lunes, 28 de julio de 2025

Cuba, más dictadura que nunca

 

Hubo un momento mágico el pasado jueves 1 de junio, recuerda un estudiante universitario, cuando un grupo de jóvenes decidió redactar una carta en protesta por los precios abusivos anunciados por Etecsa, monopolio de las telecomunicaciones en la Isla.

“Varios estudiantes coincidimos en el parque aledaño a la facultad de Derecho de la Universidad de La Habana y empezamos a debatir sobre el tarifazo de Etecsa. El berrinche era muy grande. Alguien planteó publicar una carta de protesta. Todos estuvimos de acuerdo. Las buenas ideas brotaban como flores. Estábamos imbuidos por un espíritu de justicia social ante esa medida que considerábamos draconiana, inconstitucional y que menoscaba la dignidad de los cubanos ya que obliga a la gente a jinetear dólares para la recarga entre sus amigos y parientes”, dice el joven.

“No somos tontos. No queríamos lanzar un documento que el gobierno considerara contrarrevolucionario (CR). Guardamos las formas y cumplimos los protocolos establecidos por las leyes del país. En ningún momento nadie pensó que estábamos delinquiendo. La intención era entablar un diálogo franco y constructivo. Y ofrecer soluciones. Lo que vino después, aunque algunos ya lo sospechaban, el acoso, las citaciones de la Seguridad del Estado y la intimidación, me decepcionó”.

“Hace tiempo que la mayoría de los cubanos han dejado atrás su ingenuidad. Se escudaban en la simulación y el miedo para no buscarse problemas. Hay un pacto no escrito entre los ciudadanos y el gobierno. Si no te metes en política las autoridades son más permisivas. Todos sabemos las consecuencias de disentir y marcarte de conflictivo. Pierdes el trabajo y te tachan de no persona. La gente, incluso los guapos del barrio, le huyen a la palabra CR”, explica el estudiante y aclara que los pasos a seguir eran los determinados por la ley.

“La irresponsabilidad y el divorcio del gobierno con el pueblo no es achacable a los influencers de Miami ni a una supuesta guerra asimétrica de Estados Unidos contra Cuba. Son sus disparates y la mala administración de los recursos del pueblo los que han generado un amplio descontento ciudadano. Cuando la gente se queja por los extensos apagones, el desabastecimiento de alimentos y medicinas, el déficit de agua o gas licuado, a donde primero envían cartas es al Comité Central del PCC o acuden a la sede del partido comunista municipal. La gente sabe que el delegado de barrio del Poder Popular no resuelve nada. La opción de tirarse a la calle es después que ven que las autoridades no les responden o les mienten descaradamente. No existen canales legales para imputar a las autoridades. Es la inacción del gobierno la que provoca el malestar entre los cubanos”, concluye el joven universitario.

Una estudiante de medicina que participó en un encuentro con funcionarios de Etecsa y del gobierno detectó la falta de cultura política de “personas acostumbradas a no ser confrontadas, ni que le pongan en duda sus estadísticas y el relato que pretenden vender. La primera reacción a las críticas suelen ser amenazas verbales: mira a ver lo que dices, cuidado con lo que hablas, ¿adónde quieres llegar?.

“Desde su forma de vestir a su gestualidad corporal se nota que habitan en mundos paralelos. Mientras más alto es el cargo que ocupan, más obesos son. Se ponen esas horribles camisas de cuadros o la acostumbrada guayabera. Nunca sonríen. Ni hablan con naturalidad. Conversan con tono impostado cargado de jergas, consignas manidas y frases huecas. Son súper aburridos. Es difícil debatir con franqueza con ese tipo de gente que saca una agenda y con cara de reproche apunta cualquier sugerencia o cosa que uno le diga. Su presencia no asusta. Al contrario. Es tan evidente su mediocridad que puedes barrer el piso y pisotearlos intelectualmente con mucha facilidad. A mí me decepcionó el bajo nivel político y cultural de la mayoría de esos funcionarios”, describe la muchacha.

La profesora, historiadora y politóloga disidente Alina Bárbara Hernández, destacó que con el tarifazo de Etecsa el gobierno “solo ha logrado trasladar el disenso del espacio virtual al espacio real”. En su muro de Facebook resaltó el civismo de los estudiantes y su apoyo a movilizaciones pacíficas, pero reconoce que la estrategia de los jóvenes podría no triunfar en términos no formales, debido a las presiones de la Seguridad del Estado, la complicidad institucional de algunos funcionarios y profesores, la cooptación de estudiantes, el miedo de las familias y las dificultades organizativas propias del cierre del curso escolar.

“Lo que los estudiantes dijeron lo vimos”, afirma Alina Bárbara, porque la fractura del control dentro de las universidades es ya inocultable. La presencia exagerada de agentes de la Seguridad del Estado ha sido denunciada por alumnos de la Universidad Central de Las Villas y en la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echevarría (CUJAE), ubicada al oeste de la capital.

“Están a la cara por los pasillos y en las áreas públicas de la CUJAE. Ya la Gestapo (Seguridad del Estado) ha citado a estudiantes que ellos suponen lideraron las protestas”, revela a Diario Las Américas un estudiante. “Los han detenido con el pretexto de conversar y los han sometido a extensos interrogatorios. Los amenazan que si siguen en esa actitud, que llaman provocadora, pueden tener graves consecuencias. Ya sabes, desde la expulsión de la escuela a un proceso penal. Le advierten que el país está en estado de guerra y que esas protestas le sirven de pretexto a la ‘mafia de Miami’ para una futura intervención militar. El discurso se repite, no es creíble. El único argumento que tienen es la intimidación”.

En una carta anónima que recibió Alina Bárbara Hernández el martes 10 de junio desde la Universidad Central de Las Villas (UCLV), dirigida “a la comunidad universitaria, los medios de comunicación nacionales e internacionales, la sociedad civil cubana y las autoridades académicas y estatales”, los firmantes denunciaron además de censura institucional, complicidad con la represión de los cargos de la oficialista Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y criminalización de la protesta.

Las denuncia de los universitario precisa que, “bajo la dirección de la doctora Aleida Suárez Ramírez, los medios universitarios (Radio UCLV y Criollito) han silenciado análisis críticos sobre la actuación del profesorado durante las recientes protestas estudiantiles suprimiendo el debate plural”. También señalan al presidente de la FEU en la UCLV, Alejandro Báez Crespo, quien “avaló inconsultamente el incremento tarifario de Etecsa mediante argumentos reduccionistas, omitiendo su deber de defender los intereses del estudiantado”.

Una estudiante de la Universidad de La Habana considera que “más que la traición esperada de la mayoría de profesores y rectores o líderes de la FEU, que se han plegado a los designios del gobierno, el lógico temor de algunos muchachos que firmaron el documento y después, por la presión familiar y de la Seguridad del Estado se voltearon, lo que más me ha decepcionado es la falta de apoyo de otros estamentos de la sociedad”.

“Echo de menos que otros sectores, ya sean trabajadores, emprendedores privados o jubilados nos apoyaran de forma efectiva, pues el tarifazo afecta a todos los cubanos. Ha prevalecido esa actitud contemplativa de mirar en la distancia lo que sucede. Es un fenómeno que nos pasa a muchos cubanos. Vemos un atropello en la calle o una golpiza a un opositor y miramos a otro lado por miedo. Si se hubieran sumado otros sectores al parón, como no ir a trabajar, huelga de brazos caídos o publicar una condena, la historia hubiera sido diferente. Si queremos reformas profundas y efectivas debemos ser más proactivos”.

Una joven que estudia en la facultad de Arte opina que “el gobierno va a seguir decretando paquetazos que no benefician al pueblo”. Y coincide que “si no nos unimos, estaremos indefensos frente al Estado. Debemos dar un paso adelante: el enemigo es el gobierno”. Y lee un poema del pastor luterano alemán Martin Niemöller: 'Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, ya que no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, ya que no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, ya que no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar'. Ese poema tiene tanta vigencia en nuestro país que asusta”.

Por ahora el mensaje del régimen es un golpe de autoridad sobre la mesa: Cuba es más dictadura que nunca.

Iván García
Foto: Tomada de Cubaencuentro.

lunes, 21 de julio de 2025

El Quinquenio Gris duró mucho más de un decenio

 

El ya fallecido ensayista Ambrosio Fornet fue quien acuñó el término “Quinquenio Gris” para referirse a la represión contra los artistas e intelectuales en la década de 1970, un periodo nefasto para la cultura nacional.

Fornet utilizó por primera vez dicha expresión en enero de 2007, durante su intervención en un evento convocado por el también ensayista Desiderio Navarro con el beneplácito del Ministerio de Cultura, y con el que se pretendió zanjar la llamada “tormenta de los e-mails”.

Aquella tormenta, también llamada “guerrita de los e-mails”, fue provocada por la encomiástica presentación en la TV, en los programas Impronta y La diferencia (que conducía el cantante Alfredo Rodríguez), de Luis Pavón y Jorge Papito Serguera, los ejecutores de las políticas culturales de ese periodo, el primero como presidente del Consejo Nacional de Cultura (CNC) y el segundo como director del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT).

Fornet, en su intervención en aquel coloquio, y en su intento por hacer un tardío control de daños, minimizándolos en lo posible y, sobre todo, eludiendo señalar de quién fue la principal responsabilidad, se quedó corto con lo de “quinquenio”.

Aquel oscuro período inquisitorial duró mucho más de cinco años. No concluyó, como pretenden algunos, en 1976, cuando el Consejo Nacional de Cultura fue reemplazado por el Ministerio de Cultura, con Armando Hart al frente: pasarían varios años más antes de que empezara a disiparse la oscuridad, a principios de la década de los 80.

Tampoco se inició en 1971, con el Congreso de Educación y Cultura y el Caso Padilla. Ya bastante antes, oscuros nubarrones se cernían sobre los escritores y artistas. Antes de que los comisarios, irritados por el tono homoerótico del capítulo VIII de Paradiso ordenaran recoger de las librerías y convertir en pulpa la monumental novela de Lezama Lima; antes de que en 1968 se iniciara la ordalía contra Heberto Padilla y Antón Arrufat por sus libros Fuera del juego y Los siete contra Tebas, respectivamente; antes de que empezara a disparar de manera inmisericorde contra los escritores, desde las páginas de Verde Olivo, la revista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, aquel ectoplasma estalinista que firmaba Leopoldo Ávila y que todavía no se sabe a ciencia cierta si era en realidad el teniente Pavón, José Antonio Portuondo o ambos a dúo.

Varios años antes de que en 1971 el teniente Armando Quesada ordenara quemar los muñecos del Guiñol Nacional relacionados con las tradiciones afrocubanas por considerar que eran “atraso, subdesarrollo, cosas de negros santeros”, ya otros personajes de la cultura oficial, imbuidos de “fervor revolucionario”, se erigían en inquisidores.

En octubre de 1963, una de las más estalinistas comisarias culturales del régimen, la escolásticamente marxista Mirta Aguirre, dictaminaba: “En manos del materialismo dialéctico, el arte puede y debe ser exorcismo, forma de conocimiento que contribuya a barrer de la mente de los hombres las sombras caliginosas de la ignorancia, instrumento precioso para la sustitución de la concepción religiosa del mundo por su concepción científica y apresurador recurso marxista de la derrota del idealismo filosófico”.

En 1965, una extremista recalcitrante y obtusa como Magaly Muguercia se creyó capacitada para decidir que el teatro cubano tenía que ser “obligatoriamente una expresión socialista”.

El escritor y folklorista Samuel Feijóo, el 15 de abril de 1965, para ponerse a tono con aquel comunicado de la Unión de Jóvenes Comunistas que chillaba “¡Fuera los homosexuales y los contrarrevolucionarios de nuestros planteles”, y anticipándose unos meses a las UMAP y seis años a la “Parametración” llevada a cabo por la Comisión de Evaluación del CNC a inicios de los 70, publicó en el periódico El Mundo un comentario titulado “Revolución y vicios”, en el cual sentenció:

“Este país virilísimo, con su ejército de hombres, no debe ni puede ser expresado por escritores y artistas homosexuales. Porque ningún homosexual representa la Revolución, que es un asunto de varones, de puño y no de plumas, de coraje y no de temblequeras, de entereza y no de intrigas, de valor creador y no de sorpresas merengosas. Porque la literatura de los homosexuales refleja sus naturalezas epicénicas, al decir de Raúl Roa. Y la literatura revolucionaria verdadera no es ni será jamás escrita por sodomitas… Destruir sus posiciones, sus procedimientos, su influencia. Higiene social revolucionaria se llama eso. Habrá de erradicárseles de sus puntos clave en el frente del arte y de la literatura revolucionaria. Si perdemos por ello un conjunto de danza, nos quedamos sin el conjunto de danza enfermo. Si perdemos un exquisito de la literatura, más limpio queda el aire. Así nos sentiremos más sanos mientras creamos nuevos cuadros viriles surgidos de un pueblo valiente”.

La cacería de brujas contra artistas e intelectuales alcanzaría su clímax a partir del discurso de Fidel Castro, en abril de 1971, en la clausura del Congreso de Educación y Cultura. Pero los escribas de la cultura oficial y algunos represaliados de ayer con el síndrome de Estocolmo, cuando hablan del Decenio Gris prefieren reducirlo a un quinquenio y no decir que la responsabilidad por aquella oscura y triste etapa fue de Fidel Castro, a partir de “Palabras a los intelectuales” en junio de 1961 y su remate, 10 años después, con el discurso de cierre con broche de plomo del Congreso de Educación y Cultura.

Luis Pavón, Papito Serguera, Armando Quesada y otros esbirros anticulturales, por muy extremistas que hayan sido, solo fueron los segundones con potestad limitada que, en cumplimiento de “las orientaciones de arriba”, se encargaron de la ejecución de aquellas aberradas políticas para meter en cintura y encarrilar “dentro de la Revolución” a artistas e intelectuales.

Luis Cino
Texto y foto: Cubanet, 7 de junio de 2025.

lunes, 14 de julio de 2025

Reportando en La Habana de 1996

 

Escribir hoy en Cuba como periodista independiente es como parir, con la diferencia de que una embarazada dispone de nueve meses para prepararse y nosotros estamos siempre contrarreloj.

Aquellos que nos elogian por nuestro empeño en dar a conocer la realidad de una nación en decadencia, no pueden ni imaginar las vicisitudes con que cada semana escribimos. Vivimos y latimos al mismo ritmo de la población: comemos lo mismo, caminamos por las mismas calles, hacemos las mismas colas y montamos las mismas guaguas. Sólo que nuestra visión tiene otra graduación y percibimos como si fuéramos parapsicólogos. Y de este relacionamiento diario con la gente nacen estas crónicas cotidianas, objetivas y amenas.

No importa que por luz tengamos un mechón, que por asiento el quicio de una acera y por papel el reverso de viejos modelos oficiales tirados a la basura. No nos alcanzan los bolígrafos; las cintas de las obsoletas máquinas donde mecanografiamos están supergastadas y la tranquilidad para escribir apenas existe. No obstante, cada semana aquí estamos, reportando desde La Habana. Ninguno de nosotros es un superhombre o una supermujer, estamos tan lejos de la heroicidad como del Amazonas, pero padecemos de una enfermedad: la de escribir verdades.

"Voy a La Habana", decían los habaneros antes de 1959 y ya se sabía que iban de compras, porque las principales tiendas radicaban en las calles Galiano, San Rafael, Neptuno, Reina, Belascoaín, Monte, Muralla, Obispo, pertenecientes a los que ahora se conoce como los municipios de Centro Habana y Habana Vieja. Había edificios completos dedicados al comercio minorista y también pequeñas tiendecitas, propiedad de judíos, polacos, alemanes y otros europeos que en los años de la Segunda Guerra Mundial hicieron de Cuba su segunda patria.

Después del 59, en las tiendas, a nivel nacional, las mercancías comenzaron a desaparecer de las vitrinas, pero por mucho tiempo todavía en la capital decir ir a La Habana era sinónimo de compras, a pesar de las limitaciones del racionamiento impuesto a partir de 1962 y que no sólo abarca los alimentos, sino los denominados productos industriales. Desde un carretel de hilo hasta un par de zapatos: todo comenzó a ser normado. Uno por persona o por núcleo familiar una vez al año.

Cuando en 1990 se decretó el período especial, ya hacía tiempo que la expresión ir a La Habana había caído en desuso, pues cada vez era menos lo que el buenagente del Estado nos podía ofrecer por la libreta. Aunque hubo una época en que floreció la actividad comercial con la creación del Mercado Paralelo, donde a precios más altos se podía comprar por la libre, sin necesidad de la libreta de racionamiento. Ese período coincidió con una política económica inspirada y subvencionada por los países del desaparecido CAME, fundamentalmente de la ex-Unión Soviética.

Hoy la etapa del Mercado Paralelo es recordada con nostalgia, pues fueron tiempos de poder comprar un cake de chocolate por diez pesos y por menos de dos pesos toda clase de jugos, conservas, sardinas, etcétera, etc., provenientes de Bulgaria, Albania y la URSS, entre otros países del campo socialista, que en paz descanse junto con todos los burócratas cubanos muchos de ellos hoy gerentes de firmas extranjeras que durante décadas les dieron cuerda al revés al reloj y, consciente o inconscientemente nos trataron de inculcar una filosofía cuya premisa básica era hacer difícil lo que es fácil; el ejemplo más palpable eran los pomos de compota rusa de manzana o de ciruela, de excelente calidad y sabor, pero que para abrirlos había que pasar un mínimo-técnico.

A partir de 1993, con la despenalización del dólar, ir de compras se convirtió en un deporte nacional casi tan popular como la pelota. El afán consumista en una nación que condena la podrida y decadente sociedad de consumo norteamericana sólo puede creerse si se vive actualmente en Cuba: no hay cubano que no sueñe diariamente con los benditos "fulas" (dólares) para resolver desde el jabón para bañarse hasta los zapatos para su hijo poder ir a la escuela. Por cierto, a las tiendas ya no se les llama así: ahora son shoppings. Por obra y milagro del dólar, la moneda del enemigo imperialista, ya los habaneros no dicen "voy a La Habana", sino "voy pa'la shopping".

Antaño, la más modesta tienda de cualquier capital de provincia no tenía nada que envidiarle a la más exclusiva shopping de ahora, porque los tenderos eran personas serviciales que si creían o no en el eslogan El cliente siempre tiene la razón, no lo aparentaban y le atendían a uno con eficiencia y sin perder la sonrisa. A diferencia de aquellos comercios con tenderos amables, los compañeros que trabajan en las shoppings, a pesar de tener la inmensa mayoría con qué desayunar y hasta transporte para que los lleven y los traigan, parece que fueron seleccionados no sólo por su militancia y su incondicionalidad, sino también por su mal funcionamiento hepático. Salvo excepciones, la consigna revolucionaria Mi trabajo es usted a ellos les resbala por los vistosos uniformes que usan.

La gente qué va a hacer, si no le queda otro remedio que ir a carenar allí para hacer más llevadero el calvario del periodo especial en tiempos de paz. Las shoppings deben tener las plantillas infladas, porque a pesar de su mal trato y demora, tienen montones de empleados vigilando, para junto con las alarmas y las cámaras ocultas de televisión tratar de impedir los robos. Algunos ocurren entre la propia empleomanía y otros parecen copiados de una película del sábado, como el sucedido hace un tiempo en La Sirena, una shopping ubicada en la Avenida 51, en la problemática barriada de Marianao. Fue cometido por mujeres que llegaron metiendo guapería a la cola: el portero las dejó pasar y ya adentro se adueñaron de dólares de una de las cajas, ante la sorpresa de empleados y público. La operación les falló y fueron detenidas. En otro barrio, en La Víbora, en un momento de descuido en uno de los departamentos de Brimart se llevaron cerca de tres decenas de aretes. Pero lo que más abundan son los ladrones solitarios, que se apropian lo mismo de un paquete de café Cubita que de una lata de jamón Tulip.

Este acápite de los robos ya fue previsto por las distintas cadenas de shoppings (Cubalse, Tiendas Panamericanas, TRD Caribe, Caracol). Están catalogados como "faltante planificados" y es consecuencia de una práctica corrupta surgida al calor del comercio socialista racionado, vigente desde 1962. Si en lo que es atención al consumidor las shoppings dejan mucho que desear, en materia de precios es el caos andante. Todas, al fin y al cabo, son propiedad del Estado, pero en unas un mismo producto tiene un precio y en otras, otro. El mismo desorden reina en la organización interna, con las mercancías no siempre visibles ni debidamente acotejadas.

Pero lo más terrible, me decía una amiga brasileña, es que ustedes pagan como si en vez de artículos de primera necesidad estuvieran comprando oro. "En Brasil, por ejemplo, con los cinco dólares que ustedes gastan en un paquete de medio kilo de carne molida de segunda, uno se puede comprar un buen pedazo de carne de res de primera". Según esta brasileña, con lo que aquí se gasta en comprar alimentos para una semana, en su país alcanza para la factura de todo un mes. Ella ni muchos visitantes lo entienden. Nosotros tampoco, pero lo importante es que con bloqueo o sin bloqueo, nosotros seguimos yendo "pa'la shopping", donde no faltan productos made in USA, como el pomo de salsa para espaguetis que una vecina compró, fabricado por The Red Wing Company of New York.

No hacía ni una hora que había llegado a la parada final de la ruta 15, en Cuba y Desamparados, en La Habana Vieja, cuando avisan que las guaguas están desviadas. En la zona del antiguo muelle de caballería han cerrado la calle por la filmación de una película. Son las ocho y media de la noche. No queda más remedio que caminar. El espectáculo comienza a partir del muelle por donde salen las lanchas para Regla y Casablanca, con dúos y tríos de jineteras yendo y viniendo por la Avenida del Puerto. En la bahía no hay muchos barcos anclados, pero ellas se han vestido y perfumado como si fueran a conquistar a Imanol Arias, el actor español protagonista de la película que están rodando esta noche. En el bar Two Brothers, recientemente remozado, una decena de muchachas aguarda. Sólo una, al parecer, ha tenido suerte: está en una mesa bebiendo con un cliente mientras tres se contonean al ritmo del Toca Toca, la canción con la cual Adalberto y su Son hacen bailar a la juventud en este insípido fin de año.

Sigo caminando y comienzo a recordar. Por aquí a veces anda Milena, la mulata achinada, madre de una niña de ocho años. Ella prefiere El Vedado o Miramar, porque por esos barrios los "fulas" se consiguen más rápido. Milena, como Yadira, salen a la calle a "buscar el pan" solamente cuando lo necesitan sus hijos o su familia. "Hay demasiadas enfermedades y maldades y la alimentación es bastante mala para estar en estos todos los días en esto", alegan.

A un lado y otro de la Avenida del Puerto hay suficientes servicios gastronómicos por dólares. Casi todos están semivacíos. Quizá porque es muy temprano o porque es miércoles o porque los marineros han preferido quedarse en sus camarotes. Lo cierto es que como me dijo un dependiente de uno de esos snack-bar abiertos las veinticuatro horas: Si no fuera por los jineteros tendríamos que cerrar. Ellos, como los gusanos (exiliados), están contribuyendo a la reanimación económica del país. ¡Quién lo iba a imaginar!

Un gentío se arremolina alrededor de la filmación, que no es otra que Ilona llega con la lluvia, una coproducción cubano-colombiano-española. La policía está ocupada controlando el escaso tráfico y los bicicleteros, como abeja tras el panal, se mueven constantemente de un lado para otro. Suena el cañonazo de encuentro las nueve de la noche. Minutos después zarpa El Galeón con su carga de turistas torpes intentando bailar la salsa cubana. En la acera opuesta reina la oscuridad. Es una zona de árboles que se extiende más allá del Anfiteatro. Cerca está el Arzobispado de La Habana, el Palacio de la Artesanía y el bar-restaurant Cabañas. En los bancos diviso parejas de cubanos con extranjeros y hasta unos gays cuya nacionalidad no puedo ni adivinar.

Nada de eso me sorprende, lo que me molesta es que se trate de tapar el sol con un dedo en este asunto de la prostitución. Porque de que la hay, la hay. Y va en aumento. No sólo de mujeres: de hombres también. Hay homosexuales y hasta niños que practican el sexo oral por un dólar. Hay estudiantes como Vicky y Roxana, que celebraron sus quince años en un hotel capitalino de la mano de sus cincuentones novios italianos, con el visto bueno familiar. Hay jóvenes menos afortunadas, como Fanny, que sólo pudo resolver tres dólares la primera vez. Ese dinero al día siguiente lo vendió en el mercado negro y con los 75 pesos que le dieron se fue a comprarle comidita a su hija de dos años.

Más triste es el caso de una joven que dejó con su hermana a su bebito de tres meses y cuando se disponía a desvestirse notó como de los pechos brotaba incontenible la leche. Se echó a llorar, pero él era de los turistas buenos. La abrazó y le dio 50 dólares. A un abogado madrileño le fue menos dura la escena: la mujer, de unos 30 años, comenzó a contarle el martirio de nuestra vida diaria. Y de la piscina del hotel no pasaron. Después de invitarla a cenar le regaló cien dólares.

Un poco más allá de donde termina la Avenida del Puerto, por el Paseo del Prado, suele moverse Sandra, una escultural negra con un título universitario en la gaveta de su cómoda. Ella hace lo indecible por no parecer jinetera y muchos menos prostituta. A sus turistas les habla de arte y de historia; domina dos idiomas y hace dieta para no engordar. Su dilema es otro: disponer cada día de no menos de 20 dólares para pagar a porteros y carpeteros el derecho a esperar en el lobby del hotel. Ahí no terminan sus problemas: tres veces han intentado asaltarla al entrar en su casa. La solución es regresar en turistaxi y y pedirle al chofer que aguarde a que ella entre y pase el cerrojo. Eso le cuesta de uno a tres dólares de propina para el chofer.

Sin darme cuenta llego a la salida del Túnel. Me siento en un quicio a esperar. Hace más de una hora no pasa una 15. Un grupo de turistas llama la atención de los que estamos en la misma desesperada situación. Alguien dice: Coño, pero si son bolos. Miro. Efectivamente, parecen rusos, por la forma de vestir y caminar. Van callados y en fila como si fueran a una reunión del partido. Alguien hace un chiste. La gente se ríe. Yo no tengo deseos de reír. No por la demora de la guagua, sino porque pienso que despatarramos a la burguesía nacional para ahora abrirle las piernas al capital extranjero. Y eso, más el turismo, deja sus secuelas. La prostitución es una de ellas. Es la punta visible del iceberg. Las otras lentamente saldrán a flote.

Tania Quintero
Revista Encuentro de la Cultura Cubana No. 3/96

Foto: 'Camello' en el Parque de la Fraternidad, Centro Habana. Tomada de Gallery Cuba Havana 1996.

lunes, 7 de julio de 2025

Voces de cambio en el estudiantado cubano

 

Digámosle Kirenia, 21 años, estudiante de medicina que reside en un barrio marginal al sur de La Habana. La joven quiere que publiquen sus opiniones con el nombre real. Le explico las probables consecuencias. No le importa. “La Seguridad del Estado no puede hacerme nada. Solo estoy diciendo la verdad de lo que pasa en Cuba. El gobierno debiera aprovechar la frustración que ha causado las tarifas de Etecsa para acceder a internet y sostener un diálogo serio con el pueblo. Si tuvieran un ápice de vergüenza debieran renunciar”.

La muchacha, como una mayoría de cubanos, desconoce la capacidad de intimidar, acosar y reprimir de la policía política. Está orgullosa consigo misma. Hasta el 29 de mayo de 2025 era una estudiante aplicada que soñaba con ser pediatra y una voraz consumidora de seriales, filmes y novelas. Se sabe de memoria el nombre de decenas de culebrones brasileños o turcos. “Me gustan las películas de temas históricos. La de Nelson Mandela, que interpreta Morgan Freeman es una de mis preferidas. Mi papá me paga 1,500 pesos mensuales para tener Neflix en el móvil”, señala sentada en el asiento trasero de un viejo taxi colectivo.

Navegar por internet es el único momento de libertad que conoce. “Entro en diversos sitios y doy mis opiniones. Antes publicaba con un seudónimo. Después que Etecsa subiera los precios irracionalmente pongo mi nombre. El 30 de mayo, cuando se implementó la medida, marcó un antes y un después en mi vida”. Hablar de política nunca fue una prioridad para Kirenia. “Pero la realidad de Cuba te obliga a conversar de política. En cualquier casa es el tema principal de conversación familiar. Mis padres en determinado momento apoyaron a Fidel. Ahora se sienten estafados”.

“Todo es muy triste. Nunca había pensado marcharme de Cuba. Pero el drama que vivimos te obliga a emigrar. La decisión del gobierno de subir los precios de internet provocó un cambio inesperado en mí y en muchos colegas de estudios. Nunca hablé en voz alta en las reuniones. El gobierno jamás me pidió una opinión. El rol era ser un zombi, un robot programado. Aplaudir cualquier disparate, marchar en la Plaza cuando nos convoca el gobierno o ir temprano a votar en las elecciones que se montan. Los cubanos hemos sido actores secundarios. Ciudadanos de tercera clase. Pero siempre hay un límite. Y el tarifazo de Etecsa traspasó esa frontera de permisividad y simulación en muchos de nosotros. Sobre todo los jóvenes, que somos los que más consumimos internet para escapar de esta locura”.

Kirenia se dirige hasta el Centro de Negocios ubicado en 3ra. y 76, Miramar. “Quiero tirar fotos con el móvil de la flota de carros nuevos de Etecsa, muchos comprados, a pesar del bloqueo, en Estados Unidos e indagar cuánto cuesta rentar esas oficinas, que cobran en dólares. La próxima semana, nos dijeron en la facultad, tendremos otra reunión con funcionarios del gobierno. Quiero preguntarles cómo en medio de la crisis económica y el déficit de dólares que dice la presidenta de Etecsa, la empresa puede permitirse gastar cientos de miles de dólares, quizás millones, en cosas que no son prioritarias”.

En audios que circulan por internet se escucha a varios estudiantes universitarios preguntarles a los funcionarios del monopolio de telecomunicaciones ¿dónde está el dinero?. Un estudiante de matemáticas de la Universidad de La Habana sacó cuentas del dinero reportado por Etecsa, y demostró que duplicaba los 150 millones de dólares que según Tania Velázquez, presidenta de la empresa, necesitaban anualmente para mantener los servicios.

La dictadura verde olivo no esperaba que el tarifazo generara tanta impopularidad. Sobre todo en el sector estudiantil, hasta ahora apartado de las polémicas y las protestas callejeras causadas por los apagones, el déficit de alimentos, de agua, de transporte y medicamentos, entre otros.

“A mí también me sorprendió la reacción de los muchachos universitarios. Tengo temor, pues mi hijo estudia en la universidad y se ha sumado al parón. Ya no me pide dinero para salir el fin de semana o me habla de emigrar del país. Ha cambiado de chip. Ellos ahora no solo quieren que bajen los precios de internet, pretenden entablar un diálogo con el gobierno para encontrar soluciones a la crisis económica. Ya no quieren ser testigos mudos. Quieren ser parte de la solución. Probablemente sea lo único bueno que trajo el tarifazo: despertar la conciencia en los estudiantes universitarios, que por sus aptitudes están llamados a ser los que lideren las reformas en Cuba”, acota la madre de un estudiante de medicina.

Son 31 las facultades universitarias en el país que se han sumado a la ola de protestas en el ámbito universitario después que el monopolio de Etecsa impusiera nuevas tarifas para el servicio de internet móvil. Ante la demanda de los estudiantes, la respuesta del gobierno fue ofrecer como paliativo otro paquete limitado de tres gigabytes por igual precio: 360 pesos. La comunidad universitaria rechazó la alternativa porque excluye a otros sectores sociales y restringe el derecho a navegar por internet.

“Mucha gente en la calle se pregunta: cómo es posible con tantos problemas que hay en Cuba, desde el hambre a la escasez de bienes, el foco se ponga en la subida del precio de internet”, afirma Joel, estudiante de la Universidad de La Habana. La respuesta es sencilla, esa medida es la gota que derramó el vaso. Todas y cada una de las medidas decretadas por el gobierno de Díaz-Canel han empobrecido a los cubanos. ¿Por qué no se organizó el pueblo e intentó entablar un diálogo con las autoridades? Simplemente porque no existe forma y nunca le dieron esa oportunidad. La liberación llegó el 11 de julio de 2021 o en cualquiera de las muchas protestas que hay provocadas por la falta de comida y los apagones de 20 horas diarias”.

“Tal vez el gobierno creyó que subir los precios de internet no iba a generar tanto descontento. Ya habían subido el precio de la electricidad, la gasolina y dolarizado parcialmente la economía. La frustración se palpaba en las redes sociales, pero no se revertía en un estallido social. Racionar internet, una decisión más política que económica, ha provocado el disgusto incluso hasta de sus partidarios. El papel de las universidades es muy importante. En cualquier sociedad los estudiantes universitarios son los más contestatarios y los más preparados. Cualquier reforma que haya en Cuba tienen que contar con nosotros”, concluye Joel.

Las propuestas estudiantiles van más allá de la restitución de precios de internet. Una alumna de la Facultad de Lenguas Extranjeras informó la creación de un grupo multidisciplinario integrado por estudiantes para abordar posibles soluciones de conjunto con directivos de Etecsa.

Otros estudiantes quieren conversar directamente "con el gobierno, que fue quien planificó las medidas”. Un alumno de la Universidad de La Habana señala que “los estudiantes universitarios debemos aprovechar los espacios que tenemos en este amago de diálogo con funcionarios del gobierno, que más bien parece una catarsis, porque la parte oficial no da síntomas de cambiar el tarifazo ni ofrece soluciones. Tampoco trazar una hoja de ruta para enfrentar las múltiples crisis que atraviesa el país. Otros sectores de la población no tienen esa posibilidad".

"Tenemos que asumir un rol decisivo en el futuro. O emigrar después de graduarnos y dejar que el país se convierta en un asilo de ancianos”. Asegura que nunca hubo “tanta coincidencia de criterios entre los alumnos de diversas facultades y provincias como en estos momentos. Al terminar nuestra exposición la sala estallaba en aplausos. Hay que dejar el miedo a un lado. Tenemos que coger el toro por los cuernos”.

Desde que el 19 de enero de 2008, Eliecer Ávila, alumno de cuarto año de ingeniería informática a la Universidad de Ciencias Informáticas, sostuvo un encuentro con el entonces presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular Ricardo Alarcón, en un debate con estudiantes reunidos en el teatro de la institución, y con sus preguntas dejó en evidencia al representante de la dictadura, las universidades en la Isla estuvieron bajo el control del régimen. Kirenia considera que llegó el momento de pasar a la acción: “Es ahora o nunca”.

Iván García

Foto: En medio del descontento de los estudiantes universitarios cubanos, dos jóvenes rinden homenaje a Julio Antonio Mella, fundador de la Federación Estudiantil Universitaria (La Habana, 20 de diciembre de 1922). Tomada de Diario de Cuba.