Desde el balcón de su apartamento en un edificio al oeste de La Habana, José Mario, desempleado, observa a un vecino que de un añejo Chevrolet 1954 baja dos cajas de cerveza, un pernil de cerdo y seis de botellas de ron.
Entonces comienza la estrategia para ‘pegarse a la fiesta’. Es simple. Consiste en sumarse a cualquier grupo de conocidos y beber cerveza o comer sin tener que gastar un centavo. Los hay que son auténticos expertos.
"El hombre nunca se mete la mano en el bolsillo. Siempre está a la caza de un ‘puntico sabroso’ (persona con dinero) para soldarse a su lado y vacilar sin tirar un peso pa’lante”, cuenta Daniel, vecino de José Mario.
En Cuba han florecido estos pillos pintorescos que asisten a discotecas de moda, beben ron añejo y hasta ligan una chica gracias a sus amigos. Cuando ven cerveza, comida y prostitutas, se suman a cualquier guateque.
Por indulgencia, algunos de socios lo aceptan. “Suelen ser unos pobres diablos que no tienen posibilidades de divertirse. Y lo usual es que se peguen a sus amigos. No todos en Cuba pueden tomar cerveza de calidad o armar una pachanga con putas al compás de un reguetón”, opina Erasmo, dueño de una cafetería que oferta sandwiches y comida criolla.
Josefa, ama de casa, señala que dentro de la propia familia ha comenzado a verse “ese comportamiento de sumarse a comelatas y festejos sin gastar un centavo. No siempre son parientes pobres o sin poder adquisitivo. A veces son familiares que tienen dinero, pero ya se han habituado a fiestear a costa de otros. Andan a la caza de cumpleaños, bodas, cenas de nochebuena, celebraciones por navidad o fin de año”.
Alex, un joven musculoso dueño de un gimnasio, recuerda que el día de su boda se “coló un montón de gente que yo no invité. Se quedaron bebiendo hasta el amanecer y antes de irse, pidieron cajitas con raciones del buffet o de cake, para llevarse a su casa. Unos verdaderos descarados".
El verbo 'jinetear' surgió en Cuba a principios de la década de 1980. En el argot del bajo mundo se denominaban 'jinetes' o 'jineteros' a los agiotistas que compraban dólares a turistas extranjeros de manera clandestina.
“Yo fui jinetero. Por las tardes me iba con un grupo de socios para La Rampa, en el Vedado, a comprar fulas por la izquierda. Se adquirían a cuatro pesos por cada dólar y había que estar jugándole cabeza a la policía. Con esos dólares se compraba pacotilla (ropa barata) en las tiendas destinadas a extranjeros y la pacotilla se revendía en la calle. La ganancias eran de hasta un 300%”, rememora un tipo que ya peina canas.
Con el tiempo, 'jinetear' se volvió sinónimo de prostitución femenina. Internacionalmente se hicieron famosas las mulatas o negras cubanas con cuerpos esculturales, que por 50 o 100 dólares la noche, se acostaban con turistas blancos que podían ser sus abuelos.
Las jineteras de la Isla se diferenciaban y se siguen diferenciando de sus homólogas de Tailandia o Río de Janeiro. No por el físico ni su nivel cultural. Si no porque las cubanas no se limitan a vender sexo: intentan establecer una relación afectiva que trascienda en el tiempo, con la intención de que desde el exterior las mantengan, girándoles dinero.
El objetivo final de una jinetera es tratar de conseguir un apetecido matrimonio que les permita largarse del país. Más que por dinero, las cubanas se prostituyen en busca de una visa.
Pero los tiempos cambian y en la actualidad, sexualmente jinetean desde estudiantes de secundaria y bachillerato hasta universitarios, de los dos sexos y de cualquier raza.
El nuevo jineterismo en ocasiones es alentado por los propios padres o controlado por proxenetas de la peor calaña. Y con una permisividad policial que mira hacia otro lado, mientras por debajo de la mesa cobran coimas en dinero o especie o tienen una tanda de sexo exprés con la jinetera o pinguero.
Pero 'jinetear' también se denominan actitudes menos conocidas. Ileana, empleada de una empresa, pone un ejemplo: “En mi trabajo, los más pícaros siempre están atentos, para complacer al jefe mediantes regalos y guataconerias y les autorice viajar al extranjero. Todo vale si se trata de 'jinetear' un viaje, incluida una buena brujería ”.
Cuando cubanos que residen al otro lado del charco vienen de visita a La Habana, perciben otra forma del singular jineteo nacional. “Ya es a la cara. Ni siquiera te saludan o te preguntan por la familia. Abiertamente, te dicen: Socio, tírame un salve. O sea que lo invites a comer en una paladar de calibre, tomar cerveza o mejor aún, que le regales veinte o treinta dólares. Son como las sanguijuelas. Se justifican diciendo que las cosas en Cuba están en candela”, subraya Yusnier, un habanero residente en Miami.
Jinetear, hoy en Cuba son varias cosas a la vez. Ninguna honesta. Es prostituirse de diversas formas.
Iván García
Foto: Tomada de The Reddit Mirror.
Ver también: Qué buscan los cubanos en internet.
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