Con la salud pública y la educación y otros viejos tesoros derribados en entredicho como puntales básicos de la propaganda por las bondades y el bienestar en el socialismo, los funcionarios del partido se aferran ahora, con ahínco y desesperación, a la aprobación del matrimonio igualitario para demostrarle a la gente los beneficios diversos del paraíso del proletariado.
El gobierno cubano, dice un largo artículo fechado en París, ha hecho “algo único en la historia de la homosexualidad: abrió cabarets, discotecas e incluso una playa gay. Hoy Cuba es el único país del mundo con bares gays -muy animados, por cierto- administrados por el Estado.”
Así es. El debate sobre la aprobación de la ley que permitirá que los cubanos y cubanas se casen con personas de su mismo género es, hoy por hoy, uno de los mecanismos más usados por los propagandistas oficiales para presentar la isla del Caribe como la vanguardia universal de la libertad sexual.
Así deberá ser, aseguran con vehemencia, cuando se apruebe la ley que han propuesto en la Asamblea Nacional. Sólo que antes de facilitarle a los ciudadanos del país la alternativa de casarse e irse a vivir con quien quiera, sea del sexo que sea, los caritativos, nobles y alertas diputados debían aprobar, primero, un decreto especial para que cada cubano y a cada cubana -sin la certeza de ir a parar a la cárcel- tuvieran la posibilidad de integrarse asociarse y militar en un partido político independiente.
Los disciplinados y unánimes asambleístas debían promover y refrendar también otro documento que les otorgue libertad a los cubanos para confeccionar medios de prensa libres, acceder a medios periodísticos de cualquier parte del mundo, sin verse obligados a leer nada más que los panfletos que emite a toda hora y de todas formas el gobierno de Cuba.
Los bonachones y atildados diputados, que tienen un dispositivo para levantar todos las manos al mismo tiempo, podrían votar, además, porque los hombres y mujeres que viven en ese país, sin excepción, tuvieran el derecho a entrar y salir de la nación donde nacieron y donde nacieron sus abuelos y que no existieran listas de regulados, prohibidos, perseguidos en un rejuego siniestro que incluye a familias enteras.
Si, está muy bien que les permitan a los cubanos que sean libres de casarse con quien quieran. Pero lo más importante es el momento en que sean libres. Libres nada más.
Raúl Rivero
Blog de la FNCA, 13 agosto de 2018.Foto: Tomada de The Independent.
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