Los hijos de ciertos jefes de la nomenclatura tienen un sello personal. Visten ropa de marca. Toman cogñac o whisky. Tienen coche propio. Internet en casa. Son aficionados a la buena mesa y a las noches movidas en las mejores discotecas de la ciudad.
Poseen pasaporte para viajar al extranjero. Y en privado halan más cocaína que una aspiradora. Son fanáticos al sexo con varias chicas. Para guardar la forma y seguir la estela de sus padres, estudian en colegios militares. O administración y marketing en prestigiosas escuelas foráneas. Su doble moral es exquisita. Delante de desconocidos, de carretilla te sueltan el típico discurso nacionalista y antiyanqui.
En confianza, están esperando el desenlace final para ver de qué lado está la mayoría. Mientras, sus padres los van posicionando en buenos puestos laborales. Cuando en Cuba se produzca un cambio real, y no el artificial diseñado por los gurús de verde olivo, los hijitos de papá serán los futuros gerentes de empresas, bancos, hoteles, campos de golf o cualquier otro negocio que dé plata en la Cuba post Castro.
Ahora van de gallo tapado. Gastando combustible y divisas en La Habana nocturna. Viviendo bien. Desayunando, almorzando y cenando. Bailando salsa y reguetón en centros nocturnos como el Salón Rojo del Caprí o en Río Club, discoteca de la barriada de Miramar, a escasos metros del río Almendares.
A la salida, siempre risueños y con la cartera llena, terminan la noche en cafés a tiro de piedra del malecón habanero. Bebiendo cerveza Heineken y esnifando 'melca' en el asiento trasero de su auto. Suelen ir a la cama a la hora en que muchos se levantan para ir a trabajar. Almuerzan carne de res mientras en gigantescos televisores de plasma, ven las últimas noticias internacionales por CNN o TVE.
Sus padres están autorizados a tener antenas parabólicas y adsl las 24 horas. Cuando el discurso oficial pide a los cubanos de a pie que abran un nuevo agujero al cinturón, los descendientes de tipos importantes, tienen aire acondicionado central en sus residencias y los fines de semana salen a pescar en el yate del 'viejo'.
Lo bueno de ser hijo de un “pincho” (dirigente) en Cuba, es que no tienen que preocuparse por los paparazzi o las notas escandalosas en la prensa del corazón. Los trapos sucios se guardan en casa. Sus progenitores tienen el poder. Controlan el ejército y los medios de comunicación y producción.
Son jóvenes con vía libre para llevar una vida disipada y fácil. ¿Y sus padres? Bien, gracias. No se enteran o no les importa. O prefieren mirar hacia otro lado.
Publicado el 15 de marzo de 2011 en El blog de Tania Quintero con el título Hijos de papá.
Iván García
Hola, Les dire que eso no es nada nuevo, desde hace muchos anos y yo hace 20 que no vivo en Cuba, ya eso pasaba, pues lleve a mis hijas a unos 15 en Miramar y era de uno de ellos,( no digo nombre) y lo que habia en bebida, no lo saltaba un chivo, y un cake enorme y de comida, lo que uno quisiera.La ropa de la muchachita de los 15 era especial, y todos ellos con zapatos y ropa de marca, y recuerdo que yo para ir el unico par de zapatos lo tuve que mandar arreglar. Vivian en una mansion de Miramar. Y toda Cuba pasando necesidad, Asi que eso siempre ha sido asi. Yo no se como hay personas alla en Cuba que todavia los defienden y arremeten contra las damas de blanco y los disidentes. Yo pienso que lo hacen porque han hecho muchas cosas malas a la poblacion y tienen que cuidar que el gobierno no se caiga, pues ellos saben que van a pagar por todo lo que hicieron.
ResponderEliminar