre otros, se agrupen o no en colectivos, también pertenecen a la sociedad civil.

Los opositores políticos y los periodistas independientes o free lance son integrantes de la sociedad civil, igual que los santeros, babalaos, espiritistas, masones, evangelistas, Testigos de Jehová...

Por cierto, en un trabajo de Iván García un cuentapropista se pregunta a qué tipo de sociedad civil se refiere la hoja de ruta de Obama. Es que en Cuba ya hay 500 mil trabajadores por cuenta propia y se calcula que 100 mil personas o más laboran ilegalmente en la economía negra o sumergida.

O sea, estamos hablando de más de 600 mil ciudadanos. Una fuerza varias veces mayor y mucho más poderosa que toda la oposición y el periodismo independiente juntos, que a mucho tirar no llegan a 10 mil en toda la Isla.

Entonces, por favor, a otros con ese cuento de la sociedad civil.

Tania Quintero
Foto: La habanera de esta foto, tomada del blog de Angélica Mora, es una de las 500 mil cuentapropistas existentes en la Isla. Ella también es sociedad civil.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Control social y miedo ciudadano



A Belkis le recorrió un escalofrío por el cuerpo cuando su jefe le dijo en voz baja que “el compañero de la Seguridad de la empresa quería charlar con ella”.

Cuenta Belkis que el oficial tenía pinta de guapo de barrio. "Sin disimulo mostraba la pistola en su cadera. Para meterte miedo hacen una pausa de silencio que aterra. Revisaba unos papeles con calma. Antes de hablar les gusta trasmitir la sensación de que tu vida les pertenece".

Comenzó su charla preguntando por la familia de Belkis, como si los conociera de siempre. "Me dijo que ellos sabían -les gusta hablar en plural- que yo utilizaba mi correo para comunicarme con ciertas personas de origen cubano que radican en el extranjero tildados de 'contrarrevolucionarios'. De una carpeta comenzó a sacar notas de mis emails. Le dije que se estaban inmiscuyendo en mi vida privada".

Le recordó que ella había firmado un código de ética donde se comprometía a utilizar esas herramientas en beneficio del país. "Le riposté que si internet no fuera tan cara y hubiese fácil acceso, las personas no utilizarían la web de una empresa en asuntos personales. El tipo fue tajante: ‘a la próxima te botamos’. Ellos se consideran por encima de la ley, el sindicato y la dirección de cualquier empresa”.

Luego el oficial comenzó acosarla sutilmente. Le propuso colaborar con la Seguridad para que delatara a quienes utilizan internet en funciones no autorizadas. “Comenzó a enamorarme a cambio de favores. Me dijo que si aceptaba salir con él, me dejaba que usara internet libremente. Por lo general son tipos repugnantes, que utilizan la impunidad que poseen para amedrentar”, afirma Belkis.

Algún día, cuando en Cuba se abran los archivos secretos de esa temible organización, se conocerá de primera mano su intromisión descarada en la vida privada de miles de ciudadanos ajenos a la oposición política. La Seguridad no solo se dedica a proteger los intereses del Estado.

Su campo de acción es amplio. Desde tener informantes en los barrios y cuadras, para que vigilen a vecinos de su interés, revisar paquetes, cartas, emails, retenerte el pasaporte, frenar el ascenso de un profesional, excluir a determinado funcionario de un viaje al extranjero o detenerte sin cumplir los requisitos legales que exigen las normas de procesamiento penal.

Esa organización siniestra actúa por encima de la ley con el beneplácito del régimen que los ha dotado de extensas facultades para su desempeño. Se desconoce su abultado presupuesto.

A sus oficiales no les faltan vehículos, combustible, casas para citas con informantes y detenidos, comida, acceso a centros turísticos y atención médica de excelencia.

“En Villa Marista se encuentra la mejor clínica estomatológica de La Habana. Equipada con todos los hierros. Hay una tienda que les vende ropa, electrodomésticos y artículos a precios de los años 80. Un reloj Rolex GMT, por ejemplo, a un alto oficial solo le cuesta 600 pesos (alrededor de 26 dólares). Esta gente tiene total libertad para hacer lo que dé le gana”, señala un trabajador civil del Ministerio del Interior.

La autocracia verde olivo los trata a cuerpo de rey. Son la columna vertebral del sistema. Los agentes de campo que se dedican a reprimir disidentes se agrupan en una sección llamada Enfrentamiento. Tienen motos Suzuki, autos Gely y cuenta abierta de telefonía móvil. En sus vacaciones se alojan en villas y centros de recreación exclusivos para militares.

“De acuerdo a su jerarquía pueden estar quince días en un hotel cinco estrellas de Varadero. Los más importantes, como Antonio Castro, no tienen que rendir cuentas de los miles de dólares o euros gastados en paraísos turísticos de Europa o inscribir a sus parientes en universidades extranjeras de élite”, manifiesta un empleado del sector turístico

Según este empleado, en esas villas una estancia de 10 días no supera los 700 pesos (30 dólares). “Mientras el pueblo gasta 300 o 400 cuc por tres noches en un hotel todo incluido, ellos se alojan con toda su familia. Por un bistec de res pagan 3 pesos en moneda nacional y 10 pesos por una cerveza Cristal. Para ellos no existe inflación ni carestía de la vida”.

Gustavo, directivo de una terminal de ómnibus habanera, dice que “la Seguridad hace lo que le sale de los cojones en este país. A pesar de la crisis del transporte urbano, tienen las prerrogativas de confiscar tres o cuatro guaguas y sacarlas del servicio para utilizarlas en el traslado a Damas de Blanco y opositores detenidos los domingos".

A la par del desgaste de la autocracia, después de 56 años de manicomio económico, ideológico y político, aumenta la violencia verbal y física de los agentes de Seguridad del Estado contra las personas que detienen.

“Siempre su presencia en la sociedad ha sido intimidante y omnipresente. Pero jamás en la Isla se vieron esas golpizas brutales a detenidos esposados como ahora”, dice un vecino de Miramar, testigo de la represión por parte de la Seguridad del Estado.

Trabajadores y estudiantes universitarios son convocados por oficiales de la Seguridad a los actos de repudios, auténticos linchamientos verbales de corte fascista, con la intención de aparentar una supuesta indignación de la población hacia la oposición pacífica.

Si un segmento amplio de la ciudadanía opta por emigrar, incluso al riesgo de sus vidas antes que realizar protestas masivas en las calles, es debido al temor del sistema represivo montado por el Departamento de Seguridad del Estado desde el mismo año 1959.

Los cubanos saben que no existen mecanismos legales para cambiar el status quo en Cuba. Y han elegido sentarse en las gradas.

Iván García

Foto: Integrantes del Movimiento Cívico de las Damas de Blanco protestan con una sentada en medio en la calle Reina, Centro Habana. Tomada de Una respuesta cívica contundente. Tanto las mujeres del grupo de las Damas de Blanco dirigido por Berta Soler como las del movimiento creado por Laura María Labrada, hija de Laura Pollán, son casi las únicas personas que en Cuba han perdido el miedo y protestan públicamente.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Cremata y el Rey Berenjena



Se hicieron dos funciones inaugurales con el teatro lleno y gran alborozo, pero la segunda noche fue la última porque, mediante un panfleto enigmático y fulminante, el Gobierno cubano censuró la obra El rey se muere, una versión criolla con gesticulación y vocabulario habanero de la pieza del rumano- francés Eugéne Ionesco.

El director Juan Carlos Cremata (La Habana, 1961) ha dicho que se proponía que el público reflexionara acerca de la vida del Rey Berenjena Primero (Berenguer en el texto original) un dictador que controla el poder por más de dos siglos y, de pronto, sabe que morirá dentro de una hora.

El Consejo Nacional de Artes Escénicas no le creyó. Sus especialistas pudieron apreciar otros mensajes en la puesta en escena. Así es que se decidió la suspensión del espectáculo con una nota oficial resumida en este párrafo: "Atendiendo a las estrategias de desarrollo del arte escénico cubano, al diálogo permanente entre la institución y la práctica artística cotidiana, en pos de lograr estadios más propositivos entre las obsesiones poéticas de nuestros creadores y la política cultural de la nación".

Cremata, un polémico y reconocido guionista y director de cine y de teatro, respondió a la medida con un artículo en el que asegura que se trata de una "censura infame en nombre de un nacional socialismo", de alguna manera, "fascismo omnímodo, puro, absoluto e integral" que coarta, reprime sanciona, amordaza, atropella y oculta a los artistas por razones ideológicas.

El asunto es que tanto el público entusiasmado como los funcionarios enfurruñados creyeron o quisieron ver en el personaje del rey una imagen directa del dictador Fidel Castro. Y por eso se cayó el telón.

El director explica que sólo hablaba de la resistencia al cambio que puede verse en algunas estructuras de la sociedad cubana y que no intentó hacer referencia a ningún líder ni a ningún dirigente. Intentamos evitar esa referencia "aunque sabíamos de sobra que la lectura enfermiza de estos tiempo iría, por obligado, en esa dirección".

Cremata, que ha dirigido filmes como Nada, Viva Cuba y Oscuros rinocerontes enjaulados, cree que el comportamiento de la burocracia del Ministerio de Cultura es típico de un régimen dictatorial o simplemente caciquismo, "nepotismo ilustrado, arbitrariedad manifiesta y descarada".

Raúl Rivero
El Mundo, 14 de julio de 2015.
Foto: Juan Carlos Cremata, tomada de El Mundo.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Los que escaparon del paraíso



En el terreno, ubicado en Quinta Avenida entre las calles 72 y 74, no queda ni rastro de la otrora Embajada del Perú.

En abril de 1980, el lugar sitio se convirtió en el refugio de más de 10 mil cubanos que decidieron escapar de un fracaso con nombre de paraíso. Durante los años 80, ubicó allí un museo en recordación, entre otras cosas, de las enardecidas turbas que protagonizaron los mítines de repudio contra los que se iban.

Se denominaba -y se denomina- Museo de la Marcha del Pueblo Combatiente y ahora radica en la Calle 17 No. 6012 casi esquina a 60, Miramar, y se encontraba cerrado por reparaciones.

En la tarde del 1 de abril de 1980, un ómnibus de la ruta 132 irrumpió por el portón del garaje de embajada peruana. Era el tercero que entraba de ese modo en una sede diplomática. Fue tiroteado por guardias apostados en los alrededores. Venían doce personas, quienes habían quitado los asientos y pusieron planchas de acero y sacos de arena para protegerse dentro del vehículo.

El rebote de una de las balas, disparadas por sus colegas contra las planchas, fulmino al sub-oficial y custodio Pedro Ortiz Cabrera. El gobierno cubano exigió la devolución de los asilados, acusándoles de la muerte del custodio. El gobierno peruano se negó. La tensión diplomática entre ambos países llegó a su punto álgido en la madrugada del 4 de abril.

Cuba y el mundo amanecieron con la noticia de que la Embajada de Perú en La Habana estaba sin escoltas. Todo el que quisiera, podía acceder y acogerse a asilo. En la medianoche del 6 de abril ya habían 10,803 cubanos allí refugiados.

Poco antes, sobre las 10 de la noche del día 5, de abril, una limousine negra, blindada, de la marca Zil, había llegado acompañada de cuatro Alfa Romeo color vino. De la limousine descendió Fidel Castro. Observó el perímetro de la embajada. Los refugiados que estaban más próximos a la cerca, instintivamente retrocidieron. En ese momento, el grueso de las armas apostadas en la zona apuntaban hacia el área tras el cercado. Un silencio tenso se apoderó del lugar.

Castro dialogó con Ernesto Pinto, encargado de negocios de la legación peruana. Después, Pinto subió a la limousine y éste partió. Al día siguiente, junto con su familia, fue enviado a Perú.

Para ese momento, un fuerte cerco policial, apoyado por turbas paramilitares, detenía y golpeaba a cualquiera que intentaba llegar. El dueño de la finca llamada Cuba no estaba dispuesto a permitir más cimarrones.

Miles de personas hacían fila para tomar agua de un grifo ubicado en el patio trasero de la residencia. Apenas había espacio para estirar las piernas. Los más ágiles, improvisaron su refugio en el techo de la casa y en los arboles del jardín.

Las autoridades cubanas comenzaron a lanzar cajas con comida y bolsas con leche y agua. El caos y la desesperación provocaron escenas que fueron filmados por camarógrafos del Noticiero ICAIC bajo la dirección de Santiago Álvarez. Y la televisión nacional mostraba a la “escoria golpeándose entre sí por acaparar la comida”.

Un periodista peruano, César Hildebrant, captó las primeras fotos que mostraron lo que estaba sucediendo dentro del lugar. Las imágenes fueron sacadas subrepticiamente y dadas a conocer al mundo. Otras, en video, fueron confiscadas por las autoridades. Años más tarde, aquel video pudo ser visto en una televisora de Miami y rebotó hacia Cuba. En un día, la verdad iluminó lo que la mentira ocultó y tergiversó durante años.

Entre abril y octubre de 1980, a través del puero de Mariel, rumbo a Estados Unidos, 125 mil cubanos se fueron de la Isla.

Casi mil, que permanecieron en la embajada hasta el mes de junio, fueron trasladados a Lima. Allí fueron ubicados en un campamento de refugiados dentro del parque Túpac Amaru. Posteriormente, la mayoría logró llegar a los Estados Unidos gracias a la Fundación Nacional Cubano-Americana y otras entidades humanitarias.

En agosto de 1994, estalló otra crisis migratoria. Miles de cubanos, intentaron cruzar el Estrecho de la Florida en embarcaciones precarias. Muchos de los que tiraron huevos y piedras a los que se iban en 1980, se lanzaron a la travesía, huyendo, catorce años después.

Camilo Ernesto Olivera Peidro
Cubanet, 4 de abril de 2015.
Foto: En la Embajada de Perú, los cubanos no pedían agua ni comida, si no que los sacaran del país. Tomada de Martí Noticias.


viernes, 11 de septiembre de 2015

Músicos olvidados sobreviven "haciendo sopa"



Después de caminar cinco kilómetros diarios bajo un sol que mete miedo, Enrique llega al precario cuarto del solar donde vive, con los pies cansados y un puñado de pesos convertibles arrugados en el bolsillo de su vieja guayabera azul marino.

A sus 71 años no debiera andar en esos trotes, dice la esposa, una maestra jubilada que se pasa diez horas viendo culebrones en video y escuchando boleros en un tocadiscos de la era soviética.

“Pero tiene que salir a la calle mi’jo, a buscar unos pesos. Con mi pensión de 193 pesos (poco más de 8 dólares) y la suya de 210, no alcanza para comer. Además estamos cuidando a una nieta que tiene al padre preso. A su edad y con sus achaques a cuestas, Enrique es el sostén de la familia”, señala, mientras su marido ya ronca en la cama.

A la mañana siguiente, Enrique es un hombre nuevo. Luego de desayunar un pan con tortilla de cebolla, se afeita y se viste lo más elegante posible para su jornada de trabajo.

“Llevo nueve años 'haciendo sopa' (cantando mientras los turistas cenan) en bares, restaurantes y cafés de la calle Obispo y otros de La Habana Vieja. Fui músico de un cuarteto de guarachas y boleros. Uno de sus integrantes está muerto. Los que quedamos vivos tenemos que salir 'al fuego' (la calle) a buscar el 'baro' (dinero). A veces nos va bien, y llegamos a casa con 15 o 20 chavitos (pesos convertibles), pero casi siempre regresamos con unas monedas y un cansancio de siglos”, señala Enrique sin dejar de afinar su vieja guitarra.

La Habana real, no la de los discursos de los gobernantes o las crónicas optimistas de los medios oficiales, se asemeja a un bazar gigante donde todos intentan vender algo.

En la capital del país que hizo una revolución para barrer la pobreza y la prostitución y que las personas tuviesen una vida digna, muchos ancianos hacen malabares para ganar unos pocos pesos.

Los mendigos aumentan. Igual que los discapacitados vendiendo baratijas y juguetes plásticos. O los dementes hurgando en latones de basura y jubilados cantando guarachas y boleros que les permita llegar a fin de mes.

En los barrios antiguos de La Habana, y por todo el trayecto de la Avenida del Puerto, decenas de músicos ambulantes, solos, en dúos o tríos, se acercan a las mesas donde parroquianos despreocupados cenan o beben cerveza importada y montan una serenata improvisada.

“Si a los clientes no les gusta, te despiden con un gesto. Si aceptan, escuchan la canción o proponen que le cantes otras. Y al final te dejan caer una propina: dos cuc, a veces cinco, depende. Cuando llega un crucero, si vienen británicos o japoneses pagan mejor. En este negocio tienes que ser listo. Si el tipo es mexicano le cantamos rancheras y boleros. Si es europeo, sones y guarachas de Compay Segundo. Ahora que están llegando los gringos, cantamos o tocamos jazz o country”, explica Eulogio, músico ambulante que desanda por los bares y cafés en moneda dura contiguos a la bahía de La Habana.

Muchos de estos viejos músicos no son improvisados. En los años 80, Ricardo grabó Años, un disco de boleros producido por Pablo Milanés, junto a autores del calibre de Cotán, El Albino, Ibrahim Ferrer, Pío Leyva y Rubén González.

“Pero en estos momentos a pocos promotores turísticos les interesa contratar a músicos viejos que solo cantan boleros y guarachas. La competencia es dura y desleal. Los gerentes de restaurantes y bares estatales nos botan. Ellos tienen contratadas a sus agrupaciones. Otros nos extorsionan y si nos dejan cantar debemos darle el 25% de lo que recogemos después de pasar el cepillo. Así y todo, cantar por cuenta propia es mejor que trabajarle al Estado”, señala Ricardo.

Una tarde lluviosa y gris de 2012, Alberto murió en la barriada habanera de La Víbora. Tenía el sueño y la esperanza de que un productor musical como Ry Cooder o Win Wenders lo rescatara del olvido.

En la década de 1950, había sido cantante del conjunto Casino dirigido por Roberto Espí, amenizando una Habana que no dormía. En sus últimos años, sobrevivía cantando boleros en bares de quinta categoría, sin que nadie le prestase atención.

Alberto comía poco y mal y bebía demasiado alcohol. Al velorio solo asistieron su hija y dos vecinos del barrio. Tres años después, ella intenta vender la deslustrada guitarra del padre en 100 pesos (4 dólares). “Si supiera cantar me pondría a hacer sopa”.

Iván García
Foto: Tomada de New York Post.
Leer también: La Cubanía, un vínculo de unión entre Huelva y Cuba.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

A riesgos de ser multados, llenan las calles de música



Las calles de La Habana Vieja se desbordan de música popular en vivo. El jazz, el bolero, el son, la guaracha, la rumba, el guaguancó, el rap y el reggaetón, hacen eco por toda la ciudad antigua. La mayoría de los grupos se componen de músicos callejeros a los que la Oficina del Historiador de La Habana no les otorga licencia. Los inspectores y policías le imponen multas y hasta los arrestan.

El periodista recorrió La Habana Vieja y conversó con varios grupos musicales, aquejados de tanto maltrato sólo lo por tocar y cantar: por llevar en el alma el son y el bolero, la música tradicional cubana.

Mario Román Reyes, miembro del Trío Santiago, refiere que se quedó sin trabajo en Santiago de Cuba y emigró para La Habana. Cuenta los trámites que ha hecho para obtener una licencia como músico callejero en el casco histórico de ciudad.

“Le escribí a Eusebio Leal, pero no me autorizaron la licencia como músico callejero. Me autorizaron como mago, animador y payaso, pero para el casco histórico no me sirve. Veo ilógico que no pueda hacer mi música, porque es la forma de defender mi vida y lograr algo para mi familia. Yo no asedio al turista, yo toco para el turista. No lo obligo. Benny More fue músico de la calle, como otros tantos, y no tuvo problemas con hacer esa música. La música cubana es contagiosa, ayuda a fomentar que el turismo repita en este país”.

Kiko, Ernesto y Joel, son los integrantes del trío Los Perseguidos (en la foto). Tocan desde la acera y no dentro del restaurante situado en Oficios y Teniente Rey. “No nos dejan entrar, pero desde sus mesas los clientes nos hacen señas para que le toquemos”, dice Kiko, de 70 años, vecino del municipio Regla. “Estoy jubilado de la música. Fui timbalero de la orquesta La Monumental, pero ¿tú sabes de cuánto es mi retiro? El equivalente a 12 dólares mensuales, y con ese dinero ni mi esposa ni yo podemos vivir. Por eso soy músico callejero”.

Según veterano músico, “nos ponen multas de hasta casi 62 dólares. ¿Cómo podemos pagar esa multa? Nos están mandando a robar. No hay artículo ni inciso que prohíba tocar y cantar, pero ellos (los inspectores) al talonario (reporte) le ponen cualquier cosa, incluso que comercializamos alimentos”.

Joel, el más joven de los tres, confiesa que “la policía nos lleva detenidos y esposados. Nos registran como si fuéramos terroristas, como si nuestras guitarras tuvieran una bomba. Nadie paga las multas así que el Combinado del Este se llenará de músicos como nosotros. Nos buscamos un dinerito diario, si es que nos buscamos algo”.

Ernesto, 66 años, añade: “Fui el bajista del conjunto de Senén Suárez. Trabajé con los Reyes 73 y en el Conjunto Boleros. No me pude retirar acogiéndome a la ley vieja y por la nueva ley de seguridad social tengo que trabajar tres años y pagarle a la oficina tributaria para poderme jubilar. ¿Quién me va a contratar? ¿Cómo voy a competir con esos muchachos con el pelo parado, pintado de color verde? Por hacer música nos llevan detenidos y esposados en la patrulla”.

Los Paisanos es otro grupo musical. Carmelo, uno de sus integrantes, comenta: “Tengo multas puestas que suman 21 mil pesos cubanos, equivalente más de 800 dólares. Ni las voy a pagar, ni me han citado más. Fui una vez al tribunal por una multa de 17 dólares, y al final el juez no pudo dictar la sentencia. El juez me preguntó: ¿Tu eres cuentapropista? ¿Pero tú no eres vendedor de alimentos ligeros? Es que no hay ley para multarnos por tocar guitarra”.

Roberto Cruz Lafita lleva más de ocho años tocando en las calles viejas de la capital. Integrante del cuarteto Legendario Habana, declara: “No quieren autorizar la licencia para músicos callejeros. La que ofrecen es para amenizar cumpleaños y fiestas, pero no para tocar en las calles. Llevamos años tocando con una licencia que no se corresponde. Hay grupos que suman hasta 20 años de actuación. Queremos pagar los impuestos y que nos den la licencia de músicos callejeros. Y que los inspectores no nos pongan multas”.

Texto y foto: Ernesto García Díaz
Cubanet, 13 de julio de 2015.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Centenarios olvidados


Chano Pozo (Luciano Pozo González) nació en un solar habanero en enero de 1915. Su vida discurrió en los barrios Belén, Jesús María y Cayo Hueso, entre rumba, comparsas, toques de santos, plantes de abakuás donde era muñanga efó, y los cabarets de las playas de Marianao donde solía coincidir con otro gran tamborero, El Chori. También bailó en Los Dandys y en La Sultana.

Un puertorriqueño lo mató a tiros, durante una disputa por un paquete de marihuana en un bar de Harlem, New York, en diciembre de 1948.

La irrupción en el be-bop de los ritmos afrocubanos, gracias a los tambores y el canto de Chano Pozo en la banda del trompetista Dizzy Gillespie, en 1947, sería uno de los hitos más importantes de la historia del jazz. A partir de ahí se originó lo que sería conocido posteriormente como latin jazz.

Según dijera el propio Gillespie, Manteca, el más famoso número de Chano, “revolucionó el jazz y la música popular norteamericana”. Por su parte, el reconocido antropólogo cubano Fernando Ortiz escribió que “por el tambor de Chano hablaban sus abuelos africanos, pero también hablaba toda Cuba”.

Los mejores percusionistas cubanos de las últimas seis décadas –Tata Güines, Changuito Quintana, Miguel Angá, Yaroldis Abreu– heredaron la forma de tocar de Chano Pozo.

Sin embargo, en Cuba ya apenas se habla de Chano Pozo. Una de las pocas personas que se ha ocupado de este imprescindible de la música cubana y el jazz es la documentalista Rebeca Chávez, quien a pesar de los muchos obstáculos que tuvo que enfrentar, en 1987 realizó el excelente cortometraje Buscando a Chano Pozo. Fue como revivir al Rumbero Mayor.

También en 2015 se cumplen 100 años del nacimiento -y 25 de su muerte– del guantanamero Luis Martínez Griñán, más conocido como Lilí Martínez, que a pesar de ser uno de los más grandes pianistas cubanos no ha tenido el reconocimiento que merece.

A finales de los años 40, en el conjunto de Arsenio Rodríguez, Lilí Martínez sustituyó en el piano a Rubén González. Enseguida se convirtió en el arreglista y director musical del conjunto. Se quedó definitivamente al frente de la agrupación cuando, a inicios de los años 50, Arsenio Rodríguez fue a operarse de la vista en los Estados Unidos y terminó radicándose allí.

En dicho grupo también estaban el trompetista Félix Chapotín, el Niño Rivera -que sustituyó a Arsenio Rodríguez en el tres– y el cantante Miguelito Cuní.

Los arreglos de Lilí Martínez para el conjunto, que luego sería conocido como Chapotín y sus Estrellas, jugarían un importante papel en el desarrollo del son montuno, caracterizado por la improvisación, la repetición de los coros y la intensidad de la instrumentación. A su vez, el son montuno sentaría las bases de lo que casi 30 años después sería bautizado en New York y Puerto Rico como la música salsa.

Lilí Martínez fue muy influido por la música clásica. En sus montunos se siente cierta dulzura, reminiscente de Chopin y Gershwin. Esto se puede apreciar en Concierto a tres pianos, de 1983, donde Lilí toca junto a Chucho Valdés y Frank Fernández. Mientras ellos se afanan y se sofocan por sonar lo más soneros posibles, Lilí, con naturalidad y elegancia, juguetea en su tumbao con los acordes de The man I love.

Ahora en Fuera de rosca, un programa musical de la TV cubana, una bella y simpática locutora, entre sonrisas y arrumacos, cuando entrevista a los artistas invitados, invariablemente termina preguntándoles cómo quieren ser recordados en los próximos cien años. Ellos responden, ilusionados, lo que se les ocurra: cosas como “alguien que puso a bailar a su público y lo hizo gozar”.

Como si alguien fuera a acordarse en el próximo siglo, por bonitillos que sean, del nombre de un reguetonero o una insulsa intérprete de baladitas pop hechas en serie.

¡Si no se acuerdan de figuras como Chano Pozo, Lilí Martínez y Bienvenido Granda, el bigotudo cantante de la Sonora Matancera, cuyo centenario también se cumple este 2015!

Y con estos olvidos, todavía tienen la cara dura los gerifaltes de la cultura oficial de hablar del rescate de la identidad nacional.

Luis Cino Álvarez
Cubanet, 3 de agosto de 2015.

viernes, 4 de septiembre de 2015

La Sonora Matancera, Fidel Castro y la música



Hace 55 años, el 15 de julio de 1960, la Sonora Matancera, salía del aeropuerto de La Habana rumbo a México. Los integrantes de la orquesta fundada en Matanzas en 1924, pensaban que viajaban a cumplir un nuevo contrato en el país donde ya en otras ocasiones habían actuado y tenían muchos seguidores.

El director, Rogelio Martínez, no les dijo que era un viaje sin regreso. Nunca más, ni él ni los músicos, regresaron a Cuba.

Ante la encrucijada de convertirse en una agrupación controlada por el llamado Gobierno Revolucionario y no poder seguir siendo la orquesta libre y competitiva que hasta ese momento habían sido, Martínez decidió que la Sonora Matancera se marchara antes de que las cosas se pusieran peor en una isla dirigida por unos barbudos que ya en 1960 habían encarcelado y fusilados a unos cuantos cubanos tildados de 'contrarrevolucionarios'.

De haberse quedado en Cuba, la Sonora Matancera no solo hubiera sido una orquesta más, si no sus músicos hubieran tenido que evaluarse anualmente y sus sueldos regulados por tarifas, según el número de actuaciones. Sus miembros obligados a ser milicianos, pertenecer a un sindicato único, ir a trabajos voluntarios, hacer guardia en su centro laboral y en el CDR, informar al 'seguroso' que los atendiera y delatar a familiares, compañeros y amigos.

Si cumplían los planes mensuales de la empresa, a lo mejor los 'estimulaban' con un viaje a la Unión Soviética, Bulgaria, Checoslovaquia o Polonia. Y los 'destacados' tendrían derecho a solicitar un televisor o un ventilador ruso o una semana en una de las casas que el Plan CTC tenía en la playa de Guanabo.

De los grandes músicos que se quedaron en Cuba (Sindo Garay, Miguel Matamoros, María Teresa Vera y Bola de Nieve, entre otros), por su edad o por su salud, no 'disfrutaron' demasiado del 'paraíso socialista'. Más de uno fue olvidado y murió pobre y alcoholizado, como Carlos Embale, en 1997. Otros se ganaron la lotería: ya en la tercera edad, Compay Segundo, Omara Portuondo, Rubén González, Ibrahim Ferrer y Pío Leyva, fueron descubiertos por el guitarrista californiano Ry Cooder. Había nacido el Buena Vista Social Club.

En una entrevista titulada Dos destinos: Tania Quintero e Ibrahim Ferrer, realizada por el periodista suizo Ruedi Leuthold y publicada en 1999 en la revista Encuentro de la Cultura Cubana, se cuenta la siguiente anécdota:

-Si alguien hacía una pregunta política, sobre Fidel Castro, el socialismo o el embargo americano, entonces Ibrahim tosía y decía: "¿Qué? ¿Qué ha dicho?" y llamaba a su sobrino. El sobrino venía, se reía y suspiraba: "Ay, el viejo, ya no las tiene todas consigo, a sus 72 añitos, ni siquiera oye bien", con lo que la cosa quedaba resuelta. Pero ahora la historia era cómo Juan de Marcos llegó y le dijo a Ferrer: "Está aquí ese americano, Ry Cooder".

-Yo no tenía ni idea de quién era ese tipo que quería grabar un poquito con algunos músicos viejos, porque unos africanos que tenían que haber venido a La Habana se habían quedado colgados en París y ya estaba alquilado el estudio. Yo digo: "No, no quiero, ya hace mucho que estoy fuera", y Juan de Marcos me dice: "Ibrahim, hay cincuenta fulas, cincuenta dólares". Presto atención y digo: "¿Por qué no lo has dicho antes?".

-Chico, eso era mi pensión de seis meses. Así que voy al estudio, tarareo una cosita, también está allí el pianista Rubén González, Compay Segundo y Omara Portuondo. Lo que cantamos gusta, y al parecer gente desconocida en continentes lejanos compra como loca la música, y unos meses después llega uno y me dice: "Necesito tu firma, vamos a hacerte un pasaporte". Y desde entonces he viajado a 57 países con la orquesta, he cantado en el Carnegie Hall de Nueva York y el Olympia de París. ¿No es un cuento de hadas?". (Ibrahim Ferrer murió en La Habana el 6 de agosto de 2005).

Por supuesto, desde el mismo 1959, el régimen contó con un piquete de artistas y músicos incondicionales, unos más brillantes que otros. No los critico, cada persona aplaude y sigue a la gente de su preferencia. Lo triste y doloroso es que con el pretexto de la construcción de una sociedad perfecta, donde se formaría un 'hombre nuevo' y el dinero dejaría de existir, en Cuba se han violado los derechos humanos y las libertades de expresión, información y asociación. Y se trató de anular la creatividad individual.

En los primeros años de la revolución, infinidad de músicos decidieron irse: Ernesto Lecuona, Bebo Valdés, Olga Guillot, Rolando Laserie... También es extensa la lista de aquéllos que llevaban años fuera y no quisieron volver a su patria. Otros, pese a haber sido reprimidos, decidieron arriesgarse y visitar a su familia en su pueblo, como hizo Ela O'Farrill, fallecida en 2014 en su exilio mexicano.

Desde siempre, los intérpretes, compositores y músicos cubanos recorrieron el mundo y por sí mismos firmaban o no contratos y se radicaban temporal o definitivamente en Estados Unidos, Europa, América Latina o el Caribe. No se marchaban por problemas políticos o raciales, como en su época hicieron las estadounidenses Josephine Baker (1906-1975) y Nina Simone (1933-2003).

Antes de 1959, los músicos cubanos se iban por motivos profesionales, económicos y personales. Después, porque se dieron cuenta que el castrismo era un sistema represivo y totalitario.

Es cierto que la confrontación de Fidel Castro con Estados Unidos y la implementación del embargo en 1962 aisló aún más a la Isla. Pero la música cubana perdió gran parte de su esplendor por las descabelladas y autoritarias políticas de los grises comisarios que durante demasiado tiempo dirigieron -y aún dirigen- la cultura en Cuba.

Un tremendo error (con ministros de educación como Armando Hart poco se podía esperar), fue la eliminación de las clases de música en la enseñanza primaria y secundaria. En todos los municipios había academias y conservatorios de música, públicos o privados. Y desde Pinar del Río hasta Guantánamo, quienes lo desearan o tuvieran aptitud, podían recibir clases de canto, piano, guitarra, percusión, trompeta, saxofón u otro instrumentos con alguno de los cientos de profesores particulares de música existentes en el país.

El mejunje ideológico surgido en 1961-62, con la creación de las ORI (Organizaciones Revolucionarias Integradas) primero, y después con el PURSC (Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba) y del cual en 1965 surgiera el PCC (Partido Comunista de Cuba), contribuyó a la eliminación de las tradicionales academias y conservatorios de música y dio paso a la creación de instituciones estatales de arte o música en la capital y provincias.

Por suerte, los controles del Estado no impidieron el surgimiento de talentos en la música y el arte en general, aunque no tantos si no hubieran existido las barreras impuestas por unos gobernantes que no se han distinguido por su nivel intelectual y cultural.

Por el contrario, Fidel Castro y su régimen plagado de militares, impusieron la 'cultura' de la guerra y de la confrontación contra Estados Unidos y el 'imperialismo yanqui'. Y se generalizó la gritería, la vulgaridad y el lenguaje machista. Basta escuchar las letras de muchas de las canciones que hoy se cantan y bailan en Cuba.

Tania Quintero

Foto: Celia Cruz fue una de las dos voces femeninas que tuvo la Sonora Matancera. La otra fue la puertorriqueña Myrta Silva.
Leer también: Historia de la Sonora Matancera.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

La música cubana espera otro Ry Cooder



Como en cualquier otro país, dedicarse a la música no siempre garantiza un futuro próspero. En Cuba, donde son pocas las opciones para evadir la miseria, el oficio del músico suele ser visto como una alternativa de escape. Después de los dirigentes de primer nivel, son los músicos quienes más viajan al exterior y quienes mejor viven.

Ocupar un cargo en el gobierno es casi imposible, de modo que es muy frecuente escuchar a los padres aconsejar a los hijos que estudien un instrumento musical para que en el futuro puedan integrar una agrupación y marcharse del país, si no definitivamente, al menos con regularidad, es decir, el tiempo suficiente para guardar distancia de una realidad opresiva.

En consecuencia, las escuelas de música, tanto las estatales como las particulares (muchas de ellas clandestinas) no dan abasto. Según Armando Alpízar, ex profesor de un conservatorio de La Habana y actualmente músico callejero, las escuelas funcionan muy por encima de la capacidad de matrícula, lo que provoca un exceso de graduados que no hallarán lugar donde ejercer la profesión cuando culminen los estudios.

"Todos los años se gradúan miles de muchachos que no encuentran trabajo. La gente piensa que es salir de las escuelas y comenzar a ganar dinero en una orquesta que viaja por el mundo todo el tiempo. Y no es así, la realidad es más dura. Yo siempre se lo explicaba a mis alumnos que venían con esos humos en la cabeza. Tener una orquesta es una inversión mucho más grande que abrir una paladar. En la televisión ponen esos videos donde los cantantes exhiben un nivel de vida altísimo en un país que te dicen que es Cuba, pero que para nada tiene que ver con el país que vivimos tú, yo y millones de infelices más", cuenta Alpízar y añade:

"El destino de muchos músicos, algunos de ellos buenísimos, es andar por las calles detrás de los turistas o dar clases privadas, pero eso solo da 'resolver' el día a día. Acuérdate del Buena Vista Social Club, la mayoría de ellos estaban olvidados y eran verdaderas lumbreras. ¿Cómo vivía Ibrahím Ferrer? ¿Y Rubén González? Daba pena. Dar clases privadas tampoco rinde mucho porque no les puedes cobrar exageradamente a muchachos que tú sabes que la están pasando peor que tú. Si a veces acepto dar clases es porque no puedo negarme".

Tal como asegura Armando Alpízar, el destino de la mayoría de los jóvenes graduados de música es ejercer de manera independiente en las calles o, como afirma Dairon -músico callejero en sus tiempos libres pero, oficialmente, integrante de una banda de música municipal-, aceptar sacrificarte en una casa de la cultura donde el salario no rebasa los 10 dólares mensuales.

“Aquí en el malecón siempre se hace algo, pero tienes que pinchar (trabajar) duro, desde por la mañana hasta la madrugada. Llevo en esto hace como seis años, antes de graduarme. Siempre he querido tocar en una buena orquesta o hacer la mía, pero cuando me gradué me di cuenta de que no es tan fácil para quienes no tienen padrinos en el mundo de la música. Tengo la esperanza de que alguien me descubra. Me enviaron para la banda de música de 10 de Octubre. Tenía que cumplir el servicio social. Para empezar, no tenía ni instrumento, yo mismo tuve que comprar el mío, una trompeta. Protesté, pero después me dio pena con el director porque supe que a todos los músicos les había pasado lo mismo que a mí, y que incluso el propio director había tenido que pagar de su dinero las cañas de otros instrumentos, los muelles, todas las piezas de los instrumentos rotos, todo, hasta los atriles los tuvo que mandar a hacer a un herrero amigo suyo, las sillas también", confiesa Dairon, y sigue contando:

"Un director gana solo 200 pesos (8 dólares) al mes, y yo, como era recién graduado, solo ganaba 150 pesos (6 dólares). Eso sin contar que cuando vamos a los parques a tocar, tenemos que hacer una ponina (colecta) entre todos para pagar el transporte, porque nadie nos da nada. Todo lo hacemos por amor al arte. El gobierno municipal dice que no es un problema suyo, que los carros que tienen son para recoger la basura. Sin embargo, cuando hay un acto político, nos dan instrumentos en buen estado y nos mandan una guagua para que nos lleve y nos traiga. Pero después del acto, nos quitan los instrumentos buenos y tenemos que seguir con los destartalados”.

Alex, integrante de una banda de música municipal, compara su oficio con el de un mendigo:

“Es como si nos hubiésemos graduado de mendigos. A mí me da pena. Los fines de semana tocamos en los parques del centro de La Habana por donde siempre pasan turistas y nos dan propinas. Después la repartimos entre todos y es algo más por encima del salario, que no alcanza para nada. Antes tocábamos en el Parque de La Lisa, en El Cotorro o en la Plaza Roja de La Víbora, pero allí gastábamos más en llevar los instrumentos y comprar agua y comida que lo que recibíamos al mes. Después descubrimos que en la Habana Vieja se resuelve más. Siempre pasan extranjeros y alguno, si le caiste bien, te deja algo. Pero eso en Cuba y en cualquier país es mendigar. Y yo no estudié para eso. Se supone que esto es el socialismo y que solo en el capitalismo los músicos andan pidiendo limosnas en el metro y en las calles".

Incluso para los músicos la situación no es muy diferente. Pepe y Rita, originarios de Santiago de Cuba y ex integrantes de varias agrupaciones locales, decidieron abandonar su provincia para probar fortuna en el malecón habanero junto a otros cientos de músicos que no encuentran otro modo de lograr el sustento.

“No hay más. Es esto o morirse pues yo no tengo pensión. Y eso que llevo más de 40 años en la música, pero me dicen que nunca fui evaluada como profesional. Si a diario no vengo al malecón, no como En la música lo que hay es que tener suerte y yo nunca la tuve. Como están las cosas, me moriré pobre, pero al menos intento seguir viva”, nos dice Rita.

Pepe asegura que el oficio de músico no es lucrativo. “En ocasiones se gana algo, pero en otras, los extranjeros se paran a escuchar, se tiran una foto y no dejan nada. Uno pasa horas al sol, caminando de un lugar a otro, a veces por el equivalente de un dólar al día, porque la gente te deja un peso, tres pesos (menos de 10 centavos de dólar). Aunque a veces hemos tenido suerte y nos han dejado hasta 10 dólares. Allá en Santiago se gana menos y ahora la cosa está peor que antes, por eso vinimos para la capital. La Habana no me gusta ni un poquito: ganas más, pero también gastas más”.

Lejos del paraíso musical que aparenta ser, la Cuba posterior a 1959 siempre ha sido un verdadero infierno para ejercer el oficio de la música. El cierre de cabarets, centros nocturnos y programas de televisión y radio, la prohibición de espectáculos, el retiro obligatorio de artistas y la censura por razones ideológicas o índole personal, ha caracterizado el paisaje musical cubano de los últimos 50 años.

A fines de los años 90 el cineasta alemán Wim Wenders y el guitarrista norteamericano Ry Cooder, con el proyecto Buena Vista Social Club, dieron cuenta del grado de miseria en que vivían excelentes músicos, desamparados por las instituciones culturales cubanas.

Lejos de cambiar, la realidad ha empeorado tanto para los artistas reconocidos como para los que comienzan. El nuevo modelo económico, enfocado hacia la búsqueda de capital foráneo, hasta el momento se ha mostrado incapaz de observar y mucho menos resolver, lo que ocurre en nuestro espacio insular. Confiemos, entonces, en que otro Ry Cooder no demore en aparecer.

Texto y foto: Ernesto Pérez Chang
Cubanet, 5 de marzo de 2015.
Foto: Armando Alpízar, ex profesor de música en un conservatorio de La Habana y hoy músico callejero.


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