lunes, 10 de febrero de 2025

Goebbels en La Habana

 


La maquinaria propagandística del Gobierno cubano está inspirada inequívocamente en las enseñanzas del terrible ministro nazi Joseph Goebbels. Sus palabras resuenan en mi cabeza como una declaración del carácter de la Revolución cubana: “La burguesía tiene que ceder ante la clase obrera... Lo que esté a punto de caer debe ser empujado. Todos somos soldados de la revolución. Queremos la victoria de los trabajadores sobre el sucio lucro. Eso es el socialismo” (citado en Doctor Goebbels: Su vida y su muerte).

Los eslóganes de la Ñico Lopez son un calco discursivo de Goebbels. Los aportes de este en materia de propaganda hermana al socialismo cubano con el nacionalsocialismo alemán. Siempre saltarán los dolidos rechazando las similitudes entre el régimen nazi y el cubano, pero jamás podrán escapar de las palabras de Goebbels, tan ferviente socialista como promotor de la eugenesia para el “hombre nuevo”.

Mientras se preparaba para el dominio de Alemania en 1926, anotaba en su diario la siguiente retahíla demagógica: “Ser socialista significa dejar que el ego sirva al prójimo, sacrificar el yo por el todo. En su sentido más profundo, socialismo es igual a servicio”. Es tal la paridad que cualquiera confundirá sus palabras con un discurso de Che Guevara.

Es necesario revisar los principios de la propaganda de Joseph Goebbels para entender cómo el régimen cubano usa los mecanismos nazis contra el pueblo cubano y sus díscolos librepensadores.

Principios para una revolución

Principio de enemigo único y contagio: Para la Revolución, no hay numerosos adversarios, hay uno solo que se manifiesta de diversas formas. El imperialismo siempre está vinculado a los disidentes; no importa que no existan pruebas. Si estás en contra, eres un “gusano” al servicio del imperialismo. La imagen del cubano gusano no es casual, fue una de las muchas usadas por los nazis para representar al judío, despersonificarlo y luego ejecutarlo en masa sin remordimientos. Es tan enemigo de la Revolución el periodista independiente, el deportista que huye, el médico que abandona una misión o el ciudadano que exige intervención humanitaria en momentos de crisis. Los que se atrevan a contradecir estarán en el mismo saco.

Principio de la transposición: Goebbels recordaba que para una propaganda efectiva es necesario “hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escasez y las enfermedades son culpa de nuestros opositores y hacer que [los] simpatizantes se lo repitan en todo momento…”. Todos los errores y tendencias negativas del régimen y los fracasos de reordenamientos pasados, presentes y futuros son culpa del imperialismo, mafias y traidores. Para la propaganda la corrupción, el descaro, la incoherencia y las malas decisiones que toman a diario no son, ni pueden ser, culpa de ellos.

Principio de la exageración y desfiguración: Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en una amenaza grave. El país se cae, la basura rebosa, la gente pasa hambre, pero la noticia en los medios oficiales son los intentos de invasión en una moto acuática de dos peligrosos contrarrevolucionarios que intentan acciones terribles contra Cuba. Tienen mecanismos muy bien engrasados para historias de este tipo, que deben ser creídas por inverosímiles que sean.

Principio de la vulgarización: “Toda propaganda debe ser popular”, si tienen hambre promete pollo a lo grande y si es un avestruz pues mucho mejor. Diga idioteces adorables, los medios lo aguantan todo y las masas eventualmente lo perdonan. Democratizar la bobería es una garantía de efectividad comunicativa, adaptando la comunicación política al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. “Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”, decía Goebbels.

Principio de orquestación: La propaganda debe ser como una canción pegajosa de verano: pocas ideas, repetidas hasta el cansancio, desde todos los ángulos posibles, pero siempre apuntando al mismo estribillo al estilo conga: “Oye yo soy Fidel”, “Somos continuidad”, “Cuba avanza y eso les duele”. Repetir cosas sin sentido práctico pero con aires de seguridad. De aquí surge la célebre frase: “Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad”, en la mente de las personas. Por eso insisten en que el socialismo del PCC es viable, solo que, claro, no los dejan. ¡Qué conveniente!

Principio de renovación: Es vital emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a tal ritmo que, para cuando el adversario responda, el público ya esté interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca deben poder contrarrestar el creciente tsunami de acusaciones. Para esto, el régimen toma medidas y contramedidas permanentes con la promesa de que todo mejorará, que ahora sí construirán lo que nunca han construido. Y, vaya si son efectivos: llevan con el mismo cuento casi siete décadas y todavía hay quien se traga el tabaco como el primer día. Basta con comparar los eslóganes de Granma de los años 60 y 80 del siglo pasado con los actuales. Es la misma melodía, solo que ahora con un par de notas desafinadas más.

Principio de la verosimilitud: Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda o de informaciones fragmentarias. Echan mano a las frases de sus aliados de tal o cual país, de intelectuales fieles, de medios de prensa como Telesur que responden a su misma agenda política. Así que si el NTV cita a un medio en apariencia extranjero, o un amiguito extranjero del régimen, o ponen a los cada vez menos artistas españoles que tienen en su nómina, pues todo parece más real y llegan a convencer a muchos de que el primer mundo está peor que Cuba y que en la Mayor de las Antillas hay un oasis de prosperidad.

Principio del acallamiento: Callar sobre las cuestiones de las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, también contra programando con la ayuda de medios de comunicación afines. En especial, negar todo derecho a réplica y negar el acceso de criterios divergentes en los espacios partidistas a los que llaman medios públicos.

Principio de la transfusión: Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas. Ponen a unos cubanos contra otros, manipulan la historia y llevan el tema al plano confrontativo entre nación y colonialismo. Sobre esa línea desarrollan la mitología castrista y su épica lucha contra un imperialismo dispuesto a atacar en cualquier momento. Aunque el Ejército cubano no tiene capacidad militar para un choque frontal con Estados Unidos, siendo evidente el atraso tecnológico, aun así convocan a maniobras ridículas para mantener activa la inminencia del mito de la invasión o la idea de plaza sitiada.

Principio de la unanimidad: Llegar a convencer a mucha gente que piensa “como todo el mundo”, creando la impresión de unanimidad. La falsa unanimidad, el promulgar que toda Cuba es comunista, fidelista, y quien no lo sea es porque es un ex cubano, un apátrida, un lacayo, un cipayo y todos los apelativos que promueve la propaganda. Y esta práctica se extiende a las estructuras del Estado, donde no hace falta elegir a un presidente entre varias opciones y proyectos si con ratificar al candidato impuesto a dedo por el partido único ya es suficiente. De la misma manera se aprueban las leyes y, cuando fracasan las implementaciones, no hay nada que temer porque hay enemigos a los que culpar.

Epílogo.- Los principios de Goebbels han encontrado en el régimen cubano una extensión natural. La propaganda es el oxígeno de la Revolución, y mientras resuene la consigna de que el hambre y la miseria son culpa del enemigo, el espíritu del ministro nazi seguirá paseando por las calles de La Habana.

¿Qué es la Revolución cubana sino la más perfecta encarnación de las palabras de Goebbels, sacrificando el yo por el todo, condenando a generaciones enteras al servicio de una mentira repetida mil veces? Mientras exigen sacrificios al hambriento, ellos viven como príncipes.

Rolando Gallardo
14ymedio, 5 de enero de 2025.

lunes, 3 de febrero de 2025

El castrismo pretende colonizar Miami

 

El reguetonero cubano Oniel Ernesto Columbié Campos (La Habana, 1997), más conocido por Bebeshito, el sábado 28 de diciembre se bajó de un van en las inmediaciones del Pitbull Stadium vestido con pulóver y pantalón negro, collares de cuentas blancas y debajo de una gorra de los New York Yankees, un pañuelo con un diseño parecido a la kufiya palestina.

En el campus, alrededor de 20 mil fanáticos, la mayoría compatriotas llegados en sucesivas oleadas migratorias después de 2015, aplaudían a rabiar a su ídolo que salió al escenario con una bandera cubana sobre el cuello. Probablemente el músico desconozca que por usar la bandera en la vía pública, el artista disidente Luis Manuel Alcántara fue detenido.

Más allá de los puristas del arte que ven con ojeriza al género urbano, por sus textos vulgares y estribillos pegajosos, el concierto fue un éxito. Hubo un momento del recital donde el público, comenzó a corear "sufre Otaola", en alusión a Alexander Otaola, el influencer cubano, tenaz inquisidor de los negocios del castrismo y sus cómplices afincados en la Florida.

En las redes sociales, un venezolano creía que Otaola “era un sanguinario sicario del régimen de Díaz-Canel”. Y le llamó la atención que en ningún momento el público gritara libertad, condenara a la dictadura o reclamara la excarcelación de los presos políticos. Numerosos exiliados cubanos piensan igual.

El tema tiene diversas aristas. Los primeros compatriotas que llegaron a Miami eran desterrados. Fidel Castro les había confiscado sus propiedades, les había fusilado a sus padres, hermanos, hijos o condenados a largos años de prisión. Muchos eran opositores y conspiradores que enfrentaron a la dictadura clandestinamente o con las armas. Perdieron esa batalla. Pero desde su exilio en la Florida, juraron regresar con la bandera a una Cuba libre.

Cuando llegaron a Miami, las vacas pastaban en potreros, en terrenos hoy repletos de rascacielos. Algunos aterrizaron en Estados Unidos con 20 dólares en el bolsillo, sin ayudas federales y trabajaron muy duro para salir adelante. Nadie les regaló nada.

Mujeres y hombres ya octogenarios que pueden ser tildados de intransigentes y desconfiados. Pero con un patriotismo a prueba de bombas. Mientras los nuevos emigrados te llevan a comprar en Best Buy o conocer Disney World, la primera generación de exiliados te muestra el Museo de la Diáspora Cubana o conducen cuatro horas hasta Tampa para que conozcas la vieja factoría de tabaco donde el prócer José Martí recogía dinero para la guerra necesaria contra el colonialismo español.

En mis viajes a Estados Unidos he conocido posturas diferentes. Los que llegaron en el mismo 1959 y en las décadas de 1960-1970, orgullosamente se llaman exiliados. Se les humedecem los ojos cuando hablan de Cuba. También la emoción invade a los que sufrieron el presidio político o fueron disidentes, activistas y periodistas independientes reprimidos en Cuba y a Miami llegaron mucho después.

Como mi amigo, el poeta Raúl Rivero, que nunca pudo regresar a su terruño en Morón. Murió en el exilio, el 6 de noviembre de 2021. La última vez que lo vi, en 2016, le regalé un tabaco de Vueltabajo. No podía fumar por su enfermedad, pero lo guardó en su bolsillo: quería olerlo y sentir su patria más cerca.

Es por lo que un porcentaje de cubanos son exiliados y otros simples emigrados, aunque todos huyeron del manicomio ideológico, la miseria socializada y la falta de futuro. Los más comprometidos con la democracia en Cuba no visitan la Isla, a otros la dictadura los tiene en su lista negra. Y hay quienes viajan de vacaciones con su familia a hoteles de GAESA y no les hace asco hacer negocios con empresas del régimen.

Quienes apuestan por la democracia y la libertad de Cuba llaman abiertamente dictadura al gobierno de La Habana. No se andan con medias tintas. Unos cuantos emigrados critican al castrismo en voz baja. Justifican su posición porque ‘tienen familia en Cuba’ o ‘no se meten en política’.

A artistas, ya sea Ana de Armas o Bebeshito, el exilio les reclama una postura política definida. Pero dan la callada por respuesta. La actriz, además, es la actual pareja del hijastro de Miguel Díaz-Canel, puesto a dedo por Raúl Castro. Si ellos tienen derecho a mantenerse al margen de la realidad de su país, también los exiliados políticos y los periodistas independientes tienen derecho a criticar sus ambigüedades.

No pocos admiradores de Bebeshito han comentado que esas campañas en su contra demuestran intolerancia y envidia de un sector del exilio. No lo creo. Los cubanos suelen estar orgullosos de los éxitos de sus compatriotas. Lo que molesta es su tibieza política, no identificar al gobierno de Cuba como lo que es, una dictadura.

Por adoctrinamiento, temor o ignorancia no asocian que las penurias sufridas desde que nacieron han sido causadas por el 'socialismo' fidelista. Y casi todos emigran para ganar mejores salarios, tener comida y poder comprarse un auto y una casa.

No culpan al régimen por emigrar. Los exiliados les suelen decir 'emigrados de pan con bistec'. No es el caso de los reguetoneros. Unos llegan con dinero suficiente y contratos jugosos que les permite adquirir una casa cuando arriban a Estados Unidos.

Mientras raperos como Los Aldeanos, críticos de la dictadura, no han tenido demasiado éxito en la capital del exilio, reguetoneros como Bebeshito, con apenas tres meses en Miami, triunfan a la primera de cambio. Otros, cuando merma su éxito, viajan a La Habana a cantar en bares de parientes o testaferros del régimen que les permite ganar cinco o diez mil dólares en una noche.

Por eso hacen silencio y no condenan a la dictadura. Se escudan en el pretexto de que en la Isla está su público. Pero ocultan la verdad. No regresan a Cuba a cantar gratis en la Plaza Roja de La Víbora o a la plazoleta Menocal en Arroyo Naranjo. No. Vienen a cantar en centros nocturnos que cobran hasta cien dólares por sus conciertos y que sus fans de barrios negros y pobres no pueden pagar.

El régimen castrista ha iniciado una operación para seducir a los músicos urbanos. No es un plan secreto. El propio Díaz-Canel lo expresó durante una intervención en el X Congreso de la Unión Nacional de Escritores y Artistas, cuando propuso sumar el reguetón a “la política cultural de la revolución”.

Los hábiles operadores políticos de la dictadura han diseñado estructuras y empresas de personas, supuestamente apolíticas o neutrales, que abundan en el entorno de los reguetoneros. Se les invita a cantar en conciertos de verano en hoteles administrados por empresas militares o en bares cuyos propietarios están emparentados con la dictadura, como Sandro Castro, conectado con músicos como Bebeshito.

Es lo que explica el mutismo y el temor de gritar libertad, para no incomodar al régimen. Desde hace veinte años, el reguetón es un fenómeno de masas en la Isla. El gobierno siempre ha sospechado de los movimientos independientes del Estado. Grupos como Porno para Ricardo, Los Aldeanos y Raydel Escuadrón Patriota eran muy críticos con la dictadura. Siempre fueron censurados. Nunca tuvieron un espacio para actuar y eran vigilados por la policía política.

El reguetón, en cualquiera de sus variantes, incluyendo el reparto, también surgió en los barrios. Recuerdo que a principios del año 2001, jóvenes como El Micha o Elvis Manuel cantando en 'bonches', como se le llamaban a las fiestas, en Mantilla o un cine reconvertido en teatro, por la barriada habanera de La Palma.

Todos ellos, en determinados momentos, estuvieron censurados en Cuba. Chocolate incluso estuvo preso por una riña con policías. Es uno de los reguetoneros que en voz alta ha criticado a la dictadura. Otros como Bebeshito o el difunto Taiger, han preferido callar. No estoy de acuerdo con la postura de que la cultura no es política.

Cuando se vive en una dictadura todo es política. El régimen la usa para su beneficio. Sin importar si son niños de compañías artísticas como La Colmenita o un acosador sexual como el trovador Fernando Bécquer. No se debe ni se puede ser ingenuo.

Si usted siente miedo de gritar libertad en un estadio de Miami, no necesariamente significa que respalde a la dictadura. Pero gritar "sufre Otaola" es un triunfo para el régimen que te forzó a emigrar. Se puede estar de acuerdo o no con el influencer camagüeyano, pero Otaola no es el enemigo.

Iván García
Foto: Raúl Rivero e Iván García en una cafetería de Miami el 17 de septiembre de 2016.