viernes, 28 de junio de 2013

Época traumática (IV y final)


Jineteras por PHOLLETTO.

Cuando en 2000 comenzó el tercer milenio, la crítica situación económica de los 90 había cambiado. La entrada de las remesas del exterior fue determinante en ese cambio. La supuesta homogeneidad social, desapareció. No obstante, seguía vigente el período especial. Ahora, mucho más sutil y cruel.

La moneda se devaluó y con ella el salario. Holgadamente vivía quien tuviera familia en el extranjero. Pero ése no era mi caso. Con esa desventaja, mis estudios en la universidad fueron más dolorosos. Haber tenido mi hijo con apenas 19 años, exigió mucho más sacrificios y resignación por mi parte. Gracias a la ayuda de mi madre, pude continuar estudiando.

No fue fácil alcanzar la meta que me había propuesto. Llegué al final de mi carrera porque tenía el sueño de ser una profesional y una mujer independiente. En esos cinco años, tuve dos grandes amigas, la esperanza y la paciencia. Y también, cómo no, la frustración.

Lo primero que comenzó a golpearme fueron las diferencias económicas y sociales. A las ocho de la mañana, las estudiantes de mi facultad estaban vestidas para ir a un cabaret. Era más que un alarde, una "especulación", como decimos los cubanos. Era una forma de competir, de sobresalir, de utilizar la imagen visual para tratar de triunfar.

Esa actitud, esa exhibicionismo, se resumen en dos palabras: “jineterismo universitario”. La Universidad de la Habana, muy cerca de los principales hoteles del Vedado, era un lugar propicio para proxenetas disfrazados de estudiantes. Las condiciones estaban creadas: muchachas jóvenes, atractivas, inteligentes y educadas, se convertían en centro de atracción para los extranjeros.

Ahí comenzaron mis decepciones. Imaginar a una futura jueza, fiscal o abogada prostituta. O a futuros juristas viviendo del meroliqueo. Sí, porque mi facultad también era un centro de compra y venta. Lo que uno necesitara podría encontrarlo allí, desde un cuadro hasta ropa y calzado de marca.

Una gran hipocresía. Porque los dirigentes estudiantiles y los profesores continuamente nos recordaban que debíamos ser "el principal bastión en la lucha contra las ilegalidades". Y que nuestra profesión era aplicar la ley, sin pensar en la justicia.

Mientras tanto, yo todos los días tenía que asistir a clases con mis pantalones de mezclilla desteñidos, zapatos remendados, apartada en una esquina para no llamar la atención. Lo confieso: aquellos harapos me daban vergüenza. Quería lucir como lo desearía cualquier mujer joven, sentirme bella, bien vestida, pero no tenía con qué. Mi firme decisión de seguir adelante hicieron superar mis complejos.

Yo no era la única pobre. Había otras muchachas, en iguales o peores condiciones. Todas soñábamos que después de graduadas, esa situación cambiaria. Sin embargo, ha medida que avanzaba la carrera, íbamos despertando de aquella fantasía. Hacia finales del quinto año, ya estábamos convencidas, que seguiríamos siendo unas muertas de hambre. Con la diferencia de que ahora tendríamos un título universitario colgado en la pared.

Fue mi mayor decepción. Y mis comienzos como disidente. Había seguido los consejos de mis padres. Había estudiado para ser alguien. Me sacrifiqué para lograrlo. Y después de todo, mi vida ha seguido siendo igual.

Laritza Diversent

miércoles, 26 de junio de 2013

Época traumática (III)


Fueron muchas las innovaciones culinarias. El picadillo de cáscara de plátano verde, cuando se hervía, se ponía oscuro y creaba ilusiones en las mente de los cubanos. Había quien lo sazonaba bien, y se hacia la idea que comía picadillo de res. Lo mismo sucedió con el bistec de corteza de toronja, o de frazada de piso.

El combustible doméstico desapareció. Ningún cubano podrá olvidar las horas que tuvo que esperar por una guagua, que en ocasiones de una ruta sólo pasaban tres veces al día, llenas y con personas colgando de las puertas.

Los apagones siniestros eran los que duraban de más de doce horas. Los mechones de luz brillante te teñían los mocos de negro. Botellas con pequeñas dosis de keroseno y un trapo enrollado, iluminaban las calurosas noches, llenas de mosquitos.

Muchos ventiladores eran armados con motores de lavadoras, los mismos que tanta gracia le dieron al comandante cuando inició su revolución energética y los cambió por equipos electrodomésticos. Después de su desaparición, uno ahora se pregunta cómo pudimos dormir durante tanto tiempo, con el ruido que producían aquellos aparatos: parecían un avión en pleno vuelo. Mi mamá tenía uno. Echaba un aire que congelaba, sí, el ruido era tremendo, pero cuando te quedabas profundamente dormidos, no había calor ni mosquitos.

Para sustituir importaciones los cubanos también hicieron aportes. Uno de ellos fue "el nonó". Así le pusieron a un fogón ahorrador, como el personaje de una novela brasileña que era muy tacaño. Consistía en un tanque de metal de 55 galones, que encima se le ponía una rejilla donde se colocaba la cazuela. Por los laterales, huecos para que saliera la humacera, producto de la combustión del aserrín de madera o de la leña usada.

En materia de vestuario también hubo contribuciones. Como las zapatillas de tela, parecidas a las de ballet, pero con suela de cámara de tractor. Mi madre cortaba las patas de sus pantalones para hacerme shorts y blusas.

Una época que dejó secuelas y tristes recuerdos. El picadillo de soya o de proteína de vegetal, que sabía a rayo encendido. O el de vísceras de pollo, que mezclado con harina de castilla resultaba una especie de jamón-nada, "ideal" para untarle al pan de la merienda escolar.

Laritza Diversent

lunes, 24 de junio de 2013

Época traumática (II)



Si en la niñez el período especial me marcó profundamente, más lo hizo en mi adolescencia. Nunca olvidaré mi primera menstruación, con trapos doblados y mucho ardor.

En las farmacias comenzaron a vender, por la libreta de racionamiento, un paquete de Íntima (Kotex) por cada adolescente y mujer, previamente censadas. Cada uno traía 10 almohadillas sanitarias, cantidad insuficiente. Mi madre se sacrificó y las que a ella le tocaba, me las daba a mí.

No hubo fiesta cuando cumplí los 15. Tampoco fotos. Solo un vestido de uso, que costó 300 pesos, los ahorros de seis de mi mamá. Para la ocasión, por la libreta tuve derecho a comprar 5 cajas de cerveza, un cake, 50 panes, 5 botellas de ron y 5 de sirope de refresco. Por 40 dólares vendimos las 5 cajas de cerveza, y con el dinero compramos un par de zapatos y una blusa para mí, un pantalón para mi mamá y un par de tenis para cada uno de mis dos hermanos.

Mi primera salida nocturna fue a una disco-vianda. En el agromercado del barrio, donde ponían música grabada. Una odisea para elegir la ropa de noche. No había para escoger, pero era necesario combinar para no repetir la misma usada el fin de semana anterior. El creyón labial se mezclaba con lápiz para ojos, y así obteníamos diferentes tonalidades para el maquillaje.

Los zapatos eran los mismos de ir a la escuela. Los pobres no podían más, salían andando solos cuando me los quitaba. Como eran blancos, los pintaba con pasta de diente Perla, la que nos tocaba por la libreta, también usada como remedio para la acidez. Al final terminaron negros, teñidos con una tinta de "fórmula especial": con el tizne que producía el fogón de keroseno en las cazuelas, mezclado con alcohol.

Los zapatos nuevos venían cuando los viejos no admitieran otro remendón. Las puntillas me tenían agujereados los pies ¡A un gustazo, un trancazo! Como quería divertirme, tenía que aguantar. Por suerte, en la disco la oscuridad disimulaba los remiendos del atuendo.

De una vez nos tomábamos un trago de 'chispa de tren', como al ron de mala muerte le decían. Para quitarnos la pena, mejor dicho, la vergüenza. Pese a todo, la noche era divertida, con mucho baile y música. Pero la 'chispa de tren' ponía mal las cabezas. De pronto, discos de acero de 5 y 10 kilos volando por los aires, cadenas con ganchos danzando, piñazos y bofetones, ¡tremendo correcorre! A esconderse debajo de los vianderos, hasta que la tormenta se calmara.

Una época inolvidable y traumática a la vez. Un tiempo que marcó a toda una generación de cubanos. Una línea que aún asciende y desciende por debajo de cero. Creatividad y supervivencia. Y entre ambas, escasez, privaciones y más miseria.

Laritza Diversent

viernes, 21 de junio de 2013

Época traumática (I)



Una época traumática. Así califico al período especial, ese lapso de tiempo que comenzó cuando tenía 9 años, y que aún no ha terminado. No hubo un día ni un mes que marque exactamente la fecha de su inicio. Tampoco hay esperanza de cuándo acabará. Lo cierto es que marcó una línea indeleble en mi memoria infantil.

Estantes vacíos en bodegas y mercados y reducción de la cuota subsidiada. Resultado: un cambio radical en los hábitos alimenticios y en el vestuario. Había habido un antes, cuando con 0.40 centavos podías comprar chucherías: coquitos y yemitas a medio (0.05 centavos) y helados a 0.15 centavos. De pronto desaparecieron las manzanas, los panquecitos, las pasas, las chucherías, y hasta el papel cartucho.

Recuerdo a mi abuelo sentado en la sala fumando brevas (hojas de tabaco). Se las llevaba a la boca, sujetas con un gancho de pelo para aprovecharlas hasta lo último. El pobre, siempre se quedaba con las ganas.

En la cocina, mi madre, aumentaba el arroz con pedacitos de papa, fideos, calabaza, col... para que alcanzara para todos. Y yo llorando en la puerta de la casa, y ella junto conmigo, porque no tenía leche que tomar y se me iban a caer los dientes.

Después llegaba el triste y único pan nuestro de cada día, marcábamos dos y tres veces en una cola que se formada a partir de la una de la tarde, para a las 7 de la noche coger el pan que sobraba por la libre, a razón de dos por persona.

En la carnicería, si entraba algo, “parecía que iba hablar Fidel”, como entonces se decía. La voz corría por el barrio y la gente salía corriendo para la carnicería. No importa lo que fuera, se hacían largas colas hasta por la pasta de oca, una masa que cocida en baño maría salía una especie de jamón-nada. Única forma de digerirla.

Casi se extinguieron los gatos, hay la gente decía que sabían igual que los conejos. “Ojos que no ven corazón que no siente”: los perros, descuerados, se hacían pasar por carneros, y la azúcar quemada por puré de tomate.

A cada rato cierro los ojos y me ubico en aquella época. Todo lo recuerdo. Se acabó el "yo quiero esto", y comenzó el "esto es lo que hay". Sin introducciones previas ni períodos de adaptación. De pronto todo cambió. Un castigo sin haberme portado mal.

Laritza Diversent
Foto: Joffley, Flickr

miércoles, 19 de junio de 2013

Más de medio siglo perdido



Gerardo, 77 años, es un producto inconfundible de la revolución. Mulato alto, de caminar encorvado, vive en el marginal barrio de Colón, en el corazón de La Habana. Puso bombas aquella noche de fin de año de 1958, cuando el Movimiento 26 de julio que desde la Sierra Maestra capitaneaba Fidel Castro, a golpe de explosiones se propuso impedir que las personas asistieran a cines, cabarets y teatros.

Al igual que la inmensa mayoría en la isla, Gerardo se sintió arrobado por el magnetismo y el encanto personal de Castro. Ahora, sentado en un antiguo y decrépito piso donde reside con su esposa y una de sus hijas, pasa recuento de su vida y hace un balance nada optimista.

“Estuve en Angola y Etiopía, siempre levanté la mano primero que nadie para cumplir misiones internacionalistas. Fui militar y obtuve grados de capitán, fui leal a Fidel Castro, me importaba un carajo el marxismo y las doctrinas políticas. Mi tipo a imitar era Fidel. Pero en los años 90, cuando me desmovilicé, no se contó conmigo para ninguna de las múltiples empresas comerciales que se formaban con cuadros militares, quizás porque yo era un imbécil y nunca fui un oportunista", relata mientras se empina un trago de ron infame.

Es el trago triste de los olvidados. Después que Gerardo se jubilara, al mirar atrás se dio cuenta que su vida familiar era un desastre. De nada le vale hacer sus historias a los nietos de cuando él era un tipo valiente que desafiaba a la dictadura de Fulgencio Batista tirando volantes y poniendo bombas.

Los nietos siempre lo miran asombrados y piensan que su abuelo es un demente incurable. Ahora, para intentar vivir de la mejor manera posible se gana un puñado de pesos recogiendo dinero para un banco de la lotería ilegal conocida como “la bolita”. Ya casi nada le importa. Dos de sus hijos son exiliados en Miami, uno está preso por estafa y sólo su hija menor, Caridad, vive a su lado y lo trata con cariño y compasión.

El drama personal de su familia está tan extendido en Cuba como el marabú, esa yerba mala. La revolución de Castro fue, no cabe dudas, un hito histórico, pero como residuo silencioso ha dejado una resaca de personas y familias divididas e inconformes.

La revolución hoy es lo más parecido a una moledora de carne. En su afán de conquistar el cielo, Castro utilizó a millones de personas que lo idolatraban. Fueron estos seguidores los que pusieron el pecho a las balas en las incontables aventuras por medio mundo. Cientos murieron lejos de su patria. Otros quedaron mutilados física o mentalmente.

En enero de 2013, la revolución de Castro cumplió 54 años. El 80 por ciento de la población actual nació después de 1959. No hace falta hacer una encuesta para saber que es mayoritario el número de personas inconformes con el gobierno de los hermanos Castro.

Yo también soy hijo de la revolución. Nací el 15 agosto de 1965. Admiré a Che Guevara y lloré como todos, el 6 de octubre de 1976, cuando terroristas anticastristas volaron un avión en pleno vuelo con 73 pasajeros a bordo.

1980 fue el año que marcó mi viraje. La salida de 120 mil personas por el puerto del Mariel hacia Estados Unidos fue la señal de que algo en este proceso socialista no funcionaba. Y la respuesta definitiva que me apartó como un seguidor de la revolución, fueron los actos de repudio a las personas que se marchaban.

Estudiaba en noveno grado y nunca podré olvidar cómo el director de la escuela, a ritmo de conga, nos convocaba a tirar piedras y huevos a compañeros de clases y profesores que decidían emigrar. Nunca participé. Y desde ese momento, con 15 años, dejé de apreciar a Fidel Castro.

La revolución cubana no fue importada de la Unión Soviética. Fue una cadena de sucesos armados guiados por un líder guerrillero, que culminó con la toma del poder en 1959. La mayoría de la gente lo apoyaba. El comandante que vino de la Sierra Maestra tuvo una oportunidad única de intentar un modelo de sociedad democrática y social de forma independiente.

Quizás por la hostilidad de las administraciones estadounidenses, quizás por cinismo y calculada estrategia política, equivocó el camino. Se alió con la URSS e importó el modelo ineficiente y radical de socialismo soviético. Cuando la salud pública era eficiente y la educación aceptable, fue durante la época de la guerra fría.

Teníamos cartilla de racionamiento, pero a los niños se le garantizaban juguetes una vez al año y se comía carne de res cada quince días. Gracias a los millones de rublos rusos, si no eras opositor y sabías administrar tu economía familiar, se podía vivir. Sin abundancia, pero sin grandes sobresaltos.

Éramos pobres y el Estado se abrogaba el derecho de guiar nuestras vidas. En todo. Desde poseer un televisor, una nevera o una casa. Se inmiscuía y censuraba nuestras vidas privadas. Escribir una carta a un pariente o amigo exiliado era una señal de confusión ideológica. Escuchar a los Beatles o el jazz norteamericano, sinónimo de traición. Creer en Dios o Yemayá, una blasfemia.

Con la Revolución todo, fuera de ella nada, dijo un disgustado Fidel Castro en 1961, con una pistola calibre 45 arriba de una mesa ante impávidos intelectuales. Esta máxima se aplicó en todo los estamentos de la vida en Cuba.

Mientras una persona no cuestionara asuntos tan abstractos como la libertad personal, el derecho de tener un negocio privado y poder comprar un boleto de avión para viajar al extranjero, seguía siendo pobre, pero más o menos felices al tener garantizados derechos elementales como la salud y la educación.

En este verano de 2013, cientos de miles de cubanos quieren prosperar y hacer dinero sin la injerencia del Estado. Es verdad que cuando vas a un hospital nadie te pregunta si eres disidente o no. Pero la gente quiere más.

Desean libertad en toda la extensión de la palabra y que se respeten las diferencias políticas. Y eso disgusta a los Castro.

Después de 1989, cuando la nación entró en esa máquina del tiempo denominada “período especial”, que provocara desnutrición, apagones de doce horas y bueyes sustitutos de tractores en la agricultura, son pocos los muebles por salvar.

La educación, gratuita, ha perdido calidad. Nadie quiere ser maestro. Y jóvenes de 18 años, sin mucha vocación, dan clases en el nivel primario y secundario. En ocasiones, los alumnos tienen más conocimientos que los profesores.

Con la salud pública, otro de los cacareados logros de la revolución, sucede algo parecido. Hospitales sucios, doctores apáticos y escasez de medicamentos, son una muestra clara del cambio drástico que requiere la sanidad.

Si no se quiere perder otro medio siglo, hay que sacar lecciones de estos 54 años terribles.

Iván García
Foto: habanero06, Flickr.

lunes, 17 de junio de 2013

La muerte en bicicleta*



En el primer semestre de 1999, en Cuba fallecieron 143 ciclistas por accidentes de tránsito. Más de mil 200 han tenido lesiones graves. Pero hay un dato que se desconoce, y es la cantidad de asaltos con violencia que han llegado a provocar la muerte. Sólo por tratar de robar una sencilla bicicleta.

Juan Carlos, 26 años, obrero de la construcción no podía imaginar que la noche del 22 de junio sería la última de su vida. Pedaleaba su bicicleta china marca Forever cuando un camión que transitaba a exceso de velocidad arremetió contra él. Lo mató instantáneamente. Juan Carlos pasó a ser un número entre los cientos que todos los años muere encima -o debajo- de sus bicis.

El departamento de seguridad del tránsito ha señalado que la no colocación de señales luminosas en los ciclos, el mal estado de las vías, la imprudencia temeraria de muchos ciclistas, la pésima iluminación de las calles, unido a la irresponsabilidad con que conducen los choferes en la isla -en muchas ocasiones pasados de tragos- son las causas principales que han hecho de la bicicleta un símbolo de muerte en Cuba.

Pero los "bicicleteros" no solo mueren por los accidentes de tránsito. En la madrugada del 6 de julio, Arturo, 22, salió apresurado y feliz de su trabajo. Se dirigía hacia el hospital de maternidad Hijas de Galicia, en la barriada habanera de Luyanó. Iba a conocer a su primer hijo, nacido horas antes. Nunca llegó a conocerlo. Amparados en la oscuridad de la calle Vento, varios maleantes lo rodearon con cabillas para robarle la bicicleta de montaña, regalo de un hermano residente en Miami.

Los asesinos todavía no han sido atrapados. Laura, su esposa, de 25 años, tendrá que ver crecer sin padre a su hijo y se pregunta cómo se puede matar por tan poco. A raíz de la aguda crisis económica que encara el país desde 1989 y como consecuencia de la carencia de transporte, el gobierno fomentó el uso de bicicletas. A su favor, argumentaban, el beneficio para la salud y ser "una forma más cómoda" para trasladarse de un lugar a otro.

En un país sin tradición ciclística, y para alentar su uso, el presidente Fidel Castro puso como ejemplo a Holanda y China, donde las bicicletas son vehículos imprescindibles para sus habitantes. Pero Cuba no es China ni Holanda. En la década del 90, con los estómagos vacíos por el hambre impuesto por el "período especial", muchos cubanos prefirieron vender las bicicletas que les suministraron sus centros de trabajo o cambiarlas por un puerco o carnero.

Una bicicleta, cuyo precio oficial es de 130 pesos, llegó a venderse en 2 mil pesos, dinero más necesario para comer que para transportarse. Los ciclos llegaron a ser bienes muy cotizados y esto trajo consigo que de forma alarmante, aumentaran los robos y asaltos para obtenerlos. A Ana María García, 53 años, "los ladrones se convirtieron en verdaderos ninjas. La mía me la robaron de la terraza del tercer piso del edificio donde vivo".

La situación ha cambiado. No en el hambre y la escasez de transporte, que siguen igual o peor, sino en los precios: 200 pesos o 10 dólares cuesta ahora una bicicleta china. Pero por una de superior calidad, algunos llegan a matar, como en el caso de Arturo.

Cuando el siglo XX está a punto de ser historia, entre accidentes y asaltos, pedalear en Cuba es una forma morbosa de coquetear con la muerte.

Iván García

*Publicado en Cubafreepress el 6 de agosto de 1999.

viernes, 14 de junio de 2013

El verdadero embargo



El "bloqueo", como le llama el gobierno cubano, es real. Es un embargo comercial decretado por Estados Unidos en 1960 y aplicado con todo rigor a partir de 1962. Provocó que las maquinarias estadounidenses se convirtieran en chatarra.

Después, las afectaciones fueron menores. La antigua URSS conectó una tubería de petróleo y rublos de Moscú a La Habana. Del frío país euroasiático anualmente al trópico llegaban desde camiones y tractores hasta cohetes antiaéreos y aviones Mig-29.

Todo eso pagado con caña de azúcar, caramelos y mármol. O sin pagar un centavo, en el caso de las armas. A sabiendas que el vecino del norte nos había impuesto "un criminal bloqueo" -al decir de Fidel Castro- lo lógico hubiese sido intentar racionalizar el caudal de plata y recursos que del Kremlin llegaba por decreto e intentar diseñar una industria rentable y una infraesfructura eficiente. Pero qué va.

En el período de 1975 a 1989, cuando en la isla sobraban recursos procedentes de la Europa Oriental, los efectos del embargo apenas se notaban. Luego cayó el Muro de Berlín. Y Cuba no había invertido en desarrollo. Sólo sabíamos gastar y gastar.

Entonces en 1990 vino la inevitable crisis económica. El eufemístico “período especial”. Una guerra sin muertos por balas, pero con las mismas consecuencias. Hambre, apagones de 12 horas diarias y una economía que retrocedió a la era primitiva.

Fue cuando Castro retomó el discurso condenando el embargo. El mundo entero da fe de su injusticia en las votaciones anuales en las Naciones Unidas. Pero si Cuba tuviese una industria y agricultura eficientes y las arcas con dinero, el embargo de Estados Unidos hubiese sido una herramienta inútil.

Culpar al embargo de todos los males de la economía cubana no es justo. Somos letalmente ineficaces por un problema estructural del sistema. El "bloqueo", además, es un colador. Por divisas en las tiendas de La Habana, se venden productos Made in USA, como Coca Cola, jugos Del Monte y ordenadores Dell.

Desde 1959, Estados Unidos ha sido, y sigue siendo, el enemigo número uno de Fidel Castro. Eso no ha impedido que sea el país que más alimentos ha vendido a la isla en los últimos años.

El verdadero embargo, tres veces más violento, lo tiene implantado el régimen hacia sus ciudadanos.

La información no circula libremente. Internet es un lujo a pagar en divisas. Y puedes ir tras las rejas por escribir tus criterios o fundar un partido político.

Sin contar trabas como las colocadas al flujo de paquetes postales desde el exterior. Se aprovechan de una medida injusta, como es el embargo, para aplicar a sus ciudadanos torniquetes en el cuello, y tratar de asfixiarlos. La gente está harta del embargo, pero también de su añejo gobierno.

Iván García

miércoles, 12 de junio de 2013

El muro desde otro muro



Al día siguiente de la caída del Muro de Berlín, yo cumplía 47 años. Entonces no tenía radio de onda corta y no pude seguir pormenores de los acontecimientos por la BBC y otras emisoras que trasmitían en español. Pero me las arreglé para estar más o menos al tanto de lo que ocurría en la República Democrática Alemana, país al que había viajado, diez años antes, en junio de 1979. Lo cuento en Adiós, RDA.

La caída del Muro se produjo unos meses después de la primera y más trágica purga llevada a cabo por los hermanos Castro, en 1989 después de tres décadas ejerciendo el poder absoluto.

Hombres de la mayor confianza del régimen, entre ellos el general Arnaldo Ochoa y los coroneles y hermanos mellizos Tony y Patricio La Guardia, fueron apresados y juzgados en un juicio sólo comparable con los acontecidos en la Unión Soviética de la época de Stalin. La acusación principal: estar involucrados en tráfico de drogas y contrabando de mercancías. Supuestos delitos que en ningún Estado de Derecho conlleva pena de muerte.

Durante varios días, la televisión cubana trasmitió las sesiones, al mejor estilo de los culebrones mexicanos. Poco faltó para que también trasmitieran en vivo las ejecuciones, cinco en total. Dos muy traumáticas, la del general Ochoa, uno de los militares más queridos por los cubanos, y la del coronel Tony La Guardia -su hermano Patricio fue condenado a 30 años de privación de libertad. El 17 de marzo de 1997 fue excarcelado.

Aún con aquellas terroríficas noticias en nuestros cuerpos, empezamos a enterarnos de que la RDA tenía sus días contados. A principios de 1990, en mi domicilio habanero, el cartero me entregó un sobre, sin remitente, con un sello cubano y despachado desde Santiago de Cuba.

Al no tener conocidos en esa ciudad, intrigada lo abrí. En ella, un amigo alemán con quien mantenía correspondencia desde 1961, cronológica y minuciosamente me relataba los hechos que desembocarían en la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989. Y once meses más tarde, en la reunificación de Alemania, el 3 de octubre de 1990.

Es una lástima que esa carta no la tenga hoy conmigo. La tuve que ocultar debido a la siempre latente posibilidad de un registro en mi casa por parte del Departamento de Seguridad del Estado (DSE), sobre todo a partir de 1991 cuando mi hijo, Iván García, permaneciera trece días arrestado en Villa Marista, sede del DSE, y cuando en 1995 él y yo nos hiciéramos periodistas independientes de la agencia Cuba Press, dirigida por Raúl Rivero.

No la pude conservar, pero mayor uso no le pude dar. Al percatarme de que era un testimonio de primera mano, contado por una persona que lo vio y vivió todo, mecanografié la carta. Varias veces, porque el papel carbón estaba gastado y para que se pudiera leer bien no podía sacar más de tres copias de una vez. La misiva la circulé entre mis amigos y también una copia se la envié a Carlos Aldana, secretario ideológico del partido comunista y entonces el tercer hombre fuerte de Cuba.

Poco después, otro tipo de materiales estaría circulando en La Habana : ejemplares del semanario Novedades de Moscú y de la revista Sputnik.

No cualquier número, si no aquéllos que traían artículos sobre la perestroika y la glásnost.

A la isla de los Castro habían comenzado a llegar rayos de luz y esperanza. Se había abierto una caja de Pandora que todavía no se ha cerrado, pese a los cíclicos y variables métodos represivos de la Seguridad del Estado, que ahora tiene que lidiar con disidentes de nuevo tipo, pertenecientes a una generación sin apego a la revolución cubana ni a sus líderes históricos. Una policía política, por cierto, que desde su creación, en 1960-61, siguió lecciones de la KGB soviética y la STASI alemana.

La huella que en los cubanos de diferentes edades, oficios, profesiones y pensamientos, dejó la caída del Muro de Berlín y el desmembramiento de la URSS, aún está por ser narrada.

De lo que sí se ha hablado y escrito bastante es de la mayor consecuencia directa que tuvo en Cuba la desaparición del campo socialista: la implantación del "período especial en tiempos de paz".

Si en 1989, más o menos, los cubanos "resolvíamos" con el llamado mercado paralelo ( productos ofertados a precios más caros por moneda nacional, sin necesidad de la libreta de racionamiento), a partir de 1990, con la llegada del "período especial" fue cuando de verdad supimos lo que era pedir el agua por señas.

Tania Quintero

lunes, 10 de junio de 2013

Los años duros



En las más de dos décadas de esa guerra sin tronar de cañones que ha sido el 'período especial', los habitantes de Cuba se las han arreglado para capear la miseria de la mejor manera posible.

Cuando en 1989, la maestra Juana, 33 años, escuchó que tropas del ejército se preparaban para repartir por los barrios raciones de comida, pensó que era otro de los tantos rumores que corrían por las calles.

Aunque no se llegó al extremo de la 'opción cero', sólo Juana, su familia y Dios supieron el sufrimiento que pasaron para sobrevivir a las espantosas carencias de esos años. Por cierto, el Señor fue el primer sacrificado. Su familia, muy católica, atesoraba cuadros con imágenes religiosas y, entre otras reliquias, una Biblia de cuero firmada por el Papa Pío XII, que Juana vendió en 65 dólares. Con el dinero compró alimentos y artículos de aseo.

Juana dejó de ejercer como maestra y salió a prostituirse a lo largo del Malecón y la Quinta Avenida. Ahora vive en Miami y no puede olvidar esa etapa difícil que la llevó a tirarse al mar en una precaria balsa en agosto de 1994.

Tampoco olvida las humillaciones que sufrió el año que estuvo en la Base Naval de Guantánamo ni los litigios de los gobiernos de Cuba y Estados Unidos para decidir la suerte de 30 mil balseros que bajo el tórrido sol oriental vivían en tiendas de campaña. En su hogar climatizado de Miami y con un buen salario mensual, Juana siempre recordará los terribles años que vivió en la década de los 90. Pero ya no está en Cuba.

Tampoco se encuentra ya en la isla, la periodista independiente Tania Quintero, de 70 años. Ella trabajaba en la televisión nacional cuando por decreto oficial, en 1990, se estableció el “período especial en tiempos de paz”, pomposo nombre con el que la burocracia criolla denominó a las penurias de todo tipo que, cual ciclón tropical, comenzó a azotar el país. “Para más desgracia, mi hija salió embarazada y mi madre, entonces con 75 años, comenzó a deteriorarse aceleradamente”.

En 1993 tuvo que vender lo que tenía, entre otras cosas, una fabulosa colección de discos brasileños. “Puse un anuncio en Opina y los vendí por 39 dólares. Con el dinero compré comida y todavía me sobró para unos metros de tela antiséptica para hacer pañales”.

Quintero se inició en el periodismo independiente en septiembre de 1995 y seis meses después fue expulsada del ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión). Su vida mejoró un poco con los escasos e irregulares dólares que ganaba escribiendo. Durante ocho años, hasta su salida del país en noviembre de 2003, formó parte del batallón de fantasmas que el régimen había clasificado como “no personas” y que vivían -y todavía viven- a merced de los insultos, la ira y la represión del gobierno de Fidel y Raúl Castro.

Bajo dos fuegos vivió la otrora reportera de la revista Bohemia. Por un lado, el acoso y el hostigamiento y, por el otro, las reales carencias económicas. Con 100 dólares al mes entonces no se podía mantener a una familia de seis miembros. Pero ella intentó que los suyos sobrevivieran, aunque el dinero sólo alcanzaba para comer más o menos bien dos semanas. Ni estirándolo como un chicle cubría los gastos de todo un mes.

Con un billete de 100, enviado como regalo navideño por un amigo español, en diciembre de 1998 pudo comprar un minúsculo televisor japonés, en blanco y negro. “Costó 91 dólares y salió bastante bueno”. Con otro extra, en el 99, pudo adquirir un refrigerador de uso, de la marca soviética Minsk. “Pagué tres mil pesos (150 dólares) y dos veces tuve que cambiarle el motor. Fue una estafa”.

Finalmente se rompió y por 50 dólares un mecánico se lo compró, para desbaratarlo y coger las piezas. Como no hay mal que dure cien años... en mayo de 2001 otro amigo europeo, conocedor de sus penurias, le hizo llegar 500 dólares. Y al contado pudo comprar un refrigerador nuevo.

Los años duros de la interminable crisis económica cubana aún pueden verse en las paredes huérfanas de pintura del apartamento donde Tania Quintero vivió antes de marchar a Suiza como refugiada política, en noviembre de 2003.

Iván García

Foto: Mi cuarto. El ventilador es un regalo de una amiga brasileña en 1995. El televisor ruso, en blanco y negro, se lo ganó mi madre en 1977, como mérito laboral, pero lo tuvo que pagar de su bolsillo, a plazos. Hace tiempo no funciona, es donde pongo mis libros de cabecera.

viernes, 7 de junio de 2013

Comiendo para sobrevivir


Corría el año 1987. La perestroika ya había hecho su debut en la Unión Soviética. Y en Cuba no se presagiaba lo próximo de la debacle. Los cubanos no imaginaban que una etapa eufemísticamente bautizada como ''período especial en tiempos de paz''; estaba ahí. Pisándonos los talones. Esperándonos.

Para que perdiéramos el sueño con la Opción Cero (cero comida, a no ser la preparada por los militares en ollas colectivas, caldosas y ajiacos para repartir en los barrios). Para que nos pusiéramos a criar pollos y puercos en patios y terrazas. Y para que como unos condenados, los cubanos pedaleáramos en pesadas bicicletas chinas.

Cuando todavía no se presagiaba que una década de calderos aún más vacíos se nos venía encima, me incorporé al equipo de realizadores de Puntos de Vista, espacio televisivo donde cada semana disímiles opiniones de gente en la calle eran entremezcladas con la de especialistas en el tema que se estuviera discutiendo. Asesorada por el ingeniero José Ramón López, un estudioso por cuenta propia del cuerpo y la nutrición, a mi redacción hice una propuesta de seis programas sobre los malos hábitos alimentarios y consejos para una alimentación más adecuada.

Sólo pude realizar tres Puntos de Vista: Vivir para comer, Comer para vivir y Algo más que comer. En 1987-88 era una utopía pretender algo así con una población obligada a consumir enormes cantidades de carbohidratos en pizzas, panes con croquetas (más conocidas como ''croquetas de averigua''), dulces y helados, y "sopa de gallo'' o agua con azúcar prieta, que hizo su entrada triunfal en 1990, al inicio del "período especial''.

López y yo éramos conscientes de que en esos momentos, pocas personas en Cuba prestarían atención a recomendaciones relacionadas con la necesidad de aumentar el consumo de vegetales y frutas; al predominio de las carnes blancas sobre las rojas (unas y otras eran escasas en la dieta del cubano de a pie de entonces, aunque no tanto como escaseó después) y lo dañino que resultaban el exceso de azúcar y grasas de origen animal, entre otros tópicos. Así y todo, lo intentamos.

Pese a contar con esclarecedoras entrevistas a científicos en el tema, pertenecientes a la Organización Panamericana de la Salud y el Instituto Nacional de Alimentación, Higiene y Epidemiología, los tres programas transmitidos no tuvieron demasiada trascendencia. El horno criollo no estaba para esos pastelitos.

Muchos años después de esos tres programas, las autoridades de los ministerios de la Agricultura, Salud Pública y Comercio Interior comenzaron una intensiva campaña para que los cubanos, reconocieran en zanahorias y remolachas, lechugas, tomates, coles, espinacas y acelgas, entre otras hortalizas, importantísimas fuentes de nutrientes naturales, proveedores de vitaminas y minerales junto con las frutas: éstas sí siempre han gustado a la población, pero además de escasear, cuando se consiguen en los agromercados hay que pagarlas a precios altos.

Los productos integrales, que salieron a la venta en los años 80, en el 2000 no se conseguían fácilmente. Lo que ha empezado a generalizarse es la propaganda en pro de la proteína vegetal. En los pocos establecimientos donde se vende, a 15 pesos la libra (el salario de un día y medio de un trabajador), se han colocado recetas de cómo preparar los raros granos, nada atrayentes a la vista.

La nueva ola nutricional ha desatado toda clase de chistes y jaranas. Pero ni soñar con los cubanos van que a entrarle a ''la hierba y la fibra'' como si fueran japoneses.

En La Habana habían comenzado a funcionar varios restaurantes naturistas. El Jardín, de Línea y C, es uno de ellos. Pero la gente lo que realmente quiere es que le permitan elegir. Y sobre todo, poder determinar si desea acompañar las ensaladas con huevo, pollo, pescado, camarones o un bistec de res o de cerdo, así como disponer de leche, queso y mantequilla para la elaboración de ciertos platos.

Llevamos mucho tiempo comiendo para sobrevivir. Ha llegado la hora de poder comer no solo lo que sea más sano, sino también lo más sabroso.

Tania Quintero
Publicado en El Nuevo Herald el 26 de junio de 2002 y posteriormente reproducido en Cubanet y Carta de Cuba.
Foto: Alcione, Panoramio. Restaurante naturista en La Habana Vieja.

miércoles, 5 de junio de 2013

¡Éramos tan sanos!



Un estudio aparecido en el British Medical Journal asegura que fueron beneficiosos para la salud de los cubanos el hambre y las vicisitudes que padecimos durante los años del Período Especial.

Según dicho estudio, en aquellos años, debido a la drástica disminución en la ingestión de calorías y la consiguiente disminución del peso corporal de las personas, se redujo considerablemente la mortalidad por diabetes y enfermedades cardiovasculares en Cuba.

También asegura el estudio que fue muy beneficioso para los cubanos que la dieta forzosa se viera complementada por largas caminatas y los viajes en bicicleta a los que nos vimos obligados porque la falta de combustible hizo que colapsara el transporte público.

Para los que vivimos aquellos duros años 90, cuando parecíamos zombis a los que, de tan flacos, las raídas ropas se nos caían del cuerpo, resulta insultante la desfachatez de estos doctores que, si no son cretinos con diplomas, deben ser fieles admiradores de Joseph Mengele.

¡Extraño y bien insensible modo el de estos doctores de calcular la mortalidad! Debían explicar que en aquellos años disminuiría la mortalidad por diabetes y enfermedades cardiovasculares, pero aumentaron los suicidios por pura desesperanza, los devorados por los tiburones y los ahogados en el estrecho de la Florida. Y ya que hablan de la conveniencia de combatir el sedentarismo, cómo no, también de los ciclistas fallecidos en accidentes de tránsito o los que mataron para robarles sus bicicletas.

También hubo muertos e incapacitados por enfermedades propias de campo de concentración, como la polineuritis que padecieron millares de cubanos. Las autoridades sanitarias del régimen atribuían la rara enfermedad al abuso del alcohol y el tabaco para no admitir que se debía a la desnutrición.

Pero supongo que los autores del estudio, científicos al fin y que solo entienden de cifras y experimentos, no deben estar demasiado interesados en este tema. Después de todo, se trata del Tercer Mundo, específicamente de cubanos.

Las personas, que se iban para el trabajo con un vaso de agua con azúcar o un cocimiento de jengibre, hojas de naranja o caña santa como desayuno, se desmayaban en las guaguas, en la calle; los niños en las aulas, los presos y los reclutas en las formaciones, pero es posible que no hayan sido demasiados los cubanos que fallecieron de inanición durante el Periodo Especial.

Sé que siempre habrá alguno que diga -y tendrá razón- que en el África subsahariana es mucho peor. Pero eso, al menos a mí, no me sirve de consuelo.

Según el estudio, en la primera mitad de los años 90, la dieta de los cubanos se redujo de 3,000 calorías diarias por persona a 2,200. Es poco, pero basta para no morir de hambre. En 1946, la doctora Adelheid Wawerka afirmó que “una dieta de sólo 1,500 calorías diarias es demasiado pequeña para vivir, pero demasiado grande para morir”. Los cubanos, siempre tan excepcionales, tuvimos a nuestro favor 700 calorías de más para sobrevivir. Al menos según el estudio del British Medical Journal.

En realidad, estuvimos más cerca de la “inanición científica” de que hablaba la doctora Wawerka que de las 2,200 calorías que dicen en el British Medical Journal. Incluso hoy, debido al alto costo de los alimentos en relación a los bajísimos salarios, no son muchos los cubanos que pueden ingerir esa cantidad de calorías.

La dieta de los cubanos de a pie (por supuesto que no me refiero a la élite privilegiada y a los ricos que ya hay) sigue bien distante de las 2,500 calorías que se supone debe consumir diariamente un adulto. Se calcula que la dieta diaria de un cubano promedio -de los que comen viandas, arroz y frijoles y de vez en cuando, si tienen dinero, vegetales, huevo y pollo- está por debajo de las 1,500 calorías.

El estudio del British Medical Journal considera que éramos un pueblo más saludable en los años del Periodo Especial, cuando estuvimos a un pasito de la olla colectiva. Pero, en vez de quedarnos como estábamos, bien flacos, con las costillas afuera y los pantalones cayéndose, apretando el culo y dándole a los pedales de las bicicletas que enviaron los camaradas chinos, en cuanto autorizaron las remesas, despenalizaron el dólar, acudieron los inversionistas extranjeros y Venezuela sustituyó a la Unión Soviética, nos dio por comer un poco más y mejor y por recuperar las libras que habíamos perdido. En consecuencia, nuestro castigo fue enfermar de diabetes y sufrir infartos y accidentes cardiovasculares.

¡Malagradecidos que somos los cubanos! ¡Cuánto nos quejábamos del Período Especial, cuando éramos tan sanos! ¿Será cierto eso de que uno nunca sabe lo que tiene hasta que no lo pierde?

Luis Cino
Cubanet, 22 de abril de 2013.
Foto: Leonardo Calvo. Asentamiento El Tropical, uno de los tantos que hay en La Habana.

lunes, 3 de junio de 2013

De la componenda



Desde que hace meses recibí un email donde se explicaba al exilio que todas las organizaciones de la disidencia interna se unirían en una sola vertiente supe que esto sucedería y acabaría mal. Mi respuesta fue de inmediato: “Aquel que los mandó a unirse en un solo movimiento es el chivato”. Me contestaron que no, que de ninguna manera, que lo hacía nada menos que Guillermo (Coco) Fariñas, y de tal modo decidieron unirse todos en una voz única. Eso mismo ya sucedió diez años atrás, cuando desde La Habana, Elizardo Sánchez exigió que nos uniéramos todos (disidencia y exilio) en un bulto tan “original” que denominaron Todos Unidos, bajo la égida suya, y desde el exilio bajo la égida de la hija de un militar castrista fusilado. No, no se les ocurrió nombrar a la hija de un fusilado “normal”, como ha habido tantos. Pero los fusilados “normales” ya ni siquiera cuentan.

No hay nada más evidentemente reaccionario que en el camino hacia la democracia se concluya que la solución pase por aliarse a un solo convoy. Fue, dicho sea de paso, la táctica que usó Fidel Castro para acabar con la democracia en Cuba: desbaratar primero toda la pluralidad a su alrededor.

La libertad estriba precisamente en la construcción de esa pluralidad, en la aceptación de la diversidad, en la cantidad de puntos de vista diferentes con los que reconstruiremos nuestro país. La democracia estriba en la variedad de ideas, de partidos políticos. Lo primero sería reconstruirse en partidos políticos y organizar varios proyectos políticos, y advertir a los cubanos, mediante movimientos de penetración a todo lo largo y ancho de la isla, para que los asimilen, los discutan, los voten… Eso es lo que hacían y hacen gente como Antúnez, Iris Tamara, y Sonia Garro Alfonso, y su marido Ramón Alejandro Muñoz, todavía encarcelados sin juicios. Así es que se prepara la libertad, por la democracia, sin los tiranos, aceptando a los demócratas de todas instancias y orígenes, excluyendo a los tiranos ni a toda su parentela. Una democracia que se respete no aceptará a los tiranos en el poder, una cosa es tolerarlos en la vida, tolerar su existencia y hasta su participación social, pero no la política. No es lo mismo la aceptación que la tolerancia. La aceptación es natural, la tolerancia impuesta, por las leyes en la mayoría de las ocasiones, por lo que hay que acatarla.

Con pocas horas de diferencia salieron publicadas varias declaraciones. Como es habitual ya en los casos de Cuba, la declaración que a mi juicio tiene mayor importancia, por su madurez y esencialidad específica, ha sido bastante ignorada, para darle bombo y platillo al amarillismo de otras. Recomiendo leer Rosa María Paya en exclusiva y El líder perdido de Martha Beatriz Roque.

He leído también con atención el artículo publicado en El Confidencial titulado La oposición cubana busca apoyo español para forzar a Castro al diálogo, con un subtítulo que añade “Fariñas viaja a España para buscar asesoramiento”. Espero que cuando Fariñas llegue a España visite antes que a nadie a los presos políticos desalojados y abandonados en las calles, que han tenido que pasar el rudo invierno de este año a la intemperie; puesto que si estas personas, incluidas niños y ancianos, han tenido que soportar estos percances en los que hubieran podido morir, es debido a las gestiones de Fariñas y su asistida huelga de hambre con el gobierno español, el régimen castrista y la iglesia castrista, en la que pidió, a pocas horas de morir Orlando Zapata Tamayo, negociar con el gobierno de Zapatero que los presos políticos y sus familiares partieran todos a España, como declaró a ABC y a la prensa internacional. Una negociación que hizo Fariñas, que aprobaron los disidentes, y que el régimen de La Habana aceptó con los ojos cerrados y hasta “benevolencia”, autorizando que el ex Coronel Fariñas discutiera con el embajador, con el cardenal, y con cuanto personaje se le ocurrió a él (si es que fue a él a quien se le ocurrió), que estas personas fueran deportadas bajo licencia extrapenal, que no es lo mismo que liberadas.

Y ya que no es lo mismo, tampoco es lo mismo poner su vida “en peligro” bajo una huelga de hambre asistida, que sólo favoreció al régimen (algo que los cubanos han olvidado ya), que pasar un invierno de los más fríos que ha habido en Europa en muchos años, con frío, hambre, y sin casas. Espero que estos hombres y mujeres le pidan cuentas al gobierno español. Pero al principal que le tienen que pedir cuentas es a Fariñas que los envió a ese calvario, y que ahora se pasea como un héroe de la disidencia por el mundo, como otros, sin que nadie además pueda cuestionarlos, ni siquiera enfrentarse a ellos en una mesa redonda, con las razones que nos convocan a una gran cantidad de exiliados para no aceptar sus componendas con el régimen.

No, todavía a ninguno de los patrocinadores de este show mediático se le ha ocurrido que en alguno de esos eventos que muchos pagamos con nuestros impuestos, tenemos derechos a participar, y a discutir con ellos, de manera democrática. Los mismos derechos a reunirnos con las personalidades con las que ellos se reunieron para exponer nuestros puntos de vista. Pero es que la democracia no entra en sus entendederas, o en las entendederas de los que organizan esos eventos, que a estas alturas todavía no sabemos quiénes son, ya que sus identidades no han sido reveladas.

De modo que al principal creador de la UNPACU, José Daniel Ferrer, no le permiten viajar -según el artículo de El Confidencial- pero sí se lo permiten a Fariñas. Vaya, qué cosa tan extraña, ¿verdad? Que no impidan viajar a una persona que es menos conocida que el otro, que al serlo como lo es Fariñas podría ser más peligroso para el régimen en el extranjero.

En el artículo se comienza explicando que la “novedad de este proyecto”, sin brindar el nombre del mismo, es la siguiente: “Ni Estados Unidos ni Venezuela ni ningún otro gobierno nos va a imponer reglas ni proyectos. Este es un proceso impulsado desde la disidencia interna cubana y basado en la soberanía del pueblo cubano, en el que no vamos a permitir ningún tipo de injerencia”, así habló José Daniel Ferrer, al que ya ese diario considera que podría ser cabeza de lista de ¡unas elecciones organizadas por el mismo Raúl Castro!

Señoras y señores, tremendas mazorcas de maíz que se están fumando en ese periódico o en el Oriente de Cuba. De modo que Raúl Castro organizará él mismo unas elecciones para que José Daniel Ferrer sea cabeza de lista. ¿Y por qué no aceptaron los Castro el Proyecto Varela con Oswaldo Payá Sardiñas a la cabeza? Se cae de la mata, ¿no?

Pero además, la UNPACU no aceptará que ni Estados Unidos ni Venezuela, ni ningún otro gobierno les imponga nada. ¿Y por qué entonces van a buscar apaños y ayuda con el gobierno español, con la que está cayendo en España? Para colmo, después que el gobierno español no ha reparado en despreciar la causa cubana como les ha salido de sus verijas. Y de contra, poner en la misma balanza al gobierno venezolano con el gobierno norteamericano es lo mismo que hizo Yoani Sánchez cuando le mandó siete preguntas al presidente Obama y las mismas siete a Raúl Castro, es decir: dar por descontado que el gobierno venezolano tiene la misma legitimidad que el gobierno estadounidense, que no la tiene. Y de recontra, estamos nuevamente olvidando la historia, nuestra historia, o sea de la que debemos aprender y sacar experiencias.

Cuando España nos dejó en la miseria total y más aberrante (campos de concentración incluidos) tras una larga Guerra de Independencia, ¿quiénes construyeron escuelas, hospitales, carreteras? ¿Quiénes intervinieron para pactar una democracia? Democracia que después fastidiaron los cubanos mismos, por cierto. Pues, no fueron otros que los norteamericanos, a los que los cubanos debieran respetar un poco más, y no hacer el juego ni el discurso del régimen. Un discurso que es por demás hipócrita, porque mientras que la disidencia se permite esos planteamientos viejos y obsoletos, la hija del tirano recibe premios en el corazón de Filadelfia por “demócrata y amiga de los homosexuales castristas” y el hijo de Fidel Castro se nos hace campeón de golf vestido de Armani y con un tremendo Cohiba entre los labios.

De manera que la disidencia tiene que apartar de sus labios ese enorme tabacón requemado de los Estados Unidos como enemigo y como no sé qué tontería, que no es más que un discurso obsoleto del castrismo dirigido al pueblo, pero a los demás, al resto del mundo, les están clamando como locos la presencia de Estados Unidos por debajo del tapete, todo lo contrario de lo que le pidieron al inicio: “Yanki, go home!” Ahora reclaman con lamentos: “Yanki, come back!” Cumpliéndose las palabras de Guillermo Cabrera Infante.

Y continúa José Daniel Ferrer soltando perlas: “Nuestro proyecto no tiene nada que ver con la resistencia de Miami. Es la oposición de los cubanos que nos hemos quedado en Cuba la que quiere impulsar esta idea. Aunque, evidentemente, no excluimos a nadie”.

Bien, siento informarle a José Daniel Ferrer que él ni nadie puede excluir a ningún cubano de ningún proyecto que tenga que ver con la libertad de Cuba, viva donde viva. Viva en Cuba, en Miami, o en La Conchinchina, y mucho menos en Miami, donde se encuentra la mayor cantidad de presos políticos, de víctimas del castrismo, y la mayor comunidad exiliada. Ignorarlos sería la muerte prematura de su proyecto. Cosa que, por supuesto, no ha hecho Fariñas, su portavoz, que a donde primero fue a pedir apoyos fue a Miami, donde lo recibieron pese a su largo y grueso historial castrista, donde ha sido sumamente bien tratado junto a su madre, incluso por la viuda de uno de los líderes más radicales del exilio: Jorge Mas Canosa, quien como Martí, si se despierta en su tumba se vuelve a morir. Así que expresarse de esa manera tan díscola de la fuente que le da de beber, es querer morir de sed antes de que el chorro de la fuente asome.

Por supuesto, quien escribió la nota añade que Ferrer insiste en ello para desligarse de “los liderazgos urdidos desde Miami, siempre sospechosos de vasallaje con los intereses norteamericanos sobre el futuro de la isla caribeña”.

Dios santo, lenguaje más castrista que éste habría que encargarlo directamente al Consejo de Estado. Fíjense bien, les ruego que se trasladen por un instante a la época de José Martí, ¿sus reuniones con los tabaqueros en Tampa, sus corretajes en el exilio de Nueva York, su preparación de desembarco por Playitas, fue solamente un liderazgo urdido en las entrañas del monstruo, que él tanto conoció interesado en nuestra isla, que no tiene nada más que ofrecer que pobreza y mendigos jeremiquiantes? Vaya, por Dios, qué visión del futuro tienen los americanos… Pero además, los 200 mil dólares que recibió Fidel Castro de parte de Carlos Prío Socarrás desde el exilio miamense, para el desembarco del Granma, ¿qué fue, cómo lo llamamos? ¡Doscientos mil dólares de la época! ¿Y cómo llamamos a la ayuda “desinteresada de los hermanos soviéticos” que no fue más que una invasión sumamente interesada de los comunistas bolos por más de treinta años?

Pero aquí es donde está la perla de las perlas: “Pedimos el diálogo con el gobierno de Castro, tutelado o no por ONGs de calidad, y que ese diálogo sea público. Que la gente de Cuba y del exterior sepa que existe ese diálogo y que cada paso que se dé se vaya trasladando a la población y a los medios internacionales de forma objetiva”.

Bien de lo que debemos interpretar fácilmente lo siguiente: que la UNPACU prefiere dialogar con los dictadores devenidos ahora presidentes de ONG’s (como la FMC se transformó en CENESEX), por obra y milagro del castrismo, antes que con los exiliados y con gobiernos demócratas como Estados Unidos, y que sepamos que eso es ya una cosa hecha y dada, sin que podamos oponernos, y tendrán la gentileza, además, de que se nos irá informando de “forma objetiva”. Nosotros, punto en boca. ¿Le preguntaron ellos al pueblo sobre esto, mediante elecciones o algo parecido? No, al igual que hizo Fidel Castro desde la Sierra Maestra, por sus timbales, esto es lo que hay y habrá. Lo que nos toca por la libreta porque ya ellos y unos cuantos, en posible diálogo con la tiranía lo decidieron. Y el resto, boca cosida, repito.

Entonces vuelven con lo tan trillado de que ellos obligarán al régimen cubano a sentarse a dialogar. ¿Qué le estarán inoculando a los boniatos por allá por donde vive José Daniel Ferrer? ¿De verdad cree que nos hará creer que el “gobierno” castrista está dispuesto a dialogar, a sentarse con la disidencia para cambiar lo que han hecho esos dos malditos en ese país? Y en caso de que lo lograran, cuáles serán las demandas de la UNPACU frente al régimen, qué le pedirán que cambie, cómo lo harán. ¿Piensan ellos que obtendrán puestos en la Asamblea, que podrán decidir por encima de los dictados de la tiranía? Bueno, es probable que semejante truco se produzca, visto el juego de espejos y espejismos que está imponiendo la dictadura para que el mundo piense que ellos están haciendo cambios favorables. Pero, ¿por qué tenemos que aguantar como carneros nosotros que se nos engañe de ese modo? ¿Por qué Cuba debiera recorrer el camino de China o de la antigua URSS, hacia una nueva forma de dictadura? ¿Por qué no seguimos en el camino de la lucha por la libertad y la democracia sin los tiranos? ¿Por qué le están ellos insuflando más vida a ese régimen?

Más adelante, el cantinfleo continúa: “Es de vital importancia, en muchos de los procesos que queremos emprender, que nos ayuden desde fuera a plantear las cosas con criterios racionales. No es una petición de tutela. Es una petición de formación, de consejo, de asesoría. Tienen que tener en cuenta que la gente que ha estado en la lucha tampoco ha tenido mucho tiempo de formarse. No queremos que abogados, políticos y economistas de fuera lideren la transición”, resalta Ferrer”.

¿Qué es lo que quieren de nosotros en definitiva? ¿Les queda claro a ustedes? A mí no. O sí, a medias. No quieren que participemos, no quieren que nos impliquemos, sólo que toleremos sus imposiciones enviando de vez en cuando consejos y asesorías. ¿Se ha enterado Ferrer que los consejos y asesorías se pagan, que forman parte del trabajo de muchos de nosotros? ¿Se ha enterado que a diario en el exilio muchos exiliados se levantan a las cinco o seis de la mañana para doblar el lomo y trabajar para poder pagar las escuelas de sus hijos, los alquileres, los empleados, impuestos, y además de eso él le está exigiendo que manden consejos y asesoría en sus pocas horas de descanso? Consejos y asesorías que tal vez ellos aceptarán o no, en dependencia de si su principal partner, el régimen castrista, accede a escucharlos o a borrarlos del mapa cuando llegue el momento conveniente para los tiranos. Francamente, yo pensaba que Ferrer era una persona más inteligente, pero en este p’atrás y p’alante no lo entiende nadie, o quizás haya que entender lo que hay detrás, el veneno que hay en el fondo empozado.

Y vuelve a la carga con que harán la transición a la española.

“…personalidades que han ocupado altos cargos en los distintos gobiernos españoles y algunos puestos de alta responsabilidad en el organigrama de la Unión Europea. Los primeros contactos ya se han establecido, aseguran. Y uno de los motivos del viaje a España de Guillermo Fariñas es apuntalarlos. Probablemente, a lo largo del mes de junio se irán conociendo las identidades de este oficioso think-tank político-económico. Un énfasis más: insisten en que en este grupo estarán representadas todas las ideologías democráticas. De nuevo, persistencia en recalcar que Unpacu se desmarca de la desprestigiada oposición anticastrista germinada de la derecha económica o el neoliberalismo estadounidense. De Miami. “Si ellos (los Castro) aceptan el diálogo, sencillamente el diálogo, podremos decir que estamos en sintonía con ellos. No abogamos por un proceso rupturista radical. Buscamos un proceso de reconciliación nacional”.

Con la que está cayendo en España y este disidente se baja con que serán los políticos españoles, de toda franja ideológica, los que ayudarán a los cubanos a conseguir el diálogo, no la libertad, no, el diálogo con el castrismo. Pero si ni el mismo gobierno español ha conseguido dialogar no ya con los Castro, con su mismo país, ¡con su mismo pueblo! Le recomiendo a Ferrer que se informe en qué punto se encuentra varada la investigación de la muerte de Oswaldo Payá Sardiñas y de Harold Cepero, qué ha hecho el gobierno español para que estas muertes se aclaren y al menos se haga justicia con dos ciudadanos españoles implicados, tanto Payá como Carromero.

Pero cómo se puede además decir que ellos oirán a estos políticos españoles y despreciar por otro lado la ayuda de políticos cubanoamericanos, por ejemplo, y de otras tendencias políticas que las del gobierno norteamericano actual. ¿O sea, prefieren oír a un político español antes que a Ileana Ros-Lehtinen o a Mario Díaz-Balart? ¿Por qué? Que alguien lo explique. Porque lo que no se explica es tanta sarta de incoherencias y de numeritos para encandilar de nuevo al exilio, en el peor estilo de la misma dictadura castrista.

Tres últimas cosas, una nueva recomendación, asesoría, o consejo, como mejor prefiera, que lea el reciente libro de Antonio Muñoz Molina: Todo lo que era sólido. Ahí se enterará de lo que es España hoy en día, y desde hace rato. Si eso es lo que él quiere para Cuba, estamos más perdidos que un pedo en un baile.

La gran mayoría de cubanos a los que el castrismo les quitó las propiedades en épocas de Batista ha muerto o están demasiado ancianos para ir a ripiarse por una casucha en ruinas, o por una mansión a punto del desplome. Sus hijos, nacidos en el exilio, son propietarios de mejores casas en diferentes partes del planeta, y de mejores negocios que los que tenían en Cuba. Cuba ya no es la Perla de las Antillas, Cuba es la pocilga de las Antillas. Invertir energías en ella con los tiranos en el poder es perder siempre. Como acaban de perder otros pobres dementes buscando petróleo en terreno baldío. Hay más leche en la teta de una vaca muerta que petróleo en la isla.

Y para finalizar: lo que tenemos que buscar los cubanos no es un proceso de reconciliación nacional, es la libertad. La nación no se ha peleado con nadie. Ni podrá haber reconciliación hasta que no haya libertad. Mírense en el espejo de la misma España hoy en día, todo eran espejismos. Todo lo que era sólido es hoy endeble, frágil. España es otra vez una de las últimas pordioseras, no ya de Europa, del mundo, como escribe Muñoz Molina. Cuba nunca lo fue antes del castrismo, ni siquiera en la época en que luchaba en contra del dominio español. Con el castrismo no es más que la última de las putas de turno.

Han sido los Castro los que han destruido la nación, el país. Con ellos no puede haber reconciliación ninguna hasta que no sean ajusticiados por la enorme cantidad de vidas que se han perdido por su culpa y por la destrucción de una nación y de un país. Lo que tienen que pedir los cubanos al unísono, todos los disidentes del interior y los del exilio, frente a Naciones Unidas y frente al mundo, es un ajusticiamiento de la familia Castro por crímenes contra la humanidad, y que sean perseguidos y juzgados, allí donde se metan, para que Cuba sea libre por siempre. Y que todos los cubanos, todos, seamos los primeros protagonistas, los protagonistas privilegiados del único cambio irreversible, el que nos guiará hacia la democracia.

Zoé Valdés*

Añadido: Curioso que quieran liderear ese diálogo sin consenso con quienes los oprimen y no con quienes les desean la libertad, y sobre todo con quienes han tratado despiadadamente a presos políticos cubanos y sus familiares, dejándolos en las calles, y todo eso negociado mediante la persona que no ha hecho más que hundir a la disidencia. La misma persona que entregó 200 firmas falsas al Proyecto Varela según los mismos líderes del Movimiento Cristiano Liberación.

Foto de la reunión celebrada el 26 de febrero de 2013 por los principales dirigentes del Foro Antitotalitario Unido (FANTU) y la Unión Patriótica de Cuba (UNPAC). De izquierda a derecha, Héctor Palacios, Félix Navarro, Guillermo Fariñas, José Daniel Ferrer e Iván Hernández Carrillo. Leer también La nueva UNPACU.

* Publicado en su blog el 2 de junio de 2013. Se reproduce con autorización de la autora.

Cuba estuvo a punto de ser Corea del Norte



"Compadre, nací con el 'período especial', en 1990. Veinte años después, mis padres me dijeron la verdad: mi nacimiento les hizo llorar", me dice Ricardo, estudiante universitario.

Lo puedo entender. También pasamos momentos difíciles cuando mi hermana dio a luz en pleno "período especial en tiempos de paz". Así de rimbombante era el nombre oficial de una de las etapas más negras padecidas en 54 años por el pueblo cubano -y que ya es mucho decir.

Dice un refrán que los bebés vienen al mundo con un pan debajo del brazo. Pero en los 90, tener un hijo en Cuba significaba lo contrario: perder un brazo, si no los dos, buscando un pedazo de pan.

Esa guerra sin tronar de cañones da para escribir varios tomos. En 2010, es cierto, los rigores del 'período especial' no son tan violentos como cuando estuvo en su apogeo, veinte años atrás. No obstante, mencionarle esas dos palabras a un cubano es meterle el miedo en el cuerpo.

La primera vez que tuve idea del 'período especial' fue en el verano de 1989. Al inaugurar una fábrica de fusiles AKM, en Camagüey, el comandante único ya hizo mención de lo que se nos venía encima. Luego, en un acto con mujeres en el teatro Karl Marx, medio en broma medio en serio, le dijo a las damas presentes, “guarden bien las ropas, pues en años venideros las van a necesitar”.

La gente en la isla nunca vivió de manera sobrada. Siempre escaseaba algo. Además de faltar las libertades individuales (que los nacidos en la revolución no percibíamos) a cada uno de sus ciudadanos Papá Estado le garantizaba una vida pobre, pero digna. Gracias a la tubería de petróleo desde Moscú.

Antes de esa guerra silenciosa, podíamos comprar dos pantalones al año, tres camisas y un par de zapatos, con una libreta llamada de 'productos industriales'. Se pagaba en pesos, la moneda nacional.

La cartilla de racionamiento era más abundante. No para tirar cohetes, pero menos raquítica que la actual. Había alimentos en venta libre. En las lecherías, en horas de la madrugada, dejaban las cajas con litros de leche fresca, yogurt, queso proceso y de crema, y a nadie le pasaba por la cabeza cogérselos.

Eso fue en los 70 y 80. Entonces no podíamos imaginar la "sorpresa" que el socialismo verde olivo nos tenía reservada. Fue terrible. La gente bajó de peso como si a diario asistiese a una sauna. Siempre teníamos hambre. Se hacía medio día de cola para comprar una pizza que en vez de queso llevaba papa hervida.

Los ancianos famélicos y desdentados se agolpaban en los cafetines para tomar una infusión hecha con cáscaras de naranja o toronja. Y los animales ya pueden imaginar. Aparecieron engendros alimenticios. De los laboratorios estatales a la carrera sacaron picadillo de soya, masa cárnica, pasta de oca y fricandel entre otros inventos que sabían a rayo.

El dólar estaba prohibido y los pocos artículos de valor, la gente los vendía para comprar alimentos. Cuando en julio de 1993 despenalizaron el dólar, mi madre vendió su colección de discos de música brasileña por 39 dólares.

Otros vendieron los muebles o los cambiaron por un cerdo, que lo escondían en la bañadera de la casa. Se puso de moda criar pollos en terrazas y azoteas. Muchos gatos fueron a parar a las ollas, en sustitución de los conejos.

Aparecieron enfermedades exóticas como polineuritis, neuritis óptica y beriberi. En las calles, más de uno cayó como mosca, por deficiencias en su locomoción. El transporte público desapareció y en su lugar surgieron carretones tirados por caballos, que todavía funcionan en pueblos del interior. Los tractores fueron sustituidos por yuntas de bueyes.

La bicicleta se convirtió en el vehículo oficial de la población. Los jerarcas, claro, continuaban moviéndose en coche. Se habló seriamente de la Opción Cero, un estado de sitio donde tropas del ejército repartirían comida por los barrios.

Lo que evitó que la gente empezara masivamente a morirse de hambre, y termináramos convirtiéndonos en la Corea del Norte del Caribe, fueron las medidas adoptadas por Fidel Castro. Alejadas de la filosofía socialista, de corte liberal y economía de mercado.

Se permitió tener pequeños negocios. Se legalizó la tenencia de divisas. Dio resultado. Cientos de ciudadanos pudieron salir adelante y el gobierno guardó en sus arcas miles de millones de dólares.

Pero en 2009 surgió una crisis real que afectó a todo el planeta. Con la caída de los precios del petróleo, la situación interna y el despilfarro, Hugo Chávez, el nuevo aliado, sopló un mensaje a los Castro: me estoy quedando corto de plata.

Los hermanos de Birán recogieron el guante. Y comenzaron a ofrecer el mismo discurso que durante décadas han vendido a los cubanos. Hay que ahorrar. Y abrirle un agujero al cinturón. Otro más.

Tras el fallecimiento de Hugo Chávez, estamos pendientes del sucesor. Si va a mantener el grifo abierto con Cuba. O empezará a cerrarlo. En cualquier caso, seguimos detenidos en medio del temporal. Sin paraguas. Con una economía que hace agua. Con despidos masivos y altos impuestos para los trabajadores por cuenta propia.

Soñando con una llegada masiva de turistas americanos. Con Obama suavizando (o quitando) el embargo. Y sin olvidar que una vez La Habana estuvo hermanada con Pyongyang.

Iván García
Foto: Esquina céntrica de La Habana. Tomada de Cubanet.