lunes, 3 de junio de 2019

La Habana, entre penurias, glamour y jineteras



Mientras Armando, jubilado de 75 años, hace guardia nocturna en una destartalada escuela en las afueras de La Habana, Elsa, su mujer, de 72 años, ingeniera retirada, en una cazuela de hierro prepara rositas de maíz que al día siguiente venderá a 5 pesos la bolsa. A esa misma hora, Yislen se acicala y se dirige a un ostentoso bar privado.

Durante cuatro décadas, Armando y Elsa fueron empleados estatales. Participaron en las marchas del primero de mayo y en innumerables protestas contra el ‘imperialismo yanqui’ convocadas por Fidel Castro. Cuando llegó la hora de jubilarse, con una chequera que ronda los diez dólares mensuales per cápita, se vieron obligados a buscar trabajos precarios que les permita sobrevivir en las duras condiciones del socialismo cubano.

“Tengo veinte mil achaques, pero tres veces a la semana soy custodio en una escuela donde me pagan 375 pesos (17 dólares) mensuales. Aprovecho esos turnos de madrugada para marcar en la cola en un mercado cercano. A veces no llega el camión y hago la cola por gusto. Pero si el camión trae queso fundido, arroz brasileño o cuartos de pollo, soy de los primeros en comprar”, dice Armando.

Elsa, su esposa, padece de gastritis y se le inflaman las piernas cuando permanece mucho tiempo de pie. “No tenemos a nadie que nos envíe dólares. Conseguir comida es una odisea en este país. Por eso vendo rositas de maíz y hago arreglos de ropa, sobre todo infantil, pues los niños crecen muy rápido”.

En Cuba, miles de ancianos jubilados como Armando y Elsa se ven obligados a trabajar para subsistir. Las tibias reformas económicas emprendidas por Raúl Castro nos les trajo beneficios. Al contrario. Los ancianos y los jubilados son los grandes perdedores en una sociedad que envejece aceleradamente.

Con 11,2 millones de habitantes, actualmente el 20 por ciento tiene más de 60 años, pero en un década el 32 por ciento de la población superará esa edad. Al envejecimiento poblacional se suma que por culpa de la permanente crisis económica, histórica escasez de comida y unos servicios sociales en bancarrota, las mujeres en edad reproductiva no quieren tener hijos. Según estadísticas oficiales, desde hace más de tres décadas, la tasa global de fecundidad se mantiene por debajo de los 2,1 hijos por mujer, cifra insuficiente para alcanzar un adecuado reemplazo generacional.

Yislen, 23 años, tampoco desea ser madre. Con sus tacones de aguja y perfume intenso, al filo de las once de la noche alquila un taxi hasta el bar Shangri-la, al oeste de la ciudad. Es graduada en computación, pero se gana la vida como prostituta. Cobra cien pesos convertibles por noche. “No vale la pena jinetear por veinte chavitos (cuc). Como mi interés es ligar turistas europeos y cubanoamericanos, voy a bares y discotecas de moda. Si cuadro un yuma bien, si no, entonces intento pasarlo lo mejor posible. Mi meta es irme del país. Me da miedo llegar a vieja en Cuba. Mi madre es enfermera y vende medicinas para subsistir. No quiero terminar como ella o mi abuela”.

En un bar privado, la cerveza no baja de 3 cuc. En los de más glamour, una botella de whisky puede costar hasta 200 cuc y 6 cuc la cerveza importada. A pesar de la situación económica en ebullición, el desabastecimiento de alimentos y aumento de las penurias cotidianas, los centros nocturnos de primera categoría están llenos a reventar.

Richard, con pinta de rapero, se dedica a vender drogas. Confiesa que “a pesar de que el gramo de polvo ronda los 90 o 100 fulas, tengo clientes que me compran cuatro o cinco gramos de melca solo pa’ rumbear con jevitas. Hay una pila de gente sin un quilo en el bolsillo, pero también hay personas que gastan dinero a manos llenas. Y no todos son hijos de papá”.

Muchos vástagos y parientes de altos funcionarios del régimen viajan al extranjero, beben vinos caros y viven en otra dimensión. Una clase emergente, compuesta por músicos, deportistas y emprendedores privados de éxito, en una noche de ocio puede gastarse 300 pesos convertibles en alcohol, drogas y fiestas con jineteras caras.

Eddy, jinetero, afirma que "en La Habana existen sitios exclusivos donde los yumas (extranjeros) saben que un chico o una chica no se va a la cama por menos de 100 cuc. En otros lugares, una jinetera cuesta 20 cuc y las 'matadoras de jugada' de los barrios pobres habaneros hacen sexo por 5 o 6 chavitos. En la prostitución homosexual sucede lo mismo: mangones que ni por 200 cuc se van con un extranjero. Otros te la maman por dos fulas en la escalera de un edificio”.

Yosmani, residente en la barriada marginal de Colón, a tiro de piedra del Malecón y de los hoteles cinco estrellas plus Packard y Manzana Kempinski, considera que “la apertura de hoteles de lujo por esa zona es una oportunidad, una puerta que se le abre a los negocios por la izquierda, ya sea sexo, compra de divisas o venta de tabacos. A muchos de los que se hospedan en esos hoteles cuando visitan un país pobre como Cuba, les resulta tentador adquirir obras de arte en el mercado negro o acostarse con una adolescente por solo cien dólares o euros”.

En el Paseo del Prado, muy cerca del deslumbrante Iberostar Grand Hotel Packard, se suele sentar Guillermo, quien con un grupo de amigos beben ron y están a la caza de algún bisne.“Siempre se pega algo. Lo mismo el empleado de un hotel está vendiendo queso gouda, un yuma está buscando un par de maracas o una jinetera quiere alquilar una habitación para acostarse con un extranjero. En una noche me puedo buscar 20 o 30 chavitos”.

En el otro extremo de la capital, sin hoteles de lujos ni turistas de paso, la mayoría de las personas se refugian viendo culebrones en la televisión, jugando dominó, hablando con sus vecinos o haciendo cola de madrugada en un mercado estatal, con la esperanza de poder comprar pollo, yogurt o arroz importado. Si es que ese día llega el camión.

Iván García

Foto: Durante más de treinta años, este cubano ha vivido en la azotea de un edificio deteriorado, a un costado del antiguo centro comercial conocido como Manzana de Gómez, reconvertido en el Gran Hotel Manzana Kempinski. Tomada de Los nuevos hoteles de lujo en Cuba, reportaje publicado en The New York Times en Español el 10 de mayo de 2017.

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