lunes, 25 de mayo de 2015

El otro embargo



En el verano de 2014, Lisván, 48 años, dueño de un pequeño estudio fotográfico en un barrio al oeste de La Habana, sufrió en carne propia las secuelas de las prohibiciones absurdas del régimen de Castro hacia sus ciudadanos.

Con las ganancias obtenidas de su negocio y luego de estar guardando parte del dinero enviado por su familia desde el exterior, se alojó cinco noches con su esposa e hija por 822 pesos convertibles en el hotel Meliá Marina Varadero.

“En la playa trabé amistad con un grupo de canadienses. Una mañana querían invitarme a pescar en un yate que habían alquilado. Pero a pesar de ser huésped del hotel, los funcionarios de la marina no me autorizaron. Ningún ciudadano cubano residente la Isla, sin permiso del Estado, puede subir a bordo de una embarcación con motor”, señala Lisván.

Diez años atrás, las prohibiciones eran aún más aberrantes. Los cubanos no podían alojarse en hoteles de lujo, rentar autos o tener una línea de teléfono móvil.

Sentarse en el lobby de un hotel te convertía en una persona sospechosa para la Seguridad del Estado. Con la llegada de Raúl Castro al poder, tras el dedazo ejecutivo de su hermano Fidel, varias normas discriminatorias fueron derogadas.

Los cubanos eran ciudadanos de tercera en su propio país. Óscar, cantinero de un hotel habanero de cinco estrellas, participó como soldado raso en la guerra civil de Angola.

“Nosotros, los que habíamos apoyado a Fidel, los que nos comíamos una soga en nuestro país debido a la escasez, no podíamos subir a la habitación de un amigo extranjero. Y los cubanos que se habían marchado a la Florida, calificados como ‘gusanos’ por el gobierno, tenían derecho a disfrutar los centros turísticos. Era una contradicción olímpica”, recuerda Óscar.

En el invierno de 2015 esas prohibiciones ya no existen. Pero en vigor se mantienen varias normas que vulneran los derechos inalienables de los ciudadanos de la Isla.

Se habla mucho, con argumentos a favor y en contra, del embargo económico y financiero de Estados Unidos al régimen de Raúl Castro, pero en los foros internacionales se debate poco del embargo del Estado verde olivo a su gente.

El embargo interno se ha flexibilizado, pero todavía los cubanos no tenemos derechos a contratar una cuenta de internet en casa, pasear o pescar en un yate de motor o acceder a ciertos servicios de salud exclusivos para extranjeros.

Los derechos civiles apenas existen. No se permite la apertura de partidos políticos. Manifestaciones callejeras. Huelgas obreras. Sindicatos autónomos. Elecciones libres y populares para elegir un presidente. Periódicos independientes o contratar canales televisivos por cable.

Es delito de cárcel ofender la figura del presidente. Y desde 2002, tras una campaña de Fidel Castro, ninguna agrupación de la sociedad civil puede introducir una propuesta para cambiar la Constitución.

El sistema es perpetuo. Los gobernantes cubanos son una casta intocable. El pueblo se debe a ellos, no viceversa. El Estado es el único autorizado para difundir noticias, libros y películas.

Aunque existen periodistas independientes, partidos disidentes y una incipiente sociedad civil, el régimen mantiene una legislación que permite sancionar las discrepancias políticas con años de prisión.

Cuba es el único país del hemisferio occidental donde la oposición política es ilegal. No se permiten chistes o caricaturas a ejecutivos de la autocracia. Una revista como Charlie Hebdo es imposible en la Isla.

Continúan vigentes normas discriminatorias que impiden la libre circulación de cubanos dentro de su propio país, como el decreto 217 de 1997. El Ministerio del Interior desmantela pequeñas redes Wi-Fi locales donde los jóvenes juegan en red, envían filmes o chatean.

Inclusive, algunas de estas normas perversas han sufrido una nueva vuelta de rosca. La Aduana General de la República ha implementado un grupo de medidas para frenar las importaciones de los viajeros de origen cubano.

Estas regulaciones afectan la calidad de vida y el bolsillo de las familias en Cuba. Pregúntenle a Migdalia, ingeniera. En los últimos dos meses ha gastado 75 cuc por recibir paquetes que se exceden del kilogramo y medio autorizado por la Aduana.

En las valijas no venían folletos ‘contrarrevolucionarios’ ni artículos de lujo. Solo ropa y regalos por el cumpleños de su hija. Es el embargo del régimen Castro el que provoca más perjuicios al cubano de a pie. El otro, el estadounidense, es más mediático que efectivo.

Iván García

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