viernes, 29 de noviembre de 2013

El club selecto de intocables



La gestión de un ministro incondicional es sagrada en Cuba. Se mide más por la lealtad personal a los hermanos Castro que por la eficiencia de su servicio público. Los galones pesan en el Consejo de Estado.

Haber estado enrolado en la guerra de guerrillas en la Sierra Maestra (1956-59), le otorga una especie de título nobiliario y automáticamente es incluido en el club de los intocables.

Una piña de amiguetes y compadres que están por encima de las leyes, de la Constitución de la República, del bien o el mal. Su labor en la administración pública puede ser desastrosa.

No importa. Haber compartido trincheras, tiros, francachelas y peleas de gallos condonan su inoperancia. Por su pésima gestión y debido a la muerte de 27 enfermos mentales en enero de 2010, el ex ministro de salud José Ramón Balaguer debió ser procesado.

O por menos jubilado y relevado de cualquier cargo oficial. Pero su amistad con Raúl Castro y su hoja de servicio lo convierten en un intocable.

Por ahí anda, entre ‘las mieles del poder’ otorgando el plácet a futuros embajadores y viajando con urgencia a Corea del Norte para soplarle al oído al impresentable dictador, las directrices a seguir de cara a la galería internacional tras el asunto del barco cargado con armas cubanas en el Canal de Panamá.

Ramiro Valdés es el antónimo del Rey Midas. Su gestión en Copextel o el Ministerio de Comunicaciones fue un fiasco. Hubo de todo en su administración, desde robos a corrupción galopante. La solución fue trasladarlo.

Ahora mismo, Valdés tiene poderes de super ministro. Atiende varios sectores estratégicos de la economía nacional. Y a pesar del mal trabajo, es de los que se sienta en los Consejos de Ministros, a escuchar a quienes deben rendir cuentas. Entre las tareas que le han asignado, se encuentra la rehabilitación hidráulica del país.

Hablar del problema del agua en Cuba es una redundancia. Desde hace 20 años, en la isla se pierde el 58% del agua que se distribuye, según reconoció en una mesa redonda un funcionario del organismo. Se derrochan recursos y dinero para reparar o remplazar cañerías que al poco tiempo se vuelven a dañar.

Hay ministros sin cartera como Guillermo García. Otro comandante de la revolución que disfruta los placeres de la vida con sus vallas de gallos y sus fincas de retiro. Una orden suya pude poner de vuelta y media a un ministro pelele.

Guillermo es de la legión de camaradas de la Sierra. Una cofradía, que salvando las diferencias, tiene un pacto de sangre con los Castro. Ni ellos ni sus parientes cercanos jamás serán procesados o dormirán una hora en la celda de una prisión de la isla profunda.

Ulises Rosales del Toro, es otro que gracias a su cercana amistad con Castro II sigue ocupando puestos importantes. No importa si fracasó en los que estuvo. Acabó por enterrar lo poco que quedaba de la industria azucarera. Y al frente del ministerio de agricultura también falló.

Pero pertenece al team de las vacas sagradas, igual que José Machado Ventura. Un piquete de socios verde olivo que no piden audiencia para entrar y hablar con el presidente.

El resto es material reciclable. Chivos expiatorios de ocasión cuya ambición de poder se paga con el descrédito o la cárcel. Pregúntenle a Roberto Robaina, Felipe Pérez Roque o Carlos Lage.

En Cuba algunas cosas pueden cambiar. Siempre y cuando lo apruebe el selecto club de intocables.

Iván García
Foto: Tomada de Generales cubanos en venta.

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