El sol transforma en un horno los adoquines del desolado parque de las palomas, contiguo a la Lonja del Comercio. Algunos turistas caminan por los tenderetes privados de La Habana antigua que venden maracas, tumbadoras o los mismos lienzos de siempre con viejos autos estadounidenses pintados en colores brillantes y la Catedral de fondo.
Pero Yanisbel (los nombres han sido cambiados) escudriñaba desde su mesa en un café al aire libre a un grupo de gringos maduros que bebían un mojito tras otro, como si fuera limonada.
A menos de cien metros, reposaba el crucero Adonia y sus pasajeros, desperdigados por la ciudad, con guías turísticos recorrían mercados cercanos para comprar habanos y ron añejo, otros se hacían fotos.
Pero estos norteamericanos optaron por un maratón alcohólico. Yanisbel y su amiga, en apariencia de manera casual, se llegaron a la mesa con el viejo truco de pedirles una fosforera para encender sus cigarrillos mentolados.
Un vestido ceñido con escote atrevido, un perfume anestesiante y una gestualidad corporal -y universal- de hembra en plan de fiesta, siempre causa el efecto deseado en un grupo de hombres después de haberse bajado media de docena de mojitos bien cargados de ron.
“De diez veces, nueve damos en el blanco. Esa jugada no falla. Los tipos comenzaron a flirtear, y cuando vieron que hablábamos inglés, entraron en confianza. Tres horas después estábamos bailando salsa. Por la noche nos invitaron a Tropicana y matamos la jugada en un apartamento de alquiler en el Vedado. A mi amiga y a mí nos pagaron 200 dólares. Hicimos casi de todo”, cuenta Yanisbel con una sonrisa pícara.
El reciente flujo de visitantes y turistas procedentes de Estados Unidos, ha provocado nuevas estrategias en la fauna marginal que vive de la prostitución y de negocios por la izquierda.
Los yanquis tienen fama de ser espléndidos. “Ni los españoles ni los mexicanos pagan más de 50 dólares por una noche. A no ser que se reprendan con una chica o chico”, comenta Yusnier, que es pinguero, como en la Isla le dicen a quienes se dedican a la prostitución masculina.
Supuestamente, los estadounidenses que viajan a Cuba deben enrolarse en alguna de las doces categorías autorizadas por el gobierno de Barack Obama bajo el acápite de 'contactos pueblo a pueblo'. Pero esas normas son letra muerta.
“Le llaman las doce mentiras. Cualquiera en Estados Unidos propone un proyecto de viaje y saca el boleto rumbo a La Habana. No se puede hacer turismo, pero ¿quién va venir a Cuba y no visitar Varadero o tener sexo con una cubana joven y bonita? Es el mejor contacto pueblo a pueblo que puede existir, porque además le ayuda a aliviar su precaria situación económica”, expresa un turista estadounidense que viajó en el crucero Adonia el lunes pasado.
Es raro encontrar una jinetera cubana que al menos no sepa un par de oraciones en inglés. “De las películas pornográficas aprendí a decir Oh, my God, y otras expresiones cuando estoy haciendo sexo con un yuma. Cuando la arribazón de yanquis comience de verdad, las jineteras que no hablen inglés se morirán de hambre o tendrán que buscar el dinero con clientes del mercado nacional”, expresa Noemí, una trigueña que asegura haber gastado el equivalente a 350 dólares en colocarse implantes en caderas, nalgas y senos.
Camila alterna sus estudios de bachillerato con la prostitución ocasional, y cree que al estadounidense promedio le gusta la mujer con cuerpo natural. “Da igual si son negras, mulatas o blancas, pero que al menos tengan una conversación inteligente. Ahora hay que cultivarse más. No todos los yumas ni los europeos vienen en busca de sexo. Muchos desean conocer detalles de esa cosa rara que se llama Cuba”, subraya.
Yesenia cuenta su estrategia para cazar turistas de billeteras macizas, fundamentalmente cubanoamericanos. Su meta final es emigrar a Estados Unidos. “Quiero empezar haciendo Pole Dance en una discoteca en Miami Beach e ir guardando dinero para abrir un gimnasio o una peluquería”, confiesa.
Antes, Yesenia debe ir en busca de clientes. “Suelo ir a bares de renombre como el Floridita o Sloppy Joe's y a paladares caras, a ver si pesco un yuma. De mi bolsillo me he pagado dos noches en un hotel 'todo incluido' de Varadero o Cayo Coco. Es una inversión rentable. Cuando regreso a mi casa, vengo con 500 o 600 pesos convertibles”.
Luisa, una morena que alguna vez fue jugadora de baloncesto juvenil, considera que una buena conversación, ser agradable y educada es la mejor carta de presentación. “No es aconsejable vestirse como una prostituta ni con ropa del Dolarazo de Miami. Mi meta es enganchar a un tipo que me saque de esta mierda de país. Si me puedo ir casada, mucho mejor”.
Jineteras cubanas de cualquier categoría, ya sean putas baratas, de clase media o 'grandes ligas', se diferencian de sus homólogas en América Latina porque más que sexo, buscan una visa. A cualquier sitio. Preferentemente a USA.
Iván García
Foto: Tomada de El Cubano Intransigente.
https://youtu.be/fl-LIUm6fW4
ResponderEliminaresto es para ivan garcias
cancion marucha la jineteras
agara tu tubao ivan garcias
ResponderEliminarhttps://youtu.be/xewgAq0bxiM
https://youtu.be/QCXsImxacX4
ResponderEliminarivan garcia
a qui le mando las palabra
del jefe en zenisas
y listo para el 26 de julio
otro logro de robo ilucion cubana
ResponderEliminaryo se que el mundo este leno de jinetera pero no
tan educada como la jineteras cubana
y lo barata que son
https://youtu.be/9atilrd3pV4 jajajaja aaa
Y que tristesa me da a mi ber un comentario de este tipo..para ablar de las mujeres cubanas hay ke morderse la lengua porque no solo fuimos gineteras sino somos las sobrevivientes..que es otra cosa..
EliminarEs triste ver como las mujeres nos degradamos y profanamos nuestro cuerpo ya sea por cualquier motivo la dignidad es sagrada y los problemas económicos y políticos son otra cosa
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