lunes, 18 de noviembre de 2024

La novela que nunca escribiré

 

I

El adiós fue un riesgo calculado.

Las normas de seguridad indicaban que ese invitado debía llegar y partir bajo el manto de la más estricta austeridad.

Nada de recibimientos y despedidas protocolares.

Para los reyes, quitrines, así reza un viejo lema de la Dirección General de Inteligencia.

Para ese visitante, entonces, bastaba con dos autos Lada y la llave de la Casa de los Cosmonautas en Varadero. Después de todo, a eso había ido a Cuba, a vacacionar en una de las playas más lindas del mundo.

La partida, en buena lid, tendría que haber sido tan austera como la llegada; pero no fue así.

El visitante entró en el aeropuerto José Martí y las puertas se convirtieron en paredes y las paredes en puertas. Fue llevado por un laberinto de pisos pulidos hasta que llegó a una sala amueblada con lujo y habitada por un sólo hombre.

Raúl Castro sonreía con su uniforme de gala, la gorra de plato bajo el brazo y una medalla en el pecho: Héroe de la Unión Soviética.

Los dos hombres se abrazaron con fuerza. No había tiempo para mucho más. El avión ya estaba listo. Las luces parpadeaban y el visitante partió con un murmullo de suerte a sus espaldas.

Antes de que llegara a la puerta de salida, sin embargo, Raúl Castro lanzó la gorra de plato sobre un butacón y se abalanzó sobre su invitado.

Frente a frente los dos una vez más, las manos apretando los hombros, los brazos acortando la distancia, las caras cada vez más cerca y el beso eslavo sobre los labios asombrados del ruso.

Después Raúl Castro hizo una pregunta y la respuesta que escuchó le hizo soltar una carcajada con olor a coñac barato.

Unas horas después todavía se estaba riendo.

II

Aquí podemos detener la ficción y pasar a los hechos.

Ya hoy se sabe que en la extinta Unión Soviética también existió un “Lobby cubano”. Así lo llama en su libro “La Alianza Soviético-Cubana: 1959-1991” (Transactions Publishers, 1994), el señor Yuri Pavlov, traductor al español de Nikita Jrushchov antiguo embajador de la URSS en Costa Rica y jefe, desde el año 1987, del Departamento del Ministerio de Relaciones Exteriores de la URSS encargado de las relaciones con Latinoamérica.

En la página 177 de su libro el señor Pavlov escribe: “El influyente “Lobby cubano” en la Unión Soviética no se limitó a los antiguos embajadores soviéticos en La Habana que terminaron ocupando altas posiciones dentro del Comité Central del PCUS y dentro del gobierno, como es el caso de Vitaly Vorotnikov, miembro del Buró Político del PCUS; Konstatin Katushev, ministro de Comercio Exterior; y Alexander Kapto, jefe del departamento ideológico del PCUS. El Lobby cubano también incluyó innumerables funcionarios del gobierno y del partido, periodistas, generales y oficiales del ejército, directores de fábricas y expertos que en un momento u otro pasaron meses e incluso años en Cuba”… La mayoría conservadora del Buró Político y los secretarios del Comité Central, Oleg Baklanov, Vladimir Kryuchkov, Yegor Ligachev, Ivan Polozkov, Nikolai Ryzhkov, Oleg Shenin, y otros, compartían la preocupaciones de Castro (Fidel) sobre el curso radical que estaba tomando la perestroika”.

El fin de la posición privilegiada de Cuba dentro de la élite política de la Unión Soviética es analizado con más profundidad por el académico Mervyn J. Bain en su libro “Las relaciones Soviético-Cubanas 1985-1991” (Lexington Books, 2007). Como las fechas indican, se trata de un estudio que abarca el período de tiempo que medió entre el inicio de la Perestroika (1985) y el golpe de estado de agosto de 1991. En la página 65 de ese libro leemos: “El significado del golpe de agosto para Cuba estuvo en el hecho de que la junta consistió de sus más cercanos amigos en Moscú. Oleg Baklanov (secretario del comité central del PCUS que había estado en Cuba en 1990), Vladimir Kryuchkov (jefe de la KGB que había hecho una visita no oficial a Cuba en 1991), Konstatin Katushev (antiguo embajador en Cuba y en 1991 Ministro de Comercio Exterior de la URSS), el General Mijail Moiseyev (Vice Ministro de Defensa de la URSS) y el Mariscal Dimitri Yazov (Ministro de defensa de la URSS) —Moiseyev y Yazov tenían lazos con Cuba desde la época de la Crisis de los Misiles— todos estuvieron implicados en el golpe”.

De la “Banda de los Ocho”, que es como hoy se conoce al transitorio “Comité estatal para el estado de emergencia” que decretaron los golpistas (en agosto de 1991), más de la mitad habían expresado abiertamente sus apoyos al castrismo y sus renuencias a eso que ellos llamaban “abandonar a Cuba”. Algunos de ellos estuvieron de visita en La Habana los meses previos al golpe, siendo la más sorpresiva y extraña de esas visitas la que hizo el jefe de KGB, Vladimir Kryushkov, en mayo de 1991.

Una vez desarticulado el golpe, desmantelada la Unión Soviética y abiertos los archivos de la KGB se supieron muchas cosas sobre los orígenes y las relaciones del famoso “Lobby cubano” en Moscú. Una de las más interesantes —y que ha dado lugar a una revisión casi total de ese tema— es el hallazgo de un telegrama (cable codificado) del 18 de julio de 1962 enviado por Vladimir Kryuchkov al jefe de la Inteligencia cubana en aquel momento, el comandante Ramiro Valdés. En esa comunicación Kryuchkov “sugirió” a los cubanos que le echaran una mirada a un ciudadano estadounidense que acababa de regresar desde la URSS hacia su país y que, a pesar de ser “inestable”, podía ser de interés para los cubanos. El nombre de ese ciudadano era Lee Harvey Oswald, el futuro asesino de John F. Kennedy. Los cubanos, ya hoy está comprobado, le echaron una mirada y le dieron el “tratamiento” adecuado a esa recomendación de la inteligencia soviética.

Otro de los hallazgos interesantes fue la existencia de una directiva secreta, ordenada por Mijail Gorbachov en 1990 y titulada: “Medidas de emergencia para organizar la actividad económica comercial y extranjera del Partido”. Un decreto cuyos objetivos describe muy bien el desertor de la KGB Serguei Tretiakov en el libro de Pete Earley titulado “Camarada J” (G. P. Putnam’s Sons, 2007) . En la página 287 de ese libro Tetriakov dice: “Cuando se hizo evidente que el viejo sistema soviético estaba por terminar, los líderes del Partido Comunista empezaron a preguntarse qué pasaría con la vasta riqueza del Partido. Para protegerla decidieron transferir millardos de dólares fuera del país, pero debido al carácter restrictivo del sistema financiero soviético que ellos habían ayudado a crear, no tenían una forma fácil de transferir dinero desde el Banco Central de Moscú al extranjero. En busca de ayuda fueron a ver al entonces jefe de la KGB Vladimir Kryuchkov, quien firmó un decreto secreto que autorizaba a la KGB a crear negocios privados en Moscú con el “propósito de proteger la seguridad del estado” aunque la propiedad privada fuera todavía ilegal en aquellos tiempos. El dinero de los cofres del Partido fue movido hacia compañías tapaderas y secretado a través de éstas hacia el exterior de la Unión Soviética. Ese pillaje sistemático de los fondos del Partido Comunista fue documentado en un memorándum de la KGB titulado “Medidas de emergencia para organizar la actividad económica comercial y extranjera del Partido”. Lo escribió el director administrativo del Partido Comunista, Nikolai Kruchinin, para explicar por qué los líderes del Partido habían tomado un paso tan drástico. De acuerdo con el memorándum, el dinero se pondría a salvo hasta que pudiera ser utilizado para financiar el retorno del comunismo en Rusia. Ese documento estaba supuesto a permanecer secreto pero fue encontrado y desclasificado después del fallido golpe que Kryuchkov intentó contra Gorbachov en agosto de 1991”.

Todo ese entramado de corrupción financiera y lavado de dinero utilizando los fondos del Partido y del gobierno de la extinta Unión Soviética fue analizado en el año 1999 en una audiencia del Comité de Servicios bancarios y financieros, de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos. En ese informe, titulado “Lavado de dinero en Rusia” se detalla y comprueba una buena parte de los hallazgos y declaraciones aquí mencionados; así como sus implicaciones para el sistema financiero internacional y, en particular, para una serie de bancos suizos que sirvieron de tapaderas o de intermediarios en esos esquemas de corrupción. Es importante señalar que, ¿casualmente?, el gobierno de los Castro también ha tenido problemas por la utilización fraudulenta de algunos bancos suizos.

Hay otro detalle interesante —aunque sin confirmación, claro está— en la página 179 del libro “Comrade J”, y dice así: “Dentro del SVR (Servicio de Inteligencia de Rusia), ese término —Contacto No Oficial Especial— sólo se utilizaba para identificar a una fuente de inteligencia de alto nivel que tenía un status político y/o social elevado y cuya identidad era necesario proteger con mucho cuidado… Por ejemplo, el hermano de Fidel Castro Raúl Modesto Castro Ruz había sido reclutado por la KGB durante la era Jrushchov como un Contacto No Oficial Especial y trabajó en secreto para los rusos continuamente durante la administración Yeltsin, dijo Serguei (Tretiakov)… Raúl fue utilizado por el Centro para acceder e influenciar al presidente cubano durante los períodos en los que Fidel Castro se tornó hostil hacia los líderes soviéticos. La KGB/SVR siempre tomó precauciones especiales para mantener su papel como Contacto No Oficial Especial escondido de Castro y del pueblo cubano”.

Hasta aquí unos hechos que sobran para hilvanar una novela. Una historia con millardos robados, bancos en Suiza, desertores cansados de tanta corrupción, letonas hermosas y policías honestos rastreando monedas escondidas alrededor del mundo. Podría haber, también, jefes de la KGB que llegan a La Habana en visitas “no oficiales” y son despedidos con besos en la boca. Y no debe faltar, creo, un venezolano cansado de tanta vaina, y de tantas toneladas de petróleo, mucho petróleo, malgastadas… pero el tema me aburre.

III

Raúl Castro recibió, a inicios de 1991, la noticia de que Vladimir Kryuchkov quería pasar unas vacaciones en Cuba.

Una solicitud habitual. Muchos generales y dirigentes soviéticos la habían hecho antes. Unos cuantos, incluso, habían llegado a la heroicidad de morir entre las exigentes piernas de alguna mulata cubana.

Para sorpresa de los edecanes de Raúl Castro en la lista de ruegos y favores solicitados por los asistentes del general soviético había un objeto anacrónico: Coñac Tres Toneles.

Se desataron los recuerdos y hubo una certeza: la visita era importante, habría contacto.

Bucarest, 1953, Comité Preparatorio del IV Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. La plata sólo le alcanzó a Raúl Castro para llevar unas pocas botellas de coñac barato.

Las dos últimas botellas las bajaron un cubanito lampiño y dos rusos que en medio de la borrachera confesaron con orgullo sus nombres y apellidos verdaderos: Alexander Shelepin y Vladimir Kryuchkov, el grande y el genio.

Viva la amistad de los pueblos y el Coñac Tres Toneles.

Las vueltas que da la vida, señores. ¿A quién se le podía ocurrir que en aquella borrachera estaban dos futuros jefes de la KGB y un Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas?

Treinta y ocho años después de aquel coñac sólo quedaban diez botellas en los almacenes refrigerados del antiguo Ministerio de bienes malversados. Las mandó a buscar.

Kryuchkov fue recibido con la austeridad conveniente. Lo alojaron en Varadero y tuvo unas vacaciones muy gringas. Casi todos los días caminó por la arena a la hora más conveniente para los satélites americanos. Se dejó ver mucho antes de esconderse por un corto período de tiempo, unas horitas cuando más.

Hubo contacto ejecutivo y conversación directa al grano. Dentro de un tiempo prudencial habrá un golpe de estado contra Gorbachov. Ese golpe de estado está supuesto a fracasar, y fracasará. El Partido vuelve a la clandestinidad. Los fondos necesarios para financiar el regreso de Rusia al comunismo son cuantiosos y ya están a buen recaudo. Necesitamos la ayuda de la Isla de la Libertad para el manejo y protección de esos fondos. Sabemos que el talón de Aquiles de la economía cubana es el petróleo. Para resolver ese problema estamos dispuestos a colaborar con ustedes en algo en lo que probablemente ya ustedes estén trabajando por su cuenta. Esta colección de microfilmes contiene el archivo completo de la KGB para Venezuela. Cuando ustedes lean toda la información contenida en ese archivo se darán cuenta de que han tomado posesión de una agentura que nosotros hemos estado desarrollando desde los años treinta, y que se extiende a todos los niveles de la vida venezolana, desde delincuentes hasta generales, desde banqueros hasta líderes sindicales, desde prostitutas hasta santos varones de la Iglesia. Es nuestra opinión que toda esa agentura nuestra, combinada con la que ya ustedes deben tener dentro de ese país, y con las cercanías culturales entre las dos naciones, alcanzarán para que ustedes logren influir a sus antojos dentro de la vida política venezolana y, más importante aún, dentro de la economía de ese país. Todo eso les permitirá lograr una acceso irrestricto a una fuente cercana y barata de petróleo. Para decirlo con palabras claras, compañeros: con la información que les estamos suministrando ustedes serán capaces, si así lo deciden, de poner un mono a gobernar en Venezuela.

Después tomaron Tres Toneles y recordaron los viejos y buenos tiempos.

La despedida debió haber sido tan austera como la llegada; pero Raúl Castro no pudo evitar el deseo de un último beso y abrazo. Así hizo.

Antes de dejar partir a su invitado le preguntó:

– ¿Un mono?

Kryuchkov sonrió antes de responder:

– Y dos también.

César Reynel Aguilera
Aguilera, el blog de César Reynel, 13 de abril de 2013.

Foto: Tomada de internet.

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